¡Nadie me lo había dicho!

1078.jpg

"¡Abuelita! sabe, están llevando una carpa regrande," exclamó un niñito de unos ocho años con los ojos brillando de excitación.

"¿Dónde, m'hito?" preguntó la señora, asomando la cabeza para echar una mirada hacia donde el niño le señalaba.

"En el sitio en la otra cuadra, Abuelita, y no es circo tampoco, porque un caballero me dijo que iban a haber reuniones. "¿Puedo ir?"

"Bueno, bueno, m'hito, veremos," contestó ella mientras entraba nuevamente en la casa para atender al llamado de su nieto mayor, quien yacía en un rincón de la única pieza de que se componía la casa.

Hacía dos años que habían muerto los padres de los dos varones, y la abuela, viuda ya con escasos recursos, luchaba por alimentar y vestir a los tres. Luego el nieto mayor, Ricardo, se había enfermado; cada día estaba más delgado, con poco apetito y ahora por varios meses había estado en cama. ¿Cama? Casi no merecía el nombre porque consistía en dos cajones con un tablero encima y un poco de paja cubierta de una sábana bien parcheada.

En otro rincón de la pieza había una pequeña gruta rústica, con una imagen de la Virgen, muy manchada de hollín de las muchas velas prendidas a favor del querido nieto. Pero ni con velas ni con rezos se mejoraba Ricardo.

"Abuela," le dijo Ricardo unos tres días más tarde, "¿cree usted que esos caballeros de la carpa me vendrían a ver? pues soñé anoche con esa carpa y tengo tantos deseos de oírles."

"¿Cómo será, hijo?" replicó ella, pensativa. "Son evangélicos. ¿Se enojaría el cura? Pero ya él no se acuerda de nosotros, hace tanto tiempo que no pasa por aquí, y la virgencita tampoco me oye. La vecina Rosa va a la carpa todas las noches. Voy a preguntarle a ella, caso pasarían a verte."

El próximo día, algo asustada, la anciana vio a dos hombres extraños acercarse a su puerta, pero les invitó a que pasaran. Después de preguntar cariñosamente por la salud del enfermo, uno de ellos, sacando un librito de su bolsillo, empezó a leer en él acerca del amor de Dios y como El había mandado a su Hijo al mundo para morir por los pecadores. Ricardo oyó de que Israel podría ser salvo y recibir el perdón de todos sus pecados.

El día subsiguiente volvieron las visitas y después de conversarle unos momentos, uno de ellos se dirigió al niño, diciendo:

"Ricardo, ¿has pensado alguna vez como Dios te ama y dio a su Hijo por ti?"

Con una mirada triste y seria, el muchacho contestó: "¡Es que nunca me lo habían dicho!"

El debilitado niño se levantó un poco, apoyándose en un brazo para escuchar mejor, y parecía recibir las buenas nuevas como la tierra árida recibe las primeras lluvias.

Por dos días los predicadores no pudieron volver, y el domingo al ver a la vecina, Rosa, le preguntaron por el niño.

"¿No saben?" contestó ella. "El día después que ustedes estuvieron allí le vino una hemorragia de los pulmones y murió." Fue enterrado ayer, sábado.

No podemos dudar de que Dios mandó a sus siervos a tiempo con el mensaje de su amor, y Ricardo ahora se encuentra en el cielo. El dijo, "Nunca me lo habían dicho." Pero ustedes, niños, no pueden contestar así, pues saben que "Dios ha mostrado su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros," Romanos 5.8. ¿Han creído el mensaje? Si no, acéptenle ahora mismo a Jesús para ser salvos.


www.tesorodigital.com
Creado el 07/08/02

Volver al Indice