¡Houdini no viene! (#9649)

9649
¡Houdini no viene!

N. R. Thomson
Mérida, Venezuela

Nacido en 1874, Ehrlich Weiss era hijo de un rabino húngaro que emigró a los Estados Unidos con su familia.  Mientras vivían en una casa humilde en la Calle 68 de Nueva York, Ehrlich se interesó en la magia.  A los 17 años dejó su empleo para transformarse en el artista más renombrado del siglo XX en el misterio del escapismo.

Como todo se perfecciona con la práctica, Weiss porfió en su búsqueda por la fama y admiración.  El encontró el camino lleno de amarguras, desalientos y fracasos, pero alcanzó su meta.  Fue inspirado por Robert Houdín, el más famoso mago francés, de tal modo que Weiss cambió de nombre y apellido.  Conocido como Henry Houdini, él veía a diario su nombre en los periódicos del mundo.

Se había aplicado para ser cerrajero de primera, de modo que no todas sus hazañas eran de magia.  En cierta ocasión el director de la cárcel federal en Washington le retó.  Houdini fue encerrado en la celda de máxima seguridad, una vez revisadas todas las cerraduras.  Apenas al volver a su despacho, el funcionario recibió la noticia de que el mago no sólo había logrado salir, sino que había abierto otras rejas también.  ”Tranquilo”, dijo a la guardia, “he encerrado a cada recluso en una celda diferente”.

Otra vez a prueba, ahora en Boston, le aplicaron esposas para mayor seguridad antes de encerrarle en una celda.  Pasaron veinte minutos y los jueces le dieron por vencido.  Pero repicó el teléfono, llamando Houdini desde cierto teatro a una distancia de la cárcel.  ¡En veintitrés minutos se había soltado, cambiado de ropa en otra parte y viajado hasta un cine!

Cuentan también de la vez que él se dejó ser amarrado con cadenas y metido en un cajón que fue sumergido en agua.  Logró salir solo.  En Londres fue encerrado en una caja fuerte recién fabricada para un banco, la cual había sido colocada en un teatro a la vista de miles.  Al cabo de veinte minutos las damas gritaban que el pobre iba a morir asfixiado, pero de repente Houdini salió sano y salvo de detrás del telón.  El asombrado fabricante abrió la bóveda y anunció que ni puerta ni cerradura se había dañado.

Nadie sabe cómo él hacía algunas de sus hazañas.  Pero siempre le llegó el día fatal.  En Detroit Houdini se enfermó de apendicitis aguda.  Moribundo, mientras su hermano le sostenía la mano, barboteó, “Parece que no hay escape”.  El 31 de octubre de 1926, se cerraron los ojos y partió el alma del gran mago para no volver jamás.

En el décimo aniversario de su muerte, por última vez la viuda procuró comunicarse con el espíritu del difunto, pero sin éxito.  Clamó tristemente: “¡No vino Houdini!”  Ella apagó la luz que siempre había alumbrado la foto del genio.  Del lugar donde estaba encarcelada el alma de ese hombre no había salida, ni por magia ni por engaño.

Desde luego, la Biblia ha anunciado que “está establecido para los hombres que mueran una sola vez, y después de esto el juicio”.  También leemos en ella: “No hay hombre que tenga potestad sobre el espíritu para retener el espíritu, ni potestad sobre el día de la muerte; y no valen armas en tal guerra, ni la impiedad librará al que la posee”.

De Satanás, presentado en Isaías 14 como rey de naciones, dice: “Tú derribado eres hasta el Seol … ¿Es éste aquel varón que hacía temblar la tierra … que a sus presos nunca abrió la cárcel?”

Aunque no hay escape del infierno, sí hay manera de evitar entrar en él.  No tienes que conocer la perdición donde están los millones, ni un inexistente lugar intermedio de espera.  Hay un camino, un solo camino, disponible ahora en vida, antes que cruces el lindero de la muerte.  ”Ninguno podrá en manera alguna redimir al hermano, ni dar a Dios su rescate (porque la redención de su vida es de gran precio y no se logrará jamás), para que viva en adelante para siempre, y nunca vea corrupción”, Salmo 49.

Pasada esta vida terrenal, hay una gran sima puesta entre los salvados y los perdidos, y no hay paso entre un lugar y el otro.  Los injustos permanecerán injustos eternamente, e igualmente los inmundos.  Y, los justos serán de igual manera justos y santos para siempre; Apocalipsis 22.11.  El correr de los años no mejorará ni cambiará el triste estado de los perdidos.

Por tanto, el Señor Jesús, además de decir que había venido a buscar a los perdidos, advirtió: “Si no os arrepentís, todos pereceréis igualmente”.

Pero la salvación está disponible ya.  ”El que oye mi palabra, y cree al que me envió, tiene vida eterna;  y no vendrá a condenación, mas ha pasado de muerte a vida”.  Aquí y ahora uno recibe la vida eterna al creer en Cristo como Salvador.  ”El que cree en el Hijo tiene vida eterna;  pero el que rehúsa creer en el Hijo no verá la vida, sino que la ira de Dios está sobre él”.  La promesa clara y firme es: “Todo aquel que ve al Hijo, y cree en él, tenga vida eterna; y Yo le resucitaré en el día postrero”.  Juan 5.24, 3.36, 6.40.

Caso contrario, dirá El a las almas perdidas: “Apartaos de mí, malditos, al fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles”, Mateo 25.41.  Houdini logró librarse de tantas bóvedas, pero no de la cárcel final, donde yace su alma en perdición eterna.  Y así los millones más que no tomaron el paso de fe que tú debes tomar en este momento.

 

 

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