Enriquecidos

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"Sonia, ¿me pasas ese pedazo de género [tela] que está allí en la silla? Con él, ya va a quedar lista la muñeca."

"Oh Esteban, apúrate," contestó Sonia, "porque falta poco para salir. Ojalá ningún otro haya ocupado la esquina que escogimos."

Sonia y Esteban vivían en Krakow, Polonia, y los niños se preparaban para participar en una antigua costumbre que siempre tuvo lugar antes del Año Nuevo. Se presentaba una historia animada con títeres. Así grupos de niños pobres ganaban dinero para comprar juguetes. Ya que la presentación se hacía en plena calle, la idea era de que los transeúntes al pasar, si la presentación les agradaba, premiaban a los pobres con algunas monedas. Hasta los padres ayudaban y este año, el señor Sawchuk iba a cooperar cantando unas canciones con su voz de barítono.

De repente el señor Sawchuk entró, "Está bien, niños, vamos, vamos, porque si no, alguien nos quitará la esquina. Acuérdense que tenemos que caminar media hora para llegar. Yo llevo los títeres y ustedes lo demás."

Llegando a la Plaza, se instalaron en su lugar. Soplaba un viento y amenazaba con nevar. Era por eso que poco público transitaba por la calle, y los Sawchuk hablaban entre sí sobre la posibilidad de ganar muy poco este año. "Qué regio sería hacer la presentación en el Salón de Arte," dijo Esteban. "Si, mi hijo," contestó su padre, "quizás en otro año, pero la familia Kawalski realmente está muy necesitada y me alegro que este año van ellos."

Terminada la instalación de su plataforma, escudriñaban la calle para ver si venía alguien. Solo divisaron a un hombre que rápidamente caminaba hacia ellos. Miró con interés su escenario y luego dijo: "¿Me pueden acompañar? Yo soy el administrador del Salón de Arte y la familia Kawalski no ha llegado. Muchas personas están esperando. ¿Cómo voy a enviarles a su casa sin ver nada? Vengan por favor."

Mientras desarmaban su pequeño escenario, comentaban entre sí sobre qué habría pasado.

Su presentación fue un éxito y el administrador les entregó una suma considerable de dinero, mucho más de lo que pudieran haber ganado en la esquina.

En el regreso a casa, pasaron a saludar a un vecino antes de caminar el último kilómetro. Tenían mucho frío y sabían que su vecino les daría una taza de café. Entrando en la casa, se sorprendieron al ver que el señor Kawalski estaba allí. Explicó que su señora se había enfermado y puesto que no tenían el dinero para ir a un médico, buscaron refugio en la casa de este vecino bondadoso, y no pudieron ir al Salón de Arte.

Viendo la necesidad de los Kawalski, los Sawchuk tuvieron lástima del pobre caballero, pensando en los niños hambrientos y la señora enferma, y por eso antes de ir, le dieron casi la totalidad de su ganancia. No importaban los juguetes que Sonia y Esteban iban a comprar, tenían una satisfacción interior por compartir con otros sus riquezas.

Lindo gesto de amor fue éste. Sin embargo, no supera "la gracia de nuestro Señor Jesucristo, que por amor a vosotros se hizo pobre, siendo rico, para que vosotros con su pobreza fueseis enriquecidos," 2 Corintios 8:9. Jesucristo vino del cielo donde estaba rodeado de mucha gloria para vivir en circunstancias pobres. Lo hizo a fin de llevarnos al cielo, lugar extremadamente mejor que la tierra. En el evangelio se ofrece el perdón de pecados y la segura esperanza de ir al cielo. Dios quiere enriquecernos con la salvación de nuestras almas, que es la rica bendición hecha posible por Cristo en la cruz.


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Creado el 22/03/03

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