María Magdalena (#532)

El  desarrollo  espiritual  de  María  Magdalena

 D.R.A.

 

Si alguno tiene la idea que el papel de la dama cristiana es inferior al del varón, una apreciación de la vida de María Magdalena le hará ver cuán equivocado está. O, si nos encontramos estancados espiritualmente, salvos pero sin progreso en la carrera cristiana, ella puede ofrecer un estímulo oportuno. Su desarrollo se presenta en la Palabra de Dios en etapas que identificaremos como conversión, dedi-cación, persecución, adoración y comunión. Los cuatro evangelistas escriben de esta María, pero solamente Marcos menciona todas las etapas, y nos basaremos mayormente en el relato suyo.

Conversión

María Magdalena, de quien [Jesús] había echado siete demonios, 16.9.

¡Cuánto desearíamos conocer los detalles de su conversión! ¡Siete demonios! La Magdalena habrá sido una fiera, una esclava de Satanás, una versión femenina de aquel Legión que vivía al otro lado del lago de Gadara, “quien no vestía ropa, ni moraba en casa”. Sea como fuera, llegó el momento cuando ha podido cantar, “Cuán glorioso es el cambio operado en mi ser, viniendo a mi vida el Señor”.

Muchas son las leyendas acerca de esta mujer, y no dudamos de que sean falsas. Hay, sin embargo, razón para pensar que ha podido ser la que entró en la casa de Simón el fariseo llevando el frasco de alabastro con perfume, de quien leemos en Lucas 7. Se trata de “una mujer de la ciudad, que era pecadora”. No insistimos en esto, pero observamos que Lucas suele agrupar sus relatos por tema. Él nos cuenta de ésta a quien Jesús dijo, “Vé en paz”, y en seguida presenta a la Magdalena y otras “que habían sido sanadas de espíritus malos y de enfermedades”. Aun si la mujer de Lucas 7 no era de este grupo, podemos decir que esta María abrazó de un todo lo que Jesús dijo en casa de Simón: “Sus muchos pecados le son perdonados, porque amó mucho”.

Nosotros éramos también en otro tiempo insensatos, rebeldes, extraviados, esclavos de concupiscencias y deleites diversos, viviendo en malicia y envidia, aborrecidos, y aborreciéndonos los unos a los otros; Tito 3.3. Si pensamos que no, entonces ten-dremos que reconocer que “a quien se le perdona poco, poco ama”. Lector, ¿puedes seguir con Pablo, tomando como tuyo el texto con que él continúa? “Pero cuando se manifestó la bondad de Dios nuestro Salvador, y su amor para con los hombres, nos salvó … por su misericordia”.

Dedicación

Algunas mujeres … entre las cuales estaba María Magdalena … le seguían y le servían, 15.41.

Nuestra cita de Tito 3 prosigue con la exhortación: “para que los que creen en Dios procuren ocuparse en buenas obras”.  Jesús iba por las ciudades y aldeas, predicando y anunciando el evangelio del reino de Dios, y los doce con Él. Y algunas mujeres le servían de sus bienes; Lucas 8.1,2. ¿Quién encabeza la lista, tanto en Mateo como en Lucas? La María de “la región de Magdala” (quien se menciona en Mateo 15.39).

Qué bienes tendrían estas ex lunáticas (y otras), es difícil saber, y sin duda Judas no les soltaba todos los fondos que han podido emplear sabia y provechosamente. Pero, perdonadas de mucho, servían en la obra “de sus bienes”. Cuando nuestro Señor fue crucificado, los soldados le robaron su túnica, la cual era sin costura, de un solo tejido de arriba abajo. Hasta donde sabemos, esta hermosa prenda fue todo lo que poseía, y la perdió. ¿Quién se la dio? No sabemos, pero no descartamos la posibilidad de que María, Susana y las otras tuvieron parte en el asunto.

Pedro, Juan y los otros predicaban en público. ¿Lo han podido hacer si María, Salomé, Juana, etc. no se sacrificaran en privado? “Quiero, pues, que … las mujeres se atavíen … con buenas obras, como corresponde a mujeres que profesan piedad”, 1 Timoteo 2.9,10. Más adelante será María Magdalena la primera en encontrar al Señor en resurrección. No Pedro, ni Juan, sino aquella que lavaba la ropa y restregaba las espigas para el almuerzo. Hermanos varones, la tribuna es una forma de servicio, pero no siempre la más elevada.

Persecución

Algunas mujeres estaban mirando de lejos,
entre las cuales estaban María Magdalena …, 15.40.

Desde la hora sexta hubo tinieblas sobre toda la tierra. Jesús clamó a gran voz, y entregó el espíritu. La tierra tembló, y las rocas se partieron. Los que guardaban a Jesús temieron en gran manera. De varones fieles en ese momento de extrema adversidad, poco se nos dice. Pero, aclara Mateo, estaban allí muchas mujeres mirando de lejos. Habían seguido al Maestro desde que hacía grandes milagros ante las multitudes en Galilea, sirviéndole, y ahora dejan muy en claro que habían escogido el vituperio de Cristo hasta sus últimas consecuencias.

Si Mateo relata que ellas miraban de lejos, Juan afirma que estaban junto a la cruz. ¿Hay algo aquí de lo que Pablo escribiría desde la cárcel en Roma? Nos referimos a Filipenses 1. “La mayoría de los hermanos, cobrando ánimo en el Señor con mis prisiones, se atreven mucho más a hablar la palabra sin temor”.  Sea así o no, ellas se comportaron como es digno del evangelio, firmes en un mismo espíritu, en nada intimidadas por los que crucificaron a Jesús. A nosotros también puede ser concedido a causa de Cristo, no sólo que creamos en Él, sino que padezcamos por Él.

Adoración

Cuando pasó el día de reposo, María Magdalena … compraron especias aromáticas para ir a ungirle, 16.1.

Ya pasó la noche triste, noche de dolor. Muy de mañana, siendo aún oscuro, María y sus compañeras van y se sientan delante del sepulcro; hay que leer tres de los relatos para reunir los detalles. “Yo sé que buscáis a Jesús”, les respondió el ángel de la guarda. Es sólo ahora que las Escrituras dicen que tenían miedo. Tenían también una dificultad: “¿Quien nos removerá la piedra de la entrada del sepulcro?” No fue falta de fe. Fue más bien una expresión de confianza. De alguna manera entraron, ¿pero cómo?

Sin que otros supiesen, y sin contar con capacidad propia para lograr su propósito, María Magdalena va para adorar en espíritu y en verdad. En lo que parecía ser el momento de derrota, cuando no había por qué pensar que Él sabría agradecer el gesto de fidelidad, ella reveló de nuevo la devoción que había en su corazón.
Y, cantamos a nuestro Señor: “Tú sabrás la voz de nuestra adoración avalorar”.

¿Rebosa nuestro corazón palabra buena? ¿Exhalan todos sus vestidos mirra, áloe y casia (Salmo 45) cuando entramos en su presencia? Para nosotros es el mandamiento y honor. “Inclínate a él, porque es tu Señor”. 45.11. ¿Salimos a Él fuera del campamento, llevando su vituperio? Al ser así, ofrezcamos siempre a Dios, por medio de Él, sacrificio de alabanza, es decir, fruto de labios que confiesan su nombre.

Comunión

Resucitado Jesús por la mañana, el primer día de la semana, apareció primeramente a María Magdalena, 16.9.

“Yo amo a los que me aman, y me hallan los que temprano me buscan”, es la norma de Proverbios 8.17 que encontró plena aplicación en la mujer de Magdala que nunca se olvidó de Aquel que le libró de siete demonios. Fue en busca de su Señor, y resulta que Él se reveló. Jesús le dijo: “María”, Juan 20.16. Jesús le salió al encuentro, y ellas (María y otras) abrazaron sus pies, y adoraron. Mateo 28.1,9.

El que escribe estas notas ha titubeado sobre si debe figurar la comunión antes de la adoración en esta lista de cinco etapas, o si es mejor la secuencia que se está presentado. El lector sabrá decidir, pero parece que la una es consecuencia de la otra, comoquiera que se las vean. En el caso nuestro, el domingo por la mañana somos lo que hemos sido de lunes a sábado. O sea, en la reunión de adoración, podemos discernir el cuerpo del Señor en la Cena (1 Corintios 11) en la medida en que hemos estado cada día a la mesa del Señor (1 Corintios 10).

Hemos pasado por alto un punto al hablar de los años de servicio de María Magdalena. Cuando ella se encontró ante su Señor ya resucitado, el título que le dio espontáneamente fue el de Maestro. Ella percibía su tiempo de servicio como una experiencia de aprendizaje, y allí hay una gran lección. Hay creyentes que no aprenden porque no trabajan; por no servir, no se adelantan. La Magdalena, en cambio, entendió las palabras de Juan 13: “Me llamáis Maestro, y Señor, y decís bien, porque lo soy … Ejemplo os he dado, para que como yo os he hecho, vosotros también hagáis”.

“Fue entonces María Magdalena para dar a los discípulos las nuevas de que había visto al Señor”. A ellos les parecían locura las palabras, y no las creían. Fue la que había servido y sufrido en secreto, que había sacrificado lo suyo para dar a su Salvador y Señor, que pudo experimentar la comunión íntima con Él en su triunfo y a la vez instruir a los más instruidos. Y es así en el este siglo también. Gracias a Dios por las María Magdalena que tanto han progresado en su desarrollo espiritual. Que nos conduzcan al huerto.

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