Problema adentro, solución adentro (#9905)

9905
Problema adentro, solución adentro

 

D.R.A.

 

Se presentó en el campamento en el bosque africano un señor que sufría de paludismo y se quejaba de dolor de cabeza. «Le di una tableta de quinina y otra de aspirina», contó la enfermera, «y le expliqué que debería tomarlas con un vaso de agua. Pero, más tarde en el día lo vi con las tabletas amarradas a la frente con la raíz de una mata. Le dije de nuevo que la medicina no lo ayudaría si no se la tomaba, pero él protestó que yo no entendía».

«Ndona, yo no soy de esos con un dolor en el estómago aquí abajo. Mi problema está arriba, en la cabeza. Si meto las pepitas en la boca, van a caer abajo y no sé cómo enviarlas arriba. Mejor tenerlas donde está el problema».

La enfermera insistió, y por fin él se tragó sus tabletas. Como media hora después, se acercó corriendo. «¡Sí! Ndona, ¡sí! Cayeron abajo pero después subieron, y ahora todo está bien».

Y así somos. No con la quinina y la aspirina, sino con esta gran enfermedad del pecado. Cometemos los errores del africano: aplicamos un remedio a nuestro capricho. Y, pensamos que algo afuera puede resolver un problema adentro.

«En ningún otro hay salvación», predicó el apóstol Pedro acerca de «Jesucristo de Nazaret, a quien vosotros crucificasteis y a quien Dios resucitó de los muertos». Continuó: «No hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos». Dios sí entiende nuestra condición y sabe cuál es la solución. El que cree en el Hijo de Dios tiene vida eterna. El que desobedece al Hijo no verá la vida, sino que la ira de Dios está sobre él. Es así de claro.

Nada ganamos con amarrar la solución a la frente —o al pecho, la pared, o a un nicho— porque «del corazón salen los malos pensamientos, los homicidios, los adulterios, las fornicaciones, los hurtos, los falsos testimonios, las blasfemias. Estas cosas son las que contaminan al hombre».

La Biblia da la solución, y puedes hacerla tuya: — Si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo. Con el corazón se cree para justicia, pero con la boca se confiesa para salvación.

Las citas bíblicas son de Hechos 4.12, Juan 3.36, Mateo 15.19 y Romanos 10.9.

 

 

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