Joás (#493)

Joás

 

N R Thomson

 

 

La preservación de la vida de Joás fue un milagro. El diablo buscaba destruir la simiente prometida para la salvación del mundo, desde que Dios habló de ella a Adán y Eva. El Cristo tenía que nacer del linaje real de David. Jehú había ejecutado el juicio de Dios contra el rey Ocozías y los cuarenta y dos familiares (2 Reyes 10:13-14). Atalía, usurpadora del trono de Judá, destruyó todos los que quedaban de la simiente real. Sólo escapó Joás.

Su tía Josaba, esposa del sumo sacerdote Joiada, lo raptó siendo niñito y lo escondió en la Casa de Dios. En esta forma Joás se crió secretamente en el Templo por seis años. Cuando tenía siete años, todo el pueblo de Judá se alegró cuando Joiada lo presentó públicamente; con voz de júbilo lo coronaron. Luego mataron a la usurpadora.

 

Parecía que Joás aprovechaba la buena influencia de Joiada y su esposa. Eran una pareja santa. Es cierto que no habían podido ejecutar su oficio abiertamente en el Templo, “porque la impía Atalía y sus hijos habían destruido la casa de Dios, y además gastado en lo ídolos todas las cosas consagradas de Jehová” (2 Crónicas 24:7). Pero ellos instruían bien a Joás en las cosas de Dios, de tal modo que Joás dirigió el movimiento reformador en el Templo de Dios. Sin embargo, Joás se ve como mero instrumento en la mano del sumo sacerdote, siempre faltándole la convicción personal. Él hizo bien en mandar a los sacerdotes a recoger las donaciones y ofrendas para reparar el Templo. Pero ellos no cumplían, y Joás se descuidó en no hacer cumplir su propio mandamiento.

Los sacerdotes actuaban como aquellos que deshonestamente manejan el tesoro del Señor. “Todo el dinero consagrado … el dinero del rescate … y todo el dinero que cada uno de su propia voluntad trae a la casa de Jehová, recíbanlo los sacerdotes … y reparen los portillos del Templo dondequiera que se hallen grietas. Pero en el año veintitrés del rey Joás aún no habían reparado los sacerdotes las grietas del Templo” (2 Reyes 12:4-6). Esta malversación de los fondos santos revela la infidelidad, avaricia y falta del temor al Señor de parte de los sacerdotes. Pero manifiesta a la vez el descuida del rey Joás quien, después de haber dado orden de reparar el Templo, quedó tranquilo viéndolo permanecer en ruinas hasta la edad de treinta años. ¿Por qué dejó pasar tantos años sin hacer reclamo? Es claro que le faltaba el ejercicio personal de cumplir la voluntad de Dios.

Por fin el sumo sacerdote preparó una caja para recibir y guardar ofrendas. Cuando estaba llena la caja, Joiada no contaba a solas dinero. Era hombre fiel quien guardó su testimonio sin tacha, y no dio ocasión al diablo para provocar sospecha de su comportamiento. “Por boca de dos o tres testigos se decidirá todo asunto” (2 Corintios 13:1). El secretario del rey sirvió de testigo con el representante de Joiada al contar los fondos para pagar los obreros que reparaban casa (2 Reyes 12:9-12, 2 Crónicas 24:8-11).

Basta tal ejemplo bíblico para evitar que ningún hermano solo cuente ni maneje los fondos de la asamblea. En la casa de Dios, hay que demostrar el temor del Señor, “evitando que nadie nos censure en cuanto a esta ofrenda abundante administramos, procurando hacer las cosas honradamente, no sólo delante del Señor sino también delante de los hombres” (2 Corintios 8:20-21).

Cuando murió Joiada, se demostró la debilidad de Joás, quien había andado como si fuera con muletas. “Hizo lo recto ante los ojos de Jehová todos los días de Joiada el sacerdote”. Quitadas las muletas, él no sabía andar bien. Cedió a la influencia mala de los príncipes, como antes había sido llevado por la buena influencia. Le faltaba la convicción personal y el coraje moral. “Vinieron los príncipes de Judá y ofrecieron obediencia al rey, y el rey los oyó. Y desampararon la casa de Jehová” (2 Crónicas 24:17,18). Es triste ver esta historia repetirse en creyentes hoy en día. Hay muchos en las asambleas con poco ejercicio y falta de convicción. Andan bien por la influencia de ancianos fieles y fuertes, pero cuando falta tal influencia, o cuando llega la influencia de hombres de otras doctrinas y prácticas, se dejan llevar como Joás. Hermanos, estudiemos la Biblia para fortalecernos y obedecer a Dios con firmeza.

“Entonces la ira de Dios vino sobre Judá y Jerusalén por esto su pecado… Entonces el Espíritu de Dios vino sobre Zacarías, hijo del sacerdote Joiada … y les dijo: Así ha dicho Dios:¿Por qué quebrantáis los mandamientos de Jehová? No os vendrá bien por ello.  Pero ellos hicieron conspiración contra él, y por mandato del rey lo apedrearon hasta matarlo, en el patio de la casa de Jehová” (2 Crónicas 24:20,21).

Es triste cuando creyentes se apartan de los caminos del Señor, pero peor ver su rebeldía contra la Palabra de Dios cuando los hermanos los exhortan. ¡Que Dios nos guarde de la obstinación de Joás!

 

 

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