El río Casiquiare (#9624)

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El río Casiquiare

N. R. T.

El Orinoco, río mayor de Venezuela, nace cerca del lindero con Brasil. El Amazonas, río más caudaloso del mundo, tiene su cabecera en el altiplano del Perú, cerca del pico nevado Coropuna.

Lo singular, una cosa destacada entre los ríos del mundo, es que los dos están unidos. Lo hace el brazo Casiquiare.

El Orinoco va ensanchándose al recibir varios afluentes del Territorio Amazonas de Venezuela y corre por más de 350 kilómetros hasta donde nace el brazo Casiquiare en su ribera sur. La anchura de éste es de sólo unos sesenta metros donde el Orinoco le entrega la quinta parte de sus aguas, pero va ensanchándose de tal manera que en el invierno es navegable por embarcaciones grandes. Sus aguas desembocan en el río Negro, que es a su vez un afluente principal del Amazonas.

Una embarcación podría optar por la vía angosta del Casiquiare, llegar al río Negro y, por la mayor parte del año, seguir sin dificultad hasta el Amazonas y salir al Atlántico muy al sur del brazo más cercano de Delta Amacuro. O, un barco puede surcar río abajo las aguas anchas del Orinoco hasta Delta Amacuro y el océano Atlántico. En fin, partiendo de un mismo punto en el Orinoco, uno podría elegir entre destinos muy alejados entre sí.

Pocos han intentado los viajes que hemos descrito, en parte porque solamente el más experimentado navegante puede pasar los raudales de Maipures, y esto en el tiempo de la creciente mayor.

Pero hay otro viaje que corresponde a todos. No es por vías fluviales, sino por caminos morales y espirituales. Es obligatorio hacerlo, y cada viajero escoge entre dos rutas.

La vida misma le obliga a uno escoger entre dos destinos eternos. Se llega al partir el alma del cuerpo. A lo largo de la vida se presentan ocasiones de escogimiento como en el punto donde nace el Casiquiare. ¿Cuál destino eterno has escogido, o vas a escoger hoy?

Quizá por haber oído frecuentemente de los dos caminos de la vida, es fácil subestimar la importancia de hacer caso a las palabras de Cristo: “Entrad por la puerta estrecha; porque ancha es la puerta, y espacioso el camino que lleva a la perdición, y muchos son los que entran por ella; porque estrecha es la puerta, y angosto el camino que lleva a la vida, y pocos son los que la hallan”.

Continuamente durante la vida terrenal hay momentos de escoger entre el bien y el mal, entre ceder a una tentación o resistirla. Tantas veces es más fácil seguir en la corriente de este mundo que resistirla. A menudo uno peca sin considerar haber hecho mal, porque ha hecho algo común entre la humanidad. El ceder a la influencia de la muchedumbre nos introduce a compañerismos y vicios que conducen a la perdición.

También se presentan oportunidades de salir del camino del mal y del error. Dios nos habla de una y de otra manera. Cristo nos llama a entrar al camino al cielo. Unos responden, aun aprovechando su oportunidad en la juventud. Otros muchos siguen hasta la madurez, no dándose cuenta de que el camino del arrepentimiento se hace progresivamente más difícil. El consejo divino es de acordarte de tu Creador en los días de tu juventud.

Quizás tú estás hoy en el empalme espiritual, surcando el río de la vida y próximo como si fuera a la división del Casiquiare y el Orinoco. Si sigues en la corriente de este mundo, llevado por la aceptación social, o los placeres mundanos, o una hueca tradición religiosa, vas peligrando hacia la perdición. Hay raudales por delante, y muy cerca. Llegarás a tu destino eterno sin Cristo, para entrar al infierno sin esperanza de salir.

Pero si escoges bien, para buscar el camino angosto, el del arrepentimiento del pecado y de la fe en Jesucristo como tu Salvador, entonces serán borradas tus iniquidades. El derramó su sangre para limpiarte y hacerte apto para llegar al destino eterno en el cielo.

Como un barco que navega el Casiquiare va apartándose lejos de la desembocadura del Orinoco, asimismo el camino al cielo conduce al creyente a un destino muy distinto, no porque lo merezca, sino porque en su vida ha escogido bien. En palabras de Cristo, ha entrado por la puerta estrecha.

Reflexiona. No es por mucho tiempo tu día de oportunidad.

 

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