Débora (#141)

Débora

 E. L. Moore

 


El nombre Débora aparece de repente y brilla en dos capítulos del libro de Jueces, y luego desaparece. Sin embargo, al encontrar el nombre Barac (Hebreos 11:32) en aquella galería de antiguos héroes de la fe, nos sentimos inclinados a colocar, junto al nombre de él, una frase entre paréntesis: («y Débora»). Es evidente que Débora fue la única mujer entre los trece jueces cuyos nombres aparecen en el libro de los Jueces. La historia de ella es más amplia que la de los otros jueces, exceptuando a Gedeón y Sansón. Su canto es el único que aparece en este libro que narra la historia de una degeneración espiritual y fracaso en Israel, durante un período cuando cada uno hacía 1o que bien le parecía.» (Jueces 21:25)

El nombre «Débora» es significativo. Quiere decir «movimiento ordenado», y por lo tanto está vinculado con esa pequeña criatura siempre ocupada, la abeja, cuyos instintos hacen que se mueva sistemáticamente de flor en flor. Este nombre se derive de una raíz que significa «arreglar, hablar y sojuzgar».  Podemos apreciar estas características en la historia de Débora, pues ella condujo sus asuntos de una manera sistemática y ordenada en el temor de Dios, impulsada a seguir adelante por una fuerza espiritual constante, sin desmayar a causa de 1a situación crítica en que se encontraban.

El resumen de la historia de Débora se divide en tres partes: su estado como mujer, su historia y su canto. A continuación hay un bosquejo sencillo de éstas.

Débora como mujer, Jueces 4 –

Se presentan a continuación siete reflexiones acerca de Débora, las cuales se centran en su vida como esposa y profetisa:

Su marido – El nombre de ella está ligado inmediatamente con el de su marido, Lapidot (que significa «tea, relámpago, antorcha») al principio de la historia.

Sus ocupaciones – Ella era esposa, profetisa y juez en Israel.

Su renombre – Su situación de prominencia fue temporal, como puede deducirse de las palabras «en aquel tiempo».

Su morada o habitación – Ella estaba vinculada con una habitación particular, «la palmera de Débora» (v.5). El suyo no era un ministerio de viajar de lugar en lugar, como el de algunos profetas tales como Samuel (l Samuel 7:16).

Su esfera limitada – Ella no salía a profetizar públicamente con el fin de extender su influencia y aumentar su popularidad. Los hijos de Israel venían a ella.

Su deferencia a un hombre – Ella no hizo sus propias proclamaciones para tratar de hacer prevalecer su reputación personal. Más bien, al recibir una revelación del Señor, hizo contacto de inmediato con un hombre llamado Barac. El nombre de él se derive de una raíz que significa «relámpago»,  y conlleva el pensamiento de un rayo o una espada reluciente.

Su ministerio limitado – Aunque se le identifica como profetisa, nunca pretendió tener revelaciones sobrenaturales en cuanto a eventos futuros, como era el caso de la mayoría de los profetas. Tampoco recibió la visita de mensajeros angélicos como le sucedió a Gedeón (Jueces 6:12) y a la esposa de Manoa (Jueces 13:3,9). Más bien, su ministerio se limitó a la búsqueda de la liberación de la situación amenazante presente. Los ejércitos de Sísara estaban oprimiendo a los  hijos de Israel, siendo esto permitido por Jehová a causa de la desobediencia y la rebeldía de ellos.

Jueces 4 y 5 –Su historia,

Durante un periodo de crisis ella juzgaba temporalmente los asuntos que se suscitaban en el pueblo de Israel. Fue la cuarta de los trece jueces mencionados en este libro. Se concluye que fue la única jueza  en toda la historia de Israel.

Su morada estaba bajo una palmera, ubicada entre Ramá («la altura») y Betel («casa de Dios»).  Es ese un buen lugar en donde morar, ¿no es cierto?  Su mensaje fue un mandato detallado del Señor, y ella lo comunicó a Barac, llena de convicción y confianza en la Palabra del Señor.

Ella prometió acompañar a Barac, pero le advirtió que una mujer recibiría la honra.  Marchó, junto a Barac y su ejército de 10.000 hombres, y les inspiró grandemente con su carácter intrépido. Su confianza estaba puesta en Jehová y su Palabra. No dudó ni por un momento que E1 cumpliría todo lo que había prometido a su pueblo.

Su canto es uno de cinco que son compuestos por mujeres en las Escrituras.  Es una obra maestra de la poesía, llena de imágenes vivas. Podría llamarse una oda de victoria, alabando a los que vinieron en ayuda de Jehová y condenando a los que no vinieron. El canto revela la verdadera causa natural de la derrota de Sísara. Un aguacero repentino inundó el lecho de la corriente del Cisón, y barrió los carros de Sísara. De esta manera el ejército invasor se confundió y fue fácilmente vencido. Sísara encontró su espantoso fin a manos de una mujer, Jael.

 E1 canto, Jueces 5 —

 El canto incluye por lo menos dieciocho variados temas. A continuación se mencionan siete de ellos, cada uno de los cuales se presta para aplicaciones espirituales.

 «Me Ievanté como madre en Israel» (v.7).

 «Mi corazón es para vosotros, jefes de Israel, para los que voluntariamente os ofrecisteis entre el pueblo» (v.9).

 «Lleva tus cautivos» (v. 12).  Una frase similar se encuentra en Salmo 68:18, y se repite en Efesios 4:8, refiriéndose a nuestro Señor Jesucristo.

 Se destacan seis grupos de colaboradores (v.14,15,18).  Entre ellos figuran Zabulón y Neftalí, quienes después recibieron una bendición profética especial. (Ver Isaías 9:1-2 y Mateo 4:13-16.)

 Se mencionan cuatro grupos que estorbaron (v 15,16,17). Primero figura Rubén, quien tuvo buenas intenciones pero no las cumplió. Después se encuentra Galaad, cuya actitud fue de no querer participar.  Entonces aparece Dan, acechado por la indecisión y el error. Finalmente, se nombra Aser, quien al parecer fue un observador temeroso, y no tuvo la valentía de declarar su lealtad hasta estar seguro acerca de quién iba a obtener la victoria.

 La maldición pronunciada sobre Meroz (v.23) tal vez fuera el resultado de su actitud de indiferencia. Esto nos lleva a pensar en la tibieza de la iglesia de Laodicea en Apocalipsis 3:15-18.  Una bendición fue proferida para Jael (que significa «una cabra montés»), esposa de Heber (que significa «compañero») el ceneo (v.24).

Antes de concluir este capítulo, queremos comentar un poco más acerca de una referencia personal que hizo Débora en su canto. Esta mujer piadosa, aparentemente sin hijos, quien actuó tan confiadamente y sin temor entre su pueblo oprimido, se refirió a sí misma como «madre en Israel».  Tales «madres» hacen mucha falta entre los santos de Dios. Aunque sus labores para el Señor se cumplan mayormente dentro de su hogar, su influencia y la esfera de su servicio pueden extenderse más allá de su familia, para tocar las vidas de muchos. Todo esto resultará en su satisfacción espiritual y el enrique-cimiento de su propia alma.


 

 

DRA  EMA

 


Cuando el pueblo de Israel había ocupado la tierra de Canaán, y después de muerto Josué, ellos pasaron por días oscuros. Cuando no mantenían la separación de los pueblos vecinos y paganos, Dios los castigaba, dejándoles caer bajo el yugo de servidumbre. En tiempos como aquellos, Dios levantó a Débora como gobernadora y libertadora, para vergüenza de los varones de su época.

¿Quién era esta Débora? La Biblia nos dice que “gobernaba en aquel tiempo a Israel una mujer, Débora, profetisa, y los hijos de Israel subían a ella a juicio”. Deducimos que era de carácter humilde, y esta impresión queda fortalecida por la manera en que se refiere a sí misma en su canto una vez lograda la victoria. Ella no se dio grandes títulos sino habló de sí como una madre en Israel.

Dios levantaba “jueces” que aparentemente no eran mucho según la carne. El primero fue Otoniel, hermano menor de Caleb; el segundo, Aod, de quien se dice sencillamente que era zurdo; luego, Samgar quien con sólo una aguijada de buey libertó a su pueblo. Ahora surge Barac, un hombre miedoso a tal extremo que rehúsa ir a la batalla sin el apoyo de Débora. Pero el rey Jabín “había oprimido con crueldad a los hijos de Israel por veinte años”.

En los treinta versículos que ocupa el cántico de Débora, ésta alaba a los hijos de cinco de las tribus por haberse ofrecido voluntariamente. En cambio, censura a una, la de Rubén, por conformarse con sólo grandes resoluciones y propósitos de corazón, sin hacer nada. “Te quedaste entre los rediles para oir los balidos de los rebaños”. También a Aser acusa de mantenerse a la ribera del mar. Como debe ser, el Dios de Israel recibió la mayor alabanza, especialmente por haber mandado aquella tormenta tan grande: “Desde los cielos pelearon las estrellas; desde sus órbitas pelearon contra Sísara. Los barrió el torrente de Cisón, el antiguo torrente …” Esta tempestad inutilizó los novecientos carros herrados (blindados) que tenía el rey Jabín. Su capitán, Sísara, tuvo que huir a pie.

No fue Débora, sino otra mujer, que logró matarle. Así se cumplió la profecía de la primera cuando le dijo a Barac: “Iré contigo; mas no será tuya la gloria de la jornada que emprendes, porque en mano de mujer venderá Jehová a Sísara”. Débora termina su canto orando que todos los enemigos de Jehová perezcan igualmente que Sísara, y añade: “Mas los que te aman, sean como el sol cuando sale en su fuerza”.

Muchos siglos más tarde, Juan emplearía este lenguaje en la isla de Patmos. Al describir su visión del Hijo del Hombre en medio de los candeleros, él dice que su rostro era como el sol cuando sale en su fuerza. El mismo Juan dice en su Epístola que los creyentes “sabemos que cuando él [Cristo] se manifieste, seremos semejantes a él, porque le veremos como él es”.


 

 

 

                                Rhoda de Cumming

 


La historia de esta madre en Israel está en Jueces 4 y 5.

Por la gracia de Dios, Débora ocupó un lugar único en la historia. “Gobernaba en aquel tiempo a Israel una mujer, Débora, profetisa” (Jueces 4:4). Ninguna mujer hoy día es llamada a hacer lo que hizo ella. No había rey en Israel. La nación había dado su espalda a Dios y servía a dioses paganos, así que Dios “los vendió en manos de sus enemigos alrededor” (Jueces 2:14). Cuando el pueblo clamaba a Dios, Jehová levantó jueces para librarlos de la mano de los que los que los despejaban, pero ellos volvían a su idolatría, y la nación tenía la culpa por su propio  mal estado. En el tiempo de Débora, Jabín, el rey de Canaán, oprimía a Israel, y el capitán de su ejército se llamaba Sísara.

Débora – una mujer que vivía en comunión con Dios – fue levantada por Él en un tiempo cuando la nación carecía de buen liderazgo humano. Ella no buscaba grandezas para sí misma, pero obedeció la voluntad de Dios. Gozaba de gran respeto y credulidad entre el pueblo de Israel. Era profetisa, llamada para ser la portavoz de Dios, comunicando la sabiduría divina que traería la liberación a la nación.

Debido a que ella era una  mujer de discernimiento espiritual, la gente cuando necesitaba juicio y consejo acudía a Débora bajo una palma grande. Parece que era una mujer humilde
y en su canto después de ganada la victoria ella se refirió a sí misma simplemente como “una madre en Israel”, no como un gran personaje.

Obedeciendo la voluntad de Dios, Débora llamó a Barac y le mandó salir a la batalla. Como Barac se mostró miedoso ella se acordó ir con él, no para pelear sino para darle apoyo. Pero le dijo: “No será tuya la gloria ya que el Señor entregará a Sísera en manos de una mujer”.

Los que respondieron ante el llamamiento de tomar armas fueron pocos para pelear contra el ejército de Sísera con sus novecientos carros de hierro.  Entonces Débora dijo a Barac: “Levántate, porque este es el día en que Jehová ha entregado a Sísera en tus manos”. ¿No ha salido Jehová delante de ti?” Dios intervino a favor del ejército de Israel enviando lluvias torrenciales y los carros del enemigo quedaron pegados en el fango.

Los soldados del ejército de Sísera que no murieron en la batalla fueron arrastrados por las aguas. Pero Sísera huyó hasta la carpa de cierta señora, Jael, quien le persuadió entrar y cuando él estaba dormido ella metió una estaca en sus sienes. De esta manera murió el poderoso general, y así se cumplió la palabra de Débora que la gloria sería para una mujer, porque fue Jael quien mató a Sisera.

No es la norma para una mujer ocupar un puesto de autoridad espiritual, pero Débora vivía en un tiempo de decadencia y su llamamiento por Dios es incomparable. Nosotras, creyentes en Cristo hoy día, no debemos usurpar la autoridad sobre los varones en la congregación de los santos. Lo que hizo Débora no es un ejemplo para nosotras en ese sentido.

Débora nunca buscó reconocimiento ni usurpó el puesto de un hombre. Ella hizo la voluntad del Señor para ella sola, y estaba contenta que fueron honrados Barac y Jael.  El cántico de Débora, que ella misma escribió y que cantó con Barac, es un clásico de literatura inspirada. En él son alabados los fieles guerreros, hay mención de los que no fueron a la batalla, pero sobre todo, regocijo por la victoria concedida por Dios. Y aquellos que le aman y  que le sirven serán “como el sol cuando sale en su fuerza” (Jueces 5:31).

Comparte este artículo: