Isboset (#482)

Isboset

N. R. Thomson

 

 

Después de la muerte de Saúl, Isboset creía que tenía el derecho de sucesión al trono. Abner le apoyó y le hizo rey sobre todo Israel (2 Samuel 2:8‑9). Es verdad que había sucesión en el linaje de David después pero fue por promesa de Dios (“No será quitado el cetro de Judá” Génesis 49:10,
2 Samuel 7:16). Isboset no tenía tal promesa; no tenía derecho de asumir tal responsabilidad.

En la Iglesia tampoco hay sucesión de dones como por herencia. La Biblia no autoriza la sucesión papista. Tampoco el hijo hereda el puesto de su padre. Cada responsabilidad en el servicio de las asambleas es por el don de Dios que el Espíritu reparte a cada uno en particular como Él quiere (1 Corintios 12:11). Las cualidades espirituales que luego se desarrollan, capacitan a cada cual para su servicio.

 

Isboset empezó con el apoyo de le minoría (Galaad), pero luego ganó el apoyo de la mayoría. Sólo Judá siguió a David. Ningún creyente debe asumir una responsabilidad en la iglesia por el apoyo de una minoría. Ninguno debe levantarse por voluntad propia. Jesús dijo: “Si yo doy testimonio acerca de mí mismo, mi testimonio no es verdadero. Otro es que da testimonio acerca de mí” (Juan 5:31). Debemos procurar los dones mejores (1 Corintios 12:31), y “si alguno anhela obispado, buena obra desea”
(1 Timoteo 3:1). Pero otros deben decidir si cumplimos con los requisitos. Ninguno debe hacerse predicador del evangelio, o maestro de la palabra, sin que otros, personas espirituales, le animen y reconocen que tiene don para tal  responsabilidad. Los que salen a la obra del Señor deben ser bien recomendados por todos. No creemos en la elección humana, pero creemos en el reconocimiento humano del escogimiento divino. Este se discierne por medio del fruto que otros ven.

Aunque una persona gane el apoyo de la mayoría, es posible que la mayoría esté equivocada. La Biblia es nuestra única guía y no el voto popular. Se ha oído que: “Fulano me escogió por anciano y no cedo el puesto a nadie”. Es posible que en años anteriores algunos hayan animado al hermano a llevar una carga de anciano cuando no había otros más capacitados. Pero, ¿qué de hoy día? Si la Biblia desaprueba sus prácticas y manifiesta que él no pastorea la grey de Dios, entonces no podemos seguir respetándole como anciano.

 

Bajo Isboset, se desarrolló la carnalidad en la nación. Abner, general de Isboset, fue a Gabaón donde propuso a Joab, general de David, que los jóvenes se levantaran a maniobrar. Era una partida entre los dos grupos para vanagloriarse en la fuerza de la juventud. Pero tal cosa conduce a la envidia y a la contienda. Donde hay celos y contención, allí hay perturbación y toda obra perversa (Santiago 3:16). Resultó que los veinticuatro jóvenes pelearon hasta la muerte y la ira de todos se encendieron hasta desen-frenarse en una batalla. Asael, hermano menor del general, se levantó soberbia-mente, deseando el honor de tumbar al jefe, Abner. Pero su entusiasmo solamente le condujo al fracaso. Isboset era divisionista y déspota no escogido por Dios. Abner era culpable de apoyarle. Pero tal error carnal no se corregía por la contienda. ¿Consumirá la espada perpe-tuamente? ¿No sabes tú que el final será amargura? ¿Hasta cuándo no dirás al pueblo que se vuelva de perseguir a sus hermanos? (2 Samuel 2:26). David reconoció que Abner había sido príncipe y grande en Israel y que Asael y sus hermanos eran demasiado duros. “Las armas de nuestra milicia no son carnales”
(2 Corintios 10:4).

 

¿Qué lección aprendemos? Reconocemos la debilidad que existe en algunas asambleas. Hay ancianos que tienen el señorío sobre la grey, y no son aptos. No tienen don ni capacidad para alimentar a la grey. Pero mantienen su autoridad, como Isboset, ya apoyados por muchos. Hay jóvenes que en su celo juvenil quisieran derribarlos. Ellos mismos manifiestan capacidad, pero a veces se nota el espíritu de vanagloria en su predicación. Desean predicar a Cristo, pero por envidia y contienda. El error no se corrige carnalmente. ¡Cuidado de no ser un Asael! Él no es el único joven celoso y bueno que ha caído. “Ten cuidado de ti mismo”. “Ninguno tenga en poco tu juventud, sino sé ejemplo de los creyentes en palabra, conducta, amor, espíritu, fe y pureza”
(1 Timoteo 4:12). Sea usted ejemplo, amado joven, y ore mucho para que el Señor le levante a su tiempo.

David no apoyó la matanza de Isboset como la forma divina de quitar el usurpador. Él tenía paciencia, confiado en el Señor, y “David se iba fortaleciendo, y la casa de Saúl (Isboset) se iba debilitando» (2 Samuel 4:10-11, 3:1). La juventud necesita aprender esta lección de fe, siempre impetuosa y celosa, y la paciencia espiritual.

 

 

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