Benaía (#476)

Benaía

 

Héctor Alves

 

 

Nos dan tres sentidos del nombre Benaía:

formado por el Señor,

formado por Jehová

e hijo del Señor.

Esto sugiere la fuente de su fuerza y la razón por su éxito en conflictos con los enemigos del pueblo del Señor. La biografía breve de este hombre bueno muestra qué puede hacer Dios con una sola persona. Benaía no estaba en nada intimidado por los que se oponían, al decir de Pablo a los filipenses.

Era varón valiente, pero sabemos de sólo tres de sus hazañas, y están agrupadas en dos versículos: «Este mató a dos leones* de Moab; y él mismo descendió y mató a un león en medio de un foso cuando estaba nevando. También mató él a un egipcio, hombre de gran estatura; y tenía el egipcio una lanza en su mano, pero descendió contra él con un palo,  y arrebató al egipcio la lanza de la mano, y lo mató con su propia lanza», 2 Samuel 23.20 al 22.

* Versión Moderna de 1893: «dos campiones de Moab, fieros como leones»

Generalmente merecen atención la primera y la última referencia a un hombre. «Benaía hijo de Joiada estaba sobre los cereteos y peleteos», 2 Samuel 8.18. Veinte y ocho años más tarde, lo encontramos sobre todo el ejército de Salomón. Así como Sama, cae en el grupo descrito en Daniel 11.32: «El pueblo que conoce a Jehová su Dios se esforzará y actuará».

Primeramente, mató a dos hombres moabitas que eran como leones. A la sazón tres naciones en particular eran enemigos de Israel: los filisteos, amalecitas y moabitas. Los filisteos son un tipo del mundo religioso, los amalecitas un tipo de la carne y los moabitas un tipo del mundo en general. Estas naciones eran astutas en su agresión contra el pueblo de Dios, los israelitas. Dos hombres, campeones de Moab, feroces como leones, estaban resueltos a acabar con Benaía, quizás cayendo de sorpresa sobre él. No sabemos con qué armas contaban, ni qué usó él, pero cayeron ante Benaía. Nos enseña el apóstol: «Esta es la victoria que ha vencido al mundo, nuestra fe», 1 Juan 5.4. Benaía, «hecho de Dios» venció por fe en dos a estas dos figuras del mundo.

También quitó la vida a un león. Otro apóstol nos advierte: «Vuestro adversario el diablo, como león rugiente, anda alrededor buscando a quien devorar»,
1 Pedro 5.8. Posiblemente este león acechaba al pueblo y les infundía el temor de muerte. Benaía lo atacó donde sabía que lo encontraría: en su propia guarida. Le ha placido al Espíritu anotar que esto lo hecho en tiempo de nieve, recordándonos que «el tiempo de Dios no impide la obra de Dios». Se logran victorias por él en días nevados, literal y figurativamente. La mujer virtuosa de Proverbios 31 no tenía temor de la nieve por su familia. No le bastó a Benaía aniquilar a los dos moabitas; él se da cuenta de que el león también es enemigo del pueblo de Dios y debe sufrir la misma suerte. Nosotros como creyentes tenemos que contender con el mundo y con el diablo.

Este hombre mató a un egipcio también. Aparentemente el extranjero estaba aliado con los filisteos, así que tenía que morir. La Reina-Valera lo describe como de gran estatura y algunas otras traducciones como imponente. Efectivamente, 1 Crónicas 11.23 explica que era de unos 2,8 metros, pero esto no infundió miedo en nuestro protagonista «formado por el Señor».

Benaía contaba con sólo un palo. ¿Será que pensaba en David cuando mató a Goliat en Ela, 1 Samuel 17.40? Quizás su valor no tenía igual, salvo el de David con su cayado y honda. Benaía sacó el mayor provecho del recurso que tenía. No sabemos si usó su propio palo para matar al sujeto, pero la lanza de la otra sí.

Los moabitas, el león y el egipcio cayeron ante este hombre. La victoria sobre nuestro enemigo tripartito – el mundo, la carne y Satanás – está asegurada a todos aquellos que comparten el poder que lo impulsó a Benaía.

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