Cómo enseñar el tabernáculo (#511)

 

Cómo enseñar el tabernáculo

 

        David W. Gooding

How to teach the tabernacle; traducción realizada para
Publicaciones Cotidianas [Everyday Publications Inc.] Toronto, Canadá

 

 ¿Enseñar el tabernáculo?

 1     el tabernáculo

 2     el altar de sacrificio

 3     la fuente

 4     el altar de incienso

 5     el velo

 6     el arca y el propiciatorio

 7     el sumo sacerdote

 8     el candelero

 9     la mesa

10     la pared y el portón

¿ENSEÑAR EL TABERNACULO?

¿Enseñar las verdades del tabernáculo? ¿A los nuevos en la fe y los niños? ¡Suena absurdo y poco práctico!

Sí, pareciera así, cuando a primera vista los capítulos de la Biblia que lo describen parecen contener sólo largas listas de detalles oscuros sobre un edificio antiguo. ¿No será suficientemente difícil para un adulto maduro visualizar cómo era aquello, sin intentar explicarlo a uno de menos conocimiento de las Escrituras?

Pero no se puede negar que sería diferente. O sea, diferente de lo que se acostumbra enseñar en muchas escuelas bíblicas. Además, las lecciones que uno daría sobre el tabernáculo no son cosas de la historia antigua sino doctrinas básicas y claras de la fe cristiana, de las cuales el tabernáculo es una ilustración brillante dada por Dios mismo.

Por supuesto, uno puede llevar el tema más allá si así desea. Por ejemplo, se podría hablar del tabernáculo en su contexto histórico, tratándolo en relación con lo que los participantes en la clase sepan de historia, arte, etc. Más importante es el hecho de que todo esto ayudaría a los participantes —¡y al instructor! — a ver la relación entre el Antiguo Testamento y el Nuevo. Pero, eso sí: clases sobre el tema del tabernáculo no tienen por qué ser aburridas.

Acuérdese de la oportunidad espléndida para el uso de ayudas visuales. En la enseñanza del tabernáculo, conviene usar cualquier dibujo bueno o maqueta que uno tenga a su alcance. Si hay niños en la clase, querrán colorear cuadros del edificio y sus muebles.

Este librito, entonces, es para el maestro. No se ha escrito las sugerencias con algún grupo o tipo especial de alumnos en mente. Tampoco hay la insinuación de que una sección cualquiera sea precisamente el tema de una sola lección. El intento ha sido más bien el de dar al maestro materia prima con la cual podrá estudiar las Sagradas Escrituras con los participantes de la clase.

1          EL TABERNACULO

“Harán un santuario para mí, y habitaré en medio de ellos”, Éxodo 25.8.

Introducción

Pregunte si algunos miembros de la clase han acampado en una carpa o tienda, tal vez en el campo o bosque. Esta lección versará sobre la tienda que Dios usó cuando se hizo presente entre su pueblo, y sobre por qué Dios “acampó” de esta manera. Hay una descripción del tabernáculo en Éxodo 26.1 al 37. (El maestro debe conocer estos detalles pero probable-mente no querrá leer todo el pasaje en la clase).

Las ideas principales tomadas del pasado

  1. Al escapar los israelitas de Egipto, tuvieron que viajar larga distancia por el desierto antes de llegar a la Palestina. Vivieron en tiendas durante el viaje. Dios amaba a aquel pueblo y quería estar cerca de ellos de manera que supiesen que Él estaba entre ellos en verdad. Por lo tanto, mandó hacerle una tienda y colocarla en medio con las tiendas de los israelitas en derredor. Luego vino y moró en aquella tienda, el tabernáculo, y les acompañó en su viaje por el desierto. Les protegió, guió y bendijo.

Aplique la idea: Dios nos ama a nosotros como les amaba a ellos. Quiere que le dejemos guiarnos y acompañarnos en todo el viaje de la vida.

  1. Más tarde en la historia Dios tenía muchas otras casas en las cuales viviría entre los hombres: el templo de Salomón, 1 Reyes 6 y 7; el templo construido por Esdras y Nehemías; el templo hecho por Herodes el Grande en el cual el Señor Jesús enseñaba durante su vida terrenal. Él amaba el templo y lo llamaba “la casa de mi Padre”, Juan 2.16. No permitía que nadie lo profanara.

Aplique la idea: El Señor Jesús también se refirió al cielo como “la casa de mi Padre”, Juan 14.2. El tabernáculo con sus hermosos colores, oro y plata nos ayuda a pensar en la hermosura celestial. Dios quiere llevarnos un día a su hogar celestial, pero también advierte que “no entrará en ella ninguna cosa inmunda, o que haga abominación y mentira, sino solamente los que están inscritos en el libro de la vida del Cordero”, Apocalipsis 21.27.

Las ideas principales para el tiempo presente y el futuro

  1. Se enfatiza en el Nuevo Testamento el contraste para el tiempo presente. “El Altísimo no habita en templos hechos de mano”, Hechos 7.48. Se puede decir que tiene dos moradas.

Primero: Está en el corazón de los que confían en Él. El Señor Jesús dijo en Juan 14.23: “El que me ama, mi palabra guardará; y mi Padre le amará y vendremos a él, y haremos morada con él”. El apóstol escribió a los creyentes en Corinto: “¿Ignoráis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, el cual tenéis de Dios?” 6.19.

Aplique la idea: El Señor Jesús quiere que le hagamos un hogar en nuestro corazón, pero no forzará la entrada. Si queremos que entre, debemos abrir la puerta y dejarle entrar. Él dice en Apocalipsis 3.20: “He aquí, yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré con él, y él conmigo”.

Segundo: Él está donde los creyentes se congregan en su nombre, por pocos que sean, y dijo en Mateo 18.20: “Donde están dos o tres congregados en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos”.

Aplique la idea: Debemos valernos de toda oportunidad para reunirnos con el pueblo del Señor. No debemos dejar de congregarnos, como algunos tienen por costumbre; Hebreos 10.25.

  1. Cuando el Señor Jesús dejó sus discípulos y volvió al cielo, dijo, según Juan 14.2,3: “En la casa de mi Padre muchas moradas hay; si así no fuere, yo os lo hubiera dicho; voy, pues, a preparar lugar para vosotros. Y si me fuere y os preparare lugar, vendré otra vez, y os tomaré a mí mismo, para que donde yo estoy, vosotros también estéis”.

Aplique la idea: Dios desea que estemos con Él para siempre. Si ahora le hacemos un lugar o una morada en nuestro corazón, Cristo nos llevará a la casa de su Padre en los cielos cuando venga.

2          EL ALTAR DE SACRIFICIO

Introducción

Muestre un buen cuadro del tabernáculo con las muchas tiendas en derredor. Procure que cada participante en la clase se imagine que el grupo vive en esas tiendas. Señale los colores hermosos de la puerta del atrio del tabernáculo, y sugiera que todos quisieran encontrar la entrada al hermoso hogar de Dios y acercarse a Él. Para comenzar en esa vía, uno tiene que entrar por la puerta. Una vez adentro, uno encuentra enseguida el altar de sacrificio. ¿Con qué fin había ese altar?

Hay una descripción del altar en Éxodo 27.1 al 8. Su posición se señala en el 40.29.

Las ideas principales tomadas del pasado

  1. Ese altar recordaba al pueblo que ellos habían pecado y que necesitaban el perdón antes de poder entrar en la casa de Dios.

Ilustre la idea:

(a) Las amas de casa suelen poner un felpudo a la puerta para recordarnos que desean que quitemos el barro y polvo de nuestros zapatos antes de entrar. Así, Dios puso este altar frente a la puerta para recordar a su pueblo que ellos estaban contaminados y sucios a causa del pecado, y tenían que limpiarse antes de recibir acceso.

(b) Si hemos hecho algo malo, desobedeciendo a nuestros padres o algún superior, nos sentimos temerosos de encontrarnos con ellos hasta que la cosa haya sido perdonada. Así es con Dios.

(c) Si hemos contraído una deuda, estamos en peligro de ser demandados hasta que la cuenta sea cancelada. La Biblia dice que el pecado es una deuda; véanse Lucas 7.41 al 47 y Mateo 18.21 al 35. Mientras la deuda de nuestro pecado no sea cancelada, no podemos tener paz con Dios ni entrar en el cielo al fin.

  1. El altar de sacrificio mostraba que Dios amaba a su pueblo aun cuando aborrecía su pecado.

“La paga del pecado es muerte”, Romanos 6.23. El pueblo merecía su recompensa. Pero, Dios les permitió traer un cordero que podía morir en lugar de ellos, para que fuesen perdonados.

Describa para sus oyentes qué sucedía cuando un hombre traía un cordero como sacrificio por el pecado. Los detalles se encuentran en Levítico 4.32 al 35, y los puntos principales son:

(i) El cordero tenía que ser sin defecto, de manera que el inocente moría por el culpable.

(ii) El hombre tenía que poner su mano sobre la cabeza del animal cuando éste estaba por morir; así reconocía que fue por sus pecados que el cordero moría.

Las ideas principales para el tiempo presente

Contraste 1: Entre el sacrificio de animales en el Antiguo Testamento y el sacrificio de Cristo.

“La sangre de toros y de los machos cabríos no puede quitar los pecados. Por lo cual, entrando [Jesucristo] en el mundo dice: Sacrificio y ofrenda no quisiste, mas me preparaste cuerpo … En esta voluntad somos santificados mediante la ofrenda del cuerpo de Jesucristo hecha una vez para siempre”, Hebreos 10.4 al 10.

Explique la relación entre los sacrificios del Antiguo Testamento y el de Cristo. Hay como ejemplo la diferencia entre el dinero verdadero y los billetes (las notas) que se usan en algunos juegos para niños y adultos. Quienes juegan esos pasatiempos saben que el dinero no es real pero de todas maneras sirve para cierto propósito; entre otras cosas, esos billetes enseñan al niño la función del dinero en la vida de uno. Así, los corderos del Antiguo Testamento preparaban al pueblo para entender por qué el Cordero de Dios tendría que venir y morir.

Contraste 2. Entre los sacrificios del Antiguo Testamento, los cuales se repetían continuamente, y el de Cristo, el cual se realizó una sola vez y nunca se repetirá.

“Todo sacerdote [de los judíos] está día tras día ministrando y ofreciendo muchas veces los mismos sacrificios, que nunca pueden quitar los pecados, pero Cristo, habiendo ofrecido una vez para siempre un solo sacrificio por los pecados, se ha sentado a la diestra de Dios”, Hebreos 10.11,12.

Explique las razones que la Epístola a los Hebreos da por qué el sacrificio de Cristo no tiene que ser efectuado nuevamente. (i) Fue perfecto, 9.13,14, 10.4 al 10. (ii) Hace perfecto a los que santifica, 10.14. (iii) Cuando una persona ya ha recibido un perdón pleno, la tal no requiere más ofrendas, 10.18. (iv) Como hay un solo juicio, Cristo necesitó sacrificarse una sola vez, 9.27,28.

Aplicación de la lección entera

Surgirá una pregunta: Si Cristo murió por los pecados del mundo entero, ¿todos son de hecho perdonados? Desde luego, la respuesta es que no. Son perdonados sólo los que se arrepienten y confían en Cristo.

La necesidad de acudir a Él y confiar en Él puede ser ilustrada por el uso de un tabernáculo, templo o altar como lugar de refugio. Un hombre quien por error mató a otro, o había ofendido al rey y se arrepintió de haberlo hecho, podía huir al altar y aferrarse a los cuernos del mismo. Allí estaba seguro, pero si no lo hacía estaba expuesto a ser muerto. Véase la historia de Adonías en 1 Reyes 1.50 al 53.

3          LA FUENTE

“Nos salvó, no por obras de justicia que nosotros hubiéramos hecho, sino por su misericordia, por el lavamiento de la regeneración en el Espíritu Santo, el cual derramó en nosotros abundantemente por Jesucristo nuestro Salvador”, Tito 3.5,6.

Introducción

Haga hincapié en la importancia de la limpieza. Hay en la vida diaria suciedad y contaminación que vemos, y hay la que no vemos. Hable de las enfermedades causadas por personas que manejan los alimentos sin haberse lavado bien las manos. Hable de cómo hay que mantener gran limpieza en las clínicas y los hospitales para que los pacientes no contraigan infección.

Luego, continúe con la idea de que los miembros de la clase están viviendo en sus tiendas levantadas en derredor del tabernáculo de Israel, y que desean acercarse a Dios. Han entrado por la puerta al patio, han pasado por el altar de bronce y ahora encuentran la fuente, sin haber llegado todavía al edificio en sí.

Hay una descripción de la fuente en Éxodo 30.17 al 21 y en el 38.8. Su posición se define en 40.30 al 32.

Las ideas principales tomadas del pasado

La fuente estaba llena de agua. Al llegar a ser sacerdote, uno tenía que lavarse de un todo; de allí en adelante, al entrar en el tabernáculo para servir a Dios, el sacerdote tenía que lavar las manos y los pies.

Aplique el principio general:

(i) La fuente nos recuerda de que estamos contaminados. Nuestras manos no son limpias, por cuanto hacemos lo que no debemos. Nuestros labios están contaminados como consecuencia de hablar cosas malas. Y, debemos ser limpiados antes de servir a Dios. Dice, por ejemplo, Salmo 24.3,4: “¿Quién subirá al monte de Jehová? ¿Y quién estará en su lugar santo? El limpio de manos y puro de corazón”.

(ii) La fuente nos recuerda que, aun cuando hemos sido contaminados, Dios ha hecho provisión para nuestra limpieza. Cite, por ejemplo, la rogativa de David para que fuese limpiado: “Purifícame con hisopo, y seré limpio; lávame, y seré más blanco que la nieve”, Salmo 51.7.

Las ideas principales para el tiempo presente

Contraste 1: Entre la contaminación física y la contaminación espiritual.

Dijo el Señor Jesucristo en Mateo 15.11: “No lo que entra en la boca contamina al hombre; mas lo que sale de la boca, esto contamina al hombre”. Relate en sus propias palabras la historia de los fariseos quienes siempre tenían gran cuidado para lavarse las manos antes de comer y protestaron que el Señor Jesús y sus discípulos estaban comiendo sin haberse lavado. (A saber, sin haber realizado un lavamiento ceremonial, pero no necesariamente sin haber respetado la higiene).

Señale lo que dijo el Señor en cuanto a la contaminación espiritual, como cosa más grave que la falta de limpieza corporal; véase Mateo 15.1 al 20. “Del corazón salen los malos pensa-mientos, los homicidios … Estas cosas son las que contaminan al hombre”.

Ilustre la contaminación espiritual al hablar de los microbios y virus que no vemos con el ojo sino con un microscopio, pero que pueden causar enfermedades. Así, decimos mentira, robamos u odiamos; estas cosas nos enferman, aunque no lo vemos por el ojo natural. O, si quiere, señale cómo el ambiente se contamina cuando dos personas pelean. Lo que antes era agradable se pone tenso y desagradable. Si guardamos rencor y venganza en nuestro corazón, esto nos amarga y hasta afecta nuestro bienestar corporal.

Contraste 2: Entre el lavamiento por agua y el lavamiento por el Espíritu Santo.

Cite las palabras de Hechos 11.16: “Me acordé de lo dicho por el Señor, cuando dijo: Juan ciertamente bautizó en agua, mas vosotros seréis bautizados con el Espíritu Santo”.

Explique que el agua puede lavar nuestros cuerpos solamente, y no puede alcanzar al corazón; pero el Señor dice que la contaminación viene de adentro. Para que nuestro ser interior sea limpiado de la suciedad moral, necesitamos un poder espiritual.

Use como ejemplo el caso de alguna persona conocida cuya vida fue cambiada por la obra del Espíritu. Haga referencia a la experiencia del apóstol Pablo cuando fue salvado y regenerado. En Tito 3.3 al 7 él habla de (a) cómo era antes de ser salvo, versículo 3; (b) cómo uno es salvo no por obras que uno haga, versículo 5; (c) el poder que limpia el lavamiento de la regeneración y la renovación del Espíritu Santo.

Explique que al recibir a Cristo como Salvador, uno recibe de una vez el Espíritu Santo. Cite el caso del centurión Cornelio, relatado en Hechos 10.44.

Sin embargo, el mayor lavamiento sucede una vez por todas al ser convertido. El lavamiento continuo sucede repetidas veces después de salvo; es como aquél de Juan 13.1 al 11, cuando Cristo lavó los pies de los discípulos. Relate la historia, usando sus propias palabras. Enfatice la diferencia entre el estar “todo limpio” (desde el momento de la salvación, 13.10) y el lavamiento de los pies (la aplicación diaria de la Palabra de Dios, por el Espíritu Santo, en la vida del creyente, 13.5).

Para algunos es difícil ver la diferencia entre la figura del lavamiento por la sangre y la del lavamiento por el agua. Será de ayuda si el maestro explica que en el patio o atrio del tabernáculo había dos muebles, como ya se ha enseñado. El primero, el altar de bronce, proveyó limpieza por medio de la sangre (a saber, por el sacrificio de los animales) y el otro, la fuente, proveyó limpieza por medio del agua.

El Nuevo Testamento habla de ambos tipos de purificación. En 1 Juan 1.7, “la sangre de Jesucristo, su Hijo, nos limpia de todo pecado”, pero en Efesios 5.25,26, “Cristo amó a la iglesia y se entregó a sí mismo por ella, para santificarla, habiéndola purificado en el lavamiento del agua por la palabra”.

Un ejemplo: Un vago mata a otro. Las autoridades le llevan a juicio y le es impuesta una pena al hombre por lo que hizo. Pero, por alguna razón el Presidente de la república le concede un perdón. Esto no le hace apto para entrar en el palacio presidencial o en el hogar del primer mandatario. Para tal cosa, va a necesitar mucho más que un indulto; tendría que sufrir un cambio de carácter y ser limpiado de sus costumbres sucias.

Así, la sangre de Jesucristo nos trae el perdón, Efesios 1.7. Además, por el poder del Espíritu Santo Él nos limpia, nos da vida nueva y naturaleza nueva, 1 Pedro 1.22 al 25, y lucha al lado nuestro en la batalla a diario contra el pecado, Gálatas 5.16 al 18.

Para el creyente, pues: “Acerquémonos … purificados los corazones de mala conciencia, y lavados los cuerpos en agua pura”, Hebreos 10.22.

4          EL ALTAR DE INCIENSO

“Este [sacerdote] … tiene un sacerdocio inmutable, por lo cual puede también salvar perpetuamente a los que por él se acercan a Dios, viviendo siempre para interceder por ellos”, Hebreos 7.25.Introducción

Cuando amamos a una persona, nos agrada conversar con él o ella, contando todo lo que estamos haciendo y lo que esperamos hacer, y le pedimos consejo. Así, a Dios le agrada que hablemos con Él, y esta conversación se llama la oración.

Explique dónde se encontraba este altar: frente al velo, el cual a su vez estaba frente al trono de Dios, a saber el arca y el propiciatorio. Los sacerdotes se paraban ante este altar mientras hablaban a Dios en oración.

La descripción del altar de incienso se encuentra en Éxodo 30.1 al 10.

Las ideas principales tomadas del pasado

  1. Mientras el pueblo oraba, el sacerdote ofrecía incienso sobre el altar de incienso como representante suyo. Esto es lo que hacía Zacarías, el padre de Juan Bautista, cuando se le apareció el ángel y le dijo: “Tu oración ha sido oída”, Lucas 1.8 al 23.

La idea de ofrecer incienso era que, por ser el pueblo pecaminoso, no podía pedir nada a Dios con base en su propio mérito. Por esto ofrecían su oración a Dios envuelta como si fuera por nubes de incienso de olor grato, de manera que su oración llegase a Dios en la fragancia del incienso. Véase también la escena del incienso en Apocalipsis 8.3 al 5.

  1. Aun cuando el pueblo podía orar a Dios en cualquier oportunidad, ellos contaban con un sacerdote especial, llamado el sumo sacerdote, para representarle ante Dios. Cuando iba a orar a favor del pueblo, él vestía sobre el pecho un pectoral al cual estaban fijadas doce joyas o piedras preciosas.

Este pectoral era una especie de lámina sostenida con cuerdas que también formaban parte de su uniforme de gala. Sobre cada piedra se había grabado el nombre de una de las doce tribus de Israel, Éxodo 38.13 al 29, de manera que llevaba sus nombres sobre su corazón ante Dios.

Las ideas principales para el tiempo presente

Contraste 1. No tenemos más mérito del que tenían los israelitas. No podemos exigir respuestas a nuestras oraciones con base en mérito, como ellos tampoco podían. Pero sí podemos ofrecer oraciones en el nombre del Señor Jesucristo, como Él mismo nos manda hacer, Juan 16.24, de manera que nuestras oraciones lleguen ante Dios. Él las oye, y concede peticiones a causa del mérito del Señor Jesús.

Contraste 2. Los creyentes tienen un sumo sacerdote quien ora por ellos, tal como tenían los israelitas. Pero el Sumo Sacerdote de los creyentes no es un mero hombre sobre la tierra, sujeto a debilidades y muerte, sino el mismo Hijo de Dios, Hebreos 7.23 al 28. Por cuanto vive para siempre, puede salvar perpetuamente a los que vienen a Dios por Él.

A la vez Él es un verdadero hombre, quien en un tiempo vivía sobre esta tierra y fue tentado en todos los puntos en que nosotros somos tentados, pero sin pecado. Esto quiere decir que comprende qué es para nosotros el hecho de ser tentado, y le hace sacerdote misericordioso y simpatizante, a quien podemos presentarnos en cualquier oportunidad y sin miedo; Hebreos 4.14 al 16.

Explique el propósito doble de la intercesión de nuestro Señor:

  1. Él ora a favor nuestro para mantener nuestra fe, de manera que nada logre quebrantar esa fe ni separarnos del amor de Dios. Cite el ejemplo del apóstol Pedro; aun cuando cayó en la tentación, su fe no faltó por cuanto Cristo había orado por él, Lucas 22.31,32.
  2. Él ora por nosotros cual abogado cuando caemos y pecamos, para que Dios no nos rechace. “Si alguno hubiere pecado, abogado tenemos para con el Padre, a Jesucristo el justo. Y él es la propiciación por nuestros pecados”, 1 Juan 2.1,2.

Se puede ilustrar esto describiendo cómo un abogado defensor actúa a favor de su cliente en un tribunal de justicia. Él intenta minimizar la seriedad de la ofensa del acusado y presentar excusas por lo sucedido. No así Cristo, el abogado nuestro, “el justo” quien nunca intenta minimizar nuestro pecado. Él puede reconocer lo peor, ya que su sacrificio es suficiente para expiarlo todo. Tampoco tiene que alegar virtud de parte nuestra, ya que la base de nuestro perdón no es mérito nuestro, sino el sacrificio suyo.

Enfatice (i) que uno puede acercarse al Señor en oración en cualquier ocasión y lugar, para alcanzar misericordia y hallar gracia en su necesidad, Hebreos 4.16; y, (ii) que la intercesión del Señor le proporciona al creyente la confianza de la salvación. Lea con su grupo las palabras de Pablo en Romanos 8.31 al 39 acerca de la intercesión de nuestro Señor: “Si Dios es por nosotros, ¿quién contra nosotros?”

Lea la oración intercesora de nuestro Señor en Juan capítulo 17.

5          EL VELO

“Jesús, habiendo otra vez clamado a gran voz, entregó el espíritu. Y he aquí, el velo del templo se rasgó en dos, de arriba abajo”, Mateo 27.50,51.

Introducción

Vuelva a la idea de un viaje desde afuera hasta la presencia de Dios. Hasta ahora hemos pasado por la puerta al atrio, el altar de sacrificio, la fuente y el altar de incienso.

Pero ahora cuando intentamos avanzar, encontramos el paso cerrado por una pared de lino. Es de colores brillantes: azul, púrpura y carmesí y con figuras de querubines en el diseño. Esta pared de lino se llamaba el velo. Señale el velo en la maqueta o sus cuadros del tabernáculo, y haga mención de su ubicación entre el lugar santo y el lugar santísimo.

La descripción del velo y su función está en Éxodo 26.31 al 35.

Las ideas principales tomadas del pasado

  1. El primer propósito del velo era de separar al hombre de la presencia de Dios.

Los querubines en el velo nos recuerdan de lo que sucedió en el huerto de Edén. Cuando Adán y Eva pecaron, Dios les sacó de allí y puso querubines y una espada encendida para guardar el acceso al árbol de la vida. Así, en el tabernáculo no se permitía que uno llegara a la presencia inmediata de Dios. Dice Hebreos 9.6 al 8 que el camino al lugar santísimo no se había manifestado.

Explique las razones por esto. (i) Dios repudia el pecado. Su justicia exige que el pecado sea alejado y castigado. (ii) El ser humano no podría aguantar el estar en la presencia de Dios mientras quedara pendiente su deuda de pecado.

Este punto se puede ilustrar de la experiencia de los participantes haciéndoles recordar ocasiones cuando sentían vergüenza por algún mal cometido. Cuando se descubre alguna falta que hemos cometido, o si otro nos revela ante los demás, queremos escondernos. Así, si nos presentáramos ante Dios con nuestros pecados no perdonados, el resplandor de su presencia nos dejaría tan avergonzados que no podríamos vivir. Otra manera de ilustrar este concepto es por la experiencia de algún varón de Dios, como por ejemplo la de Isaías en el capítulo 6 de su profecía.

(iii) Además, los sacrificios de animales que ofrecían los israelitas nunca podrían quitar los pecados ni satisfacer su conciencia a tal punto de asegurarles que el pecado había sido perdonado de un todo. Véase Hebreos 10.1 al 4. Por esto los hombres nunca tenían la confianza de estar en condiciones de entrar en la presencia divina, bien sea en el tabernáculo o en el cielo mismo.

  1. El segundo propósito del velo era el de permitir cierta entrada al lugar santo.

Al no haber velo, los sacerdotes no se hubieran atrevido aun a entrar en el lugar santo. Esto es porque sin velo no hubiera existido división entre los dos salones. El lugar santo y el santísimo hubieran sido uno solo, y cualquiera que entrare se encontraría de una vez en la presencia de Dios.

Por esta causa Dios mandó a colocar el velo de tal manera que tapara el lugar santísimo, permitiendo acceso a la lámpara, la mesa y el altar de incienso en el lugar santo. Este arreglo permitía el disfrute de estas cosas hermosas y cierto conocimiento de Dios en el máximo acercamiento posible. Mientras aquellos hombres contemplaban el velo con su hermoso azul, morado (púrpura) y carmesí, y sus querubines, ellos podrían comenzar a aprender algo de la santidad y hermosura de Dios.

Veamos la verdad correspondiente en el Nuevo Testamento.

Hebreos 10.20 indica que el velo corresponde a la carne, a saber, la humanidad, de nuestro Señor Jesucristo. Así que, usted puede usar el tabernáculo y el velo como una ilustración de lo que sucedió cuando Él estaba en la tierra. Así como la presencia de Dios estaba contenida por el velo, también la plenitud de la Deidad moraba corporalmente en Cristo; Colosenses 2.9. Y, tal como el ser humano podía acercarse y contemplar la hermosura del velo lado afuera, sabiendo que la presencia de Dios estaba detrás, las personas también podían acercarse a Cristo, viendo su rostro, contemplando sus hechos y escuchando sus palabras, y de esta manera ver a Dios.

Enfatice, sin embargo, que la vida de Cristo no podría salvarnos. La vida suya, como el velo, fue impecable, y por lo tanto sirve para poner de manifiesto lo pecaminoso que somos nosotros. Por esto, nos impide el paso al cielo. Si no fuera posible encontrar una manera de alcanzar lo que Dios exige, la vida de Cristo tan sólo nos condenaría como indignos de su presencia.

De esta manera podrá conducir la discusión con el grupo hacia el tema de la muerte de Cristo, y así llegar a la próxima fase de la lección.

Las ideas principales para el tiempo presente

El contraste principal es, por supuesto, el hecho de que el velo ha sido quitado de un todo para el que sea creyente, y queda abierto el camino a la presencia de Dios. Véase Hebreos 9.6 al 8 y compárelo con 10.19 al 22.

Comience esta fase de la lección con hablar de lo que sucedió cuando Cristo terminó la obra de la expiación por el pecado. Explique que cuando Él vivía no existía el tabernáculo, sino que había en Jerusalén un edificio glorioso llamado el templo de Herodes. Al igual que el tabernáculo, el templo tenía un velo, y fue ese velo que Dios rompió, como cuenta Mateo 27.50,51.

Fue un hecho muy significativo que el velo se rasgara. Explique qué sucedió cuando Cristo murió y qué significa para nosotros entrar en el lugar santísimo.

  1. ¿Qué sucedió cuando murió Él?

El velo no se rasgó mientras predicaba o hacía milagros, sino en el momento de su muerte. Fue porque murió por nuestros pecados; 1 Corintios 15.3. Él consumó de un todo la obra de padecer la ira de Dios contra el pecado y Dios quedó satisfecho con su sacrificio. Por lo tanto, Dios quitó el velo para manifestar que la vía a su presencia está abierta de par en par para quien confíe en Cristo.

Estudie el flujo del argumento en Hebreos 10.11 al 22, y fíjese en la conexión entre el perfecto sacrificio de Cristo y nuestra confianza para entrar en el lugar santísimo.

  1. ¿Qué significa entrar en el lugar santísimo?

Como usted ha venido hablando de un tabernáculo terrenal, y como el velo se encontraba en el templo de Herodes, es posible que algún participante en su grupo piense que para nosotros entrar en la presencia de Dios quiere decir entrar en una iglesia u otro edificio que se usa para fines religiosos.

Por eso, conviene señalar que Cristo no ha entrado en su santuario hecho de manos sino en el cielo mismo; Hebreos 9.24. De la misma manera, para nosotros la confianza de entrar en el lugar santísimo a través del velo quiere decir que en mente, por medio del espíritu, podemos entrar a la presencia de Dios en el cielo, y estar de un todo seguros de que nuestros pecados han sido perdonados y que Dios nos acepta.

Señale también que los que confían ahora en Cristo tienen libertad y confianza para entrar en la presencia de Dios en espíritu hoy día a causa del sacrificio de Cristo, y por lo tanto no puede haber incertidumbre en cuanto a si irán al cielo al morir. Haga hincapié en la certeza de la bienvenida de parte de Dios según las Sagradas Escrituras: “Hermanos, teniendo libertad para entrar … por la sangre de Jesucristo … acerquémonos”, Hebreos 10.19 al 22.

6          EL ARCA Y EL PROPICIATORIO

“Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia”, Hebreos 4.16.

Introducción

Todo rey terrenal tiene un trono. Todo gobierno necesita de leyes. Hable de la necesidad de las leyes del país y qué sucede cuando uno no las cumple.

En el tabernáculo el lugar santísimo era el salón del trono, y el mueble colocado allí era el trono de Dios. El mueble consistía en dos partes: el arca y el propiciatorio.

La descripción del arca se encuentra en Éxodo 25.10 al 16, y su ubicación se define en 26.33,34. Era un cajón forrado en oro por dentro y por fuera. En él se guardaban las dos tablas sobre las cuales estaban escritos los diez mandamientos, las leyes divinas que se llaman el Pacto Antiguo.

El propiciatorio se describe en Éxodo 25.17 al 22. Era una tabla de oro puro, y a cada extremo había un querubín de oro. Desde allí hablaba Dios, dando sus mandamientos y consejos al pueblo de Israel. A este lugar venía también el sumo sacerdote a encontrarse con Dios una vez cada año en el gran día de la expiación.

Ahora, si fuéramos a entrevistarnos con algún presidente o con un rey, tendríamos que saber comportarnos. En esta lección aprenderemos cómo presentarnos ante Dios.

Las ideas principales tomadas del pasado

Del Antiguo Pacto aprendemos cuán santo es Dios. Aprendemos esto de las leyes de aquel pacto, llamadas los diez mandamientos.

No es fácil enseñar este punto. Mucha gente tiene la idea de que la ley de Dios es como un examen en la escuela. Si guardan el 70% de la ley, por ejemplo, piensan que han hecho muy bien, y que Dios cual maestro de escuela estará muy contento con esa nota elevada. Esto no es sólo un error, sino un peligro. Si uno nunca aprende cuán santa es la ley de Dios, tampoco se dará cuenta de su necesidad de la salvación. El tal siempre pensará que si hace lo mejor que pueda valiéndose tal vez de los instrumentos de la religión popular él va a entrar en el cielo.

Por esto, enseñe qué dice el Nuevo Testamento en cuanto a la ley divina:

  1. “Cualquiera que guardare toda la ley, pero ofendiere en un punto, se hace culpable de todos”, Santiago 2.10.

Puede que esto parezca injusto a primera vista, de manera que conviene ampliar con una o dos ilustraciones. (i) Si en una obra de construcción se emplea una señorita para levantar una carga pesada, y se parten todos los eslabones de la cadena de una sola vez, la carga se cae. Pero si un solo eslabón se rompe, la carga se desploma igualmente. (ii) Un león viejo hambriento persigue a un hombre para matarlo. El hombre, huyendo, llega a un zanjón de treinta metros de profundidad y cinco de ancho. Supongamos que brinca cuatro metros y medio. ¿Qué sucede? Medio metro es poco comparado con 4,5 metros. Pero el hombre cae al fondo del barranco al igual que si se hubiera lanzado sólo dos metros.

Así, si desobedecemos una sola ley de Dios una sola vez, hemos dejado de alcanzar la perfección. Hemos pecado.

  1. “Por las obras de la ley ningún ser humano será justificado delante de él, porque por medio de la ley es el conocimiento del pecado”, Romanos 3.20.

Otra vez el punto es difícil de hacer entender. Lo natural es que uno piense que Dios nos dio la ley para que la guardáramos y así ganar favor con Él. Usted puede usar la ilustración de un termómetro para hacer ver la función de la ley como está explicada en este versículo. Cuando estamos enfermos el termómetro hace saber qué temperatura tiene el cuerpo, y así indica algo de cuán enfermos estamos. Pero nadie traga el termómetro para así curarse de la enfermedad.

Así la ley de Dios expone nuestro pecado y hace ver cómo estamos delante de Él, con el fin de que uno se arrepienta y reciba a Cristo como Salvador. Quien procura ganar la salvación por guardar la ley, es como el que se come el termómetro en la esperanza de curarse. Por cierto, es peor, porque da a entender que la muerte de Cristo no era necesaria. Gálatas 2.21 dice que si por la ley fuese la justicia, entonces por demás murió Cristo.

Esto es aplicable no sólo a la ley de Moisés en sí, sino a todo intento por salvarse fuera de, o además de, la sola obra del Calvario. Por ejemplo, algunos buscan la paz con Dios en los ritos de la iglesia popular o en los dichos, las teorías o los “méritos” de otros seres humanos.

Las ideas principales para el tiempo presente

El gran contraste está entre el Antiguo Pacto y el Nuevo Pacto. (Asegúrese de que todos los participantes entiendan la palabra “pacto”). La diferencia es tan importante que el maestro de la clase haría bien en estudiar los pasajes principales sobre el tema: Hebreos 8.6 al 13, 10.14 al 18, 2 Corintios 3, Gálatas 3.10 al 29.

Hable en la clase sobre: (a) La presentación del Nuevo Pacto, Mateo 26.27,28, 1 Corintios 11.23 al 26. (b) Los beneficios del Nuevo Pacto, Hebreos 10.14 al 18, 2 Corintios 3. El Antiguo Pacto nos condenaba; el Nuevo Pacto, en cambio, nos trae perdón, vida y santidad. (c) Las condiciones del Nuevo Pacto, Gálatas 3.15 al 20, Hebreos 8.6 al 13.

La diferencia entre las condiciones de los dos pactos es un tema algo técnico, pero puede ser ilustrada de una manera sencilla.

El Antiguo Pacto era un convenio entre dos partes. Vamos a tomar como ilustración un comerciante y un albañil. El comerciante quiere que el otro le construya una casita y ellos convienen en un cierto precio. Firman un contrato, un pacto. Ambos, entonces, están obligados a cumplir una cláusula en el contrato: el albañil tiene que construir la casita, y el comerciante tiene que pagar el precio. Si el constructor no construye, no recibirá el dinero; si el otro no paga la suma convenida, no recibirá la casa.

Así fue con el Antiguo Pacto. Dios tenía su parte para cumplirla, y el pueblo la suya. El pueblo tenía que guardar la ley, y así Dios iba a bendecirlos. Pero, por supuesto, el pueblo no cumplió en guardar la ley, y por lo tanto no respetó el pacto. Por esto, Dios les rechazó. Véase qué dice Él en Hebreos 8.9.

Ahora, el Nuevo Pacto es un convenio de parte de uno solo. Vamos a ilustrarlo.

Un hombre prepara y sella un testamento. Él manifiesta en ese documento legal su deseo de dejar una herencia un legado de cierta suma a un sobrino suyo. En este caso, sólo el hombre tiene que cumplir con lo dicho, porque es quien da. El sobrino no tiene que hacer nada, porque recibirá el dinero como regalo. Por supuesto, si no lo quiere, puede rechazar la herencia.

Así es con el Nuevo Pacto. Por esto se llama a veces el Nuevo Testamento. En el Nuevo Pacto, Cristo hace todo. Él llevó por nosotros la maldición de la ley infringida, Gálatas 3.13. Nos da perdón, y el Espíritu Santo suyo escribe la ley de Dios en nuestro corazón, santificándonos poco a poco, Hebreos 10.16 al 18.

Esto no quiere decir, por supuesto, que el mundo se salva automáticamente. Las personas pueden rechazar a Cristo y lo que Él ofrece, si así desean. Pero, la cosa es que nosotros no tenemos que cumplir nada, ni ganar méritos para disfrutar de las bendiciones del Nuevo Pacto. Es por esto que el trono de Dios se llama el Trono de la Gracia, y se nos exhorta a acercarnos a Él con confianza.

7          EL SUMO SACERDOTE

“El que oye mi palabra, y cree al que me envió, tiene vida eterna; y no vendrá a condenación, mas ha pasado de muerte a vida”, Juan 5.24.

Introducción

Algún día todos tendremos que presentarnos ante el trono de Dios. ¿Él nos aceptará y nos dará la bienvenida a su hogar en los cielos? ¿O nos rechazará a causa de nuestro pecado? Por supuesto, todos esperamos ser aceptados, ¿pero podemos estar seguros? ¡Sí! El Señor Jesús ha dicho cómo podemos estar seguros de que no llegaremos al juicio, y Dios en su bondad quiere que entendamos cuál sea el camino a su presencia.

Así en el tabernáculo Él nos ha dado una ilustración hermosa de esto. El lugar santísimo era el salón del trono; el arca y el propiciatorio formaban su trono. Es un cuadro del trono celestial de Dios. Una vez al año el sumo sacerdote fue invitado por Dios a entrar en el lugar santísimo para su encuentro con Dios. Vamos a aprender qué preparativos tenía que hacer y qué debía hacer al estar en la presencia de Dios.

 

Las ideas principales tomadas del pasado

Esta parte de la lección es un recuento de las palabras al estilo suyo particular como maestro de lo que sucedió en el día anual de la expiación. El detalle de las ceremonias se encuentra en Levítico 16. Lea el capítulo entero, aunque no conviene relatarlo todo en clase. Debe familiarizarse también con Hebreos 9.11 hasta el 10.22, donde se trata de las semejanzas y los contrastes entre lo que hacía el sumo sacerdote judío en el día de la expiación y lo que ha hecho Jesucristo.

Enseñe al grupo un cuadro del tabernáculo para que cada participante pueda seguir la explicación de los movimientos del sumo sacerdote.

  1. El sacrificio a favor del sumo sacerdote.

Él tuvo que sacrificar primeramente por sus propios pecados; Levítico 16.6, 11 al 14. Aquí hay un gran contraste con Cristo. El Señor era y es sin pecado y por lo tanto no tuvo necesidad de ofrecer sacrificio. Véase Hebreos 7.26 al 28.

  1. El sacrificio a favor del pueblo.

(a) La primera vez que el sumo sacerdote se manifestó cada año, salió de la presencia de Dios al patio del tabernáculo a la vista de todos. Luego se acercó al altar de sacrificio (el de cobre) y a la vista del pueblo ofreció un sacrificio por sus pecados; Levítico 16.15.

(b) La segunda vez que se manifestó, no fue al pueblo sino a Dios. Es decir, tomó la sangre del chivo que había sido ofrecido, la llevó al lugar santísimo y la roció sobre el propiciatorio; 16.15. Ayude a la clase seguir el recorrido desde el altar en el atrio al lugar santo, y hasta el lugar santísimo, corriendo el velo un poco para poder penetrar aquel sagrado recinto.

(c) La tercera vez que el sumo sacerdote se manifestó, llegó de nuevo al altar de sacrificio, pasando a través del lugar santo. Afuera, tomó otro chivo, puso las dos manos sobre la cabeza del animal y confesó sobre él todos los pecados del pueblo. Luego otro hombre llevó el chivo al desierto para que no regresara jamás, 16.20 al 22.

Las ideas principales para el tiempo presente

  1. Hebreos 9.26 trata de la primera vez cuando nuestro Señor se manifestó: “Ahora, en la consumación de los siglos, se presentó una vez para siempre por el sacrificio de sí mismo para quitar de en medio el pecado”.

Es decir, Él descendió del cielo a la tierra nuestra, donde la gente podría verle, y en el Calvario se ofreció cual sacrificio por el pecado nuestro. La diferencia entre el sacrificio suyo y los del sumo sacerdote de Israel es que éstos tenían que repetirse cada año y algunos de ellos cada día pero Él tuvo que ofrecerse una sola vez; Hebreos 7.27, 9.25, 10.11 al 14.

  1. Hebreos 9.24 trata de la segunda vez cuando el Señor se manifestará: “No entró Cristo en el santuario hecho de mano, figura del verdadero, sino en el cielo mismo para presentarse ahora por nosotros ante Dios”.

El sumo sacerdote judío entró en la presencia de Dios como representante del pueblo; al aceptarle, Dios estaba aceptando al pueblo a quien él representaba. Así es importante señalar que Cristo ha entrado en la presencia de Dios a favor de todos los que confían en Él. Si Dios le ha aceptado a Cristo, y sin duda lo ha hecho, entonces ha aceptado a todos aquellos que confían en Él.

Además, cuando las Escrituras dicen que Él entró por su sangre, esto no quiere decir que llevó verdadera sangre al lugar celestial. El Nuevo Testamento está empleando el lenguaje figurativo del tabernáculo. El sumo sacerdote judío vaciaba la sangre sobre y ante el propiciatorio, señalando así que él reconocía que su pueblo había quebrantado la santa ley de Dios que estaba escrita en las dos tablas guardadas en el arca debajo del propiciatorio. La pena por no guardar la ley era la muerte, y por lo tanto el pueblo merecía morir. Pero, su sacrificio había muerto en su lugar, y la sangre rociada era símbolo y señal de que el sacrificio había muerto y la pena de la ley quedaba satisfecha.

Nosotros hemos pecado. Merecemos la pena de la ley divina. Deberíamos ser expulsados de la presencia de Dios. ¿Cómo entonces podemos encontrarnos con Dios? La respuesta es que Cristo murió por nosotros, y ha padecido la pena que el pecado trae. Ahora se presenta ante Dios por nosotros. Dios está satisfecho con su sacrificio. El castigo por nuestro pecado ha caído de un todo sobre Cristo. Por lo tanto, Dios le ha aceptado a Él y así a la vez a todos los que confían en Él. Por esto el Señor Jesús dijo que los que creen en Él no vendrán a condenación; Él ya sufrió la pena en lugar de ellos.

  1. Veamos ahora la tercera vez en que el Señor se manifiesta. Queda en el futuro. “Aparecerá por segunda vez, sin relación con el pecado, para salvar a los que le esperan”, Hebreos 9.28.

Cuando el sumo sacerdote había rociado la sangre en el lugar santísimo, él salió y apareció a la vista del pueblo. Así, nuestro Señor, habiendo entrado en los cielos, vendrá de nuevo algún día.

El sumo sacerdote de la antigüedad tenía que atender al segundo chivo que estaba dispuesto para el sacrificio por el pecado. Nuestro Señor, en cambio, no tendrá que ofrecer más sacrifico cuando venga. Él vendrá a salvar a su pueblo; es decir, para redimir sus cuerpos y llevar su pueblo al hogar celestial de su Padre. Véase Filipenses 3.20,21, donde se habla de la transformación del cuerpo nuestro.

8          EL CANDELERO

“Yo soy la luz del mundo; el que me sigue, no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida”, Juan 8.12.

Introducción

Hable acerca de la luz física. ¡Qué gran cosa es! Si usted lleva a la clase una linterna, podrá mostrar a cada uno que la luz blanca se compone de muchos colores. Explique que el color que un objeto tiene para nosotros es en realidad la luz. Sin ella no puede haber vida.

Luego hable del uso metafórico de las palabras para luz y tinieblas. (a) En el sentido mental, hablamos de recibir luz sobre un problema difícil. Decimos que un problema es oscuro cuando nosotros no “vemos” la solución. (b) En el aspecto emocional, hablamos de una tragedia negra, no brillante, por ejemplo. (c) En cuanto a lo moral, decimos que una persona mala está en tinieblas, o tiene una historia negra.

Este orden de ideas le ayudará a introducir el concepto de la luz en el tabernáculo. La descripción del candelero se encuentra en Éxodo 25.31 al 40.

Las ideas principales tomadas del pasado

  1. El adorno del candelero

Se hizo el candelero con la apariencia de un árbol vivo. Tenía copas de árbol, botones o manzanas, flores y almendras, tanto en su caña principal como en los seis brazos. Es decir, poseía las tres etapas de la vida: la niñez, la potencialidad de la vida; la juventud, la hermosura de la vida; y el fruto en sí, la madurez de la vida. De esta manera el candelero recordaba al israelita de Dios, la gran fuente de la vida.

  1. La función del candelero

El candelero portaba las siete lamparillas que alumbraban el lugar santo. Esto hacía que el pueblo de Israel se acordara de Dios, la fuente de vida y fuente de luz. Es fuente de la luz física, Génesis 1.3, y de la luz espiritual, Salmo 27.1 e Isaías 60.19. Quienes niegan la existencia de Dios carecen de luz en cuanto al sentido y propósito de la vida, ya que ella no tiene sentido sin el Creador, reduciéndose a una mera casualidad sin un porqué definitivo.

  1. El material que dio la luz

El aceite encendido daba la luz. En Zacarías 4.1 al 6 se describe otro candelero, el cual es la palabra de Jehová. Ese candelero usaba el aceite para generar la luz, y la lección que Dios enseñó por medio de la visión que vio aquel profeta fue: “No con ejército, ni con fuerza, sino con mi Espíritu”. La sabiduría y el poder del ser humano son de un todo inadecuados sin la luz y el poder del Espíritu Santo de Dios.

Las ideas principales para el tiempo presente

Contraste 1. Hoy día no necesitamos de un candelero de oro para recordarnos que Dios es luz, por cuanto sabemos que el Señor Jesucristo ha entrado en nuestro mundo y es la luz del mundo. Los acontecimientos narrados en Juan 8 sirven para ilustración a su grupo lo que el Señor quería decir al proclamar que Él es la luz del mundo.

Cristo, la luz, pone de manifiesto el pecado.

Si usted sale al patio de su casa y levanta una piedra chata, o una vieja tabla botada allí, verá cómo corren los insectos que estaban viviendo en esa oscuridad. La luz los expone, y procuran esconderse de nuevo porque no les agrada la luz. Si usted se encuentra en una habitación cerrada y oscura, no verá el polvo en el aire; pero si deja entrar unos rayos de luz, se dará cuenta de que el aire está cargado de polvo. Si pasa un tiempo en un cuarto oscuro, y de repente alguien prende la luz eléctrica, le van a molestar los ojos suyos y por un momento no le agradará la luz.

Habiendo conversado sobre esto, relate la historia en Juan 8.1 al 11. Muestre cómo Cristo de una manera maravillosa puso a descubierto el pecado de los fariseos que pretendían ser santos. Haga hincapié en que huyeron de la luz porque no les agradaba ser revelados como pecadores. “Los hombres amaron más las tinieblas que la luz, porque sus obras eran malas”, Juan 3.19. Pero, esconderse de la luz es reconocer que uno es pecador y tiene miedo de ser expuesto como tal.

Cristo, la luz, señala cómo conseguir el perdón del pecado.

Siga con la historia y llame la atención a que Cristo perdonó a la mujer cuando ella se quedó sola en su presencia y reconoció su pecado. Dijo: “Vete, y no peques más”. Compare esto con las palabras de Romanos 8.1 y 8.34: “Ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús”, y “¿Quién es el que condenará? Cristo es el que murió; más aun, el que también resucitó”.

Cristo, la luz, muestra cómo quedar libre del hábito del pecado. Cite Juan 8.31 al 36, enfatizando la importancia de constancia en la lectura de las Sagradas Escrituras.

Cristo, la luz, señala el camino de la victoria sobre la muerte.

Cite Juan 8.51 al 58: “… el que guarda mi palabra, nunca verá muerte …” Esto no quiere decir que la tal persona jamás morirá físicamente. Se habla de la muerte eterna, la cual es estar separado de Dios, quien es la luz, y encontrarse en una absoluta oscuridad espiritual. El creyente en Cristo nunca verá la muerte en este sentido. La luz, a saber, el Señor mismo, estará con él para siempre. Por esto, los creyentes pueden estar confiados frente a la muerte física.

Contraste 2. Hoy día no necesitamos las lámparas de aceite que los israelitas requerían para su tabernáculo, ya que Cristo da el Espíritu Santo a todos los que creen en Él. El Espíritu alumbra sus mentes y les explica las cosas de Dios. Véase 1 Corintios 2.10 al 13.

Si tenemos el Espíritu en nosotros, podemos brillar de entre las tinieblas de este mundo. Véase Filipenses 2.15,16. Sin embargo, algunos creen que son creyentes cuando en realidad no lo son por cuanto no han confiado en Cristo como su Salvador, y por esto nunca han recibido al Espíritu Santo.

Ilustre esto con la parábola de las diez doncellas en Mateo 25.1 al 13. Cinco de ellas tenían lámparas pero sin aceite. Tenemos que asegurarnos de haber confiado en Cristo cada uno personalmente, y así recibir el Espíritu Santo.

De otra manera seremos como las lámparas sin aceite; es decir, careceremos de un genuino testimonio cristiano. Por cierto, Pablo dice que “si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de él”, Romanos 8.9.

9          LA MESA

“Yo soy el pan vivo que descendió del cielo; si alguno comiere de este pan, vivirá para siempre”, Juan 6.51.

Introducción

Es fácil comunicar las ideas principales por cuanto la comida es cosa bien conocida y estimada. (¡Aunque no tan abundante para algunos como para otros!) Hable de:

  1. La necesidad de la alimentación para mantener la vida. Aquí se puede conversar sobre el hambre, recordando al grupo de su obligación para con sus prójimos menos favorecidos.
  2. El placer de comer. Dios ha podido formarnos al estilo de una máquina o como un automóvil que requiere el combustible pero no deriva ningún placer del hecho de consumirlo. En cambio, Él en su bondad nos da apetito y provee buena comida para ser aprovechada con gusto.
  3. El placer de compartir la comida como la base y expresión de amistad y comunión. Hable de que tanto los niños como los mayores suelen celebrar ocasiones especiales en torno de una comida donde todos participan juntos.

Luego, introduzca el tema de la mesa del pan de la proposición en el tabernáculo. La descripción está en Éxodo 25.23 al 30 y en Levítico 24.5 al 9.

Las ideas principales tomadas del pasado

Cada semana se colocaban sobre la mesa doce panes, dejándolos allí ante Dios para su disfrute y placer. Al fin de la semana los sacerdotes los quitaban y colocaban panes nuevos, comiendo los viejos con reverencia en un lugar santo.

De esta manera Dios decía que deseaba ser amigo de su pueblo, ya que Él y ellos participaban de la misma mesa y el mismo pan.

Decía también que Él era el proveedor de su alimento. Se usaban doce panes, uno para cada tribu. Dios amaba a todo su pueblo y quería gozar de comunión con todos ellos. No quería verles hambrientos y le placía satisfacer su necesidad. Véanse Salmo 103.5, “El que sacia de bien tu boca de modo que te rejuvenezcas como el águila”, y 104.27, “Todos ellos esperan en ti, para que les des su comida a su tiempo”.

Ahora pase de la idea del hambre corporal a la del hambre espiritual. Señale que no sólo nuestros estómagos piden alimento sino también nuestros corazones; a saber, nuestro ser. Anhelamos el amor, amistad, compañerismo y satisfacción mental y espiritual. Cuando estas cosas nos son negadas, sentimos dolor. Cite las palabras de nuestro Señor Jesucristo en Mateo 5.6: “Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados”.

Pero el pan material no puede satisfacer el hambre espiritual, de manera que usted querrá proceder a la aplicación de esta verdad.

Las ideas principales para el tiempo presente

Contraste 1. El pan espiritual, y no el material, es de mayor importancia. El pasaje que trata específicamente el tema es Juan 6.15 al 71. A continuación mencionaremos algunas ideas sobresalientes.

6.32 Cristo se refiere a sí mismo como el pan verdadero. No es que sea el verdadero apenas en contraste con el falso, sino el pan real y perfecto en contraste con los símbolos y las sombras. Véase también Juan 15.1: “Yo soy la vid verdadera”.

Todos los demás goces y satisfacciones nos conducen a Cristo. Relate la historia de los hombres que aceptaron los panes y peces que Jesús les dio, pero le rechazaron a Él y al alimento espiritual que ofrecía, Juan 6.1 al 11, 26, 27 y 66.

Ofrezca algunas ilustraciones de qué significa esto. Es como el conocido suyo que asiste a su fiesta de cumpleaños sólo para comer la pastelería y cena, sin tener interés en estar con usted y ofrecer su amistad. Es como una señorita que dice que se casará con un hombre y recibe de él los regalos que trae, pero realmente no tiene pensado contraer el matrimonio. Es tan absurdo como aceptar todo lo bueno que Dios nos brinda en esta vida pero no tener tiempo para Cristo como Salvador y Señor.

6.38 al 40, 51, 52 El pan material mantiene la vida física. Así Cristo, el pan verdadero y espiritual, garantiza la vida eterna a todos los que en Él confían. Él no perderá ni uno.

6.53 al 58 Si nuestro estómago siente hambre, de nada vale que uno simplemente sepa algo acerca del pan, o que meramente vea un pan. Tenemos que comer el pan si de Él vamos a recibir provecho. Así con Cristo. Si deseamos poseer la vida eterna, no basta que sólo sepamos acerca de Él; tenemos que comerle y beberle. Tenemos que recibirle cada uno como Salvador propio y personal, creyendo en Él. De cierto, de cierto, Él que cree, tiene vida eterna.

6.63 al 69 El pan que Cristo da no es un pan material sino el alimento espiritual. Recibimos este pan cuando oímos y creemos sus palabras.

Contraste 2. Es una mesa espiritual, y no una material, que nos interesa. Los sacerdotes de Israel tenían que entrar en el tabernáculo y acercarse a la mesa de madera y oro para valerse del pan de la proposición. (Mencione que el pan de la proposición quiere decir el pan de la presencia).

Pero, ¿cómo alcanzaremos el pan espiritual que Cristo ofrece? Cristo mismo nos dice en Apocalipsis 3.20: “Yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré con él, y él conmigo”. Obviamente, la puerta es la puerta figurativa de nuestro corazón o ser. Pero esto, explique qué es el oir el llamado de Cristo, y qué es el abrir y dejarle entrar

10           LA LECCION FINAL: LA PARED Y EL PORTON

Hasta ahora las lecciones han tratado mayormente de los hechos narrados en el Antiguo Testamento y las doctrinas del Nuevo Testamento de las cuales aquellos hechos son ilustraciones.

Pero el propósito de la explicación de los hechos y las doctrinas debe ser siempre el de conducir el oyente a una fe personal en Cristo. Emplee esta lección final con este propósito. Emplee el portón (la puerta al atrio del tabernáculo) como una ilustración de la necesidad de que cada uno tome por sí mismo ese paso de fe que une a una persona con Cristo y le conduce a todas las bendiciones de la salvación.

La descripción de la pared en derredor del tabernáculo y de su portón se encuentra en Éxodo 27.9 al 19.

Señale:

  1. La pared era blanca pero el portón de colores hermosos. Era atractivo para que todos supieran dónde quedaba.
  2. Había una sola entrada.
  3. Si uno quería ver y gozar de las cosas hermosas de la casa de Dios, tenía que entrar por esa sola puerta.

Luego, emplee todo esto como ilustración del camino de la salvación:

  1. Cristo es la vía de entrada. Dijo en Juan 10.9: “Yo soy la puerta; el que por mí entrare, será salvo”. Dice Romanos 5.1,2: “… nuestro Señor Jesucristo por quien también tenemos entrada por la fe a esta gracia en la cual estamos firmes”. Y, Efesios 2.18: “Por medio de él los unos y los otros [en este caso, los judíos y los no judíos] tenemos entrada por un mismo Espíritu al Padre”.
  2. Cristo es la única vía. “Yo soy el camino, la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí”, Juan 14.6. “En ningún otro hay salvación; porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos”, Hechos 4.12.
  3. Tenga cuidado de no equivocarse en cuanto a la entrada. “Entrad por la puerta estrecha; porque ancha es la puerta, y espacioso el camino que lleva a la perdición, y muchos son los que entran por ella; porque estrecha es la puerta, y angosto el camino que lleva a la vida, y pocos son los que la hallan”, Mateo 7.13,14.

“Esforzaos a entrar por la puerta angosta; porque os digo que muchos procurarán entrar, y no podrán. Después que el padre de familia se haya levantado y cerrado la puerta, y estando fuera empecéis a llamar a la puerta, diciendo: Señor, Señor, ábrenos, él respondiendo os dirá: No sé de dónde sois. Entonces comenzaréis a decir: delante de ti hemos comido y bebido, y en nuestras plazas enseñaste. Pero os dirá: Os digo que no sé de dónde sois; apartaos de mí todos vosotros, hacedores de maldad”, Lucas 13.24 al 27.

  1. ¿Qué significa el hecho de entrar? “Los que hemos creído entramos en el reposo”, Hebreos 4.3.

Dé ilustraciones de personas que fueron conducidas por Cristo y sus apóstoles a entrar por la puerta a la salvación. Vemos en las historias de Nicodemo y el carcelero de Hechos 16 ejemplos de personas en el acto de entrar.

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