Judas Iscariote (#436)

Documento 154, por T E Wilson, trata de los salmos mesiánicos, inclusive un escrito sobre Ahitofel Judas Iscariote en el contexto de Salmo 41.  Documento 617  versa sobre Judas Iscariote

Judas Iscariote

                                                                                                                                                                       Héctor Alves

 

 

El nombre del doceavo discípulo está asociado perpetuamente con el engaño y a lo largo de las edades ha sido echado a mal a causa de lo que hizo. Muy poco está escrito sobre Judas Iscariote antes de los últimos días de su asociación con Jesús. Se menciona aproximadamente veinte veces en el Nuevo Testamento y cada vez que se le nombra hay una referencia directa o indirecta a su perfidia.

En cada lista de los doce el nombre de Judas Iscariote figura de último, un indicio de la tragedia de sus acciones al final de su vida. Mateo le llama “el que también le entregó”. Marcos dice casi lo mismo, y Lucas habla de aquel “que llegó a ser el traidor”. Qué etiqueta por demás vergonzosa.

 

Hipócrita

Nada sabemos de los rasgos físicos de los doce, pero no concebimos un Judas con la expresión severa de engaño y avaricia que los pintores quieren darle. Es poco probable que los otros discípulos le hubiesen encomendado los fondos a un hombre que proyectaba esa imagen. Al contrario, ha podido ser de los más jóvenes en el grupo, inteligente y servicioso; ¿o servil? Pensamos que logró esconder de los otros sus deseos malvados y propósitos satánicos. Judas fue incluido en la declaración de lealtad que Pedro hizo a Jesús: “Nosotros hemos creído y conocemos que tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente”, Juan 6.69.

Esta hipocresía de parte del Iscariote parece haberse manifestado primeramente en su supuesto interés en los pobres, cuando en Betania él exclamó con aparente piedad: “¿Por qué no fue este perfume vendido por trescientos denarios, y dado a los pobres?” Pero el Espíritu agrega al relato: “Dijo esto, no porque cuidara de los pobres, sino porque era ladrón, y teniendo la bolsa, sustraía de lo que se echaba en ella”, Juan 12.4 al 6.

Por supuesto, nosotros que somos salvos hacemos bien en recordar que la Palabra de Dios es viva y eficaz, discerniendo los pensamientos y las intenciones del corazón; Hebreos 4.12. El Señor no tenía —ni tiene— necesidad de que nadie le diese testimonio del hombre, pues sabía lo que había en el hombre; Juan 2.25. Debemos saber nosotros lo que aun Agar sabía, que nuestro Dios es el Viviente-que-me-ve; Génesis 16.14.

 

Iscariote

Iscariote (un sobrenombre; Lucas 22.3) quiere decir un hombre oriundo de Queriot. Aprendemos de Josué 15.25 que éste era un pueblo del área de Judá, de manera que es probable que este Judas era el único entre el grupo que no era galileo. Bien ha podido él gozar de mayor aceptación social que los demás por no haber sido de una gente “sin letras y del vulgo”, como dirían los hombres del concilio una vez ascendido el Señor.

Jesús también era de Judea. Judas tenía una cierta intimidad con él, y conocía aquel lugar en el huerto donde Jesús se reunía con los suyos; Juan 18.2. Es impactante el lenguaje de Salmo 41.9, que es aplicable de un todo a la relación entre el Maestro y su traidor: “El hombre de mi paz, en quien yo confiaba, el que de mi pan comía, alzó contra mí el calcañar”.

 

Diablo

Ha sido para muchos un gran misterio el hecho de que Él haya escogido a Judas. Se han ofrecido no pocas razones como simple conjetura. El Señor sabía. “¿No os he escogido a vosotros los doce, y uno de vosotros es diablo?” Juan 6.70. (Observemos: diablo, no demonio). Pedro reconoció, después que Judas había hecho lo suyo, que el Espíritu Santo había empleado a David para hablar anticipadamente de este hombre vil: “Judas, que fue guía de los que prendieron a Jesús, y era contado con nosotros, y tenía parte en este ministerio”, Hechos 1.16,17.

Volviendo a las palabras de nuestro Señor, nos impresiona su declaración reverente al Padre: “A los que me diste, yo los guardé, y ninguno de ellos se perdió, sino el hijo de perdición, para que la Escritura se cumpliese”, Juan 17.12.

¿Judas le fue dado a Cristo por el Padre? No. Al haber sido dado, no se hubiera perdido; esto queda claro por Juan 10.29. Los que son dados son los que acuden a Cristo, creyendo en Él y lo que ha dicho: “Todo lo que el Padre me da, vendrá a mí; y al que a mí viene, no le echo fuera”, Juan 6.37.

“Yo sé a quiénes he elegido”, afirmó Él en Juan 13.18 al 20. “Desde ahora os lo digo antes que suceda, para que cuando suceda, creáis que yo soy”. En seguida agregó, para nuestra mayor Instrucción sobre el asunto de Judas: “El que me recibe a mí, recibe al que me envió”. La razón por la designación de este hombre fue para que la Escritura se cumpliese. Esto no quiere decir que Judas fue seleccionado para desempeñar el papel de traidor, ni que respondió al llamamiento al discipulado con el propósito de engañar. Quiere decir que Dios tenía conocimiento anticipado de lo que iba a suceder.

 

Avaro

No es fácil determinar las circunstancias que le condujeron a Judas a traicionar al Señor. En la ocasión del abandono de parte de muchos de sus seguidores, cuando volvieron atrás “y ya no andaban con él”, el Señor declaró a los doce, “Uno de vosotros es diablo”, haciendo ver que Él sabía que este hombre le aborrecía. Judas no pudo engañarle.

Sin duda había elementos de codicia y venganza en todo esto. Posiblemente había ambiciones de liderazgo que quedaron frustradas al ver que Pedro se destacaba y Juan era quien se acostaba en el regazo del Maestro. No sabemos; sólo sugerimos. En algún momento, actuando por voluntad propia, Judas resolvió entregarse a la voluntad de Satanás.

Cuando estaba cerca la fiesta, los principales sacerdotes buscaban cómo matar a Jesús. Entró Satanás en Judas, y éste fue y habló con ellos y con los jefes de la guardia. “El se comprometió”, Lucas 22.6. Había dinero de por medio: “Ellos se alegraron, y convinieron en darle dinero”. Fue desde entonces que el Iscariote buscaba oportunidad para entregar a su Mentor.

Dos veces leemos que Satanás entró en ese hombre. Durante la Última Cena, así llamada, allí en el aposento alto, “Satanás entró en él”, Juan 13.27. El Señor sabía que Judas estaba consciente de que Él sabía. “He aquí”, dijo Jesús, “la mano del que me entrega está conmigo en la mesa. A la verdad el Hijo del Hombre va, según lo que está determinado; pero, ¡ay de aquel hombre por quien es entregado!” Lucas 22.22. Lucas no nos dice cuándo se marchó Judas del aposento alto. Es Juan quien aclara que “hubo tomado el bocado, luego salió”. Y añade: “Era de noche”.

 

Equivocado

Es probable que Judas pensaba que el Señor se libraría una vez más de las manos de sus enemigos. El discípulo le había visto hacerlo, y a lo mejor pensaba que él podría recibir para sí dinero, sin que hubiese consecuencias negativas para Jesús. El traidor era hombre sagaz, pero se equivocó. Cuán verídicas las palabras del Señor: “Bueno le fuera a ese hombre no haber nacido”, Marcos 14.21.

¡Qué fin tan desastroso para un hombre que había acompañado tanto al Hijo de Dios! Escogido a ser apóstol, ocupado en el servicio del Señor, ¡y ahora un instrumento del diablo!

La secuencia de los acontecimientos ha podido ser ésta: Judas se arrepintió; corrió al santuario, un lugar prohibido para él por cuanto no era sacerdote; echó la plata a los pies de los hombres impíos a quienes había complacido; salió y se ahorcó; se partió el cordón; se cayó, con las consecuencias descritas por Lucas: “Se reventó”.

Y así cae el telón para terminar la historia de uno cuya única etiqueta es el traidor. Él fue a su propio lugar; Hechos 1.25.

 

 

 

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