La estructura de la Biblia (#520)

 

La  estructura  de  la  Biblia

 

Walter Scott, 1879
Serious Christian, volume II number VIII

Revelación

La composición del Libro ocupó casi dieciséis siglos, comenzando con Moisés y terminando con el apóstol Juan. Algunos de los libros que componen la Biblia son quizás 600 o 700 años más antiguos que cualquier otro escrito humano; es así con los primeros cinco, llamados el Pentateuco, y también el libro de Job, cuyo autor parece haber sido Moisés.

El libro del Génesis registra la historia del mundo durante los primeros 1600 años y más, y de ellos no existe un ápice de información histórica fuera de la Biblia, ni monumento alguno. Moisés fue por lo tanto el primer escritor y el primer historiador.

Debido a que cada patriarca vivía por muchos años, y debido a las muchas revelaciones de Dios, no había en su época la necesidad de un compendio escrito de la voluntad divina. Esto queda evidente cuando consideramos, por ejemplo, que Enoc ha podido conocer personalmente a Adán por un lado y a Noé por otro, un lapso de 1656 años. Sem ha podido conversar con Abraham, ya que hubo un período de cien años cuando ambos vivían.

A medida que los hombres morían a menos edad, llegando sólo a los setenta u ochenta años, y la raza humana se multiplicaba en número, hacía falta una revelación escrita. Dios suplió la necesidad, y así el ser humano disponía de una fuente de referencia uniforme y enteramente fidedigna. ¡Qué bendición sin par! “Has engrandecido tu nombre y tu palabra sobre todas las cosas”.

No se debe entender, sin embargo, que las varias partes de la Biblia, ni de una u otra de sus divisiones (“testamentos”), hayan sido escritas en un lapso continuo; hubo largos intervalos cuando no se escribían los relatos inspirados. Así, desde Josué, aparentemente el segundo de los autores inspirados, hasta Samuel, el próximo de ellos, hay un intervalo mayor de trescientos años. Otro lapso, aun más largo, es el de 450 años entre Malaquías al final del Antiguo Testamento hasta Mateo al comienzo del Nuevo.

Los dieciséis libros que son directamente proféticos, desde Isaías hasta Malaquías, se llaman acertadamente el producto la gran época de la profecía. Su composición se realizó sobre un lapso de unos cinco siglos.

Esdras, cuyo nombre se asocia con el décimo quinto libro de las Escrituras, está enaltecido en la memoria de los judíos, quienes tradicionalmente le han reverenciado casi tanto como Moisés. Se considera que fue el editor y ordenador de los treinta y nueve libros que componen el Antiguo Testamento. Lo que se dice de él en Esdras 7 y Nehemías 8 deja ver que era idóneo para la tarea. Es solamente tradición judaica que Esdras haya sido comisionado por Dios a completar la composición del Testamento, pero podemos preguntar. ¿Por qué no?

Historia antigua

No es una tarea muy difícil captar los lineamientos de la historia bíblica. Tome los libros desde el Génesis hasta Nehemías, dieciséis por todos, en los cuales se sigue un orden moral y estrictamente cronológico, y allí usted tiene la suma de la historia del Antiguo Testamento. Nehemías da las últimas noticias históricas de los judíos, y Malaquías las últimas noticias de su condición moral.

Pero debemos impresionar nuestros lectores de la necesidad absoluta de enseñanza divina. El Espíritu de Dios es el poder y guía prometido en todo lo que se refiere a la verdad. Además, sin la debida condición del alma, los estudios bíblicos serán más dañinos que si uno no estudia pero está en buena condición espiritual. No procure nunca manejar el Libro divino o las cosas del Señor con una actitud carnal o en un espíritu intelectual.

Muchos han intentado simplificar la secuencia de los libros del Antiguo Testamento, aplicando criterios judaicos o cristianos, y pensando que podrían hacer más fácil el estudio del Testamento en conjunto. Pero preferimos por mucho la clasificación que nuestro Señor dio en Lucas 24.44, ya que tiene su autoridad y es sencilla. Él habló de (a) la ley de Moisés, (b) los profetas y (c) los salmos.

Pentateuco

Veamos entonces “la ley de Moisés”, a saber, el Pentateuco. Consiste en los primeros cinco libros de la Biblia.

El Génesis toma su nombre de la tercera palabra en la Biblia, el principio. Este primer libro presenta en figura, declaración o ilustración toda verdad y relación de mayor importancia en las Escrituras, las cuales se desarrollan más ampliamente en libros posteriores. Leemos allí de la creación, la unidad de la Deidad, la unidad de la raza, el matrimonio, el pecado, el sacrificio, el gobierno, la ley, el llamamiento de parte de Dios, las promesas, Israel, etc.

El Éxodo, “la salida”, trata mayormente de la redención y de la relación con Jehová que viene como consecuencia de ésta. Los primeros cinco capítulos presentan al pueblo de Dios en miseria, los nueve siguientes explican la manera de su redención, y del capítulo 15 en adelante los vemos en su nueva relación cual pueblo redimido. De la miseria pasaron a la servidumbre de la ley, pero el capítulo 34 evidencia un elemento de gracia; si no fuera por ésta, ellos hubieron sido consumidos de una vez.

En Levítico Jehová está en su tabernáculo. Este fue elaborado según leemos en la última parte del libro anterior, pero ahora está erigido y lleno de la gloria de Dios. El pueblo se ha manifestado indigno pero Dios es santo. Este libro explica cómo El puede morar entre ello, a saber, sobre la base de sacrificios y por intermedio del sacerdocio. Así, los temas de Levítico son el acceso a Dios por medio del sacrificio realizado por los sacerdotes.

El servicio y conducta del pueblo de Dios son los temas del libro de Números. No se destacan los sacerdotes como tales, quienes figuran tanto en el contexto de la adoración y comunión en el Levítico; ahora en Números encontramos todos los levitas en sus diversos ministerios. La historia trazada en este libro abarca casi treinta y nueve años, según sabemos al comparar Números 1.1 con Deuteronomio 1.3.

La obediencia a los mandamientos del Señor es siempre la base de bendición; “en guardarlos hay grande galardón”. En el libro del Deuteronomio se ve el pueblo de Dios acampado en la llanura de Moab, y dentro de pocas semanas va a cruzar el Jordán para entrar en la tierra prometida. Moisés, su líder, va a morir antes de esto, y este hecho da carácter y tono al llamado que hace a la generación nueva. La generación vieja había muerto en el desierto conforme a la palabra de Jehová; Números 14.29 al 35.

Hay muy poca instrucción típica en Deuteronomio, en gran contraste con los libros anteriores, pero hay mucha instrucción de orden práctica. Se presenta la obediencia a la palabra de Dios como la base para su entrada y permanencia en la tierra prometida. Fue tan sólo de este libro que nuestro Señor citó en su memorable conflicto con Satanás en Lucas 4. El en su obediencia triunfó donde Israel fracasó.

Entre los Testamentos

Antes de pasar al Nuevo Testamento, haremos referencia aquí al período interesante que queda entre el final del Antiguo Testamento (escrito casi de un todo en hebreo) y el comienzo del Nuevo (en el idioma griego).

El pueblo judío había sido gobernado por los caldeos, persas y griegos sucesivamente, y luego cayó en manos de los monarcas sirios hasta que Judea logró una breve independencia por las luchas recias de la familia de los macabeos. Fue la primera vez que los judíos saborearon los dulces frutos de la libertad desde la caída de su último príncipe, Sedequías.

Los Libros de los Macabeos figuran en la Apócrifa, o sea, el conjunto de escritos que la iglesia romana trata como parte de la Biblia pero que no goza de autorización divina. Aun cuando no sancionados por Dios, los libros apócrifos tienen cierta utilidad histórica. El primero de ellos cuenta del período agitado de este movimiento independentista de los judíos.

Aproximadamente cien años después de la finalización del Antiguo Testamento, toda la colección de libros inspirados fue trasladada a la isla griega de Faros, cerca de Alejandría en Egipto. Esto se hizo bajo la dirección del sabio rey Ptolomeo Filadelfo, monarca egipcio. El idioma griego se hablaba casi universalmente, no sólo en Egipto donde había una gran población de judíos, sino en los varios países que habían sido conquistados por Alejandro Magno.

La tradición es que setenta o setenta y dos eruditos de entre los judíos fueron contratados para traducir el Antiguo Testamento al griego, y por esto el producto de su labor se llama la Versión de los Setenta. La verdad es que el origen de esta importante obra es oscuro. Su valor se deriva del hecho de que nuestro Señor y los autores del Nuevo Testamento sancionaron su validez general, ya que la citan a menudo. [O sea, en el Nuevo Testamento muchas de la citas del Antiguo son traducciones del texto griego de los Setenta, y no traducciones directas del hebreo]. Durante trescientos años previos al nacimiento de Jesús, los judíos no reconocían ningún otro cuerpo de literatura. El Señor lo usó como la confirmación y sello de su persona y misión divina. En la ausencia de los antiguos documentos hebreos, podemos alabar a Dios por esta sanción autorizada del Antiguo Testamento.

Ahora, observemos una cosa. Una y otra vez nuestro Señor impuso su divina impresión sobre el Antiguo Testamento, y sobre la secuencia en que los libros figuran en la Biblia nuestra, ya que es básicamente su secuencia en el antiguo hebreo. Cuestionar la autoridad de uno solo de estos libros es cuestionar la veracidad de nuestro Señor. Compárese el testimonio al cierre del Antiguo Testamento, Malaquías 3 y 4, con el que está al comienzo del Nuevo, Mateo 11.14, 17.10,13. “Si queréis recibirlo, él es aquel Elías que había de venir”; “… entonces los discípulos comprendieron que les había hablado de Juan el Bautista”.

 

Evangelios y Hechos

Llegamos ahora a una consideración de los veintisiete libros que componen el Nuevo Testamento. Necesariamente, los cuatro Evangelios constituyen la base histórica. La vida, acciones y modo de ser de Jesús se exhiben como el cumplimiento de las predicciones del Antiguo Testamento. Así, la luz emitida por los registros divinos del pasado converge sobre Jesús de Nazaret, y los dos Testamentos se unen en él, la viva Palabra de Dios.

Pero, ¿qué pluma podría por sí sola trazar la senda del Amado que vino del reino celestial? Siendo así, la gloria de Jesús se proyecta en cuatro Evangelios. Mateo escribe de él como el Mesías, Rey de Israel, y el Emanuel, Dios con los hombres. Define su genealogía legal desde David, la fuente de su realeza en Israel. Marcos le proyecta como el incansable siervo de la gracia de su Padre, y de conformidad con este enfoque él omite los antecedentes humanos de nuestro Señor. A Lucas le toca la tarea deleitosa de delinear a Jesús como el Hijo del Hombre, y por lo tanto traza su genealogía atrás a Adán. En este Evangelio se detallan sus oraciones y su agonía, y se exponen aquellas ricas parábolas suyas que tratan al hombre como tal. Juan, el discípulo amado de una manera especial, está empleado para exponer las glorias morales del Hijo de Dios, y por esto el origen del Señor en su escrito es divino y desde la eternidad.

Pasamos instintivamente de los Evangelios a Hechos de los Apóstoles, de la vida y muerte del Señor a la historia de la actuación del Espíritu Santo. Leemos de la ascensión del Señor a la diestra de Dios, el don del Espíritu Santo, la formación de la Iglesia y la fundación del cristianismo.

Así, los Hechos está en su lugar apropiado. Es un suplemento al tercer Evangelio, el de Lucas, comenzando donde aquél termina. Es a la vez una introducción idónea a las Epístolas, las cuales tienen como su base histórica las notas bibliográficas e históricas que están registradas solamente en Hechos.

Las Epístolas

Acerquémonos, entonces, a las Epístolas. Hay veintidós por todo y son obra de cinco escritores. Pablo, Santiago, Pedro, Juan y Judas.

Pablo escribió catorce de estos tratados apostólicos, el primero de ellos a los tesalonicenses y el último a su querido Timoteo. Por lo regular dictaba sus escritos a una amanuense (o sea, un escribiente), pero añadía su propia firma para atestar a la autoridad del documento; véase 2 Tesalonicenses 3.17. La epístola a los gálatas Pablo escribió de su propia mano. Las circunstancias del caso eran tan graves (Se cuestionaba la cruz) que el apóstol asumió la ardua tarea de escribir personalmente; Gálatas 6.11.

La primera palabra en las primeras trece epístolas es “Pablo”. En el tratado a los hebreos el nombre del escritor no figura en ninguna parte, y esto por razones espirituales. Pedro, sin embargo, resuelve el muy discutido asunto de quién escribió a los hebreos, afirmando en 3.15,16 de su segunda epístola que fue Pablo. A la vez él asocia los escritos de ése con los suyos propios, declarando que son parte de las Escrituras.

Seis de las cartas que siguen fueron escritas cuando el apóstol estaba encarcelado. No su detención en Cesarea, queremos aclarar, sino la de Roma. Son Efesios, según el 3.1; Filipenses, 1.12 al 14; Colosenses, 4.3; 2 Timoteo, 1.8; Filemón, versículo 9; Hebreos, según el 13.19.

Las epístolas a los romanos y los gálatas comparten el hilo de tratar extensamente los temas de la justificación, o la aceptación delante de Dios, y la relación entre la ley y el cristiano. El tratado a los romanos expone doctrinalmente las grandes verdades fundamentales del cristianismo, mientras que el escrito a los gálatas tiene por objeto recuperar la verdad.

En resumida cuenta, los temas tratados con los corintios en la primera carta son la gran herencia de la Iglesia, el peligro de descansar en ordenanzas y la condición en la práctica al no cumplir con la gracia. En la segunda carta se habla de la relación mutua del siervo del Señor (Pablo en este caso) y los creyentes, contando algo de sus labores, contratiempos y sentimientos.

Efesios y Colosenses abundan en los consejos de Dios con respecto a Cristo y la Iglesia. La primera de éstas desarrolla en detalle los privilegios y la bienaventuranza del creyente y de la Iglesia. La postrera traza las múltiples glorias de Cristo, la Cabeza levantada y exaltada de esa misma Iglesia.

La epístola a los filipenses es el registro de la experiencia cristiana. Las dos epístolas a los tesalonicenses se ocupan de la segunda venida del Señor. La primera de ellas corrige un error conceptual en cuanto a los creyentes muertos y la segunda un error en cuanto a los creyentes vivos.

Las cartas a Timoteo y Tito son comunicaciones pastorales que tratan del funcionamiento de la iglesia local en cuestiones tanto internas como externas. Hacen caso del desorden que puede haber en un testimonio colectivo, y a la vez indican la senda que corresponde a cada creyente en particular. Este es el tema de la segunda carta a Timoteo. El pequeño libro de Filemón es una comunicación personal de singular belleza en la cual se manifiesta cómo la gracia penetra en las cuestiones privadas de la vida diaria.

El tratado a los hebreos se basa en la verdad del llamamiento celestial. Fue especialmente idóneo para fortalecer y animar a los creyentes que habían renunciado al judaísmo, saliendo “fuera del campamento” para profesar un nuevo vínculo de carácter celestial.

Santiago se dirige a la esparcida nación de Israel, y tiene en mente especialmente aquellos creyentes que no habían respondido al llamamiento de Hebreos 13.13. “Salgamos, pues, a él [a Cristo], fuera del campamento, llevando su vituperio”. Eran en su mayoría verdaderos creyentes que se adherían todavía al judaísmo histórico hasta que se presentó la destrucción de todo el sistema en el año 70, cuando los romanos arrasaron la ciudad de Jerusalén, derrumbaron el templo y dispersaron al pueblo.

Pedro escribe en su primera epístola sobre el gobierno de Dios hacia los creyentes. En su segunda epístola él traza ese gobierno en su curso y resultados en el mundo; o sea, la consumación de todas las cosas.

Judas escribe una breve epístola católica, o universal. En ésta él delinea los rasgos de la apostasía, revelando su desarrollo secreto, curso y ruina segura.

El gran tema de Juan es la vida eterna. Pablo también habla mucho de la vida eterna, pero lo hace en relación con la justificación en Romanos y la nueva creación en Efesios. Juan, en cambio, cual apóstol de vida, estudia su fuente, características y naturaleza abstracta.

En su primera epístola Juan traza la corriente desde su origen en Dios, sigue su curso en Cristo y llega a cada persona redimida y admitida amorosamente en la familia de la fe. En su segunda epístola, la más breve de todas, explica cómo tratar a los herejes y las doctrinas que deshonran a Cristo. En su tercera epístola este apóstol aboga por el sincero apoyo y comunión con los que se ocupan de la obra del Señor. El apela a la verdad en apoyo de su tesis, y ésta es la palabra característica de estas epístolas.

El Apocalipsis tiene un carácter propio. Es ante todo un libro de juicio, pero al final la gloria brilla para la Iglesia, Israel y el mundo. Nada puede exceder la grandeza moral de la escena presentada, cuando Dios se encuentra en medio de la nueva creación física. “He aquí, yo hago nuevas todas las cosas”. Amén y amén.

 

Que Dios tenga a bien, en su rica y abundante gracia, bendecir estas anotaciones a todo lector cristiano. Este es el deseo fervoroso de este humilde servidor de la gracia y gloria de Jesucristo.

 

El señor Scott era un expositor de mucha estima y confianza. Sin embargo, se puede decir que algunos estudiosos serios no estarían de acuerdo con ciertas sugerencias en este escrito. La mayoría dirían que Pablo sí escribió la epístola a los hebreos, pero ni ésta ni 2 Timoteo en la ocasión que el hermano sugiere. Muchos cuestionan que la secuencia de los libros del Antiguo Testamento haya sido siempre la que nosotros conocemos.

 

 

 

 

Apuntes de DRA

 

El Señor divide el A.T. en ley, salmos y profetas, Lc 24:44.

Ley: el Pentateuco;

Salmos (poesía y sabiduría, las cuales hay también en Lamentaciones y otros libros) -Job, Salmos, Proverbios, Eclesiastés y el Cantar;

Profetas:

(a) Historia: Josué hasta Ester (básicamente hay secuencia cronológica desde Génesis hasta Nehemías);

(b) Profecía: Isaías hasta Malaquías.

 

Correspondencia entre N. T. y A. T.:

Los Evangelios / Pentateuco

Los Hechos / los libros históricos

Las epístolas / los libros poéticos

Apocalipsis / los libros proféticos

 

Preparación                        el A.T.

Manifestación                   los Evangelios

Divulgación                         los Hechos

Explicación                          las Epístolas

Consumación                     Apocalipsis

 

GENESIS comienzo

Creación; hasta Abraham (la mitad de los siglos entre Adán y Cristo); hasta Moisés; hasta los 12 hijos (futuras tribus)

 

EXODO salida (de esclavitud)

En Egipto; hasta Sinaí; la ley y el tabernáculo/sacerdocio

 

LEVITICO adoración a través de la tribu de Leví; enfoque sobre los sacerdotes de esa tribu

Ofrendas; sacerdocio; fiestas (sagradas convocaciones); conducta; Sinaí

 

NUMEROS por los dos censos del pueblo; experiencias enfocadas a los demás levitas (los obreros)

Primera etapa del viaje de Israel (1 1/2 años) Ex 12:7 hasta Num 14:45

Segunda etapa (38 años de vueltas y vueltas sin rumbo; véase Dt 2:14) Num 15:1 hasta 20:14

Tercera etapa (progreso de nuevo, preparatorio a la entra de en Canaán en Josué) Num 20:14 et seq

 

DEUTERONOMIO el “re-relato”; básicamente los discursos de Moisés, contando el trato de parte de Dios para aplicar las lecciones y exigir obediencia de parte del pueblo

 

 

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