Las teorías de la kenosis (#828)

Las teorías de la “kenosis”

 Arrugas nuevas en una herejía vieja

R.E. Harlow; 1982
Everyday Publications / Editorial Discípulo

Omnisciencia

                                Omnipotencia

                                Impecabilidad

                                Una persona, dos naturalezas

 

Kenosis es un término teológico que proviene de la palabra griega ekenosen (verbo) de Filipenses 2.7, traducida “se despojó”. “… siendo en forma de Dios, … se despojó a sí mismo …” Kenosis es empleado para referirse a lo que algunos enseñan erróneamente al afirmar que nuestro Señor se despojó de su divinidad en la encarnación.

 

Las teorías de la kenosis son presentadas y promovidas por los que quieren probar que el Señor Jesucristo fuera menos que, o distinto a, Dios. Se basan sobre una traducción de Filipenses 2.7. Sin duda, toda variedad de este tema ya ha sido plenamente explotada por aquel que dijo al Señor, “Si eres Hijo de Dios …” En este librito comentaremos tres de esas teorías, las que tienen que ver con las alegadas limitaciones de la omnisciencia, la omnipotencia y la santidad del Señor.

No dudo de que algunos pensarán que la palabra herejía es demasiado fuerte. Básicamente, este término significa lo que divide, eso es, lo que divide el pueblo del Señor. La raíz de esta palabra significa escoger, pero no en el sentido de opciones legítimas, sino en el de egoísmo y preferencias personales que resultan en partidismo. En 2 Pedro 2.1 podemos observar el resultado final, donde falsos maestros introducen herejías destructoras.

Así que, lo que comienza como una opinión, conjetura o enseñanza opcional (“una contribución valerosa a la cristología”) a menudo puede conducir a otra división en la Iglesia. Si la persona insiste, puede hallarse difundiendo herejía como un falso maestro. Esperamos que algunos hombres, enseñados por el Espíritu, rechacen a tal persona después de dos amonestaciones, según enseña Tito 3.10. Esto podría ser sencillamente porque ha dividido la asamblea, sin probar definitivamente que no traía la doctrina de Cristo según 2 Juan 9 al 11.

Omnisciencia

 

Dios es omnisciente. Lo sabe todo. Esta doctrina se basa de forma definitiva sobre las Escrituras.

Los pensamientos:       Dios sabía que todo designio de los pensamientos del corazón de ellos era de continuo solamente el mal, Génesis 6.5. Sabía la integridad del corazón de Abimelec, Génesis 20.6. Conocía los pensamientos del pueblo de Israel, lo que se proponían de antemano, Deuteronomio 31.21. Conocía el corazón de Saúl,
1 Samuel 16.7.

Él escudriña los corazones de todos, y entiende todo intento de los pensamientos,
1 Crónicas 28.9. Ve y sabe los secretos del corazón, Salmo 44.21. Entiende desde lejos nuestros pensamientos, Salmo 139.2. Entiende las cosas que surgen a nuestro espíritu, todas ellas, Ezequiel 11.5. Conoce los corazones de todos los hombres, Lucas 16.15; Hechos 1.24; 15.8. Conoce los pensamientos de los sabios, 1 Corintios 3.20. Conoce a los que le aman de corazón, 1 Corintios 8.3.

El futuro:  Dios anuncia cosas nuevas y las hace notorias antes de que acontezcan, Isaías 42.9. Anuncia lo por venir desde el principio, y desde la antigüedad lo que aún no era hecho, Isaías 46.10; 48.5. Conoce las oraciones de los creyentes antes de que oren, Isaías 65.24. Él conocía a su siervo escogido antes de que naciera, Jeremías 1.5. Reveló a Nabucodonosor lo que sucederá en los postreros días, Daniel 2.28.

El Padre sabe el día y la hora del retorno de Cristo, Mateo 24.36. Conoce sus obras desde el principio del mundo, Hechos 15.18.

Todas las cosas: Todas las cosas están desnudas y abiertas ante Él, Hebreos 4.13. Dios sabe todas las cosas, 1 Juan 3.20.

La mayor parte de lo dicho es igualmente verdad en cuanto a Dios el Hijo, y un lenguaje similar es empleado acerca de Jesucristo después de la encarnación.

Los pensamientos:       Jesús sabía los pensamientos de los escribas, Mateo 9.4; Marcos 2.8; los de los fariseos, Mateo 12.25; los de ambos grupos, Lucas 5.22; 6.8. Percibió los pensamientos de los corazones: el orgullo de los discípulos, Lucas 9.47. Cnoció la integridad de corazón de Natanael, Juan 1.47. Sabía el pasado de la vida de la mujer de Samaria, Juan 4.16 al 18. Conocía la carencia del amor de Dios en los judíos de Jerusalén, Juan 5.42.

Él conocía a sus ovejas, Juan 10.14,27. Puede escudriñar los corazones de los creyentes, Apocalipsis 2.23.

El futuro: Cristo dijo a Pedro, Jacobo, Juan y Andrés muchas cosas antes de que pasaran, Mateo 24.25. Sabía que Judas le iba a traicionar, Mateo 26.46; Juan 13.11. Sabía que Pedro le iba a negar, Marcos 14.27,30; y los detalles acerca de lo que iba a suceder pronto, Lucas 22.10; Juan 18.4. Sabía desde el principio quiénes eran los que no creían, Juan 6.64. Sabía que iba a Dios, Juan 13.3.

Todas las cosas: Jesús sabía lo que había en el hombre, conocía a todos, Juan 2.24,25. Sus discípulos estaban seguros que Él sabía todas las cosas, Juan 16.30. Pedro también estaba seguro de esto, después de la resurrección, Juan 21.17.

Con respecto a la doctrina de omnisciencia, no debemos pensar que Dios está siempre consciente de todos los pensamientos viles y sucios de todos los hombres y las mujeres rebeldes de todas las épocas, pasado, presente y futuro. Podría hacerlo, ¿pero lo quiere hacer? El profeta sabía por el Espíritu que Dios es muy limpio de ojos para ver el mal, y no puede ver el agravio, Habacuc 1.13. Dios no puede tolerar la maldad, no la puede mirar con ecuanimidad. Cristo no conoció pecado, eso es, por experiencia propia.

Podemos pensar en la omnisciencia como la habilidad que Dios tiene de saber todo, pasado, presente y futuro, incluso los íntimos pensamientos de los hombres. Nada puede ser ocultado de Él. Esto es paralelo con la omnipotencia de Dios, que no significa que a todos haga todo, sino que puede hacer todo, si quiere. El patriarca Job aprendió esto: “Yo conozco que todo lo puedes, y que no hay pensamiento que se esconda de ti”, Job 42.2.

Otra verdad muy parecida se encuentra en Jeremías 31.31 y Hebreos 8.12, 10.17. Dios puede prometer que nunca recordará nuestros pecados. Esto significa que no los traerá contra nosotros judicialmente, y no que sea incapaz de saberlos en cualquier momento. Él no quiere recordar nuestros pecados, porque la cuestión del pecado está solucionada; siendo justificados en Cristo Jesús y reconciliados con Dios.

Esto está de acuerdo con la práctica del Espíritu Santo, quien repite en el Nuevo Testamento muchos detalles acerca de los hombres de fe del Antiguo Testamento, pero no sus pecados. Aun en 1 Crónicas la terrible transgresión de David no está registrada de nuevo.

Y por otra parte, el Señor Jesús dirá a algunas personas estas palabras terribles: “nunca os conocí”, que significa que rehusará reconocerlas como sus siervos, a pesar de su profesión, Mateo 7.23. Aun el Apóstol Pablo se propuso no saber nada entre los corintios sino a Jesucristo, y a éste crucificado, 1 Corintios 2.2. Podemos decir que el conocimiento divino es selectivo.

¿Jesús tenía que descubrir y aprender quién era?

Algunos escritores, que se denominan “evangélicos”, propagan la teoría de que Jesús cuando era joven se creía el hijo del carpintero, pero que gradualmente (mientras estudiaba el Antiguo Testamento), o de repente (digamos cuando fue bautizado) Él aprendió que era el Mesías de Israel.

Si el Señor Jesús solamente fuera un gran profeta podríamos creer que no reconocía quién era en el principio. Jeremías nunca pensaba en sí mismo como profeta y apenas podía creer que Dios le estaba llamando. Amós era un pastor sin ideas de ser profeta hasta que el Señor le envió a Israel. ¿Fue similar la experiencia de Jesús? Si Él era el eterno Hijo de Dios, no es creíble que pudiera en algún momento ser ignorante de lo mismo.

Los “kenosistas” emplean regularmente Marcos 13.32 intentando probar que Cristo se despojó; se vació de sus atributos divinos. “De aquel día y de la hora nadie sabe … ni el Hijo, sino el Padre”. Cristo en este momento no sabía la hora precisa de su venida. El Señor sabía todo, pero no podía revelar lo que el Padre no creía conveniente. Así que, es mejor entender esto como que escogió no saber, en lugar de que no pudiera saber. La primera frase apoya su soberanía, que Él puede hacer o saber lo que quiera, tal como Dios puede hacer. Pero la segunda frase apoya la idea de la kenosis, que se había despojado del atributo divino de omnisciencia.

¿Es esto importante? Sí, lo es. Los atributos de Dios son descripciones básicas de su propio ser. Él no puede rendir ninguno de sus atributos y seguir siendo Dios. Por ejemplo, considera su existencia eterna. Cualquier ser no eterno debe ser una criatura, no el Creador.

El contexto de Marcos 13.32 derrama luz sobre las palabras del Señor. En este capítulo Él estaba dando los detalles de lo que acontecerá en el futuro: principio de dolores, v.8; después, la gran tribulación, v.19; después la segunda venida del Hijo del Hombre, v.26. Esas son palabras maravillosas y sabias, para recalcar su autoridad, a las que el Señor añadió en el versículo 31: “El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán”.

Hablar así es profesar deidad y omnisciencia divina. Porque como la verdad de Jehová y la Palabra de Jehová, las palabras de Cristo permanecerán para siempre, Salmo 117.2; 119.89. Nadie excepto el omnisciente Dios podría decir algo así correctamente. Entonces, ¿hemos de creer que en el siguiente versículo Cristo dijo lo contrario? Debe haber una explicación mejor.

Vamos a examinar más cuidadosamente la palabra saber. La raíz de esta palabra significa ver y así es traducida centenares de veces. El pretérito significa literalmente he visto y es traducido yo sé con regularidad, pero obviamente es así con la implicación o con el sentido de “sé por experiencia”, y es empleado así principalmente en cuanto a eventos pasados. W.E. Vine emplea la palabra percepción: “Oida expresa el hecho de que el objeto ha entrado dentro de lo que el conocedor percibe”. El Señor Jesús no decía que el Hijo no podía saber, sino que no sabía, porque no podía revelar sin la voluntad del Padre. No son conceptos iguales.

Esta misma palabra fue empleada por el Señor en la parábola de las diez vírgenes, “no os conozco”, Mateo 25.12, y de los que llaman a la puerta, Lucas 13.25; y obviamente significa, excluir de la mente el conocimiento de aquellos.

Conocimiento incluye mucho más que conocimiento consciente, y eso lo sabe y lo ha experimentado cada alumno cuando llega la hora del examen. Tú y yo sabemos gran cantidad de cosas de las cuales no siempre somos conscientes. El conocimiento consciente, es como la punta de un gran iceberg de conocimiento. Pablo podía decir que él no sabía (oida) si había bautizado a otros además de los que nombraba,
1 Corintios 1.16, lo cual significa que no era consciente de otros nombres en este momento.

Aun si se piensa que Marcos 13.32 enseña que el Hijo de Dios tiene límites en su conocimiento, es un salto largo e inválido decir que esto prueba que cuando era joven no sabía quién era.

La teoría de una “creciente consciencia mesiánica” es 100% suposición y ni una palabra de Escritura sugiere que Jesús tuviera una crisis de identidad, ni que hubiera un tiempo cuando ignorara su eterna existencia. En ciertas fases del alcoholismo el afectado no puede recordar quién es, y en algunas formas de amnesia y otras condiciones mentales, la auto identificación es imposible y uno no sabe quién es. Algunas películas modernas representan falsamente a Cristo como uno que gradualmente descubrió quién era, y uno tiene que preguntar cuánto es el efecto de esto en los pensamientos de los que ven esas películas.

Por supuesto, es algo que queda increíblemente más allá de toda razón, el suponer que Dios jamás tuviera un lapsus de auto consciencia o que hubiera un momento cuando Él no supiera quién era. Por lo tanto, la teoría de una “creciente consciencia mesiánica” es un rudo y poco disimulado ataque contra la deidad de Cristo. Puede ser que algunos de los que siguen esta línea de pensamiento ignoren sus implicaciones, pero ellos deben enfrentarse con esto: Si Cristo era Dios manifestado en carne, no hay forma de creer que Él no sabía quién era.

Pero algunos persisten en sus ideas y alegan que había otras cosas que Jesús no sabía. Por ejemplo, Él crecía en sabiduría, Lucas 2.52. Este versículo no dice que crecía en conocimiento, sino en sabiduría. Sabiduría es basada sobre experiencia, y Dios no había tenido antes la experiencia personal de vivir sobre la tierra como Hombre. De esta misma manera el Señor Jesús aprendió obediencia mediante la experiencia del sufrimiento.

El Señor Jesús hacía preguntas: ¿De quién es esta imagen, y la inscripción? Mateo 22.20. ¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del Hombre? Mateo 16.13. ¿Cuántos panes tenéis? Mateo 15.34. ¿Qué queréis que os haga? Mateo 20.32. ¿Significan estas preguntas que Jesús no sabía las respuestas a ellas? No, sino que forman parte de su proceder como Maestro. No prueban que fuera ignorante, como tampoco las preguntas de Jehová lo prueban antes de la encarnación; por ejemplo, a Adán y Eva, Génesis 3.9,11,13; a Moisés, Éxodo 4.2; a Satanás, Job 1.7,8; 2.2,3; a Job, Job 38.2; 39.1; 40.2; 41.1; a David, 2 Samuel 7.5; a Jonás, Jonás 4.4,9,11, etc.

Pedro y los demás apóstoles, tanto antes como después de la resurrección, creían que el Señor Jesús sabía todo, Juan 16.30; 21.17. Los discípulos tenían al Espíritu, Juan 14.17; pero aun así a veces decían cosas equivocadas por las que fueron reprendidos y corregidos por el Señor Jesús, Mateo 16.23; 17.4; Marcos 10.37; 14.31; Juan 14.5. Ninguna palabra de corrección fue dicha a los discípulos cuando dijeron que Cristo sabía todas las cosas.

Auto consciencia es la forma más fundamental del conocimiento. ¿Cómo podría Dios ser ignorante de quién es? Un hombre podría imaginarse que se transforma en una hormiga, pero sigue consciente de su verdadera naturaleza y personalidad. Cristo no dejó de ser quien era, para poder ser hombre. La encarnación es sumar (humanidad), no restar (deidad). Ciertamente el kenosis de Filipenses 2.7 no significa la extinción de su eterna auto consciencia”.

La teoría de “creciente consciencia mesiánica” es un insulto a la verdad de la deidad de Cristo, y no pasa la prueba de la Escritura, ni de la lógica.

 

            ¿Él fue sorprendido en Getsemaní?

Para cierto escritor le es inconcebible que el Señor pudiera anticipar lo de Getsemaní. Él dice que las experiencias de Jesús allí tenían que ser “inesperadas … no anticipadas … totalmente sin presentimiento”. Otro dice que fue sorprendido en el huerto. En la experiencia humana, la sorpresa ocurre cuando acontece algo para lo cual no estábamos preparados en absoluto. El Dios omnisciente, Padre o Hijo, sabiendo todo el futuro, no puede ser sorprendido en este sentido.

No obstante, Dios, cuando se comunica con su criatura el hombre, a veces emplea la semejanza de un hombre y las formas de hablar de los hombres. Por ejemplo, aparentemente estaba sorprendido que no hubiera intercesor y se maravilló, Isaías 59.16. La misma palabra se encuentra acerca del Mesías en Isaías 63.5.

La palabra empleada con referencia al Señor en el huerto figura solamente en Marcos: 9.15, “la gente, viéndole, se asombró;” 16.5,6, “vieron a un joven sentado al lado derecho, cubierto de una larga ropa blanca, y se espantaron;” 14.33, el Señor “comenzó a entristecerse”.

¿Qué significa esta palabra? Ella y la siguiente en Marcos 14.33 (“angustiarse”) son difíciles de traducir. Expresan un grado muy alto de desbordado horror y sufrimiento. En cada una de las tres citas, siete traducciones modernas emplean siete expresiones distintas, y en 14.33 solamente dos concuerdan. En 14.33 esas traducciones expresan horror y angustia en lugar de sorpresa.

Para asegurarnos acerca del significado del término, podemos encontrar ayuda en el siguiente versículo. El Señor Jesús sabía mejor que otros lo que estaba en su mente. Decía que su alma estaba muy triste, hasta la muerte. En parte podemos comprender lo repugnante que le era el pecado, pero no podemos aceptar que nunca pensara en esto hasta este momento. Fue una experiencia nueva para Él, pero una con la que se había enfrentado antes de entrar en el mundo. Pocos días antes de hablar así en Marcos 14.33, el Señor había mostrado que sabía lo que estaba delante de Él, cuando en Juan 12.27 rehusaba pedir al Padre que le salvara de esa hora.

De alguna manera, la idea de sorpresa está conectada con la enseñanza de que Cristo oraba para ser librado en el huerto porque tenía miedo. Esta enseñanza se base sobre Hebreos 5.7: “fue oído a causa de su temor”, pero la mayoría de las traducciones modernas siguen la de J.N. Darby: “fue oído a causa de su piedad”.

En su celo para resaltar en Cristo toda debilidad humana, ciertos maestros no solamente dicen que tenía miedo, sino también intentan definir de qué tenía miedo. Algunos dicen que temía a la muerte, y que fuera matado por los demonios antes de tiempo en el huerto, en lugar de morir en la cruz. Uno alega que oraba para que fuera rescatado de la segunda muerte, la cual éste define como muerte penal bajo la ira del Dios todopoderoso, y exclusión de la presencia del Padre.

La Biblia define la segunda muerte como el lago de fuego, Apocalipsis 20.14. ¿Hemos de creer que el Hijo de Dios realmente tenía temor de ir al fuego eterno? En ese momento acabó de orar pidiendo que sus discípulos pudieran estar con Él donde iría, Juan 17.24, y pocas horas después, sobre la cruz, aseguraba al ladrón arrepentido que estaría con Él ese mismo día en el Paraíso. El Señor enseñaba a sus discípulos a no tener miedo, y el Espíritu Santo enseña lo mismo en las Epístolas.

Hay una gran diferencia entre el miedo o temor de un futuro desconocido y el temor reverente o piedad. Aceptemos esta posterior definición y digamos que el Señor Jesús tenía pleno conocimiento de lo que estaba delante de Él. No, Jesucristo no fue sorprendido ni tuvo temor en el huerto, ni en ningún otro momento.

Omnipotencia

 

Otra variedad de las teorías de kenosis es que Cristo se despojó de su omnipotencia (y por consiguiente, de su deidad). Esto lo modifican a veces para decir que mantenía su deidad y todos sus atributos, pero nunca los empleó durante su vida terrenal. En otras palabras, todo lo que el Señor hizo, más allá de lo que cualquier hombre podría hacer, fue en el poder del Padre o del Espíritu Santo, pero nunca en su propio poder.

A la vista de la unidad de la Deidad, es difícil ver como esto podría ser, ni qué fuerza o valor tiene ese argumento. No obstante, algunos hombres insisten mucho en esta doctrina, y ofrecen una clave novedosa para explicarlo todo. Según enseñan, es como si Jesucristo dijera lo siguiente: Yo soy — todo; Yo puedo hacer — nada.

Estas palabras, tan aparentemente contradictorias e ilógicas, son pronunciadas por algunos “maestros”, con la intención aparente de enseñar que Cristo, aunque por una parte era verdaderamente Dios, por otra parte nunca actuaba como Dios. Para probar y apoyar su teoría, citan las palabras del Señor en Juan 5.19, “No puede el Hijo hacer nada por si mismo”.

Pero esto es un ejemplo clásico de cómo citar algo de mala manera, haciendo uso de una cita parcial. Lo que el Señor realmente decía, si le dejamos terminar, es: “el Hijo no puede hacer nada por sí mismo, sino lo que ve hacer al Padre, porque todo lo que el Padre hace, también lo hace el Hijo igualmente”. La cita completa es muy diferente de la amputada.

Con una frase correctamente traducida, pero empleada en otros versículos, siguiendo la misma forma equivocada de cita parcial, podríamos probar los siguientes dichos: Nadie puede ver el reino de Dios (Juan 3.3). Nadie puede venir a mí (Juan 6.44,65). Todo grano de trigo queda solo (Juan 12.24). Ningún pámpano puede llevar fruto (Juan 15.4).Tomás declaró que él nunca iba a creer (Juan 20.25). Toda Jerusalén perecerá (Lucas 13.3). El Padre no perdonará nuestras deudas (Mateo 6.15). Ningún hombre puede entrar en el reino de los cielos (Mateo 18.3). Todos estos textos, si los citamos correcta y completamente de la Biblia, tienen otras palabras como “si no”, por ejemplo, que por supuesto hacen toda la diferencia en la comprensión de la cita.

Decir que el Hijo no puede hacer nada por sí mismo es decir que no puede ver o no ve al Padre hacer nada. Esto incluye específicamente resucitar a los muertos, v.21. El propósito del Padre en todo esto es que todos los hombres honren al Hijo como honran al Padre.

En Juan 5.19 el Señor estaba diciendo (¡y quería decir lo que decía!), que no puede actuar independientemente del Padre, y por esto mismo los judíos debían aceptar sus palabras. Esto está muy lejos de la posición de los que dicen que el versículo prueba que el Hijo es todo, pero no puede hacer nada.

Impecabilidad

 

Muchas personas se dejan impresionar y convencer por la aparente lógica del argumento que dice, que si a Cristo le fuera imposible pecar, entonces la tentación no tenía sentido y no fue real. ¿Fue todo un montaje falso?

Este problema ya ha sido bien contestado, pero vamos a considerar la cuestión paralela: ¿Cuáles son las implicaciones si a Cristo le hubiera sido posible pecar? Vamos a retroceder en el tiempo para tener una panorámica comprensiva de todo el plan de Dios.

El trino Dios, el Espíritu Eterno, existía en soledad hasta el día que creó otros seres espirituales llamados ángeles. Él otorgó a esos ángeles un libre albedrío, pero la armonía prevaleció hasta que uno de ellos se rebeló.

Este querubín llamado Lucero estaba lleno de sabiduría y hermosura, y perfecto en todos sus caminos. Su Creador le ungió y le puso como protector en el santo monte de Dios, Ezequiel 28.12 al 17. Pero todo esto no fue suficiente. Lucero se volvió altivo, orgulloso de su hermosura y su sabiduría le falló. En su corazón concibió un plan de cinco puntos para la auto exaltación, Isaías 14.12 al 15. Determinó subir al cielo, levantar su trono sobre los demás ángeles, sentarse en un lugar todavía más alto en el gobierno de Dios, ascender sobre las alturas de las nubes por encima de todos, y ser semejante al Altísimo.

Esto fue más que una crítica indirecta acerca de Dios por haberle asignado un lugar más bajo, porque fue en realidad un atentado contra el trono, para usurpar el poder de Dios. No fue realmente una amenaza a la supremacía de Dios entronado, pero el Señor del universo por supuesto no puede tolerar esa “igualdad” y que una criatura suya se atreva a querer ser igual con el Creador. Él anunció que el rebelde sería echado fuera, derribado y destruido. En seguida Lucero cayó del cielo y le fue dicho que sería llevado al Seól, a los lados del abismo.

Algunos de los ángeles siguieron a Lucero (ahora Satanás) en su traición contra Dios, tal vez la tercera parte de ellos, Apocalipsis 12.4. Así fue que la tensión entró en el cielo en lugar de amor puro y armonía. Dios nunca está obligado a explicar ni defender sus caminos, pero su propósito es hacer callar toda crítica y queja. La justicia es algo básico de su divina naturaleza, y todo ataque contra su trono tiene que ser contestado.

La segunda fase en el desarrollo del plan de Dios introdujo a una criatura nueva, la cabeza de la raza humana.

Dios es amor y quiere ser amado por criaturas que pueden elegir hacerlo. Satanás esperó solamente hasta que fuera formada la ayuda idónea de Adán, y entonces atacó a Dios por medio de la decepción de ella. El ser humano más débil indujo a Adán a hacer lo único que él sabía muy bien que era pecado.

¿Había fallado el plan de Dios? Por supuesto que no. Dios sabía el fin desde el principio, pero este conocimiento no obligó ni a Satanás ni a Adán a desafiar su autoridad. Ellos eran culpables, pero Dios no fue tomado por sorpresa. Él tenía previsto un sustituto que murió en lugar de Adán y Eva; un sacrificio que representaba y anticipaba al sustituto Perfecto.

Así que Dios permitió a Adán y Eva vivir e inaugurar la raza humana. Esto dio a Satanás otra oportunidad para acusar a Dios de injusticia, porque él pecó y fue expulsado del cielo, pero el hombre, criatura de Dios, pecó y no le aconteció nada. Esto no es totalmente verdad (Satanás ha sido un mentiroso desde el principio). En el huerto Satanás sugirió que Dios no era benigno porque no permitía a Adán y Eva comer del fruto del árbol de la ciencia del bien y del mal. Ahora piensa que puede acusar a Dios de ser también injusto. Allí en la presencia de Dios, Satanás acusó a Dios de favorecer a Job y todo lo que tenía, como su favorito, protegiéndole más que a los demás, Job 1.10.

Los hombres siguieron a Satanás. Adán aprendió rápidamente e intentó excusarse y esquivar la culpa, echándola a Dios por haberle dado una mujer, Génesis 3.12. Caín siguió la misma línea de razonamiento, quejándose de que su castigo era grande para ser soportado, Génesis 4.13. En los tiempos de Malaquías los sacerdotes de Judá declararon que el veredicto de Dios en contra de ellos no era justo, Malaquías 1.6,7; 2.14; 3.7,13.

Otros hombres hacen lo mismo. Hoy en día escuchamos a los hombres culpando a Dios por todos los problemas del mundo (guerra, enfermedades y desastres), fruto de su propio pecado, y por supuesto ellos no aceptan nada de responsabilidad. En la parábola, el hijo mayor se quejaba de que su padre no le había tratado con justicia, Lucas 15.29,30, y el hombre rico cuando estaba en las llamas insistía que sus hermanos creerían si solamente Lázaro pudiera levantarse de la muerte para advertirles, Lucas 16.30. La implicación era que las normas de Dios no eran justas.

Obviamente es importante que el Juez de toda la tierra haga justicia. Si alguien se atreve a juzgarle, Él debe manifestarse justo, aunque todos los hombres sean hallados mentirosos, Romanos 3.4. Los dos atributos morales de Dios más fundamentales son el enfoque de los ataques del acusador, y su amor y justicia. La cruz de Cristo es la respuesta total de Dios a ambas acusaciones y ocupa el lugar central en todo su plan.

Él no pasa por alto el pecado, porque un sustituto perfecto y completo fue provisto. La paga del pecado del hombre no ha sido anulada; ha sido totalmente pagada. Ni una jota ni una tilde de la ley ha sido abrogada, sino que todo ha sido cumplido. Dios permanece justo, y puede justificar a todos los que creen, Romanos 3.26.

Pero, ¿dónde podía ser hallado semejante Sacrificio perfecto? En la encarnación Dios se hizo hombre para proveer este sacrificio perfecto. Dios dio a su Hijo, a sí mismo. No es concebible una mayor prueba del amor infinito. Aun así su amor permanece en perfecta armonía con su justicia.

 

En esta reseña dada a grandes rasgos, vemos la cumbre de todo el plan de Dios para la redención. Cuando vemos el plan entero así, todas las piezas y facetas caben perfectamente.

Algunos todavía dicen que a Cristo le fue posible pecar; fallar. ¿Qué quieren decir con la palabra posible? ¿Fue posible que fracasara el plan eterno de Dios? ¿Es esto concebible? ¿Haría Dios un plan en la eternidad para entregar todo su programa y propósitos a uno que podría rebelarse en el último momento? Si Cristo fuera menos que Dios u otro que Dios, o si hubiera fallado en cualquier aspecto, entonces no habría expiación, ni salvación, ni Iglesia, ni esperanza.

Todas estas alternativas son absolutamente impensables. Podemos decir que Cristo es Dios y que es y siempre ha sido impecable. Cuando lo piensas, cualquier teoría de kenosis es ilógica y no escrituraria.

Una persona, dos naturalezas

 

Los que están bajo la influencia de las enseñanzas de la kenosis intentan explicar lo inexplicable.

Todos los que tocan la Persona de Cristo deben recordar sus propias palabras: “nadie conoce al Hijo, sino el Padre”, Mateo 11.27. Al Padre le agradó revelar algunas cosas a los niños (no a los sabios y prudentes), y el Hijo está dispuesto a revelar al Padre, pero el misterio interno de la naturaleza de la Persona del Hijo no es nada que podamos conocer. Dios en su soberanía desde el principio sólo ha revelado a los hombres lo conveniente, Deuteronomio 29.29.

Para nosotros los que creemos las Palabras del Señor, ¿no es mejor aceptar los versículos de los Evangelios que aparentemente difieren entre sí, y no forzar una armonía “perfecta” a través de nuestros razonamientos? Aunque la mente humana tiende a buscar soluciones para cada problema, hay veces cuando la Escritura no da la respuesta.

Particularmente, existe el peligro de confundir los conceptos de naturaleza y persona. El Dios Hombre era y es una sola Persona con dos naturalezas, pero algunos piensan en dos personas, una humana y la otra divina. “Como Dios Él hizo o dijo tal …” se dicen, pero como Hombre hizo o dijo otras cosas.

Dios es uno pero existe en tres Personas, y así el Padre habla con el Hijo, y el Hijo con el Padre. Cristo nunca hizo referencia a sí mismo como dos personas, una humana y la otra divina. Nunca hizo un milagro diciendo que fuera en el nombre o el poder del divino Logos; ni dijo cosas como: “el Hijo de Dios te manda (al demonio) salir de él”. Él empleaba la primera persona singular, yo o me, por ejemplo: “dame de beber … el agua que yo le daré será en él una fuente de agua que salte para vida eterna”, Juan 4.7,14. “Yo” necesito agua; “yo” doy vida eterna.

A Satanás le encantaría hacernos creer que el Hombre Jesús fuera separado o diferente al Hijo de Dios. En el segundo siglo la herejía ebionita enseñó que Cristo era un hombre pero que el Espíritu Divino vino sobre Él en plenitud sin medida en su bautismo. En otras palabras, dos personas. Un sacerdote jesuita dijo que debemos hablar de la presencia completa de Dios en la persona humana de Jesús. Es otra forma de la misma herejía.

Tengamos cuidado con cualquier enseñanza nueva (en realidad, vieja) que recorta un poco más la gloria del Señor Jesucristo. Los creyentes debemos enfatizar su deidad sin menguar su humanidad, y es así por tres razones:

  • Satanás y todos los anticristos admiten su humanidad pero niegan su deidad.
  • Los días de su humillación se han quedado muy en el pasado y su aparición en gloria está muy cerca. En su primera venida, Él se manifestó como hombre. En su segunda venida, se manifestará como Dios y todavía como el Hombre perfecto.
  • Sólo Dios tiene vida infinita y sólo un sacrificio infinito puede satisfacer los requisitos divinos para la salvación de todos los que creen. Así que, si Cristo fuera solamente un hombre, nadie podría ser salvo y todo el plan divino de redención habría fracasado.

Adoremos y amemos a nuestro Dios quien se hizo plenamente Hombre sin dejar de ser plenamente Dios, de ninguna manera y en ningún sentido.

 

 

El Señor de los señores,
el Ungido celestial,
a salvar los pecadores
vino al mundo terrenal.
Loor al Verbo encarnado,
en humanidad velado;
gloria al Santo de Israel,
cuyo nombre es Emanuel.
Canta la celeste voz:
«¡En los cielos gloria a Dios!»

 

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