El cuerno mágico

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Se llamaba Lububi y vivió en la selva del Africa Central. Era amante de la caza. Una vez, al verme preparando mis maletas, me dijo: "Iré con usted por cinco días y después quiero ir a cazar."

Durante los cinco días, hice un esfuerzo especial para ganarle para el Señor Jesucristo. Llegó la quinta noche y prediqué el evangelio como de costumbre hasta las 9:00 de la noche. Los africanos fueron a dormir entre las fogatas.

Me encontraba solo, pensando. Me sobresalté al sentir una voz que me habló desde la oscuridad :"Señor, ¿No me quiere hablar?" Algo de la predicación había llamado la atención de Lububi.

"Quiero decirle que cuando usted regrese, voy a creer en Jesucristo como mi Salvador. Me parece que está más cerca que nunca, llamándome. Creo que cuando usted llegue otra vez, voy a estar confiando en él."

Le miré fijamente a la luz vacilante de la fogata. "Lububi," le dije, "siento que estás en un momento crítico de tu vida. No demores en venir a Cristo." Le hablé con fervor del sacrificio de Cristo para salvarnos. Me contestó con silencio.

Yo sentía como que una batalla maligna se librara por el alma de este joven, pues era devoto de los demonios. Adoraba a dioses paganos. Oré a Dios por él.

"Esta noche me es imposible," dijo, "pero sí, más tarde."

De su ropa sacó un objeto extraño. Fue un cuerno de antílope. "Esto me costó treinta dólares," me explicó. "Se lo compré a un mago que dijo que me daría seguridad en mis viajes para cazar, y volvería un hombre famoso. También dijo que llevando este cuerno, mataría el elefante más grande del mundo."

Yo le pedí que lo echara en el fuego.

"No puedo," contestó, "pero le prometo que cuando vuelva usted, ya seré de Cristo."

A la mañana siguiente, se despidió de mí. "Que vaya en paz," empezó. "usted va al sur, yo voy al poniente. Pero no se preocupe, cuando nos volvamos a ver, habré creído como usted predica."

No tuve nada que decirle, pues yo le había expresado mi preocupación por su alma. Mi última imagen de él fue cuando se internaba en la selva con su sobrino.

Llegada la noche, acampamos como de costumbre. Todos trabajábamos cuando escuché un grito. "Mi tío está muerto." Fui corriendo con mi corazón palpitando rápidamente. Ya el sobrino contaba la historia, " ... un elefante le mató. Mi tío está muerto. El sacó su cuerno mágico cuando nos separamos de ustedes esta mañana. Pronto dimos con una manada de elefantes. Mi tío disparó contra el más grande sin matarlo. Sólo logró herirlo. El resto de la manada arrancó, pero el herido vino hacia mi tío Lulubi."

"Viendo mi tío que el elefante estaba enojado, me puso sobre una parte elevada. Pensó que podría dar muerte al elefante. Corrió para estar más cerca. En eso el elefante lanzó un chillido como suelen hacer estos animales y mi tío disparó con su viejo fusil. La bala erró. Su cuerno mágico, en el cual tenía tanta confianza, colgaba de su cuerpo. Luego el elefante con su colmillo le pescó y le tiró arriba. Cuando cayó, fue pisoteado por las tremendas patas del animal herido. Mi tío está muerto," sollozaba el joven.

Cuando el sobrino terminó su relato, me acordé de las últimas palabras que me dijo Lulubi, "Entre mí y Jesucristo, hay muy poco ahora, solamente mi cuerno mágico. Así que, cuando usted vuelva yo seré de él."

El Señor Jesucristo dijo: "Si tu mano o tu pie te es ocasión de caer, córtalo y échalo de ti; mejor te es entrar en la vida cojo o manco, que teniendo dos manos o dos pies ser echado en el fuego eterno. Y si tu ojo te es ocasión de caer, sácalo y échalo de ti; mejor te es entrar con un solo ojo en la vida, que teniendo dos ojos ser echado en el infierno de fuego," Mateo 18:8,9.


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Creado el 26/10/02

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