Juan Tres Dieciséis

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Una noche fría e invernal, un muchacho pobre y mal vestido estaba parado en una calle de cierta ciudad; no tenía hogar, ni comida, ni amigos. Había caído en manos de unos ladrones quienes le ocupaban de loro, y esa noche le habían mandado que les esperara en esa esquina a fin de acompañarles en los robos que tenían planeados.

Tiritando de frío, se apretaba contra la muralla para refugiarse del viento, cuando sintió que una mano posaba sobre su hombro. Asustado, y temiendo que fuese un policía, trató de divisar quien era, pero sólo veía una figura alta al lado de él. Una voz amable le dijo: "Muchacho, ¿qué haces aquí a estas horas? Un chico como tú no debe estar en la calle tan tarde; anda para tu casa y acuéstate."

"No tengo casa, y no tengo cama," le contestó.

"¡Oh, qué triste, hijo! Si yo te proveyera de casa y cama por esta noche, ¿irías a ocuparla?"

"Por supuesto, señor," dijo el niño anheloso.

"Bien, en Calle ... , Número ... , encontrarás una cama," y antes que pudiera agregar más, el niño ya partía, pero otra vez la voz le dijo: "Espera, ¿cómo vas a entrar? Necesitas un pase, nadie entra sin pase. Aquí lo tienes, ¿sabes leer?"

"No, señor."

"Bueno, no importa, pero acuérdate que el pase es Juan Tres Dieciséis. No te olvides, te hará mucho bien, Juan Tres Dieciséis. No te dejarán entrar sin ese pase."

Gozoso, el niño corrió hasta la calle indicada, repitiendo por todo el camino, "Juan Tres Dieciséis ... Juan Tres Dieciséis." Luego se encontró frente a un portón de fierro donde, al tocar el timbre, el portero nocturno le abrió, preguntando con voz un tanto áspera: "¿Quién es?"

"Yo, señor, yo soy Juan Tres Dieciséis," contestó el niño temeroso.

"Muy bien, adelante, ese es el pase."

Luego fue llevado a una pieza calentita, donde pudo acostarse en una cómoda cama, con sábanas limpias, lo que pocas veces había conocido. Antes de quedarse dormido, se dijo "Ese nombre me trajo suerte, me voy a llamar así siempre."

En la mañana le dieron pan con una taza de leche caliente, y enseguida él se fue, pues el hogar era suyo sólo por una noche. Iba despreocupado, pensando en la buena suerte que le había tocado, cuando atravesando una de las boca calle de más tráfico, un vehículo le atropelló, y fue llevado inconsciente al hospital.

Fue atendido por el médico de turno, pero como sus heridas fueron de gravedad, le dejaron hospitalizado. Se agravó y en el delirio causado por la alta fiebre, decía con voz fuerte: "¡Juan Tres Dieciséis! Me dijeron que me haría bien y así fue. ¡Juan Tres Dieciséis!"

Estos persistentes gritos despertaron a los otros enfermos, y perplejos, preguntaron unos a otros, "¿Qué quiere decir el niño?"

Por fin uno de ellos recordó que Juan Tres Dieciséis era un versículo de la Biblia. Consiguieron un Nuevo Testamento, y allí leyeron las siguientes palabras:

De tal manera amó Dios al mundo, que ha
dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en
él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna.

Dios bendijo la preciosa verdad revelada en ese versículo, y varios de los enfermos creyeron y fueron salvos. Después de muchos días el niño se mejoró, y aprendió lo que significaba su nombre, Juan Tres Dieciséis. El que había conocido tan poco amor en su vida creyó que Dios le amaba y que su Hijo había muerto por él, y fue salvo. ustedes que leen esta historia también pueden ser salvos por creer lo que Dios les dice en Juan Tres Dieciséis.


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Creado el 10/08/02

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