El buen Iturbe (#9645)

9645
El buen Iturbe

 

D.R.A.

La primera república venezolana terminó en 1812 cuando don Francisco de Miranda entregó armas a Domingo Monteverde. Unos 1500 hombres cayeron presos en Caracas y ocho de ellos acompañaron a Miranda a la muerte en España. Simón Bolívar se encontró en gran peligro, habiendo sido comandante de las tropas republicanas en Puerto Cabello en el momento del colapso. Monteverde avisó a su gobierno que aquellos precursores de nuestra libertad eran “¡monstruos de origen y raíz primitiva!”

Pero Bolívar pudo contar con la intervención de un español rico que era amigo de parte y parte. Él cuenta: “Fui presentado a Monteverde por un hombre tan generoso como yo era desgraciado. Con este discurso me presentó Francisco Iturbe al vencedor: “Aquí está el comandante de Puerto Cabello, el señor Simón Bolívar, por quien he ofrecido mi garantía. Si a él toca alguna pena, yo la sufro. Mi vida está por la suya”.

Monteverde dijo que daría un pasaporte al republicano bajo el pretexto que Bolívar había facilitado el arresto de Miranda, pero Iturbe era tan noble que insistió en que el permiso debería ser basado en el solo hecho de que él, Iturbe, había empeñado su palabra. Así, el futuro Libertador pudo marcharse a Curaçao, libre.

Aquel Iturbe merece nuestra gratitud por haberse interpuesto entre los dos que estaban en pugna. Él es ejemplo de Uno que intervino a favor tuyo en un asunto de mucho mayor importancia. “Hay un solo Dios, y un solo mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre”, dice la Santa Biblia. Es decir, Él es el único que puede llevar a todos a la unión con el santo Dios.

Iturbe pudo hacer aquello porque era amigo del vencedor y del vencido, y porque estaba dispuesto a arriesgarse en bien de un hombre indefenso. El Señor Jesús puede ofrecerte la salvación y vida eterna porque es Dios y se hizo hombre, y porque se entregó a la muerte por ti. Ningún otro hizo tal cosa, ni te puede salvar.

“Cuando éramos incapaces de salvarnos”, escribió Pablo a los evangélicos en Roma, “Cristo, a su tiempo, murió por los impíos. No es fácil que alguien se deje matar en lugar de otro … pero Dios prueba que nos ama en que, cuando aún éramos pecadores, Cristo murió por nosotros”.

Volvamos a la historia patria. La Campaña Admirable, Boyacá, Carabobo y los demás triunfos de Bolívar no borraron la gratitud de su mente. Nueve años más tarde, recién finalizada la guerra, el Congreso de Cúcuta resolvió la confiscación de las tierras de cualquier español que no se hubiese pasado al lado republicano.

Esto afectó a Iturbe, en España ya. Así, Bolívar escribió al presidente del Congreso: “¿Puedo yo ignorar a un hombre de tanta magnanimidad? Si los bienes de Francisco Iturbe se han de confiscar, yo ofrezco los míos, como él ofreció su vida por la mía”.

Pero en la cuestión solemne de tu relación con tu Hacedor, ¿te has mostrado sinceramente agradecido por la intervención de Aquel que dio su todo para facilitar la salvación de tu alma? ¿Has recibido con fe sincera el perdón que Dios ofrece al que se reconozca indigno pero del todo necesitado?

 

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