Papá ¡el vaso plástico! (#9655)

9655
Papá ¡el vaso plástico!

El agua de vida

D.R.A.

¡Ay, hija mía! Lo último que vi de ti en vida fue cuando me pedías, una y otra vez, desesperada pero cariñosamente, que te pasara el vasito plástico. Cuánto me dolió verte chupando, con la poca fuerza que te quedaba, esa miserable gasita mojada que habían puesto en el vasito para calmar tu sed.

Yo tampoco entendía por qué te habían quitado la jarra de agua, y mucho menos comprendíamos tú y yo que dentro de  minutos estarías en la eternidad. Claro, me agrada haber podido hacerte ese favorcito, pero lamento que tu condición no permitía un buen trago de agua refrescante.

Pero, eso sí, doy gracias a Dios vez tras vez que en tu juventud habías bebido plenamente del agua de vida. No fue cosa de chupar gasa en una clínica, ni siquiera chupar de una religión o una superstición hueca. Fue que tomaste de Jesucristo, quien dijo, “Cualquiera que bebiera de esta agua, volverá a tener sed; mas el que bebiere del agua que Yo le daré, no tendrá sed jamás; sino que el agua que Yo le daré será en él una fuente de agua que salte para vida eterna”. Juan capítulo 4.

Hay muchos de quienes Dios dice, en boca del profeta Jeremías: “Me dejaron a Mí, fuente de agua viva, y cavaron para sí cisternas, cisternas rotas que no retienen agua”. Son las cisternas del rosario, o la farra, o la jactancia propia, o la santería, o el dinero, o los cultos modernos, o las buenas obras, o aun de la disolución.

Siempre me llama la atención que la Biblia habla del aliento de la vida física, y destaca que Jesús derramó su sangre en el Calvario, pero emplea el agua como figura de la vida eterna que fluye de fe en esa sangre.

Inclusive, del Espíritu Santo que entró en ti en el momento en que fuiste salva, Él dijo: “El que cree en Mí, como dice la Escritura, de su interior correrán ríos de agua viva”. Y agrega el apóstol: “Esto dijo del Espíritu que habían de recibir los que creyesen en Él”.

Yo no te vi salir de esta vida, pero lo esencial es que sé que habías recibido a Cristo y que el Espíritu estaba en ti. Tenías ya la vida eterna. Es que ahora la estás disfrutando más ampliamente.

Pero, hija, hay millones de personas, y aun en nuestra propia familia las hay, que no tienen esa “agua” que es el Salvador. Están chupando gasitas en vasito plástico. O sea, están cavando para sí cisternas rotas. Si su desespero no supera hoy por hoy el tuyo en la clínica, ¡lo hará en la condenación eterna!

Jesús empleó la figura de la sed al describir el estado de aquel incrédulo que “alzó sus ojos, estando en tormentos”. Su ruego fue (es): “Ten misericordia … moje la punta de su dedo en agua, y refresque mi lengua; porque estoy atormentado en esta llama”.

Para el lector de este folleto, cito las palabras de Cristo al final de la Biblia: “Al que tuviere sed, Yo le daré gratuitamente de la fuente del agua de la vida”. Y también las palabras finales del Espíritu Santo: “Ven. Y el que tiene sed, venga; y el que quiera, tome del agua de la vida gratuitamente”.

¿Cómo? Al creer, al recibir, al confiar, al aceptar, al tomar, al venir al Señor Jesucristo como solo y suficiente Salvador. Él murió, fue sepultado y resucitó precisamente para dar al lector lo que Él mismo llama el agua de la vida eterna. ¡Gratuitamente!

 

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