Leyendo día a día en Hebreos
Albert Leckie, Escocia
Day by day through the New Testament
Precious Seed Publications, Reino Unido
Introducción
Aun cuando no se nos informa quién escribió esta epístola, su mensaje deja más allá de toda duda quiénes la recibieron. La referencia a los padres, el tabernáculo y el día de la expiación confirma el título que conocemos. Tiene que haber una razón por la exclusión del nombre del autor, pero no debe ser motivo de contención.
Los dos temas de la Epístola son el sacerdocio de Cristo y su sacrificio. La Epístola se presta a comparaciones interesantes:
- capítulos 1 al 6 lo incompleto y lo completo;
- capítulos 7 al 10 lo temporal y lo eternal;
- capítulos 11 al 13 lo terrenal y lo celestial.
Como “palabra de exhortación”, 13.22, su mensaje es triple: vayamos adelante en el 6.1, acerquémonos en el 6.22 y salgamos en el 13.13; allí hay progreso, acercamiento y asociación.
Hay varios paréntesis en la Epístola, y en ellos el escritor desea probar al lector en cuanto a su fe, a ver si es cristiano o no. Los paréntesis principales son del 3.1 al 4.5; 5.11 al 6.20; 10.23 al 29. En aquellos tiempos primitivos había judíos que sentían atracción a Cristo y el cristianismo, pero sin que fuera más que una prolongación de sus creencias y prácticas judaicas. Ellos no estaban establecidos en el carácter una-vez-para-siempre del sacrificio de Cristo, ni el cumplimiento de los tipos (las figuras) del Antiguo Testamento, ni muchos otros asuntos.
Por lo tanto, en esta epístola no se trata la posibilidad de un debilitamiento en la fe del cristiano, ni que el cristiano vuelva al mundo. Se contempla más bien la posibilidad de que un judío, una vez atraído a Cristo y el cristianismo, vuelva a esos tiempos, y de esa manera niegue su cumplimiento en Cristo. Semejante iniciativa involucraría una renuncia de Cristo y su sacrificio. Muchos lectores de la Epístola hubieran sido guardados de gran dolor de corazón al haber comprendido esto. Hijo de Dios: puede ser que usted falle para con Cristo, pero Él nunca lo renunciará. Su fe tal vez se debilite, pero usted nunca la pierde.
Cuando a cierto creyente se le preguntó si «mejor» sería la palabra clave en Hebreos, él respondió: “¿Y qué de «perfecto» y «eterno»? Seremos mejores sólo al ser perfeccionados, y perfectos sólo en la eternidad”.
1.1 al 3
El Hijo de Dios
En tiempos pasados Dios habló en los profetas, en muchos lugares y maneras, pero cada revelación fue parcial e imperfecta. Ellos hablaron a los padres y a la nación entera, 1 Corintios 10.1, y no a los patriarcas, Romanos 9.5. Al fin de estos días ha hablado Dios, no sólo por medio de su Hijo, ni en el Hijo al estilo de los profetas, sino “en Hijo”. No el Hijo ni su Hijo, sino dando a entender que Dios ha hablado en Uno en este carácter, en Uno igual a él.
La revelación divina se ha completado. El Hijo no es sólo el mensajero sino el mensaje, y el mensaje es definitivo. Lo recibimos; Dios nos ha hablado. En tiempos de antaño se veía el sol levantarse lentamente hasta que, en estos postreros tiempos, ha alcanzado su meridiano en un cielo despejado, y nos regocijamos en su luz resplandeciente.
¿Pero quién es este Hijo que es objeto de la revelación definitiva? El futuro dará testimonio de su riqueza incalculable cual heredero designado; el pasado, a su poder creativo en hacer el universo; el tiempo presente, a su majestad trascendental, habiéndose Él sentado a la diestra de la Majestad en las alturas. La secuencia es significativa: primeramente la constitución de su herencia y después su obra creativa. Es apropiado que la mención de su herencia siga a la de ser Hijo en el 1.2, pero hay aquí un pensamiento más rico y profundo. Él fue constituido heredero antes de hacer los mundos, y por lo tanto “en él fueron creadas todas las cosas”, Colosenses 1.16.
¡Pero hay más! En el 1.3 aprendemos tres cosas: Qué es, qué hace y dónde está. Qué es Él, cual resplandor de la gloria divina (no hay nube de gloria ahora). Es la expresión colectiva de todo atributo de la Deidad, siendo la imagen misma de la sustancia de Dios, la representación perfecta del ser de Dios. Qué hace Él, quien sustenta todas las cosas con la palabra de su poder. Es el timonero de todo lo que hizo. Habiendo efectuado la purificación de nuestro pecado, pone la purificación al alcance de todos. Dónde está Él: se sentó a la diestra de la Majestad en las alturas. La gramática de las últimas dos afirmaciones del 1.3 revela que fue por sí mismo que hizo la purificación y por sí mismo se sentó.
1.4 al 14
Así está escrito
El escritor encuentra siete pasajes en el Antiguo Testamento para confirmar lo que ha venido diciendo acerca del Hijo de Dios. El Salmo 2 y 2 Samuel 7 confirman que Dios ha hablado “en Hijo”. Los Salmos 97, 104 y 45 hacen mención del Hijo como heredero de todo; el 102 habla del Hijo que hizo los mundos; y el 110 del que se ha sentado a la diestra de la Majestad en las alturas.
El versículo 5, como en todo caso donde se cita Salmo 2.7, hace referencia al nacimiento del Salvador. Luego fue en la madurez que heredó un nombre más excelente que el que era suyo eternamente. Con qué contentamiento habrá contemplado Dios aquel Niño Santo y dijo: “Mi Hijo eres tú”. 2 Samuel 7.14, citado en el 1.5, trata de la reciprocidad perfecta que existía siempre entre Padre e Hijo cuando el Hijo estaba aquí.
Salmo 97.7 conduce la mente a la manifestación futura: “Póstrense a él todos los dioses”. Cuando vino a Belén, fue dado como el Unigénito, pero al traerle de nuevo Dios, será como el Primogénito. Al ser dado Él como el Unigénito, los ángeles dirigieron sus alabanzas a Dios, Lucas 2.13,14; cuando Dios le trae de nuevo, dirigirá a su Hijo la adoración de todos los ángeles de Dios. ¡Qué día será aquel! ¡Los ángeles innumerables, Hebreos 12.22, adorando al Hijo! Salmo 104.4 y 45.6,7, citados en 1.7 al 9, anticipan su reino venidero, cuando Él, cual Dios inmutable, se sentará sobre su trono mientras los ángeles sean transformados acorde con su misión. Pero es hombre aún, y Dios le ha ungido por encima de sus contemporáneos.
Salmo 102.25 al 27, citado en los versículos 10 al 12, se refiere al fin, cuando Aquel que hizo los mundos, y ahora los sostiene, los fundirá. Aquel será el día de Dios, el día de la eternidad. Pero, cambiado todo, Él no cambia.
Salmo 110.1, citado en el versículo 13, termina este capítulo emocionante, presentando al Hijo de Dios sentado a la diestra de la Majestad, y en el 13 se sienta allí por decreto divino, hasta que sus enemigos estén a estrado de sus pies. El Hijo se sienta pero los ángeles son “despechados para servicio”, como lo expresa cierta traducción, y esos servidores atienden a los herederos de la salvación: ¡nosotros!
2.1 al 9
Ley y gracia
Los vv 1 al 4 pertenecen al capítulo 1. Ahora aprendemos por qué el escritor ha enfatizado la superioridad del Hijo de Dios sobre los ángeles. Es para proceder a comparar la ley y la gracia. En los vv 5 al 9 aprendemos la superioridad del Hijo el Hombre sobre los ángeles, a ser vista todavía en el mundo venidero.
Al comienzo del capítulo, “no sea que vayamos a la deriva”, la figura es la de una nave cuyos armares están sueltos y el ancla no puede detenerla, ilustrando un alma que no tiene el vínculo vital de la fe. “Si descuidamos”, o “si hemos sido negligentes”, de la gran salvación, contempla un acto deliberado después de haber hecho una profesión; es los primeros pasos de la apostasía. La pregunta es: “¿Cómo escaparemos?”
Se responde con contrastar la solemnidad de la ley y la certeza de juicio por desobediencia con la abundante grandeza del evangelio; e, implícitamente, la certeza del juicio por negligencia. La palabra dicha por ángeles es la ley. (“Vosotros que recibisteis la ley por disposición de ángeles, y no la guardasteis”, Hechos 7.53. “… la ley … fue ordenada por medio de ángeles en mano de un mediador”, Gálatas 3.19). Fue una palabra firme; cada violación tenía que ser castigada.
Si así fue de la palabra dicha por ángeles, cuánto más en el caso de esta “salvación tan grande”, ya que no depende simplemente de ángeles, sino de las tres Personas de la Deidad. El Señor ha hablado, Dios ha afirmado y el Espíritu Santo ha repartido.
En los vv 5 al 9 aprendemos que “el mundo venidero” no estará sujeto a ángeles sino al hombre, al Hijo del Hombre, Jesús. La cita del Salmo 8 tiene el fin de mostrar que el dominio que le fue confiscado a Adán será más que restaurado en el Hijo del Hombre en el mundo venidero. Jesús, coronado actualmente de gloria y de honra, es el aval de esto. No habrá nada que no esté puesto debajo de él; aun los ángeles, mayores en poder y fuerza que los hombres, 2 Pedro 2.11, estarán sujetos a él, aun cuando por un poco de tiempo Él fue hecho menor que ellos. Ahora podemos apreciar el futuro de Jesús; “nada … que no sea sujeto a él”, v. 8, en el pasado; “hecho por [sic] un poco menor que los ángeles”, v. 9, en el presente; “coronado de gloria y de honra”, v. 9.
Los ángeles adorarán al Hijo, 1.6; todas las cosas serán sujetadas al Hijo del Hombre, 2.8.
2.10 al 18
La encarnación
Aprendemos ahora de nuestro propio futuro, pasado y presente. Nuestro Capitán nos está conduciendo a gloria futura como hijos que somos. Nuestro Señor nos tomó como hermanos suyos al resucitar de entre los muertos, y nos atesora como hijos de Dios, cual obsequio de amor para él ahora. Todo esto está en los vv 10 al 13.
Si incluimos el v. 9 en esta sección, podemos observar tres pasos en la encarnación del Señor y también su propósito tripartito.
Primer paso, v. 9, “hecho un poco menor que los ángeles”. Ningún ángel ha podido asumir nuestro lugar, ya que ellos no mueren, Lucas 20.36. Por lo tanto damos gracias a Dios por Uno que, con miras al padecimiento de la muerte, estaba dispuesto a ser hecho menor que ellos.
Segundo paso, v. 14. Él participó de carne y sangre. Nuestro Señor no era una mera emanación de la Deidad, sino un verdadero hombre pero con una diferencia. Mientras que los hijos son participantes de carne y sangre sin voz y voto en el asunto, Él participó voluntariamente de la misma.
Tercer paso, v. 17, “en todo semejante a sus hermanos”. No sólo participó de carne y sangre, sino se hizo un ser tripartito; tenía espíritu, alma y cuerpo humanos.
El primer propósito de su encarnación, según se registra aquí, fue el de tratar con el diablo quien tenía el dominio sobre la muerte, v. 14. El diablo no tenía ni poder absoluto ni autoridad delegada irrestricta en esta materia, sino sólo la fuerza dada a ejercer aquel poder bajo permiso. Bendecimos a Dios que el diablo haya sido desactivado en este asunto en lo que a nosotros se refiere.
El segundo propósito, v. 19, fue el de expiar el pecado del pueblo. Gloria a Dios, ¡nuestros pecados han sido quitados, eliminados, para siempre!
El tercer propósito, v. 18, es que Él es poderoso para socorrer a los que son tentados. Gracias a Dios por Aquel que nos ayuda cuando estamos siendo tentados, cuando estamos bajo presión.
Así que, se ha atendido a Satanás, los pecados y la necesidad presente de los santos.
capítulo 3
El pecado de la incredulidad
Los hermanos santificados y los hijos que van rumbo a la gloria, vv 11, 10, son a la vez “santos, participantes del llamamiento celestial” e invocados a considerar al Hijo del capítulo 1 que Dios ha enviado cual Apóstol suyo y cual Sumo Sacerdote del capítulo 2 para representarles delante de él.
En los vv 1 al 6 el tema es la casa de Dios en el día presente. Moisés era siervo fiel en la casa de Dios y Cristo está sobre la casa como un Hijo. “El que hizo todas las cosas es Dios”, es una referencia indirecta a la deidad de Cristo. Si Moisés estaba en la casa de Dios, vv 2, 5, nosotros somos la tal casa, v. 6. Retener firme no es un medio de salvación sino simplemente una evidencia de tenerla.
El reposo de Dios en el futuro es el tema de los vv 7 al 19 y las tres menciones de “hoy” señalan la urgencia de examinarse el corazón — no la posibilidad de tener un corazón frío, sino uno errado, endurecido o malo. El problema podría ser muy arraigado; no se trata de un lapso temporal sino de un estado irreversible.
El ejemplo de la nación de Israel deja esto muy en claro. ¿De quién juró Dios en su ira que ellos no entrarían en su reposo? Fue de una nación que vio las obras a lo largo de cuarenta años pero persiguió con corazón endurecido. Fue una generación que siempre erraba de corazón y desconocía su proceder. El suyo era un corazón malo de incredulidad que se apartaba del Dios vivo.
No debe alarmarnos el llamado a los “hermanos” en los vv 12 y 13. Dios siempre se dirige a los hombres con base en su profesión hasta que se haya manifestado ser falsa. Así fue que Jesús trato con Judas Iscariote.
Los vv 16 al 19 presentan una serie de preguntas y respuestas. ¿Quiénes provocaron? Todos los que salieron de Egipto. ¿Con quiénes se disgustó? Con los que pecaron y murieron en el desierto. ¿A quiénes juró que no entrarían en su reposo? A los incrédulos. ¿Cuál fue su pecado? No una fe débil, sino la incredulidad de una nación apóstata.
capítulo 4
Temor y osadía
Los vv 1 al 13 concluyen el primer paréntesis de la Epístola y rematan el tema del reposo. No se ha realizado aún el reposo que estaba en la mente de Dios en la creación, repetida en la ley y después de un largo lapso en los Salmos también. Con todo, no obstante el fracaso de parte del hombre, la promesa del reposo está vigente: “queda un reposo para el pueblo de Dios”,
vv 1 y 9. Es futuro; la evidencia está en el v. 10: todavía no hemos cesado de nuestras propias obras. La experiencia del hombre en el Edén y en Canaán, vv 4, 8, anticiparon este reposo, pero muy débilmente. Pero Dios reposará en su amor una vez que todo esté acorde con su naturaleza santa, y el hombre reposará también; vv 1, 3, 5, 10.
Temamos, v. 1; procuremos, v. 11. Estas exhortaciones figuran contra el trasfondo del fracaso de Israel. “A nosotros se nos ha anunciado la buena nueva como a ellos”, v. 2, y aun cuando los mensajes eran diferentes, ambos ofrecían reposo. ¿En qué fallaron ellos? No oyeron con fe, y fue debido a la incredulidad, vv 2, 6, 11. Está especificada la única condición para entrar en este reposo: “los que hemos creído entramos”, v. 3, y el v. 11 hace un llamado: “Procuremos, pues, entrar en aquel reposo”, acaso uno caiga en el mismo ejemplo de incredulidad.
No es, entonces, una cuestión de fe débil o fuerte, sino de fe o falta de fe, y los vv 12, 13 presentan maneras importantes para probar nuestra fe: la Palabra de Dios y el ojo de Dios. El hijo suyo puede temer quedarse expuesto por esa Palabra y por ese ojo escrutador, pero no los evitará si reconoce su necesidad. Reposando ahora por fe en el Señor Jesús, el creyente está asegurado del disfrute del reposo eterno de Dios, un reposo en el amor divino.
En el v. 14 se recoge el tema del sacerdocio de Cristo, habiéndolo interrumpido después de 2.18. El creyente cuenta con todo lo necesario para quedarse firme. Tenemos un gran sumo sacerdote en el cielo en quien se combinan la humanidad y la deidad, v. 14. Lo que no tenemos es un sacerdote indiferente. Con base en el ministerio infalible del gran Sacerdote, tenemos el recurso del acceso irrestricto a un trono de gracia, con la misericordia y la gracia siempre disponibles para ayudar.
capítulo 5
Seleccionado y convocado
Ahora nuestro Señor figura como cumpliendo los dos requisitos esenciales para el sacerdocio: seleccionado de entre los hombres, v. 1, y llamado por Dios, v. 4.
En el Antiguo Testamento el sacerdote era seleccionado de entre hombres para el bien de los hombres, dedicándose a los sacrificios y a la compasión, vv 1, 2. Sacrificar involucraba la adoración (los dones) del pueblo y sus debilidades (los sacrificios por el pecado). La compasión no se manifestaba por ser un deber legal, sino como una obligación moral en vista de la debilidad del sacerdote mismo, cosa que le obligaba a sacrificar por sí mismo.
Era llamado de Dios, porque su oficio era un honor que uno no podía tomar para sí, pero si su sacerdocio era un honor concedido, el de Cristo era uno añadido, v. 5. El segundo salmo (citado en el versículo y ampliado en vv 7, 8) alude a la encarnación del Hijo de Dios, y confirma que nuestro Sumo Sacerdote fue seleccionado de entre los hombres. El Salmo 110 (citado en v. 6 y ampliado en v. 9) alude a su resurrección y confirma que fue llamado por Dios.
¡Qué Sumo Sacerdote es el nuestro! Seleccionado de entre hombres, sufrió toda prueba que podía embestir la Humanidad Santa, y las soportó todas. En los días de su carne, orando y llorando, clamaba a Aquel que podía salvarle de la muerte por resurrección una vez finalizados sus días de prueba. Convocado también por Dios en resurrección, Éste le saludó cual sacerdote para siempre quien no conocería interrupción ni tendría sucesor. A la vez ha venido a ser Autor de salvación eterna, y todos aquellos que son de la obediencia de la fe están asegurados de contar con un Sacerdote eterno y bendiciones eternas.
Sigue un paréntesis en la Epístola, 5.11 al 6.20, necesario antes de volver al tema de Mel-quisedec.
Los versículos 11 al 14 son una reprimenda. Aquellos hebreos habían progresado algo pero se habían vuelto “tardos para oir” y también necesitaban “leche”. Ellos asociaban con la ley lo que Cristo había introducido, dejando de reconocer que la ley no era más que los primeros principios del comienzo de los oráculos de Dios ahora vigentes. No eran niños espirituales en el sentido de 1 Corintios 3.1, 2 (“no pude hablaros como a espirituales, sino como a carnales, como a niños en Cristo”), sino niños dispensacionalmente en el sentido de Gálatas 4.3 (“cuando éramos niños, estábamos en esclavitud bajo los rudimentos del mundo”).
6.1 al 8
Nosotros, ellos, vosotros
Al observar un cambio en pronombres en este capítulo nos damos cuenta de que está dividido en tres: vv 1 al 3, profesión, vamos; vv 4 al 6, apostasía, sean renovados; vv 9 al 20, realidad, vosotros.
En los vv 1 al 3 el escritor se asocia con aquellos que habían sido atraídos a Cristo, entre quienes había ciertas personas en peligro de alejarse, 2.1, y se estaban alejando, 3.12. La exhortación del v. 1 es la de dejar y de proseguir adelante. Dejar los rudimentos (los principios elementales) de la doctrina de Cristo era para reconocer que el ministerio terrenal suyo era un comienzo que conducía a lo que Él aseguró en su muerte y resurrección, e ir adelante a la perfección de su enseñanza (la “madurez” del 5.14) era tener fe en el Salvador resucitado, el Autor de salvación eterna y el Sacerdote en perpetuidad.
Fallar era (i) echar de nuevo el fundamento antiguotestamentario del arrepentimiento de obras muertas y de fe en Dios; (ii) retener la doctrina de los bautismos y rehusar el solo bautismo; (iii) revertirse a la imposición de manos sobre tanto la gente como los sacrificios; (iv) afirmar una resurrección general y no una resurrección ecléctica; (v) temer un juicio eterno y no reposar en una salvación eterna.
En los vv 4 al 6 hay la posibilidad de la apostasía. Ninguna de las descripciones da a entender una conversión: (i) “una vez iluminados” es un alumbramiento mental, como en 10.26: “el conocimiento de la verdad”, y no el alumbramiento de 2 Corintios 4.6: “el conocimiento de la gloria de Dios”. (ii) “gustaron del don celestial”, así como aquellos de Lucas 4.22 que estaban maravillados de las palabras de gracia de Jesús. (iii) los partícipes del Espíritu Santo no eran poseedores (Se nos dice en Lucas 5.10 que Jacobo y Juan eran compañeros con Simón, y en 5.7 que hicieron señas a los compañeros que estaban en la otra barca. La segunda palabra griega traducida “compañeros” se usa aquí en Hebreos. Compartieron el mismo oficio, pero no el mismo negocio). (iv) “gustaron de … los poderes del siglo venidero” puede incluir un milagro de sanidad sin la conversión.
6.9 al 20
El ancla del alma
Recaer es un acto deliberado de deserción de parte de un cristiano nominal. El caso aquí es uno del judío que renuncia a Cristo después de haber hecho alguna forma de profesión. Una persona de estas no podría ser renovada al arrepentimiento ni la conversión por cuanto nunca había experimentado tal cosa. Habiendo cambiado de parecer en cuanto a Cristo en primera instancia, y luego revertido a su posición anterior, él declaraba que había buena razón para que Cristo fuera escarnecido y muerto, “crucificando de nuevo para sí mismo al Hijo de Dios”, v. 6.
Un hijo de fe nunca haría de esto. El efecto del evangelio se asemeja a la tierra que bebe el agua de lluvia; los resultados son diversos. La tierra que produce hierbas recibe beneficio y la tierra que produce abrojos “está condenada a la quema”: “a éstos ciertamente olor de muerte para muerte, y a aquéllos olor de vida para vida”, 2 Corintios 2.16.
Los vv 9 al 20 están dirigidos a aquellos cuyas obras de amor han evidenciado que son salvos, y para ellos van palabras de exhortación y estímulo. En vista de la esperanza futura, debemos ser diligentes, y debido a las aflicciones del presente no debemos ser perezosos sino pacientes. Abraham está presentado como ejemplo. Él recibió una promesa antes de haber nacido Isaac, Génesis 12.2, la cual fue confirmada por un juramento, 22.16. La promesa del v. 14 no fue cumplida hasta que Rebeca diera a luz a morochos a la edad de sesenta años.
La palabra de Dios, y el juramento de Dios en el cual confirmó su propia integridad, le permitieron a Abraham esperar pacientemente. ¿Qué era su estímulo (fortísimo consuelo) del v. 18? Fue por éstos, la palabra y el juramento, los cuales no admiten cambio, que ha hecho saber su propósito que tampoco admite cambio.
Habiendo huido a Cristo por refugio para aferrarnos a la esperanza de bendición en él, tenemos una esperanza que, aun invisible y celestial (dentro del velo), es un ancla fija para el alma. Jesús también ha entrado velo adentro a favor nuestro cual precursor y aval de nuestra entrada en un día glorioso. Mientras tanto vela allí por los intereses nuestros en su carácter de un Sumo Sacerdote según el orden de Melquisedec.
capitulo 7
El orden de Melquisedec
El tema de este capítulo está en el v. 11: “según el orden de Melquisedec … No … según el orden de Aarón”. El orden aarónico no perduró “debido a que por la muerte no podían continuar”, v. 23, pero Melquisedec era sacerdote para siempre, v. 24.
La grandeza de Melquisedec, sacerdote del Dios Altísimo, presentado como sin tener una genealogía y sin nacimiento y muerte, nos está presentado como un tipo del Hijo de Dios. Era superior a Abraham; recibió el diezmo de él y le bendijo. Era superior al sacerdote levítico; recibió el diezmo sobre una base voluntaria y no por mandamiento, como en el esquema levítico. Aquellos recibieron diezmos y murieron, pero Melquisedec vive (figurada-mente). Leví, cuando todavía en los lomos de Abraham, le pagó el diezmo a Melquisedec cuando Abraham lo hizo.
Surgió la necesidad de otro sacerdocio debido a que eran imperfectos y provisorios tanto el sacrificio como la ley, vv 11, 19. Por dos razones el sacerdocio de nuestro Señor requería un cambio en la ley concerniente a los sacerdotes. Él procedió de Judá y no de Leví. El sacerdocio suyo cuenta de una vida sin fin, mientras que el levítico dependía de la ley del mandamiento carnal con su exclusión de las deformaciones físicas y con la muerte predeterminada.
Los sacerdotes levíticos, cuyo llamamiento era temporal, fueron con-stituidos sin un juramento definitivo. Aquello admitía cambios, pero por cuanto nuestro Señor es un sacerdote por juramento, no puede haber cambio, vv 20, 21. Nos favorece ahora una esperanza superior.
capítulo 8
En algún lugar y con alguna cosa
Reflexionamos ahora acerca de nuestro Señor como el ministro del verdadero tabernáculo, vv 1 al 5, y el mediador de un mejor pacto, vv 6 al 13.
Habiendo sido escogido de entre hombres y convocado por Dios, como leemos en el capítulo 5, es preciso que Él tenga ahora dónde oficiar, vv 1, 2, y algo que ofrecer, vv 3, 5. Los sacerdotes terrenales ofrecen aportes según la ley y sirven en lo que es una copia y una sombra de cosas celestiales. Nuestro Sumo Sacerdote es un ministro del verdadero tabernáculo cuyo patrón le fue mostrado a Moisés.
Habiéndose ofrecido a sí mismo una vez por todas, ahora está en la presencia de Dios con base en el valor eterno de aquel sacrificio. Esto también hace que su sacerdocio sea único; está sentado y está sirviendo, vv 1, 2.
Nada se sabía de un sacerdote sentado, pero ahora Él está sentado donde nunca se sentó un ángel, 1.13. Aquí, entonces, está el punto principal: el Sumo Sacerdote que tenemos es el Hombre del oprobio del madero que ahora está sentado en el trono de la Majestad celestial, y en toda la eficacia de su sacrificio de valor eterno. Aarón ha sido eclipsado.
Él es también el mediador de un mejor pacto establecido sobre mejores promesas, v. 6. El primer pacto era un contrato entre Dios y los padres. Sus promesas dependían del cumplimiento con las condiciones pero los padres no prosiguieron en obediencia, aun cuando Dios les tomó por la mano, v. 9. El hombre no es una parte del pacto nuevo, sino lo es la casa de Israel y la casa de Judá, v. 8. Dios asume toda obligación y por ende las condiciones no son “harás”, como en el primer pacto, sino “haré”, vv 10 al 12. ¡Es superior!
¿Pero qué promesas mejores? Las leyes de Dios serán puestas en su mente renovada para conocerlas y practicarlas, escritas sobre corazones purificados para amarlas; las promesas reposarán sobre lo que Dios mismo será para su pueblo, v. 10. Todos le conocerán en sí mismos debido a la unción del Espíritu Santo. Dios será propicio a su injusticia, y de ninguna manera se acordará de sus pecados e iniquidades, v. 12.
Cual mediador de este pacto superior, nuestro Señor vive para que el hombre disfrute de sus mejores promesas. El primer pacto está caduco y Moisés ha sido eclipsado. Si bien Israel es el beneficiario en este capítulo, veremos en el capítulo 10 que nosotros disfrutaremos de las mejores promesas.
9.1 al 10
Un santuario terrenal
Leemos ahora del carácter temporal y limitado de la ceremonia bajo el primer pacto, descrita como un servicio divino y un santuario terrenal. Los vv 2 al 5 describen ese santuario terrenal, los 6, 7 el servicio divino y los 8 al 10 concluyen el párrafo.
El tabernáculo era “un santuario de este mundo” en su localidad que, una vez erigido, consistía en dos dependencias, divididas por un velo, cada una con sus muebles correspondientes. La primera era el santuario, o lugar santo, y la otra el lugar santísimo, o santo de los santos. La referencia al incensario de oro, sin mención del altar de oro, nos hace pensar que en el día de expiación el incensario vinculaba el lugar santo con el santísimo. La expresión “el cual tenía” en el v. 4, y no “en”, como en el v. 2, hace entender que el arca de oro no tenía un lugar fijo en el lugar santo.
Los vv 6, 7 nos explican que en el servicio divino los sacerdotes entraban siempre en el lugar santo, tanto cada mañana para limpiar las lámparas como cada tarde para quemar incienso, y cada sábado para reponer los panes. El sumo sacerdote entraba una vez al año, portando sangre siempre, para sacrificar por sí y por los yerros del pueblo.
La conclusión en los vv 8 al 10 era que este santuario, mientras estuviera en pie, contaba con cierto significado pero no manifestaba el camino de acceso al lugar santísimo que es el cielo. Al hablar en el v. 8 del primer taber-náculo, obviamente se alude a la estructura entera, y no como en el v. 6. La palabra para “lugar santísimo” en el v. 8 no es la del v. 3, pero sí es la del 10.19 y por ende se refiere al cielo. Los dones y sacrificios del servicio divino, v. 9, nunca podían dar paz a la conciencia.
El v. 9 habla del tiempo presente, o “el tiempo de poner las cosas en orden”. ¡Cuán privilegiados somos nosotros! El tabernáculo ha servido su función en la práctica pero no en el alumbramiento: es ahora que está manifestado el camino al santísimo. Los sacrificios y las ordenanzas de la carne, impuestos como una carga, han servido su propósito temporal, y ahora las cosas han sido puestas en orden; tenemos la conciencia tranquila. ¡Pero más de esto más adelante!
9.11 al 28
Ya presente Cristo
Los vv 11 al 23 tratan específicamente del judío. Obsérvese la referencia a las obras muertas en el v. 14 y las transgresiones bajo el primer pacto en el v. 15. En vv 11, 12 véanse al Sumo Sacerdote Cristo cual cumplimiento de la tipología del tabernáculo y el lugar santo. Su propia sangre es de tal valor que Él ha entrado en el lugar santo una vez por todas porque es eterna la redención que ha realizado. Por esto no tiene que entrar cada año.
En los vv 13 al 15 encontramos al mediador del pacto nuevo, por cuya sangre la conciencia puede ser limpiada y por cuya muerte se puede recibir la promesa de una herencia eterna. En contraste con los sacrificios ignorantes, involuntarios de animales físicamente perfectos, el sacrificio de Cristo era inteligente (el Espíritu eterno), voluntario (se ofreció a sí mismo) y moralmente perfecto (sin mancha), v. 14.
La sangre derramada de animales procuró una santidad externa, v. 13, pero la de Cristo una limpieza interna. El carácter retrospectivo de la muerte de Cristo le vindicó a Dios en su trato con las transgresiones bajo el primer pacto, de manera que antes y después del Calvario los judíos reciben la promesa de una herencia eterna, v. 15.
En los vv 18 al 23 volvemos al primer pacto y el rociamiento de sangre. Parece que se agrupan diversas ocasiones del rociamiento para enfatizar que era un elemento esencial en el trato de Dios con Israel: en el v. 19 Dios mora entre ellos, Éxodo 24, y viaja con ellos, Números 19; en el v. 21 es para que le sirvan, Éxodo 29, Levítico 8.
Tres apariciones están en los vv 24 al 28:
- En el v. 24 Cristo se presenta ahora ante la faz de Dios por nosotros en la eficacia de su sangre derramada. (Esto es el sumo sacerdote en el lugar santísimo cuando hace expiación por su familia, Levítico 16.11, 14).
- En el v. 26, una vez en la consumación de los tiempos, Él se ha manifestado para quitar
el pecado. (Esto es el sacrificio ofrecido en Levítico 16. 11, 15). - En el v. 28 “aparecerá por segunda vez sin relación con el pecado, para salvar”, una referencia a su manifestación futura para la salvación de Israel.
capítulo 10
Israel, creyente y apóstata
En los vv 1 al 14 queda abolido el antiguo orden de santificación y queda establecido el sacrificio de Cristo. Aquellos sacrificios antiguos no expresaban en sí la voluntad de Dios ni le agradaban. Su ineficacia estaba manifiesta en su repetición diaria y anual. La paz de conciencia era desconocida y la culpa del pasado seguía latente; no se gozaba de confianza en cuanto al futuro y el oferente nunca era perfeccionado.
El Hijo de Dios ofreció su cuerpo, realizó la voluntad del Padre y procuró nuestra salvación, vv 6 al 10. Habiéndose ofrecido una sola vez, se ha sentado para siempre y ahora los santificados están perfeccionados para siempre, vv 10 al 14.
En los vv 15 al 25 los creyentes de nuestros tiempos son los beneficiarios del nuevo pacto. No se hace mención aquí de Israel y Judá, como en el capítulo 8. Aquel capítulo habla del pacto “con ellos”, 10.16, pero éste habla del mensaje del Espíritu para “nos”, 10.15. Por cuanto “no hay ofrenda por el pecado”, ni Dios se acuerda más de las transgresiones, y nosotros nos avanzamos en adoración, vv 17 al 22, anticipando confiadamente y manteniendo firme la profesión de nuestra esperanza, sin dejar de interesarnos por los demás, vv 23 al 25.
En los vv 26 al 39 aprendemos el verdadero carácter del apóstata. Él ha recibido un conocimiento de la verdad y ha sido alumbrado pero peca adrede y es un adversario. El escritor descarta de hecho una debilidad o un lapso temporal, enfatizando el hábito y la osadía de uno que ha rechazado deliberadamente al dar la espalda al solo Sacrificio. Dios no tiene otra cosa que ofrecer y el juicio es inevitable, vv 26, 27. El haber despreciado la ley de Moisés significa la muerte sin misericordia ante dos o tres testigos, pero pecar deliberada-mente conlleva un castigo mucho más severo, porque los testigos aquí en los vv 28, 29 son las tres Personas de la Deidad.
¿Puede ser posible que ellos habían sufrido pérdida en vano, habiendo sido alumbrados y habiendo aceptado que tenían una sustancia mejor y más duradera? Todo era asunto de vivir por fe o echar para atrás. El “poquito” (de tiempo) hasta que Él viniera es la prueba de fe. Si el israelita “se acerca”, v. 1, el creyente “entra”, v. 19, y el apóstata “retrocede”, v. 38.
capítulo 10
Entrar y acercarse
El israelita, tema de los vv 1 al 14, nunca alcanzaba la dichosa condición de “no … más conciencia del pecado”, v. 2. Pero para el creyente, vv 15 al 25, no hay — no se requiere — “más ofrenda por el pecado”, v. 12. Para el apóstata, vv 26 al 38, no se puede ofrecer “más sacrificio por los pecados”, v. 26.
La obra de Cristo está a la vista en los vv 11 al 14. Habiendo ofrecido un solo sacrificio, voluntario y vicario, nuestro Señor se sentó en perpetuidad con base en esa obra terminada, en un lugar que deja entrever claramente que había sido aceptado. Sus enemigos están todavía por ser subyugados y mientras tanto sus amigos, en lo referente a sus pecados, están perfeccionados en perpetuidad.
El testimonio del Espíritu Santo es el tema de los vv 15 al 18. Él testifica a un pacto nuevo muy diferente al antiguo, que requería una memoria continua de pecados, v. 3. Hoy día el creyente disfruta de una remisión de pecados plena y perpetua; el Espíritu le dice: “Nunca más me acordaré de sus pecados y transgresiones”, v. 17.
La adoración de los santos es lo que vemos en los vv 19 al 22. En virtud de la obra de Cristo, y el testimonio del Espíritu a la remisión de pecados, Dios nos invita ahora a entrar en el lugar santísimo y hacerlo con plena confianza, vv 19, 22. Esta confianza es resultado de un perdón absoluto y una aceptación ilimitada. Entramos por una vía recién ofrecida y viva; no sólo está siempre presente la eficacia del Sacrificio, sino que no hay ninguna amenaza de muerte para los que entran.
Entramos debido a una obra consumada: “la sangre de Jesús”, v. 19; nos acercamos debido a una obra en progreso: “un gran sacerdote”, v. 21. El apóstata retrocede, el creyente se acerca; el apóstata tiene un corazón malo de incredulidad, 3.12, pero el creyente un corazón “verdadero” que responde en “plena certidumbre de fe”. El v. 22 enseña la sangre para nuestra culpa y el agua para nuestro renacimiento — cosa que ningún sacerdote hubiera atrevido hacer.
capítulo 11
El justo por la fe vivirá
La edad antediluviana, vv 1 al 7: La fe como sustituto de la esperanza, tan necesaria para los judíos convertidos, no era algo nuevo, como se ve por el ejemplo de Abraham en vv 9, 10. Tampoco lo era lo invisible, vv 7, 13 y 27. Además se había experimentado alcanzar un “buen testimonio”, vv 4, 5 y 39. Después de esta introducción, tenemos la fe que reconoce a un Dios Creador y luego la fe que se expresaba en agradar a Dios y resultó en la separación del mundo.
La edad patriarcal, vv 8 al 22: Si Noé se hizo heredero de una posición, Abraham se hizo heredero de un lugar. En Abraham vemos la obediencia de la fe y en Sara su reconocimiento. En los vv 13 al 16 hay la fe que rehúsa retroceder. Si ella consideró que Dios era fiel y recibió a un hijo, Abraham consideró que Dios era poderoso y él también recibió al hijo, vv 17 al 19.
Leemos luego de la bendición de la fe, las “cosas venideras”, y su alcance, “cada uno de los hijos de José”. En los vv 21, 22 la fe en la promesa de Dios no mengua en la muerte; Jacob adoró cuando le fue prometida sepultura en Canaán, y José mandó que él mismo fuese sepultado allí.
La servidumbre egipcia, vv 23 al 29: Ahora vemos que la fe es más fuerte que el temor. Los padres de Moisés no temían la orden real, ni temía Moisés la ira real. En el v. 28, en relación con la pascua, había seguridad y en el 29, en la salida, había separación.
La tierra de Canaán, vv 30 al 40: Dos incidentes asociados con la fe describen la entrada de Israel en Canaán: los muros cayeron y la mujer no pereció. Una vez identificadas las personas señaladas por fe en los días de los jueces y la monarquía, sigue una mención de hazañas maravillosas de la misma. En los vv 33, 34 vemos sus éxitos, en el 35 su sufrimiento y en 36 al 38 la fe en lo que parecía ser la derrota.
Los dos versículos finales nos proporcionan una conclusión humillante. Aquellos nobles del Antiguo Testamento, cuya fe nos deja avergonzados, no serán perfeccionados sin nosotros, y no es lo menos la gloriosa posibilidad de ser nosotros arrebatados en cuerpos de gloria, sin morir.
12.1 al 11
Jesús nuestro ejemplo y estímulo
La carrera, vv 1, 2: Debemos fijarnos en Jesús, nuestro Ejemplo, donde Él está ahora. El gozo estaba puesto delante de él, pero en cambio la carrera está puesta delante de nosotros. Se requiere aguante; Jesús sufrió la cruz y nosotros debemos correr con paciencia (persistencia).
Estamos rodeados de testigos y estorbados por pecado, de manera que la necesidad es doble.
Primeramente, no nos ocupemos de aquellos héroes de la fe del capítulo 11 que alcanzaron buen testimonio con base en la fe, sino ocupémonos de Jesús que comenzó y terminó la senda de fe sin fallar. Fijemos el ojo en Aquel que, por el gozo puesto delante de él, soportó la crucifixión, menospreció el oprobio y se sentó a la diestra de Dios, no en virtud de su obra terminada como en el 10.12, sino de una carrera finalizada.
En segundo lugar, debemos poner a un lado todo impedimento y el pecado que asecha: el de abandonar la carrera. Para los hebreos, el peligro era su asociación de por vida con un santuario terrenal y sus rutinas que se cumplían por vista y no por fe.
La disciplina, vv 3 al 11: Para nuestro estímulo, le consideramos tal como era aquí. Es significativo que se dice que la oposición nuestra viene del pecado cuando para él venía de los pecadores. De nuevo la necesidad es la de la persistencia, y debemos notar que tenemos que soportar la disciplina, mentiras que Jesús tuvo que soportar la contradicción.
La disciplina es la instrucción parental y la corrección de un niño. Sin embargo, el papel de Dios difiere de aquel de nuestros padres terrenales. Estamos bajo su jurisdicción por un lapso breve, cuando nos castigan según les parezca apropiado. No son infalibles, pero con todo les veneramos. El castigo divino, del Padre de nuestros espíritus, es siempre para provecho. Él no se equivoca, ¿y por esto no debemos estarle sujetos?
La fuente de la disciplina es el Señor, v. 5; los recipientes son hijos, v. 7; el alcance es que todos somos participantes, v. 8. Son cuatro las respuestas mencionadas:
- menospreciar, v. 5, o no prestar la debida atención al porqué
de la disciplina - desmayar, v. 5, o darse por vencido debido al fracaso
- soportar, v. 7, o soportar la prueba con miras a aprender la lección
- ejercitarse, v. 11, o tomar la cosa en serio así como un acróbata
que domina todo músculo
El Señor es la fuente, v. 5; el amor el motivo, v. 6; nuestro provecho el objetivo, v. 10.
12.25 al 29
Sinaí y Sion
Los vv 12 al 17 concluyen la sección bajo consideración y a la vez presentan la siguiente. Para ayudar al débil, uno tiene que levantar las manos caídas, fortalecer las rodillas endebles y enderezar la senda por dónde camina. Para ver al Señor, uno debe proseguir la paz y la santificación.
Se precisa de vigilancia, acaso haya entre los débiles un apóstata que no tiene la gracia de Dios y ha sido envenenado por una raíz de amargura. Esaú, quien renunció la bendición por un poco de comida, figura como ejemplo de un apóstata que optó por lo temporal en vez de lo eternal. No obstante sus lágrimas, Esaú descubrió por su elección deliberada que su padre no podía arrepentirse; irrevocablemente, la bendición era para Jacob.
Para dejar expuestas la necedad y la gravedad de la apostasía, los vv 18 al 21 nos explican qué es el cristianismo y los vv 22 al 24 explican qué no es. Apostatarse era retroceder a lo palpable, a la ley con la muerte y los juicios tan temerosos que el Sinaí proyectaba. El creyente no ha venido a esto sino a un monte simbólico de la constitución de un reino en Cristo.
Los vv 22 al 24 presentan la gran edad futura del reino, y por fe el creyente ha venido ya. Hay una ciudad celestial que Abraham esperaba; una congregación universal de huestes innumerables de ángeles; la asamblea general de aquellos inscritos en el cielo que comparten la primogenitura; Dios con todo bajo sus escrutinio; las santos del Antiguo Testamento perfeccionados ya; Jesús el mediador del pacto nuevo para Israel y Judá sobre la tierra; y la sangre rociada que asegura bendiciones terrenales.
El apóstata, una persona profana, escoge lo que es palpable y pierde el derecho a lo que es de fe. Si no había escape para aquellos que rechazan los oráculos del Sinaí, menos habrá para aquellos que rechazan los oráculos del cielo que ofrecen una redención eterna. Los temblores del Sinaí no pueden ser comparados con un sacudimiento futuro cuando se quitará todo lo que no es de Dios y quedará un reino sempiterno. Esto no es algo que el creyente teme, sino una promesa que atesora; es la constitución de la creación nueva. Sin embargo, teniendo presente el carácter de Dios, procuramos servirle ahora con gracia, reverencia y temor.
capítulo 13
Establecidos con gracia
vv 1 al 6, prácticos: El amor hermanable es hospitalario, y no debemos olvidarlo. Simpatía: acordarnos también de los presos. Pureza: man-tengamos honroso el matrimonio. Contentamiento: guardemos “sin rastro del amor del dinero”, contentos con lo que tuviéramos.
vv 7 al 17, doctrinales: Jesucristo sigue fiel cuando se van los líderes fieles. La gracia estabiliza cuando hay peligro de zozobra. Tenemos un altar que no es tangible ni visible. Es el Calvario y descarta a los que todavía sirven al tipo del Antiguo Testamento.
El padecimiento de Cristo puerta afuera era un cumplimiento del sacrificio por el pecado que no se comía sino se quemaba. El lugar de su sufrimiento no sólo cumplió un tipo sino también significó el fin de todo lo que representaba el campamento de Israel. Todos los que hoy día están separados, puestos aparte para Dios, son puestos aparte del judaísmo y lo que corresponde a ello en estos tiempos.
Para el judío convertido, el reproche era seguro, pero era el reproche de Cristo. No había nada duradero aquí, aun Jerusalén sería destruida dentro de poco, pero una ciudad celestial estaba asegurada. Le correspondía a ese judío un sacrificio doble — un corazón que expresaba su gozo continuamente a Dios por medio de Cristo, y su bondad para con los hombres. Él contaba también con líderes que velaban por su alma. Lo que era suyo por gracia es nuestro también.
vv 18 al 25, exhortativos: El que escribe solicita la oración, reconociendo que el pueblo de Dios le necesita y confiando que su conciencia y conducta hayan sido dignos de este solicitud. Él oro por ellos también, que sean perfeccionados en toda buena obra de gracia para hacer la voluntad de Dios como está declarada en esta Epístola, y a la vez que Dios efectuara en ellos por medio de Jesucristo lo que a él le agrade.
Si, una vez que Dios había vuelto a traer a sus padres del Mar Rojo, con Moisés y Aarón como sus pastores (Isaías 63.11), este Dios de paz también había resucitado de los muertos al Señor Jesús como su Gran Pastor. Si, una vez que sus padres habían sido traídos del Mar Rojo, les fue dado un pacto de condenación, entonces su Gran Pastor había sacado de la muerte un pacto eterno, ratificado en su propia sangre, que les aseguraba la bendición eterna.
Comparada con lo que se ha podido escribir, la Epístola a los Hebreos era tan sólo unas pocas palabras.
El sacerdocio en la Epístola a los Hebreos
D.R.A.
VerSi tuviéramos tan sólo la Epístola a los Hebreos, y nada supiésemos de lo dicho en los libros de Moisés, todavía podríamos aprender los detalles que siguen acerca del sacerdocio en los tiempos del Antiguo Testamento y cómo es ilustración de grandes verdades para el tiempo presente.
Este escrito es una recopilación de frases y versículos. Se ha cambiado la secuencia en que los pasajes figuran en la Epístola, pero dejando la repetición de ideas que encontramos en Hebreos. Nada se ha añadido, salvo frases cortas para unir los trozos.
La Epístola a los Hebreos hace mención específica del sumo sacerdote en cada uno de sus capítulos desde el 2 hasta el 10, inclusive, y alude al sacerdocio en los cuatro capítulos restantes.
Hasta Moisés
Por la fe Abel ofreció a Dios … excelente sacrificio … dando Dios testimonio de sus ofrendas, 11.4.
Melquisedec, rey de Salem, era sacerdote del Dios Altísimo … Su nombre significa primeramente Rey de justicia, y también Rey de paz. Era sin padre, sin madre, sin genealogía. No tiene principio de días, ni fin de vida, sino, hecho semejante a Hijo de Dios, permanece sacerdote para siempre, 7.1
al 3.
Abraham le dio los diezmos de todo. Él bendijo a Abraham quien tenía las promesas. En esto Abraham, el menor, fue bendecido por Melquisedec, el mayor. 7.1 al 7.
Por la fe Abraham … ofreció a Isaac, 11.17. Por la fe Jacob … adoró, 11.21. Por la fe [Moisés] celebró la pascua y la aspersión de la sangre, 11.28.
Nada perfeccionó la ley, 7.18
Los sacerdotes levíticos en general —
Sin juramento fueron hechos sacerdotes, 7.21, conforme a la ley del mandamiento acerca de la descendencia, 7.16. Debido a la muerte, no podían continuar, 7.23.
Estos sirven a lo que es figura y sombra de las cosas celestiales, 8.5. En la primera parte del tabernáculo entraban los sacerdotes continuamente para cumplir los oficios del culto, 9.6, día tras día ministrando y ofreciendo muchas veces los mismos sacrificios, que nunca pudieron quitar los pecados, 10.11. Casi todo es purificado, según la ley, con sangre; y sin derramamiento de sangre no se hace remisión, 9.22.
A la vez, ellos tenían mandamiento de tomar diezmos de sus hermanos de “hombres mortales” 7.5,8.
El sumo sacerdote en Israel —
La ley constituía sumos sacerdotes a débiles hombres, 7.28. Nadie toma para sí esta honra, sino el que es llamado por Dios, como lo fue Aarón, 5.4. Todo sumo sacerdote tomado de entre los hombres fue constituido a favor de los hombres en lo que a Dios se refiere para que presente ofrendas y sacrificios por los pecados, 5.1. Los cuerpos de aquellos animales cuya sangre a causa del pecado es introducida en el santuario por el sumo sacerdote, son quemados fuera del campamento, 13.11.
Este sumo sacerdote tenía que mostrarse paciente con los ignorantes y extraviados, puesto que él también estaba rodeado de debilidad, 5.2. Por causa de ella debía ofrecer cada día por los pecados, tanto por sí mismo como también por el pueblo, 5.3, 7.27.
Además, entraba el sumo sacerdote en el Lugar Santísimo cada año con sangre ajena, la cual ofrecía por sí mismo y por los pecados de ignorancia del pueblo, 9.7. Daba el Espíritu Santo a entender con esto que aún no se había manifestado el camino al Lugar Santísimo, 9.8. Fue bajo el sacerdocio levítico que el pueblo recibió la ley, pero no por él vino la perfección; había la necesidad que se levantara otro sacerdote, 7.11.
El gran sumo sacerdote sobre la casa de Dios, 10.21
El nombramiento del gran sacerdote —
Está ya presente Cristo, sumo sacerdote de los bienes venideros, 9.11. Tampoco Cristo se glorificó a sí mismo haciéndose sumo sacerdote, 5.5.
Cristo Jesús es el apóstol y sumo sacerdote de nuestra profesión, y es fiel al que le constituyó, 3.1,2. Declarado por Dios, es sacerdote para siempre según el orden de Melquisedec, 5.6,10, 7.17,20. Se levantó a semejanza de Melquisedec, 7.15, según el poder de una vida indestructible, 7.17. Por cuanto permanece para siempre, tiene un sacerdocio inmutable, 7.24. La palabra del juramento, posterior a la ley, constituye sacerdote al Hijo, hecho perfecto para siempre, 8.28. Le fue dicho: “Tú eres mi Hijo, Yo te he engendrado hoy,” 5.5.
Cambiado el sacerdocio, necesario es que haya también cambio de ley; y aquel de quien se dice esto, es de otra tribu, de la cual nadie sirvió al altar, 7.12,13. Nuestro Señor vino de la tribu de Judá, de la cual nada habló Moisés tocante al sacerdocio, 7.14.
El sacrificio del gran sacerdote —
Todo sumo sacerdote está constituido para presentar ofrendas y sacrificios; por lo cual es necesario que también éste tenga algo que ofrecer, 8.3. En cuanto al ofrecer sacrificios por los pecados del pueblo, esto lo hizo un vez para siempre, ofreciéndose a sí mismo, 7.27.
Cristo fue ofrecido una sola vez para llevar los pecados de muchos, 9.28. Con una sola ofrenda hizo perfectos para siempre a los santificados, 10.14. Mediante el Espíritu eterno se ofreció a sí mismo sin mancha a Dios … es mediador de un nuevo pacto, para que … los llamados recibiesen la promesa de la herencia eterna, 9.14,15. Jesús, para santificar al pueblo mediante su propia sangre, padeció fuera de la puerta, 13.12. Jesús [es] el Mediador del nuevo pacto, y a la sangre rociada que habla mejor que la de Abel, 12.24.
Él entró por nosotros dentro del velo como precursor, 5.20, habiendo efectuado la purificación de nuestros pecados por medio de sí mismo, 1.3. Por su propia sangre entró una vez para siempre en el Lugar Santísimo, habiendo obtenido eterna redención, 9.12. Tenemos tal sumo sacerdote, el cual se sentó a la diestra del trono de la Majestad en los cielos, ministro del santuario, y de aquel verdadero tabernáculo que levantó el Señor, 8.1,2.
Cristo aparecerá por segunda vez, sin relación con el pecado, para salvar a los que le esperan, 9.28. Él está esperando hasta que sus enemigos sean puestos por estrado de sus pies, 10.13.
El ministerio del gran sacerdote —
Mejor ministerio es el suyo, por cuanto es tanto fiador, 7.22, como mediador de un nuevo pacto, establecido sobre mejores promesas, 8.6.
Él debía ser en todo semejante a sus hermanos, para venir a ser misericordioso y fiel sumo sacerdote en lo que a Dios se refiere, para expiar los pecados del pueblo, 2.17. Pues en cuanto Él mismo padeció siendo tentado, es poderoso para socorrer a los que son tentados, 2.18. Este gran sumo sacerdote que traspasó los cielos es Jesús el Hijo de Dios, 4.14.
Él puede salvar perpetuamente a los que por él se acercan a Dios, viviendo siempre para interceder por ellos, 7.25. Puede compadecerse de nuestras debilidades, ya que fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado, 4.15. Tal sumo sacerdote nos convenía: santo, inocente, sin mancha, apartado de los pecadores y hecho más sublime que los cielos, 7.26.
Los privilegios del creyente ahora —
Tenemos un altar, del cual no tienen derecho de comer los que sirven al tabernáculo, 13.10. Con la introducción de una mejor esperanza, nos acercamos a Dios, 7.19.
Así que, hermanos, teniendo libertad para entrar en el Lugar Santísimo por la sangre de Jesucristo, por el camino nuevo y vivo que Él nos abrió a través del velo, esto es, de su carne, y teniendo un gran sacerdote sobre la casa de Dios, acerquémonos con corazón sincero, en plena certidumbre de fe, purificados los corazones de mala conciencia, y lavados los cuerpos con agua pura, 10.19 al 22.
Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro, 4.16. Ofrezcamos siempre a Dios, por medio de él, sacrificio de alabanza, es decir, fruto de labios que confiesan su nombre, 13.15.