Jairo e hija (#525)

Jairo e hija

Perth Gospel Hall

 

Lectura                        Marcos 5.21 al 24, 35 al 43

Este incidente se narra también en Mateo 9 y Lucas 8.

 

 

Consideraciones generales

Este es el último de cuatro milagros grandes y rara vez se encuentra un poder tan dramático en cincuenta versículos. En 4.35 al 41 la tempestad fue cambiada en una gran calma. En el capítulo 5 se controla el endemoniado, se cura la mujer de su hemorragia y se levanta la hija de Jairo. El hombre no podía con ninguno de ellos.

A lo largo del capítulo 5 observamos al Señor Jesús tratando con grupos y con particulares. En el v. 17 los gadarenos “comenzaron a rogarle que se fuera”, pero un individuo recibe una gran bendición. En el v. 31 “la multitud te aprieta” pero una mujer es curada de su enfermedad. En el hogar Él “vio el alboroto”, v. 38, pero sólo una jovencita recibe la bendición. Aprendemos que, aun si nos apela una muchedumbre, el Señor Jesús se interesa por el individuo y todos necesitamos un encuentro personal con Él. En Juan 6 el Señor Jesús enseñará que los motivos de un gentío suelen ser muy superficiales; en el v. 2 ellos “veían las señales” y en el v. 26 “comisteis el pan”.

La resurrección de la hija

22 Percepción de una necesidad “Vino uno de los prin-cipales de la sinagoga”. No se nos informa si éste, al estilo de la mujer en el incidente anterior, había intentado otras soluciones posibles, pero al acudir al Salvador uno tiene que apreciar una gran necesidad. Notamos en este versículo que delante de los hombres éste era “uno de los principales”. El Salvador nunca haría distinción con base en la posición de uno, pero se nos da a entender también cómo estaba este señor delante de Dios: “se postró a sus pies”.

 

 

Cuán importante es apreciar que, no importa hasta dónde suba en mi posición delante de los hombres, al venir al Señor Jesús debo estar consciente siempre de que eso nada vale en sus ojos. Notamos también en el capítulo que los tres individuos estaban a los pies del Salvador. El hombre de Gadara estaba “sentado a los pies de Jesús”, Lucas 8.35, y la mujer “tocó el borde de su manto”, Lucas 8.44.

23 Reconocimiento de fe    En los tres milagros el acto mismo de acudir al Salvador es un indicio de fe. Jairo dijo “que sea salva, y vivirá”. Él no tenía dudas acerca de la capacidad del Señor Jesús para realizar el milagro. Se nos instruye: “pida con fe, no dudando nada”, Santiago 1.6. Lucas quiere dar a entender que el milagro en Naín fue efectuado antes de este acontecimiento, de manera que es posible que Jairo haya sabido de aquello.

El encuentro no fue por casualidad. La joven estaba “agonizando”, pero Jesús había dejado Gadara para cruzar el lago y regresar justamente en el momento que Jairo debería llegar. De nuevo es maravilloso ver que Dios es soberano en ocasiones como esta. Jairo fue sincero; al Salvador “le rogaba mucho”. En Getsemaní el Señor “oraba más intensamente”, Lucas 22.44. Tenemos que aprender qué es orar de esta manera. Jairo fue específico, “mi hija”, dándonos otra lección sobre cómo orar.

24 Compasión de parte del Salvador             “Fue, pues, con él”. En el milagro de Juan 4, donde fue curado el hijo de un noble, el Señor dio la orden desde lejos y la curación se efectuó. Aquí le vemos trasladándose con el suplicante. Los dos en el camino a Emaús en Lucas 24 tuvieron la experiencia real de que “Jesús mismo se acercó, y caminaba con ellos”. En tiempos antiguotestamentarios David escribió: “No temeré mal alguno, porque tú estarás conmigo”, Salmo 23.4. También para los discípulos, al recibir la comisión, la promesa fue: “yo estoy con vosotros todos los días”, Mateo 18.20.

35 La fe probada Después del acercamiento y la curación de la mujer con una hemorragia, llega de la casa de Jairo una noticia que pondría su fe a prueba: “Tu hija ha muerto”. Sin duda no hay esperanza, y preguntan los mensajeros: “¿para qué molestas más al Maestro?” Bien podemos reflexionar sobre si sabía del hijo de la viuda de Náin; hemos comentado que Lucas da a entender que aquello sucedió antes. O, ¿él sabría que en el Antiguo Testamento tanto Elías como Eliseo resucitaban muertos?

36 La fe estimulada En realidad esta especulación es irrelevante por cuanto leemos de inmediato: “Jesús, luego que oyó”. Es hermoso notar la pronta intervención del Salvador. A Jairo se le anima: “No temas; cree solamente”.

37 Los discípulos como testigos Como en otras ocasiones, Pedro, Jacobo y Juan acompañarán al Señor al hogar. Estaban con Él en el Monte de la Transfiguración en el capítulo 9 y van a estar en el Huerto de Getsemaní en el capítulo 13. En el monte vieron su gloria, en el huerto verán su agonía y aquí ven su gracia.

39 La condición definida “Duerme”, es la manera hermosa en que el Salvador define su condición, y en muchas otras ocasiones se emplea el término para describir al creyente difunto: Mateo 27.52, Hechos 7.60, 13.36, 1 Corintios 11.30, 15.6,18,51, 1 Tesalo-nicenses 4.13, 2 Pedro 3.4.

40 El Salvador rechazado Como ya hemos observado, la muchedumbre reunida en el hogar rechaza al Salvador; “se burlaban de él”. Más adelante en el capítulo 15 Marcos informará que ante la cruz ellos meneaban la cabeza, v. 29, y “los principales sacerdotes, escarneciendo”,  v. 31.

41 El Salvador manda “A ti te digo, levántate”. Lo dijo con la misma autoridad con que había reprendido la tempestad en el capítulo 4.

42 La niña responde “Se levantó y andaba”. Es la respuesta a la fe y la evidencia de vida. En cuanto a los que son de Cristo, es de esperar que andemos “en vida nueva”, Romanos 6.4.

43 Los padres responsables “que se le diese de comer”  Más adelante Pedro va a oir del Señor: “Apacienta mis ovejas”, Juan 21.17. A los ancianos de Éfeso se les manda: “apacentar la iglesia del Señor”, Hechos 20.28. Qué bueno es que Dios haya dotado de dones a aquellos en la asamblea que pueden apacentar al pueblo del Señor.

 

 

 

La mujer y la muchacha

Donald R. Alves

 

 

La historia de la mujer que padecía flujo de sangre y la hija de Jairo narra la única ocasión que conocemos del Señor interrumpiendo su atención a una persona para ocuparse de otra. Es el único caso de Jesús siguiendo detrás de la persona que lo buscó. (Estoy agradecido al hermano que me explicó por qué. Él sabía que una mujer apenada se le acercaría por detrás. Si habría

 

caminado delante de Jairo, este hombre habría sido un estorbo para la mujer).

Por supuesto, al leer Mateo 9, Marcos 5 y Lucas 8 aprendemos detalles en un relato que los otros evangelistas no nos cuentan. Una de las muchas lecciones que están en la superficie es que siempre queremos comparar un Evangelio con otro para ver qué detalles incluye cada uno de cierto acontecimiento o período en el ministerio de Jesús.

Nos llama la atención la prudencia de Jesús con estas dos. En el caso tan delicado de la mujer, Él la atendió delante de la multitud, en el camino. En el caso de la muchacha, estaba dispuesto a entrar en la casa, sin satisfacer la curiosidad de la multitud pero en presencia de cinco testigos. (Él aceptó conversar con el varón Nicodemo en la oscuridad de la noche, pero escogió la luz del día y el pozo del pueblo para platicar con la mujer samaritana).

Es la más llamativa ocasión registrada cuando Él dio a entender que no sabía qué estaba sucediendo: “¿Quién me ha tocado?” Él siempre sabía, pero preguntaba mayormente para ayudar a otros a aprender, o a darse cuenta de su propia condición. En este caso, preguntó como una manera indirecta de hacer saber a la mujer de su interés en ella.

Admiramos a Jairo, un padre preocupado por la condición de su hija, y notamos que su fe al inicio fue probada severamente en el camino. Primeramente, tuvo que esperar mientras Jesús atendió a otra persona, y por cierto una que no estaba en una condición tan crítica como la que afligía a ese señor. Segundo, los de su propio hogar le reprocharon por “molestar” al Maestro. Y, como los mejores entre nosotros, tuvo mucho que aprender. Pensaba que la solución sería que Jesús tocara la muchacha, pero la voluntad de Él resultó ser más bien la de hablar la palabra sanadora. Y, al final del relato él se quedó atónito porque había subestimado al Señor.

Por cierto, ¿tenía Jairo alguna noción de que su interés en la joven iba a redundar también en la curación − la salvación − de una mujer, y una que ni siquiera entraba en su sinagoga?

Estudiemos ahora esta historia desde la perspectiva del evangelista, del maestro en doctrina y del estudiante de la profecía.

 

 

 

 

I − La perspectiva evangélica

 

El evangelista encuentra en esta historia muchos detalles que lo ayudan a él, o ella, entender las variadas circunstancias y experiencias de las personas que lo oyen y de los que reciben al Salvador. Por ejemplo:

La mujer conocía íntimamente su condición, pero no había quién se compadeciese de ella. La muchacha sí tenía a uno que velaba por ella. (Nos recuerda a los cuatro que abrieron un boquete en el techo en su afán de ayudar al paralítico). La mujer intentó por años encontrar un remedio y llegó al fin de sus posibilidades, sin recursos, defraudada. En ese mismo lapso de tiempo, la muchacha se desarrolló en un ambiente favorable en lo religioso, y probablemente en la alegría propia de la niñez, sin problemas hasta donde sabemos. Pero, repentinamente su camino fue camino de muerte.

En ambas, la historia abarca doce años. Doce en la Biblia es el número de la administración de Dios en la tierra, o su soberanía manifestada a la humanidad. En nuestra historia, Él concedió ese período de tiempo antes de actuar en lo que el evangelista de hoy vería como la convicción y conversión de dos individuos.

La mujer fue impedida por pena y sin duda vivía cortada de la congregación de Israel bajo la regla de Levítico capítulo 15, sin ayuda y sin consuelo. En el hogar de la muchacha, dijeron algunos que antes creían que no había remedio para ella: “Tu hija ha muerto; ¿para qué molestas más al Maestro?”

La mujer hizo un toque de confianza, y poder salió de Jesús. El padre de la muchacha pensaba que un toque la sanaría, pero Jesús optó por clamar y, como con Lázaro, dio vida. Esto nos hace recordar que el resultado de la conversión es uno mismo, pero la manera de obrar del Espíritu, y la manera de recibir al Señor, difieren de una persona a otra.

La mujer quiso ser “un discípulo secreto” y se quedó temblando. Pero llegó a confesar su fe. “Con el corazón se cree, pero con la boca se confiesa”, Romanos 10.10. La muchacha, en cambio, dio evidencia de su vida nueva al levantarse y caminar. La mujer recibió la paz que la salvación trae, mientras que la muchacha, “un nuevo creyente”, tenía que comer.

En lo que las Escrituras revelan, solamente esta mujer tuvo la dicha de que Jesús la llamara Hija. Para nosotros es evidencia de la nueva relación que la salvación trae.

 

II −  La perspectiva doctrinal

 

“Donald”, me dijo la señorita Ruth Scott (¿Lejos viniste, oh Amado, para buscarme a mí?) “cuando yo era maestra en el Colegio en Puerto Cabello, les decía a los alumnos que la libre voluntad del hombre para aceptar a Cristo y la eterna elección de Dios son como los dos rieles del ferrocarril. De cerca, se ven separados, en paralelo, pero allá lejos en el horizonte se unen. Pero esa explicación no es buena, porque en verdad los rieles nunca convergen, es sólo que nosotros lo imaginamos, así como nosotros pensamos que de alguna manera debemos encontrar una explicación de que Dios elija y a la misma vez el hombre decida por su cuenta ser salvo.

“Pero ahora que veo ese globo de la Tierra en tu sala, encuentro una ilustración mejor. Si me concentro en Venezuela no más, veo trazados meridianos, líneas verticales en paralelo, marcadas de 60° hasta 72°, y tampoco se unen. Pero cuando me fijo en el Polo Norte, todos los meridianos del mundo convergen. Eso me hace pensar en el gran plan de Dios. Para Él, la decisión nuestra de creer en Cristo y el propósito que Él siempre tenía de salvarnos, no se contradicen. El misterio de su voluntad es de reunir todas las cosas en Cristo”.

Por supuesto, nuestros dos relatos ilustran estas dos grandes verdades del libre albedrío y la elección divina. La mujer hizo todo, según leemos. Ella conoció íntimamente su necesidad; ella dijo, “Si tocare”; ella fue; ella tocó. Y usted dice: “¡Yo también! ¡Yo soy salvo porque creí!” Un momentito, hay la otra verdad. Usted es salvo porque el Padre lo escogió y el Espíritu obró en usted. La muchacha es una figura de la elección divina. Ella no hizo nada, ni pudo. Jesús hizo todo: “Tomó la mano de la niña … le dijo …”

Hay varios otros pasajes que presentan lado a lado la elección de Dios y el acto de fe del individuo. (1) “¿Quién ha creído a nuestro anuncio?” − el lado humano. “¿Sobre quién se ha manifestado el brazo de Jehová?” − el lado divino. (2) “Todo lo que el Padre me da, vendrá a mí” − el lado divino. “Al que a mí viene, no le echo fuera” − el lado humano. (3) En Mateo 11, el Señor dijo: “Al Padre [no] conoce alguno, sino … aquel a quien el Hijo lo quiera revelar”. Es la elección divina. Pero en el versículo siguiente Jesús apela a la voluntad humana: “Venid a mí, todos los que estáis trabajados”. (4) ¡Y usted sabrá más ejemplos!

 

III − La  perspectiva profética

 

La mujer puede ser vista como una figura de la Iglesia, nosotros los salvos en esta dispensación. Ella interrumpió la atención a la muchacha, así como Dios abrió un paréntesis en su trato con su pueblo Israel para formar la Iglesia. El milagro para la muchacha tuvo que esperar hasta que la mujer fuera sanada, y la restauración de Israel tendrá que esperar que la Iglesia sea arrebatada.

Debido a su flujo de sangre, la mujer estaba actuando en franca contradicción de la Ley al acercarse a Jesús. Así, la salvación hoy día es por gracia, sin acatar los ritos propios de la Ley que imperaba en el Antiguo Testamento (y que en ciertos detalles imperará en el milenio).

Bajo esta óptica, la muchacha es una figura de Israel, una nación que se hundió en una condición de muerte espiritual. Se daba por muerta la muchacha, pero Jesús dijo que dormía. Entonces, “¿Ha desechado Dios a su pueblo? En ninguna manera … Por su transgresión vino la salvación a los gentiles y su defección la riqueza de los gentiles”, Romanos 11.

Repitiendo, se puede ver el “Levántate” para la muchacha como un cuadro de que el Señor restaurará a vida espiritual al remanente de Israel después de la partida de la Iglesia, en cumplimiento de tantas profecías del Antiguo Testamento.

Pero algunos de los hermanos que son más sabios que yo no aplican la historia así cuando la ven desde la perspectiva profética.

Ellos ven en la mujer una figura de Israel decaído en la edad presente; castigado en la gran tribulación; arrepentido; restaurado. El relato de la mujer les hace recordar la mención específica de la mujer con flujo de sangre en Levítico 15 y la franja en el borde del manto en Números 15. Ellos destacan el hecho de que la mujer (a diferencia de la muchacha) tuvo que hacer algo para que fuera restaurada su salud.

Por supuesto, estos que ven a la mujer como Israel, ven la muchacha como la Iglesia, el pueblo de Dios en esta dispensación de gracia que está en curso. Ven en Jairo una figura del evangelista; la muchacha, como “muerta en delitos y pecados”; el acto de salvación instantáneo, sin ceremonia; y su novedad de vida un tema de las Epístolas dirigidas a nosotros. Estos hermanos destacan que ella es, en realidad, la protagonista preferida; la historia comienza y termina con ella. Esto cuadra con la dicha preferida de la Iglesia.

¿Usted está claro en cuanto a la diferencia entre interpretar una escritura y aplicar una escritura? Cada trozo doctrinal tiene una sola interpretación. Tiene un solo mensaje fundamental; no dice una cosa para usted y otra para mí. Pero un evento puede tener diferentes aplicaciones. Leemos en Hebreos de “el velo … esto es su carne”, así que sabemos que el velo del tabernáculo / templo es una figura del cuerpo de Cristo. Leemos en Corintios que “la roca era Cristo”, así que sabemos que la roca que emitió agua en el desierto es una figura de Cristo. Pero por lo general no se nos dice tan específicamente la aplicación de las historias y los “tipos”. Tenemos que comparar escritura con escritura para ver la riqueza del estilo bíblico en sus ilustraciones.

Las sugerencias sobre la perspectiva profética de esta historia tienen el fin de animar al lector a estudiar por sí mismo, y no necesariamente estar de acuerdo con el autor. Pero tengamos claro que las declaraciones de doctrina tienen una sola interpretación. Para ellas, la regla es: “Escrito está”.

 

 

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