Roboam (#484)

Roboam

N. R. Thomson

 

 

La gloria de la nación menguó después de la muerte de Salomón. Él tenía varias hijas
(1 Reyes 4:11,15), pero sabemos de un solo hijo, Roboam. Este tenía cuarenta y un años cuando murió su padre, y no era ignorante de todos los proverbios que había escrito, muchos de los cuales fueron dirigidos a él. Si Roboam hubiera atendido a los escritos en Proverbios 15:1, 17:14, él no habría actuado sin cordura al principio de su reinado, para provocar la división en la nación.

Las semillas de la revuelta se habían sembrado en los días de la frialdad espiritual de Salomón. Este había exigido trabajos forzados de su pueblo, haciendo peones de miles de ellos para consumar sus grandes obras de vanidad (Eclesiastés 2:4-11). Estos oprimidos llegaron a Roboam diciendo: “Tu padre agravó nuestro yugo, mas disminuye tú algo de la dura servidumbre de tu padre, y del yugo pesado que puso sobre nosotros y te serviremos”.

Los ancianos más experimentados y espirituales que Roboam le aconsejaron: “Si tú fueres hoy siervo de este pueblo y lo sirvieres, y respondiéndoles buenas palabras les hablares a ellos te servirán para siempre” (1 Reyes 12:7). Jesús confirmó tal consejo, y dio buen ejemplo: “El que quiera hacerse grande entre vosotros será vuestro servidor, y el que quiera ser el primero entre vosotros será vuestro siervo; como el Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir “… (Mateo 20:26-28).

 

Roboam no acató los consejos de ellos. Tomó el mal consejo de los jóvenes que se habían criado con él. Aquellos, creyendo tener una parte en el gobierno, insistieron que sólo se manda con la vara (1 Reyes 12:10). Pero a la juventud les falta la experiencia de los ancianos, aunque sean más letrados que sus padres. Pablo habló a Timoteo de ciertos hombres que dominaban y se oponían entre las iglesias (2 Timoteo 2:25, 4:14). Para corregir tal error, él le aconsejó como joven que no actuara como dictador. “No reprendas al anciano, sino exhórtalo como a padre” (1 Timoteo 5:1). Le dijo que para poder dirigir a otros, él debía hacerse buen ejemplo de los creyentes en palabra, conducta, amor, espíritu, fe y pureza (1 Timoteo 4:12-16). Esta es la única manera en que un joven puede ganar el respeto para luego gobernar bien.

Resultó que Roboam respondió al pueblo ásperamente. Sus palabras prendieron la mecha que hizo estallar la revolución. Diez tribus se dividieron bajo Jeroboam y se llamaban Israel. Roboam quedó como rey sobre Judá; y Benjamín y Leví le siguieron fielmente. Roboam tenía razón en cuanto al reconocimiento de Jerusalén como el lugar escogido por Dios para poner su nombre. El Templo era el único centro de reunión reconocido por Dios. Las diez tribus no podían justificarse en la división, a pesar de quejas legítimas. Pero Roboam no actuó con espiritualidad. Primeramente envió con exigencias a Adoram, a quien Israel mató. Luego reunió un ejército para forzar a Israel a la obediencia (1 Reyes 12:18‑21).

 

Pero, “las armas de nuestra milicia no son carnales” (2 Corintios 10:4). No se gana nada en asuntos espirituales por la fuerza. Dios le exigió que desistiera. El retorno a la obediencia de parte de los que se han alejado de la verdad, se gana por medio de la perseverancia de parte de los fieles que dan un testimonio ejemplar. Estos no deben apartarse para acompañar a los rebeldes en ninguna actividad (Romanos 16:17). Hoy día hay muchas divisiones entre el pueblo cristiano. Las asambleas que se congregan en el Nombre del Señor según el diseño apostólico deben procurar perfeccionar su propio ejemplo. No debemos acompañar a los que se apartan de la doctrina de los apóstoles. Si servimos con ellos en sus actividades y campañas, estamos apoyando sus prácticas y doctrinas, y edificando lo que no es de Dios. Debemos corregir nuestros propios errores para atraer a los otros creyentes a los caminos bíblicos.

Roboam tenía celo por la verdad, y anduvo bien por algunos años. Pero él no perseveró en la doctrina. Por lo tanto no llegó a guiar a Israel a la santidad de la Casa de Dios, ni a reparar el daño hecho por la división. “Cuando Roboam había consolidado el reino, dejó la ley de Jehová y todo Israel con él. El hizo lo malo, porque no dispuso su corazón para buscar a Jehová”. “Y Judá hizo lo malo ante los ojos dé Jehová, y le enojaron más de lo que sus padres habían hecho en sus pecados que cometieron” (2 Crónicas 12:1,14, 1 Reyes 14:22-24).

Cuando sostenemos una ponle estricta en cuanto a la doctrina tenemos que mantener mayor justicia y santidad de vida. Si el diablo no nos puede desviar en asuntos doctrinales, entonces él pondrá todo tropiezo para hacernos caer en pecado y manchar el testimonio al Nombre del Señor. La persona que procura mantener carnalmente un dominio sobre la grey, exigiendo el orden por la fuerza, está expuesta a las artimañas del diablo. Debemos contender ardientemente por la fe, pero con humildad y espiritualidad, sin ser contenciosos (Judas 3, 2 Timoteo 2:24,25).

 

 

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