Cristo murió por los impíos (#9914)

9914

 

Cristo murió por los impíos

 

HORATIUS BONAR (1808-1889)

 

Vio Jehová que la maldad de los hombres era mucha en la tierra, y que todo designio de los pensamientos del corazón de ellos era de continuo solamente el mal, Génesis 6:5.

El testimonio divino acerca del hombre es que él es un pecador. Dios da testimonio contra él; y testifica que «no hay justo, ni aun uno;» que «no hay quien haga lo bueno;» «no hay quien entienda;» «no hay quien busque a Dios», y, nadie que le ame a Él (Salmo 14:1-3; Romanos 3:10-12).

Dios habla del hombre amablemente, pero severamente; así como uno que suspira por su niño perdido, pero uno que no se compromete con el pecado, y de ninguna manera hará libre al culpable. Él declara al hombre ser un perdido, un desviado, un rebelde, un «aborrecedor de Dios» (Romanos 1:30).

No es un pecador ocasional, pero un pecador siempre; no un pecado en parte, con muchas cosas buenas acerca de el; pero completamente un pecador, sin ninguna bondad compensatoria; malo de corazón y de vida, muerto «en delitos y pecados» (Efesios 2:1); un hacedor de maldad, y por lo tanto bajo condenación; un enemigo de Dios, y por lo tanto «bajo ira;» un violador de la justa ley, y por lo tanto bajo «maldición» de la ley (Gálatas 3:10).

El pecador no sólo trae a luz pecado, pero Él lo carga consigo mismo, como su segundo de sí mismo; él es un cuerpo o una masa del pecado (Romanos 6:6), un «cuerpo de muerte», sujeto no a la ley de Dios, pero a «1a ley del pecado» (Romanos 7:23,24).

Hay otra y todavía peor acusación en su contra. El no cree en el nombre del Hijo de Dios, ni ama al Cristo de Dios. Este es su pecado de pecados. Que su corazón no está bien con Dios es el primer cargo contra él. Que su corazón no está bien con el Hijo de Dios es el segundo. Y es el segundo que es el culminante, compresivo pecado, cargando consigo más terrible damnación que todos los otros pecados puestos juntos.

»El que no cree, ya ha sido condenado, porque no ha creído en el nombre del unigénito Hijo de Dios» (Juan 3:18). «El que no cree a Dios, le ha hecho mentiroso, porque no ha creído en el testimonio que Dios ha dado acerca de su Hijo» (1 Juan 5:10). «El que no creyere, será condenado» (Marcos 16:16). Y aquí es el primer pecado que el Espíritu Santo redarguye al hombre que es la incredulidad; «Cuando Él [el Espíritu Santo] venga, convencerá al mundo de pecado, por cuanto no creen en mí» (Juan 16:8-9).

El hombre no necesita tratar de poner una buena palabra a favor de si mismo, o confesar que no es culpable, a menos que él puede demostrar que ama, y siempre ha amado, a Dios con todo su corazón y alma. Si él puede verdaderamente decir eso, está bien de un todo, no es un pecador, y no necesita el perdón. Él encontrará su camino al reino sin la cruz y sin el Salvador. Pero, si no puede decir eso, su boca se calla y él queda convicto ante Dios.

Sin embargo, no importa cuán favorable su vida exterior lo presente a él y otros vean su caso justo ahora, el veredicto será contra él en el estado venidero. Este es el día del hombre, cuando los juicios del hombre prevalecen; pero el día de Dios viene, cuando el caso será juzgado por sus méritos reales. Entonces e1 Juez de toda la tierra hará correcto, y el pecador será puesto a vergüenza.

Este es un veredicto divino, no humano. Es Dios, no e1 hombre, quien condena; y Dios no es hombre para que mienta. Este es el testimonio de Dios acerca del hombre, y sabemos que su testimonio es verdadero. Concierne mucho a nosotros para recibirlo tal como es, y obrar a impulso de ello.

«Mirad a mí, y sed salvos, todos los términos de la tierra, porque yo soy Dios, y no hay más» (Isaías 45:22), un »Dios justo y Salvador» (v. 21). »Deje el impío su camino, y el hombre inicuo sus pensamientos, y vuélvase a Jehová, el cual tendrá de él misericordia, y al Dios nuestro, el cual será amplio en perdonar» (Isaías 55:7).

Fije su ojo, el ojo de fe, en la cruz y vea estas dos cosas – los crucificadores y el Crucificado. Vea los crucificadores, los aborrecedores de Dios y de Su Hijo. Ellos son usted mismo. Lea en ellos su propio carácter. Vea al Crucificado. Es Dios mismo; amor encarnado. Él es quien ha creado a usted, Dios manifiesto en carne, sufriendo, muriendo por los impíos.

¿Puede conjeturar su gracia? ¿Puede estimar pensamientos malos acerca de Él? ¿Puede usted pedir algo más, para despertar en usted la más completa y no reservada confianza? ¿Mal interpretaría usted aquella agonía y muerte, sea diciendo que ellas no significan gracia, o que la gracia que ellas significan no son para usted?

Traiga a su mente que está escrito – «En esto hemos conocido el amor, en que Él puso su vida por nosotros» (1 Juan 3:16). «En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que Él nos amó a nosotros, y envió a su Hijo en propiciaci6n por nuestros pecados» (1 Juan 4:10).

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