Leyendo día a día en 1 y 2 Corintios (#745)

 

Leyendo día a día en 1 Corintios

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S. Emery

Day by day through the New Testament

Precious Seed Publications

Introducción

La Epístola a los Corintios forma parte del primer ciclo de cartas de Pablo denominadas sus Epístolas Misioneras, las cuales son 1 y 2 Tesalonicenses, 1 y 2 Corintios, Romanos y Gálatas. En ellas Pablo trata mayormente temas de doctrina básica. En 1 Corintios está escribiendo a una iglesia que había plantado unos tres años antes durante una estadía de quizás dieciocho meses, Hechos 18.11.

Corinto tenía dos características sobresalientes. Se conocía corrientemente por su afán por la sabiduría. Hubo una época en que “hablar como hablan en Corinto” daba a entender expresarse con certeza y belleza artística. Era el centro del intelectualismo. Por otro lado, era conocida por su corrupción. La lascivia predominaba al extremo que era la Sodoma del Nuevo Testamento. Por esto, se usaba comúnmente el término “corintizar” al referirse a una vida inmoral. Así, dos extremos marchaban mano en mano, y en ese ambiente existía una iglesia local.

Dos factores dieron lugar a la epístola. Primeramente, llegaron a Pablo del hogar de Cloé informes acerca de condiciones que prevalecían en la asamblea, 1.11. Él las trata en los capítulos 1 al 6. Adicionalmente, se le había enviado una carta que presentó ciertas preguntas, y procede a contestarlas a partir del capítulo 7, como sabemos por el v. 1.

Al interesarse por esta carta, uno debe llevar en mente que, si bien es cierto que su sustancia versa sobre asuntos frecuentes en Corinto, el propósito es que tenga una aplicación mayor. Pablo, con un tal “nuestro hermano Sóstenes”, escribe a la iglesia de Dios en Corinto, pero a la vez se dirige a “todos los que en cualquier lugar invocan el nombre de nuestro Señor Jesucristo, Señor de ellos y nuestro”. Al ser así, el mensaje de esta epístola aplica no tan solo a todo lugar, sino a toda fase eclesiástica y por ende a nuestros propios días.

No nos atrevemos a decir que cualquier parte es de sólo una relevancia netamente local en sus principios hoy en día. Jesucristo es Señor, no solo de los creyentes en Corinto, sino de todo su pueblo a lo largo de los tiempos, 1.2, y por esto su voluntad es común a todos. A los tales Pablo manda saludos de gracia y paz.

capítulo 1
Las riquezas y responsabilidades de los redimidos

  1. La situación del creyente, vv 4 al 9 Aquí hay munificencia para dar acciones de gracias por un conjunto de cosas buenas — fuisteis enriquecidos, nada os falta en ningún don, os confirmará hasta el fin, irreprensibles, llamados a la comunión con su Hijo. Nos fijamos en que estas bendiciones serán otorgadas por la gracia de Dios, v. 4, y garantizadas por su fidelidad, v. 9.
  2. La concordia del creyente, vv 10 al 16 Es motivo de preocupación. Su llamamiento a una comunión como ésta exige unidad entre las partes y la misma debe ser expresada por hechos y actitud, v. 10, sin parcialidad, v. 12. Donde abunda la parcialidad es evidencia de un Cristo dividido y un líder sobre evaluado, vv 13 al 16.
  3. 3. La comunión del creyente, vv 17 al 25 Este mensaje amerita énfasis y será eficaz solamente donde impera la concordia. La meta de Pablo era siempre la de predicar el evangelio. ¿Es la nuestra? Su tema es siempre las buenas nuevas de Cristo crucificado, la palabra de la cruz. Su estilo no era el uso intelectual del saber humano, cosa que lo anula, y que Dios desaprueba, vv 17 al 20. Su sustancia es el poder de Dios para salvar y seguir salvando, v. 18.
  4. 4. El llamamiento del creyente, vv 26 al 31 Aquí hay una misericordia para ser acogida. Es de un todo antimundano. Nótese el llamado en sí; era por la locura de la predicación, o de la cosa predicada; los llamados; las cosas necias del mundo, y todo el producto de “lo necio de Dios”. ¡Cuán contrario al proceder de Dios es todo esto! Nuestro llamamiento nunca fue con base en nuestra grandeza, sino solo sobre la base de la gracia divina, en la salvación, como en lo demás.

Dios será siempre “todo en todos”. Donde la misericordia de nuestro llamamiento se posesiona de nuestro corazón y nuestra situación espiritual por medio de Cristo encanta el alma, entonces la concordia se realizará y el evangelio será predicado.

Lección: Que nos maravillemos ante nuestra riqueza, que obremos para la unidad, que testifiquemos por fidelidad y que adoremos ante la grandeza divina.

capítulo 2
Un golpe contra el intelectualismo

En gracia Dios ha preparado múltiples bendiciones para aquellos que le aman. El ojo humano nunca ha visto cosa parecida, el oído humano nunca ha escuchado semejante noticia y el corazón humano jamás ha concebido bondades como estas, 2.10, pero Dios las ha revelado. ¿Cómo se dan a conocer y cómo se puede conocerlas si están tan más allá de la imaginación y el concepto del hombre?

Para esta comunicación, la sabiduría corintia era de un todo inadecuada. Pablo, el gran portador de estas cosas a Corinto, no las declaró con habilidad de oratorio o sabiduría. Rehusó el uso de palabras persuasivas porque sabía que son inadecuadas como medio de comunicación. Sabía que Dios había rechazado de un todo este proceder, 1.19,20. Si esto era cierto donde el intelectualismo reinaba y donde estaba presente un apóstol hábil y preparado, ¿cómo atreveríamos a revertir a ello hoy día? Todavía el mundo no conoce a Dios, ni las cosas de Dios, mediante la sabiduría.

Entonces, ¿cómo se dan a conocer? Primero, están envueltas en la predicación y el cono-cimiento de Cristo y de Cristo crucificado. Cristo y su obra en cruz constituyen el único fundamento de todas las bendiciones de Dios para el hombre. Descartar esto es alejarse de los dones que Dios ofrece. Debido a esto el apóstol manifiesta un afán evidente a definir su ministerio, 2.3. El temor y temblor, una expresión paulina, no se debía a un peligro personal sino a un sano afán por cumplir correctamente un deber santo. Segundo, la revelación de estas cosas sí requiere sabiduría (pero no la de este mundo que es perecedera sin Dios) escondida del intelecto humano y eternamente duradera. Tercero, esta comunicación es posible sólo por medio del Espíritu Santo. Solamente a través de él la revelación es todo envolvente, 2.10,11, y por consiguiente adecuada. Este Espíritu Omnisciente es el don de Dios a todos los que le aman.

 

Pablo concluye que los hombres espirituales no pueden discernir cosas espirituales por medios carnales, ni puede el hombre natural comprender las cosas del Espíritu por el uso de sus propias habilidades. Contando con el Espíritu, contamos con la mente de Cristo.

Lección: Pidamos sabiduría, Santiago 1.5, y seamos responsivos al Espíritu.

capitulo 3
Capacidad y construcción espiritual

Al cabo de tres años ellos eran todavía niños que requerían leche. Su capacidad era deficiente y por su disensión y división se manifestaban ser carnales, de manera que estaban fallando en su construcción.

Cual campo arado de Dios, han debido producir fruto, pero no había evidencia de tal cosa. El espíritu partidista les dejaba atrofiados. Los hombres preferidos eran sólo instrumentos para siembra y riego, y tan sólo Dios podía producir cosecha; ¡Él hace que semilla lleve fruto! El tipo de alimento espiritual que se asimila determina el ritmo de desarrollo, y el espíritu partidista lo descubre. Lamentamos la ausencia de apetito espiritual para las cosas profundas de Dios, tan evidente en estos días, y la manifiesta carencia de desarrollo que la acompaña. Oremos por apetitos robustos por una vianda que nos hará avanzar de la niñez y que nos hará hombres y mujeres de Dios.

No somos solamente niños en una familia cuyo desarrollo está bajo observación, sino también constructores de una asamblea empleada para la industria. “Vosotros sois … edificio de Dios”, y la expectativa es que construyan. Labranza es pasiva y edificio es activo, pero el fundamento (echado ya en parte) es uno mismo, Cristo Jesús, como afirma Él mismo en Mateo 16.16 al 18. En cuanto a Corinto, Pablo lo echó, y ahora instruye a los edificadores.

Si Dios vigila cuidadosamente mi desarrollo espiritual cual constructor, yo debo vigilar el desarrollo de mi servicio. Cualquiera nuestra capacidad o lugar en la asamblea, somos responsables por el progreso de la construcción, escogiendo los materiales con cuidado. ¿Nuestros materiales son costosos y duraderos, requiriendo sacrificio y atención (oro, plata y piedras preciosas), o baratos y de mala calidad, incorporados sin esfuerzo y de utilidad pasajera (madera, heno y hojarasca)?

¿Estoy construyendo al estilo de los antiguos, un templo digno de Dios, o un edificio moderno y provisional? Un día el gran Inspector de Obras lo va a revisar y probarlo contra incendio; ¡ojalá que no se reduzca a cenizas, aun cuando sé que yo, el constructor salvado, no seré consumido en las llamas!

Lección: Vivir a la luz del tribunal de Cristo.

capítulo 4
La autoridad apostólica cuestionada

Muchos estaban cuestionando todavía el derecho de Pablo de dirigir, y él defiende de cuatro maneras su autoridad delegada.

  • Hace ver a la iglesia qué eran él y Apolos. En el 3.5 pregunta: “¿Qué, pues, es Pablo, y qué es Apolos?” Eran siervos (la palabra es “remeros subordinados”) de Cristo y por ende deberían obedecer. También eran administradores, y por esto deberían ser fieles, 4.1, Estas realidades, dice, deben determinar la actitud de los hombres hacia ellos.
  • Les hace saber ante qué tribunal debe responder, y dice que no es a uno de los hombres, por muy eclesiástico que sea, ni siquiera el tribunal de su propia conciencia. Aun teniendo buena la conciencia, no sería el factor determinante. Él debe responder a su Señor. Por esto el juicio de parte de otros debe esperar el tribunal de Cristo, porque sólo el que se sentará allí puede divulgar correctamente los motivos y pesar la evidencia, vv 3 al 5.
  • Les refiere a lo que reconoce que los apóstoles son: no usurpadores de autoridad deseosos de encabezar la procesión, sino de estar a la retaguardia (como si fueran los despojos de guerra), condenados a muerte y un espectáculo ante todos como escoria y rechazos, v. 9.
  • Luego les recuerda lo que era para ellos: no sólo un guardián entre muchos, sino un padre que les había engendrado por medio del evangelio. ¿Esto no es motivo de respeto y una disposición a seguir sus palabras en vez de rechazarlas? vv 14 al 16. ¿Todo esto requiere confirmación? Timoteo la suplirá, v. 17.

¡Pero Pablo tenía autoridad! Escuche su voz y fíjese en la ironía que puede emplear, vv 8 al 10. Escuche de nuevo y fíjese en la indignación santa, vv 18 al 21, pero con toda su preocupación paternal, v. 14.

Este espíritu partidario estaba perturbando la asamblea, como sabemos por 1.10 al 13, 3.3,4, 4.6,7, y lo cierto es que hace estragos hoy día. ¿Cómo percibimos a los siervos del Señor que nos traen la buena palabra de Dios (aunque reconocemos que no son apóstoles)? ¿Con desprecio, o selectivamente, o en un espíritu partidario, o como los que nos traen la buena palabra de Dios? ¿Cómo valoramos el ministerio del apóstol Pablo? ¿Leemos con prejuicios, con desprecio, o quizás asignando mucho de su material a tiempos ya pasados? ¿O le escuchamos como a “mandamientos del Señor”, 14.37?

Lección: Señor, ayúdanos a no ser tasadores, sino oyentes.

capítulo 5
Conducta reprochable en la iglesia

Esta lectura es triste, pero prestemos atención cuidadosa, llevando en mente que nuestro Dios no sólo es amor sino luz también, y en él no hay tinieblas. Cuán fiel es el Libro Santo, escondiendo nada y tratando los pecados abiertamente.

Pablo se presta a tratar con una situación que está ensuciando la historia de la asamblea y manchando su testimonio. Se informa que hay incesto, y en un lugar como Corinto esto podría tomar por sorpresa a los creyentes nuevos. ¡Y por su gravedad supera aun a la inmoralidad común en la ciudad! v. 1. Por esto, la necesidad del 16.13: “Velad”. La carne puede alcanzar grados de vergüenza aun más que los inconversos.

  • Una actitud deplorable, v. 2. Los creyentes no estaban preocupados, v. 6, sino contentos al tener el culpable entre ellos. Así también en estos días se presentan situaciones en asambleas que no suscitan alarma cuando deben hacerlo.
  • Una acción decisiva, vv 3 al 5. Pablo está en alerta. Aunque ausente, juzga el asunto, y entrega al ofensor a Satanás para la destrucción de la carne y la salvación del espíritu.
  • Un acompañante que debe ser derrotado, v. 6. Si no se aparta al culpable, la levadura obrará en todos; el cáncer debe ser extirpado para que no se pierda el miembro del cuerpo.
  • Una acción acordada, vv 7, 8. Ellos debían purgar la levadura vieja llevando en mente que Cristo nuestra Pascua fue sacrificado por ellos, y, cual gente sin levadura, guardar la fiesta de panes sin levadura; a saber, guardar la vida resultante en sinceridad y verdad. A Israel le era exigido quitar la levadura el primer día.
  • Una asesoría proferida, vv 9 al 13. Se debe rehusar acompañar o aun comer con aquellos que andan o se comportan de manera vergonzosa. Esto no autoriza aislar a aquellos que, aun cuando sin tacha en sus vidas, no se expresan a nuestra simple satisfacción propia. Pero la palabra nos instruye a alejarnos de aquellos dentro de nuestra propia comunión que están trayendo infamia sobre el testimonio. El impío debe ser apartado de un todo, desde luego con miras a su restauración. Debe ser quitado cual perverso, v. 13, un acto de disciplina de parte de la congregación entera; nótese vv 4, 5.

Lección: Al ver a uno excomunicado, pensamos: “Salvo por la gracia de Dios, allí voy yo”.

6.1 al 11
El cristiano y los tribunales

Los conflictos entre hermanos pueden surgir, y surgen. ¿Cómo resolverlos? Llevemos en mente que esta sección trata exclusivamente de situaciones que se presentan entre creyentes. Es evidente que los corintios se acudían a los tribunales, el uno contra el otro, vv 6, 7, y Pablo expresa sorpresa ante su falta de sabiduría, v. 2. A la luz de mayores responsabilidades por delante, dice, ellos deben contar con la capacidad y el derecho de juzgar sus propios asuntos internos.

Él describe esos tribunales como “los injustos” y “los incrédulos”, y afirma que recurrir a los tales para resolver nuestros problemas es injusto, v. 1, vergonzoso, v. 5, y un defecto evidente, v. 7.

Él sugiere el procedimiento correcto. Tiene que haber en la asamblea al menos un hombre sabio y capaz de arbitrar, v. 5.

Pero hay un procedimiento mejor, y es el de sufrir el agravio, o permitir que le defrauden a uno. En vez de vindicarse, ¿no sería ésta una manera mejor para desplegar la ley de Cristo? “Oísteis que fue dicho: Ojo por ojo, y diente por diente. Pero yo os digo: No resistáis al que es malo; antes, a cualquiera que te hiera en la mejilla derecha, vuélvele también la otra. Orad por los que os ultrajan”, Mateo 38, 39, 44. Bienaventurados los misericordiosos, a saber, los que no insten en sus derechos. Los testimonios han sido perjudicados por las demandas judiciales.

Ahora deja al descubierto la verdad del asunto. Ustedes, alega, se dañan a sí mismos y defraudan aun a sus hermanos. Los vv 9, 10 nos asustan, pero Pablo les hace recordar que esos términos tan feos se aplicaban una vez a algunos de ellos, pero ahora han sido cambiados por la gracia transformadora de Dios, v. 11. Habían sido lavados de la conta-minación del pecado (y el tiempo del verbo aquí es el activo), y de esta manera se habían puesto aparte de otros para Dios. Por esto estaban separados para siempre (i) de lo que eran, y (ii) a lo que han llegado a ser; y han sido justificados plenamente ante Dios en el nombre del Señor Jesucristo y en el Espíritu de nuestro Dios.

Lección: No somos lo que éramos, de manera que nuestra conducta no debe ser lo que era.

6.12 al 20
El cuerpo del creyente

Si el alma es el tema de interés para Pedro, el cuerpo lo es para Pablo. ¿Había oído de los del hogar de Cloé que la verdad tocante al cuerpo del creyente era muy distorsionada todavía en las mentes de algunos en la iglesia, y que prácticas en Corinto contaminaban la asamblea de Dios?

Para empezar él explica la ley de la libertad cristiana. No es licencia. Todo me es lícito [¿repetía aquí un refrán popular entre ellos?], pero no necesariamente conveniente. Como choferes que pagamos impuestos y portamos licencia, tenemos el derecho de usar la carretera, pero no por esto podemos escoger el carril que queramos. Hacerlo sería nada aconsejable. Es más: aun cuando tal vez gocemos del derecho de hacer algo, nuestra libertad cristiana debe llevarnos más allá de semejante pequeñez de servidumbre, v. 12b.

Pablo ilustra esto en el versículo siguiente, y este versículo enfoca la esfera del cuerpo. El apóstol quiere enseñarnos que:

  • El cuerpo no es para la gratificación propia, vv 13b, 14. Libertad sin licencia (fornicación). Sus funciones deben orientarse a Dios y no a uno mismo. El propósito del cuerpo es para el Señor, y a la vez el Señor es para el cuerpo; Él es su Propietario y Contralor.
  • El cuerpo tiene privilegios sagrados, vv 15 al 18. ¡Es un miembro de Cristo en asociación santa! Este cuerpo mío, este marco carnal y tangible, es uno de sus miembros. ¿Me atrevo a profanarlo? Soy un espíritu con él, ¡y huyo de la sodomía!
  • El cuerpo tiene santidad, vv 19, 20. Tiene un Residente santo. Por gracia se ha convertido en residencia del Espíritu Santo — su santo naos, ¡su lugar santísimo! Si manos no consagradas no se atrevían a tocar el monte santo del Sinaí sobre el cual reposaba momentáneamente la santidad divina, ¿alguna cosa contaminante debe tocar este cuerpo donde mora eternamente el Espíritu de santidad?

Esta presencia santa confirma que no somos nuestros para agradarnos a nosotros mismos, y el cuerpo del creyente despliega un cartel: Vendido. Es ahora propiedad de Otro, comprado a gran costo, v. 20, para ser una residencia.

Lección: Que hoy y todos los días nuestro lema sea: “A él sea gloria para siempre jamás”.

capítulo 7
El cristiano y el matrimonio

En vista de las condiciones morales en Corinto no es sorprendente que este tema tenga lugar en la epístola. El v. 1 hace entrever que era un asunto que ocupaba la asamblea. En su respuesta, se le permite a Pablo intercalar mandamientos divinos con su juicio apostólico; compárense vv 6, 25, 40.

Al intentar resumir el contenido de este capítulo extenso, vamos a notar cuatro lealtades que presenta:

  • Lealtad al yugo conyugal, vv 1 al 9. Pablo afirma que el matrimonio no es para todos, vv 1b, 7, 8, pero es aconsejable moralmente, v. 2: Sin embargo, este estado no debe ser bígamo. Debe ser reconocido mutuamente, tanto en lo moral como en lo físico, vv 3 al 5. Una vez casados los dos llegan a ser “una sola carne” y esta unión debe ser honrada constantemente.
  • Lealtad al cónyuge, vv 10 al 24. No es sólo que el yugo debe ser honrado, sino que no debe ser roto, vv 10, 11. Sin embargo, si uno de los dos se va, es aconsejable la reconciliación y es prohibido el rematrimonio. Se contempla otra situación que debe haber sido el caso a menudo en Corinto, donde uno de los dos es creyente y la otra parte no. Esto no es base para separarse, vv 12, 13.

Aun estando la casa dividida espiritualmente, donde hay contentamiento debe haber también lealtad al cónyuge inconverso, por razones domésticas y familiares, v. 14. En el caso que se vaya el cónyuge inconverso, que se vaya, pero el hecho de quedarse los dos juntos puede resultar en la conversión de quien no era salvo, vv 15, 16, De manera que la regla en toda circunstancia es la del v. 24: “Cada uno en el estado en que fue llamado, así permanezca para Dios”.

  • Lealtad al Señor, vv 25 al 38. Él considera ahora el asunto del soltero o la soltera. Prevalecían condiciones que no se nos han divulgado, vv 26 al 32, que motivan a Pablo a aconsejar que esas personas no se casen, y él alude a una lealtad mayor en vv 32b al 35. Con cuánto cuidado se debe decidir este asunto del matrimonio. ¿Promoverá mi devoción al Señor? Sin embargo, cada cual debe estar convencido en su propia mente, vv 36, 37.
  • Lealtad a la ley conyugal, vv 39, 40. Este pasaje descarta el divorcio; permite el rematrimonio sólo después de la muerte de una de las partes, y requiere que sea “en el Señor”.

Lección: La demanda en nuestros tiempos es la lealtad a estos principios.

capítulo 8
Preocupación por el que haya sido idólatra

Los creyentes corintios habían sido idólatras, pero el evangelio les había librado. Con todo, después de generaciones de esa servidumbre y la presencia constante de prácticas idolátricas, se puede entender que quedarían muchas dificultades por enfrentarse. Aun hoy en día hay muchos que luchan contra tendencias malas después de haber sido rescatados de vidas de libertinaje e inmoralidad, o del poder de una religión herética. Pablo aconseja que los creyentes en estas circunstancias requieren la simpatía y el cuidado de otros creyentes.

Aquí es un asunto de comer lo que ha sido ofrecido a los ídolos. Esto sería una dificultad en Corinto, donde lo que se vendía en el mercado había pasado por esa ceremonia. En su tiempo Daniel rehusó contaminarse con semejante cosa. Ahora, dice Pablo, sabemos que todos tenemos conocimiento, pero esto meramente hincha a uno mientras que el amor edifica. El solo hecho de pensar que sabemos, es dejar entrever nuestra falta de conocimiento.

Pablo dice que sabemos que el ídolo no es nada — apenas un pedazo de madera o piedra — y que hay un solo Dios y Padre y un Señor, Jesucristo, pero no todos tienen ese conocimiento. Algunos, acostumbrados por años a los ídolos, consideran que comer esa carne equivale tener contacto vivo con el ídolo, y por esto sus conciencias débiles se contaminan, pero nosotros sabemos que esa carne no tiene nada que ver con nuestra aceptación, v. 8.

¿Cuál debe ser, entonces, la actitud de aquellos que tienen conocimiento? ¿Actuar conforme a él? Mire, dice Pablo, que la libertad suya no venga a ser tropiezo para los débiles. “No hagas que por la comida tuya se pierda aquel por quien Cristo murió”, Romanos 14.15. Mi práctica debe tomar en cuenta la conciencia débil de mi hermano. La importancia del uso de la libertad mía es evidente cuando su abuso sea un tropiezo para otro; el v. 12 dice que es pecar contra Cristo.

La cuestión de comer carne ofrecida a ídolos puede carecer de pertinencia en muchas tierras ahora, pero el principio sigue vigente. ¿Hay modos de conducta y práctica que son lícitos para mí debido al conocimiento alumbrado que tengo, pero probablemente serán piedras de tropiezo para algunos de mis hermanos? Entonces debo pedir gracia para desistir de ellos.

Lección: La decisión de Pablo — “no comeré carne jamás” — tipifica mi comportamiento. ¿Actúo por conocimiento o por amor?

capítulo 9
El apostolado cuestionado

¿Algunos en la ciudad estaban cuestionando la autoridad apostólica de Pablo y de esta manera intentando socavar su obra? Esto debe ser considerado y resuelto aquí y ahora, ¿o de qué provecho será esta carta? Pablo trata el asunto de tres maneras.

  • Establece los derechos de su vida y servicio, vv 1 al 15. Les hace recordar que no debería tener necesidad de certificar su apostolado, por cuanto ellos mismos eran el sello de su llamamiento, siendo fruto de su ministerio. Además, ¿era esencial haber visto al Señor para ser un apóstol? Le he visto, dice. ¡Él nunca se olvidó del camino a Damasco!

Así que, procede a defender su libertad apostólica. ¿Ellos dudan de sus derechos físicos, matrimoniales y laborales? vv 4 al 6. ¿Acaso los soldados no sirven por salario, los viñadores no comen del fruto y los pastores no viven de la grey? Y ahora procede a precedentes escriturarias, citando la ley del buey en la siega, el labrador y el sacerdote, vv 9 al 13. Entonces, ¿el que labora en la esfera espiritual no merece recompensa en lo material? ¿El Señor no lo ha autorizado? “Ordenó el Señor que los que anuncian el evangelio, que vivan del evangelio”, v. 14.

Pablo ha basado sus derechos sobre tres consideraciones: las normas de la vida, el testimonio de las Escrituras y la palabra del Señor mismo. Derechos tenía, pero los renunciaba por el bien del evangelio.

  • Prosigue hablando de sus responsabilidades, vv 16 al 23. El evangelio era la carga de su vida, y tenía la responsabilidad de velar por su necesidad. Le había sido encomendada una mayordomía, y hacía todo por el bien del evangelio. Cumplía de balde. Aun cuando podría sostenerse por la evangelización, lo hace manufacturando tiendas. Su dedicación es a todos, buscando sólo su salvación.
  • Luego afirma su decisión, vv 24 al 27. Esta determinación sacrifica sus derechos y sostiene su responsabilidad. En una carrera el atleta se concentra en la meta; en los juegos deportivos el participante piensa en la corona; cual boxeador en el ring, Pablo se conformará con el encomio del Señor. También así va a “correr”, sin hacer caso del desdén y de los adversarios imaginarios, disciplinándose y negándose a sí mismo acaso sea rechazado.

Él ocupa un cargo, respeta una confianza y cumple una comisión.

Lección: ¿Qué me cuestan mi obra y mi testimonio?

capítulo 10
Cuidado, acaso caigamos

  • Se ofrece una ilustración, vv 1 al 5. Obsérvese el contraste y la repetición: “todos” y “los más”. De esta manera aprendemos de la historia de Israel que el privilegio mutuo no dio inmunidad del fracaso y el juicio. El disfrute de los privilegios y las bendiciones cristianos no son de por sí un escape de la disciplina.
  • Se insiste en una aplicación, vv 6 al 12. Israel está presentado como el gran ejemplo para la Iglesia cristiana. ¡No haga caso omiso de su Antiguo Testamento! ¿Codiciamos, guardamos ídolos en el corazón, fornicamos, tentamos al Señor o murmuramos? ¡Cuidado! La historia se ha repetido y puede repetirse, y Dios no ha cambiado.
  • Se provee una inspiración. v. 13. “Fiel es Dios, que no os dejará ser tentados más de lo que podéis resistir, sino que dará también juntamente con la tentación la salida …” Es el estímulo de la fidelidad de Dios revelada y operativa.

Ahora, v. 14, Pablo comienza un párrafo nuevo y se dirige a un punto problemático en Corinto, el de la idolatría. Ellos la habían dejado para volver a Dios, pero deben huir de ella persistentemente. En el capítulo 8 él ha tratado el comer la carne ofrecida a ídolos, y ahora trata el asociarse con los idolátricos.

¿Esta sección tiene una voz para nosotros? Sí, dice Juan: “Hijitos, guardaos de los ídolos”,
1 Juan 5.21. Al creyente se le ha dado el privilegio de sentarse a la mesa del Señor y comer continuamente cual hijo de rey, como Mefi-boset. Es una mesa de provisión espiritual para cada día y todo el día. Debemos guardar y practicar este privilegio, que nos lleva a comunión santa con la sangre y el cuerpo de Cristo, y por esto nos impide acceso a las mesas que son idolátricas porque son inmundas, vv 20, 21.

¿Nos atrevemos a provocar al Señor al buscar satisfacción en aquellas mesas en vez de la suya? De nuevo el escritor cita el refrán de ellos: ¿todo es lícito? sí, pero no por esto conveniente o edificante. En estos casos debemos considerar el bien de nuestro prójimo. Debemos respetar la conciencia de otro, y por esto, para el bien ajeno, rehusamos los alimentos una vez que sepamos su naturaleza, vv 28, 29. Participar de lo que sabemos es extraño a la mesa del Señor es provocarle a él a celos y a la vez hacer tropezar a otros, sean salvos o no, v. 32.

Lección: ¿A cuál mesa estoy comiendo? Nótese el 11.1

11.1 al 16
El reconocimiento del señorío

Debemos comenzar nuestra meditación sobre estos versículos con el último: “Si alguno quiere ser contencioso, nosotros no tenemos tal costumbre, ni las iglesias de Dios”, y de esta manera aprender que lo que Pablo ha venido diciendo a partir del v. 2 no era aplicable tan sólo a Corinto. Parece que era su enseñanza dondequiera que iba, y en este orden de ideas es significativo el pronombre “nosotros”. Una buena traducción es: “Si alguno busca argumento sobre esto, sólo puedo decir que nosotros y las iglesias de Dios en general nos ceñimos a esta regla sobre esta materia”.

En nuestro pasaje encontramos el señorío expuesto en los vv 2 y 3, y el señorío aplicado en los vv 4 al 15.

Muchos detalles en Corinto merecían la complacencia del apóstol, pero hacía falta corrección en este asunto del señorío. Todo varón tiene una cabeza: Cristo. La mujer, toda mujer en los vv 3 y 15, tiene una cabeza: el varón. Cristo tiene una Cabeza: Dios. Es orden divino, y no un concepto apostólico, ni es algo que se puede descartar en nuestros tiempos de mentalidad unisex.

Esto será manifiesto donde cada sexo reconoce fielmente a su respectiva cabeza, no sólo en un símbolo sencillo sino también en la práctica general. En los ejercicios espirituales, el varón quitará cualquier cubierta de su cabeza (y ni siquiera dejará que su cabello crezca hasta largo, v. 14); lo hace en reconocimiento y honra de su Cabeza, v. 4. Al contrario, la mujer pondrá una cubierta sobre su cabeza (sin haber rasurado la cabeza, porque su cabello es una segunda cubierta, v. 15); lo hace en reconocimiento del varón, a saber, el sexo masculino, vv 5, 13.

La oración y profecía del v. 5 no puede autorizar una actividad pública, porque Pablo trata esto en el capítulo 14. Dice aquí que la desobediencia de la mujer en este asunto equivale quitar el cabello de un todo, vv 5, 6.

Da la impresión que la emancipación de mujeres que efectuó el evangelio había dado lugar a licencia en la asamblea, y Pablo discernía la necesidad de control apostólico. En los vv 8 al 12 él expone la necesidad de las posiciones relativas de los sexos. Los ángeles, quienes siempre oyen la voz del Señor, están observando nuestra conducta y por esto es precisa una señal de autoridad, v. 10.

Lección: Así como Cristo siempre reconocía y agradaba a la Cabeza suya, que nosotros también reconozcamos la nuestra, para que de esta manera Dios sea glorificado

11.17 al 34
Orden en las reuniones

Nuestro versículo de apertura enseña que la sustancia de la sección anterior había sido parte de la causa de desórdenes en la asamblea. Pero había otra causa. Las divisiones y los cismas estaban a la vista, aun en su reunión para hacer memoria del Señor.

En aquellos días la reunión comenzaba con un ágape, o convivio, pero éste se estaba degenerando en una orgía de bebida y comida, cuando los ricos traían una abundancia y los pobres se quedaban hambrientos y apenados, vv 21, 22. Esta situación convertía la fiesta sagrada de conmemoración en un acto nada santo. Pablo escribe, entonces, para corregir semejante desorden y promover el buen orden. Les instruye a los santos que la fiesta conmemorativa debe ser:

  • Sujetada. Debe reconocer el señorío de Cristo. Nótese que siete veces se hace mención del Señor. Siendo Señor, debe dominar nuestras reuniones, cosa que frenará la tendencia cismática.
  • Guiada. La conmemoración de los sufrimientos y la muerte debe orientar la reunión. Haciendo memoria de él, nos olvidaremos de nosotros mismos y de nuestras prioridades, vv 24 al 26.
  • Sencilla. La sencillez tan hermosa de la fiesta es evidente en los vv 23 al 25, y puede ser mancillada por las añadiduras inventadas y por la legalidad no autorizada.
  • Expectativa. Se celebra sólo “hasta que Él venga”.

Estas cuatro características tienen como fin quitar el yo de las reuniones de la iglesia.

Con esto en mente, mucha debe nuestra preparación de corazón como también el cuidado en nuestra conducta cuando vamos a la conmemoración colectiva de nuestro Señor, vv 27 al 29. Asistir de otra manera puede acarrear la disciplina suya. ¿Será que a veces puede tomar la forma de una enfermedad o la muerte? v. 30

Al reunimos para partir el pan, no debemos sólo hacer memoria del Señor reverentemente, sino a la vez respetar a nuestros concreyentes del gran cuerpo de Cristo, vv 29,33, porque somos “un solo pan”, 10.17. Cuán necesario y prudente es, entonces, juzgarnos a nosotros mismos para que no seamos juzgados del Señor.

Lección: Señor, enséñame cómo conducirme en la casa de Dios. 1 Timoteo 3.15

12.1 al 11
Acerca de los espirituales

Pablo desea recordar a sus lectores de su tiempo pasado. Siendo miembros de naciones tan diferentes de Israel, su religión les había arrastrado a la adoración de ídolos que él describe como mudos. No podía oir ni hablar y por lo tanto no podían revelarse.

Ahora, en cambio, esa gente se convirtió “de los ídolos a Dios, para servir al Dios vivo y verdadero”. Este Dios oye, habla y se hace conocer a los hombres, y ha enviado a su Espíritu a nuestros corazones. Bajo la influencia suya, ninguno maldeciría a Jesús sino le coronaría más bien. El Espíritu Santo es, entonces, el gran Preventivo en mi vida y el gran Promotor. Maldecir a Jesús es evidencia de que el Espíritu me es desconocido, pero coronar a Jesús cual Señor mío es exclusivamente el resultado del Espíritu operando en mi ser, vv 1 al 3.

Este Espíritu Santo, quien me insta a reconocer el señorío suyo y el de Cristo, me enlaza con su servicio. Al reconocer su señorío, gustosamente me hago su vasallo, su súbdito, para que los ministerios de Dios puedan hablar por medio de mí. Por esto leemos en nuestro pasaje del Espíritu y sus dones; del Señor Jesús y sus ministerios; de Dios el Padre y sus obras.

El potencial para servicio está a la disposición del Espíritu, vv 7 al 11; el lugar y la práctica del servicio dependen de la elección del Señor del siervo; el poder (la energía o la realización) del ministerio es de Dios. Notamos que los dones, la ministración y la realización son diversificados pero emanan todos de una misma fuente que no cambia.

En cuanto a los que pueden llamar a Jesús Señor, a cada uno (no a algunos) le es dada la manifestación del Espíritu para provecho, v. 7. Es para ser “negociada” en los intereses del Maestro: “Negociad entre tanto que vengo”, Lucas 19.13, 15.

Obsérvese la diversidad de los dones del vv 8 al 10, aun cuando todos son asignados por el mismo Espíritu. Ninguno de ellos se logra personalmente, sino que son nuestros por intermedio de de, o conforme con, el Espíritu Santo, y Él los hace operativos, v. 9. Ninguno se logra ni se ejerce por mero intelecto; “las hace uno y el mismo Espíritu, repartiendo a cada uno en particular como él quiere”, v. 11.

Lección: ¿Cuál es mi don, mi esfera, y de dónde mi fuerza?

12.12 al 31
El Cuerpo de Cristo

Pablo escribe a los creyentes corintios: “Vosotros, pues, sois el cuerpo de Cristo, y miembros cada uno en particular”, v. 27. Y a los efesios: “Hay un cuerpo”, 4.4. Concluimos, entonces, que esta frase “cuerpo de Cristo” tiene una expresión local y una universal, siendo compuesto en cada caso de todo creyente renacido.

La ilustración de esto está en el v. 12: el cuerpo humano que es un conjunto pero se compone de muchos miembros. El inicio está en el v. 13: “fuimos todos bautizados en un cuerpo”. Los muchos miembros devinieron un cuerpo por bautismo en el Espíritu Santo. Nadie en la iglesia en Corinto estaba sin ese bautismo, y Pablo se incluye a sí mismo y todo otro creyente: “todos fuimos bautizados”.

No es procedente preguntar a un creyente si ha sido bautizado en el Espíritu; si no, no es creyente. Este bautismo se hizo una realidad histórica en pentecostés, Hechos 1.5, 2.4, y es una realidad espiritual en el momento de la conversión.

La naturaleza envolvente del Cuerpo está en los vv 14 al 19. Hay diversidad, pero todos los miembros son esenciales por igual. No debemos quejarnos si nos sentimos ser un miembro inferior, porque somos lo que somos, y estamos donde estamos, por decisión divina: “como él quiso”, v.18. Y, los vv 21 al 24 enseñan que los diversos miembros son indispensables. Si el Diseñador los considera indispensables para sí, lo son cada uno para el otro. El factor estimulante es que Dios ha dado honor abundante a los miembros aparentemente de menos importancia, v. 24. Un dedo gordo del pie puede estar fuera de la vista mucho del tiempo, pero sin él el cuerpo pierde equilibrio.

Estas verdades militan contra una falta de consideración entre los miembros. Nótense en los vv 25 al 27 expresiones tales como “[sin] desavenencia … se preocupen los unos por los otros … los miembros se duelen con él … los miembros con él se gozan”. Podemos promover la unidad por medio del interés el uno por el otro, la simpatía, la estima.

Para concluir, Pablo interpreta el sentido de los miembros en vv 28 al 30. Aun cuando puestos por mandato divino, v. 18, hay lugar para el ejercicio personal: “Procurad, pues, los dones mejores”; y también un “camino más excelente”.

Lección: ¿Estoy perjudicando el Cuerpo, o perfeccionándolo?

capítulo 13
El amor en el laboratorio

Pablo lleva al laboratorio de la investigación apostólica esta principal virtud moral y la somete a un examen triple.

  • Lo pesa por su densidad, vv 1 al 3. Es de mayor peso que la excelencia lingüística, de la eminencia profética y de la benevolencia filantrópica. En esta operación Pablo prueba hasta lo superlativo; nótense sus medidas: lenguas de hombres y de ángeles, todo misterio, todo conocimiento, toda fe, todos mis bienes — ¡pero aparte del amor estos son sólo un ruido, una cifra, la bancarrota! El amor debe impulsar el amor el ministerio, la habilidad y la caridad. No importan la boca, la cabeza ni la mano, sino el corazón.
  • Lo examina por su calidad, vv 4 al 7. Cada examen es progresivamente más intenso.

Nótense su apariencia externa y sus acciones manifiestas. Son hermosas en su simetría — no irregularidad, v. 4; no inferioridad, v. 4, porque el amor desconoce los celos; no anormalidad, v. 4, porque el amor no hace gala de sus dones; no vulgaridad, v. 5, nunca insolente, indecente ni de mal gusto. Su superficie es lisa; el amor no pone reparos.

Ahora nótense su construcción interna y sus mociones escondidas. Son hermosas en su abnegación propia. El amor se sacrifica, v. 5; el amor se mantiene en segundo plano, v. 5; se olvida de sí, v. 5; no se acuerda de heridas, porque su interés no es en sí mismo, v. 6; nunca se contenta cuando otros yerran. Es fuerte, es tolerante, tiene confianza, es crédulo, nunca sospechoso, abriga esperanza y aguanta. Acepta no recibir lo que le es debido, y perdura cuando recibe lo que no es debido.

  • Lo mide por su durabilidad, vv 8 al 13. Expresa primeramente su conclusión. ¡El amor nunca deja de ser! Nunca es insuficiente, y perdura más que el ministerio espiritual, vv 8 al 10. Estos se muestran inferiores ante el amanecer de lo perfecto. Su alcance supera la madurez física, vv 11, 12. Los placeres humanos y las tendencias cambian, pero el amor es constante. Aun cuando la fe y la esperanza están acordes con el amor, ellas conducen a un punto final, pero el amor es en sí lo definitivo.

Lección:  ¡Siga el amor! 14.1 Hágalo suyo.

14.1 al 25
Ministerio que edifica

Quedarán resueltos los problemas de esta sección si “seguimos el amor”. Cuán importante es el capítulo 13, ubicado entre los dones del capítulo 12 y su aplicación en el capítulo 14. Pablo prepara cuidadosamente, dando permiso para una ambición personal en esferas espirituales, pero especificando el mayor.

Encabeza la lista con el don de la profecía. ¿Qué es esto? Es hablar por Dios a los hombres, no tanto hablar de lo que va a suceder sino exponer verdades. Lo contrasta con hablar en lenguas (idiomas) como el primer don en la lista y el último en 12.8 al 10, 28 al 30. De lenguas dice que es una capacidad inútil para los hombres porque nadie entiende lo dicho, mientras que el profeta habla para edificación, consuelo y consolación. Dice también que hablar en una lengua es personal pero profetizar es para el provecho de todos. Aunque Pablo está permitiendo las lenguas por el tiempo entonces presente, él da precedencia al profeta y su ministerio, v. 5, y afirma que hablar públicamente en lenguas es confundir sin que la iglesia obtenga provecho, vv 6 al 11.

El celo por los dones espirituales debe ser regulado por su valor constructivo y práctico, vv 12 al 14. El ministerio en la iglesia no sólo debería darse en el Espíritu, sino con la comprensión del ministro y del oyente, quien puede añadir inteligentemente su asentimiento, vv 15 al 17. Él valora cinco palabras inteligentes por encima de diez mil en un idioma desconocido. Aunque afirma que puede hablar en lenguas, v. 18, nunca en las Escrituras le encontramos haciéndolo.

Él aplica sus conclusiones. El v. 20 da a entender que debe haber progreso salvo en la cuestión de la malicia. Las lenguas no son más que una señal a los no creyentes, mientras que la profecía es lo opuesto. Los extraños van a ver el hablar en idiomas desconocidos como locura, pero van a quedarse convictos al oir a hombres hablando inteligentemente por Dios; habrá una respuesta en reconocer a Dios y confesar su presencia, vv 21 al 25.

Esto debe ser nuestra meta. Hoy estamos rodeados de un clamor por dones espectaculares, novedosos y emocionales. Unos preguntan: ¿Estoy perdiendo algo al no contar con esos dones? Señor, danos mentes quietas, una conducta controlada por el Espíritu y una lengua capaz de hablar la verdad tuya con convicción y comprensión.

Lección: ¿Qué pido a Dios? ¿Me conformo con lo de segunda o quiero lo mejor que Él me puede dar? ¡Reflexione!

14.26 al 40
Cuando la iglesia se reúne

Nuestra reuniones deben ser caracterizadas por: • edificación: Hágase todo para edificación, v. 26. • dignidad: Hágase todo decentemente y con orden, v. 40. Estas reuniones deberían (i) promover del desarrollo mutuo, y (ii) preservar el arreglo espiritual. En ellas, obviamente, la lengua es el factor operacional, y en visto de esto Pablo dice que la lengua debe estar bajo control, vv 26 al 33, y bajo restricción, vv 34 al 36.

  • La lengua bajo control. No todos los dones están asignados a uno solo en las operaciones de la iglesia, v. 26; todos pueden aportar según su capacidad específica. En vista de aquellos eran días en que se ejercía el don de lenguas, Pablo dice que su aplicación debe ser limitada. La reunión no debe tornarse confusa, ya que cada cual debe ministrar “por turno”, o “en su curso”. Uno debe callarse si algún otro no va a interpretar su intervención.

La profecía también debe estar bajo control, vv 29 al 31, y los oyentes deben prestar atención al mensaje y discernirlo. Es importante notar que “los espíritus de los profetas están sujetos a los profetas”, y que Dios es Dios de paz, vv 32, 33. ¿Qué aporto cuando estoy presente? ¿Estoy siempre ejercitado ante Dios? El v. 26 no autoriza que hable de buenas a primeras, sino que debo ejercer la preparación del alma.

  • La lengua bajo restricción. Esto corresponde a las mujeres en la reunión. ¿Qué quiere decir que ellas “callen”? v. 34 Dejemos que el pasaje anterior interprete. Cuando uno que hablaba en lenguas debía guardar silencio, quiere decir obviamente que desistiera de dar su ministerio, vv 28, 30. Por esto, que la mujer calle (la misma palabra griega) no quiere decir que desista de platicar con otra, sino que no intervenga en ministerio público. Su lugar es una de sujeción, como dice también la ley.

No se trata de una innovación paulina. Que las hermanas intervengan en las reuniones de la iglesia es insubordinación e indecoroso, vv 34, 35. ¿Pablo percibe oposición en estos asuntos? ¿La palabra divina se originó con los corintios, o eran su dueño exclusivo? v. 36 Una espiritualidad genuina reconoce las palabras del apóstol como las del Señor.

Lección: ¿Cómo reacciono yo personalmente a este capítulo?

15.1 al 11
La base y gloria del evangelio

Nos detenemos para reconsiderar el mensaje que trae la salvación.

  • Primeramente, su comunicación. Es un mensaje a ser predicado. Pablo lo predicó y ellos lo recibieron. Demanda respuesta y debe ser abrazado permanentemente cual ancla del alma, “en el cual también perseveráis”. Somos salvos por medio de su mensaje por sincera con-vicción, “si retenéis la palabra”, y si nuestra fe es genuina, y no meramente un consen-timiento hueco, “si no creísteis en vano”.

Se queda inalterable en su transmisión de época a época, ya que Pablo afirma escribir lo que antes, “primeramente”, les enseñó. Está reafirmando, no enmendando. Es meticuloso en su manera de tratar esto; lo comunicó “asimismo” como lo recibió y lo predicó, vv 3, 2. Es que él era un mayordomo, un administrador, del evangelio: lo recibió, lo entregó. El evangelio no es paulino; es divino.

  • Segundo, su contenido. Aprendemos de los vv 3 al 5 que el evangelio es una fe histórica, no una filosofía, un ideal, una teoría o un concepto mental. ¡Sucedió de veras! Se basa en hechos históricos que tuvieron lugar sobre la tierra a la luz y al oído de hombres.

El evangelio se reviste de cuatro elementos históricos: Cristo murió, fue sepultado, fue resucitado, fue visto. No leemos aquí que haya comenzado con su nacimiento, su vida, su ministerio, ¡sino con su muerte! Se destaca su consumación: Cristo resucitó. De estos cuatro elementos, dos son fundamentales: Cristo murió y Cristo resucitó, ambos hechos “conforme a las Escrituras”.

Su sepultura confirma que había muerto y su aparición confirma que había resucitado. Pablo convoca a testigos, entre ellos el despliegue impresionante de quinientos hermanos que le vieron en una misma ocasión. ¿Algunos no lo creen? En Jerusalén uno haya podido contactar a muchos que gustosamente hubieran ofrecido evidencia. Hay un factor potente: ¡Cristo murió por nuestros pecados! De nuevo, “conforme a las Escrituras”, y en vista de nuestra necesidad desesperada, fue por el amor y la misericordia de Dios. Esta gracia obró en nosotros; dejemos que obre a través de nosotros, vv 9 al 11.

Lección: ¡Ay de mí si no predico el evangelio, este evangelio!

15.12 al 58
Cristo resucitado, de regreso, levantando y reinando

El sepulcro abierto enfoca sobre grandes perspectivas, y la resurrección de Cristo es el aval de grandes temas. El pasaje que nos ocupa pende de dos afirmaciones importantes: (i) “mas ahora Cristo ha resucitado de los muertos”, y (ii) “en su venida”. Por cuanto Cristo ha sido resucitado, la resurrección nuestra está asegurada; y por cuanto Él viene de nuevo, será efectuada.

La resurrección de Cristo y la nuestra están vinculadas inextricablemente; la una exige la otra; la una reposa sobre la otra. La importancia de Cristo se ve en el hecho de que, al no ser una realidad, la predicación apostólica es hueca, la fe es vana, el pecado impera, nuestro seres queridos han perecido y nosotros merecemos gran lástima. La realidad de su resurrección asegura una gran cosecha venidera, porque así como en Adán “todos” murieron, también en Cristo “todos” serán vivificados, cada cual en su orden en el regreso de Cristo al aire.

Habiendo tratado con la base de nuestra resurrección, él habla ahora de su autenticidad. ¿El bautismo es una farsa? Podríamos ser bautizados tan solo como muertos si es que los muertos no resucitan. Vivir en peligro no tiene sentido, y nuestra disposición a enfrentar la muerte por causa de él es inútil, si es que los muertos no resucitan.

Se ocupa luego de su modalidad, vv 35 al 49, empleando como ilustración el reino vegetal. Nuestro cuerpo corruptible se siembra cual semilla en la tierra pero será resucitado incorruptible y para el cielo, conforme le plazca a Dios, vv 38 al 42. Sembrado en corrupción, será levantado exento de deterioro; sembrado en deshonra, será levantado radiante; “los justos resplandecerán como el sol en el reino de su Padre”, Mateo 13.43. Sembrado en debilidad, será levantado con un potencial nuevo; sembrado cuerpo natural, será levantado cuerpo espiritual, sin limitaciones de tiempo, espacio o materia.

¡La grandeza de todo esto! Será triunfo por medio de nuestro Señor Resucitado que vendrá.

Y en el v. 24 hay la consumación: el Cristo reinante no tendrá rival alguno; todo gobierno y poder adverso será subyugado: La muerte abolida, Él entregará el reino a Dios el Padre. Entonces la muerte de Cristo será respondida por el gobierno de Cristo, conduciendo al estado eterno cuando Dios será todo en todos.

Lección: Contando con esta perspectiva cierta, que nos encontremos “firmes y constantes, creciendo en la obra del Señor siempre”, v. 58.

capítulo 16
Conclusiones varias

Se han tratado temas de mayor relevancia y atendido a dificultades; ahora Pablo llega al final de su carta y ofrece —

  • un recordatorio, vv 1 al 4. Asuntos importantes de doctrina nunca deben restar atención a las necesidades terrenales de otros, y la debida atención a la fe delante de Dios debe ir mano en mano con el debido interés en otros. Obsérvese la prioridad asignada a este ejercicio. Era en el día de hacer memoria del Señor en su muerte que ellos debían aportar de manera práctica para sus hermanos en necesidad.
  • un deseo, vv 5 al 9. Él quería estar con ellos. Manifiesta interés y amor al dejar ver que, no obstante sus muchas reprimendas, quisiera pasar una buena temporada entre esos creyentes.
  • una recomendación, vv 10 al 12. Si Timoteo les visita, él velará por el bienestar de aquel hijo genuino en la fe. Le protegerá de cualquier incidente desagradable de parte de los corintios, y también explicará los movimientos de Apolos. Nos llama la atención su cuidado por sus consiervos; este hombre no se olvida de las cortesías humanas.
  • una directriz, vv 13, 14. Él insta a sus lectores a la vigilancia, fidelidad, buena disposición fuerza, y al amor. Sin duda esta estocada les alcanzaría el corazón.
  • un consejo, vv 15 al 18. Les hace recordar a algunos que conocen y señala sus ministerios a favor de Pablo y a favor de los mismos corintios, exhortando que estimen y obedezcan a los tales.
  • varios saludos, vv 19 al 24. En vv 19, 20 Pablo envía saludos de parte de otros y en los versículos siguientes de parte de sí mismo. Aunque a veces sus cartas hayan sido escritas por la mano de un amanuense, él debe fijar su firma propia como evidencia de su legitimidad, v. 21.

Con esto, expresa su ultima advertencia y saludo. Si alguno no ama al Señor (Pablo ha enfatizado el señorío de Cristo en esta epístola), que sea maldito — ¡el Señor viene! El tratado apostólico, en algunas partes severo y para corregir, tan enfático pero tan estimulante, cierra con notas de gracia divina y la dulzura de su propio amor en Cristo.

Lección: Estemos conscientes siempre de las cortesías cristianas.

 

Leyendo día a día en 2 Corintios

Ver

B.Osborne
Day by day through the New Testament
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Introducción

La primera carta a los corintios había despertado la conciencia de la mayoría y reestablecido el temor de Dios en sus corazones, como también integridad en su conducta. Pablo se sentía aliviado. Si bien describe sus sentimientos antes de llegar Tito de Corinto con las palabras “ningún reposo tuvo nuestro cuerpo”, él puede expresar su condición ahora como consolado por la presencia de éste y las noticias que trajo acerca de los corintios, 7.6,7.

Algunas circunstancias causaban preocupación todavía. Parecía persistir el peligro de la inmoralidad, y por esto la exhortación del 6.14 acerca de la luz y las tinieblas. Más dolorosa en el plano personal era la oposición fuerte a él de parte de algunos en Corinto. ¿Qué es tan cruel como los conflictos religiosos? ¡Y cuán severos pueden ser!

La carta hace entrever a qué extremo la contención será promocionada por hermanos falsos. Le acusaron de ser inconstante, 1.17; egoísta, 3.1; carente de recomendación, 3.1,2; desequilibrado, 5.13; falso apóstol, 11.5, 12.12; deshonesto, 12.16 al 19; grandilocuente en sus escritos pero despreciable en su persona, 10.10; cobarde, 11.30 al 33; bajo el desagrado de Dios, 12.1 al 10; ningún predicador, 10.10; mañoso, 12.16.

Fue necesario enfrentar a sus detractores. Pablo había sido provocado a defenderse, 4.2, 6.4, 12.11, y hablar acerca de sí, y por esto tenemos tal vez la más personal, como también la más conmovedora, de sus epístolas. Se le había acusado de andar según la carne, pero retará a sus acusadores a juntarse con él en lo que atañe a la fidelidad a Cristo. Ellos habían dicho con desdén que su presencia corporal era débil, y les desafiará a reunirse con él. Estos puntos se relatan en el capítulo 10.

Estos señores se presentaban como apóstoles por excelencia, 11.5, y negaban el apostolado de Pablo, pero él hará ver que eran “falsos apóstoles, obreros fraudulentos, que se disfrazan como apóstoles de Cristo”. Ellos se caracterizaban por la arrogancia, pero Pablo por el servicio y el sufrimiento.

Por esto veía necesario hablar acerca de sí, cosa que no le agradaba por cuanto hubiera deseado magnificar a Cristo directamente. Con todo, era necesario para ellos. Si no lo hubiera hecho, los corintios se hubieran quedado expuestos ante sus adversarios.

capítulo 1
El Dios de toda consolación

Al considerar los primeros versículos de este capítulo conviene llevar en mente que algunos se oponían a Pablo, y esta circunstancia realza la hermosa ternura del saludo que manda. Hará mención de sus aflicciones, pero comienza con “bendito” y reconoce que viene de Dios el consuelo que tiene.

Sus sufrimientos le han traído una revelación nueva de Dios expresada en un Nombre nuevo, uno que es maravilloso en su ternura: “Padre de misericordias y Dios de toda consolación”. Él es el originador de todas las misericordias, la fuente de donde fluyen. Es “el Padre de las luces”, Santiago 1.17; “las misericordias de Dios”, Romanos 12.1; “el Padre de los espíritus”, Hebreos 12.9; “el Padre de gloria”, Efesios 1.17. Si hay una misericordia, Él es su Padre, cualquiera que sea. Es a la vez el Padre de toda consolación, y tiene el buen ánimo y consuelo que el amor puede impartir a un ser amado al llenar su más íntima necesidad.

Pablo hace mención de las misericordias y la consolación antes de hablar de la aflicción, pero en toda ocasión cuando había estado afligido, fue sostenido por la mano de Dios, y de ella derivó bendiciones. ¿Bendiciones? Sí, y no la menor de ellas la oportunidad de extender simpatía a otros, fruto de la simpatía divina que él mismo había recibido. Tenía no sólo una revelación nueva de parte de Dios, sino también un poder nuevo para consolar a otros, y sus contratiempos añadían a su utilidad en el servicio del Señor.

Es solamente en la medida que de buena gana se aprenda y se acepte el reproche de Cristo que el sufrimiento está absorbido por su consolación, v. 5. Con todo, lo que le tocó a Pablo en el servicio de Cristo fue para el bien de los corintios, y él veía las aflicciones de ellos como un testimonio de que compartían su consuelo. No quería que ignoraran lo que había sufrido, ya que le permitía manifestar cuán profundo era su cuidado por ellos. Su tribulación le había enseñado a Pablo una confianza inconmovible en Dios, vv 9, 10. ¡Estaría con él en toda y cualquiera circunstancia el Dios que podía conducirle a través de la tribulación en Asia, v. 8!

En cuanto al hecho de que no les había visitado, él tenía buena conciencia, vv 12 al 14. Además, era hombre de ciertas convicciones, vv 15 al 24. Sus decisiones no eran “según la carne”; su mensaje era definitivo, y la razón por su ausencia era la del v. 23. Como siempre, su amor por ellos gobernaba su actuación.

capítulo 2
Los triunfos del amor de Cristo

Pablo había sido consecuente. Su meta era la felicidad de los santos, y quería evitar una visita a Corinto que conllevaría una reprensión que les provocaría angustia, ya que empleaba la severidad y la reprensión con moderación. Si reprendemos mucho más que alabamos, nuestra severidad pierde efecto, siendo descontada la reprimenda por su frecuencia. Al reprender, Pablo lo hacía con amor, v. 4, y la única reprimenda eficaz es la que se da junto con un abrazo amoroso.

Ellos habían procedido a disciplinar después de la carta anterior, pero ahora eran culpables de una severidad excesiva. La disciplina había sido realizada con miras a la restauración del ofensor, y ahora debían manifestar una disposición a perdonar. El cristiano debe estar siempre dispuesto a perdonar, así como ha sido perdonado por Dios. Había dos peligros. Por un lado, una severidad exagerada podría sucumbir al ofensor en desespero, v. 7, o por otro lado Satanás podría aprovecharse de ella como oportunidad para ahuyentarle de la comunión de los santos, v. 11.

En Troas Pablo tuvo que tomar una de las decisiones más difíciles de su carrera. ¿Servir a los pecadores o a los santos? ¿La salvación de almas o los intereses de una iglesia carnal? El suyo era un ministerio doble: (i) el evangelio … del cual yo Pablo fui hecho ministro; y (ii) fui hecho ministro … para que anuncie cumplidamente la palabra de Dios, Colosenses 1.23 al 25. Él se marchó de Troas, y las oportunidades que presentaba, para atender a las necesidades de la asamblea de Corinto. En ese momento, era más importante impedir que le deshonren personas que eran llamadas por el nombre de Cristo que traer al conocimiento de Cristo personas que no le habían recibido.

Tito le había traído noticias de otro triunfo del amor de Cristo en Corinto y Pablo daba gracias a Aquel que siempre lleva en victoria. La metáfora del v. 14 se deriva de los generales victoriosos de Roma. El Conquistador Todopoderoso estaba llevando a Pablo por la vuelta del mundo como ejemplo ilustre de su poder para subyugar y salvar. El enemigo de Cristo era ahora el siervo de Cristo. Estaba en una marcha triunfal, no meramente como uno que había sido conquistado, sino como uno que estaba triunfando con Dios.

Los mismos predicadores apostólicos se presentan como un olor, su personalidad fragante con Cristo, su mensaje muy agradable para Dios. Le eran de un todo aceptables a Dios, aun cuando algunos de sus oyentes estaban rumbo a la destrucción mientras otros se salvaban, vv 15,16.

capítulo 3
Cartas y pactos

Los corintios eran la “carta” de Pablo, fruto de sus labores, y eran también “carta de Cristo”. Así como Dios escribió en tablas de piedra para Israel, ahora Cristo está grabando en los corazones de su pueblo. La vida del cristiano es una epístola; es un mensaje de Cristo al mundo, ya que el sermón más poderoso es una vida cristiana consecuente. ¿Su mensaje es legible en nuestras vidas?

Pablo no tomaba para sí algún crédito por el cambio en la vida de ellos; era obra de Dios, vv 4, 5. La misma suficiencia divina le capacitó a él para ser ministro competente del nuevo pacto. El viejo se basaba en un documento escrito, Éxodo 24.1 al 8, pero el nuevo pacto en el poder de un Espíritu vivificante. El viejo le decía a uno qué debía hacer, pero el nuevo le cambia a uno, dándole poder para cumplir. El viejo era un instrumento de muerte debido a la incapacidad del hombre a cumplirla, y la pena era la muerte. Aquel viejo pacto nació en gloria con un resplandor que es eterno, vv 7 al 9, y aquella gloria estaba ilustrada en el rostro de Moisés, pero no era intrínseca ni permanente. Por esto Moisés cubrió el rostro para que el pueblo no viera la gloria pasajera, v. 13. Aquel velo simboliza también el velo que está puesto sobre la mente de ellos al leer las Escrituras. Ellos no ven que la gloria del viejo pacto está eclipsada por el resplandor del nuevo, pero aquel velo les será quitado cuando buscan al Señor, v. 16.

La aspiración de Moisés había sido la de ver la gloria de Dios, Éxodo 33.18, y ella está realizada en el pacto nuevo, v. 18. Además, nosotros estamos transfigurados a aquella gloria. ¿Cómo estamos transformados? Al contemplar y concentrarnos en Cristo como está visto en su Palabra, confiando en el Espíritu Santo para efectuar el cambio. Será progresivo: “de gloria en gloria”. El Espíritu realiza un cambio dentro de nosotros, transformándonos a diario a la imagen de nuestro Señor. Contemplamos y adoramos en silencio; Él efectúa en nuestras vidas lo que vemos en Cristo. Mirando somos transformados, dice el v. 18.

capítulo 4
Contrastes

La luz contrasta con las tinieblas, vv 1 al 6; la debilidad con el poder, vv 7 al 14; la aflicción con la gloria, vv 14 al 18.

El evangelio sigue siendo un secreto aun para muchos que lo oyen vez tras vez. El hecho de quedarse encubierto de algunos es su condenación, y les señala como enrumbados a la destrucción. Satanás les ha enceguecido, v. 4. Para Pablo el evangelio era una cosa muy grande. La luz que irradia es tan resplandeciente que es increíble que los hombres no la vean, y el poder que se opone a ella debe poseer una malignidad inmensa.

La incredulidad de los hombres le da a Satanás la oportunidad de cegar sus facultades de percepción espiritual. El dios de este mundo hace su obra de enceguecer; el Dios verdadero mandó que la luz resplandeciera. Pablo vio la faz de Jesucristo en su resplandor, y sabía que aquella gloria era la de Dios, v. 6.

El conocimiento de aquella gloria estaba guardado en un vaso de barro, a saber, el cuerpo de hombre con su debilidad y mente limitada. Pero ahí un principio divino, uno que protegía la verdad de que la salvación era de un todo del Señor. Dios dispondrá siempre que su obra sea realizada por hombres que están dispuestos a reconocer que la grandeza de su poder es suyo, y no de ellos.

En los contrastes que siguen Pablo destaca tanto la debilidad suya como el poder de Dios, vv 8 al 10.

Todo era para la bendición de ellos y la gloria de Dios, v. 15. La disminución progresiva en la fuerza de la vida corporal de Pablo se contrasta con la renovación progresiva de su vida espiritual. El velo de una humanidad cansada y sufrida escondía la vida misma de Cristo que latía inmortalidad, la vida misma de Cristo. Se estaba gastando el hombre exterior pero el interior se renovaba de día en día.

Pablo hace contraste entre el presente y el futuro. La aflicción es liviana, pasajera y apunta a la gloria, pero la gloria venidera es, en el texto griego, “¡excesiva al exceso!” El lenguaje no la describe.

 

Finalmente, el apóstol pone en contraste lo visible y lo invisible. Las cosas vistas se caducan, pero las de gloria perduran para siempre jamás. Todo depende de cómo fijamos nuestra mirada. Levante los ojos al cielo y mida el presente en función de lo invisible y eterno.

5.1 al 17
Una posibilidad y una certeza

¿Qué de si la muerte disuelva este cuerpo que tenemos? “Tenemos de Dios un edificio”. El tiempo presente expresa la certeza de que recibiremos un cuerpo en resurrección, 1 Corintios 15.42 al 49. Hasta esto, “gemimos” bajo la debilidad del cuerpo y nuestra propensión a pecar, anhelando la gloria celestial. Nosotros mismos, que tenemos las primicias del Espíritu, gemimos, esperando la adopción, la redención de nuestro cuerpo, Romanos 8.23.

Nuestro futuro glorioso está asegurado por cuanto lo tenemos prometido, el aval del Espíritu, y aun ahora somos obra de Dios, “el que nos hizo”, v. 5. Por ahora sólo podemos disfrutar de la anticipación de la gloria que vendrá. Por supuesto, nuestra residencia presente en el cuerpo es un exilio del Señor, una ausencia de nuestro hogar verdadero, v. 6. Es cierto que el Señor está presente espiritualmente con todos nosotros, pero está ausente físicamente.

Pablo no abrigaba duda acerca de qué le iba a suceder al morir, sabiendo que pasaría a la presencia inmediata del Señor, v. 8. “… estoy puesto en estrecho, teniendo deseo de partir y estar con Cristo, lo cual es muchísimo mejor”, Filipenses 1.23. Por el momento su ambición era la de ser acepto en los ojos de Aquel. “Procuramos … serle agradables”, v. 9.

“Es necesario que todos comparezcamos ante el tribunal de Cristo”, v. 10. Esto no está dicho para empañar la perspectiva de la dicha que está por delante, sino como un estímulo a la ambición de agradar al Señor. Los acontecimientos futuros inciden en la vida presente del hijo de Dios. Lo que hemos hecho aquí en vida será manifestado más adelante. El Maestro que va presidir en el escrutinio es el mismo Señor que nos ama y se entregó a sí mismo por nosotros. Él no será severo ni injusto, ni pasará por alto circunstancias atenuantes, sino comprenderá toda dificultad que nos asedia.

Pable servía como uno que tendría que rendir cuenta, v. 11, y por esto persuadía a los demás con base en una profunda reverencia y en el temor de Dios. El amor de Cristo le constriña, v. 14. El amor por los hombres que Cristo manifestó al morir por ellos le obligaba a Pablo a ser fiel a ese Salvador. Le impelía, le dominaba.

Tenemos aquí el testimonio sin reserva de una vida que estaba sujeta a un motivo poderoso y envolvente; era la bendita esclavitud de una vida cautivada y comandaba por el Príncipe de amantes, el Señor Jesucristo. Bien pudo escribir Zinzendorf, fundador de la Misión Moravia: “Tengo una sola pasión en la vida: Él”.

5.18 al 21
El ministerio de la reconciliación

La reconciliación es la sustitución de amistad por enemistad, y por insinuación señala a una amistad que existía una vez pero fue perdida. El hombre fue hecho para amistad con Dios y cumple su destino cuando está en unanimidad con él. Pero hay una influencia perjudicial — el pecado. El pecado se ha interpuesto entre Dios y el hombre. El alejamiento del hombre de Dios, junto con la consiguiente enemistad proactiva contra Dios, fue consecuencia de la desobediencia y el pecado de Adán. La desobediencia a la voluntad de Dios imposibilitó la comunión entre el hombre y su Creador. Esta consecuencia, la comunión rota, sigue vigente hasta el día de hoy.

 

El hombre tiene que ser rectificado ante Dios; tiene que ser reconciliado, y en esto se prueba cualquier evangelio profeso. Es una prueba crucial, porque la cruz es el punto esencial. Dios nos reconcilió a sí al hacer pecado de Cristo por cuenta nuestra. Cristo era sin pecado, ni conocía pecado; era de un todo santo. Fue tentado en todo a semejanza de nosotros, pero nunca fue tentado por pecado innato. Desde luego, era inconcebible que Él pudiera pecar, porque era Dios manifestado en carne.

Fue hecho pecado. Su impecabilidad era la cualidad que permitía en la estima de Dios que fuese el agente de la reconciliación. Dios lo asoció a él con el pecado, el que no tenía pecado, cosa que requería nada menos que la muerte de cruz. Cristo no sólo llevó nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero, sino también fue hecho pecado. Pesó en su contra todo el asunto del pecado, y mientras aquello estaba pendiente, la reconciliación era imposible.

Pero Cristo, siendo hecho pecado, murió y lo quitó una vez por todas. El pecado le fue impuesto por Dios, y su muerte es la ejecución de la sentencia divina sobre aquello. Al morir, Él quitó el pecado, de manera que no es una barrera ahora. Dios ha hecho la paz por la transacción del Gólgota, realizando así la reconciliación. El pecado podía ser atendido tan sólo por la muerte. Exigía la muerte de Aquel que, siendo Hombre, podía morir, y siendo Dios, podía impartir a su sacrificio expiatorio toda la dignidad, virtud y gloria de su Persona divina.

“Dios estaba en Cristo, reconciliando consigo al mundo”, v. 19. El creyente es un embajador del corte celestial que trae del Rey el ministerio de la reconciliación del hombre.

capítulo 6
Afectos restringidos, asociaciones relajadas

¿Por qué eran los corintios tan negativos hacia Pablo? La respuesta es que su amor no era lo que debía ser, v. 12.  El calor expande, y el calor del corazón de Pablo siempre ensancha el corazón de otro. A diferencia de los corintios, su boca estaba “abierta” y su corazón “ensanchado”. Era enteramente franco y sentía un amor cálido por ellos.

Esta afirmación es más maravillosa en sus labios, debido a que los corintios habían negado la veracidad de su ministerio — ¡y qué ministerio era! — vv 3 al 10. Le habían acusado de motivos ulteriores, se habían burlado de su estilo y ridiculizado su apariencia. ¡Y ante todo esto su corazón se ensanchó!

El apóstol no conocía el estrechamiento. Su corazón les abrigaba a todos ellos, pero no todo lo que tenían en el corazón. Su corazón era suficientemente amplio para que todos sus convertidos fuesen objetos de su afecto, pero ellos no siempre eran así para con él, v. 12. “Ensánchense”, les dice.

También debían cuidar sus relaciones interpersonales. Cuando Cristo no está ante el corazón, de una u otra manera el mundo se interpondrá. Uno no se da cuenta de las excusas que tapan las alianzas malsanas, y pronto el honor del Señor se queda comprometido.

Los vv 14 al 18 prohíben todo nexo malo, por cuanto no podemos aceptar tanto el yugo del Señor, Mateo 11.29, como el del mundo que le rechazó y crucificó. El texto prohíbe todo tipo de unión en la cual el carácter del cristiano pierde algo de su integridad y rasgo distintivo. No podemos comprometernos por medio de una comunión con nada en el mundo que es ajeno a Dios.

Hay cosas en el mundo con las cuales el cristiano no se atreve asociarse, ni puede, y por esto el llamado a la separación en el v. 17. Con todo, su vida no es un renuncio estéril, ya que está separado del mundo con un propósito nada menos de el de disfrutar de comunión con Dios, quien nos recibe, nos ve con beneplácito. Nos regocijamos en ser hijos e hijas del Dios vivo.

Las marcas de auténticos ministros de Cristo se destacan como consecuencia de esta separación. Sólo ellas pueden sostener las 28 características enunciadas en vv 4 al 10, ya que los servidores suyos tienen el propósito específico de no dar ocasión de tropiezo, v. 3.

capítulo 7
Tristeza según Dios

Pablo tiene a los corintios en su corazón, y pide que abran los suyos suficientemente como para que él llegue a ser un objeto constante de su amor. No sólo se gloría con respecto a ellos, sino se consuela al oir de ellos, vv 4 al 7. Hay el asunto de la carta que les había enviado, pero él no lamenta haberla escrito, por los resultados morales que produjo — a saber, el arrepentimiento.

En los vv 9, 10 Pablo esboza el proceso que la carta encadenó en ellos; la raíz de todo fue la tristeza según Dios; el tallo fue el arrepentimiento y el fruto la salvación.

La tristeza según Dios es ver el pecado como Dios lo ve, no sólo en sus consecuencias, sino en cuán malo es en sí. Es asumir el criterio de Dios acerca del pecado. De esta tristeza fluye el río caudaloso del arrepentimiento, que es un cambio de propósito ante aquel pecado que dio lugar a la tristeza. Es “arrepentimiento para con Dios”, Hechos 20.21, el abandono del pecado para dirigirse al Padre, y esto a la salvación. Es el gran poder del amor de Cristo y su sacrificio que derretirá el corazón en verdadero arrepentimiento; es lo que Romanos 2.4 describe como la benignidad de Dios que guía al arrepentimiento. Dios no salva a un hombre mientras se aferre al pecado, aunque la base de la salvación es la obra de Cristo en cruz, y no el arrepentimiento.

Ahora, ¿qué de los corintios? Ellos se habían entristecido a causa de la ofensa cometida en su medio. En vez de indiferencia, habían estado afanosos por quitar la culpa que pesaba sobre ellos, indignación ante la vergüenza que les había traído, un deseo vehemente por ver a Pablo de nuevo, celo para promover su honra y una disposición de administrar el castigo que el ofensor merecía. La enseñanza del v. 10 (“la tristeza que es según Dios produce arrepenti-miento”) les fue confirmada en su propia experiencia.

Aun cuando Pablo desea el castigo y la reformación del ofensor, su objetivo principal es el resguardo de la fidelidad y el celo de la iglesia. Y así fue, como sabemos por el v. 14. Con todo que les diga cosas severas, él no les menosprecia ni les calumnia, y sin duda en esto da un ejemplo que quisiéramos seguir.

Obsérvese cómo Pablo se refiere al servicio de Tito a lo largo de esta epístola —

no tuve reposo en mi espíritu, por no haber hallado a mi hermano Tito, 2.13; Dios … nos consoló con la venida de Tito, 7.6; nos gozamos por el gozo de Tito, 7.13; gracias a Dios que puso en el corazón de Tito la misma solicitud por vosotros, 8.16 al 18; Tito, es mi compañero y colaborador para con vosotros, 8,23; rogué a Tito, y envié con él al hermano, 12.18.

capítulo 8
Las riquezas de la liberalidad

Pablo había estado recogiendo recursos materiales para la iglesia en Jerusalén, pero los corintios habían tardado en aportar. Ahora les reta.

Su concepto del dar de parte del cristiano es elevado. Lo percibía como una gracia, un ministerio del Espíritu Santo efectuado dentro de uno por experiencia personal y manifestada a otros de una manera práctica. Corinto abundaba en todo lo demás, pero faltaba aquí. Pablo, entonces, les pone por delante dos ejemplos.

Primero, los macedonios, vv 1 al 6:  Eran marcadamente pobres y habían sufrido aflicción, pero había en ellos una devoción abnegada, amando a otros más que a sí mismos. No obstante su pobreza, habían manifestado liberalidad y dado espontáneamente. Habían suplicado permiso para ayudar; excedieron las expectativas de Pablo, aun “más allá de sus fuerzas”.

El amor no calcula cuánto sobra, o qué no va a doler. ¿Qué era el secreto? Es que “a sí mismo se dieron primeramente al Señor”. Su iniciativa fue la expresión externa de su devoción interna. Como cosa de mayor importancia se entregaron al Señor. Si un hombre siente que no es dueño de sí mismo, mucho menos va a sentir que es dueño de sus bienes.

Dios nos quiere a nosotros mismos antes de a nuestro dinero. Lo que los macedonios dieron fue precedido por un acto de entera entrega propia.

Segundo, Cristo mismo, v. 9: “Conocéis la gracia de nuestro Señor Jesucristo, que por amor a vosotros se hizo pobre, siendo rico, para que vosotros con su pobreza fueseis enriquecidos”.

Los motivos supremos del acto de dar de parte del cristiano son el ejemplo de Cristo y nuestra gratitud a él por su condescendencia infinita por el bien nuestro. Pablo habla del misterioso y singular empobrecimiento propio de Cristo. ¿Quién puede concebir de las riquezas que eran suyas? Hacerse pobre, hacernos ricos; tomar nuestra cruz, darnos una corona; asumir nuestro pecado, concedernos la justicia de Dios; tomar nuestra maldición, darnos su bendición.

Él se empobreció para que fuésemos enriquecidos, y parte de nuestra respuesta debe ser el sacrificio de una porción de nuestros bienes terrenales para atender a las necesidades de otros que son de Cristo.

Cuando Pablo escribió, los corintios ya habían comenzado a dar, pero cesaron, vv 6, 10. Él quiere que comiencen de nuevo y de buena gana, cada cual conforme a su capacidad, vv 11, 12, y con toda confianza de que él guardaría y administraría escrupulosamente su aporte.

capítulo 9
La generosidad cristiana

El hecho de dar no es un sacrificio puro y simple; es una siembra que resultará en una siega. Usted cosecha lo que planta, v. 6. Nada pierde por ser bondadoso, y la siega será propor-cional a la semilla sembrada. Sembrar abundantemente, cosechar abundantemente. Dar no es sólo un aporte; es una inversión.

Por supuesto, uno no debe dar por motivos egoístas; el motivo debe ser honroso. El espíritu detrás de lo que damos es más importante que lo que damos; debemos hacerlo a propósito, “como se propuso en su corazón”, dice el v. 6, sin queja, sin obligación, “no con tristeza, ni por necesidad”. Cada cual debe estar enteramente libre para decidir cuánto dará, y dará de buen ánimo. Dios ama a quien aporte en el espíritu de contentamiento que no admite reserva.

El deseo de ser bondadoso, y los medios grandes y pequeños para serlo, vienen ambos de Dios. Al decir de Salomón, “¿quién soy yo, y quién es mi pueblo, para que pudiésemos ofrecer voluntariamente cosas semejantes? Pues todo es tuyo, y de lo recibido de tu mano te damos”, 1 Crónicas 29.14.

No es sólo que Él ame al dador alegre, sino que en gracia puede ordenar las cosas para que haya siempre algo que dar, vv 8, 9. Puede darle a uno tanto la sustancia como el espíritu en el cual va a dar. Donde existe el espíritu bondadoso, Dios atenderá a cómo expresarlo, y el cristiano tendrá “en todas las cosas todo lo suficiente”.

Citemos a Pablo: “No lo digo porque tenga escasez, pues he aprendido a contentarme, cualquiera que sea mi situación. Sé vivir humildemente, y sé tener abundancia; en todo y por todo estoy enseñado, así para estar saciado como para tener hambre, así para tener abundancia como para padecer necesidad. Mi Dios, pues, suplirá todo lo que os falta conforme a sus riquezas en gloria en Cristo Jesús”, Filipenses 4.11, 12, 19.

Él proveerá no sólo lo que podremos dar, sino también por nuestras propias necesidades,
v. 10. Por cuanto multiplica la semilla sembrada, v. 10, el dar no es empobrecerse a sí mismo, sino enriquecerse. El dar trae oportunidades para acciones de gracias a Dios, vv 12, 13,15. Inspira la oración, provoca alabanza de parte de los recipientes y les estimula a querer a aquellos que les han favorecido en gracia.

La bondad cristiana, entonces, se vuelve una acción de gracias, una iniciativa sistemática para agradecer al Dios que de tal manera amó al mundo que dio lo que palabras no pueden describir: “¡Gracias a Dios por su don inefable!”

capítulo 10
La mansedumbre y ternura de Cristo

“Yo Pablo os ruego” tiene un énfasis peculiar que da a entender que hablo no es sólo el sujeto gramatical del primer versículo sino también el tema en referencia. El capítulo está lleno de alusiones a las acusaciones en su contra, y forma parte de la reivindicación que el apóstol ofrece en los capítulos 10 al 13.

Algunos decían que era “poca cosa” (Biblia Textual), o pusilánime, cuando estaba entre ellos, mas actuaba osadamente al no estar en Corinto. Decían que andaba según la carne, era propenso a la exaltación propia y usaba sus cartas para amedrentarles, vv 2, 8, 9. Algunos hacían chiste de su apariencia personal y la falta de dignidad en su porte.

¿Cómo procede Pablo a refutar todo esto? ¿Con una indignación justiciable? No, sino que les ruega por la mansedumbre y clemencia, o dulzura, de Cristo. Estas cualidades eran de gran precio a su modo de ver, aunque ellos no lo veían así. Recuerda al Señor Jesús, de cuán ajenas a sus reacciones eran la violencia y la pasión cuando expuesto a la más odiosa provocación, y cómo desconocía esa pecaminosa promoción propia que no puede admitir los derechos de otras personas.

Fue en ese espíritu que Pablo atendió a la situación que le enfrentaba. La va a manejar como lo hubiera hecho Cristo. Él manifiesta las características de su Maestro y hace mención específica de estas gracias cristianas, debido a que fue por ellas que él era despreciado.

Notemos que el servicio paulino era para edificación: “nuestra autoridad, la cual el Señor nos dio para edificación y no para vuestra destrucción”, 10.8; “Delante de Dios en Cristo hablamos; y todo, muy amados, para vuestra edificación”, 12.19; “Hágase todo para edificación”, 1 Corintios 14.26.

 

Por supuesto, había aquellos expertos en comparar sus propias laboras con las de otros, v. 12, y eso para exaltarse a sí mismos. Pablo comenta apropiadamente que la alabanza propia es peligrosa siempre. Él había restringido su servicio a los límites que Dios le había indicado, y no se gloriaba en la labor de otros como si fuera la suya propia, vv 14 al 16.

Este apóstol no quiere que nadie piense que está promocionándose, ni que sus logros se deben enteramente a él mismo. Sus detractores se gloriaban en sí y al hacerlo se descalificaban de recibir el visto bueno de Dios. Pablo sólo quería recibir la aprobación divina. Nosotros podemos gloriarnos en verdad solamente en aquello que Él ya ha hecho por medio de nosotros, y al hacerlo cantamos: “¡Gloria a Dios, porque su gracia en nosotros abundó!”

capítulo 11
El corazón de un siervo auténtico

Aquí se revela qué impulsa a un verdadero siervo de Cristo. Pablo desea presentar a los corintios a Cristo como una virgen pura, como un pueblo cuya fe no había sido contaminada por la falsedad. Los había desposado a “un solo esposo”. Así como el nexo matrimonial es exclusivo, también los creyentes estamos comprometidos a una lealtad exclusiva a Cristo. Una virgen no debe interesarse por otro aparte de ese solo varón con quien está compro-metida.

Allí estaba el problema. Los falsos maestros estaban divirtiendo la atención de los corintios de su Objetivo verdadero. Les estaban seduciendo espiritualmente, distanciando sus corazones de una lealtad entera a él. La meta de Pablo era la de preparar a los creyentes para Cristo, pero su temor era que se desviaran de esa devoción exclusiva.

Aquellos maestros (“grandes apóstoles”, les tilda en el v. 5) que les distraían eran hombres que se gloriaban en la carne, detractores que esclavizaban a otros, vv 18 al 20. ¿Qué eran, entonces, las marcas de un auténtico siervo de Cristo? Las tenemos en los vv 23 al 28. ¡Qué catálogo de sufrimiento! El hombre que padecía todo eso era enfermizo, pero aquellos peligros y tribulaciones eran secundarios para él.

Lo que le oprimía a diario, y de lo cual no tenía escape, era su preocupación acerca de las asambleas. Llevaba en el corazón las iglesias que había plantado y visitado, con todos sus problemas y diferencias. Se ejercía por ellas en oración y de toda otra manera posible. Su “preocupación” consistía en tomar sobre sí todas las ansiedades de cada miembro de cada grey.

En el v. 29 vemos dos aspectos complementarios de ese cuidado — simpatía para con el débil e indignación ante los tropiezos. Pablo sentía las debilidades de los débiles como si fueran las suyas propias, y los abusos a otros como si él mismo los hubiera cometido. La simpatía es la esencia del amor cristiano, y el suyo era un verdadero ministerio cristiano.

Escudriña las Epístolas para darse cuenta de los temas de las oraciones por las asambleas. Este hombre oraba siempre, Romanos 1.9, 1 Corintios 1.4, y sin cesar, Efesios 1.16

capítulo 12
El aguijón y la gracia

Una de las insinuaciones más crueles acerca de Pablo era la de estar bajo el manifiesto desagrado de Dios. Sus opositores señalaban al aguijón del v. 7. No es claro qué era, pero los términos empleados son físicos y los indicios que era algo atroz. Pablo se encontró obligado a explicar a qué se debía este problema, y al hacerlo rompe el silencio que se había impuesto sobre sí catorce años antes.

Él, “un hombre en Cristo”, había tenido una experiencia estupenda, siendo arrebatado al tercer cielo para ver cosas imposibles de comunicar en lenguaje humano. La humildad asombrosa de Pablo se hace entrever en el silencio que guardó por catorce años acerca de algo que otros hubieran proclamado a viva voz desde la azotea. Existía la posibilidad del orgullo, y el Señor había tomado medidas apropiadas.

A Pablo le fue dado aquello que resultó doloroso y humillante a la vez. Tres veces oró que fuese quitado, dirigiéndose a Uno que en los días de su carne había orado tres veces al Padre: “Pasa de mí esta copa”. Vino la respuesta, v. 9. Las palabras “me ha dicho” hacen sobre-entender que la respuesta fue repetida y era definitiva. Fue válida para el resto de la vida del apóstol. El aguijón no fue quitado, pero hay dos maneras de aliviar una carga. Se puede disminuir su peso, o se puede fortalecer el hombro que la lleva. El Señor optó por la segunda en el caso de Pablo, prometiéndole gracia y fuerza suficientes.

La promesa está narrada en el tiempo presente, y es nuestra hoy en día. Su gracia basta todavía, y aplica en la medida de nuestra necesidad; nunca sobra, nunca falta, nunca se adelanta, nunca se atrasa.

“Mi gracia”, dijo el Señor, ¡y qué gracia la suya! Estaba “lleno de gracia y de verdad” y aquella gracia está a nuestro alcance. Una vez que Pablo reconoció que el aguijón era parte del propósito del Señor para su vida, toda su actitud cambió. El aguijón le guardó de soberbia espiritual, le hizo consciente de su propia debilidad y puso a su disposición nuevas reservas de poder espiritual. La debilidad de Pablo fortalecía el poder de Dios, que era perfecto ya, en sus manifestaciones y operaciones. El poder de Dios opera todavía cuando se reconoce la debilidad humana.

capítulo 13
La bendición

La próxima visita de Pablo a Corinto daría lugar a exámenes de conciencia. La habían acusado de debilidad, y él hace recordar que Cristo fue crucificado en debilidad. El Señor tomó para sí la naturaleza humana con todas sus debilidades con miras a estar en condiciones de someterse a la muerte más ignominiosa. Clavado en cruz, parecía estar enteramente a la merced de pecadores, pero ahora vive por el poder de Dios.

Pablo ha experimentado en su plenitud lo que significaba ser débil en Cristo, pero de ninguna manera desconocía aquella fuerza que se perfecciona en la debilidad. Esperaba que los corintios no fuesen deficientes en esto, vv 7, 9. Es significativo que exprese su forma más amplia de una bendición al final de ésta, la más severa de sus cartas. Aquí está el desbordamiento de un corazón amoroso; él deseaba bendición, ¡para sus opositores inclusive! Es la medida de aquel hombre; su amor abrazaba a todos.

Se invocan todas las Personas de la Trinidad, dando por entendida la personalidad distinta del Hijo, el Padre y el Espíritu Santo. Por ende, el pasaje es un reconocimiento claro de la doctrina de la Trinidad. Cada Persona hará valer su presencia según la esencia de su natura-leza y el papel que desempeña en la obra divina de la salvación.

El medio de la salvación es la gracia de nuestro Señor Jesucristo. La gracia es propia del Padre pero aquí se adscribe especialmente a Cristo, en parte debido a que la gracia de Dios se manifiesta a través de él y en parte debido a cómo la manifiesta en el 8.9. La fuente de la cual fluye esa gracia es el amor de Dios, el que “es amor”, 1 Juan 4.8, 16.

Fue por su participación en el Espíritu Santo que los corintios habían llegado a conocer el amor de Dios y experimentar la gracia de Cristo. Él es el Agente vivo de comunión entre creyentes y comunión con el padre (por él clamamos “Abba, Padre”, Romanos 8.15, Gálatas 4.6) y con el Hijo; vivimos según el Espíritu, dice Romanos 8.9. El Espíritu es también el vínculo vivo y personal de aquella comunión entre creyentes que es llamada la comunión de los santos.

La gracia del Hijo, el amor del Padre, la comunión del Espíritu — ¿qué bendiciones adicionales podemos desear?

Poco después de haber escrito esta carta, Pablo visitó a Corinto (“llegó a Grecia”, Hechos 20.2), pero no sabemos cómo le recibió la iglesia.

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