Una apreciación de los Salmos | El Salmo 51, por Víctor Crapa | Los cánticos graduales: Salmos 120 a 134 (#804)

Una apreciación de los Salmos

D R A, Valencia, Venezuela , enero 2007

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Contenido

I ─ Los Salmos en el Nuevo Testamento

II ─ Cómo están estructurados los Salmos

El psallo

La secuencia

Las fechas y los autores

Los cinco libros

Los títulos divinos

Los títulos de algunos salmos

La poesía

Las figuras poéticas

III ─ Cómo interpretar los Salmos

La perspectiva histórica

La anticipación profética

La aplicación personal

Las alabanzas

Las peticiones

Los salmos penitenciales

Los salmos imprecatorios

La morada de Dios

Los salmos mesiánicos

Bibliografía

Anexos

1  Salmos, himnos y cantos

2  Títulos de los salmos

3  Lenguaje figurativo

4  Algunas oraciones


I ─ Los Salmos en el Nuevo Testamento

 

Los Salmos en la Biblia

Les dijo [Jesús]: Era necesario que se cumpliese todo lo que está escrito de mí en … los salmos, Lucas 24.44

Los Salmos en el culto

Cuando os reunís, cada uno de vosotros tiene salmo … Hágase todo para edificación,
1 Corintios 14.26.

Los Salmos en la vida del cristiano

Sed llenos del Espíritu, hablando entre vosotros con salmos …, cantando y alabando al Señor en vuestros corazones, Efesios 5.19. La palabra de Cristo more en abundancia en vosotros …, cantando con gracia en vuestros corazones al Señor con salmos, Colosenses 3.16 (Anexo 1)

Desde los tiempos antiguos los judíos ordenaron los libros canónicos del Antiguo Testamento en tres grupos conocidos como la Ley, los Profetas y los Escritos. Los Salmos pertenecían al tercer grupo y muchas veces daban su nombre a todo éste, aunque “los Escritos” constaba de todos los libros desde Esdras hasta Cantares. Así el Señor habló en Lucas 24.44 de “lo que está escrito de mí en la ley de Moisés, en los profetas y en los salmos”. Hay buena evidencia de que en la secuencia original el tercer grupo, “los Escritos”, o el salterio, estaba al comienzo y no en el orden que encontramos ahora en nuestra Biblia.

Normalmente, pensamos en un “salmo” como de David, Asaf, etc., y ciertamente todo el Salterio está incluido en el término. Pero esta palabra se traduce “cantar” en otros pasajes del Nuevo Testamento, y también “alabando”, de modo que en las Epístolas podría referirse a cualquier cántico de alabanza u otra expresión basada en la experiencia del individuo.

Hay diversas maneras de inventariar las citas del Antiguo Testamento en el Nuevo, y uno de los cálculos es que el 40% de ellas es tomado de los Salmos. “De tanta importancia eran los Salmos para nuestro Señor y sus apóstoles que citaron casi cincuenta de ellos varias veces en el Nuevo Testamento. Casi no hay una condición en la vida humana que no expresan, ni en ellos una experiencia que no ha vivido algún … cristiano que conoce de cerca a su Señor”.

 

II – Cómo están estructurados los Salmos

 

El psallo

El título en hebreo, tehiillim, quiere decir alabanzas, y parece que el libro llevó este nombre por su uso como el himnario en los servicios religiosos del segundo templo. En las traducciones del Antiguo Testamento al griego el título es simplemente Salmos, o el Salterio, procedente de psallo que quiere decir tocar un instrumento de cuerdas. De este y otros indicios entendemos que el propósito era que los salmos fuesen acompañados de música instrumental; véanse 1 Crónicas 16.4: “puso delante del arca de Jehová ministros … con sus instrumentos de salterio y arpas;” y el 25.1: “apartaron para el ministerio … para que profetizasen con arpas, salterios y címbalo;” y también 2 Crónicas 5.12,13.

Es evidente que Israel poseía lírica aparte de la que figura en los Salmos. Está ausente, por ejemplo, la endecha de David sobre Saúl y Jonatán, y también la oración de Ezequías en Isaías 38. Quizás hubiéramos esperado encontrar en el libro de Salmos “las últimas palabras de David” que están en 2 Samuel 23:

Dijo David hijo de Isaí, dijo aquel varón que fue levantado en alto,
El ungido del Dios de Jacob, el dulce cantor de Israel:
El Espíritu de Jehová ha hablado por mí, y su palabra ha estado en mi lengua

En términos generales se puede clasificar los varios salmos en una u otra de estas categorías:

un llamado a Dios en petición o alabanza directa;

una expresión de las emociones y experiencias del que habla;

una celebración de las obras de Dios en la naturaleza e historia;

una reflexión sobre el gobierno divino.

Se ha dicho que los Salmos 1 y 2 son la antesala de toda el Salterio, como si los 148 restantes fueran una exposición de los conceptos expresados en estos dos. Cristo está tras el velo en su humanidad en Salmo 1 y está en su majestad en el 2. El pobre pecador está en ambos.

El Salterio comienza con Dios bendiciendo al hombre, Salmo 1, y termina con el hombre bendiciendo a Dios, Salmo 150. En el medio la penitencia, petición y perplejidad se fusionan al fin en una alabanza. Esta consumación es una gran canción universal que procede del tiempo y se extiende al milenio, si no a la eternidad, en una escena de gloria sin par en la cual Dios reina como Cabeza Suprema de una creación redimida y restaurada.

La secuencia

El arreglo interno de los salmos que tenemos actualmente es el mismo que existía en los días de nuestro Señor; Hechos 13.33 habla de lo que “está escrito en el salmo segundo”. No están en una secuencia cronológica en cuanto a historia o profecía, aunque el libro correspondiente a David es el primero de los cinco que componen el “libro” mayor que nosotros designamos como Salmos, y el libro postcautiverio, muy profético por cierto, es el último de aquellos cinco.

También hay pequeños conjuntos de salmos que parecen estar lado a lado por relacionarse entre sí. Se ha señalado a menudo que el 22 trata del Salvador que sufrió en el pasado, el 23 del Pastor que cuida aún y el 25 del Soberano que asumirá el poder.

Las fechas y los autores

Los Salmos tuvieron su origen en el avivamiento religioso bajo David y Salomón. Se añadieron al núcleo otros salmos en los tiempos de avivamiento bajo los reyes Josafat, Ezequías y Josías, y finalmente en el avivamiento después del Cautiverio. Los períodos largos de decadencia progresiva resultaron improductivos de este tipo de escritura.

En la época anterior de los libros de Samuel, Moisés aportó uno o quizás dos salmos, que son el 90 y el 91, respectivamente. Había gérmenes de salmos desde el comienzo de la historia nacional de Israel; por ejemplo, el cántico de María en Éxodo 15, el de Débora y Barac en Jueces 5 y la oración de Ana en 1 Samuel 2.

David habló “en el Espíritu”, Mateo 22.43. Dice Hechos 2.30 que era profeta. Él redactó ciento veinte por todo, y es sólo por Hechos 4.25 y Hebreos 4.7 que sabemos que era autor de dos de ellos, el Salterio no lo dice.

“El rey Ezequías y los príncipes dijeron a los levitas que alabasen a Jehová con las palabras de David y de Asaf vidente”, 2 Crónicas 29.30. Asaf está asociado con doce. Once salmos son “de” o “para” los descendientes de Coré, quien descendió vivo a la tierra como castigo por su pecado en Números 16. (La traducción de los títulos es incierta en este asunto de “por/para/de” cierto autor). Hay una marcada ausencia de nombres de autores en el cuarto libro y el quinto.

Los cinco libros

Es de factura humana la antigua costumbre de hablar del “primer libro”, “segundo libro”, etc., pero goza de apoyo divino por el hecho de que cada una de las cinco secciones termina con Amén y / o Aleluya. Los sabios observan que en los Escritos hay también cinco libros ─ Rut, Cantares, Ester, Job y Lamentaciones ─ que son libros “femeninos” por cuanto tratan de experiencias personales, emocionales, a diferencia de los otros libros que versan mayormente sobre una nación, leyes y las muchas naciones.

Pero más relevante es el Pentateuco, los cinco libros de Moisés al comienzo de la Biblia. Hay una correspondencia de tema principal entre el primer libro de los Salmos y Génesis, entre el segundo libro y Éxodo, etc.

El primer libro; Salmos 1 al 41

Estos salmos hablan mucho del hombre, tanto como Dios quería que fuera como el hombre que es. Salmo 1 versa sobre el varón santo y el varón impío. Salmo 8 es sobresaliente, “¿Qué es el hombre?” Salmos 9 y 10 no lo dicen, pero parece que su tema es el hombre de pecado,
2 Tesalonicenses 2, etc. El 40 habla del hombre perfecto. Cristo en sus padecimientos dice ser “gusano y no hombre”. Génesis a su vez se construye sobre la historia de siete hombres en particular, y sobre siete casos en que el segundo hijo recibió la bendición que el hijo mayor esperaba; Génesis es el libro de hombres. El árbol se destaca tanto en Salmo 1 como en Génesis 3.

Proféticamente, hay más historia personal del Mesías en estos salmos que en los libros restantes. Detrás del telón, Cristo es el varón bienaventurado de Salmo 1 y el Redentor del remanente fiel en Israel en toda la sección.

El segundo libro; Salmos 42 al 72

Aquí leemos de la ruina y la redención de Israel, aun cuando David habla en primera persona de sus propias experiencias de fracaso y restauración. En estos salmos el remanente gime, por medio de él, por redención y anhela la salvación en un Rey por venir. “¡Oh, si saliera de Sion la salvación de Israel! Cuando Dios hiciere volver de la cautividad a su pueblo, se gozará Jacob, y se alegrará Israel”, 53.6.

La sección termina con un salmo acerca del reino donde la gloria del Mesías llena el mundo entero. De una vez viene a la mente que Éxodo comienza con ese pueblo esclavo en Egipto y termina con la presencia y gloria de Dios manifiestas en el tabernáculo.

Proféticamente, se percibe a Cristo identificándose con el remanente judío echado de Jerusalén, ciudad esta que en los postreros días es entregada al anticristo y está llena de apóstatas. Él restaura estos fieles a su posición. El Salmo 51, intensamente personal en su redacción como una confesión propia de David, es también una figura de cómo el remanente reconoce la culpa nacional en rechazar al Mesías, al estilo de Zacarías 12.

El tercer libro; Salmos 73 al 89

Se identifica este libro de Salmos con Levítico porque se enfoca sobre el santuario. Hay salmos de David que hablan del templo, pero en realidad sólo el tabernáculo estaba en pie en sus días. Asaf, desde luego, ministraba en el templo propiamente dicho una vez que existía. Once de sus salmos están en esta sección. Él dirigía el canto cuando el arca fue restaurada a su lugar, y luego estaba a cargo del coro en el templo, 1 Crónicas 15.17, 16.45.

El 84 expresa este tema de la morada divina: “Anhela mi alma … los atrios de Jehová”. En el tercer libro Israel está en la tierra de nuevo, primeramente en incredulidad pero luego con los fieles en el santuario. “En Salem está su tabernáculo, y su habitación en Sion. Allí quebró las saetas del arco, el escudo, la espada y las armas de guerra”, 76.2.3.

El cuarto libro; Salmos 90 al 106

En esta sección Israel está en el desierto; corresponde al libro de Números, que narra sus experiencias allí. “Moisés y Aarón entre sus sacerdotes, y Samuel [¿!] entre los que invocaron su nombre; invocaban a Jehová, y él les respondía. En columna de nube hablaba con ellos; guardaban sus testimonios, y el estatuto que les había dado”, 99.6.

El cuarto libro comienza con el salmo de Moisés, el hombre de la peregrinación desértica, y termina con Salmo 106 que repasa los fracasos de la nación en esa etapa de su historia. El 95.8 habla, por ejemplo, del triste episodio de Meriba y Masah (Éxodo 17), pero 105.11 anticipa mejores tiempos, “A ti te daré la tierra de Canaán …”

En fin, el tema es la retrocesión y la recuperación de Israel, y Salmo 90 es típico. El creyente de hoy ve en este libro que el primer Adán es reemplazado por el postrero, Cristo, al modo de hablar de 1 Corintios 15.45 al 47.

El quinto libro; Salmos 107 al 150

Ahora Deuteronomio, el libro que dice “por segunda vez” lo que otros libros del Pentateuco han tocado. El 119 se destaca en esta sección, y en él casi todos los versículos hablan de la Palabra de Dios, presentada por una serie de sinónimos. En su tentación en el desierto nuestro Señor citó exclusivamente del libro de Deuteronomio.

En el quinto libro se acuerda todavía de la historia de la nación en el desierto (Deuteronomio, dijimos, es un libros de repaso histórico), pero también se enfoca sobre lo que Dios requería de ese pueblo y la promesa de Canaán por delante. De las 140 veces que figuran alabanza y alabar en los Salmos, casi la mitad está en el quinto libro.

Los Salmos 120 al 134 se conocen como “de ascenso”, traducido en la Reina-Valera como “cántico gradual”. Posiblemente se cantaban en la marcha a las fiestas levíticas (las santas convocaciones), 1 Samuel 1.3, Salmo 122.4. Otros dicen que son cantos “de grados”. Como era de esperarse, la sección, y todo el libro de Salmos, termina con cantos el triunfo y alabanza; el Amén y Amén que cierra los otros libros es más bien un gran Aleluya al final del 150.

Los títulos divinos

En los Salmos se emplean posiblemente diez títulos de Dios y los estudiosos reconocen que el nombre que predomina en uno cualquiera de los cinco libros está acorde con el tema que predomina en aquel libro.

En la Reina-Valera se usa Jehová y su forma abreviada Jah, títulos parecidos a su forma en hebreo, pero se han traducido al castellano los otros títulos. Así que leemos, por ejemplo, “Señor, Adonai, tú nos has sido refugio …”; “El que habita al abrigo del Altísimo, Elohim, morará bajo la sombra del Omnipotente, Saddai”.

 

Los títulos de algunos salmos

El título es una parte del salmo y debe ser leído en público con el texto que lo sigue. En cambio, las explicaciones breves en negrilla en muchas ediciones de la Biblia no son de inspiración divina.

El Anexo 2 lista algunos títulos descriptivos que se emplean. Hablando con propiedad, un “salmo” es un poema con acompañamiento instrumental y un “cántico” es una composición a ser cantada sin acompañamiento.

La poesía

Los himnos en el himnario nuestro se dividen en estrofas, y algunos tienen un coro. Los salmos se dividen en estrofas (secciones, párrafos), y algunos tienen un coro. Algunos salmos consisten en estrofas presentadas en la secuencia alfabética de la primera palabra (p.ej. el 119, el 37), o como acróstico, sin duda como ayuda para la memoria (y una indicación para nosotros de la importancia de aprender la Palabra de Dios de memoria).

Otro estilo es el dramatismo, y uno de muchos casos lo encontramos en Salmo 2, donde se oyen varias voces. El 45 sería otro caso. La próxima vez que leemos el 24, notaremos que un grupo en el coro del templo canta una línea y el otro grupo responde con la próxima línea. Uno no capta el sentido si no se da cuenta de que este tipo de salmo es en esencia una conversación entre dos o más personas. Al leérlos salmos en público, debemos proyectar esta circunstancia.

Nuestra poesía emplea a menudo una recurrencia de sonido ¾la rima¾ pero no así la poesía hebraica. En hebreo las características principales son una recurrencia de pensamiento y ritmo, la cadencia de cada cláusula y el equilibrio de las cláusulas combinadas en series. Esta última característica se conoce como el paralelismo, cuya ley determina a menudo la construcción o conexión entre palabras y decide el sentido cuando éste sea dudoso. (Se encuentra mucho en Proverbios también). Esto es importante desde el punto de vista de la interpretación; el término correspondiente en la cláusula paralela puede ofrecer una orientación valiosa de un pasaje difícil o una palabra ambigua.

La forma sencilla del paralelismo es la copla, pero en el 93.3, por usar un buen ejemplo, encontramos una triple construcción:

(i) “Alzaron los ríos, oh Jehová,

(ii) los ríos alzaron su sonido;

(iii) alzaron los ríos sus ondas”.

No debemos prestar atención a la división en versículos (una añadidura humana, no de inspiración divina), porque muchas veces esta división contradice la estructura paralela.

Una forma del paralelismo es la repetición. Se expresa el pensamiento fundamental y se repite en otras palabras, como ocurre dos veces en el 114.1:

(i) “Cuando salió Israel de Egipto,

(ii) la casa de Jacob del pueblo extranjero,

(i) Judá vino a ser su santuario,

(ii) e Israel su señorío”.

Otra forma es la afirmación opuesta; el segundo pensamiento es el contrario al primero, como en el 1.6:

(i) “Jehová conoce el camino de los justos,

(ii) mas la senda de los malos perecerá”.

(Otra vez, es común en Proverbios).

Las figuras poéticas

Ningún lector deja de reconocer que los Salmos emplean algunas técnicas que nosotros también usamos a diario para dar estilo a nuestra conversación y redacción. Abundan las comparaciones, con o sin decir explícitamente que una cosa es como otra. Por ejemplo, Salmo 119 emplea nueve sinónimos para describir la Palabra de Dios:

ley                    testimonios                    dichos

estatutos            mandamientos               caminos

juicios               palabra                         preceptos

Anexo 3 lista diez tipos de estas figuras.

 

III – Cómo interpretar los Salmos

 

Para una comprensión acertada de los Salmos, es necesario estudiarlos desde tres perspectivas: la histórica, la profética y la personal. Muchas personas han creado dificultades donde ninguna existe, intentando asignar a cada porción de los Salmos acontecimientos en la historia de Israel. Se olvidan de que David no era tan sólo poeta sino también profeta, y el Espíritu Santo le inspiraba a él y otros a escribir más allá de lo que conocían personalmente.

La perspectiva histórica

Esta se llama la asociación primaria.

A menudo el título o el texto mismo de un salmo, cotejado con los libros históricos del Testamento, permite fijar la ocasión de un salmo en particular, y la historia se enriquece cuando nos damos cuenta del efecto que los acontecimientos tuvieron en el alma del protagonista.

Moisés escribió el suyo en el desierto. Hay dos salmos en especial que resumen la historia de la nación desde ese entonces en adelante, algo al estilo del discurso de Esteban en Hechos 7. Son el 78 y el 105.

Al leer 1 y 2 Samuel, hacemos bien en leer a la vez cualquier salmo de David que parece haber sido escrito en o después de los eventos narrados, reconociendo que ni los expertos están de acuerdo de acerca de la ocasión de algunas de las plegarias. Grosso modo, según entienden varios estudiosos ─

  • 1 Samuel 16 al 21 narran las experiencias de David en la corte de Saúl. Los Salmos 35 y 56 al 59 datan de este período, mientras que los 34, 52, 54, 142 y 141 corresponden a los capítulos 21 al 26 cuando él es fugitivo.
  • El traslado del arca al minitabernáculo en Jerusalén era un gran proyecto en la vida de este hombre; 2 Samuel 6 al 8, 1 Crónicas 15 y 16. Véanse como mínimo los Salmos 15, 24, 60 y 96.
  • La caída narrada en 2 Samuel 11 y 12 (Urías, Betsabé) es el contexto del 51 y el 32, en esa secuencia de tiempo.
  • Las sublevaciones de Absalón y de Adonías, con la infidelidad de hombres como Joab, Ahitofel, Husai y Seba, 2 Samuel 15 en adelante, están detrás de los Salmos 2, 3, 5, 38 al 41, 61, 63, 143, etc. ¡Cuán caro pagó David en el seno de la familia los yerros que él cometió! Esos hijos le destrozaron el corazón, y por esto los ruegos apasionados en tantos salmos. El 18 parece relacionarse con 2 Samuel 22 – libertad de la mano de Saúl — que es un salmo en sí.
  • Posteriormente, hombre avanzado en edad, David escribió acerca de la vejez en el 37 y el 72.

Y, hay los salmos de Ezequías y otros, hasta el cautiverio en Babilonia. (No pocos estudiosos opinan que el escriba Esdras fue el último en ordenar el libro en su forma actual después del cautiverio).

La anticipación profética

Esta es la perspectiva típica.

Hablamos de “los salmos milenarios” como aquellos donde más se alude a las glorias del milenio, y aun los juicios terrenales al final de esa dispensación, pero en realidad hay un elemento profético en prácticamente todo salmo. Hablan de la restauración de la nación y de un Rey que va a gobernar en equidad y poder absoluto.

El 72 es sobresaliente: “Oh Dios, da tus juicios al rey, y tu justicia al hijo del rey. El juzgará a tu pueblo con justicia, y a tus afligidos con juicio. Los montes llevarán paz al pueblo …” El 2 y el 24 exclaman: “Alzad, oh puertas, vuestras cabezas, y alzaos vosotras, puertas eternas, y entrará el Rey de gloria. ¿Quién es este Rey de gloria? Jehová el fuerte y valiente”.

Pero otro ha dicho con mucho acierto: “El reino del Mesías es la consumación de las esperanzas de Israel, el límite del horizonte nacional. Es verdad pero no toda la verdad. El Nuevo Testamento revela mucho más acerca de la terminación del milenio, el juicio final y el estado eterno”.

Por supuesto, los salmos para / de Salomón son especialmente milenarios; él en sí es una figura de Cristo como Rey, a diferencia de su padre guerrero que proyecta a Cristo en su obra en esta dispensación. Las referencias a la adoración en el templo tienen una fuerte aplicación profética. El templo es más de todo una figura del milenio, y para nosotros, del cielo. Por esto los cantos de alabanza nos trasladan espiritualmente a la eternidad, pero no con entera exactitud en sus detalles.

La aplicación personal

Este es el aspecto devocional.

Se ha comentado ya que un salmo puede ser bien un llamado a Dios en petición o alabanza, o bien una expresión de las emociones. Algunos salmos encierran más de una de estas características. Algunos salmos son, desde luego, el lenguaje de la congregación en general pero muchos son muy personales. (Es llamativo cómo David invoca a otros a acompañarle en las alabanzas).

Se intenta más adelante distinguir entre las alabanzas y las peticiones, pero no es fácil; ¡viene a la mente el trozo del himno que dice, “mis oraciones cambiaré en una eterna adoración”!

Al estudiar los salmos desde esta perspectiva es esencial reconocer, como se ha enfatizado ya, que el pueblo de Dios en los Salmos es un pueblo terrenal. El sufrido remanente de Israel fue y será guiado por el Espíritu a emplear lenguaje acorde con su lugar en el esquema divino, pero en muchos casos no es aplicable al creyente en la dispensación presente.

El libro de Salmos no contiene:

el conocimiento de la vida eterna

la confianza de pecados perdonados una vez para siempre

la unión con un Cristo exaltado

la relación con un Padre

el acceso directo a través de un velo rasgado

instrucción acerca de la iglesia local o la Iglesia universal

la venida de Cristo al aire por su pueblo

El cristiano que asume la posición descrita en los salmos se revierte a experiencias de gente bajo disciplina colectiva. Es cierto que muchos creyentes pasan por condiciones del alma análogas a las de Romanos 7 y 8 (“¡Miserable de mí!”) antes de entrar en la plena confianza de la libertad en Cristo Jesús, pero ésta no es la norma que el Señor ha fijado para los suyos hoy en día. Además, la Iglesia espera redención en la venida al Señor al aire, pero la nación de Israel será salva por medio de la destrucción de sus enemigos en la venida del Señor a la tierra.

Con esto en mente, veamos ahora que el aspecto devocional puede tomar la forma de alabanzas, peticiones, lamentos, etc.

Las alabanzas

En los títulos de los Salmos, son sólo el 100 y el 145 que se designan específicamente como una alabanza. Nos extraña, porque el libro es uno de alabanzas además de peticiones.

Dos salmos hablan de adorar a Jehová en la hermosura de la santidad, otros de alabar hacia el santo templo, en medio de la congregación, etc. Todos los salmos, parece, serían cantados para o por la congregación, pero se nota que sólo algunos emplean el plural; hay muchos que rezan “yo alabaré”. Se invocan a los ángeles a alabar, a la creación material, a las naciones y a “los pueblos todos”. Esto no es simple hipérbole, aunque sin duda hay un toque de profecía milenaria en mucho de este lenguaje. ¿En qué medida estamos conscientes nosotros de que los cielos cuentan la gloria de Dios, y el firmamento anuncia la obra de sus manos? ¿Cuán conscientes estamos de que en este momento hay huestes angelicales que están proclamando, “Gloria a Dios en las alturas”?

Todo esto es más alabanza que adoración (En la escala de valores uno va de la gratitud a la alabanza a la adoración. Tengámoslo presente en la cena del Señor), y nosotros el pueblo de Dios salvos en esta dispensación del Calvario podemos superar el lenguaje de los Salmos, ¿pero nuestro horizonte es tan limitado, o nuestra mente tan apocada, que dejamos afuera una consideración de lo tangible de las obras divinas? No hacemos mal al comenzar un canto con, “Señor mi Dios, al contemplar los cielos, el firmamento y las estrellas mil”, con tal que lleguemos a, “aquel Jesús, que por salvarnos vino y en una cruz sufrió, por mí murió”.

Los Salmos, especialmente en el quinto libro con su énfasis en lo que hemos dicho en estos párrafos, hacen mucha mención de los instrumentos musicales en la alabanza. En el tabernáculo, por lo menos antes de que llegara a Jerusalén, no había música (aunque afuera, sí, un poquito), pero en el templo abundaban los coros y su acompañamiento. ¡Véase Salmo 150! Esta diferencia nos hace recordar que en la iglesia local hoy día no hay instrumentos, pero en la Iglesia universal sí (por ejemplo, en nuestros hogares y las reuniones sociales).

Las peticiones

Hay muchos salmos de alabanza, pero los hay también de “rogativa, peticiones y acciones de gracias”, como el 17 que lleva el título “Oración de David”.

El Anexo 4 ofrece una muestra de las peticiones. Léalo; es instructivo. ¿Encontramos en ellos el lenguaje nuestro?

Hay trozos en los salmos que nos hacen recordar que en el Antiguo Testamento el israelita consideraba la prosperidad material una evidencia del placer de Jehová con Él y la adversidad como un castigo por la mala conducta. Por esto, los salmistas clamaban por la prosperidad y protestaban, como si fuera, por los contratiempos. Quedaba para otra época que el Señor dijera, “Bienaventurados sois cuando por mi causa os vituperen y os persigan, y digan toda clase de mal contra vosotros, mintiendo”.

Que nuestro lenguaje sea el de Pablo en Filipenses 4: “Sé vivir humildemente, y sé tener abundancia; en todo y por todo estoy enseñado, así para estar saciado como para tener hambre, así para tener abundancia como para padecer necesidad”. Es fácil decirlo, ¡pero en la práctica …!

Los salmos penitenciales

Desde tiempos antiguos se han identificado siete salmos como penitenciales. “Son la lamentación poética de hombres que, en sufrimiento corporal, sentían que el pecado era la causa de su aflicción y por esto expresan arrepentimiento y claman por la misericordia divina”. Son de David mayormente; el 51 y el 32 en el contexto de su caída con Betsabé; el 6, 38 y 143 de los tiempos de la rebelión de Absalón, y quizás el 102 también. El 130 es una plegaria de la congregación, quizás cuando rumbo a las santas convocaciones: “Si mirares los pecados, ¿quién, oh Señor, podrá mantenerse?”

Los que más nos llaman la atención son el 51, escrito “cuando vino Natán el profeta” y le dijo “Tú eres aquel hombre”, y el 32, escrito en restauración. El ruego angustioso del 51 es: “Conforme a la multitud de tus piedades (i) borra mis rebeliones, (ii) lávame más y más de mi maldad, y (iii) límpiame de mi pecado”. La confianza del 34 es: “Bienaventurado aquel (i) cuya transgresión ha sido perdonada, (ii) y cubierto su pecado. (iii) Bienaventurado el hombre a quien Jehová no culpa de iniquidad, (iv) en cuyo espíritu no hay engaño. Tres formas de perversidad le pesan en su confesión, y él especifica dos de ellas en restauración pero añade dos más que no sabía confesar antes. “Engañoso es el corazón más que todas las cosas, y perverso; ¿quién lo conocerá?” Jeremías 17.9.

Ojo: Cada salmo penitencial es lúgubre al comienzo y cada uno termina con una nota positiva, unos más que otros. Al leer estos salmos, conviene buscar el punto de cambio. Por ejemplo, el 102 termina sus primeros once versículos tristes con, “Mis días son como sombra que se va”, pero en seguida la sección final comienza con, “Mas, tú, Jehová, permaneces para siempre”.

Con todo, ninguno de ellos nos lleva a 1 Juan 1.9, “Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad”. Ninguno de esos señores llegaron al aposento alto para oir al Señor decir, “El que está lavado, no necesita sino lavarse los pies, pues está todo limpio; y vosotros limpios estáis”. Ellos continuamente claman por la misericordia, nada sabían de la justificación; no citaban Romanos 5: “Justificados, pues, por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo”; ni Romanos 8: “Ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús, los que no andan conforme a la carne, sino conforme al Espíritu”.

Los salmos imprecatorios

Nuestras oraciones consisten en alabanza, peticiones, ruegos en la adversidad y, ciertamente, confesiones o penitencia. Pero no incluyen el lenguaje de los salmos imprecatorios.

Imprecar es expresar el vivo deseo que alguien sufra mal o daño. Los Salmos 35, 52, 58,59, 69, 109 y 137 son imprecatorios porque en ellos David pide a Dios que castigue a sus adversarios. Por ejemplo, dice del impío en el 109: “Sean sus días pocos; tome otro su oficio. Sean sus hijos huérfanos, y su mujer viuda”. (Pedro cita un trozo de esto con referencia a Judas).

Los principios de justicia no cambian con los tiempos. Aun nuestro Señor usaba lenguaje muy fuerte para reprender a “los escribas y fariseos, hipócritas … insensatos y ciegos”. Pablo escribió: “Si alguno predique otro evangelio … sea anatema (maldito)”. Pero no pocos cristianos ejercitados encuentran dificultad en reconciliar el clamor por venganza en los Salmos con la enseñanza y el ejemplo de Cristo, o con la actitud de Esteban: “Señor, no les tome en cuenta este pecado”. Se nos manda, “Bendecid a los que os persiguen”, y en Santiago 3.10 dice de la bendición y la maldición en una misma boca, “Esto no debe ser así”.

Para comprender estos salmos (¡y todos los salmos!) debemos distinguir entre las dispensaciones. Los salmos imprecatorios, inspirados por el Espíritu Santo, son cónsonos con las épocas antes del Calvario, pero no con la era de la gracia en que vivimos. Elías oró en su tiempo, “Descienda fuego del cielo, y consúmate con los cincuenta”, 2 Reyes 1.12, pero cuando los discípulos del Señor pensaban valerse de este precedente, Él les dijo, “Vosotros no sabéis de qué espíritu sois; porque el Hijo del Hombre no ha venido para perder las almas de los hombres, sino para salvarlas”, Lucas 9.55,56.

La morada de Dios

En los Salmos las palabras “tabernáculo”, “templo” y “casa” se refieren casi siempre al tabernáculo de Moisés, al minitabernáculo de David en Sion (Jerusalén) o al templo de Salomón. Los cánticos de David y Asaf hablan del “templo” pero se refieren a la estructura que él levantó en Jerusalén previa a la de Salomón. (1 Samuel 1.3, 21.1 y 2 Crónicas 1.3, 1 Crónicas 15.1)

Podemos usar el 26.8 para resumir el sentir que expresa David en muchos salmos acerca de la morada de Dios en su tiempo. “Jehová, la habitación de tu casa he amado, y el lugar de la morada de tu gloria”. Pero aquel mismo salmo hace ver que no podía entrar en ella de buenas a primeras; “escudríñame, pruébame, lavaré en inocencia mis manos”. Le costó aprender eso. Su pecado requirió el arrepentimiento y la restauración a la comunión de Salmo 51 y su renovado derecho de bendecir a Jehová en “las congregaciones”, 29.12. Como primer castigo hubo la muerte del bebé, “entonces David se levantó … entró en la casa de Dios y adoró”, 2 Samuel 12.20.

Como cristianos en la era presente, debemos llevar muy en mente que “el Altísimo no habita en templos hechos de mano”, Hechos 7.49. Hay tres “templos”, y al leer de la morada de Dios en los Salmos la aplicamos a por lo menos el primero o el segundo de ellos:

  • La asamblea local es “la casa del Dios viviente, columna y baluarte de la verdad”, 1 Timoteo 3.15. Preguntó Pablo a los miembros de cierta asamblea, “¿No sabéis que sois templo de Dios, y que el Espíritu de Dios mora en vosotros?” 1 Corintios 3.16.
  • La Iglesia universal es el templo que abarca a todos los salvos en cielo y tierra. “Todo el edificio, bien coordinado, va creciendo para ser un templo santo en el Señor; en quien [Cristo] vosotros también sois juntamente edificados para morada de Dios en el Espíritu”, Efesios 2.21,22.
  • “Vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo”, 1 Corintios 3.19.

Cuando David expresa el propósito de estar en la casa de Dios “todos los días de mi vida”, 23.6, 27.4, él nos hace pensar no tanto en estar constantemente en las reuniones del pueblo del Señor (aunque es cierto que uno es parte de la asamblea las veinticuatro horas del día y los siete días de la semana), sino en nuestra condición constante, fija, eterna de miembros del Cuerpo de Cristo, la Iglesia universal. Tengamos presente que 1 Corintios 10, que habla de participar de la mesa del Señor, se refiere en primer lugar a nuestra conducta y comunión “24/7”, y 1 Corintios 11 a nuestra participación de la cena del Señor una vez a la semana. Desde luego, ¡el disfrute de una cena depende de la conducta de uno a la mesa!

Pero vamos a preguntar de paso qué tenía él en mente al final del conocido Salmo 23 al decir (i) “el bien y la misericordia me seguirán todos los días de mi vida”, y (ii) “en la casa de Jehová moraré por largos días”. ¿Está diciendo la misma cosa de dos maneras en paralelo? O, ¿es mejor esa traducción “en la casa de Jehová para siempre”, queriendo decir en la eternidad? Sea este el sentido o no (y muchos dirán que la eternidad no está contemplado en los Salmos), ¡es la pura verdad! El hijo de Dios quiere estar en la casa de Dios espiritualmente ahora, y tiene la plena convicción de que va estar en la Casa del Padre en sentido literal ¡por días muy largos, eternos!

 

Cuando estamos alejados de “la casa de Dios” debido a nuestra propia frialdad de alma, no podemos disfrutar de la comunión con Él y con su pueblo, y difícilmente tenemos testimonio entre los que no son salvos. Esta es la lección de Salmo 137: “Junto a los ríos de Babilonia, allí nos sentábamos, y aun llorábamos, acordándonos de Sion. Sobre los sauces en medio de ella colgamos nuestras arpas. Y los que nos habían llevado cautivos nos pedían que cantásemos, y los que nos habían desolado nos pedían alegría, diciendo: Cantadnos algunos de los cánticos de Sion. ¿Cómo cantaremos cántico de Jehová en tierra de extraños?”

Jerusalén estaba destruida; no quedaba templo y los sacerdotes y levitas no estaban funcionando en sus oficios. Los israelitas estaban rumbo a Babilonia para comenzar sus setenta años de cautiverio. La mayoría de ellos no estaban en la condición espiritual de Ezequiel cuando habló de esa ocasión: “Estando yo en medio de los cautivos junto al río Quebar, los cielos se abrieron, y vi visiones de Dios en el quinto año de la deportación del rey Joaquín”.

Posiblemente los inconversos nos pidan “cantar los cánticos de Sion”, pero mal podemos si hemos cruzado el río del gozo de la salvación a la sequía espiritual; perdida la separación, nos encontramos a veces “en tierra de extraños”. Si sucede en nuestras vidas, vayamos con David al Salmo 32: “Bienaventurado aquel cuya transgresión ha sido perdonada, y cubierto su pecado. Bienaventurado el hombre a quien Jehová no culpa de iniquidad, y en cuyo espíritu no hay engaño. Mientras callé, se envejecieron mis huesos en mi gemir todo el día …” Léalo.

Otro ha escrito: “Solamente los auténticos creyentes pueden cantar en adoración; el mundo posiblemente lo intente, pero no puede:

  • Fue en el aposento alto que los discípulos cantaron con Jesús, Mateo 26.30.
  • Es en nuestros corazones que entonamos un cántico al Señor, Efesios 5.19.
  • Es en la iglesia local que uno puede tener un salmo, 1 Corintios 14.26.
  • En el cielo se elevará “un nuevo cántico”, Apocalipsis 5.9”.

 

Salmo 29 es diferente. “Alabad a Jehová en la hermosura de la santidad”, dice, y “en su templo todo proclama su gloria”. Pero es evidente en todo el salmo que David se refiere a la naturaleza, la creación material: las aguas, el bosque, el desierto y el diluvio. Aquí su afán no es llegar al tabernáculo provisional para adorar junto con otros del pueblo de Dios, sino su comunión personal con Él como criatura de sus manos. “Un día emite palabra a otro día, y una noche a otra noche declara sabiduría”, 19.1,2. (Este salmo, el 19, identifica tres maestros: el universo, la Palabra de Dios y el Señor no nombrado, quien libra a su siervo de los pecados ocultos).

Los salmos mesiánicos

Se puede protestar que hemos dejado hasta el final lo más importante, lo más precioso.

Bien se ha dicho que el Nuevo Testamento presenta algo de los hechos y los resultados de la obra de Cristo, pero los salmos mesiánicos expresan las emociones de Cristo al realizar aquella obra.

Se ha dado el nombre de Mesiánicos a aquellos salmos que incluyen uno o más versículos citados en el Nuevo Testamento como referencias directas a Cristo. (Tanto Mesías en hebreo como Cristo en griego quieren decir “el Ungido”). Un escritor** ha listado los Mesiánicos de esta manera:

2             La gloria del Hijo

40             La encarnación

91             La tentación

 

41             La traición

22             La crucifixión

69             La ofrenda por la culpa

 

16             La resurrección

68            La ascensión

45     El Rey-Esposo

 

24*             El Rey de gloria

110             El Sacerdote-Rey-Juez

8             El postrer Adán

 

72*             El reino milenario

89*             El pacto con David

102             El que no cambia

118             La cabeza del ángulo

*   No se cita textualmente en el Nuevo Testamento.

** T.E. Wilson, Los salmos mesiánicos, fascículos 7 al 11 en Serie Timoteo

El mismo escritor advierte: “Debemos tener cuidado de distinguir entre la experiencia espiritual del escritor del salmo y la referencia profética que hace a Cristo. El Salmo 69 es un ejemplo. Cuando David exclama, ‘Dios, tú conoces mi insensatez, y mis pecados no te son ocultos’, es evidente que se refiere a sí mismo. Pero cuando dice, ‘Me pusieron además hiel por comida, y en mi sed me dieron a beber vinagre’, es claro que las palabras son mesiánicas. El Nuevo Testamento las emplea en Mateo 27.34,48. Así que, tenemos que distinguir cuidadosamente entre la experiencia espiritual del escritor del salmo y la referencia profética a Cristo mismo”.

A lo sumo, el 22, el 102 y el 110 son los únicos que pueden ser aplicados en su totalidad a Cristo; los otros salmos mesiánicos contienen solamente un trozo que se puede atribuir a Él. Es un grave error tomar los otros versículos en estos salmos, probablemente lenguaje del remanente piadoso de Israel, y ponerlos en boca del Salvador.

“Salmo 110 es singular entre los salmos por al menos dos razones. La primera es que es citado con más frecuencia en el Nuevo Testamento que cualquier otro, y quizá más frecuentemente que cualquier otro pasaje del Antiguo Testamento. La segunda es que este salmo es total y enteramente mesiánico, sin ninguna otra razón primaria para su redacción que ésta. Es una pura predicción poética del Mesías. Es del todo y completamente mesiánico. Otros salmos mesiánicos pueden haber tenido una aplicación inicial a David o a Salomón, y a acontecimientos y circunstancias de los tiempos de la monarquía, pero no es así con el Salmo 110. Es un cántico exclusivamente acerca del Mesías, y no hay otra razón para su existencia”. (Flanigan)

 

Los que tiene que ver con el Calvario (y otros) encierran un cambio abrupto del dolor del pasado a la gloria del futuro. Es muy importante notar el cambio entre estos versículos:

41.9 y 10   “Hazme levantar”

22.21 y 22 “Anunciaré tu nombre a mis hermanos ..”.

69.29 y 30  “Alabaré yo el nombre de Dios con cántico”

¡Ojalá que hubiera siempre este cambio en la cena del Señor después del pan y la copa! “¿No era necesario que el Cristo padeciera estas cosas, y que entrara en su gloria?” Lucas 24.26.

En la actitud de los judíos, inclusive los discípulos del Señor, vemos cómo la nación no aprendía mucho en relación con las profecías del Mesías. Le veían mayormente como un soberano que recuperaría el prestigio que la nación había perdido, llegando a dominar las naciones gentiles. (p.ej., “Señor, ¿restaurarás el reino a Israel en este tiempo?”) No comprendían el concepto de “primero la cruz, después la corona”. Aun su concepto de Él como Redentor era aquel de un libertador de la opresión de sus enemigos y los opresores del pueblo, y no de un Salvador del poder y la pena del pecado.

En la lectura de los Salmos es relevante reconocer que los padecimientos del Mesías se debían a cuatro autores:

de los hombres, a causa de la justicia. “Considerad a aquel que sufrió tal contradicción de pecadores contra sí mismo”.

de Dios, a causa del pecado. Fueron los padecimientos vicarios del Salvador.

de Satanás, a causa del testimonio. “Luego el Espíritu le impulsó al desierto” para ser tentado por Satanás.

en sí mismo, a causa de su plena humanidad. Él padeció cansancio, hambre, sed y tristeza.

 

Bibliografía

Analytical studies in the Psalms, A. G. Clarke

Day by day in the Psalms, Precious Seed Committee

Psalms, James Flanigan

Anexos

Anexo 1  Salmos, himnos y cantos

 

“Con salmos” no se refiere necesariamente a los del Salterio del Antiguo Testamento, sino basados en una experiencia con Dios, como aquellos lo estaban; “himnos” se dirigen a Dios como alabanza; “cánticos espirituales” expresan alguna verdad espiritual. “Alabando” es, literalmente, ‘salmodiando’, cantar acompañados de instrumentos de cuerdas. “En (con) vuestros corazones” es el acompañante, el instrumento de cuerdos; “al Señor”, Él mismo el objeto del canto, y nunca el yo y los hombres. (Albert Leckie)

“Salmos” indica los cantos nacidos de la experiencia, y pueden estar relacionados con la idea de la aflicción. El término siguiente, “himnos”, sugiere los cánticos elevados como resultado de la revelación divina, y pueden comunicar una nota más objetiva de alabanza de Dios y a Cristo el Señor. Los himnos de esta naturaleza revelan apreciación, culto y adoración. El tercer término, “cánticos espirituales”, podría especificar los que expresan los anhelos del alma. Cualquiera sea la distinción, el contexto deja claro que estos sagrados cánticos se fundamentan en la Palabra y pueden entonarse con el espíritu adecuado, sólo cuando la Palabra presente impulsa a la adoración y la alabanza con gratitud. (Thomas Bentley)

 

Anexo 2  Títulos de los salmos

 

salmo: Los vocablos en hebreo y griego significan un cántico con acompañamiento musical.

cántico: Una pieza vocal. Lo encontramos en Amós 5.1 como “lamentación”, donde se refiere a una canción seglar. Hay fragmentos de cánticos en Génesis 4.23,24 (Lamec), 1 Samuel 18.7 (para Saúl y David), etc.

oración: Encontramos la palabra cinco veces en los títulos y también en Salmo 72.20 (“aquí terminan las oraciones de David”) donde figura como suscrito al segundo libro.

Masquil: Se encuentra trece veces esta palabra que quiere decir instrucción, y los salmos así titulados tienen el propósito de instruir a los “sabios” (maschilim) en los días postreros. Ejemplo: Salmo 32.

Mictam: Probablemente encierra la idea de algo digno de ser grabado en la memoria.

cántico gradual: Literalmente una canción al ir en ascenso. Se considera que este grupo de salmos fue los himnos cantados por peregrinos en su viaje a las fiestas solemnes en Jerusalén.

al músico principal: El músico principal instruía y dirigía el coro del templo; 1 Crónicas 15.21. La frase ocurre solamente en los salmos de David y sus cantores. Posiblemente estos salmos se originaron en ocasiones especiales y posteriormente encontraron uso general en el templo. En cuanto a sentido espiritual del músico principal, aseguradamente vemos en él al Señor Jesucristo, quien es tanto líder de las alabanzas celestiales, Salmo 22.22, y objeto de toda verdadera adoración.

selah: La palabra se deriva de salah, a detenerse, o de salal, a levantar, y tal vez encierre ambos sentidos. Su uso se liga estrechamente con la estructura y aparentemente es para llamar la atención a un nexo importante entre lo que va antes y lo que vendrá en seguida; es un énfasis por contraste o ampliación. No tiene que ver con la música sino con el sentido; no con la melodía sino la materia; con el oyente en vez del cantante. A menudo, pero no siempre, selah divide una composición en estrofas.

aleluya: Es una frase de dos palabras cuya intención original era la de invitar la congregación de adoradores a unirse en respuesta pública. Nunca se encuentra en los salmos de David y sus cantores.

 

Anexo 3   Lenguaje figurativo

 

Diez figuras que se emplean en el los salmos son:

el símil; es una comparación entre dos cosas que son parecidas. “Será como árbol plantado junto a corrientes de aguas”, 1.3. El varón piadoso tiene recursos espirituales y el árbol tiene recursos naturales.

la metáfora; es una comparación implícita, no expresada. “Sol y escudo es Jehová”, 84.11. Dios no es un escudo, pero el escudo expresa la idea que Él protege a los suyos.

      el sinónimo; es una término muy parecido a otro que no figura en la oración. Salmo 119 es un ejemplo sobresaliente; se tema es la Palabra y la voluntad de Dios, ¡pero no lo dice!

la metominia; se emplea una palabra en lugar de otra porque hay mucha relación entre ellas. “Cuando comiere el trabajo de tus manos …”, 128.2. Uno no come su trabajo sino la comida que el trabajo produce.

la alegoría; es la descripción de una cosa valiéndose de la imagen de otra cosa. Aludiendo a Israel, pero sin nombrarlo, el 80.8 dice: “Hiciste venir una vid de Egipto … hiciste arrancar sus raíces”. Israel no es una vid ni tiene raíces, pero estas figuras son ilustrativas.

la sinécdoque; es una figura donde una parte es nombrada para representar la totalidad. “Has amado palabras perniciosas, engañosa lengua”, 52.4. La lengua no ama; es toda la persona que ama.

la hipérbole; es cuando adrede se dice más de lo que uno realmente quiere decir, para aumentar en énfasis. “Riego mi cama con lágrimas”, 6.6.

el apóstrofe; es dirigir un discurso a personas u objetos que no están presentes. “Venid, hijos, oídme”, 34.11.

la personificación; es atribuir a un objeto, o a una idea, la calidad de persona viva. “Todos mis huesos dirán: Jehová, ¿quién como tú?” 35.10.

la antropología; es usar en boca de Dios lenguaje sencillo que el mero humano puede entender. Se habla de la mano, los pies y la boca de Dios; se dice que Él se ríe, anda, etc., como si tuviera cuerpo como el nuestro.

 

Anexo 4   Algunas oraciones

 

13          un hombre afligido. “¿Hasta cuándo…? Mira, respóndeme”. “… sometida a prueba vuestra fe … sea hallada en alabanza, gloria y honra cuando sea manifestado Jesucristo”, 1 Pedro 1.7.

25          un hombre desorientado. “Muéstrame oh, Jehová, tus caminos”. Moisés había orado: “Ahora, pues, si he hallado gracia en tus ojos, te ruego que me muestres ahora tu camino, para que te conozca, y halle gracia en tus ojos”, Éxodo 33.13.

40          un hombre confiado. “Jehová se inclinó a mí, y oyó mi clamor”. David reconoce en vv 1,2 tres favores recibidos y en vv 11,13,17 él formula tres peticiones.

51          un hombre arrepentido. “Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio”. Hay en este salmo confesión y arrepentimiento; rogativa y propósito; y una petición para que Dios se manifieste a otros.

54          un hombre perseguido. “Extraños se han levantado contra mí”. “Todo cuanto pidiereis al Padre en mi nombre, os lo dará”, Juan 16.23.

55          un hombre golpeado. “Mi corazón está dolorido dentro de mí”. Ahitofel está en el trasfondo, y Judas, el Ahitofel del Nuevo Testamento, está en nuestros pensamientos.

59          un hombre peligrando. “Se han juntado contra mi poderosos”. “Si el mundo os aborrece, sabed que a mí me ha aborrecido antes que a vosotros. Si fuerais del mundo, el mundo amaría lo suyo; pero porque no sois del mundo, antes yo os elegí del mundo, por eso el mundo os aborrece”, Juan 15.18,19.

61          un hombre refugiado. “Llévame a la roca que es más alta que yo”. David tiene tres refugios: la roca, seguridad; el tabernáculo, comunión; las alas, intimidad.

62          un hombre vencedor. “Alma mía, en Dios solamente reposa”. “Aquel … es poderoso para hacer todas las cosas mucho más abundantemente de lo que pedimos o entendemos, según el poder que actúa en nosotros”, Efesios 3.20.

70          un hombre burlado. “Dice: ¡Ah! ¡Ah!” Las cosas iban mal para David, pero su salmo es “para conmemorar”. Aun cuando le buscaban su vida, él oró, “Engrandecido sea Dios”.

71          un hombre anciano. “Aun en la vejez y las canas, oh Dios, no me desampares”. Él reconoce el trato de Dios con la juventud y “volverás a consolarme”. “No desmayamos; antes aunque este nuestro hombre exterior se va desgastando, el interior no obstante se renueva de día en día”, 2 Corintios 4.16.

88          un hombre medroso. “Mi vida (está) cercana al Seol”. Este desconocido desconoce carece de la confianza que hubiéramos deseado, pero no dejó de orar: “De mañana mi oración se presentará delante de ti”.

94          un hombre traicionado. “Yo decía: Mi pie resbala”. No compartimos el deseo de venganza; sabemos que Dios atenderá oportunamente a las injusticias. “Bienaventurado el hombre a quien tú, Jah, corriges”.

107          un hombre agradecido. “Alabad a Jehová, porque él es bueno”. En este repaso de cuando los israelitas “anduvieron perdidos por el desierto”, el salmista se acuerda de que clamaron a Jehová en su angustia, y los libró de sus aflicciones”.

109          un hombre separado. Este escrito protesta contra la idolatría que había entre su pueblo (Pero sólo hasta el cautiverio; aquel castigo les quitó de la idolatría). Él se dirige a sus conciudadanos: “Oh Israel, confía en Jehová; él es tu ayuda y tu escudo”.

120          un hombre pacífico. “Yo soy pacífico; mas ellos, así que hablo, me hacen guerra”. Por esto, “clamé estando en angustia, y él me respondió …” “Si es posible, en cuanto dependa de vosotros, estad en paz con todos los hombres”, Romanos 12.18.

121          un hombre preservado. “Abriré mis ojos … ¿De dónde viene me socorro?” Cuatro veces el pueblo canta de ser guardado y dos veces de su socorro. Hay gratitud “El guarda tu alma”.

123          un hombre observador. “A ti alcé mis ojos. Nuestros ojos miran a Jehová”. Estaba confiado: “Ten misericordia. Hasta que tenga misericordia”. “Considerad a aquel que sufrió tal contradicción de pecadores contra sí mismo, para que vuestro ánimo no se canse hasta desmayar”, Hebreos 12.3.

 

Una manera de apreciar los Salmos

 

Hay los salmos ─

mesiánicos

hasta la cruz

la cruz

resurrección, ascensión

presente y futuro

históricos

imprecatorios

de penitencia

de petición

de alabanza

milenarios

Algunos tratan de ─

la casa de Dios

la palabra de Dios

las obras de Dios

el hombre

 

Siempre llevamos en mente que en el libro de Salmos no hay ─

el conocimiento de la vida eterna

la confianza de pecados perdonados una vez para siempre

la unión con un Cristo exaltado

la relación con un Padre

el acceso directo a través de un velo rasgado

instrucción acerca de la iglesia local o la Iglesia universal

la venida de Cristo al aire por su pueblo

Los cánticos graduales

Salmos 120 al 134

D. R. A.

Ver

Algunos paralelismos

Lenguaje figurado

Ezequías

Temas subyacentes

Agrupación y progresión

120 al 122

123 al 125

126 al 128

129 al 131

132 al 134

 

La palabra hebrea para gradas y para grados se traduce “subir” en uno de los salmos que nos interesan y en 1 Samuel 1.3, donde Elcana subía de su ciudad para adorar en Silo, y sabemos que era tradicional cantar en el viaje al tabernáculo. “Tendréis … alegría de corazón, como el que va con flauta para venir al monte de Jehová”.

No es de sorprenderse, entonces, el criterio común que los peregrinos entonaban los quince salmos titulados “cánticos graduales”, o cantos de grados, en su “subida” tres veces al año a Jerusalén, máxime cuando su contenido incluye referencias a la casa de Dios. Pero, estos salmos no aluden mucho a un peregrinaje en sí.

Otros señalan, en cambio, la tradición de que el templo de Salomón contaba con quince gradas para unir el gran atrio afuera con el atrio interior, y ellos opinan que se cantaba uno de estos salmos en cada grada. Por cierto, leyendo la profecía de Ezequiel 40, uno concluye que el templo de Jehová aún por construirse contará con quince gradas (siete más ocho).

Hay mucho de cierto en estas observaciones, pero dudamos de que sean la razón fundamental por llamar los Salmos 120 al 134 “cánticos graduales”. ¿El titulo común entre los quince no debe su inspiración divina más bien a los grados de un reloj de sol?

Sea como fuere, son un salterio dentro del Salterio. Se caracterizan por su brevedad y la repetición de palabras clave, Estos cánticos emplean al máximo los hermosos estilos de todos los Salmos que son los paralelismos y la abundancia de metáforas y símiles. Nuestras dos listas, por incompletas que sean, ameritan atención como una alerta a lo que el lector va a encontrar en el texto de estos cánticos.

Algunos paralelismos

labio mentiroso, lengua fraudulenta

el sol de día, la luna de noche

tu salida y tu entrada

ahora y para siempre

las sillas del juicio, el trono de la casa

la paz dentro de tus muros, el descanso dentro de tus palacios

los ojos de los siervos, los ojos de las siervas

los que están en holgura, los soberbios

el torrente, las aguas tempestuosas

el monte no se mueve, [el monte] permanece

los buenos, los rectos de corazón

nuestra boca se llenará de risa, nuestra lengua de alabanza

si Jehová no edifica la casa, si Jehová no guarda la ciudad

herencia son los hijos, de estima el fruto del vientre

teme a Jehová, anda en sus caminos

tu mujer como vid, tus hijos como plantas de olivo

envanecido mi corazón, ojos se enaltecieron

oir mi voz, estar atento a mi súplica

en Jehová hay misericordia, [hay] redención con él

juró a Jehová, prometió al Fuerte de Jacob

el lugar de tu reposo, el arca de tu poder

grandezas, cosas demasiado sublimes

la morada de mi casa, el lecho de mi estrada

bendición, vida eterna

Lenguaje figurado

lengua engañoso con saetas y brasas

[Jehová] no resbala ni duerme

dar por presa a los dientes cual ave del cazador

Jerusalén tiene montes alrededor, Jehová tiene montes alrededor

sembrar con lágrimas, segar con regocijo

llevar la semilla, traer las gavillas

levantar de madrugada, ir tarde a reposar

los hijos como saetas en la alijaba

comer el trabajo en las manos

una vid a los lados de la casa y olivares alrededor de la mesa

arar sobre las espaldas y hacer largos surcos

cortar las coyundas

la hierba de los tejados que se seca antes de que crezca

llenar la mano de hierba y los brazos de gavillas

saciar los pobres de pan y vestir de salvación a los sacerdotes

sobre la cabeza, sobre la barba y hasta el borde de la vestidura

Ezequías

Se designan cuatro cánticos como “de David” y uno como “para Salomón”, sin especificar el autor de los restantes. Los sabios en el hebreo nos explican que la preposición puede ser de, por, para David, ¡y aun en manos de David!, así que no debemos estar muy confiados en cuanto al autor de los salmos “de David”.

Parece que el rey Ezequías escribió por lo menos diez de los cánticos graduales. Este gran hombre alude a “nuestros cánticos en la casa de Jehová”, Isaías 38.20, y leemos en Proverbios 25.1 de escribas que él tenía para copiar proverbios. En la pascua que convocó, instó a los levitas que alabasen “con las palabras de David y de Asaf”, así que no dudamos de su orientación poética en la adoración.

Dejemos que Harold St John nos explique el trasfondo de lo que estamos hablando—

La historia de Ezequías está registrada tres veces – Isaías 36 al 39, 2 Reyes 18 al 20 y
2 Crónicas 29 al 33 – y en este hecho vemos cuán importante es.

Los portones de la casa de Dios habían sido cerrados en el reinado del impío Acaz, pero después de sus primeros tres años de gobierno Ezequías los abrió, encendió las lámparas, limpió todo el templo y convocó una gran fiesta de pascua. Todo iba bien, aun cuando él rehusó servir al rey de Asiria.

Pero más adelante, cuando este Senaquerib había llevado cautivos los judíos del reino del norte, “Israel”, Judá tuvo que enfrentar a este enemigo terrible. Habiendo perdido sus ciudades amuralladas, Ezequías aceptó pagar el tributo leonino que el asirio exigió y por esto se vio obligado a arrancar el oro de los portones y las columnas del templo. El enemigo volvió el año siguiente y demandó la rendición de Judá: “¿Dónde está el dios de Hamat y de Arfad? ¿Pudieron estos librar a Samaria de mi mano?”

Una vez que había leído las cartas de Senaquerib, Ezequías “subió a la casa de Jehová, y las extendió delante de Jehová”. ¡Cosa maravillosa hacer con las cartas que perturban! Se echó él mismo a la misericordia de Dios y rogó la salvación de su pueblo, “para que sepan todos los reinos de la tierra que sólo tú, Jehová, eres Dios”,
2 Reyes 19.19. De una vez Jehová respondió a través de su siervo Isaías y prometió que el enemigo tan confiado no lanzaría ni una flecha. “Contra mí airaste, y tu arrogancia ha subido a mis oídos”, proclama Dios a Senaquerib; “pondré, pues, mi garfio en tu nariz, y mi freno en tus labios”.

Prosigue el relato: “Salió el ángel de Jehová y mató a 185 000 en el campamento de los asirios”. Fue un evento maravilloso y es un gran estímulo para todo tiempo y toda circunstancia donde el pueblo de Dios está ante una situación imposible y desastrosa. Tengamos presente que “un hombre más Dios es mayoría”. No hay nada demasiado difícil para él. Él puede salvar.

 

Inmediatamente después de este acontecimiento Ezequías “cayó enfermo de muerte”. Quizás el estrés había sido demasiado para él y ayudó a producir un forúnculo. Sea como fuere, la palabra de Isaías para él fue: “Jehová dice así: Ordena tu casa, porque morirás, y no vivirás”. Pero en respuesta a los ruegos del rey, mandó a Isaías a volver y revertir la sentencia – y además, quince años serían añadidos a su vida. Entonces le fue dada “una señal maravillosa”, como se expresa 2 Crónicas 32.24 en la Versión Moderna.

Aparentemente se podía ver desde su ventana el reloj con sus “gradas” y él había observado cómo la sombra avanzaba para abajo sobre las “gradas”, o los grados, cuando se profetizaba su defunción.

Ahora, contrario a la naturaleza, la sombra avanzaba hacia arriba. El rey observó mientras Dios devolvió la sombra de muerte hasta la décima grada del reloj, y él sabía por seguro que su vida sería prolongada quince años más. Isaías 38 registra lo que sintió durante esta experiencia singular y su decisión de celebrar las misericordias de Jehová por medio de cánticos en la casa de Jehová “todos los días de nuestra vida”, 38.20.

Conociendo esta historia, se puede percibir que los salmos que nos ocupan aluden a la invasión asiria, la enfermedad  del rey y aun la falta de un heredero (un detalle que no hemos explicado).

Es razonable pensar, entonces, que Ezequías escribió por lo menos diez salmos (uno para cada año) y posiblemente David u otra persona añadió cinco. Esto no resta de la posibilidad de haber asignado quince cantores a cantar sendos salmos en las quince gradas del templo, ni quita del uso de los salmos graduales en las procesiones de los judíos.

Temas subyacentes

La casa de Dios es el norte: “a la casa de Jehová iremos”, “los que confían son como el monte de Sion”, “el bien de Jerusalén”; y en la última triplicación “Jehová ha elegido a Sion”, “los hermanos juntos en armonía” y “en la casa de Jehová por las noches”.

Con todo y su trasfondo histórico y su aplicación (en alguna medida) a las peregrinaciones de antaño, estos salmos son proféticos. Con todo y el lenguaje en primera persona singular en algunos de ellos, y aun su mención de David y Salomón,  presentan a la nación de Israel en su tribulación, arrepentimiento y bendición – o sea, más dispensaciones que en los días de Ezequías.

De mayor importancia, Cristo “dominará de mar a mar, y desde el río hasta los fines de la tierra”. Nosotros, los salvos de estos tiempos, somos fruto del Calvario, pero el que escribió el 126 estaba pensando (quizás sin saberlo) en el regreso del Señor en gloria al decir: “Volverá a venir con regocijo, trayendo sus gavillas”.

Igualmente, será en ese entonces que Dios concederá respuesta positiva a los ruegos en estos cánticos en el sentido de “Paz sea a Israel”, “El redimirá a Israel de todos sus pecados”, “Espera, oh Israel, en Jehová, desde ahora y para siempre”. Si uno tiene la idea que estas peticiones hayan sido concedidas, ¡que lea la prensa de cualquier día del año para ver que no!

En este mismo orden de pensamiento, volvamos al comentario que la casa de Jehová es el norte de los cánticos. En la aplicación literal de estos anhelos, se trataría del minitabernáculo que David levantó en Jerusalén, del templo de Salomón o de aquel de Zorobabel, dependiendo de la época a la cual se asigna el salmo respectivo. Pero en la aplicación a largo plazo (y nos atrevemos a decir el sentido real de los salmos) se trata de aquel templo milenario que levantará Cristo: “He aquí el varón cuyo nombre es el Renuevo, el cual brotará de sus raíces, y edificará el templo de Jehová. El edificará el templo de Jehová, y él llevará gloria, y se sentará y dominará en su trono, y habrá sacerdote a su lado; y consejo de paz habrá entre ambos”, Zacarías 6.12,13.

Ni estos salmos, ni ningún otro en el Salterio, describen plena y fielmente la situación del cristiano en estos tiempos de la Iglesia. Los escritores del Antiguo Testamento no conocían la dicha de la morada continua del Espíritu Santo en ellos, cualquiera su grado de espiritualidad. Es más: el santo del Antiguo Testamento no pensaba en función de un Padre; él no era un hijo adoptivo, como nosotros, sino un súbdito de Jehová. De que su Mesías vendría en poder y gloria para reinar sobre la tierra, eso sabía o ha debido saber, pero de que Cristo vendrá para  llevar a los suyos a la casa celestial del Padre, a estar con él personalmente, eso no estaba en su horizonte.

Otra cosa que no experimentaba era la justificación y paz que trae el saber que los pecados confesados del creyente están de hecho lavados y olvidados. Él rogaba el perdón y recibía un perdón que era en efecto provisional; de allí su constante “Sálvanos”, “Escúchame”, etc. Pero su Biblia no decía: “… que sepáis que tenéis vida eterna, y para que creáis en el nombre del Hijo de Dios. Y esta es la confianza que tenemos en él, que si pedimos alguna cosa conforme a su voluntad, él nos oye”.

Mucho más que en el Nuevo Testamento, para los antiguos Dios era el que hizo el cielo y la tierra, como constan varios de los cánticos. De que lo es para nosotros también, lo reconocemos y debemos apreciarlo más, pero el punto es que en la revelación reducida que tenía el israelita, esta cualidad divina asumía marcadamente más lugar relativo. Inclusive, esta serie de salmos termina con la bendición: “Desde Sion [el asiento terrenal de la presencia divina en la mente judía] te bendiga Jehová, el cual ha hecho los cielos y la tierra”. Excelente; son palabras majestuosas, pero no de comprar con, por ejemplo: “La gracia del Señor Jesucristo, el amor de Dios, y la comunión del Espíritu Santo sean con todos vosotros”.

Agrupación y progresión

Lectores apercibidos han discernido que los quince cánticos se dividen en cinco grupos de tres, así como todo el libro de los Salmos se divide en cinco “libros”.

En una u otra medida hay progresión dentro de los minigrupos, comenzando con el salmista lejos de donde quiere estar y terminando en la casa de Jehová. Más importante, creemos, es que este movimiento tipifica a todo el conjunto de los quince. Es el mensaje sobresaliente. “A Jehová clamé en angustia”, comienza el 120, con el escritor acosado por vecinos impíos; pero termina el 134: “Desde Sion te bendiga Jehová”. Por supuesto, el libro de los Salmos en sí comienza con un hombre temeroso de Dios al lado del hombre impío, y termina con “Alabad a Dios en su santuario”. ¿Acaso no somos todos – nosotros los salvos – peregrinos que vamos rumbo a la casa del Padre?

Grosso modo, el primer salmo de cada grupo comienza con un pueblo perturbado y el último toca una nota esperanzadora. Entonces, más de la mitad de estos escritos son animadores y todos ellos expresan confianza.

Esta progresión del 120 al 134 nos habla de desarrollo en la vida espiritual hacia una mayor apreciación del Señor, experiencias más profundas en la carrera cristiana y más poder en nuestro testimonio. En fin, diría alguno, crecer en la gracia y el conocimiento de nuestro Señor Jesucristo. Aun Pablo quería continuar en su desarrollo: “… a fin de conocerle, y el poder de su resurrección, y la participación de sus padecimientos, llegando a ser semejante a él en su muerte”, Filipenses 3.10.

120 al 122

Hay una progresión hermosa en el tono de estos tres salmos. Comienzan, respectivamente, con “clamé estando en angustia”, “alzaré mis ojos” y “me alegré”. En el primer salmo el autor está afligido por temor de vivir entre los impíos; en el segundo Jehová guarda su salida y entrada; en el tercero él está feliz en la casa de Jehová junto con su pueblo. Los vecinos impíos, dice, practican la mentira, el engaño y la pelea. Son lo que él llama en el 121 “el resbaladero”, pero precisamente en el tercer salmo “nuestros pies estuvieron dentro de tus puertas”. El Señor guardó su alma, 121.7, y una consecuencia es que quiere que guarde su pueblo: que sean prosperados, que descansen, que tengan paz, 122.6 al 8.

No es difícil pensar que el Salmo 120 era el sentir de Ezequías en una situación humanamente imposible. La lengua fraudulenta serían “las palabras de Rabsacaes, al cual el rey de Asiria su señor envió para blasfemar al Dios vivo, y para vituperar con las palabras que oyó Jehová”. Los invasores “clamaron a gran voz en judaico al pueblo de Jerusalén que estaba sobre los muros, para espantarles y atemorizarles, a fin de poder tomar la ciudad”, 2 Crónicas 32.10, 18, Isaías 37.4.

No hay ningún nexo geográfico entre Sion y los territorios de Mesec y Cedar. Ofrecemos una explicación de T. E. Wilson: “Mesac se encuentra en Génesis 10.2 y es progenitor de una raza ligada con Tabul, Magog y otras naciones norteñas. La referencia puede ser a Rusia, Ezequiel 27.13,38,39. Cedar era hijo de Ismael, Génesis 25.13; compárese Jeremías 49.28,29. Estos dos, Rusia y el mundo árabe, son enemigos típicos de Israel. Gráficas han resultado ser las palabras: “Yo soy pacifico, mas ellos … me hacen guerra”.

Son descriptivos del carácter de la gente que el salmista tenía en mente. Se ha observado que Colosenses 3 contempla la posibilidad de estos mismos pecados en creyentes como nosotros. En el 3.9 la advertencia es en contra de la mentira; en el 3.8, en contra de las palabras deshonestas, etc.; en el 3.5, la corrupción (malos deseos y avaricia, etc.)

El alma de Lot fue afligida por la conducta de los sodomitas y en Gerar Abraham supo que “ciertamente no hay temor de Dios en este lugar”. Se cuenta que Martín Lutero dijo acerca de los verdaderos creyentes de bajo perfil en Europa en la Edad del Oscurantismo: “Para estos, que tienen algún sentido de fidelidad, será imposible estar en medio de la contaminación sin gran angustia de alma”. Pero el salmista sabía adónde ir en su pruebas y soledad, y en quién debía confiar. El Pastor de Israel, sabía, estaba siempre a su lado, y “no adormecerá ni dormirá”.

Nuestro Señor, “cuando le maldecían, no respondió con maldición, cuando padecía, no amenazaba, sino encomendaba la causa al que juzga justamente”, 1 Pedro 2.23. El que lee estas líneas puede emplear el lenguaje de Salmo 118.6,7: “Jehová está conmigo; no temeré lo que me pueda hacer el hombre. Jehová está conmigo entre los que me ayudan; por tanto, yo veré mi deseo en los que me aborrecen”.

123 al 125

En la segunda triplicación el autor ora de entrada, “a ti alcé mis ojos”, porque está hastiado y menospreciado, y luego en el segundo salmo abunda sobre la intensidad con que los inicuos están atacando: “nos habrían inundados”, y también pusieron lazo como hace el cazador de aves. De nuevo, el último cántico de los tres es de confianza y contiene la correspondiente oración a favor de otros del pueblo de Dios: Jehová está alrededor de su pueblo ahora y para siempre.

Si en efecto la invasión de los asirios bajo Senaquerib es el trasfondo de esta serie de cánticos, el 125 alude a 2 Reyes 19.32 al 34: “Así dice Jehová acerca del rey de Asiria: No entrará en esta ciudad, ni echará saeta en ella; ni vendrá delante de ella con escudo, ni levantará contra ella baluarte. Por el mismo camino que vino, volverá, y no entrará en esta ciudad, dice Jehová. Porque yo ampararé esta ciudad para salvarla, por amor a mí mismo, y por amor a David mi siervo”. Frustrado en su propósito, sus hijos lo mataron a Senaquerib, según leemos en seguida, y Ezequías escribe en nuestro salmo: “A los que se apartan tras sus perversidades, Jehová los llevará con los que hacen iniquidad”.

Muchos son los lazos que están tendidos por nuestro camino, y no pocos de ellos de nuestra propia hechura, cual contaminación de la carne y de espíritu, llamados “el pecado que nos asedia”. Se rompió el lazo, acota David, pero fue porque Jehová no le había dado por presa. Cuando los amigos íntimos de Job le aborrecieron él escapó, dijo, con sólo “la piel de sus dientes” y reconoció que la mano de Dios le había tocado, Job 19.20,21.

“Los que confían en Jehová son como el monte de Sion”, 125.1. Sion es en primera instancia el nombre de una de las colinas que forman la ciudad de Jerusalén, usado a veces para referirse a la ciudad en general. Recién proclamado rey de toda la nación de Israel, “David tomó la fortaleza de Sion, la cual es la ciudad de David … y edificó la ciudad alrededor”,
2 Samuel 5.7, 1 Crónicas 11.8. El guardó el arca en Sion, 2 Samuel 6.10 al 12, dando a la ciudad un significado espiritual además de político y militar. Salomón reubicó el arca en Moríah, todavía dentro de Jerusalén, pero el nombre Sion, en vez de Moríah, sería aplicado a la ciudad santa. “Jehová que mora en el monte de Sion,”  Isaías 8.18.

El pueblo de Israel se llama “hijas de Sion” en varias escrituras. Sion representa la intervención de la gracia divina en la persona del rey elegido de Dios.

El rechazamiento actual de Israel de parte de Dios se presenta en Miqueas 3.12 como el cautiverio de Jerusalén: “Sion será arado como un campo, y Jerusalén vendrá a ser montones de ruinas …” (La idea no es de distinguir entre Sion y Jerusalén; la estructura poética depende en gran parte de la repetición en forma de paralelos, como estamos viendo en todos estos salmos).

Sin embargo, Sion tiene un sentido fuertemente profético. Es símbolo de la gloria terrenal, de Israel mayormente, en el milenio. Joel 3.16,17;  Miqueas 4.7. Cuando Cristo vuelva en gloria, reinará desde Sion, Isaías 24.23. Romanos 11.26. Las naciones vendrán a “Sion”, capital del mundo en el milenio, trayendo ofrendas, Isaías 18.7. Miqueas 3.12.

En el Nuevo Testamento se emplea Sion como figura de los salvos de Israel que habitarán la Nueva Jerusalén. Los creyentes judíos de antaño se habían “acercado” al monte Sion, Hebreos 12.22. Los creyentes judíos de la dispersión en particular —y nosotros— hemos creído en “la principal piedra del ángulo” (Jesucristo) que Dios ha puesto en Sion;  no en el templo literal, sino el celestial; 1 Pedro 2.6.

126 al 128

La secuencia en el tercer grupo es diferente en el sentido que comienza reconociendo que no todo está bien entre el pueblo de Dios pero hay confianza de que el Señor oirá la plegaria para restauración. En vez de lamentar la conducta del ajeno, como en salmos anteriores, en el 126 el salmista sabe que ellos van a reconocer que Dios está entre su pueblo. La progresión en los tres salmos va desde la nación en general en el 126, a “la ciudad”, y al hogar: tanto los hijos como la esposa. Se puede decir también que la imaginería va desde el agricultor, constructor y soldado en 126 y 127 a la intimidad de la familia en el 128.

Quizás debido al uso dos veces a la palabra “cautividad” muchos lectores han relacionado Salmo 126 con el regreso de algunos judíos de los setenta años de exilio en Babilonia; “Cuando Jehová hiciere volver la cautividad de Sion …” Esto, por supuesto, requiere un autor muy posterior a David y aun Ezequías. Sin embargo, se nos explican que hay poca base para esta idea, ya que “cautividad” es simplemente “restauración”. Por ejemplo, en Job 42.10, “Jehová hizo tornar el cautiverio de Job, después que hubo orado por sus amigos”.

Lo que nuestro salmo está diciendo es que el autor quiere que Dios auspicie un regreso a días pasados porque eran prósperos espiritualmente. Cuando esto ocurre, la felicidad del pueblo suyo será notoria aun entre los que no son suyos: “Grandes cosas ha hecho Jehová con nosotros”. En realidad, los primeros tres versículos están en el pasado y los últimos tres en el futuro. Esta restauración había tenido lugar una vez y se ruega que suceda de nuevo.

Nuestro pasaje suena como la rogativa al final de Lamentaciones: “Vuélvenos, oh Jehová, a ti, y nos volveremos; renueva nuestros días como al principio”. Aun si uno de nosotros está ahora en feliz comunión con el Señor después de años o meses de lejanía, no vayamos a pensar que no podemos alejarnos de nuevo.

En su confesión que es el Salmo 51 David dijo que al ser restaurado se ocuparía de otros: “Entonces enseñaré a los transgresores tus caminos”. El profeta Joel contempla una restauración nacional una vez que el Señor haya regresado a la tierra en gloria, y él pone en boca del Señor una dulce promesa que aun el creyente en el día de hoy puede tomar cuando se restaura a la comunión con él después de una sequía espiritual: “Os restituiré los años que comió la oruga … Comeréis hasta saciaros … y nunca jamás será mi pueblo avergonzado”, Joel 2.25,26.

Estamos acostumbrados a la traducción de Salmo 23 que reza: “Confortará mi alma”, y ciertamente encontramos consuelo y paz en esas palabras. Tengamos presente, sin embargo, que más común es el texto en otras versiones: “Hará volver mi alma”, o “Él restaura mi alma”. Cuidémonos de usar lenguaje como “me restauré”. En el mejor de los casos, Él me restauró. ¿Acaso Pedro no tuvo su entrevista privada con el Señor resucitado? 1 Corintios 15.5.

Termina el 126 con la promesa que el que sale llevando la semilla  regresará trayendo su gavilla de trigo. Nótese que es en el contexto de la restauración que el salmista habla confiadamente del ejercicio de ser fructífero. El desierto de Neguev, dice, puede ser seco y cruel. Requiere esfuerzo abnegado. Pero cuando hay agua en los arroyos, rinde cosecha. El protagonista (1) siembra con lágrimas y anda llorando. (2) Siega con gozo y vuelve con regocijo. (3) Su preciosa semilla se ha convertido en fruto.

La lección para nosotros es, obviamente, la de 1 Corintios 15.58: “estad firmes y constantes, creciendo en la obra del Señor siempre, sabiendo que vuestro trabajo en el Señor no es en vano”. Nuestro Señor la enseñó vívidamente: “La mujer cuando da a luz, tiene dolor, porque ha llegado su hora; pero después que ha dado a luz un niño, ya no se acuerda de la angustia, por el gozo de que haya nacido un hombre en el mundo”, Juan 16.21.

Aplíquese a la evangelización (¡y este es un pasaje favorito para las despedidas de un misionero que sale a tierras lejanas!), o aplíquese a diversos ministerios entre el pueblo de Dios, el mensaje es el mismo. “Por la mañana siembra tu semilla, y a la tarde no dejes reposar tu mano; porque no sabes cuál es lo mejor, si esto o aquello, o si lo uno y lo otro es igualmente bueno”. Se cuenta que, cuatrocientos años atrás, Juan Bunyan enseñó a unos amigos la esencia de  lo que sería publicado más tarde como su “inmortal” obra El Progreso del Peregrino, ¡y le aconsejaron poner la composición a un lado y olvidarse de ella porque no tenía utilidad!

Pero este grupo se destaca también por tratar de la familia. La mención de construir la casa, guardar la ciudad y desvelar de noche bien puede ser una introducción a lo que leemos del hogar en el 127 y el 128. El esposo de la mujer virtuosa en Proverbios 31 “es conocido en las puertas [de la ciudad] cuando se sienta con los ancianos de la tierra”. Y, los hijos del buen padre de familia en Salmo 127 no serán confundidos cuando hayan de litigar en la puerta con su adversario” [sic].

La Biblia tiene mucho que decir acerca del padre de familia. Es la cabeza en el hogar y como tal responsable para proveer, guiar y disciplinar. Pero bien se ha dicho que si él es la cabeza, su esposa es el corazón. Para el salmista, ella es una vid en la casa mientras que los hijos (y los nietos, nótese) son plantas de olivo afuera pero muy cerca. (vid y olivo, fruto y aceite, dos figuras prominentes en las Escrituras). Hay hogares, sin embargo, donde la mujer es padre y madre a la vez, y ellas requieren atención muy especial de parte de los más favorecidos en la congregación.

129 al 131

Se revierte a la secuencia angustia—oración—reposo: “me han angustiado”, “de lo profundo a ti clamo”, “he acallado mi alma como un niño”. En el 129 el problema se debía a los perseguidores, pero en el 130 el escritor reconoce que él tiene culpa propia: “si mirares a los pecados, ¿quién podrá mantenerse?” O sea, en el primer salmo el Señor protege pero en el segundo perdona y redime. (¿El salmista antiguotestamentario realmente apreciaba la diferencia entre el perdón y la redención?) Por ende, en el tercer salmo el escritor ha aprendido acerca de sí mismo; está humillado y confiado.

El 129 abre con “me han angustiado” pero en seguida el autor deja entrever lo que ya sabíamos: él habla de sí en representación de Israel. A lo largo del libro David y otros hablan de sí pero reconocemos que están personificando a su pueblo entero. Pero hay más aquí, mucho más: “Sobre mis espaldas araron los aradores; hicieron largos surcos”. Esto no es Israel, es nuestro Señor y Salvador Jesucristo en el Calvario. Nos sorprende encontrar aquí un versículo en efecto mesiánico, pero tengamos presente que Cristo está en todas las Escrituras, y en especial en los Salmos. Casi queremos intercalar este versículo en Salmo 22, después de: “He sido derramdo como aguas, y todos mis huesos se desconyuntaron …”

Estamos, por decirlo así, en Mateo 27: “Habiendo azotado a Jesús, [Pilato] le entregó para ser crucificado”.  “Las heridas”, escribió H. A. Cameron, “son separaciones de las partes blandas del cuerpo, causadas por una fuerza mecánica externa. Generalmente se clasifican por sus diversas características como contusas, laceradas, penetradas, perforadas e incisas”, y él procede a destacar que antes y al Calvario Jesús padeció todas estas formas de tortura.

En cuanto a la herida lacerada, dice: “La laceración o desgarro de los tejidos resultaba de los azotes, y el flagelo era un arte muy desarrollado entre los romanos en la época cuando nuestro Señor Jesucristo se sometió a tal castigo. El látigo romano consistía en múltiples cuerdas y cada tira llevaba una punta de metal o de marfil. Si el látigo fuese aplicado por hombres practicados en esto, bien podría el afligido decir, ‘Sobre mis espaldas araron los aradores; hicieron largos surcos’, Salmo 129.3”.

“La tortura, el desgarro y la pérdida de sangre que venía como consecuencia, bien podrían resultar en la muerte de la víctima. Pero aun cuando la laceración formó parte de los sufrimientos de nuestro Señor, la misma no iba a ser la causa de su muerte. La profecía de Isaías 50 fue: ‘Di mi cuerpo a los heridores’, y su cumplimiento se encuentra en Mateo: ‘Habiendo azotado a Jesús, le entregó para ser crucificado’. Dice también Juan 19.1: ‘Tomó Pilato a Jesús, y le azotó’. No queremos perder de vista el hecho de que fue sobre una espalda cortada de esta manera que se echó la cruz cuando Jesús fue conducido al Calvario.

132 al 134

La casa de Jehová es el tema en estos tres cánticos, hemos progresado de “las tiendas de Cedar” hasta el santuario. En el 132 David (?) quiere estar allí; en el 133 él está allí con el pueblo de Dios en feliz armonía; en el 134 los sacerdotes están dirigiendo la alabanza colectiva a Jehová en su santuario. Hemos visto, pues, que hay un ascenso en tema y tono
(1) dentro de cada grupo de tres, y (2) entre los cinco grupos.

El cuadro es profético: el de la restauración y reunión de las doce tribus de Israel, cuando como hermandad serán de nuevo una nación ante Dios. El Espíritu suyo fluirá sobre ellos a través de ellos a las naciones. Es evidente que este salmo 132 es un preludio necesario al siguiente, cuando Israel invocará la bendición de Jehová sobre y desde Sion para cerrar el grupo de quince cánticos.

“El 132 abre con un juramento que David hizo temprano en la vida acerca del arca de Dios que había estado en oscuridad por varios años desde que fue tomada por los filisteos y luego devuelta por ellos, 1 Samuel 4.22, 7.1,2. En Efrata (Belén) David supo de este descuido del vaso santo, probablemente de sus padres, y juró que nunca construiría casa para sí sin antes encontrar un lugar para el arca, vv 3 al 5. La encontró, dice, en los campos de bosque”.

Este salmo ha podido ser escrito cuando David trasladó el arca a Jerusalén conforme leemos en 2 Samuel 6. Ella simboliza la presencia de Dios entre su pueblo y para nosotros es figura de Cristo como el centro en torno de quien nos congregamos.

El Salmo 1 describe al que a primera vista puede ser cualquier creyente espiritual, pero a segunda vista el Varón Bienaventurado es el Señor Jesucristo. De manera parecida el 133 trata del pueblo de Dios en una feliz comunión entre sí, pero se nota en el trasfondo un cuadro de Cristo. Él fue ungido con poder por el Espíritu Santo. Anduvo haciendo bienes, porque Dios estaba con Él. Más regia aun la declaración referente a su Persona en sí: “Has amado la justicia, y aborrecido la maldad, por lo cual te ungió Dios, el Dios tuyo, con óleo de alegría más que a tus compañeros”, Hebreos 1.9.  Obsérvese que el Espíritu le ungió de poder en su ministerio terrenal, pero el Padre le había ungido con alegría eterna. ¿Habrá un paralelo con lo que encontramos en el salmo de su condición de “bueno” y “delicioso”?

Este óleo es presentado como descendiendo sobre la cabeza y luego sobre la barba y hasta el borde de la vestidura, una figura nada difícil de captar del ungimiento de Cristo, la Cabeza, extendiéndose al Cuerpo, la Iglesia. Tenemos la unción del Santo, 1 Juan 2.20, 27, que permanece en Cristo.

El salmo cambia ligeramente de figura: “Yo seré a Israel como rocío; él florecerá como lirio, y extenderá sus raíces como el Líbano”, Oseas 14.5. Si el óleo sugiere la fragancia de la comunión entre el pueblo del Señor, el rocío sugiere el estímulo y la frescura de da.

El 134 remate la serie con el pueblo de Dios en el santuario donde ha querido estar desde el principio. La aplicación inmediata para nosotros es la de estar donde los dos o tres, o muchos más,  hayan sido congregados por el Espíritu con el Señor en medio. La aplicación mayor es al día eterno cuando estaremos con Él, veremos su rostro y no saldremos nunca.

Habiendo pedido tanto la bendición de Dios sobre ellos, el pueblo suyo termina sus cánticos bendiciéndole a Él. “Alzad vuestras manos al santuario, y bendecid a Jehová”. La palabra bendecir significa hablar bien de alguien. Dios en gracia puede bendecirnos, hablando bien de nosotros y dando lo que es para nuestro bien. Al fin, ¡el menor es bendecido por el mayor! Pero, a vía de excepción, el Padre busca adoradores (algo superior a sólo bendecir) que adoren en espíritu, y esto somos nosotros cuando de corazón le ofrecemos por medio de Cristo “sacrificio de alabanza, es decir, fruto de labios que confiesan su nombre”.

Pero, cuidado: “Con ella [la lengua] bendecimos al Dios y Padre, y con ella maldecimos a los hombres, que están hechos a la semejanza de Dios. De una misma boca proceden bendición y maldición. Hermanos míos, esto no debe ser así”, Santiago 3.9.10.

El Salmo 51

por el finado Víctor Crapa, Córdoba, Argentina
las citas son de la Reina-Valera de 1909

Ver

Esta joya ocupa el lugar céntrico entre el conjunto de los salmos denominados penitenciales. Ellos son siete:

> Salmo 6            Ten misericordia de mí, oh Jehová, porque estoy debilitado

> Salmo 32          Mi pecado te declaré, y no encubrí mi iniquidad …

> Salmo 38          No hay sanidad en mi carne a causa de tu ira …

> Salmo 51         Lávame más y más de mi maldad …

> Salmo 102       No escondas de mí tu rostro en el día de mi angustia …

> Salmo 130       Si mirares a los pecados, ¿quién, oh Señor, podrá mantenerse? …

> Salmo 143       No entres en juicio con tu siervo, porque no se justificará
delante de ti ningún viviente …

La lectura de todos ellos nos conmueve, pero quizás el que tiene mayor poder espiritual es el 51. Es una oración que deberían llevar al cielo todos los creyentes que han faltado. Escrito por David, este salmo tiene su fondo histórico en 2 Samuel capítulos 11 y 12, páginas verdaderamente negras en la historia de este siervo de Dios.

David, según el 11.1, cometió un grave error al no salir a la guerra con su ejército. Se quedó en Jerusalén, levantándose de su cama a la hora de la tarde. ¡Durmió mientras sus soldados luchaban! Su hijo Salomón escribiría: “No des sueño a tus ojos, ni a tus párpados adormecimiento; escápate como el corzo de la mano del cazador, y como ave de la mano del parancero”, Proverbios 6.4. Su salida a la guerra le hubiese evitado a David cometer el pecado descripto aquí. Bueno sería aprender la lección: estar ocupados en los negocios del Señor nos evitaría fijar nuestros ojos en las cosas del mundo y el hacer lo que no agrada a Cristo.

Su paseo por la terraza del palacio real fue el medio por el cual David cayó en lo que Juan llama la concupiscencia de los ojos, la concupiscencia de la carne y la soberbia de la vida; 1 Juan 2.16. Desde el comienzo de la historia humana vemos estas cosas como perjudiciales para llevarnos al pecado:

> Génesis 3.6 Vió la mujer que el árbol era bueno para comer, y que era agradable a los ojos, y árbol codiciable para alcanzar la sabiduría; y tomó de su fruto, y comió y dio también a su marido, el cual comió así como ella. El proceso fue (1) vio, (2) tomó, (3) comió. Fue pecado.

> Génesis 34.2 Vióla Sichêm, hijo de Hamor Heveo, príncipe de aquella tierra, y tomóla, y echóse con ella, y la deshonró. El proceso fue (1) vio (2) tomó (3) echóse. Fue pecado.

> Josué 7.21 Vi entre los despojos un manto babilónico muy bueno … lo cual codicié, y tomé: y he aquí que está escondido debajo de la tierra. El proceso fue (1) vi (2) codicié (3) tomé. Fue pecado.

> El mismo proceso tuvo David. (1) El vio desde el terrado. (2) Tomó a Bath-sheba. (3) Durmió con ella. Fue pecado.

 

El pecado cometido y no confesado endurece el corazón y cauteriza la conciencia. Lo podemos corroborar por los versículos 6 al 13 en 2 Samuel 11. Uría durmió a la puerta de la casa del rey, “Y David lo convidó, e hízole comer y beber delante de sí, hasta embriagarlo”. Sin duda alguna David había perdido el sentido de la conciencia, como lo expresa Efesios 4.19, y se entregó a la desvergüenza para cometer con avidez toda suerte de impureza.

En el versículo 15 él da instrucciones a Joab acerca de Uría, esposo de Bath-sheba, a fin de que encuentre la muerte en la batalla. ¡Pobre hombre! Él se había olvidado que está “Jehová en el templo de su santidad: la silla de Jehová está en el cielo: sus ojos ven, sus párpados examinan a los hijos de los hombres”, Salmo 11.4. Al reprender a Job, Eliú le dice: “No hay tinieblas ni sombra de muerte donde se encubran los que obran maldad”, Job 34.22.

Más tarde David mismo exclamó: “¿Adónde me iré de tu espíritu? ¿y adónde huiré de tu presencia? … Aun las tinieblas no encubren de ti, y la noche resplandece como el día: lo mismo te son las tinieblas que la luz”, Salmo 139.7 al 12.

El 11.17 da la nota triste: “… y murió también Uría Hetheo”. ¡Ah, David, cuán terrible tu pecado! “Esto que David había hecho, fue desagradable a los ojos de Jehová”, 11.27.

 

A partir de estas tremendas palabras, Dios comienza a obrar a fin de poner en descubierto el pecado. Envía para ello al profeta Nathán, quien obediente visita al rey. Él comienza la entrevista utilizando la parábola de la corderita, 12.1 al 4. “Tomó [el rico] la oveja de aquel hombre pobre, y aderezóla para aquel que había venido a él”. La ilustración le llenó de ira a David, y él pronunció sentencia de muerte para el que hizo tal cosa. Llegó de esta manera el momento propicio para que saliera a la luz su maldad. Las palabras del profeta son condenatorias: “eres aquel hombre”, 12.7.

Bien dice la Sagrada Escritura que no hay hombre que no peque; 1 Reyes 8.46. Y, “ciertamente no hay hombre justo en la tierra, que haga bien y nunca peque;” Eclesiastés 7.20. David era un siervo según el corazón de Dios, Hechos 13.22, pero cayó, y por esto es saludable recordar las palabras del apóstol en 1 Corintios 10.12: “El que piensa estar firme, mire no caiga”. Cantemos con entendimiento:

Guárdame, Señor Jesús, para que no caiga;
cual sarmiento de la vid, vida de ti traiga.

Todo mal evitaremos si dejando todo el peso del pecado que nos rodea, corramos con paciencia la carrera que nos es propuesta, puestos los ojos en el autor y consumador de la fe, en Jesús; Hebreos 12.1,2.

 

Pasamos a estudiar algunas de las lecciones espirituales que el Salmo contiene. (Todo verdadero estudiante coteja con su Biblia las citas para un mejor entendimiento y aprovechamiento).

Es fácil descubrir en Salmo 51 (1) la confesión, (2) el perdón y (3) la restauración.

 

Cuatro cosas llevaron a David a sentir la necesidad de su confesión:

> la presencia permanente del pecado en su vida, cosa que él no pudo olvidar: “Mi pecado está siempre delante de mí”, 51.3.

> la mano de Jehová agravándose sobre él: “De día y de noche se agravó sobre mí tu mano; volvióse mi verdor en sequedades de estío”, Salmo 32.4.

> el abatamiento de sus huesos, consecuencia de la mano de Dios sobre él: “Mientras callé, envejeciéronse mis huesos en mi gemir todo el día”, 32.3. (Luego serían recreados; 51.8).

> el descubrimiento de su pecado: “Tú eres aquel hombre”, 2 Samuel 12.7.

“Confesaré, dije, contra mí mis rebeliones a Jehová”, 32.5. La confesión es necesaria porque el que encubre su pecados no prosperará, mas el que (1) los confiesa y (2) se aparta, alcanzará misericordia; Proverbios 28.13. “Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para que nos perdone nuestros pecados, y nos limpie de toda maldad”, 1 Juan 1.9.

Su confesión se caracterizó por la humildad y la sinceridad.

La humildad se hace evidente en el versículo 11: “No me eches de delante de ti”. Dejando toda altivez y soberbia, obedezcamos la exhortación neotestamentaria: “Humillaos delante del Señor, y él os ensalzará”, Santiago 4.10. “Humillaos pues bajo la poderosa mano de Dios”, es el mandamiento en 1 Pedro 5, “para que él os ensalce cuando fuere tiempo”. Dios resiste a los soberbios y da gracia a los humildes.

El salmista en su confesión abre su corazón delante de Dios en sinceridad. Él no oculta ni reserva nada, sino pone al descubierto la realidad de su pecado en toda su crudeza y en sus distintos grados descendientes. Obsérvese que David utiliza tres vocablos para designar su mal:

> rebeliones, lo que implica desobediencia; compárese con Génesis 3.6 al 11. “Toda rebelión y desobediencia recibió justa paga”, Hebreos 2.2.

> maldad, que significa perversión y corrupción.

> pecado, que incluye todo el hecho indicado; fracaso y ruina.

Son realmente evidentes los grados descendentes: desobediencia, perversión y corrupción, resultando en descender del fracaso a la ruina.

 

La tercera característica que observamos en la confesión es la integridad.

De la simple lectura de su escrito es dable observar que David fue probo en su confesión, una calidad que Dios aprecia altamente. “… á los íntegros: toda mi afición en ellos”, 16.3. “Considera al íntegro, y mira al justo: que la postrimería de cada uno de ellos es paz”, 37.37. “Júzgame, oh Jehová, conforme a mi justicia, y conforme a mi integridad”, 7.8.

En su confesión el salmista menciona delante del Señor las distintas partes que fueron afectadas por el pecado. En el versículo 3, los ojos. Acordémonos que había visto “desde el terrado a una mujer que se estaba lavando … y envió David a preguntar por aquella mujer”. ¡Cuidado hermanos! Por la concupiscencia de los ojos cayó Eva, Génesis 3.6; cayó Achân, Josué 7.21; fracasó Lot, Génesis 13.10.

En el versículo 8 del Salmo, los huesos sufren, y así en el 32.3: “Mientras callé, envejecierónse mis huesos en mi gemir todo el día”. Y en el versículo 10, el corazón. “Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio”. Él sabía que sólo Dios podía hacerlo, y así el anuncio profético de Ezequiel 11.19,20: “Darles he un corazón, y espíritu nuevo daré en sus entrañas; y quitaré el corazón de piedra … para que anden en mis ordenanzas … y me sean por pueblo, y yo sea a ellos por Dios”. Cuando el corazón es purificado en la sangre de Cristo, las palabras suyas son para nosotros: “Bienaventurados los de limpio corazón”, Mateo 5.8.

Prosiguiendo, también el espíritu sufre en el versículo 10. Habiendo perdido la rectitud, el salmista pide que Dios renueva un espíritu recto dentro de él.

La lengua está afectada en el 51.14. Librado ya, “cantará mi lengua tu justicia”. Es un miembro muy expuesto al pecado. Es un azote, Job 5.21; una saeta afilada, Jeremías 9.8; un fuego, Santiago 3.6; un miembro indominable, Santiago 3.8, y engañoso, Romanos 3.13. Estudiando Salmos y Proverbios, aprendemos todavía más sobre nuestra lengua. Sin embargo, la lengua purificada “hablará también de tu justicia todo el día”, 71.24.

Como el último miembro del cuerpo afectado, aprendemos en el 51.15 que los labios de David habían sido cerrados por su pecado. Solamente la confesión puede abrirlos para que la boca publique la alabanza.

 

David había aprendido mucho acerca del pecado.

Él sabía que era pecador por naturaleza, es decir, por el pecado original de Adán y Eva: “He aquí, en maldad he sido formado, y en pecado me concibió mi madre”, 51.5. Esto concuerda con Romanos 5.12: “El pecado entró en el mundo por un hombre … todos pecaron;” y con Efesios 2.3: “Éramos por naturaleza hijos de ira, también como los demás”.

Él sabía que era pecador por práctica. En 51.1,2 habla de sus propias rebeliones y maldad, diciendo luego que (1) “Mi pecado está siempre delante de mí”, y (2) “He hecho lo malo delante de tus ojos”.

Él sabía que el pecado es contra Dios. “Contra ti, contra ti sólo he pecado”. Otros aprendieron lo mismo: “Confieso los pecados de los hijos de Israel que hemos contra ti cometido”, Nehemías 1.6; “De Jehová nuestro Dios es el tener misericordia, y el perdonar, aunque contra él hemos rebelado”, Daniel 9.9; “Padre, he pecado contra el cielo, y contra ti, y ya no soy digno de ser llamado tu hijo”, Lucas 15.21.

 

Confesado ya su pecado en los primeros seis versículos, David recibió el perdón en los versículos 7 al 10. Él se dirigió a Dios rogando la purificación, el lavamiento, el borrón y la limpieza. “Tú, Señor, eres bueno y perdonador;” [Jehová] “es quien perdona todas tus iniquidades;” “Hay perdón cerca de ti, para que seas temido”, Salmo 86.5, 103.3 y 130.4.

“Purifícame con hisopo”, 51.7, es la base del perdón. Figura en la ley para el leproso “el hisopo que nace en la pared”, 1 Reyes 4.33, Levítico 14.1 al 7. Es un tipo de la eficacia de la sangre de Jesucristo, la sangre del nuevo pacto, la cual es derramada por muchos para remisión de los pecados, Mateo 26.28.

“Lávame”, oró David, “y seré más blanco que la nieve”. Restregar es la idea, así como se lava una prenda de vestir, restregándola hasta quitar todas las manchas. “Borra” es una palabra que el Salmo emplea dos veces, versículos 1 y 9, viendo el pecado como una deuda que está registrada en un documento pero debe ser eliminada de él.

Estos términos muestran lo perfecto y completo que es el perdón que Dios otorga al pecador. “Deje el impío su camino, y el hombre inicuo sus pensamientos; y vuélvase a Jehová, el cual tendrá de él misericordia, y al Dios nuestro, el cual será amplio en perdonar”, Isaías 55.7. Tan amplio es que dice Dios en Hebreos 10.17: “Nunca más me acordaré de sus pecados e iniquidades”.

Hermano querido, si tu corazón no ha sido recto delante de Jehová, si por desviar la mirada de Cristo has caído en el pecado, recuerda que “abogado tenemos para con el Padre, a Jesucristo el justo”, y El es la propiciación por nuestros pecados, 1 Juan 2.1,2. Confiesa tu mal con humildad de corazón, en sinceridad e integridad. Gozarás de la bendición del perdón y podrás decir en el disfrute del mismo, “Bienaventurado aquel cuyas iniquidades han sido perdonadas, y borrados sus pecados”, Salmo 32.1.

 

Pero no sólo el perdón, sino que David también experimentó la restauración. Restaurar es recobrar, recuperar, o volver a poner una cosa en el estado que tenía. El Señor, al perdonarnos ampliamente, nos restaura. David observa tres consecuencias: gozo, firmeza y servicio.

“Vuélveme el gozo de tu salud [salvación]”, 51.12. Verdad es que al pecar no hay peligro en lo que respecta a nuestra salvación. Ella es segura: “Les doy vida eterna: y no perecerán para siempre, ni nadie les arrebatará de mi mano. Mi Padre que me las dió, mayor que todos es: y nadie las puede arrebatar de la mano de mi Padre”, Juan 10.28,29. Pero en cuanto al gozo que vino al saber que nuestros pecados habían sido quitados por la sangre de Cristo, sí lo podemos perder.

Que el Señor nos conceda la suficiente lucidez para darnos cuenta que cuando el gozo falta, hay algo anormal en nuestra vida cristiana. La premura del caso requiere que vengamos en confesión para recibir el perdón. Que sean una realidad en nuestras vidas las palabras de Pablo, Filipenses 4.4: “Gozaos en el Señor siempre: otra vez digo: Que os gocéis”.

Habla David con firmeza en el 51.13, previendo dos resultados. Él enseñará, y los pecadores serán convertidos. Tiene ánimo; tiene confianza.

Finalmente, tendría un nuevo sentido de responsabilidad: “Enseñaré a los prevaricadores”, 51.13. El pecado nos hace perder este sentido tan importante, y solamente el perdón lo devuelve. Obsérvese que es efectivo el testimonio; habrá fruto: “Los pecadores se convertirán a ti”.

“Señor, abre mis labios; y publicará mi boca tu alabanza. Porque no quieres tú sacrificio, que lo daría … Los sacrificios de Dios son el espíritu quebrantado; al corazón contrito y humillado no despreciarás tú, oh Dios”.

 

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