Uzías (#495)

Uzías

N. R. Thomson

 

La gran lección de la vida del rey Uzías está escrita en Proverbios 16:18: “Antes del quebrantamiento es la soberbia y antes de la caída la altivez de espíritu”.


 

Es muy animador leer la historia de la grandeza de este rey en el segundo libro de las Crónicas, capítulo 26. “Persistió en buscar a Dios en los días de Zacarías, entendido en visiones de Dios … y Jehová le prosperó” (v.5). Dios le dio ayuda contra los filisteos (v.7). “Edificó torres … abrió muchas cisternas, porque tuvo muchos ganados … era amigo de la agricultura … tuvo también un ejército de guerreros …
e hizo en Jerusalén máquinas inventadas por ingenieros … para arrojar saetas y grandes piedras. Y su fama se extendió lejos, porque fue ayudado maravillosamente hasta hacerse poderoso” (v. 10-15).

 

¡Qué historia tan triunfante! ¡Ojalá que todos los nuevos creyentes, sean jóvenes o personas maduras en años, se aplicaran al servicio del Señor en tal forma! Hemos de vencer a los filisteos espirituales que nos rodean en el mundo; hemos de trabajar en la labranza de Dios (1 Corintios 3:9), y también sembrar la buena semilla de la Palabra de Dios en los campos alrededor (Mateo 13); hemos de fortalecernos en el Señor, y en el poder de su fuerza, vistiéndonos de la armadura de Dios, para que podamos estar firmes contra las asechanzas del diablo (Efesios 6:10-11). “Todo lo puedo en Cristo que fortalece”. Momento tras momento, tengo que andar con el Señor y por el sostén de él.

Pero el fracaso viene cuando digo: “Todo lo puedo yo”. La confianza propia, la soberbia de creer que no puedo caer porque tengo firmeza de corazón, este egoísmo solamente conduce la embarcación al naufragio.

“Cuando ya era fuerte, su corazón se enalteció para su ruina, porque se rebeló contra Jehová su Dios, entrando en el templo Jehová para quemar incienso en altar del incienso. Y entró tras el sacerdote … No te corresponde a ti, oh Uzías, el

 

quemar incienso a Jehová, sino a los sacerdotes … Entonces Uzías … se llenó de ira y en su ira contra los sacerdotes la lepra le brotó en la frente … Así el rey Uzías fue leproso hasta el día de su muerte, y habitó leproso en una casa apartada, por lo cual fue excluido de la casa de Jehová”
(v 11‑21).

Uzías nunca se sanó; nunca se restauró a la Casa de Dios. ¡Qué triste fin! Oh, hermanos, “El que piensa estar firme, mire que no caiga” (1 Corintios 10:12). La tentación nuestra puede ser de otra índole que la de Uzías. El diablo aprovechará nuestra debilidad. ¡Cuántos se han apartado de la comunión de la Casa de Dios por ceder a las pasiones! No se puede excusar por la debilidad natural, o por la flaqueza común al criollo. La misma debilidad pertenecía a los corintios, y ellos vivían igualmente en un medio ambiente de corrupción. Pero el Espíritu Santo requirió de ellos la misma santidad que esperaba de los judíos convertidos.

 

Es la falta del cuidado diario que nos conduce a la caída. La mucha ocupación en asuntos materiales nos roba el tiempo que debemos pasar en la lectura de la Palabra y en la oración. El endurecimiento de la conciencia, producido cuando la fami-liaridad conduce a la intimidad, nos convierte en hipócritas. En vez de confesar la necedad y apartarnos, el creyente cebado continúa en su liviandad, hasta que el diablo provee la oportunidad inesperada, y la tentación no se resiste. “Antes de la caída, la altivez de espíritu”.

La humildad nos provoca a huir del peligro. Pero, por la altivez de espíritu, el creyente se expone a la tentación, porque no cree que va a caer.

En el año que murió aquel rey leproso, Isaías vio al Señor, sentado sobre un trono alto y sublime, y oía la voz de los serafines: “Santo, santo, santo” (Isaías 6:1-3). Mientras las puertas del templo se estremecían (v. 4), Isaías también temblaba. “¡Ay de mí!” El no había caído en ningún pecado, pero conocía su corazón peca-minoso (v. 5). Su aprecio del sacrificio (v. 6-7), le guardó durante una larga vida de servicio, que empezó más efectivamente aquel día cuando oyó la voz del Señor y respondió: “Heme aquí, envíame a mí” (v. 8‑9).

¡Qué el Señor nos ayude a aprovechar también la lección de la muerte trágica del rey Uzías, para tener un examen propio en la presencia del Santo Dios, y dedicarnos con más ahínco a una vida humilde y fiel! “¿Y tú buscas para ti grandezas? No las busques “ (Jeremías 45:5). Busquemos más bien que “vivamos en este siglo sobria, justa y piadosamente” (Tito 2:12).

 

 

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