Andrés Bello y Miserere (#545)

Miserere

Andrés Bello (1781 – 1865) es conocido en la historia como el intelectual y diplomático detrás del movimiento independista de nuestra Patria, Venezuela, y como catedrático en  la lengua española.  Vivió en Caracas hasta 1808, en Londres hasta 1829 y en Santiago de Chile hasta su muerte. Sus dos esposas inglesas eran de tinte evangélico.

 

Bello tenía buen conocimiento de la Palabra de Dios. Durante gran parte de su estadía en Inglaterra, como representante del movimiento republicano en la colonia, fue empleado como traductor por la sociedad bíblica de la Gran Bretaña, la única que había en aquel entonces.  Nunca fue publicada la versión de la Biblia en español sobre la cual trabajó el insigne poeta y gramático, pero los responsables por las revisiones de la Reina-Valera desde 1861 hasta 1909 hicieron saber que muchas de las virtudes de ésas tuvieron su origen en el regio castellano de Bello.

 

Miserere es el Salmo 51 en poesía.  Es obra de uno que tenía convicciones sobre la materia.  Hombre anciano y enfermo, se paseaba de madrugada por los corredores de su casa en Chile, citando Miserere entre sollozos, y terminando siempre en voz alta y emocionada con sus fecundas líneas finales, donde da la interpretación clave y verídica al Salmo.

 

Siga

 

51.1     ¡Piedad, piedad Dios mío!
¡Que tu misericordia me socorra!
Según la muchedumbre
De tus clemencias, mis delitos borra.

 

51.2    De mis iniquidades,
Lávame más y más; mi depravado
Corazón quede limpio,
De la horrorosa mancha del pecado.

 

51.3    Porque, Señor, conozco
Toda la fealdad de mi delito,
Y mi conciencia propia
Me acusa y contra mí levanta el grito.

 

51.4    Pequé contra ti solo;
A tu vista obré el mal, para que brille
Tu justicia y, vencido
El que te juzgue, tiemble y se arrodille.

 

51.5    Objeto de tus iras
Nací, de iniquidades mancillado,
Y en el materno seno
Cubrió mi ser la sombra del pecado.

 

51.6    En la verdad te gozas,
Y para más rubor y afrenta mía,
Tesoros me mostraste,
De oculta celestial sabiduría.

 

51.7    Pero con el hisopo
Me rociarás, y ni una mancha leve
Tendré ya; lavarásme,
Y quedaré más blanco que la nieve.

 

51.8    Sonarán tus acentos
De consuelo y de paz en mis oídos,
Y celeste alegría
Conmoverá mis huesos abatidos.

 

51.9    Aparta, pues, aparta
Tu faz, ¡oh Dios! de mi maldad horrenda
Y en mi pecho no dejes
Rastros de culpa que tu ojo encienda.

 

51.10  En mis entrañas cría
Un corazón que con ardiente afecto
Te busque; un alma pura
Enamorada de lo justo y recto.

51.11  De tu dulce presencia,
En que al lloroso pecador recibes,
No me arrojes airado,
Ni de tu santa inspiración me prives.

 

51.12  Restáurame en tu gracia
Que es del alma salud,
vida y contento;
Y al débil pecho infunde
De una ánimo real el noble aliento.

 

51.13  Haré que el hombre injusto
De su razón conozca el extravío;
Le mostraré tu senda,
Y a tu ley santa volverá el impío.

 

51.14  Mas líbrame de sangre
¡Mi Dios, mi Salvador! ¡inmensa fuente
De piedad! y mi lengua
Loará tu justicia eternamente.

 

51.15  Desatarás mis labios
Si tanto un pecador que llora alcanza,
Y gozosa a las gentes
Anunciará mi lengua tu alabanza.

 

51.16  Que si víctimas fueran
Gratas a ti, las inmolará luego;
Pero no es sacrificio
Que te deleita el que consume el fuego.

 

51.17 Un corazón doliente
Es la expiación que a tu justicia agrada;
La víctima que aceptas
Es un alma contrita y humillada.

 

51.18 Vuelve a Sion tu benigno
Rostro primero y tu piedad amante;
Y sus muros la humilde
Jerusalén, Señor, al fin levante.

 

51.19  Y de puras ofrendas
Se colmarán tus aras, y propicio
Recibirás un día
El grande inmaculado sacrificio
.

 

 

Comparte este artículo: