El error del boticario

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La mamá de Clarita se había enfermado gravemente el día anterior, y el médico acababa de llegar a la casa. Después de examinarla, escribió rápidamente una receta, y dirigiéndose a Clarita, dijo: "M'jita, tu mamá está muy enferma y necesita este remedio lo antes posible. Tú debes ir inmediatamente a la botica a conseguirlo."

Apenas había partido el auto del médico cuando Clarita explicó a su mamá que no demoraría mucho y corrió por las oscuras calles hasta llegar a la botica de turno.

Era cerca de la medianoche y la puerta estaba cerrada, pero después que ella golpeó varias veces, se abrió una puerta chica y la voz de un hombre le preguntó qué era lo que necesitaba.

"Un remedio para mi mamá," dijo ella con urgencia. "Aquí está la receta."

Algo disgustado por haber sido despertado, y todavía medio dormido, el joven boticario buscó los ingredientes y preparó el remedio recetado. Lo puso en una botella y colocó el rótulo correspondiente. Agradecida, Clarita recibió el remedio que iba a mejorar a la mamá y se fue corriendo.

Al cerrar la puerta detrás de la niña, el boticario, todavía aletargado, se dedicó a devolver las drogas a su debido lugar, cuando horrorizado exclamó: "¿Qué he hecho yo?"

Equivocadamente él había tomado una botella de veneno mortífero y lo había colocado en el remedio en vez de una de las drogas recetadas. ¡Si la enferma tomara aun un poquito, significaría la muerte, y una muerte de agonía!

¿Quién era la niñita? ... ¿de dónde venía? Él no tenía idea. ¡Si tan sólo pudiera ubicarla! Corrió hasta la calle y miró arriba y abajo, pero la niña había desaparecido completamente en la negrura de la noche. El joven se dio cuenta que ni se había fijado en el nombre del médico para ponerse en contacto con él y así evitar la tragedia. Se torturaba con el pensamiento que aun en ese momento la niña podría haber llegado a casa y estar administrando el remedio a su mamá. Ella parecía estar tan afligida y apurada.

Le envolvió una transpiración fría. En su desesperación se acordó de un versículo de la Biblia que no hacía muchos días le había citado un amigo creyente en el Señor Jesús. "Invócame en el día de la angustia; te libraré y tú me honrarás." Salmo 50:15.

Entró nuevamente en la farmacia, cayó de rodillas y por primera vez en su vida oró a Dios de quien antes siempre se había burlado. Angustiado, rogó que Dios le ayudara ... sólo Dios podía ubicar a la niñita.

Dios dice: "Antes que clamen, responderé Yo; mientras aún hablan, Yo habré oído," Isaías 65:24.

Apenas había terminado su breve oración cuando sintió que alguien golpeaba nuevamente la puerta, y al abrirla, se encontró con la misma Clarita, lágrimas corriendo por sus mejillas, y en sus manos una botella quebrada.

"Oh, señor," sollozaba ella, "perdóneme, pero corría tan rápido ... no vi la piedra ... tropecé ... y se me quebró la botella."

Con una gratitud única en su corazón y una mano que temblaba, el boticario tomó la receta de la niñita y esta vez la despachó correctamente. Clarita llegó luego a casa y administró el remedio a su mamá, el que en pocos días produjo la deseada mejoría.

Muchas personas claman al Señor cuando están en apuros, pero después se olvidan de él. Muy distinto fue el caso del joven boticario, pues desde esa noche reconoció su necesidad del Salvador.

Buscó a su amigo salvado, le contó del versículo y de cómo Dios le oyó.

"Ahora," le dijo, "yo quiero aceptarle al Señor Jesús, y de hoy en adelante es mi propósito honrarle."


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Creado el 15/02/03

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