Perfil profético; Fyfe; 56 páginas (#797)

Perfil profético

con énfasis en los acontecimientos de “la última semana” del gran engaño y la gran tribulación

 

G.B. Fyfe, Ealing, Inglaterra

Traducido del librito Prophetic profile

Precious Seed Publications; 1992

 

Contenido

1     Introducción a la profecía

2     Los tiempos de los gentiles

3     Los cuatro carros sin jinetes

4     El discurso de los Olivos

5      La profecía de las setenta semanas

6     El paréntesis actual

7     Poderes y personas

8     El príncipe romano

9     El anticristo

10   El rey altivo

11   Las grandes alianzas

12  El Armagedón

13   El juicio terrenal

14   ¿Qué de Israel?

15   Otro ataque y derrota

16   Ni día ni noche

17   La siega

18   La promesa

19   ¿La Iglesia pasará por la tribulación?

20    La segunda venida de Cristo

21   El reino glorioso

22    La gloria milenaria de la Iglesia

23   La casa del Padre

24   El estado eterno

 

 

1

Introducción a la profecía

El estudio de la profecía profundiza y amplía nuestra comunión con Dios, ayudándonos a entender que Cristo es la única esperanza de la humanidad en un mundo destinado a la destrucción. Si apreciamos de veras las implicaciones de la profecía, viviremos separados de aquel mundo en derredor.

 

Capítulos clave

Génesis 10 y 11 narran la división de la estructura del mundo en naciones. El capítulo 12 nos introduce a la historia del hombre llamado Abram. El propósito divino es de recuperar las naciones del mundo por intermedio de Abraham y su simiente. La bendición que tiene en mente vendrá en el milenio.

Deuteronomio 32 narra una historia sucinta pero entera de la nación de Israel desde su servidumbre en Egipto hasta la paz y prosperidad en la tierra de Emanuel. En este “Cantar acerca de la Roca” uno encuentra las raíces proféticas. Se destaca la infidelidad de Israel y la fidelidad de Dios, especialmente en cuanto a su proceder en la tierra. La sección profética es 32:15 al 43.

Se puede discernir el proceder divino solamente al fijarse cuidadosamente en el contenido de ciertos otros capítulos también; a saber, Daniel 9, Mateo 5 al 7, 13, 24 y 25. Una com-prensión errónea de estas porciones de la Escrituras trae gran confusión en materia profética.

Israel no es el pueblo de Dios ahora; los intereses de Dios en la tierra están enfocados sobre la Iglesia. No obstante, Israel es el único pueblo sobre la tierra cuya historia es segura. Es la única nación que nunca ha estado sin un remanente fiel a Dios. Hoy día Él no reconoce el remanente como una nación, pero con todo ejerce una vigilancia providente en relación con ese pueblo.

Qué es profecía

La profecía es la divulgación de la mente y voluntad de Dios. En esencia, trata de los derechos de Cristo y la vindicación de la majestad suya en este mundo Es más proclamar que pronosticar, aunque muchas de las profecías del Antiguo Testamento se caracterizaban por predicción. En este librito nos ocuparemos mayormente de lo que está por suceder aún.

La profecía es una prueba de la Deidad, ya que tan sólo Dios distingue entre el principio y el fin. “Anuncio lo por venir desde el principio, y desde la antigüedad lo que aún no era hecho”, Isaías 46.10. En 41.22,23 Él reta a Israel por su adoración de ídolos, diciendo: “Traigan, anúnciennos lo que ha de venir … Dadnos nuevas de lo que ha de ser después, para que sepamos que vosotros sois dioses”.

La profecía constituye una parte mayor de las Escrituras. Se dice que los dos tercios de la Biblia son proféticos. Es evidente que el cristiano ignorante de temas proféticos no está bien adaptado para el ministerio o servicio.

Habiendo dicho eso, conviene una palabra de advertencia. Es muy fácil estudiar la palabra profética por mera curiosidad. Es típico del humano interesarse intensamente por lo que le queda por delante. Pero, para ser espiritualmente provechoso, el estudio de la profecía debe surtir verdaderas consecuencias en nuestra alma. Debe producir un sincero interés en el bienestar de nuestros prójimos, llenándonos de compasión por sus almas. Abraham, por ejemplo, rogó a Dios al saber qué sucedería en las ciudades de la llanura.

Lo sorprendente es que Dios nos divulgue sus planes y propósitos para la tierra. Toma en su confianza al pueblo suyo en cuanto a sus intenciones. De nuevo el patriarca es un ejemplo: “¿Encubriré yo a Abraham lo que voy a hacer?” Génesis 18.17.

Como ya hemos comentado, la profecía tiene que ver con la tierra. Israel es un tema de la profecía. 2 Pedro 1.19 nos informa que la palabra profética es una antorcha que alumbra en lugar oscuro, y este mundo es aquel lugar moralmente oscuro. La Iglesia, en cambio, es tema de revelación, siendo celestial en su llamamiento, carácter y destino. En el argot popular, es algo “fuera de este mundo”.

Es importante observar también que las profecías no están siendo cumplidas hoy en día. Durante la época de Iglesia, la profecía queda en suspenso. Por esto queremos decir que la palabra profética está inoperante durante el lapso entre la realización de la semana 69 de Daniel y el comienzo de la semana 70.

Discursos proféticos

En los dos días inmediatamente antes de su muerte, el Señor pronunció dos discursos importantes a sus discípulos, uno sobre el monte de los Olivos y otro en el aposento alto. Mateo, Marcos y Lucas registran el discurso de los Olivos. El segundo discurso está en Juan 14, pero Juan no incluye el primero en su Evangelio.

El discurso en el monte es una ampliación de las profecías de Daniel y de los pronósticos de otros profetas del Antiguo Testamento. Es el mensaje final del ministerio del Señor sobre la tierra en su carácter del Mesías. Él se dirige a sus discípulos como representantes de un remanente fiel de Israel en la expectativa de la gloria terrenal del reino.

En contraste, el discurso en el aposento alto introduce algo nuevo y por esto debe ser diferenciado de la enseñanza previa de Cristo en relación con Israel. Es una revelación divina que trata de la casa del Padre y la gloria celestial. Debemos distinguir también entre lo que Tito 2.13 llama (a) la esperanza bienaventurada, y (b) la manifestación gloriosa. La manifestación es profecía; la esperanza es revelación.

 

2

  Los tiempos de los gentiles

Tal vez no se presta la debida atención a lo que el Señor llamó en su discurso sobre los Olivos, Lucas 21.24, “los tiempos de los gentiles”. Estos “tiempos” han transcurrido por 2500 años ya, y sin duda están llegando a su fin.

Solamente uno de los profetas del Antiguo Testamento trata este tema específica y comprensivamente, y es Daniel. En su libro él presenta en visión, historia y profecía los tiempos de los gentiles, y ahora veremos este tema importante en cinco partes: el comienzo, la continuidad, el carácter, el control y la conclusión.

En cuanto al comienzo de estos tiempos, se estima que el año fue 606 a.C. cuando Nabucodonosor, rey de Babilonia, invadió la tierra de Israel y Judá, sitió a Jerusalén y llevó cautiva una buena parte de los habitantes, Daniel entre ellos. Fue en esta ocasión que Dios dejó de gobernar la tierra directamente, y este acontecimiento señaló una etapa crucial en la historia del planeta. Dio lugar a un cambio en la manera en que Él ejercía su señorío sobre los hombres y sus asuntos.

No había sido la intención original que los gentiles gobernasen la tierra. Dios colocó a su pueblo terrenal, la nación de Israel, como eje en el sistema de las naciones y gobernó desde el trono de David como “Dios de toda la tierra”, Josué 3.13. Pero, a causa de la infidelidad, desobediencia e idolatría de Israel, Él desconoció ese trono y gobernó como el Dios del cielo, ya no directamente desde un trono terrenal, sino providentemente desde un trono celestial.

Durante el período del alejamiento de Israel hubo varios que buscaron la supremacía terrenal, entre ellos Egipto y Asiria, pero fue a Nabucodonosor de Babilonia que Dios fortaleció para derrotar a Asiria, Egipto y luego Israel. De esta manera llegó a ser el primero de los emperadores gentiles, supremo en el gobierno terrenal. Este hecho marcó el comienzo del lapso que el Señor llamaría los tiempos de los gentiles. El fin del período vendrá con la venida del Rey guerrero en poder y majestad, acompañado de su ejército celestial.

Ha habido, entonces, continuidad en estos tiempos desde el imperio de Babilonia y el dominio absoluto de Nabucodonosor hasta ahora.

El sueño de Nabucodonosor —Daniel 2.31 al 36— de un hombre metálico representa el conjunto del imperialismo gentil en toda su pompa y poder. La imagen presenta proféticamente la historia política de unos 2500 años. El primero de los emperadores recibió su poder directamente de Dios; los posteriores recibieron el suyo providentemente. “Tú, oh rey, eres rey de reyes; porque el Dios del cielo te ha dado reino, poder, fuerza y majestad. Y dondequiera que habitan hijos de hombres, bestias del campo y aves del cielo, él los ha entregado en tu mano, y te ha dado el dominio sobre todo; tú eres aquella cabeza de oro”, Daniel 2.37,38. Es de notar que, doce meses antes de este sueño, Dios le había revelado a Jeremías que, “servirán estas naciones al rey de Babilonia setenta años”, Jeremías 25.11.

Como están presentados en el coloso del sueño, los tiempos de los gentiles consisten en cuatro poderes mundiales que montan la tarima en fila. La revelación divina habla de cuatro, ni más ni menos. Así, aparte de ellos ningún otro poder alcanza la supremacía mundial. No obstante su empeño, ningún otro ha podido o podrá ganar el dominio mundial; a lo largo de los siglos Dios les ha dicho a los Napoleón y los Hitler, “Hasta aquí no más”. Y fracasaron.

Se distingue los cuatro imperios mundiales en las varias partes de la imagen y por los metales que la componían:

Por interpretación divina, la cabeza de oro representa el imperio babilónico.

El pecho y brazos de plata presentan el imperio medo-persa.

El vientre y muslos de cobre, el impero greco-macedonio, conocido generalmente
como el greco.

Las piernas de hierro, y los pies de una mezcla de hierro y barro cocido,
al imperio romano.

Los dedos de aquellos pies representan a ese imperio en su forma futura como compuesta de diez reinados confederados bajo el mando del príncipe romano por aparecer; véase Apocalipsis 13 y 17. ¿Es ésta la forma que el reavivado imperio romano está comenzando a asumir en su embrionario Mercado Común Europeo?

Ahora bien, hay dos características que debemos observar en los metales e imperios simbolizados: el deterioro del valor del metal a medida que uno vea desde la cabeza hasta los pies; y la disminución en el peso de los metales: oro, plata, cobre y luego hierro y barro.

Esto sugiere deterioro en la forma de gobierno en los imperios sucesivos. La secuencia y gravedad específica de los metales, desde arriba hacia abajo, manifiestan hechos históricos y proféticos, a saber, una gradual desintegración interna y a la postre un colapso precipite y absoluto. La Roca cortada sin manos humanas golpearía al coloso, exageradamente pesado en la parte superior, en su parte más vulnerable: los pies de hierro y barro. Con esto, el coloso desaparecería para siempre.

Hemos visto que el carácter político de los imperios gentiles está representado en las diferentes partes de la imagen y sus valores relativos. Aprendemos su carácter moral en la visión correspondiente en Daniel capítulo 7 que Daniel recibió unos sesenta y dos años después de la de Nabucodonosor en el capítulo 2. Ahora la figura no es de metales, sino de monstruos, a saber, fieras que emergen de las aguas turbulentos del Gran Mar, el Mediterráneo. De esta manera se enfatiza que el estilo de los poderes gentiles sería rapaz y cruel.

Pasamos entonces al control al cual sería sujetos. No obstante lo dicho, tenemos que tener presente que Dios gobierna siempre sobre sus criaturas. Ya hemos comentado que en estos tiempos no lo hace directamente, desde un trono levantado sobre la tierra, como hacía con Israel, pero con todo vigila el proceder de la humanidad y ejerce su dominio sobre las naciones de una manera que llamamos providencial. Esta vigente la afirmación de Daniel 4.32: “El Altísimo tiene el dominio en el reino de los hombres, y lo da a quien él quiere”.

La conclusión de los tiempos de los gentiles será catastrófica. El impacto de la Roca partirá en pedazos los reinos gentiles; Cristo se manifestará en poder y gloria e inaugurará el reino de Dios.

Toda la estatua cae ante un solo golpe. Es decir, los cuatro imperios desaparecen simultáneamente, dándonos a entender que todos cuatro existirán en ese momento definitivo cuando Cristo asume su majestuoso carácter de Rey / Guerrero. Su venida pondrá fin a los tiempos de los gentiles.

Con esto, el quinto imperio llenará la tierra. Será el imperio de la Roca, el reino eterno del Salvador que murió en la Calavera y que se manifestará cual Monarca universal de la tierra. ¡Día maravilloso de liberación para un mundo sufrido y confundido! El reino será establecido sobre el principio de la justicia, y la paz cubrirá al mundo milenario. Todos aquellos que sobrevivan la gran tribulación saludarán al Rey de Reyes y Señor de Señores, y la tierra será llena de la gloria suya, así como las aguas cubren el mar.

 

3

  Los cuatro carros sin jinetes;
Zacarías 6.1 al 8

Al comienzo del capítulo 6 de Zacarías encontramos el registro de la octava y última de seis visiones recibidas por el profeta Zacarías, hijo de Berequías. La palabra de Jehová fue dada al profeta en el día 24 de mes decimoprimero, Sebat, en el segundo año del rey Darío, gobernador del imperio medo-persa, el cual ya había derrumbado al primero de los cuatro imperios gentiles, a saber, el mundo babilónico.

Vemos cuatro carros en el capítulo. Salen en secuencia de entre dos montañas de cobre, tirados de caballos de diversos colores. El primer carro viene acompañado de caballos alazanes [rojos]; el segundo de caballos negros; el tercero, blancos; el último, de caballos overos rucios rodados [moteados y bayos; veloces].

Lo singular es que ninguno tenía jinete pero tampoco estaba fuera de control. Un jinete invisible estaba dirigiendo su rumbo con mano firme sobre las riendas.

El hecho de que hayan salido de entre dos montañas de cobre sugiere que sus movimientos se realizaban dentro de un plan de acción predeterminado. El cobre [no se trata de bronce] en las Escrituras simboliza el justo juicio de Dios en el trato del pecado humano. El cobre forraba el altar en el atrio del tabernáculo de antaño, donde en figura Dios trataba la cuestión del pecado del pueblo.

Estos carros representan los cuatro poderes gentiles que ocuparían la tarima mundial, cada uno en su turno, durante el tiempo de los gentiles. Esta visión de Zacarías nos proporciona un vistazo detrás del telón de lo que está sucediendo en los gobiernos terrenales a lo largo del período del dominio gentil sobre el mundo.

Nos llama la atención la designación de Dios en este capítulo. Es “el Señor de toda la tierra”. Es un título milenario y se relaciona con el desenvolvimiento de los consejos de Dios en relación con la tierra. Él no la gobierna directamente, como hacía antes de la defección de Israel, su pueblo terrenal, pero de ninguna manera ha abandonado su trono ni renunciado su supremacía sobre el mundo entero. Los cuatro carros sin jinetes expresan esta actuación invisible de Dios y delinean el curso del poder gentil. Por supuesto, en la edad del reino por delante Cristo establecerá su trono de gloria sobre la tierra en Sion, la futura capital política del reino universal.

Con todo, y no obstante la confusión y conflicto aparente en el mundo en nuestros tiempos, es alentador para el pueblo de Dios reconocer que los movimientos de los hombres y naciones están todavía bajo el control de Dios y que fija límites conforme a sus propios designios. “Las montañas de cobre” restringen los poderes humanos y aseguran la realización de los consejos divinos.

Los diversos colores de los caballos resaltan la naturaleza distintiva del símbolo. El carro tirado por los caballos rojos representa al gran imperio babilónico; el de los caballos negros, el imperio medo-persa que existía en los tiempos de Zacarías; y los otros, los imperios grecos y romanos, respectivamente. Dos adjetivos describen los caballos del cuarto carro: overos y rucios. Se ha sugerido que presentan el imperio romano de antaño y su resurgimiento venidero.

Zacarías le preguntó al ángel que conversaba con él: “Señor mío, ¿qué es esto?” La respuesta del ángel fue: “Estos —los carros y caballos— son los cuatro vientos de los cielos, que salen después de presentarse delante del Señor de toda la tierra”.

Es claro por las palabras del ángel dirigidas a Daniel al lado del río Hidekel, Daniel 10.12 al 21, que los hombres no regenerados están bajo la influencia y motivación de seres no humanos, aunque pocas veces lo reconocen las personas o naciones manipuladas de esta manera. Efesios 6.12 se refiere a estos seres como los gobernadores de las tinieblas de este universo, a saber, las tinieblas que han penetrado a todo un mundo sin Dios. Pero pueden operar tan sólo hasta donde permita “el Señor de toda la tierra”, ya que Dios ocupa su trono universal.

Se nota que no se habla de operaciones de parte de los caballos alazanes, o rojos. Ellos corresponden al imperio babilónico, el cual ya había sido derrumbado por los medos y persas (el carro tirado de caballos negros, 6.6) cuando Zacarías recibió la visión. Dios había juzgado la arrogancia e idolatría de Babilonia por medio del segundo de los poderes mundiales. Ciro, emperador de los medo-persas, había actuado favorablemente con los cautivos judíos, permitiendo que algunos volvieran a Jerusalén para reconstruir el templo. Los registros históricos confirman que a menudo Dios trata providentemente con naciones agresivas, las cuales no pocas veces emplean sus fuerzas malvadas para lograr su propia destrucción.

Pero el imperio medo-persa no había aprendido por la caída del babilónico. Por lo tanto, en el debido tiempo los griegos —el carro tirado de caballos blancos— vencieron a su vez al segundo imperio en la secuencia. “… los blancos salieron tras ellos [los caballos negros]”, 6.6. Con el correr del tiempo los caballos overos rucios salieron hacia la tierra del sur; es decir, los romanos reemplazaron a los griegos / macedonios.

El versículo final de la visión, el 6.8, se remite de nuevo al carro con caballos negros: “Luego me llamó, y me habló diciendo: Mira, los que salieron hacia la tierra del norte hicieron reposar mi Espíritu en la tierra del norte”. La idea es de haber satisfecho su indignación hacia el país norteño. Es decir, el efecto de la liquidación del maligno y orgulloso Babilonia, realizado ya por los medo-persas, había satisfecho la ira del Señor de toda la tierra hacia el imperio idólatra de Nabucodonosor.

En resumen, los cuatro carros sin jinetes representan fases en el imperialismo gentil. Obedeciendo por “control remoto” la voluntad soberana de Dios, ellos efectúan su gobierno de la tierra durante el tiempo de los gentiles.

 

4

  El discurso de los Olivos;
Mateo 24 y 25

Sin lugar a dudas el pasaje más importante que trata de una manera comprensiva el tema de la gran tribulación es el discurso que el Señor dio sobre el Monte de los Olivos. Veámoslo a vuelo de pájaro. Un análisis de Mateo 24 y 25 podría distinguir de entrada tres secciones:

la venida del Señor en relación con los judíos, 24.1 al 44

la venida del Señor en relación con la iglesia profesante, 24.45 al 25.30

la venida del Señor en relación con los gentiles, o sea, las naciones, 25.31 al 46

Una debida comprensión de Mateo 24 ayuda en la interpretación de muchas otras porciones de las Escrituras, y uno debe llevar en mente que el carácter de Cristo expuesto en este Evangelio es el del Mesías de Israel. Todo el Evangelio de Mateo versa sobre la cuestión de si la nación de Israel le recibiría o no.

 

La lamentación suya sobre Jerusalén, 27.37 al 39, conlleva tres verdades:

Él se iba, habiendo sido rechazado por la nación a la cual vino

Durante su ausencia habría desolación en Israel y la destrucción del templo
en Jerusalén, debido a que ese pueblo le había rechazado como su Mesías

Habrá un regreso futuro de este Bienaventurado, cuando será recibido
con sinceridad por la nación que una vez le desconoció y crucificó

Y, al comienzo de Mateo 24 figuran tres preguntas que los discípulos le hicieron en privado a Jesús a la luz de esa lamentación. Abandonando el templo por vez última, Él responde. Su respuesta a la primera pregunta está en Lucas 21; las respuestas a los otras dos, en el Evangelio según Mateo.

Un análisis

El discurso de los Olivos consiste en:

las preguntas de los discípulos, 24.1 al 3

el desenvolvimiento del período que precede el fin de la edad:
su curso, condiciones y carácter, 24.4 al 14

instrucciones al remanente piadoso de Israel en cuanto a
su conducta en la gran tribulación, 24.15 al 28

una descripción del segundo advenimiento;
la señal del Hijo del Hombre en el cielo, 24.29 al 31

parábolas ilustrativas como un paréntesis, 24.32 al 25.30

la conclusión del discurso, 25.31 al 46

Hay dos grupos de tres parábolas en el paréntesis:

la higuera, los días de Noé y el ladrón en la noche.
Estas tienen que ver con la posición judaica.

los siervos, las vírgenes y los talentos. Estas tienen que ver con la cristiandad.

La conclusión del discurso trata del juicio discriminatorio que es el juicio de las naciones, los gentiles. Una séptima parábola lo ilustra.

El período sin precedente

El Señor habla específicamente de una época de persecución y sufrimiento sin paralelo que está todavía en el futuro. Tanto Jeremías como Daniel la habían mencionado.

¡Ah, cuán grande es aquel día! tanto, que no hay otro semejante a él; tiempo de angustia para Jacob; pero de ella será librado, Jeremías 30.7

Será tiempo de angustia, cual nunca fue desde que hubo gente hasta entonces;
pero en aquel tiempo será libertado tu pueblo, todos los que se hallen escritos
en el libro, Daniel 12.1.

En Mateo 24.21 el Señor dice: “Habrá entonces gran tribulación, cual no la ha habido desde el principio del mundo hasta ahora, ni la habrá”.

El alcance de la tribulación

La gran tribulación impactará en particular a los judíos habitando la tierra de Israel en aquel entonces, pero sufrirán también todos los moradores de la tierra. Citamos tres pasajes del Apocalipsis:

Te guardaré de la hora de la prueba que ha de venir sobre el mundo entero, para probar a los que moran sobre la tierra, 3.10 *

* La Iglesia de Dios será quitada de la tierra, y de la esfera del tiempo, antes del comienzo del período de tribulación. “La hora de la prueba” en este versículo es un lapso más extenso que la gran tribulación propiamente dicho, abrazando toda la semana 70 de Daniel, a saber, siete o más años.

¡Ay, ay, ay de los que moran en la tierra, a causa de los otros toques de trompeta
que están para sonar los tres ángeles! 8.13

¡Ay de los moradores de la tierra y del mar! porque el diablo ha descendido
a vosotros con gran ira, sabiendo que tiene poco tiempo, 12.12

La duración de la tribulación

La tribulación prevalecerá por los siete años que corresponden a la semana 70 de Daniel. Comenzará con la formalización del funesto tratado entre el príncipe romano, la cabeza del bloque de naciones occidentales, y el Anticristo, el rey apóstata de los judíos que gobernará en ese entonces en Jerusalén. La masa de la nación de los judíos apoyará el tratado, Daniel 9.27, y al cabo de 3 ½ años su tribulación aumentará debido a eventos dramáticos.

Después del encuentro entre las huestes angelicales en el cielo, Satanás y sus espíritus caídos, derrotados por Miguel y sus santos ángeles, sufrirán la ignominia de ser excluidos de su ambiente actual y restringidos a la tierra por la segunda mitad de la semana 70. Satanás y los suyos jamás tendrán acceso al cielo.

Estos 3 ½ años —la segunda mitad— son lo que mejor se traduce “la tribulación, la grande”, traducida en Mateo 24.21 y Apocalipsis 7.14 como sencillamente “la gran tribulación”. Este período de horror se describe como de 3 ½ años en Daniel 9.27, cuarenta y dos meses en Apocalipsis 11.2, 13.5, y 1260 días en Apocalipsis 11.3, 12.6. Y, en Daniel 7.25 es “tiempo, y tiempos, y medio tiempo”, o uno más uno más una división de tiempo. Esto se confirma en el 9.27, donde la profecía habla de “la mitad de la semana”. Se trata de una semana profética de siete años entendidos literalmente.

El decreto

Por decreto divino, acaso se extermine la población de la tierra, Dios ha puesto un límite estricto sobre este período. No excederá ni por un día los 1260 que figuran en Mateo 24.22. Para los judíos piadosos y los gentiles creyentes que serán preservados a lo largo de los cuarenta y dos meses de derramamiento de sangre, les será de gran consuelo saber que el lapso ha sido fijado de antemano.

El fin se realizará por el regreso personal del Hijo del Hombre para ejecutar juicio y liberar a los santos de su angustia.

La terminología

Es importante que tengamos claro el sentido de ciertas palabras en el contexto de la gran tribulación, de manera que entendamos acertadamente el propósito de la profecía.

En Mateo 24.15,18 el Señor menciona la señal de alerta que mandará al remanente de judíos piadosos a huir a las montañas. Es claro que estas instrucciones son para el pueblo residente en Judá en aquella ocasión. La Iglesia de Dios no está en todo el capítulo; el lenguaje es de los judíos.

En el 24.3, “tu venida” no se refiere al arrebatamiento cuando el Señor venga al aire, sino a su llegada para establecer su reino sobre la tierra. “El fin del siglo” es el fin de la edad o el lapso, a saber, la terminación de los tiempos de los gentiles.

Posiblemente el “principio de dolores”, 24.8, se refiera a la primera mitad de los siete años calendarios de la semana 70 de Daniel. En el 24.9, “os entregarán” se refiere a la suerte del remanente judaico.

Se trata de una salvación física, un rescate de las personas, al decir en el 24.13 que “el que persevere hasta el fin, será salvo”. O sea, le será preservada la vida natural aquel que continúe fiel hasta la terminación del período. “Este evangelio del reino”, 24.14, es el anuncio que el verdadero Rey viene para establecer su reino en justicia, y por lo tanto uno deberá prepararse para recibirle. No se trata del evangelio de la gracia de Dios; o sea, el mensaje que Cristo murió, fue sepultado y resucitó.

El 24.15 habla de “la abominación desoladora”, y abominación en las Escrituras quiere decir un ídolo que trae lo abominable. Ejemplo tenemos en 1 Reyes 11.5 al 8. La abominación en Mateo 24 es la imagen de la bestia, el dictador romano, de la cual leemos en Daniel 9.27 y Apocalipsis 13.14,15. “El lugar santo” es el templo en Jerusalén.

“… que vuestra huida no sea … en día de reposo”, 24.20. No hay mención del sábado, el día de reposo, en relación con la Iglesia de Dios, excepto en Colosenses 2.16,17 donde Pablo aboga por libertad en relación con ese día semanal. El día cristiano es el primero de la semana, el cual habla de la obra redentora hecha ya, el triunfo del Calvario y la institución de una nueva creación basada en resurrección. Así que, debemos distinguir entre el sábado y el primer día de la semana; los principios asociados con cada uno son diferentes. Está suspendido en este día de gracia el cumplimiento con las restricciones sabatinas, pero ellas aplicarán de nuevo cuando la Iglesia haya sido quitada y Dios renueva su trato con Israel.

Pasando al 24.21, ya sabemos que “gran tribulación” describe el segundo lapso de 3 ½ años cuando habrá sufrimiento en el mundo entero; Apocalipsis 7.14. Los escogidos en el 24.24 son los fugitivos en Judá, el remanente de entre las dos tribus de Israel en aquella tierra. En el 24.31 los escogidos son las diez tribus esparcidas y el residuo de las dos que no habían regresado todavía a la Tierra Santa.

En el 24.27 se habla del Hijo del Hombre, un título empleado siempre con referencia a la venida de Cristo en juicio. Ejemplo: “Le dio autoridad de hacer juicio, por cuanto es el Hijo del Hombre”, Juan 5.27.

“El cuerpo muerto”, 24.28, es una figura de la nación apóstata de Israel. Las águilas, o aves de rapiña, simbolizan las naciones de la tierra, adversarios de Israel, que son instrumentos en la mano de Dios para adversar a su pueblo idólatra.

“La higuera” en el 24.32 se refiere, por supuesto, a Israel como nación. La vid es una figura de Israel en lo espiritual; el olivo, de la nación en lo religioso.

“No pasará esta generación”, 24.32. La idea es “este género de gente”. La expresión es moral, no cronológica. Son en Mateo la gente que rechaza a Cristo. En contraste, “De esta generación los preservarás para siempre”, Salmo 12.7.

Es evidente, entonces, que estamos ante terminología judaica en todo el capítulo. Es lenguaje asociado con la tierra de Israel, su templo, capital, sábado y lugar santo. La cristiandad, en contraste con el judaísmo, tiene por columnas la muerte, sepultura y resurrección de Cristo. Los rasgos esenciales del cristianismo quedan desplegados en la obra de redención y el don del Espíritu Santo.

 

5

 La profecía de las setenta semanas;
Daniel 9.24 al 27

Daniel 9 es uno de los capítulos clave de la palabra profética. Entendido en conjunto con los demás, este capítulo explica el proceder de Dios a lo largo de siglos.

Las setenta semanas constituyen un lapso marcado en el calendario del tiempo para consideración especial. Es en este sentido que las palabras “están determinadas” en el 9.24. En tan sólo cuatro versículos encontramos una síntesis de toda la historia de los judíos, desde los días de Daniel hasta su liberación y bendición en un tiempo todavía futuro.

El trasfondo de la profecía

Daniel estaba incluido en los cautivos llevados a Babilonia cuando Nabucodonosor invadió a Judá en 606 a.C. En la ocasión de la visión de las setenta semanas, ya habían transcurrido 68 de los setenta años mencionados en la profecía de Jeremías 25 (“… servirán estas naciones al rey de Babilonia setenta años …”); véase también Jeremías 29.4 al 10 (“Cuando en Babilonia se cumplan los setenta años, yo os visitaré …”). Quedaban sólo dos años más del período de cautiverio en Babilonia.

Aparentemente Daniel había estado estudiando inten-samente esta profecía en Jeremías. Era viejo y gozaba de una madurez espiritual que le permitía a Dios revelarle su propósito. Daniel recibió la visión de las semanas con el fin de resolver el problema que ocupaba su mente; a saber, reconciliar los setenta años de Jeremías con las cuatro bestias en la visión que él mismo relata en Daniel 7. Ciro ya había vencido a Babilonia, cumpliendo lo dicho en Isaías 44.28: “Es mi pastor, y cumplirá todo lo que yo quiero, al decir a Jerusalén: Serás edificada; y al templo: Serás fundado”.

Los actores en la profecía

Esta profecía versaba sobre los judíos y Jerusalén. Observamos los pronombres: tu pueblo, tu santa ciudad.

Era un caso de tu pueblo, porque para ese entonces Dios ya había dejado de reconocerlo. Era Lo-ammi (“no pueblo mío”), Oseas 1.9, una sentencia impuesta por la defección e idolatría de ese pueblo terrenal de Dios, y una que no será levantada hasta el Día del Señor. Con todo, Él está observándolos en providencia, y cualquier abuso de los judíos —aun ahora— traerá consecuencias funestas de parte de Dios.

Este período  de setenta años incluirá cinco características importantes en relación con Israel:

terminar la prevaricación: Es decir, su curso malvado terminará.

poner fin al pecado: Habrá perdón para ellos por medio de la cruz del Calvario.

traer la justicia perdurable: Habrá justificación para Israel,
como se trata en Zacarías 3.

sellar la visión y la profecía: Todos los detalles de la profecía habrán sido cumplidos.

ungir al Santo de los santos: El santuario en Jerusalén será restaurado para Israel
al comienzo de la época del reino, como Ezequiel 40 explica en detalle.

El alcance de la profecía

Es preciso determinar el factor tiempo en la estructura de esta gran profecía. Es de, literalmente, “las setenta de siete”, una hebdómada, algo (en este caso un período) de siete partes. No dice en Daniel 9 qué lapso de tiempo corresponde a cada una de estas setenta veces siete. Han podido ser días, meses o años, y el contexto tiene que decirnos cuál. Hay un indicio en el 9.2 que se trata de años: “el número de los años que habló Jehová al profeta Jeremías”. El cumplimiento habido ya de algunas de las predicciones corrobora esta interpretación.

Tanto el mundo de la naturaleza como el del espíritu están construidos dentro de un marco del principio de los siete, indicando que tienen un origen común. Siete consta de tres más cuatro, tres siendo el número de la Deidad y cuatro el del mundo (p.ej. los cuatro vientos y los cuatro puntos cardinales). Además, la ley de los siete se encuentra desde el Génesis hasta el Apocalipsis.

Ahora, es probable que Números 14.34 enuncie la escala profética: “un año por cada día”. Una referencia similar se encuentra en Ezequiel 4.6, “día por año”. Es el caso, entonces, que las setenta semanas, o 490 días, abarcan un período de 490 años en la escala profética del tiempo.

Los tres lapsos

Sección 1  7 semanas  49 años
Sección 2 62 semanas 434 años
Sección 3  1 semana   7 años
Total 70 semanas 490 años

El comienzo

El punto de partida de las semanas sería la promulgación del decreto a restaurar y reconstruir Jerusalén. Ahora bien, cuatro decretos han merecido consideración:

el que Ciro emitió en 536 a.C., Esdras 1.1,2. Pero nada dice de restaurar y reconstruir Jerusalén. Se trata de la casa de Dios, el templo. En esta ocasión 50.000 exilados volvieron a Palestina según Esdras 2.64,65.

el que Darío emitió en a.C. 519, Esdras 6.1 al 12. Fue tan sólo una confirmación del anterior.

el que Artajerjes emitió en a.C. 458, siendo rey de Persa, Esdras 7.11 al 22. Tomó la forma de una carta que le concedió a Esdras, con permiso para volver con los cautivos.

el que Artajeres Longimanus emitió, Nehemías 2.5 al 9. Con fecha 14 de marzo de a.C. 445 él decretó la reconstrucción de la ciudad.

Parece que es el cuarto que nos interesa, dando a entender que las semanas se cuentan a partir de a.C. 445.

La secuencia

“Desde la salida de la orden … hasta el Mesías Príncipe, habrá siete semanas, y sesenta y dos semanas”, Daniel 9.25.

Algunos han sugerido que ha podido haber un lapso entre las siete y las sesenta y dos, pero el texto parece indicar que no hubo interrupción entre los dos períodos. Sin duda se ocuparon las siete “semanas” en la restauración y reconstrucción, 9.25, y Nehemías nos informa que los tiempos fueron turbulentos.

Esta primera sección terminó en a.C. 396, que era la época de Malaquías y el cierre de las escrituras proféticas del Antiguo Testamento.

La segunda sección —la de 434 años— terminó con la venida del Mesías Príncipe, probablemente con su presentación pública de sí mismo a la nación entera como Rey en la ocasión cuando entró en Jerusalén:

Tu rey vendrá a ti, justo y salvador, humilde, y cabalgando sobre un pollino hijo
de asna, Zacarías 9.9

Viendo … a los muchachos clamando en el templo y diciendo: ¡Hosanna al Hijo
de David! Mateo 21.15

Si éstos callaran, las piedras clamarían, Lucas 19.37 al 40

Este acontecimiento, más que el de su nacimiento, parece marcar el fin del segundo lapso de “semanas”. Algunos han calculado que los 173.880 días comenzaron el 14 de marzo de a.C. 445 y terminaron el 2 de abril de d.C. 30.

La semana aparte

Claramente hay una brecha entre el fin de la segunda sección y el comienzo de la tercera. Este paréntesis, el cual Daniel ignoraba, es la edad de la Iglesia, la dispensación de la gracia, y se extiende por un período que desconocemos.

Ciertos eventos significativos tendrían que ocurrir antes del comienzo de esta última y distinta semana:

El Mesías sería cortado y desamparado; no tendría reino. Esto iba a suceder al cabo
de las sesenta y dos semanas; 9.26

La ciudad (Jerusalén) y el santuario (templo) serían destruidos. La historia registra
que los romanos al mando de Tito hicieron precisamente esto en d.C. 70; 9.26

Un príncipe vendría, procedente del mismo pueblo (los romanos) que destruirían la ciudad y el santuario. Él será el gran dictador del reavivado imperio romano al final
de la época; 9.26

La tierra (Palestina) tendría que ser desolada hasta el final de las setenta semanas, cuando Cristo volverá a liberar al remanente fiel de los judíos en su venida a la tierra.

Se divide en dos partes la profecía tocante la última semana de las setenta, cada parte de 3 ½ años. Es la segunda de éstas que se conoce como la gran tribulación, el tiempo de angustia de Jacob. De aquella feroz persecución el Señor habló en su discurso sobre el monte de los Olivos. Se describe como de 3 ½ anos, de cuarenta y dos meses, y de 1260 días; Mateo 24, Marcos 13, Lucas 21 y Apocalipsis 13.

Bien se ha dicho que la profecía de las setenta semanas es la columna vertebral de la verdad profética.

6

 El paréntesis actual

Las semanas

¿Qué sucederá inmediatamente después del rapto de la Iglesia? Es una pregunta que los cristianos formulan a menudo hoy en día. La respuesta corta es que habrá sobre la tierra un período que incluirá en una secuencia rápida algunos de los acontecimientos más asoladores de toda la historia humana.

El traslado de la Iglesia al cielo abrirá camino para el comienzo de la última de las setenta “semanas” de la notable profecía de Daniel 9.24 al 27. Cada semana (en hebreo, cada siete) consiste en un período de siete años, de manera que las setenta abarcarán 490 años. Hasta ahora se han cumplido acertadamente 483 años de este lapso profetizado.

El caso es que el último día de la Semana 69 coincidió exactamente con el día de la entrada triunfal de Cristo en Jerusalén cuando Él, dando fin a su ministerio público, se presentó formalmente a la nación de Israel como su legítimo Rey y Mesías. Fue saludado en primera instancia con aclamaciones de regocijo de parte de la multitud de judíos que acudió a la ruta de su entrada en aquella ocasión singular. Pocos días después, fue objeto de las protestas ruidosas del pueblo, cuando incitados por sus líderes religiosos, ellos clamarían, “¡Fuera con éste! ¡Crucifícale!”

El hecho vil del rechazamiento y crucifixión del Rey trajo consigo una larga interrupción en la continuidad de las setenta semanas, Daniel 9.26. Han transcurrido casi veinte siglos y todavía no se ha visto el comienzo de la última semana.

El momento presente

Es claro que, una vez quitada la Iglesia, habrá una espera cuya duración desconocemos, antes del inicio de la “semana” final de siete años consecutivos. Tal vez este intervalo sea de meses, o quizás hasta un año. No sabemos, pero al observar cómo se desenvuelven los acontecimientos actualmente, nos parece que aquel tiempo será corto. Es posible que vivan en este momento los protagonistas de los sucesos, esperando como actores listos para salir a la tarima del teatro.

Parece que aun ahora, ante nuestros propios ojos, las naciones europeas están asumiendo la forma de un imperio romano reconstituido, el cual consistirá a la larga en una federación de diez estados bajo la dictadura de un todopoderoso puesto en autoridad por Satanás. Al momento de escribir este comentario —1980— el mercado común de Europa consta de diez naciones y hay el propósito de incorporar a dos más. Esta agrupación podría ser el embrión del imperio futuro, aunque no dudamos de que habrá modificaciones en su configuración territorial antes de que exista en cumplimiento pleno de la profecía bíblica.

La fase final del drama se caracterizará por el dominio gentil y su culminación en el Armagedón, donde esta supremacía será destruida por la gigantesca Piedra que rodará desde la montaña para chocar contra los pies vulnerables del coloso gentil. Lo desmenuzará de un todo, Daniel 2.44,45.

El pacto de perdición

Los últimos siete años del dominio gentil entrarán en vigencia con un acuerdo entre el jefe de los poderes occidentales (la bestia que sale del mar en Apocalipsis 13.1) y la masa de judíos apóstatas. Estos se encontrarán ya ubicados de nuevo en Palestina y bajo el yugo del rey ensoberbecido de Daniel 11.36 (el anticristo, la bestia que procede de la tierra en Apocalipsis 13.11).

Si bien es cierto que este pacto marcará el comienzo de la semana de Daniel 9.27, debemos entender que el proceso no comenzará hasta que imperen dos condiciones. (1) Debe existir un estado político independiente en la Palestina. (2) Debe haberse reconstituido el imperio romano al cual nos hemos referido. ¡Cuán cerca estamos hoy por hoy al ver las dos condiciones existentes!

Este tratado final (“vuestro pacto con la muerte”, Isaías 28.18) será ratificado por un príncipe romano por un lapso establecido de siete años. Parece que garantizará contra invasión extranjera la integridad territorial del Estado de Israel. Abarcará los mismos siete años de la Semana 70. Sin embargo, se dividirá el período en dos partes de 3 1/2 años cada una. Es la segunda de estas partes que verá la gran tribulación, la cual se llama en Jeremías 30.7 el tiempo de angustia para Jacob.

Muy agradecidos debemos ser, nosotros que somos salvos, al reconocer que la Iglesia habrá sido quitada de un todo de este mundo perdido, antes de la época cuando Dios entrará en juicio con la humanidad rebelde, tanto judía como gentil. Nos encontraremos en ese entonces en las esferas celestiales, en la casa del Padre. Esperamos de los cielos a su Hijo, a Jesús, quien nos libra de la ira venidera; 1 Tesalonicenses 1.10.

Condiciones cambiantes

Durante la primera mitad de la vigencia del tratado se respetará la soberanía de la nación judía. Pero, al cabo de este lapso sucederán dos eventos que cambiarán drásticamente el rumbo del lapso restante. Primero, un acontecimiento celestial repercutirá en la tierra. Satanás y sus seguidores chocarán de frente con el arcángel Miguel y sus guerreros angelicales. Derrotados Satanás y los suyos, ellos serán expulsados de su habitación actual (las partes inferiores de las esferas celestiales) y despachados a la tierra.

Este globo se convertirá en habitación provisional del gran dragón rojo y sus espíritus impíos, Apocalipsis 12.7 al 12. ¿Quién puede imaginarse lo terrible que implica para los moradores de la tierra el hecho de tener en su medio a ese enemigo, airado él por su reciente derrota vergonzosa, resuelto como nunca a destruir y dañar?

Segundo, se abolirá el sistema de los sacrificios judíos, Daniel 9.27, tal vez como consecuencia de la derrota de Satanás en los cielos. El edicto de tanto significado para los judíos será emitido por el príncipe romano en colaboración con su aliado en Palestina: el judío apóstata, el dictador religioso, el anticristo.

Producto de la iniciativa del anticristo, la imagen de la bestia política (el príncipe romano) será levantada cerca del templo en Jerusalén. Un hombre será objeto de adoración como un dios. La muerte será la suerte de quienes no adoren a la bestia ni llevan su marca mística, 666, Apocalipsis 13.15 al 18. Muchos serán los mártires por la fe entre los creyentes del remanente judío, Apocalipsis 20.4, durante esta angustia para Jacob. No es extraño, entonces, el nombre dado a este período en Apocalipsis 7.14, el cual en el griego es literalmente, “La tribulación, la grande”.

Esta terrible “semana” terminará con la venida de Cristo, el Rey de reyes, en su carácter guerrero para aplastar los ejércitos aliados de los poderes gentiles en el Armagedón. Será la última gran campaña militar en la historia humana antes del milenio.

Lo dicho es apenas un panorama amplio del desenvolvimiento de los sucesos y del marco cronológico que entrará en vigencia cuando recomienza el esquema profético. El proceso está en suspenso por el momento pero pronto comenzará el cumplimiento de la última semana de la profecía de Daniel.

 

7

  Poderes y personas

   Tres fuerzas

Dentro del alcance de las leyes naturales, cada efecto debe contar con una causa correspondiente. Así será también en el contexto social y moral de los últimos siete años de la supremacía de los gentiles, el lapso de cierre del triste día del hombre.

La tribulación sin precedente, la opresión y el horror de la segunda mitad de la “semana profética” que durará 1260 días literales, serán resultado de tres fuerzas que se desatarán para embestir al judaísmo apóstata en particular y la humanidad rebelde en general. Durante la gran tribulación estas fuerzas activas serán de origen divino, satánico y humano. Su ferocidad estallará en el vórtice de la Palestina.

¿Quién concibe cómo será un mundo convulsionado simultáneamente por la ira de Dios, la furia del diablo y la crueldad de un dictador que exige adoración y cuenta con energía satánica? Gracias sean dadas a Dios que la Iglesia todo miembro de ella ya habrá sido quitada de la esfera temporal y el escenario terrenal antes del holocausto que barrerá este pobre planeta.

Tres protagonistas

Antes de considerar algunos de los sucesos significantes de este período, el más sombrío en la historia humana, será necesario ver más de cerca los personajes dominantes cuyas obras destructivas ocuparán la tarima en esos años finales. Como dijimos en la entrega anterior, uno no sabe si ellos viven ya, su identidad desconocida aún, entre las naciones mediterráneas. Se destacan tres de ellos.

Habrá el príncipe romano, la cabeza del bloque de naciones occidentales que constituirán el imperio romano del futuro. Será el dictador más poderoso de aquellos tiempos, Apocalipsis 13.1 al 10. [Capítulo 8] Habrá el rey apóstata de los judíos, el usurpador del trono de David en Palestina, el anticristo y mandatario religioso de enorme influencia en el mundo entero. [Capítulo 9] Habrá el rey del norte, de quien leemos en Daniel 11. Es otro rey temible, un asirio feroz, gobernador del área al norte y noreste de Palestina. [Capítulo 10]

 

8

  El príncipe romano

  El cuerno pequeño

Los rayos de la lámpara de la profecía, 2 Pedro 1.19, destacan los rasgos de este gobernador mundial, un hombre de los gentiles, en sus diferentes disfraces y diversas manifestaciones en la Palabra de Dios. Para la primera mención tenemos que buscar en Daniel 7.8 donde se le presenta bajo el simbolismo del cuerno pequeño. Se resalta repentinamente de entre diez cuernos poseídos por la cuarta bestia, la de dientes de hierro y aspecto espantoso. El “cuerno pequeño” derrumba de un todo a tres de los cuernos (a saber, reyes) existentes.

De este pasaje aprendemos que el generalísimo venidero del mundo occidental no se caracterizará sólo por una brutalidad extrema, sino que será dotado de una sagacidad sobresaliente. Será arrogante en su blasfemia contra el Dios Todopoderoso. Por llamarse el cuerno pequeño, tal vez él no proceda de ningún linaje político establecido previamente, sino que se presente inesperadamente de entre la anarquía del día, al estilo de un Hitler o un Mussolini.

Al llegar al capítulo 9 de Daniel, le encontramos de nuevo y designado esta vez como “el príncipe que ha de venir”, 9.26. Rompiendo el pacto acordado previamente, a la mitad de los siete años desastrosos él exigirá el cese del culto religioso del pueblo de Palestina y su sistema de sacrificios ordenado en un tiempo por Dios.

Persona y sistema

Buscamos ahora en el Apocalipsis “el Daniel del Nuevo Testamento” y descubrimos varias referencias a este personaje sobresaliente. (Preguntamos de paso: ¿El conquistador del 6.2 es este mismo hombre en sus campañas militares?) Él aparece en el 13.1, subiendo de las aguas turbulentas del mar que son simbólicas del estado inquieto y revolucionario de las democracias occidentales al final del período en que vivimos. Este monstruo de siete cabezas y diez cuernos incorporará en sí mismo las características predominantes de los cuatro poderes gentiles de dominio mundial de los cuales leemos en Daniel 7.

El asunto es que este príncipe, la primera de las dos bestias del Apocalipsis 13, no sólo es el emperador en sí, sino que representa al imperio de Roma al final de su fase política. La imagen imponente y determinante de este gobernador será sobrepuesta en el imperio a tal extremo que toda la entidad política manifestará los rasgos impíos de este poderoso agente de Satanás. Él llegará a ser el déspota más despiadado jamás conocido en el mundo pecador.

(Estamos conscientes de que algunos estudiantes de temas proféticos opinan que es la segunda bestia del Apocalipsis 13 que representa la cabeza del imperio romano reconstituido, y no la primera como hemos venido comentando. Sin embargo, creemos que el monstruo del mar debe corresponder al príncipe de origen gentil. Decimos esto al comparar los rasgos profetizados para el príncipe romano con los del anticristo, el venidero rey de los judíos. Hablaremos más de esto al tocar el tema de la persona y el poder del anticristo).

El octavo

Finalmente, hay el pasaje difícil en Apocalipsis 17.9 al 14, donde encontramos al príncipe en la figura de la octava cabeza. Veamos de cerca qué dice el 17.10.

Son siete reyes Se tratan de siete gobernantes o formas de gobierno, y algunos hermanos en la fe sugieren que son las siete formas sucesivas de administración que se evolucionaron y se evolucionarán en el cuarto imperio mundial (el romano) desde su inicio hasta su caída definitiva. Cinco de éstas ya habían pasado a la historia cuando Juan vio la visión; a saber: los reyes, cónsules, dictadores, comités de magistrados y los tribunales militares.

uno es Durante la vida de Juan, estaba vigente otra forma gubernamental, cual fue el estilo imperial bajo los César. Leemos en la historia seglar de esta forma hasta 476.

otro aún no ha venido  Al séptimo rey o cabeza, posiblemente el conquistador del Apocalipsis 6.2,6, le queda poco tiempo en el poder. Después de su caída, surge de nuevo del mar en forma dramática el octavo rey, el del 13.1. Este resurgimiento de un rey antes aniquilado contempla el acontecimiento sorprendente desde un punto de vista humano. En el 17.8 dice, en cambio, que surge desde el abismo, enfatizando la naturaleza satánica de su regreso al poder para constituirse en el octavo y postrer rey en la historia del imperio.

Repaso

Para resumir lo dicho y poner en secuencia las varias referencias, encontramos:

  • Es probable que la séptima cabeza aparezca por vez primera en el Nuevo Testamento como el primer jinete, el conquistador, bajo el primer sello en Apocalipsis 6.2.
  • La súbita caída del poder de esta séptima cabeza puede ser sobreentendida en el simbolismo del juicio de la cuarta trompeta en Apocalipsis 8.12, si entendemos que los fenómenos astronómicos mencionados en ese versículo son de interpretarse figurativamente. La repetida “tercera parte” en este versículo da a entender el colapso total de todo gobierno organizado en el bloque occidental de naciones.
  • Hay luego un resurgimiento de esta séptima cabeza, realizado de una manera sobrenatural y por poder satánico. Él sube sorprendentemente del abismo para constituirse en la octava cabeza en el escenario político, Apocalipsis 17.8 al 11. Como tal, introduce el postrer régimen de tiranía diabólica que tendrá una vigencia de 42 meses; 13.5. Es llamativo cómo el ocho se emplea en la numerología bíblica en relación con la resurrección.
  • La octava cabeza del Apocalipsis 17.11 también figura en las Escrituras como el decimoprimero cuerno, “el cuerno pequeño”, de Daniel 7.8. Este cuerno surgió velozmente de entre diez, y éstos son simbólicos de los gobernantes de las naciones occidentales en los postreros tiempos.

6 6 6

Estas son las sombras filtradas que las Escrituras echan en cuanto a este dictador tan temible, el protagonista político procedente del mar y del abismo, cuya clave misteriosa es el número 666; Apocalipsis 13.18. En esto los primeros capítulos del libro del inicio de las cosas el Génesis llegan a su culminación en el libro de la consumación de las cosas el Apocalipsis. O sea, los tres dígitos parecen expresar la naturaleza caída de Adán en su expresión máxima.

El número seis es el número del ser humano en la Biblia, y el 666 expresa el extremo orgullo humano en este hombre que hemos estudiado, manifestado éste en la esfera política, la social y la religiosa. Sin embargo, es probable que el significado pleno de esta clave sea conocido solamente a los que vivan bajo aquel reinado despótico.

Hoy día estamos en un mundo que se madura rápidamente para el desenvolvimiento de estos sucesos pasmosos. Pero nosotros que somos salvos podemos tener presente que nuestra ciudadanía está en los cielos, de donde también esperamos al Salvador, el Señor Jesucristo. Él puede sujetar todas las cosas a sí mismo; Filipenses 3.20,21.

 

9

  El anticristo

    El que finge ser religioso

Enfoquemos nuestra atención ahora sobre el malvado colaborador en la esfera religiosa del príncipe, el apóstata rey de los judíos quien gobernará desde la Palestina. Los dos constituirán una alianza impía, operando mano-en-guante durante el período de la gran tribulación.

Desprendemos del relato acerca de éste, la segunda bestia del Apocalipsis 13 y la que procede de la tierra, que este rey judío se presentará un poco después del generalísimo romano. Será virrey de la primera bestia, ejercitando el poder como dictador en materia religiosa sobre una parte muy extensa de la tierra poblada.

Ellos dos, más su señor invisible que es Satanás, forman un trío perverso, una imitación cruda de la Santa Trinidad. Será obra del diablo, quien no origina las cosas sino las copia; él desea emular al Dios verdadero, el solo Dios en tres personas.

Las escrituras

Con miras a la claridad y brevedad, agruparemos bajo seis rubros las referencias bíblicas al anticristo y sus perversidades.

Su persona  Cual rey de los judíos, es indiscutiblemente un miembro auténtico, aunque apóstata, del pueblo de Israel, Daniel 11.36 al 39, Juan 5.43.

Sus nombres Se emplean unos ocho términos para ofrecer un cuadro compuesto de este hombre impío y la inmensidad de sus caminos de iniquidad.

Él es el rey ensoberbecido: “Hará su voluntad, y se ensoberbecerá, y se engrandecerá sobre todo dios”, Daniel 11.36. Es importante tomar nota de que Daniel 11 nos da una historia de los reyes norteños (Siria; los seleucios) y los sureños (Egipto; los tolomeos) hasta los tiempos de Antonio Epífanes, 164 años antes de Cristo. Esta secuencia histórica termina con el 11.31, y los versículos 32 al 35 tratan del período desde los macabeos hasta “el tiempo del fin”. Luego el 11.36 presenta el anticristo, y desde este punto hasta el final del capítulo 12 contamos con una expresión profética de lo que acaecerá entre el pueblo de Daniel, los judíos, en el tiempo del fin.

Él es el pastor inútil en Zacarías 11.17, el falso profeta en Apocalipsis 19.20, el hombre de pecado y el hijo de perdición en 2 Tesalonicenses 2.3, el inicuo en el 2.8 de la misma epístola, y el anticristo en 1 Juan 2.22 y Juan 5.43. Se le describe en Apocalipsis 13.11 como una bestia con dos cuernos semejantes a los de un cordero, pero que habla como dragón.

Su pretensión La blasfemia notoria del anticristo alcanza su máxima expresión cuando declara que es Dios, 2 Tesalonicenses 2.4. Pareciera imposible ir más allá de esto en blasfemia. La ambición de Adán era de ser como Dios y la del anticristo de hacerse pasar por Dios. Esto concuerda con la ambición de Satanás de la cual leemos en Isaías 14.14: “Seré semejante al Altísimo”.

Su presunción Este hombre de pecado reclama para sí la adoración y a la vez erige en la zona del templo en Jerusalén una estatua del príncipe romano, requiriendo que la adoren todos los judíos y otros dentro de su esfera de autoridad, Apocalipsis 13.12 al 15.

Su castigo Como en el caso del príncipe, su pena será única. Será despachado directamente al lago de fuego desde el campo de batalla en el valle de Armagedón. Este hombre no pasará por la muerte; Apocalipsis 19.20. Hay un contraste por demás llamativo. Dos hombres en el Antiguo Testamento, Enoc y Elías, fueron trasladados sin ver la muerte; y, dos hombres del Nuevo Testamento, los dos que son llamados bestias, serán lanzados vivos al infierno, sin abandonar el cuerpo. Estos dos entrarán en la segunda muerte sin conocer la primera.

Sus precursores Hay tres personajes en las Escrituras cuyas características sobresalientes les señalan como presagios del hombre de pecado.

Uno es Adonisedec en Josué 10, el rey de Jerusalén que estaba empeñado en defender la ciudad contra Dios. Esta será la actitud desafiante del último usurpador del trono de David. El segundo precursor es Adonías de 1 Reyes 1. Inflado por orgullo, proclamó: “Yo reinaré”. El anticristo se exaltará cual rey por voluntad propia, Daniel 11.36. Quizás el rey Herodes en Hechos 12 sea quien más se acerca al hombre de pecado, el futuro apóstata de Israel. Herodes, perseguidor de los piadosos, aceptó la adoración para sí y experimentó el juicio repentino de Dios; fue consumido de gusanos. He aquí una primicia del anticristo.

Actuación

Para completar este esbozo de la segunda bestia del Apocalipsis 13, tendremos que reseñar otros rasgos también.

Origen Él surge de la tierra (quizás Palestina) un dato que sugiere las condiciones relativamente estables que prevalecerán en las naciones civilizadas de ese entonces y hace contraste con la turbulencia del mar del cual vendrá la primera bestia. Posiblemente esta procedencia da a entender que el rey de los judíos se ubicará sobre el trono por consenso general, de una manera hasta demócrata.

Imitación Satanás, como ya hemos comentado, es el gran falsificador. En su papel de cordero-bestia en el Apocalipsis 13, su gran afán es de imitar al Hijo de Dios. El cordero de dos cuernos es una caricatura irreverente de la segunda persona de la Trinidad; es la obra maestra del diablo en copiar al Cordero de Dios. Pero el cordero falso cuenta con sólo dos cuernos, mientras que el santo Cordero de Dios tiene siete, 5.6, figura de la plenitud de poder que le corresponde tan sólo a Cristo. “Toda potestad me es dada”, afirmó, “en el cielo y en la tierra”.

Habla La bestia al estilo de cordero no puede ocultar la impiedad de su verdadera naturaleza. Habla como dragón. Engaña al pueblo en primera instancia por la apariencia que tiene, pero revela luego la ferocidad innata de su carácter. Inspirado por Satanás (el dragón rojo), el anticristo habla como si fuera dragón rapaz.

Poder En cuanto a posición, la segunda bestia del Apocalipsis 13 está subordinada a la primera, pero en la práctica ejerce todo el poder de la primera, con autoridad sobre un vasto territorio que se extiende más allá de los límites de la confederación de naciones occidentales.

La cristiandad apóstata, al igual que el judaísmo idólatra, se verá obligada por el anticristo a adorar tanto esta segunda bestia como la imagen del emperador romano. En la segunda guerra mundial vimos un ejemplo en miniatura en las personas de Hitler y Goebbels, este segundo el locuaz ministerio de propaganda en el régimen nazi que hundió al mundo en guerra.

Obra  El anticristo no será un hombre común sino “el hombre de pecado”, impulsado por Satanás, efectuando grandes prodigios. Por ejemplo, invocará fuego del cielo, como si fuera para igualar la hazaña de Elías y así engañar a los espectadores atónitos por sus obras. Su manifestación será “por obra de Satanás, con gran poder y señales y prodigios mentirosos”,
2 Tesalonicenses 2.9. Como contraste, leemos del Señor en Hechos 2.22 que era Varón aprobado por Dios entre vosotros con las maravillas, prodigios y señales que Dios hizo entre vosotros por medio de Él.

Bestias diferentes

Ahora, en vista de la confusión que surge a menudo en cuanto al papel desempeñado por cada bestia, vamos a listar las diferencias entre las dos que encontramos en el Apocalipsis 13:

La primera procede de la tierra y la segunda del mar; la primera es un dictador
político y la segunda religioso.

La primera ostenta diez cuernos y la segunda dos.

La primera es de origen gentil y la segunda es un judío apóstata.

La primera predomina en cuestiones civiles y militares;  la segunda se destaca
por su obra siniestra en la destrucción de almas.

La primera aparece antes de la segunda en secuencia de tiempo.

La primera encabeza el imperio occidental, quizás desde Roma, el otro es el rey
del estado judío con sede en Jerusalén.

Otra característica importante es que la segunda bestia obra milagros, pero no leemos esto en cuanto a la primera. Este detalle es prominente en la designación de la segunda como el anticristo, el hombre de pecado.

 

10

El rey altivo

    Un aliado clave

En cuanto al triunvirato humano, nos queda por hablar del rey del norte. Le encontramos tipificado por Antonio Epífanes en Daniel 11. Es un hombre que suele quedarse eclipsado en nuestras mentes por los dos que son llamados bestias, probablemente porque el Nuevo Testamento no habla de él sino de aquellos dictadores relacionados con el imperio romano, siendo éste el poder político que predominaba durante el primer advenimiento de Cristo y dio el visto bueno a su muerte por crucifixión. Cuando vuelva a la tierra en su segundo advenimiento, ese mismo imperio, reconstituido ya, controlará de nuevo una vasta extensión del mundo.

No es sorprendente, pues, que los autores inspirados del Nuevo Testamento se ocupen del dictador romano y el falso profeta de los judíos, aun cuando el rey del norte sea objeto de mucha profecía en el Antiguo Testamento. Con todo, no debemos perder de vista la impor-tancia, poder y prestigio de este tercer personaje, quien se lanza a la guerra con la Palestina como su objetivo principal.

Hemos dedicado espacio a cada uno de los tres por separado, porque consideramos necesario distinguir entre ellos si vamos a entender la última semana de años. Conforme hemos hecho con los otros actores en la tarima profética, veamos los rasgos sobresalientes de éste.

Cómo será

Ascendencia Se piensa que este hombre sea sucesor de los reyes de origen griego que gobernaron el vasto imperio una vez muerto Alejandro el Magno. Ese imperio griego se extendía desde la costa mediterránea de la Siria hasta la frontera de la India. En los postreros días el rey del norte ejercerá dominio sobre las naciones al norte y noreste de Palestina. Bien podría ser un turco, pero todavía no se sabe.

Un error común es el de confundirle con el gobernante ruso llamado Gog, de quien leemos en Ezequiel 38. Más adelante descubriremos que las huestes rusas descenderán sobre la Palestina en una fecha ligeramente posterior a la de la invasión de parte del rey del norte. Además, el anticristo estará en el poder cuando el rey altivo de rostro lance su ataque. Sugerimos, entonces, que Gog y este rey son dos personas distintas y gobiernan territorios distintos, aun cuando persiguen los mismos fines políticos y consultan entre sí.

Nombres  El rey del norte se conoce por diversos nombres o títulos. Es el asirio en Isaías 10, Miqueas 5, etc. Ya le hemos conocido como el rey altivo de rostro, Daniel 8.23 al 25. Es el cuerno pequeño de Daniel 8.9 pero no el del 7.8; hemos visto que el cuerno pequeño en el 7.8 es el romano. Es en Daniel 11.40 que se le llama el rey del norte. Estará a su mando la confederación del norte y noreste (excluyendo a Rusia y sus satélites), la cual servirá de gran contrapeso al imperio romano. Este último habrá garantizado a Israel su protección contra enemigos invasores.

Objetivo  El fin malvado del rey del norte será nada menos que la eliminación del pueblo terrenal de Dios, los judíos, y la conquista de la tierra de Palestina con toda la riqueza que contiene. Pero habrá también un propósito divino detrás de sus designios pervertidos. Sin saberlo, él será usado como instrumento de Dios para castigar al Israel idólatra, Isaías 10.7. Por esto se llama su ejército (o sea, el de Jehová) en Joel 2.11.

Ilustraciones Se emplean figuras tomadas de la naturaleza para enfatizar la ferocidad sin tregua de este rey y su campaña contra la Palestina.

Es el azote de la langosta según Joel 2.3,25. La tierra será devastada cuando el ejército actúe como hacen las nubes de langostas, devorando todo cuanto encuentren por centenares de kilómetros a la vez. Como el huerto delante de ellas, y como desierto asolado detrás de ellas, así será la Tierra Santa en el lenguaje que Joel emplea.

Es “aguas de ríos, impetuosas y muchas”, en Isaías 8.7,8 y “el turbión del azote” en 28.14 al 22. El Salmo 29 habla del trueno que pone a temblar y rompe todo a medida que atraviesa la tierra. “En aquel día el Señor raerá con navaja alquilada”, es la metáfora en Isaías 7.20. El asirio y sus huestes arrolladores de más allá del Éufrates serán empleados por Dios como una navaja para cortar el aumento y el poder de los judíos en su tierra. Dice Isaías 10.5, entonces, que “en su mano he puesto mi ira”.

Ataque Se encuentra en Daniel 11.40 al 44 un relato del ataque de este asirio en los postreros tiempos. Su acción militar es provocada por la invasión veloz y sorpresiva de Palestina de parte del rey del sur, a saber, Egipto. Parece que la acción al estilo de relámpago en el sur incita la respuesta del norte. El rey del norte barre la tierra en dirección norte-sur, toma posesión de Jerusalén, empuja el rey del sur hacia su lugar de origen e invade ese país, Egipto.

Aliados Entre sus colaboradores encontramos a Libia y Etiopía, Daniel 11.40 al 45, y habrá también los estados federados del oriente, Apocalipsis 9.13 al 21, 16.12 al 16. Aunque Rusia no entra en actividad militar por el momento, posiblemente ella cooperará con el embestido realizado por el rey del norte.

Secuela De regreso del sur, este rey cae de nuevo sobre la ciudad de Jerusalén, Isaías 29.7,8. Este será el último de varios asedios que la ciudad santa habrá experimentado a lo largo de los siglos. Resultará ineficaz este sitio. El ejército del norte huirá hacia el este; su rey impío será consignado al lago de fuego (Tofet), Zacarías 14.14, Isaías 30.27 al 33.

La invasión de Palestina de parte del rey del norte está predicha en las profecías de Isaías, Daniel, Joel, Miqueas y Zacarías, y en los Salmos.

 

11

 Las grandes alianzas

Príncipes consultarán unidos

La Biblia enseña que se juntarán muchas naciones de la tierra en el día de la venganza de Jehová. Ellas constituirán diferentes ligas y sus ejércitos se convergirán en torno de la Palestina. Esa pequeña tierra será el foco de la última confrontación militar antes del milenio.

El Salmo 2 ofrece una síntesis de esta concentración masiva de los gobernantes en torno de la tierra que poco después será el punto céntrico del reino milenario de Cristo, la ciudad de Jerusalén: “Se levantarán los reyes de la tierra, y príncipes consultarán unidos contra Jehová y contra su ungido, diciendo: Rompamos sus ligaduras, y echemos de nosotros sus cuerdas”.

La primera

A ésta se la llama a veces la confederación latina. Posiblemente incluya a Francia, España, Gran Bretaña con los demás territorios que estaban en el imperio romano en su momento de mayor extensión. Por cierto, hay dos criterios en cuanto a la extensión territorial del futuro imperio romano. Algunos opinan que abarcará exactamente la misma área que Roma tenía en los días de su mayor supremacía. Otros creen que las fronteras no serán necesariamente las mismas, y que el imperio incluirá los países que han sido colonizados por las razas que había en el imperio antiguo, como por ejemplo las Américas. No podemos insistir ni en una opinión ni otra.

La suerte fatal de esta alianza latina es el tema de Apocalipsis 19.17 al 21: “… fueron muertos con la espada que salía de la boca del que montaba el caballo, y todas las aves se saciaron de las carnes de ellos”.

La segunda

Esta alianza está formada por el grupo de naciones del Medio Oriente, los antiguos enemigos de Israel. Aun cuando éstas desaparecieron del primer plano en las noticias de los consejos mundiales, hoy por hoy están volviendo a ser tema de la atención que una vez recibían. Con la constitución de un estado israelí en la Palestina, estas naciones (que antiguamente eran tan prominentes en la historia de Israel) adquirirán una prominencia e influencia en la política mundial. Cuando la higuera (Israel) brota, y con ella todos los árboles (los países vecinos), “sabéis por vosotros mismos que el verano está ya cerca”, Lucas 21.29.

El autor escribió este capítulo en 1980, aproximadamente, pero parece que no reconoce al Estado de Israel que fue constituido súbitamente en 1968. Él hablará en un capítulo posterior del regreso de los judíos en incredulidad.

¿Quién puede dudar del resurgimiento de las naciones árabes y el poder musulmán en el sector tan explosivo que es el Medio Oriente? Una o dos décadas atrás, ¿quién hubiera creído que ellas se presentarían tan rápida y confiadamente en la tarima mundial? Sí, uno no puede negarlo: la higuera está brotando, y con ella los otros árboles también. El espectáculo está progresando hacia el acto final.

Estas naciones reemergentes se conocían en tiempos antiguos como los filisteos, Isaías 14.29 al 32; Moab, Isaías 15 y 16, Daniel 11.41; Damasco, Isaías 17.1,2; Edom y Amón, Daniel 11.41. Aun cuando en su venida Cristo tratará personalmente con muchas de las naciones guerreras que se encontrarán en campaña conjunta en Palestina, las naciones de Edom, Moab y Amón encontrarán su suerte particular en las manos de Israel, una vez restaurado éste. Aprendemos por Daniel 11.41 que Dios empleará este pueblo como un instrumento para castigar a aquéllos.

La tercera

La alianza del norte, de la cual hemos hablado ya, estará al mando del rey del norte, descendiente distante del rey de Siria, Daniel 11.40. Es el asirio de las profecías de Isaías y Miqueas. “Su poder se fortalecerá, mas no con fuerza propia”, 8.23,24.

O sea, lo probable es que cuente en sus campañas con el apoyo político, si no logístico, de Rusia. Así, dos bloques opuestos entre sí van a entrar en acción de una vez: la alianza occidental (el imperio romano, favorable a los judíos) y la norteña (del todo opuesta a los judíos y empeñada en la conquista de su tierra).

La cuarta

La alianza del oriente formará otra agrupación. La barrera natural y tradicional entre Este y Oeste será quitada (sea ésta física o figurativa) al secarse la gran línea divisora que es el río Eufrates; Apocalipsis 16.12.

El veneno de la confederación oriental será dirigida mayormente hacia Europa, pero el escenario de las batallas será aquella tierra reñida de tantas guerras: la Palestina. Es allí donde convergirán a una misma vez los ejércitos de todas las confederaciones que estamos reseñando. Es cierto que las Escrituras presentan como bloques distintos las alianzas del Norte y del Este, pero es evidente que colaborarán entre sí, cada una para su bien propio, impulsados por su odio común hacia el Occidente y hacia los judíos también.

La quinta

Nos queda por tratar otra alianza: Rusia y los países con ella. Se la presenta en Ezequiel 38 y 39 bajo el nombre de Gog. La invasión de Palestina de parte de ésta no coincidirá con la de las alianzas descritas arriba. Una lectura cuidadosa de los dos capítulos conduce a la conclusión que Rusia entrará velozmente en la Palestina una vez derrotados allí los otros cuatro bloques. Gog y sus satélites procederán del norte también, pero no alcanzarán la ciudad capital. Más bien, serán destruidos casi de un todo en las montañas de Palestina; Ezequiel 39.2 et seq.

El diablo

No debemos dejar de notar aquí el aspecto siniestro de la situación, por cuanto los grandes batallones de poderío militar de las naciones gentiles, formados en masa en el Meguido, estarán bajo la influencia del diablo cual dragón. Comentamos al comienzo de este tratado que para la época que estamos estudiando, él se encontrará obligado a morar en la tierra, habiendo sido desalojado de las partes inferiores de las regiones celestiales.

Su furia despiadada será desviada de la una hacia la otra, y será dirigida hacia Dios y su Hijo, el rechazado de los hombres. La gran controversia será la de quién gobernará. Estas alianzas perseguirán nada menos que quitar a Dios de su trono; con esto por delante ellos se concentrarán en el nudo que es la Palestina.

Es esto que el rey David tiene en mente en el Salmo 2, y no nos sorprende la reacción divina a la necedad de las naciones. “El que mora en los cielos se reirá”, tan inútil será el intento de los hombres a echar de sí la autoridad suya. Dios estará sobre su trono cual soberano del universo, sereno y desligado del tumulto de reyes terrenales cuyo atrevimiento resultará en su propia ruina.

Aun ahora los hombres se enfilan en este rumbo. Es uno que resultará a la larga en la desintegración de las naciones que se asociarán en la destrucción de los rebeldes hijos de hombres. Dios abrirá paso para el rey de su elección, a saber, el Hijo suyo quien en la mente divina ya está sentado en su santo monte. ¡Qué de regocijo habrá en el día en que Él sea visto como Rey de reyes!

 

12

El Armagedón

   Los preparativos

Técnicamente el término Armagedón indica el área en que se reunirán las tropas de las grandes alianzas para entrar en la batalla final de la historia humana inmediatamente antes del milenio. Es una palabra hebrea que quiere decir montañas del Meguido, y representa aquella región en Palestina al norte de Jerusalén. La batalla propiamente dicha se realizará en el valle de Josafat, una vez que los ejércitos hayan comenzado su movimiento hacia Jerusalén al sur. Es allí donde van a encontrar su destrucción a mano del Rey Guerrero a la cabeza de su ejército celestial. Aun cuando son distintos el sitio de los preparativos y el del encuentro definitivo, se ha llegado a referirse corrientemente a todo esto como la batalla del Armagedón.

La única mención específica a Armagedón bajo este nombre se encuentra en Apocalipsis 16.16 en el contexto de la sexta copa de ira. Se describe allí que la gran ciudad será dividida en tres y las ciudades de las naciones caerán ante los “relámpagos y voces y truenos, y un gran temblor”. Para el conflicto en sí y su fin tenemos que buscar el 19.11 al 21, que es el relato del jinete del caballo blanco y “la gran cena de Dios”.

La razón

¿Por qué esta batalla? La cuestión por resolver es del todo importante: ¿Quién tendrá el derecho de gobernar al mundo? La respuesta definitiva a esta pregunta que ha perdurado por los siglos será decidida en una prueba de fuerza, cuando los reyes energizados por Satanás se confrontan al Monarca ungido de Dios nadie menos que su propio Hijo en la vecindad de Jerusalén. El hombre desafiará a Dios con el propósito declarado de echar de sí toda restricción divina y hacer las cosas como quiera. Estará en juego el poderío mundial, la derrota del Todopoderoso, en este momento crucial.

El Salmo 2 hace ver la arrogancia de los reyes de la tierra y de sus súbditos: “Rompamos sus ligaduras, y echemos de nosotros sus cuerdas”. Pero: “Mi hijo eres tú … Te daré por herencia las naciones, y como posesión tuya los confines de la tierra. Los quebrantarás con vara de hierro, como vasija de alfarero los desmenuzarás”.

“Entraré en juicio”

Bajo la sexta copa de ira se quitará la barrera natural que separa Este y Oeste, el gran río Éufrates, facilitando así el movimiento de las tropas que vendrán del este (“los reyes del oriente”, Apocalipsis 16.12) hacia el punto de reunión ya mencionado.

Sin embargo, no debemos perder de vista una cuestión fundamental. Es Dios quien está detrás de esta enorme movilización de los ejércitos. “Y [el Dios Todopoderoso] los reunió en el lugar que en hebreo se llama Armagedón”, Apocalipsis 16.14,16. “Reuniré a todas las naciones, y las haré descender al valle de Josafat, y allí entraré en juicio con ellas a causa de mi pueblo, y de Israel mi heredad”.

Satanás se sobreextenderá una vez más, y sin saberlo promoverá el propósito de Dios al coordinar esta concentración de las diversas alianzas. “Si de mí os vengáis”, prosigue Jehová por pluma de Joel, “bien pronto haré yo recaer la paga sobre vuestra cabeza”.

Una ilustración

Como en el caso de tantos otros eventos en la historia de la humanidad, el Armagedón está prefigurado en un relato del Antiguo Testamento. ¿No lo podemos ver en miniatura en la derrota de Sísara y sus fuerzas a mano de los israelitas bajo el comando de Débora y Barac en la montaña de Meguido? El relato está en Jueces 4. “Todo el ejército de Sísara cayó a filo de espada, hasta no quedar ni uno”. En el 5.19,20 leemos: “Vinieron reyes y pelearon … junto a las aguas de Meguido … Desde los cielos pelearon las estrellas …”

El valle de Josafat que menciona Joel, donde Dios juzgará a las naciones en esta batalla final, está en la región de Meguido. Y, Josafat quiere decir Jehová juzga. Fue en ese valle que ese rey ganó la victoria sobre Moab y Amón descrita en 2 Crónicas 20: “Luego que vino Judá a la torre del desierto, miraron hacia la multitud, y he aquí yacían ellos en tierra muertos, pues ninguno había escapado”.

Pero quizás debemos aclarar esta mención de una “batalla final”. No estamos olvidándonos de la última y gran sublevación que habrá al cierre de los mil años, cuando el diablo habrá sido suelto momentáneamente de su encarcelamiento en el abismo. Pero no habrá batalla; fuego caerá directamente del cielo para destruir los rebeldes; Apocalipsis 20.7 al 9. Dice sencillamente: “De Dios descendió fuego del cielo, y los consumió”.

La batalla

La estrategia de los ejércitos será la de impedir que Jerusalén sobreviva. Su propósito en el fondo será el de disputar el gobierno de Cristo, mientras que el propósito de Dios será la destrucción de estos contumaces. Indudablemente la batalla se librará en un área más extensa que la montaña de Meguido y el valle de Josafat. Tengamos presente que “todas las aves que vuelan en medio del cielo” dirán: “Venid, y congregaos a la gran cena de Dios”, Apocalipsis 19.17 al 21.

Hemos identificado anteriormente cuatro grupos de ejércitos que participarán:

Las tropas del príncipe romano, o sea, de la confederación latina: “Vi a la bestia,
a los reyes de la tierra y sus ejércitos, reunidos para guerrear”, Apocalipsis 19.20.

Los contingentes del norte bajo el asirio: “el rey del norte se levantará contra él
como una tempestad”, Daniel 11.40.

La hueste del oriente: “el agua de éste se secó, para que estuviese preparado el camino
a los reyes del oriente”, Apocalipsis 16.12.

Y, figurativamente por lo menos, “todas las naciones de la tierra” hostiles a los judíos: “En aquel día yo pondré a Jerusalén por piedra pesada a todos los pueblos; todos los que se la cargaren serán despedazados, bien que todas las naciones de la tierra se juntarán contra ella”. “Yo reuniré a todas las naciones para combatir contra Jerusalén”. Zacarías 12.2, 14.2

El otro ejército será el de los santos, el pueblo de Dios que Cristo traerá consigo: “He aquí, un caballo blanco, y el que lo montaba se llamaba Fiel y Verdadero … y los ejércitos celestiales, vestidos de lino finísimo, blanco y limpio, le seguían.”, Apocalipsis 19.11 al 14.

Las consecuencias

Los ejércitos de las diversas alianzas sufrirán una derrota absoluta. Las dos bestias, esos arzoenemigos de Dios, serán despachados vivos desde el mismo campo de batalla al lago de fuego, Apocalipsis 19.20. Para ellos no habrá resurrección ni necesidad de comparecer ante el gran trono blanco; en vista de la inmensidad de su iniquidad y el carácter de sus hechos, ellos serán los primeros moradores de aquel horrible lugar que fue preparado en un principio para el diablo y sus ángeles.

Esta será también la suerte del asirio feroz, según lo contado en Isaías 30.27 al 33: “… en batalla tumultuosa peleará contra ellos. Porque Tofet ya de tiempo está dispuesto y preparado para el rey, profundo y ancho, cuya pira es de fuego …” Parece que su ejército huirá hacia el este por disposición de Dios, para morir en las circunstancias que describe Joel: “Haré alejar de vosotros al del norte, y lo echaré en tierra seca y desierta … y exhalará su hedor, y subirá su pudrición, porque hizo grandes cosas”.

¡El camino quedará despejado para que el Cristo triunfante, cuyo es el derecho, el dominio y el poder, establezca su reino de paz y justicia!

 

13

El juicio terrenal

   Tres clases de juicio

¿Vive Dios? Es una pregunta que oímos de tiempo en tiempo en boca de observadores cínicos o perplejos por los sucesos en el mundo. Si hay un Dios vivo, argumentan ellos, ¿por qué no interviene en juicio para corregir los abusos y castigar a los hombres que maltratan a sus semejantes? La respuesta bíblica es que estamos en el día de la gracia, cuando Dios retiene pacientemente su furor divino y juicio espantoso. Si actuara como aquellas personas dicen que debe, ¿quién entre nosotros escaparía?

Pero la época del evangelio, el día de la gracia, llegará pronto a su fin, y cambiará de un todo la actitud de Dios hacia los humanos y las cuestiones de esta tierra. Podemos estar seguros de que sí habrá juicios. Por cuanto ellos forman una parte significativa de la revelación divina, debemos estar claros en cuanto a su naturaleza y alcance, aun si sólo para que este conocimiento nos estimule a mayores esfuerzos en persuadir a los hombres encontrarse ahora con el Hijo como Salvador mientras dure el tiempo de la maravillosa gracia de Dios.

En el mundo religioso hay la idea errada de que habrá una resurrección global y después un juicio general, todo esto en el límite extremo del tiempo. El estudio de la Palabra de Dios pone en claro que la idea no tiene fundamento. Hablando en términos amplios, la Biblia distingue entre tres juicios:

El juicio de creyentes ante el tribunal de Cristo.

El juicio de personas vivas, el primer grupo entre aquellos de quienes Pedro habló
en Hechos 10.42 al decir que Cristo ha sido puesto por Juez de “vivos y muertos”.

El juicio de los muertos, después de la segunda resurrección y la disolución de los cielos y la tierra que ahora hay; Apocalipsis 20.11 al 15.

Así todo ser humano que haya vivido alguna vez en este mundo, desde el principio hasta el final del tiempo, tendrá que comparecer ante Aquel en cuyas manos se ha puesto todo juicio. El ser humano fue creado como ente moral, responsable ante su Creador-Dios, y tiene que rendir cuenta a Cristo como Hijo del Hombre: “El Padre … le dio autoridad de hacer juicio, por cuanto es el Hijo del Hombre”, Juan 5.27. Seamos claros, sin embargo, en que estos juicios no van a suceder todos de una misma vez, ni se va a juzgar una misma materia en cada uno de ellos.

Dos clases y dos escenarios

Las Escrituras hacen mención de dos clases amplias: “… tribulación y angustia sobre todo ser humano que hace lo malo … pero gloria y honra y paz a todo el que hace lo bueno”. Los que hacen lo bueno, entendemos que son los creyentes, quienes de hecho han contado con la dirección del Espíritu Santo. Los que hacen lo malo a saber, los impíos no tendrán obras que presentar ante Dios. “No hay quien haga lo bueno, no hay ni siquiera uno”, Romanos 3.12.

Una categoría de juicios son los procesales. Serán realizados desde el trono de juicio en el cielo y desde el trono real en la tierra.

Los sellos, trompetas y copas son juicios sobre personas vivas, Apocalipsis 6 al 10 y capítulo 16, los cuales se realizarán durante la última semana de la profecía de Daniel. La separación de las cabras y las ovejas, de la cual vamos a hablar en un momento, es otro juicio procesal y selectivo.

La otra categoría es la de los juicios que Cristo ejecutará en la tierra en su carácter de Guerrero. Los hará por medio de intervención directa en los asuntos humanos en la ocasión del Armagedón al enfrentar a los ejércitos de las diferentes alianzas humanas; Apocalipsis 19.11 al 21.

Esta manifestación de Cristo en la segunda etapa de su segunda venida señalará el comienzo del “día de la venganza del Dios nuestro” al cual se refiere Isaías 61.2. Como todos hemos observado, es llamativo que Él haya omitido referencia a este día al leer el pasaje en la sinagoga de Nazaret, según leemos en Lucas 4.16 al 20. Estamos por el momento en “el año de la buena voluntad de Jehová”.

Contraste entre dos

Al ver ahora el juicio de las naciones desde el trono de gloria al final de la última semana, Mateo 24.31 al 46, veamos su contraste con otro juicio, el del gran trono blanco, Apocalipsis 20.11 al 15. El trono de gloria será levantado al comienzo del milenio y el gran trono blanco al final del mismo. El primero se levantará sobre la tierra y el segundo será suspendido en el espacio.

Serán gente viva las personas que comparecerán ante el trono terrenal y gente resucitada de los muertos que van a estar ante el gran trono blanco. El criterio según el cual se juzgarán los procesados ante el trono terrenal será el de su trato con los hermanos judíos de Cristo. El factor determinante ante el trono en el espacio será si el nombre de cada cual está o no está en el libro de la vida.

“Las ovejas” ante el primer trono recibirán una bienvenida a la bendición eterna, y “los cabritos” escucharán la sentencia fatal del castigo eterno. Ante el segundo trono, todos los que estén allí serán consignados al lago de fuego para siempre, por cuanto sus nombres no habrán sido encontrados en el registro.

Rey de las naciones

El Guerrero se presenta en el Apocalipsis 19 como saliendo del cielo montado sobre un caballo blanco y con una espada de juicio en la boca. Le sigue su gran séquito de santos, también montados ellos sobre caballos blancos. Sorprendentemente, ¡nosotros hemos sido destinados a formar parte de aquella procesión! “Como el relámpago que sale del oriente y se muestra hasta el occidente, así será también la venida del Hijo del Hombre”, Mateo 24.27.

Una vez destruidos los ejércitos en el Armagedón, la población civil de los gentiles será sujetada a una revisión judicial. Se la efectuará en Palestina, cuando el Hijo del Hombre juzgará a los que viven, como paso previo a la constitución de su reino milenario.

Mateo 25.31 establece puntos de referencia: “Cuando el Hijo del Hombre venga, … entonces se sentará en su trono de gloria”. Por ahora, el Hombre ascendido y exaltado está sentado sobre el trono de su Padre, pero en ese entonces ocupará su propio trono sobre la tierra. Es evidente que se trata de una escena futura en Mateo 25, ya que por ahora no hay naciones en el cielo ni ha ocupado Cristo su trono propio.

En este capítulo se le ve como el Rey de las naciones (y mejor hubiera sido traducir así Apocalipsis 15.3 en el cántico de Moisés: “Justos y verdaderos son tus caminos, Rey de las naciones”), y es antes de ese Potentado augusto que se presentarán las naciones. Se trata de personas vivas; todavía no será tiempo de juzgar a los muertos.

Tres grupos

El juicio será discriminatorio, por cuanto se separarán “las ovejas” de “los cabritos”. ¿Quiénes son las ovejas? Son las personas justas entre las naciones gentiles, quienes se encontrarán en la tierra después del holocausto del Armagedón. Los cabritos son las personas impías que estarán vivas en ese mismo entonces.

La tercera compañía señalada en el pasaje, en los versículos 40 y 45, son las personas que el Rey llama “estos mis hermanos”. Son judíos, el remanente fiel de Israel, quienes habrán predicado el evangelio del reino a toda nación sobre la faz de la tierra. Y, como hemos indicado ya, es la actitud personal de los gentiles hacia estos predicadores judíos que será la prueba aplicada en este proceso judicial, ya que el Señor se asocia de una manera muy íntima con este remanente fiel. Son ellos los que le habrán honrado cual mensajeros del evangelio durante el tiempo de la angustia de Jacob.

La benevolencia hacia éstos en circunstancias como aquéllas indicaría una obra del Espíritu Santo en los corazones y una respuesta a las condiciones del evangelio del reino. Por otro lado, el rechazamiento de éstos habrá sellado el destino eterno de los incrédulos: “Apartaos de mí, malditos, al fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles”, 25.41.

 

14

¿Qué de Israel?

  Escogido pero desplazado

De que Israel como nación sea restaurada con el tiempo al lugar que le corresponde, que es la supremacía terrenal, lo afirman claramente las Escrituras. La pregunta de Romanos 11.1 “¿Ha desechado Dios a su pueblo?” encuentra su respuesta inequívoca en el versículo siguiente: “No ha desechado Dios a su pueblo, al cual desde antes conoció”.

Los capítulos 9 al 11 de la Epístola a los Romanos forman una sección dispensacionaria del escrito y versan sobre la historia presente y futura del pueblo terrenal de Dios. Leemos allí de cómo Él les trata según su soberana voluntad. Es un contraste con la sección doctrinal los capítulos 1 al 8 donde se destaca la imparcialidad de Dios en el evangelio de la gracia. Aun así, se aclara que dio promesas especiales a Israel, habiendo escogido a ese pueblo sin otra razón que la de su propia elección.

¿Y quién en la creación entera tiene el derecho de cuestionar la actuación del Creador-Dios, quien hace todo según su divino querer? Así, Él escogió a Isaac pero no a Ismael; Jacob sí, Esaú no. Le plugo hacerlo, y el pasado de la nación no puede ser explicado aparte de la soberanía divina.

El mismo principio impera en las relaciones que Dios tiene con Israel en el tiempo presente. A causa de su pecaminosidad y rechazamiento del Mesías, el Príncipe de Paz, Dios ha puesto a un lado por ahora a Israel como nación y está actuando con los gentiles sobre una base enteramente distinta, a saber, en gracia.

Aun así, Él cuenta con un remanente entre los judíos durante esta dispensación presente. Se incorporan en la Iglesia aquellas personas de la raza judía que acuden al Salvador para recibir su favor inmerecido de la misma manera que los pecadores gentiles; al poner fe en el Crucificado ellos también llegan a ser cristianos, perdiendo su identidad nacional, recibiendo una salvación personal y disfrutando de bendición espiritual.

Arrepentido y restaurado

Sin embargo, Israel como nación cuenta con un gran porvenir en los propósitos de Dios. Será restaurado a su puesto señalado de favor y gloria. Será la primera entre las naciones, al eje de la administración terrenal en la época milenaria. Los largos siglos del dominio gentil llegarán repentinamente a su fin en el Armagedón. Un Israel arrepentido, sus pecados perdonados, proporcionará bendición y prosperidad a las naciones gentiles en el reino de los mil años.

Es verdad que Israel se encuentra actualmente desgajado de la mata de olivo como consecuencia de su alejamiento de Dios, pero viene día cuando será injertado de nuevo. “Todo Israel [y entendemos por estas palabras todos los que son legítimamente de Israel] será salvo”, Romanos 11.25,26. Dios honrará sus promesas incondicionales que fueron dadas a Abraham, las cuales fueron confirmadas a Isaac; Génesis 12.3, 13.15, 15.17. Estas fueron dadas antes de la ley de Moisés, y esa ley no las puede anular.

Bien: las Escrituras constan que el propósito de Dios ha hecho provisión plena para la restauración de un Israel defectuoso pero no hay la posibilidad de recuperación para la cristiandad apóstata.

“Os es necesario nacer de nuevo”

Ahora, el enviciamiento nacional de toda la casa de Israel se ilustra gráficamente en el valle de los huesos secos en Ezequiel 37. Es así que Dios percibe a la nación actualmente. La muerte se emplea en ese cuadro en sentido figurativo para describir el estado del pueblo escogido en su carácter nacional. La idea en ese pasaje no es de una resurrección física.

Conviene que nos acordemos de cuatro sentidos en que se emplea la figura de la muerte en la Biblia:

Describe la condición espiritual del inconverso, Efesios 2.1.

Describe la separación entre el alma y el cuerpo.

Describe, bajo el nombre específico de la muerte segunda, la suerte definitiva
de los impíos, Apocalipsis 20.14.

Describe figurativamente la disolución nacional de Israel, como en Ezequiel 37.1 al 14 e Isaías 26.13 al 19: “Muertos son, no vivirán … Tres muertos vivirán, sus cadáveres resucitarán”.

Dividido y disciplinado

Dios efectuó en dos etapas el desplazamiento de Israel y la desintegración de la nación, con un lapso de 130 años entre ellas. En el año 721 a.C. los reyes de Asiria llevaron al cautiverio las diez tribus, el reino del norte, sacándolas de Canaán como consecuencia de su idolatría. En 587 Nabucodonosor llevó a Babilonia las tribus restantes, Judá y Benjamín. Las diez nunca regresaron a la tierra prometida. La gran mayoría de ese pueblo sigue dispersa entre las naciones, y así quedará hasta que se manifieste el Mesías en poder y gloria.

Sólo Dios sabe dónde están, y Pablo habló ante Agripa de la “promesa cuyo cumplimiento esperan que han de alcanzar nuestras doce tribus”, Hechos 26.7, mientras que Santiago escribe a las doce tribus que están en la dispersión. La profetisa Ana es identificada en Lucas 2.36 como perteneciente a Aser, una tribu “perdida”.

Un remanente de las dos tribus las que fueron llevadas a Babilonia volvió a Palestina al cabo de setenta o más años, pero no es tema del relato bíblico la historia de esta reliquia que rechazaría y mataría a su Rey. Todo lo que podemos aprender de la Palabra de Dios es la referencia profética a los de Judá y Benjamín que estarán en la Tierra Santa cuando acontezcan los espantosos eventos de la última semana del dominio gentil.

Los fieles de entre aquéllos serán salvos de sus enemigos por la intervención personal del Hijo del Hombre. Aparecerá su señal en el cielo, “y entonces lamentarán todas las tribus de la tierra, y verán al Hijo del Hombre viniendo sobre las nubes del cielo, con poder y gran gloria”, Mateo 24.29 al 31. El Armagedón preparará el escenario para este rescate.

Poco después, el toque de trompeta pondrá en operación el regreso de las diez tribus desaparecidas, Ezequiel 37.16 al 28. “Así ha dicho Jehová el Señor: He aquí, yo tomo a los hijos de Israel de entre las naciones a las cuales fueron, y los recogeré de todas partes, y los traeré a su tierra …” ¡Cuán gloriosa la reunión aquella! Desde los días de Jeroboam, Israel nunca ha sido una nación unida; 1 Reyes 11.12.

Pero hará falta arrancar a los rebeldes antes de que esto acontezca. De Zacarías 13.8,9 aprendemos que de entre las dos tribus en la tierra al final de la semana, sólo la tercera parte saldrá de la tribulación y del juicio, para proceder a las dichas milenarias. “Las dos terceras partes serán cortadas en ella, y se perderán … meteré en el fuego a la tercera parte … Él invocará mi nombre, y yo le oiré, y diré: Pueblo mío, y él dirá: Jehová es mi Dios”.

Serán reducidas a su vez las diez tribus dispersadas entre las naciones, pasando ellas debajo de la vara de Jehová en el desierto para la eliminación de los rebeldes. El resto será traído a la tierra de Palestina para unirse con Judá y Benjamín. De nuevo habrá una nación de doce tribus bajo la dirección de su Mesías, el rey.

“Juntadlos luego el uno con el otro, para que sean uno solo en tu mano … y los haré una nación en la tierra, en los montes de Israel, y un rey será a todos ellos por rey”, Ezequiel 37.15 al 22.

¿Ha desechado Dios a su pueblo? ¡De ninguna manera! Su destino es seguro. Será levantado a ser cabeza de las naciones en la época del reino. Su ciudad capital será no sólo el punto céntrico del globo en lo geográfico sino también el centro político y religioso. Su nombre será Jehová-sama, “Jehová está allí”.

Por ahora no

En vista del malentendido que prevalece, se hace necesario comentar que los judíos que están regresando a la Palestina en estos años no lo están haciendo bajo iniciativa de Dios. Lo hacen en incredulidad, y en realidad la tierra de Emanuel no es suya todavía.

El cumplimiento de la profecía con respecto a Israel está en suspenso mientras la Iglesia no haya sido trasladada al cielo, cosa que puede suceder de un momento a otro. Realizado el rapto, Dios reanudará su trato directo con su pueblo terrenal. Será solamente una vez entronizado el heredero legítimo de David que la tierra revertirá de un todo, y por derecho, a los israelíes.

Tal vez el capítulo 18 de Isaías haga entender que habrá una iniciativa prematura de parte de una nación marítima para repatriar los judíos a la Palestina. “Cuando se levante bandera en los montes, mirad; y cuando se toque trompeta, escuchad”. Pero, si Dios lo permite, no será porque apruebe este movimiento prematuro.

 

15

Otro ataque y derrota

   Una iniciativa aparte

Veamos ahora otra campaña militar al final de la época, inmediatamente antes del comienzo del milenio o quizás al comienzo del mismo.

Los poderes occidentales habrán sido derrotados y también el ejército del norte al mando del asirio y la hueste oriental. Probablemente sea esta eliminación del rey del norte que haya provocado a Gog (Rusia) a lanzar la ofensiva de la cual leemos en Ezequiel 38 y 39. El Armagedón habrá costado la vida de una gran parte de los que se oponían a este aliado de Gog, y es de pensar que vea el camino despejado para hacer lo que el príncipe no pudo. El Estado de Israel habrá sido recién reconstruido y se encontrará poco preparado para otra invasión. Gog tendrá dos objetivos: destruir a Israel y apropiarse de sus riquezas.

Pero el comandante de estas tropas se habrá equivocado enormemente. Lejos de arrasar a un pueblo aparentemente debilitado, él también fracasará por no haber entendido que el rey de Israel, Jehová su Dios, ha vuelto a estar en medio de los suyos. Los ejércitos de Gog no llegarán a Jerusalén; el poder divino les impedirá dar el primer golpe. En las montañas de Israel cinco de cada seis de ellos perecerán para ser consumidos por las aves y bestias. Tal será la matanza que hará falta un lapso de siete meses para que los israelíes entierren los cadáveres de aquellos que venían a conquistarles. Nada menos que siete años serán dedicados a quemar los vehículos y armamentos de guerra, ya que en el milenio no habrá por qué guardarlos.

Muchos lectores no habrán entendido así los capítulos a los cuales nos aludimos ya, así que veremos más de cerca los capítulos 38 y 39 de la profecía de Ezequiel.

Los ejércitos

En 38.2,3 aprendemos el nombre del emperador y el de su territorio: “Gog en tierra de Magog, príncipe soberano de Mesec y Tubal”. Gog es el príncipe de Ros, o Rusia; Mesec es la capital de Magog, y es Moscú; Tubal, o Tobosc, es el centro del territorio asiático de esa nación.

Los aliados de Gog proceden de las tres grandes divisiones de la raza humana: Persia, de Sem; Etiopía y Libia, de Cam; y Gomer (Alemania) y otros estados sujetos a Rusia, de Jafet. Se cree que Togarma, de la línea de Jafet según Génesis 10.3, se ubicó en Armenia, que es territorio ruso. De él leemos en Ezequiel 38.6, y de “muchos pueblos contigo”, que da a entender que Gog contará con diversas tropas.

Esta profecía fue escrita catorce siglos antes de la constitución de un estado ruso de parte del semilegendario Rurik y sus comandos escandinavos en 862, aproximadamente.

La invasión

Se nos proporcionan dos datos que indican la oportunidad de este ataque. Primeramente, será “al cabo de años”, o sea, al final del período actual de supremacía gentil. “Será al cabo de los días, … cuando sea santificado en ti, oh Gog”, 38.16. Y, será cuando la nación de Israel, restaurada ya y compuesta de doce tribus, esté morando en Palestina con su Rey y Mesías en medio. En estas circunstancias no habrá ni temor ni expectativa de un ataque: “Al cabo de años vendrás a tierra salvada de la espada, recogida de muchos pueblos, a los montes de Israel, … y todos ellos morarán confiadamente”, 38.6. Será “cuando mi pueblo Israel habite con seguridad”, 38.14.

Entendemos por esto que ya se habrá realizado la confrontación del Armagedón con la victoria aplastante y la subsiguiente unificación de las tribus. Es en estas circunstancias que la nación estará confiada en su propia tierra con su propio Rey. Son éstas las razones por creer que la invasión de parte de Gog se efectuará en el momento en que está por comenzar el período de los mil años de paz.

Hemos dicho antes en este escrito que el motivo será la exterminación de Israel y el aprovechamiento de sus muchas riquezas. El error consistirá en pensar que esto será factible por estar Israel sin defensas ni preparativos militares. Tal vez Gog ignorará la presencia del Rey de Israel, o no sabrá el significado de esta circunstancia.

De la magnitud de la fuerza invasora y de su derrota, aprendemos en 39.2 al 16. “Te haré subir de las partes del norte, y te traeré sobre los montes de Israel; y sacaré tu arco de tu mano … Los moradores de las ciudades … no traerán leña del campo, ni cortarán de los bosques, sino quemarán las armas en el fuego … y la casa de Israel los estará enterrando por siete meses, para limpiar la tierra …”

El resultado de todo esto está expresado por Dios mismo: “Seré engrandecido y santificado, y seré conocido ante los ojos de muchas naciones; y sabrán que yo soy Jehová”. Por fin, habrá una guerra para acabar con todas las guerras.

Apocalipsis 20

Tenemos que aclarar un punto, cual es la referencia a Gog y Magog en Apocalipsis 20.8: “Cuando los mil años se cumplan, Satanás será suelto de su prisión, y saldrá a engañar … a Gog y a Magog, a fin de reunirlos para la batalla …” Los nombres se emplean aquí en sentido figurativo, y no se trata de lo mismo que en Ezequiel.

Si bien no hay un nexo histórico, algunos han sugerido una relación moral. Nos parece indudable que la derrota de Gog al comienzo del reino milenario es una ilustración de la derrota que sufrirá Satanás al final del mismo en su último intento por destronar al Rey en Sión. De este intento no hemos hablado aún.

 

16

 Ni día ni noche

   Jerusalén bajo sitio

El capítulo 14 de la profecía de Zacarías nos presenta un cuadro lóbrego de Jerusalén bajo sitio y la penetración de las fuerzas poderosas del rey del norte y “todas la naciones”.

Quizás no hayan sido muchos los días desde que el apóstata rey de los judíos fue quitado súbitamente del campo de batalla para ser echado vivo al lago de fuego para experimentar los sufrimientos eternos de la segunda muerte. Las naciones a las cuales se refiere el profeta son las que quedarán después de la destrucción de la alianza occidental bajo el príncipe y el falso profeta. Véase Apocalipsis 19. Hay que llevar en mente una diferencia importante entre dos poderes en el escenario de la última semana. La alianza occidental el imperio romano estará bien dispuesta hacia los judíos, pero el bloque norteño se opondrá al imperio romano y a Israel. Pero con todo y esto, ambos van a estar en oposición a Dios y a su Cristo.

En realidad un tema principal de la profecía bíblica tiene que ver con el asirio (el rey del norte) y las naciones bajo la influencia suya. Son una parte relativamente reducida del gran esquema profético los cuatro poderes que se presentan en el libro de Daniel y en menor escala en el de Zacarías. No obstante, el imperio romano cuenta con un nexo especial con los judíos y Palestina. Su representante firmó la orden de muerte del Mesías cuando éste moraba por vez primera sobre la tierra, y el máximo representante con sus ejércitos le encontrarán de nuevo, todavía respirando odio y amenazas, cuando este mismo Mesías vuelva. La suerte de los romanos será la derrota aplastante del Armagedón.

En 2 Tesalonicenses 1 hay la profecía que dice que el Señor se manifestará desde el cielo con los ángeles de su poder en llama de fuego, para dar retribución a los que no conocieron a Dios, ni obedecen al evangelio de nuestro Señor Jesucristo. Hay que distinguir entre esta afirmación y los juicios terrenales de las naciones que habrán sitiado a Jerusalén, cosa que sucederá al cabo de un intervalo breve, cuando Dios “hará temblar a todos los pueblos de alrededor”, Zacarías 12.2.

A lo largo de su historia tan variada, Jerusalén ha sido sitiada probablemente diez veces. La de Zacarías 14 será la última, y acaecerá en “aquel día”. Estos capítulos 12 al 14 hablan quince veces de aquel día, el de la venganza de Jehová. Entre otras escrituras, Isaías 29 presenta un cuadro de este último intento contra “Ariel, ciudad que habitó David”. Esta experiencia fue ilustrada de antemano por la invasión de parte de Senaquerib, de la cual hablan los capítulos 36 y 37 de Isaías, y este mismo personaje fue en realidad un tipo del rey del norte.

Salvación de arriba

Hemos enfatizado en una entrega anterior que Dios empleará las naciones gentiles y al rey del norte, para castigar a su pueblo infiel y rebelde, los judíos. Hecho esto, éste y los suyos recibirán oportunamente su propio castigo por sus obras impías.

Zacarías revela que en este asedio de Jerusalén la mitad de los habitantes serán tomados presos y sacados de la ciudad por los invasores y la otra mitad quedarán atrapados adentro, desesperados y aterrorizados. En el momento oportuno, el Rey de Israel llegará sorpresivamente para librar la ciudad y eliminar sus opresores implacables. En esta intervención divina, los pies del Rey de gloria tocarán físicamente el histórico monte de los Olivos y las consecuencias serán dramáticas.

Un terremoto abrirá una vía de escape en la forma de un valle que partirá en dos ese mismo monte del Olivar. Será “un valle muy grande”, relatan las Escrituras, abriendo al este y noreste. Por él pasará el pueblo que estaba por perecer, y se encontrarán ante el Mesías mismo, su Salvador, para conocerle como aquel a quien traspasaron. Grande será su congoja y mucho su lamento al darse cuenta de su horrendo crimen en haber crucificado a su Rey. Se arrepentirán y serán restaurados; al fin del día habrá luz.

¡Pero qué día! Acontecerá que en ese día no habrá luz clara, ni oscura. Mientras dure el día, será como cuando se pone el sol; pero al fin del mismo “nacerá el Sol de justicia, y en sus alas traerá salvación”, Malaquías 4.2. Será un día único en la historia humana; el pueblo de Dios habrá pasado de una destrucción inminente a una seguridad absoluta.

La lección

El significado espiritual de estos acontecimientos físicos y geográficos no es difícil de descubrir para la mente con discernimiento. Será de veras un día histórico en la experiencia de Israel, cuando el remanente en la tierra de Palestina saldrá de las tinieblas que han envuelto la nación por tantos siglos, entrando a la luz de la presencia del Mesías. También, nosotros los salvos estamos ante un cuadro sobresaliente de nuestra propia experiencia. Después del arrepentimiento del pecado y haber puesto la mirada de fe en Cristo, ¡gozaremos eternamente del resplandor de la faz del Salvador!

 

Otro tema

Parece que la segunda parte de Zacarías 14.5 introduce una sección nueva en el capítulo, presentando otros detalles acerca de la venida del Señor al final de la época. “Vendrá Jehová mi Dios, y con él todos los santos”.

Algunas traducciones de las Escrituras presentan la afirmación como, “… y contigo todos los santos”, que parece extraño a primera vista. Aparentemente Zacarías, encantado con la revelación que ha recibido, se dirige al Señor de una manera personal, afectado él por la visión de la gran hueste de santos celestiales que acompañará al Señor en su regreso.

Efectivamente, no vendrá solo, sino atendido por la vasta multitud de los suyos, y El cual conquistador para hacer justicia con los enemigos de Israel y rescatar aquella nación de su angustia. Vendrá para reinar, y aquellos que le acompañarán en su venida participarán con él en la administración de su reino mundial. Es esto lo que ve Zacarías, pero la realización de su visión se verá tan sólo al haberse terminado los juicios.

 

17

La siega

  Lo genuino y lo falso

Este mundo vil será purgado y purificado antes de que comience el reino de Cristo. Por iniciativas drásticas, tanto militares como judiciales, Dios quitará todo lo que se le opone, de manera que al comienzo de la edad milenaria no habrá sobre la tierra ni un solo rebelde. Tampoco será molestado este mundo por la presencia de Satanás y sus demonios durante aquellos mil años, de manera que los sobrevivientes de la gran tribulación tendrán en realidad un nuevo comienzo.

Hemos venido considerando algunos acontecimientos en la postrimería del “día del hombre”. Él ha fracasado, no sabiendo administrar lo que le fue encomendado, y ahora tenemos que dirigir nuestra atención a la siega y la vendimia que habrá al cierre de esta etapa.

Cosecha

En una de sus parábolas el Señor Jesús presentó toda la cristiandad nos referimos al conjunto de los que profesan el cristianismo como un campo sembrado de trigo pero también crecido de cizaña. El enemigo había realizado un acto de sabotaje mientras los trabajadores descuidaban el campo; fue “mientras dormían los hombres”, Mateo 13.25.

En las primeras etapas del desarrollo de la cosecha, el trigo y la cizaña parecían ser la misma cosa. Cuando los obreros se dieron cuenta de lo sucedido, ellos preguntaron al dueño del campo si deberían entrar en acción y sacar lo malo de entre lo bueno. La respuesta fue negativa; el procedimiento sería el de dejar que ambos se desarrollaren: “Dejad crecer juntamente lo uno y lo otro hasta la siega; y al tiempo de la siega yo diré a los segadores: recoged primero la cizaña, y atadla en manojos para quemarla; pero recoged el trigo en mi granero”. No convenía tomar alguna iniciativa por el momento. Habría una separación, pero en el momento de la cosecha, y tras la separación habría la destrucción de lo malo.

No se nos deja con dudas sobre el sentido de los símbolos en esta parábola, ya que el Señor la interpretó en la casa, versículos 37 al 43. El sembrador es el Hijo del Hombre; el campo es el mundo; la buena semilla son los hijos del reino; la cizaña son los hijos del maligno; el enemigo que efectuó la siembra es el diablo; la siega es el fin del mundo; y, los trabajadores son los ángeles.

En Apocalipsis 14.14 al 16 se describe el proceso de la segregación, pero en ese contexto el campo es aun más extenso que en Mateo. Ahora se trata de la cosecha de toda profesión religiosa, y no sólo de la cristiandad. Sea el mundo en general, o sea la esfera de la profesión cristiana, habrá una separación entre lo bueno y lo malo: habrá bendición para lo verdadero y juicio para lo falso.

La vendimia

Los versículos que siguen, Apocalipsis 14.17 al 20, hablan de la vendimia de la tierra. La cosecha tiene que ver con la segregación y la vendimia con la destrucción. No ha podido ser de otra manera, ya que “la vid de Sodoma” produjo tan sólo uvas ponzoñosas y racimos muy amargos, Deuteronomio 32.32. La viña de Israel ha debido producir fruto agradable a Dios, pero por la apostasía e idolatría resultó ser tan amarga como la de Sodoma. Él aborrecía sus uvas. Así, la viña de la tierra será juntada para juicio.

 

18

La promesa

Este capítulo es una especie de anexo a los anteriores, ya que ellos versan sobre acontecimientos violentos y sangrientos, pero éste de algo muy diferente. Hemos hablado de los años más espantosos de la historia humana, y parece apropiado concluir con un vistazo de algunos aspectos alentadores que están asociados con la segunda venida del Señor.

Promesa no es profecía

La última semana nada tiene que ver con la historia terrenal de la Iglesia de Dios, por cuanto para ese entonces ella habrá sido trasladada íntegramente a su ambiente celestial y eterno. La semana de años no comenzará hasta que esto haya sucedido; pero, una vez quitada la Iglesia, Dios reanudará su trato con su pueblo terrenal y la nación de Israel se ubicará de nuevo en el centro de la tarima terrestre.

Para una interpretación acertada de las Escrituras es esencial distinguir entre las cosas que son distintas, y el no hacerlo ha sido la causa de mucha interpretación errada que abunda hoy en día. La promesa y la profecía difieren entre sí. La esperanza bienaventurada de la Iglesia no debe ser confundida con la manifestación gloriosa del Cristo Rey. (Las dos expresiones están en Tito 2.13). Por cierto, nuestra esperanza bienaventurada queda fuera del ámbito del esquema profético que forma una parte tan grande de nuestra Biblia.

La Iglesia es algo “fuera de este mundo”, y son celestiales su llamamiento, carácter y destino. La Iglesia es tema de revelación pero no de profecía. Hablando con propiedad, la profecía tiene que ver con la tierra y la nación de Israel como pieza central en el trato de Dios con este mundo.

Definición

La esperanza bienaventurada es la expectativa que tiene el creyente que el Señor descenderá personalmente a los cielos atmosféricos que envuelven este globo, que allí nos encontrará y de ahí nos llevará a la casa del Padre en el tercer cielo. Es una esperanza celestial y una esperanza feliz. Para quien la guarde, generará un sentido de gozo santo en el alma.

El término esperanza, como las Escrituras lo emplean, no conlleva ninguna idea de incertidumbre. No es que posiblemente algo suceda o no suceda, como usamos el vocablo hoy en día. Al contrario, quiere decir sencillamente la expectativa de algo futuro, encerrando tanto realidad como certeza

Distinción

La esperanza bienaventurada es propia de la Iglesia, ajena al esquema profético. Hemos afirmado ya que la profecía tiene que ver con los derechos soberanos de Cristo con respecto a las cosas aquí abajo; o sea, su regreso a este mundo en poder y una gloria manifiesta. Esta distinción es evidente en dos discursos muy importantes que Cristo dio dos días antes de su crucifixión: uno cuando estaba sobre la montaña y otro en el aposento alto.

El discurso sobre el monte de los Olivos encierra sus últimas palabras pronunciadas en la tierra sobre el carácter del Mesías de Israel. Él se dirigió a un grupo de hombres que representaba en ese entonces el remanente piadoso de Israel: “Los discípulos se le acercaron aparte, diciendo: Dinos, ¿cuándo serán estas cosas, y qué señal habrá de tu venida, y del fin del siglo?”

¡Cuán diferentes fueron sus palabras aquel mismo día en el aposento alto en Jerusalén! Él habló a sus discípulos, ya no como hombres que buscaban un reino terrenal de gloria y poder, a ser establecido por el Rey de Israel, sino como hombres a quienes quiso llenar con esperanzas nuevas y gloria y bendición en el cielo.

En ese salón Él les comunicó cosas que no sabían antes. Les informó que iba a abandonar este mundo para ir a la casa de su Padre. Allí, entre otras cosas, les prepararía un lugar. No nos es difícil captar en todo el discurso un tono distinto a lo que había dicho mientras contemplaba la ciudad que sería destruida.

La manifestación pública del Señor en su trato judicial y posición real ha sido predicha desde los años primitivos del hombre en este mundo. Enoc, el séptimo de Adán, profetizó en este sentido; Judas 14. En cambio, no fue revelada hasta los tiempos novotestamentarios la esperanza celestial de la venida del Señor en busca de los suyos en el mundo. Es en su primer escrito a los tesalonicenses que Pablo describe en términos amplios nuestra gran expectativa. Él explica que viviremos eternamente junto con el Señor en la casa del Padre, en el tercer cielo. ¡Qué perspectiva gloriosa!

Así es que el cristiano debe esperar y aguardar “la esperanza alentadora y la aparición en gloria del gran Dios y Salvador Jesucristo”, como traduce el señor Darby el versículo en Tito. La esperanza y la manifestación constituyen un solo acontecimiento, cual es la segunda venida de Cristo, pero con todo habrá un lapso de siete años entre ellas.

La esperanza es el preludio a la manifestación; si bien es cierto que Pablo vincula la una con la otra, él distingue entre ellas. La primera fase es la venida de Cristo al aire por los santos; la segunda es su venida a la tierra con ellos. Se ven a estos seres humanos, glorificados ya, en su séquito cuando Él sale del cielo y cabalga por el monte de los Olivos a la cabeza del ejército del cielo, para ejecutar juicio sobre los enemigos de Dios y reinar en santidad sobre la tierra por mil años.

Detalles

En el aposento alto el Señor hizo saber a sus discípulos que iba a la casa del Padre para prepararles lugar, y que volvería a recibirles a estar con él. Pero no abundó en detalles, ya que esos hombres no hubieran podido asimilar mucho de la verdad en su estado de desarrollo espiritual en ese entonces. Fue dejado para Pablo divulgar, una vez descendido el Espíritu Santo, los detalles fascinantes del traslado de los santos a la gloria. En 1 Tesalonicenses él describe la mecánica del evento (si así podemos decir), consecuencia de una revelación directa recibida de Cristo.

En el paréntesis breve que es 1 Tesalonicenses 4.15 al 18, él revela que dos clases de creyentes serán afectadas por la primera etapa de la venida de Cristo: (i) los muertos en Cristo, y (ii) los que vivimos, los que hayamos quedado. Aparte de éstos, nadie más estará involucrado. Los que “duermen”, acerca de quienes los tesalonicenses tenían tanta preocupación, serán levantados; simultáneamente, los creyentes que estén vivos, en el mundo entero, serán arrebatados para encontrar al Señor en el aire.

Los tesalonicenses no habían tenido conocimiento de lo que estamos enfatizando en este escrito: a saber, la necesidad de distinguir entre la venida del Señor por los suyos y su regreso con ellos. Por esto, el mensaje del apóstol les sería de gran consuelo; sus seres queridos que ya habían muerto no habían sido, ni serán, excluidos de la inauguración espléndida del reino por venir.

Devoción

Estas verdades maravillosas nos han sido reveladas en la Palabra de Dios no tanto para satisfacer la curiosidad natural de la mente, ni apenas para establecernos doctrinalmente, sino con el fin de dirigir nuestro afecto a la pronta llegada del Esposo. Son verdades que deben surtir un efecto real en nuestras vidas: “Todo aquel que tiene esta esperanza en él, se purifica a sí mismo, como él es puro”, 1 Juan 3.3.

Si la reacción nuestra es la que debe ser, habrá sin duda una mayor devoción a Aquel cuya llegada anhelamos. Le esperaremos pero a la vez nos ocuparemos en lo suyo. Sepamos, hermanos, que es muy posible que esta venida se realice mientras nosotros estemos aquí: Nosotros seremos arrebatados en las nubes para recibir al Señor en el aire, y así estaremos siempre con el Señor.

 

19

¿La Iglesia pasará por la tribulación?

A lo largo de los últimos 160 los cristianos han preguntado a menudo si la Iglesia pasará por la tribulación. Cuando el escritor era joven le parecía que el 98% de los creyentes en las asambleas de cristianos congregados al Señor Jesús en el oeste de Escocia creían que la respuesta era un enfático No. Hoy día, sin embargo, hay más incertidumbre sobre el asunto y aparentemente existe mucha confusión, por lo menos en el país donde vivo.

Podríamos presentar una serie de razones detalladas, basadas en la Palabra de Dios, para firmar que la Iglesia no experimentará la tribulación, pero nos limitaremos a básicamente dos argumentos de carácter general que a nuestro entender van a la raíz del asunto y revelan lo incongruente de la idea que la Iglesia esté presente en ese período de angustia sin paralelo.

¿Qué es la Iglesia?

Las Escrituras emplean símbolos como el cuerpo, una esposa y un edificio al referirse a lo que comúnmente llamamos la Iglesia universal, o la Iglesia total. Es el cuerpo místico de Cristo, la más cercan a Él de todas las inteligencias creadas; la esposa de Cristo, la que quiere más de entre todas la compañías en el universo; y es también el edificio de Dios, su habitación, templo y casa.

La Iglesia es celestial en su concepto, llamamiento, carácter y consumación. Un reconocimiento de las implicaciones de la relación que ella tiene a Cristo, y de la esperanza celestial para el porvenir, debe quitar de nuestras mentes la “teoría de la tribulación” en sus diferentes formas. Y, diremos de nuevo que una confusión entre Israel, o el reino, y la Iglesia resultará en toda suerte de errores.

¿Qué es la tribulación?

Algunos alegan que la Biblia enseña que la Iglesia experimentará los contratiempos de la tribulación porque en Juan 16.33 el Maestro dice claramente: “En el mundo tendréis aflicción”. Sí, ¿y quién entre nosotros no la ha encontrado en su carrera cristiana? La experiencia humana corrobora lo que dijo.

Pero es una aflicción, o tribulación, diferente a “la tribulación, la grande” de Apocalipsis 7.14. Lo que experimentamos ahora no es la acción de nuestro Dios y Padre en juicio de retribución contra sus hijos en un mundo vil. Al contrario, surge de la hostilidad de ese mundo vil hacia los que nombran el nombre de Cristo. No es un castigo por haber hecho mal, sino una consecuencia de vivir debidamente, o sea, de una manera que agrada a Dios.

Cuán diferente es el vaciado de la ira de Dios desde el cielo sobre una humanidad rebelde aquí en la tierra. El período de la tribulación, tan prominente en la profecía, cubre un ciclo de siete años y corresponde a la semana 70 de la conocida profecía de Daniel. Es la ocasión cuando, la Iglesia llevada ya al cielo, Dios dará inicio al trato judicial con los hombres sobre la tierra. Será un preludio a la manifestación público de Cristo en persona para destruir a todos sus adversarios.

El pueblo de Dios será salvado de aquellas iniciativas judiciales de venganza divina, ya que esperamos del cielo a Aquel que nos librará de aquella ira venidera; 1 Tesalonicenses 2.10. La ira es aquella secuencia de juicio que irán en aumento en el período al cual nos referimos. El judaísmo apóstata sufrirá el mayor impacto, pero el mundo entero sentirá aquella tribulación hasta ahora desconocida.

Al mencionar la ira de Dios, no nos hemos olvidado que el diablo también va a desplegar su furia en aquellos años. La dirigirá mayormente hacia el remanente fiel de Israel y sus aliados. La destrucción de la mujer de escarlata —la iglesia apóstata— a manos del poder político, es otro elemento en este holocausto de aflicción; Apocalipsis 17 y 18.

Guardados de aquella hora

La salvación de la Iglesia de la ira venidera se afirma con una claridad irrefutable en la promesa del Señor a la asamblea en Filadelfia: “Por cuanto has guardado la palabra de mi paciencia, yo también te guardaré de la hora de prueba que ha de venir sobre el mundo entero, para probar a los que moran sobre la tierra”, Apocalipsis 3.10.

La hora es una medida de tiempo, y la única manera posible en que los santos podrían ser guardados de ella es por un traslado físico. Ser guardado de aquella hora, quiere decir, entonces, estar ausente de la tierra. “La hora de prueba” es un período más extenso que los
3 ½ años de “la gran tribulación”. Ella se extiende por toda la semana 70 de Daniel, comenzando con la manifestación del Hombre de Pecado, el Anticristo.

El círculo místico

Proporciona otro detalle de evidencia la escena de averiguación pública en el cielo, donde se nos presentan las figuras místicas de ancianos vestidos, coronados y entronizados; Apocalipsis 7. ¿A quiénes pueden representar esos ancianos, salvo los santos en gloria, incluyendo la Iglesia?

Daniel vio los tronos puestos en su lugar, Daniel 7.9, Juan vio a los que ocupaban los tronos, los veinticuatro ancianos, antes del comienzo de los juicios. Y, para el que sea espiritualmente alumbrado, se ve que esto concuerda con el arrebatamiento de la Iglesia antes del comienzo del período de prueba, ya que toda la semana 70 de Daniel esta encerrada en los capítulos 6 al 19 del Apocalipsis.

¿Qué estamos esperando?

Ahora, no podemos leer las cartas de Pablo sin ser impresionados por el énfasis que él pone en esperar y velar. Todo cristiano debe estar en espera, ¿pero espera de qué? ¿Acaso que espera los horrores de la tribulación? ¡No!

Meditemos en esta lista:

Romanos 8.23, en espera de la adopción como hijos

Romanos 8.25, en espera de la redención del cuerpo

1 Corintios 1.7, en espera de la venida del Señor

Gálatas 5.5, en espera de la justicia que es por la fe

Filipenses 3.20,21, en espera del Salvador que vendrá del cielo para glorificar
nuestros cuerpos

1 Tesalonicenses 1.10, en espera del Hijo de los cielos para salvarnos de la ira venidera

Uno no encuentra la más mínima sugerencia de cómo preparase para sufrir la gran ira a ser desatada. ¿Pablo carecía de palabras de consejo e instrucción para ayudarnos ante semejante perspectiva? ¿Por qué el silencio? La razón es que la Iglesia no va estar sobre la tierra cuando aquello suceda.

 

20

 La segunda venida de Cristo

  Las dos etapas;
1 Tesalonicenses 4.13 a 18, Apocalipsis   1.7

Para todo verdadero creyente la segunda venida de Cristo debe ser un tema precioso además de encantador. Debemos guardar un vivo interés en lo que las Escrituras dicen sobe este evento, ya que implicará el acontecimiento más estupendo de nuestras vidas.

Nuestros cuerpos ya glorificados, contemplaremos a Cristo por vez primera. Le conoceremos por vista, y no por fe. También por vez primera, alcanzaremos un estado de perfección moral. Se efectuará la fase final de nuestra salvación. Seremos como Cristo, moral y físicamente, viéndole “como Él es”, 1 Juan 3.2. Experimentaremos una felicidad completa; regoci-jándonos eternamente en la presencia real de Cristo, estaremos plenamente satisfechos.

Ahora, el tema del segundo advenimiento exige consideración en su contexto doctrinario y luego en su significado devocional. El tema es amplio, y nuestros comentarios tendrán que ser a título de sugerencia más que exposición.

Diremos de paso que, al estudiar los grandes temas de las Escrituras, es provechoso hacer un vuelo de pájaro antes de darse a un estudio microscópico de las partes que lo componen. Al respetar este principio nos exponemos menos al riesgo de formar juicios sesgados o llegar a conclusiones erróneas.

Por supuesto, la Biblia habla de dos advenimientos de Cristo a este muy pequeño pero muy singular planeta que es la tierra. El primer advenimiento ya se realizó históricamente y el segundo queda todavía por consumarse; Juan 14.3.

En su primer advenimiento Cristo vino cual Salvador para morir en sacrificio; en su segundo advenimiento, vendrá cual Rey para reinar universalmente. Además, cada advenimiento figura en dos etapas, una secreta y otra pública. En su primera venida Él nació fuera de la vista de las multitudes, pero publicidad caracterizó su entrada triunfal en Jerusalén años más tarde cuando se presentó oficialmente a Israel como Rey de la nación. De una manera parecida, habrá dos fases a su segundo advenimiento:

El rapto de los santos constituirá la primera fase. Será un encuentro privado con el Señor en la atmósfera, para llevarlos al cielo; 1 Tesalonicenses 4.16,17

Su posterior descenso a la tierra constituirá la segunda etapa. Acompañado de los santos glorificados y las inteligencias angelicales, el Rey de Reyes pisará públicamente el suelo de los Olivos; Zacarías 14.4

Algunas observaciones adicionales pueden servir para precisar nuestro enfoque antes de ver ciertos detalles.

El Antiguo Testamento abunda en referencias a la segunda fase de la venida, pero no encontramos referencia alguna a la primera. Tampoco encontramos el rapto en los Evangelios Sinópticos (Mateo, Marcos y Lucas), pero en Juan sí. Esto de por sí es llamativo, ya que el título de Cristo en relación con el rapto (la primera fase) es “Hijo de Dios”, típico del singular Evangelio según Juan. Es en este carácter que viene secretamente para traer bendición a los suyos. Al contrario, el título de Cristo asociado con la segunda fase —la venida en esplendor real— es el del Hijo del Hombre, típico de los primeros tres Evangelios. Vendrá en este carácter para juzgar sus enemigos y gobernar el mundo.

Un examen cuidadoso de los pasajes relacionados con el segundo advenimiento muestra que no hay semejanza entre las fases, sino contrastes llamativos.

En la primera fase Cristo vendrá personalmente, sin plenipotenciarios angelicales
para representarle. “El Señor mismo … descenderá del cielo;” es decir, Él solo;
1 Tesalonicenses 4.16. Pero en la segunda fase, los santos e innumerables ángeles
le acompañará en gran procesión; “… los ejércitos celestiales … le seguían”, Apocalipsis 19.11 al 14.

En la primera fase, vendrá secretamente; tan sólo los suyos le verán. En la segunda, vendrá públicamente. “Todo ojo le verá”, Apocalipsis 1.7.

En la primera, vendrá por los suyos; en la segunda, vendrá con ellos; 1 Tesalonicenses 3.13.

Él es la Estrella resplandeciente de la mañana, Apocalipsis 22.16. Se presentará
en medio de las tinieblas morales de la noche oscura. Se levantará cual Sol de justicia en la segunda fase. Malaquías 4.2 dice que traerá en sus alas salvación para el remanente fiel de Israel.

Estas son algunas, pero no todas, las diferencias entre dos acontecimientos que forman partes de la segunda venida del Señor.

La respuesta y el encuentro

Muchos eventos proféticos deben preceder la segunda etapa —su arribo a la tierra— pero ni una sola profecía específica esta ubicada entre nosotros y el momento de la venida secreta del Señor al aire. Estamos viviendo en una coyuntura excepcional del tiempo humano: La dispensación de la gracia, que se extiende desde la cruz hasta el rapto, es un ínterin cuya duración no ha sido revelada.

Ella representa el lapso de tiempo entre la semana 9 y la 70 de la gran profecía de Daniel. Mencionamos de nuevo que, hablando con propiedad, los eventos proféticos están en suspenso durante la era cristiana, mientras Israel como nación está desconocida a Dios. El interés principal suyo es tomar de entre las naciones un pueblo para su nombre; Hechos 15.14. Ellos son los “hermanos santos, participantes del llamamiento celestial”, Hebreos 3.1.

El conjunto de estos llamados constituye el cuerpo místico de Cristo; a saber, su Iglesia. Una vez completa la Iglesia, quitada ya en su totalidad de la tierra en la ocasión del rapto, Israel ocupará de nuevo el lugar prominente de la tarima terrenal. El resto del programa profético tendrá su debido cumplimiento al dar efecto de lo comprendido en la semana 70.

Bien es cierto que el rapto tiene que ver tan sólo con este pueblo de Dios, pero la Biblia revela que ellos participarán en la otra fase de la venida también:

El traslado de los santos —su remoción de tierra a cielo— tendrá lugar en la venida
del Señor al aire; 1 Tesalonicenses 4.15 al 17

La manifestación de los santos constituye una característica de la venida al aire;
Judas 14, Apocalipsis 19.14, Colosenses 3.4

 

Y, relacionados con estas dos etapas hay, respectivamente:

La casa del Padre: Cristo nos conducirá allá después del encuentro en el aire.
Gozo sin para será la porción de todo creyente en los precintos de aquella casa maravillosa, caracterizada en todo por la gracia divina; Juan 14.1 al 3

El reino universal: Este encierra el concepto de administración durante la edad milenaria. Nuestra posición en el reino dependerá de, y será proporcional a,
el grado de fidelidad que mostramos ahora a Cristo nuestro Señor. Se introduce, entonces, el elemento de la responsabilidad humana; Lucas 19.27, 1 Corintios 3.8.

Si bien es cierto que las Escrituras distinguen entre dos fases del segundo advenimiento, y que ellas están separadas por siete años —o probablemente un lapso mayor— a la vez las dos figuran como un solo evento. Varios pasajes mencionan las dos fases como un solo acontecimiento. Por ejemplo Tito 2.13: “… aguardando la esperanza bienaventurada [la venida al aire] y la manifestación gloriosa [el regreso a la tierra] de nuestro gran Dios y Salvador Jesucristo”. La esperanza y la manifestación en conjunto se conocen como la segunda venida.

El arrebatamiento

Volviendo al tema del rapto en sí, encontramos en la Biblia explicación cómo vendrá Cristo y cómo nos iremos nosotros.

Él vendrá personal, física y visiblemente, pero en privado. “El Señor mismo”, es la terminología. Serán oídas dos voces y un instrumento: la voz de mando de Cristo, como un comandante dando órdenes a la tropa; una voz de arcángel; y, la trompeta de Dios, la cual no debemos confundir con la última de las siete trompetas simbólicas que figuran en el Apocalipsis.

Dos grupos de santos habrán sido preparados para la presencia de Cristo y la esfera gloriosa. El uno es los santos que duermen (“los muertos en Cristo”). Ellos serán resucitados y se vestirán de incorrupción; 1 Tesalonicenses 4.16, 1 Corintios 15.52. El otro es los santos que viven. Ellos serán cambiados; sus cuerpos participarán de inmortalidad. “Es necesario que esto corruptible se vista de incorrupción, y esto moral se vista de inmortalidad”, 1 Corintios 15.53.

En una indivisible fracción de tiempo los muertos serán resucitados y los vivos cambiados en respuesta a la voz de mando del Señor. Subirán simultáneamente, una hueste de seres humanos glorificados, al punto de encuentro en la atmósfera, de donde Cristo los conducirá a la casa del Padre. “¡Y así estaremos siempre con el Señor!”

Esta esperanza bienaventurada tiene un efecto práctico sobre la Iglesia. Nuestra debida actitud es la de velar y servir:

Bienaventurados aquellas siervos a los cuales su señor, cuando venga, halle velando …, Lucas 12.35 al 38

Bienaventurado aquel siervo al cual, cuando se señor venga, le halle haciendo así …, Lucas 12.41 al 44

Se puede decir que el efecto debe ser triple:

la santificación y la separación del mundo: “Todo aquel que tiene esta esperanza en él, se purifica a sí mismo, así como él [el Hijo] es puro”, 1 Juan 3.3

un estímulo al servicio: “… servir al Dios vivo y verdadero, y esperar de los cielos
a su Hijo”, 1 Tesalonicenses 1.10

un consuelo en las horas oscuras de contratiempo y tristeza: “¿Cuál es nuestra esperanza, o gozo, o corona de que me gloríe? ¿No lo sois vosotros, delante
de nuestro Señor Jesucristo, en su venida?” 1 Tesalonicenses 2.17 al 20

Regocijémonos; veamos y velemos, por que es muy posible que Él venga antes de que nosotros durmamos.

 

21

El reino glorioso

Dirigimos nuestra atención ahora a la secuencia de eventos que tendrán lugar después de la segunda fase de la venida, en lo que se refiere al regreso de Cristo al mundo con sus santos glorificados y su reino terrenal.

Varios títulos describen este período. “… para justicia reinará un rey”, Isaías 32.1. Es la edad del reino, el reino milenario, y, el reino meditorial, porque Cristo funcionará como gobernante supremo por cuenta de su Padre.

Por supuesto, no hay en la Biblia un pasaje completo en sí que nos proporciona una descripción comprensiva de este reino glorioso. Es un tema polifacético y las Escrituras abundan con referencias a lo que a veces llamamos la edad de oro de la historia de la tierra. Intentaremos aquí presentar adecuado mediante respuestas a cinco preguntas básicas.

¿Cuándo será?

El reino en su manifestación terrenal tendrá lugar una vez quitada la Iglesia de la tierra, “acortados” (finalizados) ya los días de la gran tribulación, cuando Cristo venga a la tierra con sus santos celestiales.

La fecha no sabemos, pero las Escrituras nos permiten entender que por lo menos siete años habrán corrido desde el rapto de la Iglesia. Hemos intentado mostrar en las páginas precedentes que aquel evento puede suceder de un momento a otro.

¿Por qué será?

Hay tres razones:

  • La gloria terrestre de Cristo es una contraparte a su humillación cuando estaba aquí abajo. Cual Varón ascendido, ya ha sido glorificado en el cielo, pero queda que sea glorificado en la tierra, donde una vez fue puesto a muerte en un madero romano, fuera de los muros de la ciudad de Jerusalén que ha debido ser su capital real.
  • Toda forma de gobierno humano ha fracasado. David y sus sucesores fracasaron. Ninguno de los grandes imperios gentiles pudo gobernar el mundo debidamente. Pero Dios ha reservado a Uno que será un rotundo éxito en el debido tiempo. ¡Cuánto falta hace a este pobre, sufrido mundo que sufre los estragos de tanta guerra! Dios mostrará que hay un Varón capaz de llevar el cetro en absoluta justicia.
  • Es preciso cumplir las promesas incondicionales que Dios dio a su pueblo terrenal, Israel. Por ejemplo:

Bendeciré a los que te bendijeren, y a los que te maldijeren maldecirá;
y serán benditas en ti todas las naciones de la tierra, Génesis 12.3

Toda la tierra que ves, la daré a ti y a tu descendencia para siempre, Génesis 13.15

A tu descendencia daré esta tierra, desde el río de Egipto hasta el río grande,
el río Eufrates, Génesis 15.18

¿Dónde estará el reino?

Tal vez la pregunta parezca innecesaria, ya que “sobre la tierra” sería la respuesta obvia. Tal vez Hechos 3.19 al 21 confirme esta respuesta (“el tiempo de la restauración de todas las cosas”), ya que se refiere a solamente a la tierra. ¡Pero no es una respuesta adecuada!

Para comprender la gloria plena y extensiva de esta edad por delante, tenemos que meditar sobre Efesios 1.9,10: “… el misterio de su voluntad … de reunir las cosas en Cristo, en la dispensación del cumplimiento de los tiempos [el milenio], así las que están en los cielos, como las que están en la tierra”. El reino abarcará los cielos y la tierra. El propósito de Dios es de poner a Cristo a la cabeza de un sistema unificado de dominio celestial y terreno; en aquel día todo va a estar dentro de la esfera de su poder y autoridad.

¿Cómo llegará a existir?

Algunos alegan que se introducirá el reino por medio de la proclamación del santo evangelio en escala mundial. Pero la Biblia no enseña tal cosa. Al contrario, hace ver que el reino será realizado por la intervención directa y personal de Cristo en los asuntos del mundo, actuando en poder y juicio invencible.

Los reyes David y Salomón, además de Melquisedec, rey de Salem, nos proporcionan en conjunto un cuadro de Cristo en sus operaciones reales. Cristo actuará primeramente en su rôl del David divino, cual Rey-Guerrero. Limpiará la tierra de los enemigos de Dios y todo lo que le es ofensivo. Además, a lo largo de los mil años de mando sin interrupción, la impiedad será juzgada de inmediato, dondequiera que se manifieste. ¡Nada habrá nada de una sociedad permisiva!

Una vez destruidos los enemigos de Dios, Cristo manifestará su carácter ilustrado en Salomón, cual Rey sabio que gobierna en equidad, paz y prosperidad. Y, en semejanza a Melquisedec, el rey del bienestar, Él combinará el sacerdocio y la realeza para traer bendición a las naciones.

¿A quiénes involucrará?

Vamos a nombrar cinco actores.

(1) Los santos celestiales —entre los cuales habrá todo verdadero cristiano, salvo por la gracia de Dios— participará con Cristo en la administración de su reino milenario:

Se les dijo que descansasen todavía un poco de tiempo. Apocalipsis 6.9 al 11

… los que habían alcanzado la victoria sobre la bestia y su imagen,
Apocalipsis 15.2 al 4

Vi tronos, y se sentaron sobre ellos los que recibieron facultad de juzgar,
Apocalipsis 20.4

Recibirán el reino los santos del Altísimo, y poseerán el reino hasta el siglo,
eternamente y para siempre. Daniel 7.18

Tal vez alguien pregunte si esto quiere decir que los santos celestiales realmente van a vivir sobre la tierra durante aquellos mil años. No; su hogar está arriba. Aun Cristo el Rey no va a estar presente personalmente a lo largo de todo el período, porque de otra manera no haría falta un príncipe para representarle en Jerusalén. De ese príncipe leemos en Ezequiel 44.1 al 3, 45.7 al 25.

El esquema planetario sirve de ilustración de la posición de los santos celestiales en relación con la tierra milenaria. Seremos como el sol, alumbrando desde arriba con sabiduría y conocimiento para la dirección de las naciones sobre la tierra. “Las naciones que hubieren sido salvas andarán a la luz de ella [la Nueva Jerusalén —no un lugar, sino un pueblo]; y los reyes de la tierra traerán su gloria y honor a ella”, Apocalipsis 21.24.

(2) El lugar para Israel en el milenio será la tierra. Canaán será suyo como posesión en perpetuidad. “Haré con ellos pacto eterno … y los plantaré en esta tierra en verdad, de todo mi corazón y de toda mi alma”, Jeremías 32.40,41. Todo Israel será salvo: “Vendrá de Sion el Libertador, que apartará de Jacob la impiedad”, Romanos 11.26.

Jerusalén será la metrópoli de la tierra, el centro político y religioso del mundo entero. “Jehová a elegido a Sion … es para siempre el lugar de mi reposo. Cosas gloriosas se han dicho de ti, ciudad de Dios”, Salmo 132.13,14, 87.3. “Se maravillará y ensanchará tu corazón porque se haya vuelto a ti la multitud del mar, y las riquezas de las naciones hayan venido a ti”, Isaías 60.5.

(3) Será salva una multitud de gentiles, habiendo sobrevivido el período de la tribulación. Entrará en la edad de reino para gozar de las bendiciones administradas por Israel. “En aquellos días acontecerá que diez hombres de la naciones de toda lengua tomarán del manto a un judío, diciendo: Iremos con vosotros, porque hemos oído que Dios está con vosotros”. Zacarías 8.20 al 23.

Representantes de aquellos pueblos viajarán anualmente a Jerusalén para rendir homenaje al gran Rey y celebrar la fiesta de tabernáculos. “Todos los que sobrevivieren de las naciones que vinieron contra Jerusalén, subirán de año en año para adorar al Rey …”, Zacarías 14.16. “Cuán hermosas son sobre los montes los pies del que trae alegres nuevas, del que anuncia la paz, del que trae nuevas del bien, del que publica salvación, del que dice a Sion: ¡Tu Dios reina!” Isaías 52.7.

(4) La creación en general, habiendo gemido hasta ese entonces, se regocijará ante la manifestación de los hijos de Dios cuando aparezcan con Cristo en gloria. “El anhelo ardiente de la creación es el aguardar la manifestación de los hijos de Dios”, Romanos 8.19 al 22.

El hombre, a diferencia de la creación angelical, fue constituido por Dios como centro de un vasto esquema y representante visible de Dios sobre la tierra. En consecuencia, la creación inferior sufre o goza, según el caso, en asociación con su cabeza humana.

(5) No habrá regocijo para Satanás. Será consignada por mil años a la restricción del abismo. Pero serán una detención temporal; Gehenna, el lago de fuego, será su suerte eterna, habiendo encabezado primero una audaz insurrección al final del reino milenario.

“Prendió al dragón, la serpiente antigua, que es el diablo y Satanás, y lo ató por mil años; y lo arrojó al abismo, y lo encerró, y puso su sello sobre él, para que no engañase más a las naciones, hasta que fuesen cumplidos mil años; y después de esto debe ser desatado por un poco de tiempo”, Apocalipsis 20.1 al 3.

 

22

La gloria milenaria de la Iglesia

   La imitación y la realidad

Las cartas de Pablo dejan evidente que la Iglesia es el tema de los eternos consejos de Dios. Los verdaderos creyentes, salvos durante el día de la gracia, pertenecen a un orden de cosas establecido en la eternidad que jamás será disuelto. Siendo así, la Iglesia aguarda un futuro maravilloso y un destino asombroso.

Las Escrituras la presentan como un edificio en tres formas diferentes, un cuerpo en tres aspectos y una esposa en tres visiones de gloria.

Apocalipsis 21 nos presenta la gloria milenaria de la gloria de ella, empleando la figura de una ciudad resplandeciente. Es importante comprender que la ciudad no es una descripción del cielo, sino de la esposa.

La esposa falsa, el cristianismo apóstata, la mujer escarlata, figura en el capítulo 17 como una ciudad en el desierto. Los rasgos de Satanás están estampados en esa ciudad, la cual está llena de impiedad y corrupción. Pero, en un contraste muy llamativo, en la ciudad que es la verdadera esposa, la del Cordero, la Iglesia, todo es de Dios. El vidente Juan no ve la ciudad desde el nivel de la tierra, sino desde una gran montaña. Desde luego, una ciudad indica explícitamente un asiento de gobierno, un centro de administración.

En Apocalipsis 17.1 uno de siete ángeles le invita a Juan a ver la esposa impía: “Ven acá, y te mostraré la sentencia contra la gran ramera, la que está sentada sobre muchas aguas”. Luego en el 21.9 emplea lenguaje parecido al invitarle ver la esposa legítima: “Ven acá, yo te mostraré la desposada, la esposa del Cordero”. Llama la atención que en cada instancia fue uno de los siete ángeles que cargaban las siete plagas.

Los primeros ocho versículos del capítulo 21 constituyen la conclusión al capítulo 20, cerrando la descripción panorámica, pero tratando del estado eterno, a diferencia del milenio que está en vista en el capítulo 20 y de nuevo en 21.9 al 22.5. Apocalipsis 22.1 al 5 describe esta esposa y es, por decirlo así, un apéndice al 21.9 al 27.

[ Milenio: 20.1 al 10, 21.9 al 22.5. Estado eterno: 21.1 al 8. ]

La gloria

Juan ve muchos detalles de esta ciudad simbólica, figura de la Iglesia, en su resplandor milenario. Mencionaremos de paso que es una de tres Jerusalén en el Nuevo Testamento. Hay:

la Jerusalén terrestre, una ciudad en el sentido convencional

la Jerusalén celestial, una ciudad que realmente existe. “… os habéis acercado
… a la ciudad del Dios vivo, Jerusalén la celestial …”, Hebreos 12.22.

la nueva Jerusalén, la ciudad simbólica de Apocalipsis 21

Es la nueva Jerusalén, 21.2, en contraste con la terrenal. Los eruditos en el idioma explican que la mejor traducción del nombre de esta tercera Jerusalén sería, “la ciudad santa Jerusalén”, 21.10. Su santidad significa la pureza moral de los santos que alcanzarán la perfección mil años antes que los moradores de la tierra llegan a esa condición.

Procede de Dios, descendiendo del cielo, 21.2. Su existencia y gloria están en Dios; su origen y orientación son celestiales. Está en movimiento; Juan la vio descender. Esta “ciudad” va a estar en suspenso en la atmósfera, por encima de la tierra milenaria.

Su función es la de brillar. Es una luminaria, clara y brillante como una piedra de jaspe, 21.12, como un sol en el firmamento, una masiva lámpara en el cielo, brillante con gloria divina (pero no la gloria perteneciente a la Deidad). Las naciones de la tierra andan en su luz, sus asuntos y sus transacciones guiadas por ella a lo largo del reino de justicia; 21.24.

Su muro tiene doce cimientos, 21.14, y sobre ellos los respectivos nombres de los doce apóstoles. Es alto, figura evidente de la separación y seguridad; ¿qué significado tienen los 144 codos? Las doce puertas enseñanza comunicación e intercambio con el mundo fuera de sus puertas. Esta ciudad dispensa bendición al mundo debajo de ella. Porteros celestiales —ángeles— están a cada puerta en plan de servicio y no de gobierno.

Los nombres de las doce tribus de Israel están escritos sobre las respectivas puertas, siendo ellas responsables por la administración de la tierra. El sistema de gobierno contempla dos niveles. La Iglesia, en asociación con el Rey de Reyes, es responsable por las políticas, por decirlos así, en la esfera celestial; Israel, en la esfera inferior, es responsable por llevar a cabo las políticas divinas.

El número de código de esta ciudad es doce, el número en las Escrituras que significa la perfección gubernamental sobre la tierra. Leemos de doce puertas, apóstoles, fundamentos, tribus y perlas —las doce puertas son doce perlas— además de medidas de 144 codos y doce mil estadios.

La perla es una figura de la Iglesia en su unidad y belleza. A diferencia de otras piedras preciosas, la perla se construye lámina por lámina en el proceso de acrecimiento dentro de la sufrida ostra, a la cual es una parte del organismo en sí. Es evidente la aplicación a Cristo y la Iglesia.

La ciudad es de oro puro, figura de la justicia divina que caracteriza la ciudad en todas sus partes. Se habla a la vez de la calle, dando a entender comunión, movimiento y actividad.

Y, están especificados dos elementos que no están en esta ciudad resplandeciente: templo y lumbrera. No hay templo, ya que la ciudad entera constituye el santuario de Dios. No hay luz creada para alumbrar, ya que “la gloria de Dios la ilumina, y el Cordero es su lumbrera”, 21.23.

Se trata de un cubo perfecto. La ciudad responde al Santísimo en el Antiguo Testamento, y no hay acceso a Dios por grados ni pasos; ninguna sección queda más cerca que otra de Dios y el Cordero. Toda la ciudad es un santuario, la cámara de la presencia inmediata de Dios; 21.22. La longitud, anchura y altura son de doce mil estadios cada uno. Indudablemente en las Escrituras las medidas nos hablan de la apreciación y apropiación espiritual.

¡Qué de belleza! Quita el suspiro contempla la hermosura de la ciudad, como por ejemplo en las piedras que adornan sus bases, ellas y los de más iluminados por el resplandor del Cordero. Y, nos recordamos que todo esto es figura de la Esposa, la Iglesia, en su modo de gobierno, cuando ella participará con Cristo en la administración de su reino universal.

 

23

La casa del Padre; Juan 13.31 al 14.11

El pasaje en referencia forma parte del gran discurso del Señor que     comienza con el 13.31 y se extiende hasta el final del capítulo 16, llamado comúnmente “el ministerio en el aposento alto”. Es, por decirlo así, el Lugar Santísimo. El Señor se dirigió a sus discípulos en sus últimas horas con ellos, antes de su muerte por crucifixión, y la ocasión reviste el discurso de una importancia especial.

Como todos sabemos, uno de los principios básicos de la exégesis, o interpretación de las Escrituras, es que todo texto o pasaje debe ser considerado a la luz de su contexto, ya que de otra manera no comunicará su sentido acertado. Es lamentable, entonces, que el 14.1 al 11 esté separado del 13.31 al 38 por la división en capítulos. Las palabras consoladoras del 14 posiblemente pierden para algunos algo de su verdadera fuerza.

El Señor explica que pronto se marchará, y ellos no iban a seguirle. Los discípulos se quedaron perplejos. Una vez ausente, prosiguió, le buscarían, pero, como ya había dicho a los judíos en general, ellos no podrían seguirle, aun siendo sus discípulos.

La situación dio lugar a tres preguntas, y las veremos en secuencia.

¿A dónde vas?

“Señor”, le dijo Pedro de frente, “¿a dónde vas?” A propósito, el Señor respondió vagamente, pero añadió, “No me puedes seguir ahora; mas me seguirás después”. Sin duda las palabras del Maestro les parecían enigmáticas y oscuras. Pero, como el tiempo apremiaba, tal vez quería despertar su interés y enfocar su atención sobre un gran cambió que estaba por realizarse en la relación de esos discípulos con él. Hacía falta reorientar su modo de pensar, para capacitarles a enfrentar el orden nuevo que estaba por presentarse.

Señor, ¿por qué no te puedo seguir ahora?

Palabras audaces, pero sinceras. Pedro no se había dado cuenta de lo débil y traicionero de la carne. “Mi vida pondré por ti”, afirmó, pero aquella misma noche, así como el Señor le hizo saber, él le negaría tres veces, antes que el gallo cantara en la mañana.

El Señor explicó que habría una nueva relación, una nueva residencia y una nueva revelación.

El comienzo del capítulo 14 da a entender esta nueva relación entre ellos y su Maestro. En el futuro ellos no iban a estar en su presencia visible y física como hasta ese momento, sino le conocerían según el principio de la fe. Sería más real, más dinámica, que si Él estuviera presente corporalmente; 14.1.

La casa del Padre iba a ser la residencia nueva; es la morada eterna de la Iglesia.

David tuvo este prospecto tan grato al alma cuando escribió las palabras finales de Salmo 23: “En la casa de Jehová moraré por largos días”. Pero aun David no tenía conocimiento de esta relación nueva y más íntima que nosotros los cristianos tenemos, la de conocer al Padre y estar rumbo a su presencia para siempre jamás. Es, sin dudo, una de las verdades fundamentales que distingue el cristianismo del judaísmo. Israel le conocía a Dios como Jehová (el que siempre existe), pero nosotros le conocemos como Padre (con todo lo esta relación encierra).

Y así llegamos a otra verdad revelada en el discurso: la nueva revelación. “Donde yo estoy, vosotros también estaréis”.

Aquí el Señor habla enfáticamente, en una manera que presume que ya sucedió algo que realmente estaba todavía por ser consumado. Pero aun su explicación paso por paso de su pronta partida y su destino glorioso, los discípulos estaban tan perplejos como antes. ¡Cuán difícil es quitar de nuestras mentes una idea preconcebida! Aparentemente Tomás expresó los pensamientos de todos al protestar: “Señor, no sabemos a dónde vas; ¿Cómo, pues, podemos saber el camino?” Es la tercera pregunta.

¿Cómo podemos saber el camino?

Es tan etérico, tan vago, que no podemos captarlo, parece que Tomás decía. Y Jesús le explicó: “Yo soy el camino … nadie viene al Padre, sino por mí”. Esta afirmación habrá disipado sus dudas. Jesús mismo, su Señor y Maestro, era la vía a Dios, el camino a la casa del Padre.

Él prometió abrir este acceso: “Voy … a preparar lugar para vosotros”. Esta preparación del lugar consistió en la muerte y resurrección de Cristo y su entrada en el cielo como Hombre. Su entrada, y su entera aceptación allá como Hombre, es el aval de nuestra admisión más adelante. Él está acondicionando el lugar para que sea apto para una humanidad glorificada. Nunca hubo tal cosa en la historia eterna del cielo de los cielos, ¡pero ahora la casa del Padre está destinada a ser la morada eterna de la Iglesia! Así, entre muchas otras cosas, ¡la cruz de Cristo ha modificado la eternidad!

El Espíritu Santo

En Juan 14.1 al 11 el Hijo revela al Padre en la tierra; en 14.12 al 31 el Espíritu mora en los creyentes. En este capítulo Cristo les comunica dos verdades preciosas a sus discípulos:

su lugar con Cristo en la casa del Padre en el cielo

la morada fija del Espíritu en ellos aquí sobre la tierra

Esta presencia del Espíritu en ellos les hacía más conscientes de Cristo y proporcionaba una intimidad que no habría con Él reinando sobre con ellos y sobre ellos en la tierra como el Mesías en su gloria milenaria.

 

24

El estado eterno

Las Escrituras dicen muy poco de una manera directa acerca del estado    eterno. Probablemente se debe la incapacidad de nuestras mentes en su condición actual a comprender la vida cómo será en la eternidad. Las condiciones que gobernarán la vida física en la tierra nueva, y la vida celestial en el cielo mismo, serán tan diferentes de lo que experimentamos ahora, que nuestras mentes e imaginaciones carecen de la capacidad a comprender en detalles lo que está por delante para nosotros en la edad de edades.

La Biblia proporciona detalles precisos acerca de las condiciones milenarias, pero contiene solamente cuatro referencias directas al estado eterno:

Esperamos, según sus promesas, cielos nuevos y tierra nueva, en los cuales mora la justicia, 2 Pedro 3.13

En este capítulo, 2 Pedro 3, el apóstol habla de esta tierra en tres períodos de la historia, todos bien definidos. Alude a la tierra primitiva, la tierra postdiluviana y la tierra profética. La última de éstas traerá a la vista la gran transformación y reajuste para las condiciones fijas del estado eterno.

Este proceso, aclara Pedro, no será consecuencia de un proceso gradual, sino se efectuará en un cataclismo que involucrará tanto los cielos como la tierra que existen ahora. Serán disueltos, o aflojados. Esta tremenda conflagración no afectará, por supuesto, al tercer cielo, el increado que es la morada de Dios.

Luego que todas las cosas le estén sujetas, entonces también el Hijo mismo se sujetará al que le sujetó, para que Dios sea todo en todas, 1 Corintios 15.28

… Yo Juan vi la santa ciudad, la nueva Jerusalén, descender del cielo …,Apocalipsis 21.1 al 4

Nota: Isaías 65.17, 66.22 habla de la creación de nuevos cielos y nueva tierra, pero probablemente la referencia sea a la edad milenaria y no al estado eterno.

A él sea gloria en la iglesia en Cristo Jesús por todas las edades, por los siglos de los siglos, Efesios 3.21

Resumiendo los rasgos revelados en estos versículos, encontramos:

La justicia morará en los cielos nuevos y la tierra nueva. Pedro (y Apocalipsis 21.3) habla de morar, y no reinar como en el milenio. Hoy día la gracia reina por medio de la justicia.

Dios será “todo en todas”. Todo será suyo, y Él llenará todo.

Dios morará con los hombres, y será su Dios.

La Iglesia guardará para siempre su carácter único y su identidad distintiva. Apocalipsis 21.2 deja en claro que la nueva Jerusalén (la Iglesia, la esposa de Cristo) será distinto de, pero de alguna manera relacionada con, la tierra en el estado eterno.

 

La Iglesia y su gloria eterna

La Iglesia no es una solución momentánea en los propósitos de Dios, sino cuenta con un futuro glorioso y un destino asombroso. Es evidente que ella es tema de los eternos y divinos consejos de amor: “A él sea gloria en la iglesia en Cristo Jesús por todas la edades, por todas las generaciones de la edad de la edad”, Efesios 3.21. Es el medio para desplegar de la gloria divina a lo largo de las edades eternas.

La gloria Dios el Padre en la Iglesia es consecuencia de todas las verdades impactantes que Pablo ha venido tratando en su Epístola. La Iglesia no será sólo el medio del despliegue, sino también el vehículo por el cual el universo atribuirá gloria a Dios, “en Cristo Jesús” indicando la esfera.

“Las generaciones de la edad de la edad”, como se puede traducir literalmente el 3.21, es lo que Alford explica como “una expresión reduplicada para transferir lo que conocemos en el tiempo y exponer en lo posible, según el lenguaje humano, la idea de la eternidad”. La expresión sugiere una variedad infinita, un cambio constante del escenario que ofrece un interés envolvente y un placer sin fin.

La Iglesia nunca perderá su identidad ni su relación única ante Dios y Cristo. En la eternidad ella será la esposa y el cuerpo espiritual de Cristo, ocupando el lugar más cerca de Él de entre todas las compañías, humanas y angelicales, que llenarán los cielos nuevos y la tierra nueva. Será el objeto principal de sus afectos, jamás sobrepasado por otro.

La figura de cabeza y cuerpo expresa una unión viva; por cierto, los humanos no conocen un nexo orgánico más estrecho que el de la cabeza (el cerebro) y el cuerpo. Juntos en la gloria venidera ellos manifestarán el maravilloso y místico “nuevo hombre” de Efesios 2.15. Además, los miembros del cuerpo espiritual de Cristo serán los instrumentos por medio de los cuales expresará y realizará su voluntad en la eternidad, ya que el cuerpo es el agente de la mente y tiene por función expresar la personalidad de uno. Es el Espíritu de Dios que une y energiza el conjunto a este fin.

Es llamativo el lenguaje de Apocalipsis 21.3 en lo que dice del estado eterno: “He aquí el tabernáculo de Dios con los hombres, y él morará con ellos”. Por cuanto un tabernáculo es una estructura que puede ser removida, parece que Dios, en el vehículo de la Iglesia, descenderá a los habitantes de la tierra nueva para gozar de comunión con los redimidos, así como en el paraíso del Edén antes de la Caída. Con todo, la habitación suya será la casa del Padre en el cielo increado.

Tal es el destino glorioso de la Iglesia: ¡una experiencia de variedad y deleite sin fin!

 

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