Un romance extraño | El enamoramiento entre creyentes | El matrimonio improcedente (#729)

Un romance extraño

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L. E. Linsted; Kansas, Estados Unidos;

Traducido de un folleto publicado por Christian Missions Press;

I

Estoy de visita aquí en las praderas  del continente norteamericano, y ha captado mi atención un romance que se está desenvolviendo a la vista desde la ventana de mi habitación. Al observar el drama día tras día, reflexiono sobre todo lo que implica.

Hay una charca aquí en la granja, y en ella se ve los enamorados. Uno es pato fino, domesticado y de raza conocida por su buena forma. Me dicen que nació aquí en la granja y se crió en el granero bajo el cuidado de la familia. Casi no conocía la charca hasta que la novia llegó de paso. Ella es una pata silvestre de esas que sobrevuelan el llano en su migración anual hacia el sur. No tiene estilo pero se ve que está hecha para esos vuelos recios.

Cierto, ambos son patos y los dos saben nadar en la charca. Pero allí termina la semejanza. Ella es indómita, montés, acostumbrada a los vastos campos y lagos al norte. Él es manso, ambientado a la granja y el pequeño lago al otro lado del granero. Ella volaba alto por largo rato, pero él sólo anadeaba alrededor del granero. En la pata silvestre se nota un gran temor al ser humano pero el pato doméstico es plácido, sumiso y sin miedo.

Casi todo romance es peculiar debido a los caprichos del amor, pero este romance es lo más extraño que se puede imaginar. Los dos están violando un principio. Están procurando unir la naturaleza silvestre e indómita de una parte y la naturaleza dócil y protegida de la otra parte. Pero los novios están acostumbrados a estilos opuestos: el cielo libre y la granja cerrada. Si algún día logran entenderse, será porque uno o ambos habrán perdido lo que tiene ahora y lo que le parece tan propio.

Por lo general los patos ajenos y los propios no se meten los unos con los otros cuando se encuentran en la granja. La experiencia ha sido que el grupo más numeroso se apropia del lago. Si la bandada migratoria encuentra muchos patos domésticos en el lago, los patos de la granja pasan el día en la charca.

En el caso presente, sucedió algo raro; los patos extraños se volaron, dejando ésta con el pato doméstico que se había atrevido a visitar la charca. Él se encontró solo; ella se encontró sola. El no pudo volar; ella no quiso volar. Ahora ella no quiere juntarse con la bandada propia de la granja en el lago al otro lado, y así él se queda en la charca donde no está a gusto. El sitio es poco agradable, ¡pero por lo menos están juntos!

Este amor ilícito les está costando caro. Ella tendrá que pasar el invierno aquí, y va a ver que será severo. Él ha perdido contacto con el granero y el maíz que abunda allí. Los dos se alimentan con lo que consiguen, pero sabemos que ningún pato se acostumbra a quedarse en la charca más de un día, porque hay poco. Harán bien si llegan al invierno; pronto comienza la temporada de cacería, y la pareja está muy expuesta.

¿Qué va a suceder? ¿Ella tendrá que levantar vuelo con alguna bandada extraña que pase? ¿Los cazadores pondrán fin a la querella? ¿El la dejará en la esperanza de incorporarse de nuevo con los suyos en el granero?

II

Un amor como éste encuentra su triste contraparte en el mundo espiritual. Me refiero a cuando los afectos de un creyente son captados por una persona inconversa. Es una violación de los principios de Dios, ya que Él ha separado para siempre la luz de las tinieblas en toda esfera de su creación. El mandamiento y la pregunta que hace a los que ha salvado son: (a) No se unan en yugo desigual con los incrédulos. (b) ¿Qué comunión tiene la luz con las tinieblas? ¿Qué parte tiene el creyente con el incrédulo?

Quizás el pato pensó, “No hay otras patas de mi tipo”. La había visto, con su estilo diferente, y habrá dicho: “Me agrada. ¡Es ella o ninguna!” ¡Dalila había ganado a su Sansón!

Esta Dalila del mundo de los patos parecía ser la respuesta perfecta para el corazón solitario de un Sansón deprimido. No sé cómo funcionan los cerebros de los patos del llano, pero el caso es que el corazón ganó el debate. Sansón se acercó a la charca; Dalila se puso a coquetear; los demás patos extraños se fueron; y por un tiempo no había una pareja más feliz —y más despareja— que un pato fino y una pata fea en una charca extraña.

Hay muchos entre el pueblo del Señor que tampoco encuentran, por lo visto, compañeros idóneos entre los suyos propios. Ellos proceden a hacer caso omiso del consejo de Dios. El corazón manda a callar a la cabeza, y se dejan expuestos al primer graznido de la Dalila que pase. Esas pecadoras inconversas pueden lucir muy atractivas. Un creyente en Cristo está pisando terreno sumamente peligroso si va merodeando por la charca, y todavía más si no ha resuelto firmemente que su elección va a ser la que Dios escoge para él, y no una ajena a la “granja”.

Una persona enamorada ha perdido su equilibrio momentáneamente. La tal persona procura razonar y ver todo con el corazón. Su perspectiva es pobre. Dios nunca puso el corazón sobre la cabeza sino debajo de ella. Creyente: Piensa antes de enamorarte, y no después cuando será demasiado tarde. “Engañoso es el corazón más que todas las cosas, y perverso; ¿quién lo conocerá?” Jeremías 17.9.

Tu corazón puede ser tu peor enemigo, y puede conducirte a amistades que te van a doler mucho. Digo con entera sinceridad que veo más fácil parar un tren expreso con la pluma de uno de estos patos que intentar a corregir el rumbo de un creyente que ha perdido el temor de Dios y está empeñado en casarse con una novia inconversa que ha robado sus afectos.

Y así nuestro Sansón granjero tomó su primer paso tambaleando hacia el desastre, aquel triste día cuando se acercó a la charca y Dalila clavó la vista en él. Y tú, joven creyente, ¿qué pasos has tomado en el mismo rumbo? Escucha mi relato, por favor.

III

Pueda que el amor satisfaga el corazón, pero le aseguro que no llena el estómago. Sansón estaba aprendiendo esta lección costosa. ¿No estaba acostumbrado a una abundancia de maíz en el granero? Pero Dalila tenía temor del granero, porque allí se encontraba gente que le daba miedo. Su novio tuvo que escoger entre la novia y el maíz, y la novia ganó.

Pero él tenía hambre. Juntos ellos buscaban a ver qué conseguían cerca de la charca: paja, y qué sé yo. Sería poco, porque ningún pato pasa más de un día allí. Sansón estaba pensando que el amor de esta pata le estaba saliendo caro.

Y, cuántos son los creyentes que en un tiempo gozaban del rico alimento de la Palabra de Dios, hasta que una nueva amistad los llevó lejos. La amiga inconversa no tenía apetito para las cosas de Dios, como es lógico. ¿No ves? La persona que no es salva tiene una sola naturaleza. No le apetecen a oración, el ministerio, el estudio bíblico o la comunión cristiana. El cristiano, en cambio, tiene dos naturalezas: la nueva, que sí tiene gusto para todas estas cosas, y la vieja que responde a las cosas del mundo.

Quizás mi pequeño escrito está siendo leído en este momento por una persona que en un tiempo gozaba de todo lo que corresponde a un creyente feliz. Pero ahora, para mantener su romance con Dalila, tienes que adoptarte de nuevo al estilo de vida de un inconverso. La diferencia está en que tu compañera inconversa es honesta pero tú no eres.

Ella está viviendo lo suyo, pero tú no. Ella está satisfaciendo la única naturaleza que tiene, pero tú estás negando la que Dios te ha dado. Has rebajado tus principios, y dejas a un lado el maíz para comer las algarrobas. Como el Sansón de la Biblia, estás perdiendo tu poder con Dios y volviendo a ser “como cualquiera de los hombres”. ¡Las malas conversaciones [compañías] corrompen las buenas costumbres! 1 Corintios 15.33.

IV

La próxima etapa en el romance fue cuando Sansón procuró introducir a Dalila en su viejo círculo de amistades.

Un día el pato convenció a la novia a acompañarle al corral “para una buena comida”. El pintó un cuadro atractivo de cómo era todo aquello. Habló de los patos y las patas amistosos y de la abundancia de todo. Aun la naturaleza silvestre no pudo resistir su lógica. Nerviosamente ella anadeó detrás de su sabio Sansón, pasó por el granero y se metió en el corral. El novio comenzó a comer con gusto, y ella con cautela.

Pero de repente vio al granjero. Con una sola mirada hacia ese señor, la pata se fue a todo trance. Cómo logró moverse así, no se sabe, pero en un dos por tres ella había vuelto a su charca.

¡Pobre Sansón! No le quedó remedio. Un solo bocado más de maíz, un último vistazo en derredor, y poco a poco a la charca de nuevo. Granero atrás, amigos atrás, maíz atrás, y se zumbó al agua para estar al lado de aquella que no pudo tolerar la presencia de un ser humano. Otra vez, el romance le estaba saliendo caro.

Tantas veces en las reuniones en algún salón evangélico yo he observado la incomodidad de algún novio o novia que no es creyente. Ellos se mueven para allá y para acá nerviosamente, procurando pasar por evangélicos cuando no lo son. Parece que están intentando a complacer, pero no pueden. Por fin dejan de asistir, y el creyente tiene que volver tras el novio o la novia al mundo de afuera.

“Sí, mi amor, cuando nos casemos yo iré contigo a la iglesia. Yo voy a seguir el evangelio. Voy a entregarme, como dicen”. El refrán es viejo; y sujeto a cambio sin previo aviso.

Lo he visto mucho, y duele. Poco a poco el creyente se enreda, cegado por un amor ilícito. La otra parte le complace por un tiempo, pero por fin se da cuenta de que no hace falta. Se casan. “Vete solo”, dice ella. “Vete con tu mamá”, dice él, si es el incrédulo. Pero luego piensa, “¿Por qué estoy aquí, y ella en esa cuestión tan ridícula?” Y la cosa cambia; ahora es: “No. Quédate conmigo (o con el nené)”.

Oh, por favor, joven creyente, ¡escúchame! Dios sabe mejor que tú qué te conviene más. Busca tus compañeras y compañeros de entre el pueblo de Dios. Si no hay, deja quietas a las amigas silvestres. Dale oportunidad a Dios para que Él ordene tu vida. Acuérdate, El llevó Rebeca a Isaac; la distancia no es problema para él. Asegúrate que esa novia sea convertida y celosa en cosas espirituales. La espera habrá servido de cuota inicial para la felicidad en vez de la amargura por el resto de tu vida.

V

La temporada de caza puso fin al romance. Nunca sabremos si Dalila fue alcanzada por una escopeta, o si se dio cuenta del peligro y voló sola. Si voló, quién sabe cómo le fue; todas las bandadas ya se habían ido. Ahora hay un solo pato en la charca. Es un hermoso Pekín blanco llamado Sansón. Está solo, muy solo.

El no cambió a Dalila, pero ella sí le cambió a él. Se conduce ahora como un pato silvestre. Es un extranjero en su propia granja y ante su propio dueño. Como pato doméstico no sirve, y como pato silvestre no puede. La gente de la casa está hablando de aprovecharse de él para la mesa un buen domingo.

Le hace a uno recordar la experiencia de Lot cuando éste bajó a Sodoma. ¡Pobre Lot! Él nunca logró cambiar a esa ciudad, pero Sodoma le cambió a Lot. Sus ambiciones fueron costosas, como es el caso con cualquiera que comete su error.

Mientras escribo hoy, estoy mirando a la charca. Los nuevos patos vienen y van. ¿Qué parejas van a formarse? ¿Qué serán sus experiencias? ¿Y su fin? Y a ratos pienso en los jóvenes entre el amado pueblo del Señor, y me pregunto…

Bueno, he escrito mi relato. Tú vas a vivir el tuyo.

El enamoramiento entre cristianos

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H.E. Marso, Inglaterra

Nuestras relacones transformadas por gracia

Es hermosa y maravillosa la manera como Dios entra en la vida de un pecador salvado por su gracia, transformando el carácter y santificando las relaciones terrenales. Dios salva por gracia y luego emplea la misma gracia para que Cristo sea formado en nosotros, y es así que crecemos en nuestra comprensión de Él.

Los tiernos lazos de toda relación terrenal se vuelven más preciosos, y el afecto se torna más sagrado, “tanto en la carne como en el Señor “, al decir de Filemón 16. Lo que antes era simple ahora está elevado a un nivel superior y espiritual. El amor perfecto, el cuidado constante y la disciplina acertada del Padre Celestial: todo esto es ahora el patrón para el padre terrenal en su relación con los que están a su cargo. El hijo creyente, por su parte, encuentra su modelo de obediencia filial, sumisión y confianza en uno que anduvo cual Hijo perfecto, sabiendo que el Padre tenía entera complacencia en el andar de aquel Hijo.

Cuando los padres y los hijos reflejan, aunque sea débilmente, el ejemplo divino y perfecto, entonces la familia humana llega a ser una muestra del hogar del Padre en la esfera celestial.

Sí, hermano o hermana joven, cuando Cristo entra de veras en el corazón y la vida, su presencia trae un gozo que transforma aquel corazón y aquella vida por medio de su poder y su gracia. ¡Cuán diferente se ve todo a la luz del sol! La vista que se percibía como melancolía cuando estaba envuelta en nubes y vapores, ahora es enteramente diferente porque está bañada en el brillo del sol. El Espíritu Santo puede transformar y santificar la vida suya por su gracia y el poder de Dios de manera que goce, aun aquí, de una realización anticipada de algo de la herencia que Dios ha preparado para aquellos que le aman.

Esto le corresponde como hijo de Dios. No deje que nada ni nadie le quite esta porción ahora ni le robe la corona que el Salvador y Señor quiere darle más adelante; Efesios 1:3,13,14, Apocalipsis 3:11.

El punto vulnerable en la vida suya

A lo mejor no querrá reconocerlo, pero no hay ningún asunto que le deje a usted tan expuesto como el del noviazgo y el matrimonio, y no hay ningún otro aspecto de la vida para la cual requiere tanta orientación divina. Lo que hace en este sentido no sólo va a hacer o deshacer la vida suya, sino la de otra persona también.

Usted no escogió a su papá o su mamá ni a sus hermanos. Estas relaciones son suyas sin que haya hecho elección alguna. Y, vamos a mencionar de paso un punto en cuanto a esto: Cualesquier que sean las desventajas, los problemas o las dificultades que surjan de estos nexos hereditarios, podemos estar enteramente seguros que el hijo de Dios puede contar con la gracia de Dios para permitirle vencerlos. Todas las cosas, incluyendo la situación en la familia de uno, nos ayudan a bien, ya que somos llamados conforme al propósito de Dios. El nuevo nacimiento, y la herencia que trae, sobrepasan toda la carga de una heredad natural. Si usted es un hijo de Dios, es un heredero de Dios, coheredero con Cristo, y como tal puede más que vencer las desventajas que su heredad natural le haya dado.

Pero vamos a volver. Hay un nexo, un parentesco, que sí es por elección propia. Un hombre escoge a su esposa; una mujer escoge a su marido. Por esto el peligro.

Fue la voluntad suya que le causó alejarse de Dios cual oveja errante; fue la voluntad suya que le hacía desobedecer la ley santa y justa de Dios; fue la voluntad suya que le hacía un enemigo en su mente y le hubiera conducido al infierno; fue la voluntad suya que le impedía entregarse a Cristo como Señor. Sí, ha sido el ejercicio de su propia voluntad que ha dado lugar a tanta discordia, y si no fuera por la intervención de la soberana gracia de Dios, esa voluntad hubiera echado a perder su vida tiempo atrás. Por cierto, fue el hecho que otra voluntad, ajena a la de Dios, se hacía oir que ha causado toda la tristeza, toda la aflicción, toda la contienda que hay en este mundo azotado por el pecado.

El cielo es el trono de Dios, y el cielo es el cielo porque allí se hace la voluntad de Dios. En la relación matrimonial la voluntad humana interviene, porque el casarse o no es cuestión suya. La voluntad suya, aparte de la gracia de Dios, puede conducirle por sendas que no son las que Dios quiere. Sus caminos no son nuestros caminos, fue el mensaje a Isaías.

Allí yacen las rocas que han hecho naufragar a muchos. Una vez salvo, convertido, no le queda a uno en esta vida otra decisión tan importante como la del matrimonio. En ésta usted necesita toda la dirección y toda la protección que sólo la gracia de Dios puede dar. Su Padre celestial está del todo dispuesto y deseoso a dársela.

Un lazo de por vida

Tengamos presente también que esta relación de elección propia es de por vida. Un error en este sentido es un error hasta la muerte. Leemos en la Palabra de Dios, al comienzo de Romanos 7, que la mujer casada está sujeta por ley al marido mientras éste vive. Ay de aquellos y aquellas que están atados de por vida por un lazo que es sólo por ley, y no por un amor que resistirá la prueba y la tensión del acontecer diario.

Uno puede equivocarse en cuanto al empleo que acepta o la casita que alquila, pero puede cumplir con trámites legales para salir de la situación infeliz en que se metió. Puede que uno pierda algo, pero muchas veces recupera la pérdida a lo largo. Pero una equivocación en el escogimiento de su cónyuge es un error del cual usted no va a salir en esta vida. Si es pérdida, es pérdida irreparable.

Algo sagrado que exige seriedad

Es sacrilegio cuando un cristiano juega livianamente con las cosas santas cuyas consecuencias son de tan largo alcance. Con un desdén santo usted va a negar a dejar que esta cuestión sea tratada como una pelota. Si uno va a burlarse del amor de un varón o del sincero y profundo afecto de una doncella, el tal va a abrir la puerta de su corazón al gran enemigo de su alma, y ese enemigo no perderá la oportunidad de despojar ese corazón de sus joyas más preciosas. Usted es hijo de Dios, y como tal no le es permitido despreciar el tesoro sagrado del amor —ni el suyo propio — ni los santos derechos de otra persona, sea varón o hembra

Pero, éste no es un tema de pesadumbre para el creyente. Si la gente mundana ve el matrimonio como causa de regocijo, ¡cuánto más nosotros el pueblo del Señor! Hubo sano y santo gozo en Caná de Galilea cuando “fueron también invitados a las bodas Jesús y sus discípulos “. Y, E1 es el mismo hoy como fue ayer en aquella fiesta nupcial. Su presencia puede traer la misma bendición rica y la alegría santa a las bodas suyas como en aquella ocasión en la antigüedad.

El amor y cuidado de nuestro Padre

No vamos a pensar que este tema sea penoso o algo que no se debe mencionar. Al contrario vamos a intentar a descubrir en la luz santa de la presencia de Dios cuál sea su enseñanza y su instrucción definitiva sobre la materia. Si Él ha establecido sólo el bien para nosotros, ¿qué consejo tienen su amor y cuidado?

Fue el interés de aquel padre modelo, Abraham, que buscó a Rebeca, la novia que Dios había escogido, y la trajo hasta Isaac Si un padre terrenal tuvo tanto cuidado para el hijo de su amor, cuánto más tendrá su Padre celestial, interesándose por usted y velando por su bien.

Puede acercarse a ese Padre en confianza de que quiere lo mejor para usted. Y, si conoce entre sus hermanos en Cristo algún Valiente-por-la-Fe, uno que ha probado si disposición de ayudar en las luchas de los peregrinos jóvenes, uno que está sobre usted en el Señor, que vela por las almas, que pastorea a la grey de Dios, entonces vaya a esa persona también. Pida su comunión en la oración a favor suyo; pida su consejo. Las tales personas tienen mayor conocimiento que usted de los caminos del Señor.

A la vez, evite tratar el tema cuando se encuentra con creyentes cuyas vidas y ejemplo han manifestado que no han honrado a Dios en estas cosas. Tenga cuidado de los que no van a tratar la materia en lenguaje casto o en el temor de Dios.

El liderazgo en la asamblea más adelante

Todo varón creyente debe enfrentar esta cuestión del matrimonio a la luz de un hecho que está señalado claramente en la Palabra de Dios. Un hombre se califica o se descalifica para asumir responsabilidades en la asamblea por su conducta en su propio hogar. Véanse 1 Ti-moteo 3:4,5,12 y Tito 1:6 al 8.

Debe ser la ambición santa de todo creyente “recibir su crecimiento para ir edificándose en amor “, Efesios 4:16. Así es que aporta lo suyo al organismo espiritual, “el cuerpo de Cristo “, del cual forma parte. Los intereses de Dios en la edad presente centran en tomar de entre los de este mundo un pueblo para sí. Él les da a Cristo, quien murió por ellos y les pone en su Iglesia; Hechos 15:14, Gálatas 1:4, Juan 17:6, Hechos 2:47.

Cada uno de nosotros, pues, debe sentir en el corazón el gran deseo de cumplir con la parte que le toca en este esquema de gracia, contribuyendo a la edificación de la lglesia. El hogar es la escuela técnica para esto, donde uno “gana para sí un grado honroso” en este servicio santo. Es allí, en el hogar, que uno tiene que aprobar las materias que son requeridas para ser anciano o predicador en el servicio del Señor entre su pueblo. Se alcanza este “grado” sólo a costa de un hogar conducido en el temor de Dios. Favor de leer 1 Timoteo 3:12,13.

Así, el matrimonio tendrá mucho que ver con su calificación o descalificación para servicio cristiano. No puede haber asambleas bien conducidas, unidas, espirituales, si no hay detrás de ellas hogares santos y bien ordenados. Joven, lleve en mente que su matrimonio le ayudará o le estorbará en la vida que gana una corona ante el tribunal de Cristo. ¿Está viviendo de una manera que exige el respeto de todos en su hogar, gobernando bien su casa en el sentido que las Escrituras emplean esa expresión?

Señorita, acuérdese que usted, si se casa, va a ayudar o va a perjudicar a alguien de graduarse con mención honorífica para servicio en la Iglesia y en una iglesia de Dios, determinando de esta manera si puede o no participar en sus ministerios santos. Si la asamblea suya va a ser fuerte y de buen tono espiritual, será preciso contar con hogares donde Cristo sea Señor en verdad.

Una institución divina debidamente provista

Como un hijo de Dios, es su privilegio y su responsabilidad aprender a pensar como Dios piensa sobre este asunto de importancia capital. Las Escrituras nos enseñan el ideal divino en la vida de casado. Acordémonos que fue allí en el Edén, en el huerto de Dios antes de la entrada devastadora del pecado, que Dios mismo instituyó el matrimonio y realizó la primera ceremonia de bodas.

En esa hermosa escena donde todo “era bueno “, Adán fue coronado de gloria y honra y fue puesto sobre las obras de la mano de Dios. Dios vio que aun allí no convenía que el hombre estuviese solo pero que en todo el panorama no había compañera idónea para él.

Manifestando el interés que tenía por Adán, le trajo su contraparte, una persona apropiada para estar con él. De él procedía, para él era. Adán precisaba de la comunión de una persona que podría gozarse con él y participar conjunta-mente en todas las bendiciones del paraíso que Dios había ejecutado. Ese otro corazón iba a entrar con todo, y el placer de Adán sería mayor por eso.

Aprendemos primeramente que el matrimonio es la provisión divina para una vida de comunión. Es para que otro participe en la oración, alabanza y servicio a nuestro Dios. Sabemos por Mateo 18:20 que el Señor se complace en asociarse con la oración unida de los “dos o tres” que reconocen mutuamente la autoridad del nombre suyo, y se hace presente en su congregación. Así hoy día la pareja casada, apenas “los dos “, puede experimentar esta bendición singular de la presencia del Señor en su vida de comunión mutua.

  1. ¿Nos sorprende que al marido y la esposa cristianos se les exige ordenar su vida conyugal de tal manera que sus oraciones no sean estorbadas? 1 Pedro 3:7. Tengamos presente que fue con dos no más —¿no habrán sido marido y mujer?— que el Señor conversó en el camino a Emaús, y el corazón de ellos ardía mientras les declaraba la Palabra de Dios; Lucas 24. Es posible aun en el día de hoy que dos vidas unidas en matrimonio tengan el solo corazón ardiente.

Hay también una comunión en el servicio que los dos pueden experimentar. Hay un servicio para nuestro Señor que sólo el varón puede realizar, y otros servicios que sólo la mano femenina puede intentar. Así, cuando el esposo y la esposa son colaboradores mutuos del Señor, el uno complementa al otro y su servicio resulta más completo. Una humilde Priscila y un humilde Aquila, habiendo colaborado en la costura de tiendas, podrían colaborar en ayudar al elocuente Apolos a comprender mejor el camino de Dios; Hechos 18:26.

El plan del Padre para la obra de uno

Muchas veces uno se olvida de una cierta verdad acerca de la vida de los hijos de Dios a quienes Él ama tanto. Es que ha asumido la responsabilidad de ser un Padre a los que le obedecen; hace para ellos todo cuanto necesitan; “seré para vosotros por Padre y vosotros me seréis hijos e hijas “, 2 Corintios 6:18.

Como Padre, tiene un plan y un propósito para la vida de cada hijo; Efesios 2:10. Hay una cierta senda a lo largo de la vida que Él ha establecido en amor perfecto y conocimiento absoluto, y quiere que la persona ande en ella. Es como la luz de la aurora que va en aumento hasta el día perfecto, Proverbios 4:18. Esa senda es la comprobación diaria de aquello que es la buena voluntad de Dios; es el descubrimiento diario de la bondad que Dios ha guardado para los que le temen y que demuestra delante de los ojos de los hombres. Véanse Romanos 12:2 y Salmo 31:19.

La auténtica vida cristiana es el desenvolvimiento práctico del bueno y agradable propósito y plan divino para cada creyente en particular. Si el matrimonio figura en ese plan perfecto que su Padre celestial tiene para la vida suya, entonces en algún rincón de este vasto mundo está aquella persona que Dios tiene designada para usted. “Será ésta la mujer que destinó Jehová para el hijo de mi señor “, Génesis 24:14, 44.

Dios hizo una ayuda idónea para Adán, y en el momento apropiado en su vida la trajo; Génesis 2:22. Todavía, en la vida de cada verdadero hijo de Dios todo legítimo compromiso para casarse es producto de la obra de Dios en juntar dos vidas. Todo noviazgo realizado según la voluntad divina es literalmente esto mismo; es que los dos se encuentran porque ambos están “en el camino “, guiados por Jehová; Génesis 24:27.

¡Cuán importante es, entonces, que usted tenga la confianza de estar en la senda de la voluntad de Dios! Es sólo en ese camino que el Isaac de hoy va a encontrar al lado del pozo la Rebeca destinada. Es por la senda de la obediencia a lo que Dios revela que la Rut moderna se encontrará en la era de su Booz señalado.

Además, cada matrimonio acertado —en el Señor y del Señor— es fusión de dos vidas. El Señor expuso la doctrina del matrimonio como “lo que Dios juntó “, enseñando que “no son ya más dos “. En una unión de esta índole, la esposa es el obsequio que Dios da al marido y él es lo que Dios da a ella. Adán tenía razón al hablar en Génesis 3:12 de “la mujer que me diste “. Leemos en Proverbios 18:22 que “el que halla esposa halla el bien “. La mujer es la gloria del varón; 1 Corintios 11:7.

El dador agrega valor al obsequio. Un regalo puede ser de mucho precio por sí, pero su valor para uno se aumenta grandemente al ser dado por una persona que estimamos y amamos sobremanera. ¡Qué valor, entonces, cuando Dios es quien da! La unión encierra un regocijo santo cuando se sabe que el novio y la novia han sido dados el uno al otro por Dios. No es la mera coincidencia de circunstancias, la mera fascinación por hermosura exterior, ni el impulso repentino de una emoción; es más bien la obra de la mano de Dios que le permite saber que “de Jehová ha salido esto “, Génesis 24: 50.

Claro está que el uno es precioso al otro por sus cualidades propias, pero más es así porque cada cual ve al otro como enviado de Dios. “Que lo sabe todo el Padre es mi certitud, y que en gracia Él por mí vela con solicitud “.

Una parábola de verdad espiritual

La enseñanza clara de las Escrituras es que esta historia terrenal de amor humano es una parábola con sentido celestial. Es una ilustración del amor de Cristo por su Iglesia, la manera cómo la ganó, su señorío sobre ella, y la sujeción que le corresponde a ella mostrar hacia él. “El marido es cabeza de la mujer, así como Cristo es cabeza de la Iglesia, la cual es su cuerpo, y Él es su Salvador “, Efesios 5:23.

El novio es llamado a dejar su padre y su madre; la novia a dejar su pueblo y la casa de su padre; Génesis 2:24, Salmo 45:10. Es una ilustración de la separación casta de la Iglesia como una virgen presentada a Cristo; 2 Corintios 11.2. Ella se separa de este presente mundo, procede a Cristo fuera del campamento y, atraída por el amor que tiene para ella, esa Iglesia muestra la fidelidad de su juventud, el amor de su desposorio, andando en pos de Él; Jeremías 2:2.

Las Escrituras insisten sobre la responsabilidad del esposo; él es la cabeza, gobierna en el hogar, sustenta y cuida a su esposa, estando en el más absoluto deber de amarle a ella. Efesios 5:22, Tito 2:4,5, Colosenses 3:18,19, 1 Timoteo 2:11,12, 1 Pedro 1 al 7, 1 Corintios 11:3.

Respeto antes de afecto

Ahora, veamos algunos aspectos prácticos de todo esto. Primeramente, sepamos esto: El amor que resistirá la presión y el desgaste del quehacer diario y los problemas de la vida, es un amor que nace de un franco, genuino respeto. Del respeto pasa a ser un profundo afecto, veraz y real. Cuidado con el amor cuyas raíces son sólo la lástima. Las adversidades y contratiempos de la vida requerirán un amor de raíces profundas, tan arraigadas que no sean arrancadas por los vientos que soplarán.

El varón evangélico que ha sido enseñado de Dios en esta materia buscará una compañera cuya modestia y porte femenino exigen su respeto, cuyo carácter causa admiración, y cuya vida revela un Cristo vivo. Él podrá dejarse sentir afecto por una cristiana de este corte.

La señorita que está sentada a los pies de su Señor, y ha aprendido de Él, podrá esperar hasta que encuentre uno cuyo carácter varonil exige que ella le estime; un hombre cuyo carácter no admite sospecha y cuya vida espiritual y testimonio tienen poder y llevan bendición a los demás.

Que nunca rebaje el estándar al cual su posible novio debe alcanzar. Debe preguntarse a sí misma en la presencia santa de Dios: “¿Yo podría reverenciarle a él de verdad? ¿Podría someterme a él de buena gana? ¿Me atrevo a dejar que él entre en el recinto sagrado de mi afecto femenino para ocupar aquel lugar en mi corazón que puede ser para uno solo?

Y, por su parte, que el varón examine su propio corazón. Que se pregunte si él está viviendo la vida que la más noble de mujeres cristianas podría realmente respetar y reverenciar una vez que la haya conocido por dentro. Que no tenga el atrevimiento de pedir la mano de aquella señorita en matrimonio hasta que sepa que la vida que está viviendo no va a arrastrarle a ella hacia abajo, sino que será para ella un ejemplo para proseguir bendiciones más altas y ricas.

En el Señor y del Señor

Todos debemos saber ya que las Sagradas Escrituras enseñan claramente que para el hijo de Dios esta relación debe ser, sin excepción, en el Señor y del Señor. No es permitido evadir la regla divina de 1 Corintios 7:39: “con tal que sea en el Señor “.

Hay la cosecha triste y la retribución justa que llega a ser la experiencia del cristiano desobediente que se atreve a desobedecer una regla tan sencilla. Si uno osa a entrar en un yugo desigual con un incrédulo, es de todos sabido que Dios no se dejará ser burlado por este hecho. La tal persona segará lo que ha sembrado, y con tristeza; 2 Corintios 6.I4 al I7, Gálatas 6:7,8.

No acepte el engaño satánico que usted ganará para Cristo su novio o novia. ¿Cómo puede tener esta confianza cuando usted mismo anda en una senda de franca desobediencia? Cuántas vidas manchadas y corazones partidos han habido entre los cristianos verdaderos que se han unido en matrimonio con personas que no lo eran.

Vidas han resultado infructíferas en vez de ser ejemplos. Hijos han nacido en hogares divididos y discordantes. Esposos y esposas han vivido fuera de comunión con Dios, despojados de las bendiciones de un hogar realmente cristiano. La razón: el yugo entre creyente y no creyente.

Contestando la pregunta de Amós 3:3, dos no pueden andar juntos si no están de acuerdo. No; la unión matrimonial tiene que ser en el Señor; si no es, tampoco es del Señor. Sólo así puede uno emplear el lenguaje del siervo que buscaba esposa para Isaac: “Sea ésta la que tú has destinado”.

Hace falta añadir aquí un párrafo a título de advertencia. La experiencia ha demostrado que si un cristiano permite que se desarrolle una amistad pronunciada con una persona del sexo opuesto, entonces muchas veces la consecuencia ha sido que ésta hace una falsa profesión de fe para ganar la mano de aquél en matrimonio. La profesión puede tener toda apariencia de ser legítima; pero cuidado: “Engañoso es el corazón más que todas las cosas, y perverso”, Jeremías 17:9. ¿Y qué otra circunstancia se presta tanto al engaño? El creyente soltero que permite que un inconverso gane su corazón puede hacer aquel “amigo” un daño irreparable al inducirle a profesar fe en Cristo cuando en realidad está tan sólo buscando cómo casarse con uno que pone esta condición previa. “No participéis en las obras infructuosas de las tinieblas, sino más bien reprendedlas “, Efesios 5:11.

“Que en todo Él tenga la preeminencia”

Hay otro gran principio que exige reconocimiento aquí. Hay una relación superior que debe tener preferencia siempre por encima y antes de toda relación humana. Dios tiene el primer derecho.

Es verdad que usted es hijo de sus padres, hermano de sus hermanos, y así sucesivamente. Pero es primeramente un hijo de Dios, si es que de veras sea su Padre espiritual por haber recibido a Jesucristo como su Salvador y Señor. Al cristiano le es requerido buscar primeramente el reino de Dios y su justicia, Mateo 6:33, y la promesa es que las cosas necesarias de esta vida serán añadidas.

Al pensar en la vida conyugal, hágalo a la luz de que Dios ha establecido que honrará a los que le honran, 1 Samuel 2:30. Cristo debe tener la preeminencia en todo, tanto en el corazón como en el hogar. La familia más feliz y la vida más contenta corresponden a situaciones donde el Señor de todo es Cristo. E1 no quiere ser sólo su Salvador; debe ser el Señor suyo. Si es así, usted arreglará su día de tal manera que Él, su Palabra y su obra, ocupen el lugar que les corresponde.

¿Acaso usted sea suyo propio? No; ha sido comprado por precio; glorifique, pues, a Dios en su cuerpo y en su espíritu, los cuales son de Dios, 1 Corintios 6:19,20. En su presencia hay plenitud de gozo, y en darle a Él la preferencia hay contentamiento. Llevando su yugo, y aprendiendo del Señor, uno halla el descanso para su alma, Mateo 11:29.

Los demás

Acuérdese también que otros tienen su legítimo reclamo. “ …no mirando cada uno lo suyo propio, sino cada cual también por lo de otros “, Filipenses 2:4. No deje de atender a otros simplemente porque ha encontrado a esa persona que cree debe ser su esposo o esposa. Cuide y cultive la comunión con los demás miembros de la familia de Dios.

Usted va a dejar su antiguo hogar y va a formar uno nuevo, pero no va a dejar de ser hijo de sus padres ni hermano de sus hermanos. El matrimonio añade una relación nueva pero no anula las viejas. El amor verdadero es una facultad expansiva y no tiene por qué desechar afectos existentes para hacer lugar para los nuevos. En una legítima vida cristiana el corazón se ensancha, y no se contrae; lea 2 Corintios 6:11.

Deje que ese círculo íntimo de “nosotros” sea rodeado del círculo mayor de las familias respectivas, y del círculo todavía mayor de “otros “. Nuestras familias tienen cierto reclamo sobre nosotros, y la gran familia de Dios tiene también por qué esperar algo de nosotros. Y, novios o no, casados o no, es nuestra la gran comisión de llevar el evangelio del Señor a los círculos ajenos que son los inconversos que están sentados en tinieblas y sombra de muerte.

El corazón preparado y el carácter formado

Es natural que anticipemos con entusiasmo la dotación y el arreglo de ese hogar nuevo que pensamos formar. Pero hay otra preparación que asume una importancia todavía mayor. Una casa bien amueblada es buena, pero un corazón bien dotado es mejor. “El hombre bueno, del buen tesoro de su corazón saca buenas cosas “, Mateo 12:35.

Debemos añadir a nuestra fe virtud; a la virtud, conocimiento; al conocimiento, dominio propio; al dominio propio, paciencia; a la paciencia, piedad; a la piedad, afecto fraternal; y al afecto fraternal, amor. Si estas cosas están en nosotros, y abundan, no nos dejarán estar ociosos ni sin fruto en cuanto al conocimiento de nuestro Señor Jesucristo. 2 Pedro 1: 5 al 8. Un hogar repleto pero con corazones vacíos es en verdad pobre. Es bueno que uno se vista bien, pero adornar el carácter es mejor. Dios estima el carácter y la conducta más que el atavío; esto es lo que nos dice 1 Pedro 3: 3 al 5.

Cuando uno busca un compañero de por vida, bien puede valerse del consejo dado en 1 Samuel 16:7: “No mires a su parecer, ni a lo grande de su estatura … el hombre mire lo que está delante de sus ojos, pero Jehová mira el corazón “. Ponga más valor en las intenciones del corazón y la nobleza del carácter que en la hermosura del arreglo externo.

En resumen, la buena regla para los novios evangélicos es la de 1 Timoteo 6:19: “Atesorando para sí buen fundamento para lo por venir, que echen mano de la vida eterna “. Primeramente se construye el carácter y después la casa. Primero se amuebla el corazón y después el hogar

El hogar paterno como escuela

Es tan fácil engañarse a uno mismo. Pensamos que seríamos modelos ejemplares de la vida y la conducta cristiana si sólo contáramos con hogar propio. ¡La imaginación nos dice que seríamos tan diferentes si nos fuera posible entronarnos en nuestro dominio propio! Pero, triste que es, en realidad uno lleva su viejo modo de ser a su hogar nuevo. Los muebles y aun la casa pueden ser de los más modernos, pero el dueño es el mismo como cuando vivía con sus padres.

El solo hecho de ir a un país lejano no hace que uno sea misionero. Si no tenía esa vocación antes de emprender viaje, el sólo estar en otra parte no va a dársela. El casarse y el mudarse no transforman a una persona contenciosa en un santo. Es poco probable que usted sea mejor cristiano en su hogar nuevo que en el que tiene ahora.

Es el hijo respetuoso y el hermano atento que llega a ser el marido respetuoso y el padre atento. La hija amorosa y abnegada es la que se convierte en esposa devota y madre cumplida. Tenemos que aprender a amar en el hogar paterno, entre las fallas y dificultades que haya en él.

Su esfera actual, donde Dios le ha puesto a vivir ahora, es el colegio del cual puede graduarse para calificarse a entrar en otra esfera, o sea, su hogar propio. En ese “colegio” donde se encuentra, bajo una tutoría divina, puede aprender a amar frente a las dificultades, y no obstante las irritaciones que encuentre allí. En las pruebas y contratiempos del hogar viejo Dios le enseñará a amar con el amor que realmente ama; es un amor que perdura en los días rutinarios de la vida rutinaria.

Tenga por sabido que usted segará en el hogar nuevo lo que siembra en el viejo. Un día tendrá que aceptar en su propia vida matrimonial la misma falta de atención, la misma falta de consideración, los mismos mal entendidos que manifiesta en el hogar de su crianza.

¿Cómo se le ocurre que los hijos suyos van a respetarle y amarle si usted no respeta a los padres y otros que Dios le ha dado? Le ha puesto donde está con el fin de que las experiencias actuales le acondicionen para conducir otro hogar más adelante. Él quiere que éstas produzcan en su hogar nuevo el fruto apacible de justicia, porque éste traerá gozo y bendición a todos en aquel hogar. Aprenda a amar donde está.

Tenga amigo, sea amigo

Una amistad con otra persona de su propio sexo, al estilo de David y Jonatán o de Rut y Noemí, es uno de los resguardos más seguros que usted puede tener. Nos referimos a un amigo verdadero, uno con quien puede orar y estudiar la Biblia, con quien puede llevar el yugo de un servicio específico para el Señor, y así aprender la lección de inestimable valor que es la colaboración y responsabilidad mutua, y uno en quien puede confiar y quien le advertirá fielmente de los peligros y faltas que usted tiene.

Asegúrese de contar con un amigo de éstos Le ayudará a no estar demasiado en la compañía del sexo opuesto. Tendrá un deber a cumplir ante su amigo a quien respeta y en quien confía, y se sentirá obligado a mostrar su lealtad. Con ese amigo aprenderá los secretos de la comunión cristiana.

Cuando viejo, usted se acordará con gratitud y satisfacción los días de su mocedad cuando conversaba sobre la Palabra de Dios y comenzó a servir al Señor con otro que compartía sus mismas convicciones y anhelos. Pero, esto sí: que el amigo de su juventud sea el mejor tipo de amigo, y no uno que le va a perjudicar o querrá la mediocridad.

Ore a su Padre que está en secreto

No nos olvidemos de la posibilidad muy real que el matrimonio no figure en el plan divino para la vida suya. No nos cabe la menor duda de que algunas personas que nunca contrajeron matrimonio estaban cumpliendo el propósito que Dios tenía para ellos.

Algunos de los verdaderos siervos de Dios se han visto llamados a un servicio que, a su juicio, no les permitía considerar el matrimonio. Por causa de Cristo y del evangelio ellos se han dedicado a una vida como solteros o solteras, llevando a la práctica lo dicho en Mateo 19:12. Dios no se olvida de semejante devoción, y los tales no perderán su galardón.

Pero ése no es el llamamiento de todos. El hijo de Dios que prevé una unión de por vida con un cónyuge, hará bien en hacer esta cuestión el tema de oración sincere ante su Padre celestial. Ese Padre se interesa por todo lo que concierne a cada hijo de su amor.

Ore que sea guardado de un error que podría echar a perder su vida. Ore que sea guardado de apresurarse indebidamente. Ore que sea guiado a la persona que Dios le tiene guardada. Tenga presente que si Él quiere que se case, entonces la persona le está reservada. Dónde y cuándo, usted lo sabrá. Es más: usted está guardado para la tal persona, y debe conducirse con arreglo a esta circunstancia.

Pida en oración que esa persona sea bendecida de Dios, aun siendo desconocida a usted por el momento. Pida para esa persona todo lo que desea para uno que será compañero suyo en toda esta peregrinación terrenal. Pida a Aquel que es poderoso para hacer todas las cosas mucho más abundantemente de lo que pedimos y entendemos, Efesios 3:20, pero pica con el deseo que se haga lo que sea para la gloria de Dios.

Nada de liviandad

Cualquier cristiano de mente sana reconoce que el afecto conyugal es demasiado sagrado como para admitir juego. Es malo, es cruel, jugar con el afecto de una persona del sexo opuesto. Es una relación que puede encontrar expresión sólo de una manera noble. Una sola persona debe encontrar acceso al círculo más íntimo del afecto humano, y todas las demás deben guardar su distancia respetuosamente. Quien juega livianamente en estas cuestiones sagradas, es uno que difícilmente alcanzará mayores niveles en lo demás.

Una doncella de altos principios, y que ha aprendido la mente de Dios en el tema que estamos tratando, no tendrá tiempo para un varón que se interesa en toda mujer salvo su propia hermana. La señorita liviana y descuidada que se hace atractiva a todo varón que no sea su hermano, no ganará el respeto de un varón noble que tiene su ojo puesto en la gloria de Dios. Cristiano, no se digne a rebajarse al flirteo y los amores, ni a la diversión liviana a expensas del afecto de otro.

No se engañe

Usted tendrá que probar sus motivos. Huya de los motivos indignos. El dinero es uno de ellos; no pocos se han casado con miras a mejorar su posición en el mundo o vivir más cómodamente. Las riquezas son engañosas. El dinero no compra el amor, la paz ni la felicidad. Ni el dinero ni la comodidad ni la posición social hace que el hogar sea feliz.

Pregúntese, pues: ¿el eslabón que une nuestros corazones es una verdadera comunión espiritual que encuentra su mayor gozo en la participación mutua en las cosas del Señor? El amor que sobrevive la presión y los problemas de la vida es uno que se mantiene fresco y vibrante ante el trono de la gracia y se renueva en los pastos verdes de la Palabra de Dios, cuando dos seres meditan en armonía sobre sus tesoros.

Es bueno tener una esposa que sabe realizar los quehaceres del hogar, y lo cierto es que el varón prudente se interesa más por una muchacha que se destaca en cuestiones domésticas en vez de una que luce sólo en algún deporte o actividad social. Pero una esposa tiene que ser más que un ama de casa. Será su compañera, y hará falta la correspondencia de principios en todo aspecto, y mayormente comunión en asuntos espirituales.

Al casarse, se incorporará de hecho en el hogar una enfermera, una cocinera, una ama de casa; pero esa constancia de matrimonio no hace de veras una esposa. Usted tiene que andar en la senda que Dios le ha asignado, y así la encontrará en el puesto donde ella desempeña su deber, como Rebeca en la antigüedad.

Un comienzo certero

Tenga cuidado a comenzar esta nueva etapa de su vida bajo un cielo despejado, sin nada sobre su conciencia entre usted y Dios. Si está debajo de una nube, si le queda algo por ratificar, algo que debe ser aclarado, le incumbe atenderlo de una vez antes de pedir a otro que le acompañe en la senda de la vida suya. Comience esa etapa, ese camino compartido, en el sol y no bajo una nube; no pida a la persona que ama que le acompañe a la sombra sino a la luz de la voluntad divina. Aprenda a andar en luz, y no en la penumbra del pecado no confesado o de las ofensas pendientes de resolución.

Sea franco; no deje lugar para dudes, ni deje escondido algo que podría salir a la vista más adelante y causar decepción o abrir heridas. Ejemplos: una relación amorosa con otra persona, tiempo atrás; una deuda; un negocio sucio que no fue arreglado; una deformación física o debilidad sobre-saliente. No defraude a su novio o novia; Dios lo sabe todo, y su amado debe saber con quién se está comprometiendo.

Trate correctamente a sus padres también. Déjeles conocer sus intenciones; no se comporte como si el asunto fuere algo de qué avergonzarse. Deje que todos vean que usted cree estar en la corriente de la dirección del Espíritu Santo. Si no está seguro de esto, espere.

Consagración unida; Dios primero

Dejen que su primer acto unido sea uno de consagración mutua de su vida en común al Señor quien se dio a sí mismo por ustedes. Desde el comienzo, denle a Él el primer lugar; es el lugar que le corresponde como su Señor y Amigo supremo. Al ser posible, no se encuentren ni se separan sin orar juntos. Procuren que su lectura diaria sea de la misma porción de las Escrituras, y procuren tener siempre algún tesoro de esta lectura que compartir cuando juntos.

Dejen que su recreo principal sea el regocijo de la comunión en el servicio feliz y digno para el Señor. Procuren enseñar el uno al otro el placer de servirle a Él, y qué es estar consciente de agradarle. Tengan desde el comienzo el acuerdo mutuo de que su compromiso entre sí nunca tomará preferencia sobre el reclamo mayor que Dios tiene sobre ustedes dos.

El matrimonio improcedente

Ver

Ilustraciones del yugo desigual en el matrimonio,
entre creyente y no creyente en Cristo

Este documento es también una parte del 716 en esta serie.

 N. R. Thomson, Guacara, Venezuela

La soledad no es agradable. Toda persona busca la felicidad en su vida y este deseo le conduce a acercarse a otros. Se buscan las amistades para no vivir solitario. Dijo Dios a Adán: “No es bueno que el hombre este solo; le haré ayuda idónea para él”, Génesis 2.18, y por esto instituyó el yugo matrimonial para la felicidad y el bienestar del hombre.

Si la Biblia enseña la ventaja de la unión de personas, ¿qué significa el yugo desigual? Sabemos que Dios busca nuestro bienestar y no nuestro mal. Por consiguiente, cuando nos hace una prohibición, sabemos que es para nuestro bien. Sus mandamientos no son gravosos, 1 Juan 5.3. Cuando dice, “No os unáis en yugo desigual con los incrédulos”, sabemos que es una prohibición para librarnos de problemas, tristezas y lamentos. Por supuesto, el diablo siempre engaña, enseñando cierta felicidad o ventaja en el yugo desigual.

La figura se toma del campo donde el yugo es un palo labrado que descansa sobre el pescuezo de dos animales. Lleva ganchos de madera o de hierro para unir los dos bajo el yugo. A veces varias yuntas de animales (bueyes, por ejemplo) están unidas; el propósito es beneficioso, porque dos son mejores que uno.

En la ley de Moisés, Dios presentó una ilustración espiritual cuando dijo, “No ararás con buey y con asno juntamente”, Deuteronomio 22.10. Aquello sería un yugo desigual. Este yugo desigual no se limita al matrimonio. Se incluyen muchas otras uniones en la vida del creyente –en el compañerismo, los negocios, la política y la religión, por ejemplo– pero aquí vamos a considerar sólo el matrimonio.

¿Qué concordia Cristo con Belial? 2 Corintios 6.15.

En el matrimonio se prosigue la armonía. Este el secreto de la felicidad y se hace posible donde hay igualdad de naturaleza espiritual. Dios sabe que no se puede perfeccionar el gozo en un yugo desigual, y por consiguiente a las personas que son salvas, o renacidas, nos manda a no unirnos con los infieles. Otros yugos se pueden romper, pero éste es de por vida.

Dios nos da muchos ejemplos bíblicos para hacer hincapié en la seriedad del asunto.

  • Dijo Abraham a su mayordomo: “No tomarás para mi hijo (Isaac) mujer de las hijas de los cananeos”, Génesis 24.2,3. Los cananeos eran incrédulos e impíos. Cuando posteriormente Esaú se casó con dos cananeas, “fueron amargura de espíritu a Isaac y Rebeca”. Luego dijo Isaac a su hijo: “No tomarás mujer de las hijas de Canaán … y Jacob obedeció a su padre y a su madre”, Génesis 28.6,7.

Se demuestra la convicción de parte de los fieles de que el yugo desigual no agradaba a Dios. ¡Ojalá que todos los padres fuesen fieles como aquellos patriarcas, y todos los hijos obedientes a los consejos sabios, como Jacob fue en lo relatado!

  • Después de la redención de Egipto, Dios habló muy claramente a la congregación de Israel: “Guárdate de hacer alianza con los moradores de la tierra donde has de entrar, para que no sean tropezadero en medio de ti”, Éxodo 34.12. Él sabía que la amistad conduciría al matrimonio.
  • Sansón es uno de los ejemplos más destacados de la tristeza del yugo desigual. Él fue escogido por Dios para servirle con poder, pero terminó en fracaso: “Vio en Timnat a una mujer de las hijas de los filisteos … y su padre y su madre le dijeron: ¿No hay mujer entre las hijas de tus hermanos, ni en todo nuestro pueblo, para que vayas a tomar mujer de los filisteos incircuncisos? Y Sansón respondió: Tómame esta mujer, porque ella me agrada”, Jueces 14.1 al 3.

Él no pensó en agradar a Dios, sino a sí mismo. El resultado fue triste. No había armonía, sino intriga, y el matrimonio no duró más de una semana. Habló de su esposa como “mi novilla”. En realidad Sansón había sido escogido por Dios como novillo para servirle, pero la que él escogió era inmunda como asna en sentido figurativo. Era un yugo desigual.

Sansón no aprendió. Después se enamoró de una mujer en Sorec, llamada Dalila, que también era filistea. Este segundo yugo le llevó al fracaso. Su sueño en el regazo de Dalila indica que estaba también dormido espiritualmente. “El no sabía que Jehová ya se había apartado de él”, Jueces 16.20. Como resultado, perdió la vista y quedó ciego hasta la muerte.

  • Otro personaje que se destaca por su desobediencia es Salomón, quien “amó … a muchas mujeres extranjeras … gente de las cuales Jehová había dicho a los hijos de Israel: No os llegaréis a ellas, ni ellas se llegarán a vosotros, porque ciertamente harán inclinar vuestros corazones tras sus dioses. A éstas, pues, se juntó Salomón con amor”, 1 Reyes 11.1,2. “¿No pecó por esto Salomón? Aun a él le hicieron pecar las mujeres extranjeras”, Nehemías 13.26. El yugo desigual le condujo a la ruina.
  • El rey Josafat fue causa de otra tristeza en el caso de su hijo Joram. Este se casó con la hija de Acab y Jezabel, llamada Atalía. Todo empezó con la amistad entre estas familias. “Después de algunos años descendió a Samaria para visitar a Acab; por lo que Acab mató a muchas ovejas y bueyes para él y para la gente que con él venía”, 2 Crónicas 18.2.

Joram era un joven de 17 años cuando conoció aquella muchacha. Sin duda ella se adornaba como su mamá, con los ojos pintados con antimonio y la cabeza ataviada, 2 Reyes 9.30. Dios nos indica que toda la familia era impía, y el joven se casó con una impía. Le parecía, quizá, que era mariposa inocente, pero resultó ser como una tigra. Durante su vida Joram perdió su familia en manos del enemigo como tantos hijos de los yugos desiguales se pierden. También perdió sus bienes y su salud, 2 Crónicas 21.17,18.

La disciplina del Señor cayó sobre él. Después de su muerte, su esposa mató toda la descendencia real. Era mujer de sangre, como su madre Jezabel. ¡Qué los jóvenes no se dejen engañar por las “mariposas”!

  • La Biblia sigue dando ejemplos tristes una vez vuelto el remanente de Babilonia. “El pueblo de Israel y los sacerdotes y levitas no se han separado de los pueblos de las tierras … porque han tomado de las hijas de ellos para sí y para sus hijos, y el linaje santo ha sido mezclado con los pueblos de la tierra; y la mano de los príncipes y de los gobernadores ha sido la primera en cometer este pecado”, Esdras 9.1,2.

Pasada una generación, se repitió el pecado. El sacerdote Eliasib había emparentado con Tobías (un amonita) y le había hecho una gran cámara, Nehemías 13.4. Nehemías sacó fuera a Tobías de la casa de Dios. Pero el mal ejemplo de Eliasib ya había conducido al pueblo a hacer lo mismo. “Vi asimismo … a judíos que habían tomado mujeres de Asdod, amonitas, y moabitas; y la mitad de sus hijos hablaban la lengua de Asdod, porque no sabían hablar judaico”, Nehemías 13.23,24. Esto demuestra un resultado común del yugo desigual. Por falta de acuerdo en las cosas del Señor de parte de los padres, los hijos se crían aprendiendo el lenguaje del mundo en vez de la Palabra de Dios.

Todas estas escrituras citadas nos recuerdan que, siendo creyentes, somos santos. Por consiguiente debemos practicar la santidad y separarnos del mundo de los impíos.

Si se comete el error de entrar en un yugo amistoso, se puede romperlo en un momento. Si es un yugo comercial, también hay la salida aunque haya pérdida material. Pero si el yugo es matrimonial, no hay salida. Bajo la ley, los israelitas podían repudiar a sus mujeres y corregir su desobediencia, como en el caso notable de Esdras capítulo 10. Pero Jesucristo quitó este permiso de la ley en Mateo 5.31,32. El matrimonio no se disuelve de tal forma.
1 Corintios capítulo 7 habla de esto, y los primeros versículos de 1 Pedro capítulo 3 también.

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