Josué (#849)

Leyendo día a día en Josué

Josué, el hombre

                                El cruce del Jordán

                                Gilgal

                                El valle de Acor

                                ¿Qué significan estas piedras?

 

Leyendo día a día en Josué

S. Emery
Day by day through the Old Testament
Precious Seed Publications

Introducción

Es un error comenzar el estudio del libro de Josué sin antes prestar atención a los pasos progresivos en la preparación de Josué mismo que está bosquejada en Escrituras anteriores. Los pasajes siguientes señalan las diversas fases que capacitaron a este varón de Dios para ser el sucesor de su honrado maestro:

Éxodo 17.8 al 16           la guerra con Amalec, cuando sostuvo las manos de Moisés

Éxodo 24.13                  Moisés, Josué y los ancianos suben al monte Sinaí

Éxodo 32.17, 18            Josué oye el clamor de la adoración del becerro de oro

Éxodo 33.11                  «el joven Josué… nunca se apartaba de en medio
del tabernáculo»

Números 11.24 al 29     Josué se alarma porque profetizan Eldad y Medad

Números 13 y 14           Caleb y Josué dan un informe fiel al haber reconocido la tierra

El libro traza el «ascenso» del pueblo de Dios a una tierra mejor. Habiendo «bajado» en Génesis, «salido» en Éxodo, «estado en» en Levítico e ido «a  través de» en Números, ahora Israel «sube». «Suba y toma posesión de ella», Deuteronomio 1.21.

El libro es una anticipación antiguotestamentaria de Efesios. La entrada de Israel en su herencia prometida ilustra nuestra entrada en todas las bendiciones espirituales «en lugares celestiales en Cristo Jesús», desde una peregrinación desértica hasta una riqueza heredada, con siete hitos para marcar el progreso:

4.9              las doce piedras en el cauce del Jordán

4.3              las doce piedras a la ribera del Jordán

7.25, 26      el juicio de Acán

8.29            la toma de Hai

8.30 al 32   el altar en el monte Ebal

10.27          la victoria en Gabán

24.24 al 28 el voto de fidelidad ante Josué

Desde el punto de vista de Josué, el libro que lleva su nombre se divide en dos en el 13.1, ya que en este punto él llega a ser hombre con un segundo ministerio. Había sido el líder en guerra, pero aun cuando anciano Dios no le considera superfluo, y viene a ser administrador en medio de la nación. Las campañas militares terminadas, el viejo guerrero es ahora el consejero de confianza.

Con el ojo puesto en Josué, tengamos siempre en mente nuestro mayor Josué — véase Hebreos 4.8 al 11: «Si Josué hubiera dado reposo…» En resurrección, este Josué mayor conduce a su pueblo celestial a reposar. Moisés, el representante de la ley, nunca podía liderizar a un pueblo redimido a su «Canaán», pero sí puede hacerlo el mayor que Josué —»Jehová el Salvador», o «Jesús».

En la desobediencia y muerte de Moisés vemos tanto la responsabilidad como la soberanía de Dios; es una fusión extraña para cumplir con los requisitos divinos.

  • Para la gloria de Dios, Israel conquistó la tierra exitosamente,
    como narran los capítulos 1 al 12.
  • Por la gracia de Dios, les fue permitido poseer la tierra,
    como narran los capítulos 13 al 22.
  • Por esto debían amarle y servirle, como narran los capítulos 23 y 24.

capítulo 1
Josué asume el liderazgo

El mayor de los hombres muere y hacen falta sucesores. Por esto Moisés expresó su ejercicio que el pueblo no se quedara «como ovejas sin pastor»: «Ponga, Jehová Dios de los espíritus de toda carne, un varón sobre la congregación, que salga delante de ellos y entre delante de ellos», Números 27.15 al 17. Nosotros también necesitamos hombres con voluntad de Josué, quienes estén dispuestos a seguir la senda de nuestro Maestro: «Esfuérzate y sé muy valiente, para cuidar de hacer conforme a toda la ley que mi siervo Moisés te mandó; no te apartes de ella ni a diestra ni a siniestra», 1.7.

En nuestro capítulo tres puntos en particular ameritan atención:

  1. El llamado divino. vv 1 al 5. Josué fue recordado de algo que había sucedido (la muerte de su ayo) y fue instruido en algo que hacer (cruzar el río). Como siempre, el llamado de Dios se basó en una promesa divina. En este caso fue de una provisión amplia, vv 2 al 4, y una protección adecuada, v. 5. Es triste pensar que el pueblo de Dios nunca se apropia de todo lo que Él da en abundancia.
  2. El compromiso humano, vv 10 al 12. «Ahora», dijo Jehová en v. 2, y notamos que como consecuencia el v. 10 comienza con «y». Aprendamos que la obediencia sin titubear es la única respuesta apropiada a todo llamado de Dios. Sin embargo, entre el llamado y el compromiso viene nuestro próximo punto.
  3. La carga divina, vv 5 al 9. Aquí hay condiciones que deben ser cumplidas, y deben recibir énfasis en el estudio de este capítulo. Este párrafo focal es una joya literaria que exige atención y obediencia. Consta de un centro de importancia primaria y varios aros concéntricos de reto y promesas.

El aro exterior es la promesa de apoyo infalible de Dios en la responsabilidad por delante: estaré contigo, v. 5; estaré contigo, v. 9. La victoria está  asegurada por este apoyo que se mide positivamente, «como estuve con Moisés, estaré contigo», y negativamente, «no te dejaré, ni te desampararé».  O sea, Jehová su Dios estaría con él siempre y en toda parte.

Pero Josué debería desarrollar su propia alma. «Esfuérzate (el secreto interno) y sé valiente (la evidencia externa)». El v. 9 repite el reto: «Mira que te mando …» Es el aro interior. Viene ahora el meollo del asunto, la exigencia divina en los vv 7 al 9. La actitud de mi alma ante la Escritura determina todo. Ser fuerte y actuar aseguran la prosperidad de mi camino, pero el trozo me exige tener cuidado y no apartarme, no descuidar el Libro ni desobedecer sus mandatos.

Lección: La Palabra debe estar en todo el centro de la órbita de mi vida.

capítulo 2
La operación comienza

La sustancia del capítulo gira en torno de una ciudad, una confesión y un cordón.

  1. La ciudad, v. 2. «Reconoced la tierra, y a Jericó». Parece que era atractiva, «ciudad de palmeras» según Deuteronomio 34.3, pero un baluarte de impiedad e idolatría. Josué debería dirigirse directamente al obstáculo mayor, las almenas, y no ocuparse de los menores. «Aunque andamos en la carne, no militamos según la carne … llevando cautivo todo pensamiento a la obediencia a Cristo», 2 Corintios 10.3 al 6. Y, en el caso mío, ¿qué es el Jericó que está impidiendo el disfrute de mi herencia?
  2. La confesión, vv 3 al 13 La ramera fue benigna con los espías y recurrió a la falsedad para protegerles. Sin duda actuó así por temor infundido por la inteligencia que había recibido, temiendo por su vida y anhelando misericordia. Su confesión es llamativa: «Jehová vuestro Dios es Dios arriba en los cielos y abajo en la tierra». Suplicó por sí y por su familia, que fuesen salvos de la ira venidera. Trae a la mente 1 Tesalonicenses 1.9: «os convertisteis de los ídolos a Dios, para servir al Dios vivo y verdadero».
  3. El cordón, vv 14 al 24. Se narran tres detalles: (i) La seguridad de aquellos hombres dependía de un cordón de grana, o escarlata, un color que nos hace pensar en el pecado, Isaías 1.18 («si vuestros pecados fueren como la grana»), ¡y ella era pecadora! ¿El cordón era emblemático de su oficio? Pero es también símbolo de la sangre, una profecía de un medio de escape mucho mayor, la sangre preciosa de Uno que fue hecho pecado por nosotros. (ii) Es llamado también una cuerda. Al atarla en la ventana, ella tal vez pensaría que sus posibilidades eran pocas. El Jueces 16.12 Dalila ató a Sansón con cuerdas. Desde ese entonces, muchísimos han rehusado la cuerda de escarlata que es la sangre de Cristo, considerándola insuficiente para salvarles del juicio. [Cordón y cuerda son palabras diferentes en el hebreo]. (iii) Con todo, era un cordón y ella había visto que era suficiente como para salvar a otros. En Jeremías 38.6 aquel profeta fue bajado en una cisterna con sogas. A la mujer se le exigió confiar en lo que aquellos hombres habían confiado.

Los espías volvieron con un informe de victoria asegurada, diciendo: «Jehová ha entregado toda la tierra en nuestras manos». Los moradores del país habían desmayado delante de ellos.

Lección:  Al atar la cuerda en la ventana la mujer confesó su pecado y su peligro de juicio, pero confió en el medio que Dos mismo había provisto.

3.1 al 4.9
La entrada única

¡El Jordán no puede ser sorteado! Israel no puede pasarlo por un lado, sino debe proceder a través del río. De otro modo, no habría herencia ni disfrute de la tierra prometida, y este cuadro del Antiguo Testamento es un anticipo de un precepto del Nuevo Testamento. La herencia del creyente está en los lugares celestiales, Efesios 1.3, y se alcanza sólo por Efesios 2.4 al 6: «Dios … nos dio vida juntamente con Cristo, y juntamente con él nos resucitó».

  1. La vía fue abierta para ellos. No la conocían («no habéis pasado antes», 3.4) ni podían vencer el torrente («el Jordán suele desbordarse», 3.15). Pero el arca del pacto del Señor fue delante, vv 6, 11, 14. Llevada por los sacerdotes, descendió sola a las aguas, quedó inmóvil y dio paso al pueblo, firme en medio del Jordán, v. 17.

Gracias a Dios por Aquel que pasó por algo mucho mayor que la corriente del Jordán:

Sálvame, oh Dios, porque las aguas han entrado hasta el alma. Estoy hundido
en cieno profundo, donde no puedo hacer pie; he venido a abismos de aguas,
y la corriente me ha anegado, Salmo 69.1,2

Sácame del lodo, y no sea yo sumergido; Sea yo libertado de los que me aborrecen, y de lo profundo de las aguas. No me anegue la corriente
de las aguas, Ni me trague el abismo, Ni el pozo cierre sobre mí su boca,
Salmo 69.14,15

Me echaste a lo profundo, en medio de los mares, y me rodeó la corriente;
todas tus ondas y tus olas pasaron sobre mí, Jonás 2.3.

De un bautismo tengo que ser bautizado; y ¡cómo me angustio
hasta que se cumpla! Lucas 12.50

Los pies de los sacerdotes apenas sintieron las aguas cuando estas se amontonaron, vv 15, 16. Cristo, como el arca, pasó por delante en medio ¡pero a gran distancia!

  1. La vía fue por seguir al arca. Cuatro veces se manda que el arca fuera por delante y en el v. 3 la orden es de marchar en pos de ella. Aquí debemos reflexionar sobre Romanos 6.1 al 11, porque allí está cómo nosotros vamos en pos: «todos los que hemos sido bautizados en Cristo Jesús, hemos sido bautizados en su muerte … si fuimos plantados juntamente con él en la semejanza de su muerte, así también lo seremos en la de su resurrección …»

¿Hemos seguido de veras? Las doce piedras en el lecho del río, 4.9, manifestaban que Israel siguió en verdad. La piedra representativa para mí está en Romanos 6.11: «consideraos muertos al pecado, pero vivos para Dios en Cristo Jesús, Señor nuestro».

  1. La vía les fue asegurada. El pueblo pasó el Jordán en seco, 3.17. Su cruce fue marcado permanentemente no sólo por la columna de piedras del 4.9 sino también por la del 4.2 al 8 en la ribera del territorio al cual entraron. Esto ilustra nuestra identificación con Cristo en muerte, sepultura y resurrección. Es un acto realizado una sola vez y endosado continua-mente de allí en adelante.

Con todo, este cruce enfrentó al pueblo con el enemigo, porque fueron «en dirección de Jericó», 3.16. El conflicto espiritual en mi vida es evidencia de que he entrado en mi herencia. «No tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra principados, contra potes-tades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes», Efesios 6.12.

Lección:  ¿En cuál lado del Jordán estoy? ¿Me conformo con las condiciones desérticas, o me deleito en toda bendición espiritual en lugares celestes? “Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos bendijo con toda bendición espiritual en los lugares celestiales en Cristo», Efesios 1.3.

5.13 al 6.27
La victoria inicial

La secuencia es significativa: el Jordán atrás, el reproche quitado («Haced morir, pues, lo terrenal en vosotros», Colosenses 3.5) y la pascua celebrada después de un lapso de treinta y ocho años, y ahora hay una dieta nueva para Israel: «los frutos de la tierra de Canaán». ¡Esto señala a Cristo en resurrección!

Ahora Jericó es un desafío, no tanto un conflicto entre el cananita y el israelita, sino entre Satanás y Dios.

  1. La realidad de la materia, 5.13 al 15. Josué enfrenta la primera fortaleza del mal, ¡y no ve murallas sino a un Varón! La lucha no está entre él y una ciudad, sino entre Jehová y el enemigo. «Como Príncipe del ejército de Jehová he venido ahora»; Él tiene el principado y la estrategia es suya. El secreto del triunfo de Josué está en su postura; su obediencia asegura su recurso. «Fortaleceos en el Señor, y en el poder de su fuerza», leemos en Efesios 6.10.
  2. El estilo informal, 6.1 al 5. «Mas Jehová dijo». Efectivamente, el Príncipe de Josué era el Señor de Josué. ¡Qué gracia! El Señor conoce nuestra debilidad y también nuestro potencial para jactarnos de poder triunfar. «… yo he entregado», dijo el Príncipe, de manera que la victoria estaba asegurada de antemano.

Pero el v. 3 impone condiciones a la vez que introduce el plan. Muy al estilo militar, la orden fue precisa y tajante. ¿Y a Josué el plan le parecía absurdo? No, no le correspondía a él entrar en razonamientos; «Mis pensamientos no son vuestros pensamientos», acota Dios en Isaías 55.8. Obsérvese la evidencia de una perfección divina en la serie de «siete» en el 6.4.

  1. El cumplimiento implícito, 6.6 al 20. Una multitud burlador en las almenas disfrutó de una semana de entretenimiento, pero el Señor estaba a cargo de la situación y el arca fue el símbolo de su poder y presencia. Amaneció el séptimo día y oportunamente se dio inicio a la última vuelta. Las órdenes finales impartidas, reinó un silencio absoluto, porque la obra era de Dios. El pueblo fue instruido a prepararse para el grito de triunfo, a no tocar el anatema (lo maldito), y a guardar los tesoros para Jehová.
  2. La plenitud del triunfo, 6 20 al 27. Un toque final de trompeta, un grito estremecedor, y para todos fines prácticos la suerte estaba sellada. El muro cayó a plomo (Versión Moderna). Se hundió; desapareció en la tierra. Nótese el golpe adicional pronunciado en el v. 26; aquella ciudad no debía ser reconstruida. Un tal Hiel lo hizo mucho tiempo más tarde, y dos parientes suyos murieron como castigo, 1 Reyes 16.34.

Lección:  En todo conflicto espiritual, la victoria comienza con postrarse ante «el Príncipe del ejército de Jehová».

capítulo 7
¿Derrota tan temprano?

Que el éxito no nos infunda confianza propia, porque pueda ser que el triunfo en Jericó se vuelva derrota en Hai. Los obstáculos pequeños pueden engendrar desastres mayores. Notemos tres hechos:

  1. 1. Una derrota ignominiosa, vv 2 al 5. Fue el Señor, y no las armas de los israelitas, que triunfó sobre Jericó. ¿Entonces por qué evaluar la necesidad en función de números al guerrear con Hai? ¿Hacía falta que Josué mandara a reconocer la tierra? ¡Mejor que los ojos de aquellos señores se fijaran en su Príncipe del ejército de Jehová! ¿Y por qué Josué no pide dirección? El v. 3 sabe a suficiencia propia y orgullo: «Quien tema … devuélvase». Ellos, como nosotros, tenían que aprender que la conquista de Canaán  no es una batalla, sino una campaña. Así que, subieron confiadamente tres mil hombres, pero leemos que unos u otros murieron, o huyeron, fueron derrotados y su corazón desfalleció. Fue el precio de la presunción; no queremos subestimar al enemigo.
  2. La intercesión interrumpida, vv 6 al 10. ¡Qué contraste con el 5.14, donde Josué se postró ante el Príncipe! Llama la atención la lucha prolongada aquí en el v. 6 en contraste con la sumisión puntual pero decidida del 5.14. Mejor que «¿qué diré?» del v. 8 hubiera sido un «¿qué dices?» Hay ocasiones cuando Dios quiere acción en vez de oración, e intercesión en vez de introspección: «Levántate, ¿por qué te postras?» v. 10.
  3. La causa señalada, vv 1, 11 al 26. La apertura del capítulo orienta al lector acerca del problema, pero con todo ha debido ser un golpe rudo para Josué que Dios le dijera: «Israel ha pecado». Él se repite: «han quebrantado, han tomado, han hurtado, han mentido, han retenido». ¡Que de acusaciones! ¡Qué de consecuencia!

Los elementos morales en la historia son:

Uno no puede esconderse de Dios, por mucho que intente, v. 21.

Él emplea el método de la detección progresiva.

¿La confesión puede ser hecha demasiado tarde? Dios había concedido un lapso.

Cuidado con los deseos de la carne, los deseos de los ojos y la vanagloria
de la vida, v. 21. «Vio la mujer que el árbol era bueno …», Génesis 3.6.

Un individuo puede perjudicar toda la comunidad.

El v. 12 termina con un si y el 13 con hasta que.

Toda derrota debe ser una lección ilustrada, v. 26

Lección:  Hay un evangelio de restauración – capítulo 8. Que lo aprendamos y la promo-cionemos.

capítulo 9
¡Cuidado! Los gabaonitas

Por ser habitantes de la tierra, v. 16, los gabaonitas representan a aquellos que ocupan ya la esfera de la herencia del creyente en esferas celestes, Efesios 6.12. Su líder es el diablo – véase el v. 11 –  y él también es un engañador que puede «cambiar de ropa». «No es maravilla, porque el mismo Satanás se disfraza como ángel de luz», 2 Corintios 11.14. «Sed sobrios, y velad; porque vuestro adversario el diablo, como león rugiente, anda alrededor buscando a quien devorar», 1 Pedro 5.8.

El avance de los israelitas está por terminarse, como vemos en los capítulos 10 y 11; «tomó, pues, Josué toda la tierra», 11.23. Sus primeros triunfos provocaban consternación todavía, 9.3, «tuvieron gran temor», 10.2.

Los gabaonitas ven lo inevitable y toman medidas. Así como el diablo, lo suyo no es rendirse sino el subterfugio; ellos «usaron de astucia». Su disfraz fue perfecto, sus palabras creíbles, pero la consecuencia fue peligrosa en gran manera para Israel, vv 14 al 27. «Les dejaremos vivir», dijeron los príncipes de la congregación.

Josué: ¡Cuidado! ¿Se ha olvidado de cómo se equivocó en Hai? Una vez más encontramos que los israelitas «no consultaron a Jehová». Josué hizo las paces y pactó con el enemigo. Es algo que nosotros no podemos y no debemos hacer; la nuestra es una guerra sin tregua. Al advertir al pueblo contra la idolatría en Canaán, años antes, Jehová mandó: «No harás con ellas alianza, ni tendrá de ellas misericordia», Deuteronomio 7.2. Josué, ¿usted se ha olvidado en tan poco tiempo el secreto básico del éxito que le fue prometido en el 1.8: «Nunca se apartará de tu boca este libro de la ley»? .El precepto de Isaías 11.3 es: «No juzgará según la vista de sus ojos, ni argüirá por lo que oigan sus oídos»; debemos buscar a Aquel que no depende de lo que ve ojo humano ni lo que oye oído humano. ¿Y Josué no ha podido pedirle dirección a Él? En tres días sabría la verdad, pero demasiado tarde. Él tenía que honrar su palabra, y la rotura de ese pacto, generaciones más tarde, trajo problemas para Israel, 2 Samuel 21.1 al 10. «Hubo hambre … por causa de Saúl … por cuanto mató a los gabaonitas». Si nosotros hacemos promesas de esta naturaleza sin consultar al Señor, pueda que se nos obligue cumplirlas a gran costo.

Nuestro enemigo, como el de aquella gente, sabe aprovecharse de la credibilidad de tantos entre el pueblo del Señor. Aquellos gabaonitas parecían conocedores del proceder del Señor, v. 10; aparentemente sabían citar su Palabra con facilidad, v. 24; y, profesaban una sincera atracción al Dios de Israel, v. 9. Pero tengamos presente que, como ellos, nuestro enemigo «es mentiroso, y padre de la mentira», Juan 8.44. Guardémonos de sus maniobras.

«Muchos engañadores han salido por el mundo» y ellos «engañarán si fuere posible, aun a los escogidos», 2 Juan 7, Mateo 24.44. «Hijitos, que nadie os engañe», 1 Juan 3.7.

Lección:  Asegúrese de probar los espíritus, si son de Dios.

capítulo 20
Ministerio en una última fase

Los últimos años de Josué corren velozmente; él estaba «entrado en años», 13.1, y reconocía que iba «en el camino de toda la tierra», 23.1, 2, 14. Era viejo, pero no demasiado viejo para Dios. ¿Y nosotros deseamos una jubilación prematura del servicio para Él? ¡El Señor no guarda una lista de los que sobran para la obra suya!

El 11.23 aclara que la guerra había cesado, pero quedaba aún mucha tierra para poseer, 13.1. Con todo, Josué ha dejado a un lado sus responsabilidades militares para asumir las administrativas; ¡un buen ejemplo para los creyentes mayores!

 

Los capítulos 13 al 20 destacan detalles de este ministerio cuando anciano:

Debía repartir la tierra entre el pueblo de Dios, 13.7

Se ocupa de aquellos que no tienen en quienes ampararse, 17.3, 4

Aconseja sabiamente a los muy afirmativos, 17.14 al 18

Inspira a los indolentes y coordina sus actividades, 18.1 al 6

Atiende a aquellos sin herencia entre las tribus, capítulo 21

Anima y aconseja a los fieles, capítulo 22

Instruye con base en lo que había vivido, capítulo 23

Es paciente para con personas particulares y grupos, 14.6 al 14

Provee para aquellos que están expuestos a peligros, capítulo 20

El capítulo que nos ocupa, el 20, es un estímulo para que nos preguntemos si estamos debidamente ejercitados acerca de aquellos bajo nuestro cuidado que están expuestos a adversidad. Dijo Pablo en Hechos 20: «Mirad por vosotros, y por todo el rebaño en que el Espíritu Santo os ha puesto por obispos, para apacentar la iglesia del Señor … entrarán en medio de vosotros lobos rapaces …»

Las ciudades de refugio – empleados generalmente como una ilustración al presentar el evangelio – proporcionan una lección en el cuidado de otros. Obsérvese que esta provisión ministraba simpatía, salvación y refugio. El esquema aseguraba un amplio acceso geográfico: había ciudades a cada lado del río, entre las montañas y en las llanuras. Aun el discapacitado tenía entrada. ¿Y nosotros? ¿Cómo atendemos a la necesidad tan diversificada? Nadie vive para sí; somos guardas de nuestros hermanos.

Lección:  Aun «Pablo el anciano» terminó su carrera activo en las cosas del Señor, 2 Timoteo 4.6,7. ¿Nos estamos oxidando o gastando?

capítulo 24
El final de un gran ministerio

¡Siquem! El viejo encino, el patriarca solitario, una tienda levantada, un altar edificado – y una promesa, Génesis 12.6,7.

¡Siquem! Años de peregrinaje, de servidumbre, de vueltas en el desierto, de posesión de la tierra, y ahora, una encina aun más vieja, una muchedumbre, una gran piedra levantada – y la herencia, 24.25 al 28. De veras, las promesas de Dios son «sí y amén». El ciclo está cerrado; los peregrinos están en casa.

Notemos:

  1. Las tribus congregadas. Josué destaca la bondad constante de Dios en el pasado, vv 1 al 10, y su benevolencia en el presente, vv 11 al 13.
  2. Las tribus retadas, vv 14 al 24. «Pues, temed»; «quitad, pues»; vv 14, 23. La bendición y el privilegio conllevan responsabilidad. Josué basa su reto en su propio compromiso renovado; «Yo y mi casa serviremos a Jehová». El coraje tan necesario al comienzo, 1.6, 7, es aparente ahora al final. Queremos comenzar bien, sí, pero también anhelamos terminar bien. Son sólo los hombres de esta estirpe que pueden liderizar al pueblo del Señor. Se le hace al pueblo recordar que la fidelidad cuesta, y cuatro veces en los vv 19, 20 ellos afirman que serán fieles. El reto en el v. 14 es que teman y sirvan, y su respuesta es que van a servir a Jehová, vv 16, 18, 21, 24.
  3. Las tribus comprometidas, vv 25 al 28. Abraham edificó su altar para adorar a la luz de la promesa. Josué levantó una piedra para testificar al juramento ante la promesa cumplida. Dios ha hecho grandes cosas para nosotros – ¿dónde están nuestro altar y nuestra piedra? «Hermanos, os ruego por las misericordias de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro culto racional», Romanos 12.1. El altar es necesario para afirmar el corazón y la piedra para afirmar la voluntad.

En la parte final del capítulo encontramos:

  • un servicio de parte de Josué reconocido, vv 29 al 31. Él fue sepultado en la parcela de su heredad, y su ejemplo fue respetado por una generación entera.
  • una esperanza de parte de José realizada, v. 32. Mucho tiempo antes, él había salido de Siquem en busca de sus hermanos, Génesis 37.14. Nunca volvió al lugar, pero en su ojo y su corazón siempre lo tenía por delante. «Dios ciertamente os visitará, y haréis llevar de aquí mis huesos», Génesis 50.24 al 26. Su esperanza fue satisfecha ahora en la sepultura de sus huesos en Siquem.
  • un ministerio ratificado en el entierro de Eleazar («Dios ha ayudado»), v. 33.

Lección:  ¿Cómo rezará nuestra necrología? Es decir, ¿qué dirán de nosotros una vez que nos hayamos ido? Josué luchó bien, José terminó bien y Eleazar ministró bien.

 

Josué, el hombre

  1. Mullholland, Elgin, Inglaterra,
    The Witness, febrero 1955

 

“¡Ha muerto Moisés!” La noticia tan lamentada habrá corrido por todo el campamento. “¿Qué sucederá ahora? ¿Quién tomará su lugar?” No dudamos de que preguntas como éstas hayan ocupado las mentes del pueblo. Pero Dios había preparado su hombre: “Josué hijo de Nun, servidor de Moisés”, como le describe Josué l.1. ¡Y qué hombre era! Aseguradamente es un ejemplo agradable que todos podemos imitar, y uno que ilustra algunas características del Señor Jesús. Sea nuestro ministerio el de soldados a ser conducidos o de líderes a conducir, él puede enseñarnos mucho.

Recibió un testimonio de Dios

Jehová dijo a Josué: “Desde este día comenzaré a engrandecerse delante de los ojos de todo Israel, para que entiendan que como estuve con Moisés, así estaré contigo”, 3.7. Si nuestro testimonio no ha sido producido de esta manera, no es testimonio alguno; si Dios no está obrando en nosotros, nuestro testimonio no producirá resultados fidedignos. En cambio, si el creyente está dispuesto a tomar un lugar humilde y perseverar en las cosas de Dios, se podrá decir de él lo dicho en 4.14: “En aquel día Jehová engrandeció a Josué a los ojos de todo Israel, y le temieron”.

Cuando el testimonio nuestro da por resultado este “temor”, vamos a glorificar a nuestro Señor. Las palabras empleadas aquí nos hacen recordar lo dicho en Hechos 4.13 acerca de Pedro y Juan: “… les reconocían que habían estado con Jesús”.

Sabía qué era la salvación

Josué sabía cómo era trabajar bajo el yugo del opresor. Había conocido la aflicción, servidumbre y opresión en Egipto. Mucho le conviene al creyente en el tiempo presente reflexionar a veces en soledad sobre lo que era y qué ha hecho Dios por él. “He aquí, en maldad he sido formado”. Al darnos cuenta que estábamos vendidos bajo el pecado, nos damos cuenta un poco más de qué ha hecho el Señor a favor nuestro.

Él pudo recordar la noche en que él y su pueblo tenían sus lomos ceñidos, sus pies calzados, y su bordón en mano, y que aran exigió a Moisés, “Salid de en medio de mi pueblo vosotros los hijos de Israel”, Éxodo 12.31. Cuánto fue su regocijo en aquella ocasión, años atrás, cuando iba saliendo del país opresor.

Pero Josué se acordaba también de la enorme barrera que el Mar Rojo parecía ser; Faraón y sus huestes venían tras ellos y aparentemente no había cómo escapar de su ira. Pero Moisés recibió el mensaje de Dios: “Estad firmes, y ved la salvación que Jehová hará hoy”. Y así la nube guiadora se colocó detrás de ellos y los protegió del enemigo impío. La vara de Moisés fue extendida sobre el mar, y Jehová abrió un camino seguro en medio de las aguas. Josué participó en el cántico de redención y gratitud, y una experiencia de ésas deja su huella sobre uno.

Así, él había vivido el bautismo de 1 Corintios 10.2: “Todos en Moisés fueron bautizados en la nube y en el mar”. Conocía el alimento espiritual y había bebido de “la roca espiritual que los seguía, y la roca era Cristo”. Pero sólo como testigo de la experiencia de otros conocía Josué qué era quedarse postrado en el desierto, como lo dice 10.5. Josué fue uno de los “pocos” de quienes se agradó Dios, quienes se atrevieron a proseguir con fe.

Sabía qué era el servicio

Hemos observado ya que éste fue llamado el servidor de Moisés. Muchos quisiéramos tomar el atajo, dejando a un lado esta etapa de la experiencia cristiana. Los años de aprendizaje pueden ser difíciles y hasta desagradables, pero la calidad o intensidad de nuestra preparación será la medida de nuestro éxito como artesanos más adelante. Hay un período de instrucción por el cual tenemos que pasar para llegar a ser “obrero que no tiene de qué avergonzarse”.

Uno tiene la impresión que está pasando de moda esta idea de servir un aprendizaje en las cosas de Dios antes de aspirar a ser artesano entre el pueblo del señor. ¿Se nota esto en la asamblea suya? Algunos están contentos a conformarse con “así dicen los hermanos” en vez de averiguar qué dice el Espíritu Santo en la Palabra de Dios. Vivimos en una época de productos prefabricados y ropa confeccionada a medidas estándares, y tal vez pensamos que puede ser así en las experiencias espirituales también.

A Josué, en cambio, le encontramos dispuesto en todo momento a atender a Moisés y a ejecutar las órdenes de su gran líder. Esto permitió que Dios dijera, “Como estuve con Moisés, estaré contigo”. En esto él se asemeja mucho a otro joven, Timoteo. Dios siempre habilita a un servidor suyo que está calificado para la tarea; si nosotros estamos dispuestos, Él atenderá a la preparación. Pablo, por ejemplo, estaba muy consciente de esto.

Conocía y obedecía las Escrituras

Dios exigió a Josué a no dejar que se apartara de su boca el libro de la Ley, 1.8. El hombre tenía que meditar en la Palabra de día de noche como su recurso y delicia para el proceder rutinario. Vea usted el versículo para saber qué es el gran objetivo de nuestra lectura de la Biblia: “para que guardes y hagas conforme a todo lo que en él está escrito”. Es asunto de dedicarse enteramente a la palabra y aplicarla enteramente a uno mismo. El resultado será que “harás prosperar tu camino”.

¿Todos nosotros podemos decir esto con sinceridad? Dice el 11.15 que “Josué lo hizo, sin quitar palabra de todo lo que Jehová había mandado a Moisés”. Allí está el ejemplo. Pablo pudo declarar a los ancianos de Éfeso que él se encontraba “limpio de la sangre de todos” porque no había rehuido anunciar el consejo de Dios.

Debemos hacer lo mismo, reteniendo la palabra fiel tal como hemos sido enseñados, y exhortando con sana enseñanza. Este versículo, Tito 1.9, es de aplicación especial a los ancianos pero tiene un mensaje para todo cristiano.

Dio a otros lo que había recibido

El mandato recibido de Dios al principio del libro, en l.7, fue: “Esfuérzate y sé muy valiente, para cuidar de hacer conforme a toda la ley .”. El mandato que dio a sus hermanos en el 23.6, al final, fue: “Esforzaos, pues, mucho en guardar y hacer todo lo que está escrito en el libro de la ley.”.

De una vez nos vienen a la mente las palabras renombradas que Pablo dirigió a los corintios: “Yo recibí del Señor lo que también os he enseñado”, y “Primeramente os he enseñado lo que asimismo recibí”. También que “retenéis las instrucciones tal como os las entregué”. ¿Qué estamos dando al pueblo de Dios? Las ideas de los hombres son moneda falsa.

Israel “sirvió a Jehová todo el tiempo de Josué”, 24.31. El testimonio de ese hombre había surtido efecto, resultando en un pueblo obediente durante su vida y la de sus contemporáneos. La vida de cada uno de nosotros tiene una influencia sobre los demás, sea para la gloria de Dios o lo contrario.

 

El cruce del Jordán

  1. W. Joyce, Toronto, Canadá,
    Truth & Tidings, junio 1949

 

Hay mucha verdad valiosa en relación con el cruce del río Jordán de parte de los israelitas, narrado al comienzo del libro de Josué. El pentecostalismo ha desvirtuado la enseñanza acertada que esta historia tiene para nosotros, hablando de “cruzar el Jordán” y “vivir al otro lado del río” como una falsa experiencia de una súper espiritualidad, la cual permitiría a estos súper santos a despreciar a los demás creyentes como inferiores por no haber experimentado este pase a “la vida en un plano superior”. No. La verdad expuesta en los capítulos 3 al 5 de Josué tiene una aplicación espiritual para cada uno que es salvo; es nuestra para vivirla y disfrutarla, si somos del Señor.

El libro del Éxodo narra el cruce del Mar Rojo y el libro de Josué el cruce del Jordán. Fueron dos eventos determinantes en la liberación del pueblo de Israel de la servidumbre de Egipto y su introducción a la bienaventuranza que Dios quería darles en Canaán. Ambos eventos nos presentan en figura la obra de Cristo.

El cruce del Mar Rojo, cuando Israel fue sacado de Egipto, el lugar de juicio, es una ilustración de la muerte y resurrección de Cristo a favor nuestro. El cruce del Jordán, cuando Israel entró en la tierra prometida de Canaán, es una ilustración de nuestra muerte y resurrección con Cristo.

Veamos más de cerca el capítulo 3 de Josué. El cruce se efectuó cuando el río estaba crecido, 3.15. No es que había sequía, sino plena corriente. El arca del pacto tuvo que preceder al pueblo. Todo esto habla de Cristo en las aguas de la muerte y el juicio en todo su poder. “Un abismo llama a otro a la voz de tus cascadas; todas tus ondas y tus olas han pasado sobre mí”, Salmo 42.7.

Hubo un espacio de como dos mil codos (más de dos kilómetros) entre el arca y el pueblo, 3.4. Nuestro bendito Señor tuvo que padecer a solas las aguas profundas del Calvario. Muchos de sus seguidores devotos han intentado seguir a su Maestro, pero en el mejor de los casos hay “una distancia”. Pedro preguntó, “Señor, ¿por qué no te puedo seguir ahora?” Más tarde él aprendió, ya que “todos los discípulos, dejándole, huyeron”.

El cruce incluyó a toda la nación; ninguno se quedó. Dice el 3.17 que el arca se quedó en el medio del río “hasta que todo el pueblo hubo acabado de pasar el Jordán”, Así es la eficacia de la obra de Cristo; ninguno de los suyos se perderá ni pasará por el juicio reservado para los incrédulos.

En el capítulo 4 tenemos un mandamiento del Señor, cuando Él exigió que esta gran obra fuese conmemorada como testimonio al poder y bondad de Dios para con los suyos. Doce hombres escogidos fueron tomados, uno de cada tribu, para llevar doce piedras del lecho del río y colocarlas al otro lado del Jordán, 4.2, 3. Leemos en el 4.9 de otro operativo: “Josué también levantó doce piedras en medio del Jordán… y han estado allí hasta hoy”. En otras palabras, desde el día en que el pueblo cruz el río, doce piedras fueron sepultadas bajo el Jordán para nunca ser vistas más; a la vez, doce piedras, antes desconocidas, fueron colocadas en un lugar donde exhibirían continuamente el poder del Señor.

Hermanos, hermanas: Aseguradamente tenemos aquí una lección por demás práctica para cada creyente. ¿Qué había en nuestras vidas que correspondería a las piedras que antes se veían pero ahora están sepultadas para siempre? ¿Qué hay en nosotros que está representado por las piedras antes desconocidas pero ahora a la vista de todos? Leemos en 2 Corintios 5.17: “Si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas”.

Es cierto esto en cuanto a la posición de todo y cada creyente delante de Dios. 0 sea, en principio o conceptualmente es así; habiendo sido salvos, de hecho hemos nacido de nuevo. Pero en la práctica, lamentablemente, cuántas veces no vivimos a la par con la dignidad de esta vida nueva; nuestra manera de actuar no es acorde con la vida que recibimos. Las cosas de la carne estaban evidentes en cada uno de nosotros en tiempos pasados, pero no deben ser vistas ahora. Las cosas que nunca pudimos producir mientras éramos inconversos, ahora deben existir y deben estar a la vista de todos como testimonio al poder transformador de Dios.

La verdad espiritual relacionada con las piedras es de profunda aplicación. Vamos a ver si la podemos aplicar de una manera sencilla. El ojo humano no verá costumbres carnales en nosotros, aunque una vez nos controlaban, si ponemos por obra la verdad de que en la mente de Dios hemos muerto con Cristo a nosotros mismos, al pecado, a la Ley y al mundo. Citemos, por ejemplo, tres trozos en Gálatas:

  • Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí. 2.20
  • Los que son de Cristo han crucificado la carne con sus pasiones y deseos. 5.24
  • Lejos esté de mí gloriarme, sino en la cruz de nuestro Señor Jesucristo, por quien el mundo me es crucificado a mí, y yo al mundo. 6.14

Es por el poder del Espíritu de Dios que procuramos conducirnos a diario de esta manera. Es esta verdad ¾ la muerte y resurrección de Cristo por mí, y mi muerte y resurrección con Él ¾ que guarda a uno de la mundanalidad en todas sus formas.

No es sólo que “las cosas viejas” desaparecen, sino que hay cosas nuevas en nuestras vidas; el poder de Dios obrando en el creyente produce en uno alguna semejanza al bendito Señor, la Cabeza de la creación nueva. En vez de excusarnos en indulgencia propia (“Yo no veo nada malo en eso”), nos preguntaremos: “¿Esto dará a otros, que me están viendo, una evidencia del poder transformador de Cristo, y hará saber que encuentro mi satisfacción en Él?”

Que el Señor nos ayude a entrar en la realidad de nuestra muerte, sepultura y resurrección con Él.

Yo, que estoy crucificado, ¿ cómo más podré pecar?
Yo, que estoy resucitado, otra vida he de llevar.

 

Gilgal

 M.H. Prior, Chichester, Inglaterra,
The Believers Magazine, marzo 1928

 

De que Gilgal tiene un profundo significado espiritual es por demás evidente por la importancia asignada a ese lugar en el libro de Josué. El campamento de Israel estaba allí, y ese pueblo volvió allí a menudo para su propio bien, partiendo de Gilgal para victorias nuevas. Además, más de una vez el hecho de no volver a Gilgal fue seguido por la derrota.

Moisés les había conducido hasta el Jordán pero no pudo llevarles a la tierra prometida en sí, porque la Ley ¾ la cual él representa ¾ nunca puede hacer tal cosa. Él estaba identificado con el desierto, el cual habla de este mundo presente, pero la tierra prometida, Canaán, una tierra agradable al ojo de Dios, habla de cosas más elevadas, a saber, los lugares celestiales donde estamos sentados como “en Cristo”, y donde pronto estaremos “con Cristo”.

Josué fue escogido para conducir ese pueblo a la tierra en sabiduría y poder espiritual, y él es una ilustración de aquel gran Líder quien, por su Espíritu, nos conduce a las posesiones preciosas que están descritas en Efesios y otras partes. Así es que encontramos al comienzo del libro que la misericordia y la verdad están juntas, 2.14, haciéndonos recordar que en Juan l.17 “la gracia y la verdad vinieron por medio de Jesucristo”. La pobre gentil Rahab obtuvo la bendición aun antes que Israel recibiese la suya. Más adelante ella se casó con Salmón y llegó a ser madre de uno de los hijos más ilustres en Israel, Booz, y a figurar en el linaje del Señor mismo; Mateo 1.5. Es una manifestación de qué puede hacer la gracia de Dios.

Parece que el Mar Rojo presenta los resultados de la obra de Cristo, pero el Jordán destaca nuestra identificación personal con É1 en su muerte y resurrección. El arca del pacto del Señor de toda la tierra desciende al Jordán cuando el río se ha desbordado, y las aguas de arriba son detenidas en un montón. Entonces, el pueblo de Dios atraviesa el río, identificándose en figura con Cristo en su muerte. En Gilgal, donde llegó Israel primeramente en la tierra prometida, se sacan piedras del fondo del río y de ellas se hace un pilar; a la vez, otras son sepultadas para siempre bajo sus aguas.

Josué 5 comienza con una nota de confianza. La tierra estaba por delante, pero había enemigos también. Resulta que el primero de éstos, Acán, estaba adentro, y esto nos habla de la carne, la naturaleza vieja y sus hechos. Hacía falta tratar este asunto antes de intentar algún progreso en las cosas de Dios. “Somos la circuncisión, los que en espíritu servimos a Dios y nos gloriamos en Cristo Jesús, no teniendo confianza en la carne”, Filipenses 3.3.

El asunto es que “no es judío el que lo es exteriormente, ni es la circuncisión la que se hace exteriormente en la carne; sino que es judío el que lo es en lo interior, y la circuncisión es la del corazón, en espíritu, no en la letra; la alabanza del cual no viene de los hombres, sino de Dios”, Romanos 2.28,29. El mismo escritor registra que en Cristo “fuisteis circuncidados con circuncisión no hecha a mano, al echar de vosotros el cuerpo pecaminoso carnal, en la circuncisión de Cristo”, Colosenses 2.12. Esta es la lección de Gilgal: En aquel tiempo, Jehová dijo a Josué: “Hazte cuchillos afilados, y vuelve a circuncidar la segunda vez a los hijos de Israel”, Josué 5.2.

Siendo así, la lección es importante. Gilgal quiere decir rodando o círculo, y Dios aquel día rodó o quitó el oprobio de Egipto, 5.9. Su oprobio, como el nuestro, había sido una penosa cautividad al pecado y a Satanás, y ahora el oprobio del pasado estaba quitado. Ellos se habían despojado del viejo hombre y vestido del nuevo; éste es el tema de Efesios 4.17 al 32. Hoy día es un oprobio para el creyente estar ocupado de este mundo y su antigua manera de vivir.

En seguida ellos guardaron la pascua. Claro está que aquella ceremonia fue algo muy diferente de la cena del Señor, pero con todo la pascua que ellos comieron ¾ una ceremonia conmemorativa ¾ nos sugiere la libertad que tenemos para hacer memoria del Señor en su muerte. Al otro día de la pascua ellos comieron del fruto de la tierra, los panes sin levadura, y espigas nuevas y tostadas.

El pasaje correspondiente de las Escrituras para nosotros es 1 Corintios 5.7,8: “Nuestra pascua, que es Cristo, ya fue sacrificada por nosotros. Así que celebremos la fiesta, no con la vieja levadura, ni con la levadura de la malicia y maldad, sino con panes sin levadura, de sinceridad y verdad”. Ellos comieron del fruto de la tierra, 5.11 ¾ la idea es de los granos de la cosecha del año anterior ¾ y luego de espigas nuevas. Esta es una figura de Cristo en resurrección. La tierra dio sustento para ellos, y los tesoros de Dios nos sostienen a nosotros.

 

El valle de Acor

 

  1. H. Prior, Chichester, Inglaterra
    The Believers Magazine, octubre 1930

 

Le daré … el valle de Acor por puerta de esperanza,
y allí cantará como en los tiempos de su juventud … , Oseas 2.15

 

En el Valle de Acor (nombre que significa dificultad) se ha podido ver un gran montón de piedras, el cual, dice el escritor inspirado, “pertenece hasta hoy”, Josué 7.26. De que exista a esta fecha, no sé, pero estoy persuadido que este monumento de antaño sigue siendo una lección espiritual bien ilustrada y provechosa para nuestras almas.

Es un pensamiento solemne darse cuenta de que el pecado de un solo hombre ¾ Acán en este caso ¾ puede traer resultados tan desastrosos, y de esta historia podemos aprender la necesidad del ejercicio de disciplina en una congregación del pueblo de Dios. No propongo abundar aquí sobre este asunto importante, sino mencionar de paso que bajo la Ley el ofensor moría sin misericordia mientras que en el actual régimen de gracia un objetivo de toda disciplina debe ser la restauración de aquel que ha faltado. Es lamentable cuando la disciplina en una asamblea se degenera hasta ser sólo un intento a librarse de algún molestoso.

Dirigiéndonos al tema que tenemos en mente, vemos de una vez que Acán no había aprendido las verdades encerradas en las experiencias narradas en los capítulos 4 y 5 del libro de Josué. Si hubiera absorbido el profundo significado del cruce del río Jordán, los monumentos erigidos y la circuncisión en Gilgal, él no hubiera codiciado lo que el 7.1 llama “el anatema;” o sea, los tesoros especificados en el versículo 21, los cuales robó de algún cananeo muerto en la batalla. Mucho menos hubiera escondido su botín y mentido.

Si un hombre no ha aprendido la lección de las piedras sepultadas en el río (4.9), habrá mucho que él intentará a sepultar en la tierra. Las aguas del Jordán resultaron ser sepulcro eficaz para aquellas piedras, ya que éstas “han estado allí hasta hoy”. Los tesoros que Acán robó resultaron ser como los del siervo en Mateo 25, quien cavó en la tierra y escondió el dinero de su señor, pero forzosamente fue descubierto él y la plata fue sacada a la luz.

Feliz el hombre que no tiene nada que esconder en su vida. “Amados, si nuestro corazón no nos reprende, confianza tenemos en Dios”, 1 Juan 3.21. Sólo uno, nuestro Señor, pudo decir de veras que “me has puesto a prueba, y nada inicuo hallaste; he resuelto que mi boca no haga transgresión”, Salmo 17.3.

En 1 Crónicas 2.7 se describe a este hombre Acán como “el que perturbó a Israel, porque prevaricó [trajo a desgracia] en el anatema”. [Anatema quiere decir una cosa señalada como para destrucción.] Desde ese tiempo ha habido muchos perturbadores, no sólo en Israel sino en la Iglesia de Dios; de ellos el apóstol escribe en Gálatas 2. 10: “El que os perturba llevará la sentencia, quienquiera que sea”.

Estos perturbadores vienen de toda clase de gente, y una característica casi universal en ellos es que echan sobre otros la culpa por los problemas que ellos mismos han causado. Todos nos acordamos de la pregunta que hizo Acab a Elías para acusarle: “¿Eres tú el que turbas a Israel?” Pero la respuesta del profeta vino llena de convicción: “Yo no he turbado a Israel, sino tú y la casa de tu padre, dejando los mandamientos de Jehová”, 1 Reyes 18.18.

Cuando nos encontramos envueltos en polémica, el examen propio y la disciplina propia bien pueden ser los remedios más apropiados. Por desagradable que sea, el hecho es que la historia de Acán ha sido dada para nuestra enseñanza, ya que debemos aprender que hay allí en nuestro pecho la misma naturaleza malvada que Acán llevaba en el suyo.

El libro de Josué está vinculado de una manera interesante con la epístola a los colosenses. El cruce del Jordán es un tipo de lo dicho en Colosenses 2.12: “… sepultados con él en el bautismo, en el cual fuisteis también resucitados con él, mediante la fe en el poder de Dios que le levantó de los muertos”. Luego Gilgal (Josué 5) con su gran lección de la circuncisión tiene su contraparte en Colosenses 2.11: “En él (Cristo) también fuisteis circuncidados con la circuncisión no hecha a mano, al echar de vosotros el cuerpo pecaminoso carnal”. El apóstol desarrolla esta doctrina clave en las bien conocidas palabras de Colosenses 3.5: “Haced morir, pues, lo terrenal en vosotros: fornicación, impureza, pasiones desordenadas, malos deseos y avaricia, que es idolatría”.

O sea: Reconociendo que nuestro “viejo hombre” está crucificado con Cristo y sepultado con Él en el bautismo, el creyente debe tomar las medidas prácticas que sean necesarias para hacer morir todo aquello que profesó dejar atrás en su bautismo. Cuán necesario es “guardar muertas” todas aquellas características y prácticas que sepultamos al ser bautizados.

El apóstol expone esto más ampliamente en Filipenses 3. Habiendo dicho allí que “nosotros somos la circuncisión”, prosigue diciendo que él, en su conversión, estimó como pérdida las cosas que le habían sido ganancia. Y, en cuanto al tiempo en que escribía, dijo que tenía todo por basura para ganar a Cristo. En su evaluación de las cosas, él consideraba acertadamente que la ganancia era mayor que la pérdida; la culminación sería la transformación del cuerpo de humillación al venir el Salvador, nuestro Señor.

Ahora, se ve algo de esto en la historia de Acán. Su pecado sale a la luz, y él es conducido al Valle de Dificultad, apedreado, quemado con fuego y sepultado bajo un montón de piedras. Y ese montón “permanece hasta hoy”, como para decir que este “viejo hombre con sus hechos” (Colosenses 3.9) debe recibir siempre este trato drástico: ser puesto en el lugar de muerte para no resucitar más nunca. Toda esta disciplina llevó fruto, y el Valle de Dificultad se volvió puerta de esperanza. Saliendo del desespero de su derrota en Haí, los israelitas logran triunfo tras triunfo, aun derrumbando treinta y un reyes en el capítulo 12.

Generalmente hay una historia secreta detrás de cada derrota. La victoria es sólo para aquellos que pueden decir que no tienen confianza en la carne, Filipenses 3.3, y cuya confianza está puesta en el Señor. He aquí la voz del apóstol: “Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí”, Gálatas 2.20.

La disciplina tiene por uno de sus objetivos principales el poner a este “viejo hombre” en el lugar de la muerte de una manera práctica en la vida de uno.

No debemos dejar de hacer mención de que nuestro Salvador ha atravesado el Valle de Dificultad por nosotros: “En toda angustia de ellos él fue angustiado, y el ángel de su faz los salvó; en su amor y en su clemencia los redimió, y los trajo”, Isaías 53.9. “Ahora está turbada mi alma”, dijo Él, previendo la cruz. Sólo así ha podido ser cumplida la profecía de Isaías 65.10: “Será Sarón para habitación de ovejas, y el valle de Acor para majada de vacas, para mi pueblo que me buscó”. Cuántos hay del pueblo del Señor que pueden testificar de los pastos ricos y deliciosos que se encuentran en el Valle de Dificultad.

Antes de despedirnos de este valle, sea comentado a pesar nuestro que los Acán, los Acab y los demás perturbadores tienen sus hijos e hijas (como Acán en el 7.24) y la casa de su padre (como tuvo Acab en el pasaje citado). 0 sea, el caso común es que los perturbadores consigan quienes les apoyen y, por consiguiente, quienes sufran el juicio con ellos.

Es un comentario triste sobre el estado de estas personas cuando se prestan a apoyar a quien conduce sus hermanos al Valle de Dificultad. Ellos no tienen los sentidos ejercitados en el discernimiento del bien y del mal, y por lo regular no es difícil descubrir por qué.

 

¿Qué significan estas piedras?

 

Albert McShane, Irlanda del Norte,
Truth & Tidings, junio 1949

Uno de los males de mayor gravedad que ha caracterizado la humanidad en toda época es el de ser olvidadizo; por lo tanto, no nos sorprende que Dios haya hecho provisión en Israel para que ellos evitasen esta falta. Este era, por cierto, el propósito detrás de algunas de las fiestas o santas convocaciones, y en particular la pascua y la fiesta de tabernáculos. Se guardaba en mente lo que había sucedido antes, dando a la vez la oportunidad a los jóvenes de preguntar el porqué de la ceremonia. Las respuestas serían provechosas a ellos y a sus mayores.

Hubo el mismo propósito en la construcción de columnas o montones de piedras en el libro de Josué. Al erigir estos monumentos, Israel estaba siguiendo el ejemplo de su patriarca Jacob. Leemos en Génesis que él colocó piedras como un recuerdo: En Bet-el, 28.18; al hacer la paz con Labán, 31.46; al volver a Bet-el, 35.14; y al morir Raquel, 35.20.

Veamos, entonces, las circunstancias que dieron lugar a los monumentos en el libro de Josué.

Al cruzar el Jordán, 4.1 al 9

“… tomaron doce piedras de en medio del Jordán … y las pasaron al lugar donde acamparon, y las levantaron allí. Josué también levantó doce piedras en medio del Jordán …”

El montón mencionado de último fue colocado en el lugar donde los sacerdotes se habían parado en el lecho del río mientras el pueblo pasó seguro. El arca había estado allí para su seguridad y, ellos también habían pasado en figura por las aguas del Jordán. El montón mencionado primero fue colocado a la orilla del río al lado de la tierra prometida. Estas piedras fueron tomadas del lecho del río, y son una figura de la nación levantada de la muerte y juicio para gozar de la herencia prometida.

Esto tiene su antitipo, o cumplimiento, en el Nuevo Testamento. “Si, pues, habéis resucitado con Cristo, buscad las cosas de arriba, donde está Cristo sentado a la diestra de Dios”, Colosenses 3. l. “Como Cristo resucitó de los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en novedad de vida”, Romanos 6.4. Así, el sentido de estas piedras (unas sepultadas, otras levantadas) es similar a la verdad que está proclamada en nuestro bautismo.

En el Valle de Acor, 7.26

“Levantarán sobre él (Acán) un gran montón de piedras”.

Los triunfos de Israel en la tierra nueva pronto fueron manchados por pecado, como fue el caso con las victorias del evangelio en los días de la Iglesia primitiva. Es provechoso observar las semejanzas entre el pecado de Acán en Josué 7 y el de Ananías en Hechos capítulo 5. La codicia fue la causa en ambos casos. Se retuvo lo que era para dar a Dios. El pecado fue descubierto y el juicio realizado. El hogar sufrió por el pecado del varón. Bien podría erigir un monumento el pueblo de Dios en el sitio donde el perturbador fue sepultado; sería un recordatorio a todo cuanto pasara que el pecado será descubierto, que su paga es elevada, y que otros son afectados cuando un creyente falta.

Nuestra generación puede ver muchos fracasos de esta índole. Hay, por ejemplo, asambleas que eran prósperas hasta que el pecado entró, tal vez en la forma de mundanalidad, o quizás la de robar a Dios de su honra. Aprendamos la lección de estas piedras: un hombre pereció; su familia pereció, probablemente por haber colaborado en esconder el botín; un ejército fue derrotado; el pueblo del Señor perdió su ánimo. Todo esto por causa de la codicia. ¿Robará el hombre a Dios? Malaquías 3.8.

A la puerta de Hai, 8.29

“Al rey de Hai lo colgó de un madero … y levantaron sobre él un gran montón de piedras”.

No tenemos que viajar lejos de la sepultura de Acán para llegar al pueblo de Hai, y a la entrada encontramos otro monumento con su mensaje. La derrota del capítulo 7 se cambia en victoria en el capítulo 8. Esto de por sí es un gran estímulo a que juzguemos el pecado. Josué había tomado las medidas necesarias, y así Dios estaba libre para ayudar y bendecir a su pueblo. Israel logró la victoria, pero con dificultad. Todo el ejército tuvo que intervenir en la batalla, y ésta requirió muy buena estrategia. La historia hace ver que el pecado, aun cuando hay restauración, deja su efecto sobre el pueblo del Señor.

El juicio sobre el rey pagano y el gran monumento al lado del camino servirían para recordar a Israel a mantenerse en comunión con Dios si deseaba su ayuda en la lucha. Nosotros también precisamos de ayuda contra los enemigos espirituales, pero podemos contar con la misma sólo si juzgamos el pecado en nosotros mismos y en la congregación.

Sobre el Monte Ebal, 8.32

“Escribió allí sobre las piedras una copia de la ley de Moisés, la cual escribió delante de los hijos de Israel”.

La derrota de Hai dio acceso para Israel a la parte central de la tierra prometida, ofreciendo una oportunidad para dar reconocimiento especial a Dios y a su palabra. En obediencia al mandamiento dado por medio de Moisés, la nación se congregó para leer de nuevo la Ley con sus bendiciones y maldiciones.

Se erigió “un altar de piedras enteras sobre las cuales nadie alzó hierro”, y éste sirvió de advertencia que sólo por sacrificio podrían ellos eludir la maldición de la Ley y gozar de la paz con Dios. Este altar con su sacrificio fue seguido por la colocación de grandes piedras sobre las cuales se escribió la Ley. Un monumento en este punto céntrico del país serviría de recordatorio continuo de la importancia de la Palabra de Dios, un asunto que no puede ser enfatizado con demasía en el tiempo presente. La prosperidad futura del pueblo de Dios depende mayormente de su obediencia a la toda suficiente Palabra de Dios. ¡Qué la demos su lugar debido!

En Maceda, 10.27

“… y pusieron grandes piedras a la entrada de la cueva, las cuales permanecen hasta hoy”.

Los conflictos anteriores para tomar posesión de la tierra prometida habían involucrado una sola ciudad a la vez, pero en el capítulo 10 leemos de un esfuerzo unido de parte de los canaanitas a resistir a Josué. Esto, sin embargo, representó una ocasión apropiada para que Dios mostrara su omnipotencia.

Dos fenómenos habrán servido para mostrar a las fuerzas enemigas que el Dios de Israel es el Dios que controla el universo. Primero, “fueron más los que murieron por las piedras de granizo, que los que los hijos de Israel mataron a espada;” y, más maravilloso, “el sol se paró en medio del cielo, y no se apresuró a ponerse casi un día entero”.

La historia en este capítulo es un cuadro de la gran confederación que habrá en la tribulación venidera cuando las naciones se unen y consultan entre sí para impedir el establecimiento del reino milenario de Cristo; Salmo 2. En aquella ocasión, como en Josué 10, Dios intervendrá y dará abrigo a los suyos por medios que el mundo no entiende; en ese día futuro, vendrá en poder el Gobernador de las naciones, y “habrá señales en los cielos”.

¡Qué gozo tuvo Israel al erigir un montón de piedras sobre los restos de aquellos reyes aniquilados, ya que era un estímulo a confiar en Dios en las luchas que iban a presentarse después! Nosotros podemos confiar en la misma manera. Escribió Martín Lutero:

Nuestro valor es nada aquí; con él todo es perdido;
Dios por nosotros pugnará de Dios el Escogido.

En Siquem, 24.26

“Escribió Josué estas palabras en el libro de la ley de Dios; y tomando una gran piedra, la levantó allí debajo de la encina que estaba junto al santuario de Jehová”.

Nada se lee de las actividades de Josué después de la división de la tierra entre las tribus, hasta que él convoca a los líderes para darles su mensaje de despedida. El relato presentado en el capítulo 24 nos hace pensar en la ocasión cuando otro gran hombre, Pablo, reunió a ciertos ancianos para despedirse con un mensaje de la misma índole, Hechos 20.

Josué, en su discurso de despedida, traza la historia de la nación desde Abram en Ur hasta el día en que él se paraba frente a los líderes en Siquem. Él hace un recuento de la bondad de Dios hacia ellos, y les exhorta a servirle con corazón fiel. ¡Qué fin tan noble a una vida sobresaliente! Josué no ha podido dejar un legado aquél del ejemplo de su propio testimonio a lo largo de sesenta años. Bueno hubiera sido para la nación guardar la promesa que él recibió de los líderes en este capítulo.

Parece, sin embargo, que Josué temía que Israel se olvidaría rápidamente de sus promesas, y así él levanta una gran piedra en Siquem como testigo silencioso de que ellos habían escogido a Dios en vez de los ídolos. Este monumento, junto con la influencia de su vida, surtió efecto sobre los ancianos que le sobrevivieron; dice Jueces 2.7 que el pueblo había servido a Jehová todo el tiempo de los ancianos que sobrevivieron a Josué. Pero, “se levantó después de ellos otra generación que no conocía a Jehová, ni a la obra que él había hecho por Israel”, 2.10. Con el correr del tiempo esta generación se atrevió a mostrar su lejanía de Dios por desobediencia “cerca de la llanura del pilar que estaba en Siquem, “ 9.6.

¿Y nosotros también no tenemos recuerdos de hombres fieles que defendieron la verdad y la honra de Dios, y dejaron tras sí una herencia (“una gran piedra”) que permanece hasta hoy? Que las lecciones enseñadas por estos monumentos nos ayuden a mantener hasta el final nuestro testimonio para Dios, como hicieron Josué, Pablo, y tantos más.

 

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