Elías (#478)

Elías

 

Héctor Alves

 

 

Contamos con cierta abundancia de detalle acerca del período de unos quince años en la vida de Elías tibita. Podemos resumir su historia en siete escenas: en pie ante Dios, sentado al lado de un arroyo, morando con un viuda, parado en el monte Carmelo, acostado bajo un árbol, parado al lado del Jordán, y en el monte santo con el Señor.

 

  1. Vive Jehová Dios de Israel, en cuya presencia estoy, 1 Reyes 17.1.

La primera mención de este hombre singular hace entrever su carácter. Se presentó abruptamente, como de la nada, ante el rey Acab. Nuestra introducción a él es parecida a la de Melquisedec, por no decir nada de sus padres, su nacimiento o su origen.

Las Escrituras asignan cierta importancia a los nombres, y por cierto Dios mismo dio algunos de ellos. El sentido de Elías es «Dios es Jehová» y también «fuerza de Jehová». No es tanto que Jehová lo haya fortalecido sino que Él mismo era la fuerza de este hombre. Vemos su fuerza aquí en la primera declaración que hizo; él le advirtió al rey que su proceder era impío.

 

  1. Fue y vivió junto al arroyo, 17.5.

Elías desapareció tan súbitamente como se había aparecido ante Acab, y ahora lo encontramos en Querit. Quizás había dos razones porqué Jehová lo mandó: (a) para esconderse de Acab, y (b) para probarlo. Sería una verdadera prueba de la fe de Elías quedarse junto al arroyo, aparente-mente por más o menos un año, y una experiencia humillante ser alimentado por aves inmundas, Levítico 11.15. Él ha podido razonar: «¿Por qué no una paloma? o un ángel?» Depender de un cuervo atentaba contra su dignidad. También ha podido dudar si iban a cumplirse sus palabras a Acab: «No habrá lluvia ni rocío».

Con el tiempo supo que sus palabras sí fueron cumplidas; el arroyo se secó porque no había llovido sobre la tierra. Obediente a la palabra de Dios, Elías había sido atendido bien en Querit, los cuervos dejando caer su porción de comida dos veces al día. Sin embargo, ver al arroyo secarse poco a poco ha podido ser preocupante. ¿Los cuervos encontrarían «pan y carne» para darle de comer? Beber del arroyo no dependió de ningún milagro, pero otra cosa sería un suministro continuo de sustento diario.

Es más sorprendente la próxima palabra de Jehová: «Levántate, vete a Sarepta».

 

  1. Yo he dado orden allí a una mujer viuda que te sustente, 17.9.

Elías había aprobado la prueba en Querit, y ahora estaba ante otra que tenía algunos detalles más difíciles. ¿Cuáles habrán sido sus pensamientos en el viaje de más de doscientos kilómetros, a lo mejor sediento y hambriento, al terruño de Jezabel?

«Sarepta» quiere decir una refinería. Había hambruna por todos lados, y una viuda la sufriría entre los primeros. Él la vio recogiendo leña a la puerta de la ciudad, y pidió de ella agua potable y un poco de pan. Sin duda ella ya había recibido un mandamiento del Señor a mantener al profeta, y se daría cuenta de que Elías era israelita. Le contó su historia triste, suficiente para desanimar a cualquiera.

Fortalecido por su experiencia en Querit, él dijo: «No tengas temor; ve, haz como has dicho; pero hazme a mí primero de ello una pequeña torta cocida». La presencia del profeta en su hogar fue una bendición para la mujer, como ha sido el caso muchas veces desde aquel entonces. Le dio la primera comida, y Dios le dio muchas más a ella y a su hijo. No leemos que la tinaja haya sido llenada de harina de una vez, ni la vasija de aceite, pero había suficiente cada vez que hacían falta.

¿Por qué fue enviado Elías a una pobre viuda gentil? ¿Por qué un israelita se encontraba en el hogar de una que era ceremonialmente inmunda? Es evidente que esta mujer sabía algo del Dios verdadero, ya que usó el lenguaje: «Vive Jehová tu Dios», y: «varón de Dios». Una cosa es clara: Elías encontró en aquella tierra pagana un hogar que Dios había santificado. Este incidente le proveyó una ilustración al Señor Jesús cuando predicó en la sinagoga de Nazaret acerca del año agradable del Señor. Dijo en Lucas 4: «Muchas viudas había en Israel en los días de Elías, cuando el cielo fue cerrado por tres años y seis meses, y hubo una gran hambre en toda la tierra; pero a ninguna de ellas fue enviado Elías, sino a una mujer viuda en Sarepta de Sidón».

 

  1. Acercándose Elías a todo el pueblo …, 18.21.

Elías en el monte Carmelo es una de las escenas sobresalientes de su vida. Su experiencia en Querit y Sarepta lo capacitaría a enfrentar esta crisis. Las condiciones en Israel eran de las más deprimentes, y si él se hubiera fijado en las cosas visibles, a lo mejor se hubiera sentado debajo de un enebro en esta ocasión en vez de más adelante.

Nos anima verlo en Carmelo, oír lo que tenía que decir y considerar lo que hizo. Estaba en control en todo el episodio, y no se echó atrás. No temía a ninguna oposición porque sabía, en las palabras de otro, que si Dios estaba con él, ¿quién en contra? Elías no era ninguna caña cascada, sino más bien la fuerza de Jehová. Se les dio a ochocientos cincuenta profetas paganos la oportunidad de mostrar qué podían hacer. Luego Elías compuso el altar que estaba roto, compuso la leña ordenadamente, puso al buey sobre la madera y llenó de agua la zanja que estaba en torno del altar. Oró: «Respóndeme, Jehová, respóndeme, para que conozca el pueblo que tú, oh Jehová, eres el Dios».

Entonces el fuego de Jehová cayó y todo fue consumido: el sacrificio, la leña, las piedras, el polvo y aun el agua en la zanja. Elías fue vindicado ante todo el pueblo, y ellos cayeron sobre sus rostros y clamaron: «¡Jehová es el Dios! ¡Jehová es el Dios!» Aprendemos de esto que nosotros también podemos confiar en el poder de Dios cuando andamos en sus sendas.

 

  1. Se sentó debajo de un enebro … Basta ya, oh Jehová, quítame la vida, pues no soy yo mejor que mis padres, 19.4.

«Elías era hombre sujeto a pasiones semejantes a las nuestras», Santiago 5.17. Así como la mayoría de los hombres, falló en su punto más fuerte: el coraje. Huyó de una mujer cuando lo amenazó. Su oración, «quítame la vida», no fue respondida porque su obra estaba incompleta. Es una coyuntura muy triste en la vida de un hombre cuyo nombre quiere decir la fuerza de Jehová. Es casi inconcebible que un varón que había triunfado en las pruebas de Querit y Sarepta, había resistido al rey y después retado a 850 profetas, ahora tiene miedo ante la rabia de una mujer.

¿Por qué se desanima y se deprime tanto ahora el hombre que hasta este punto había sido constante y firme en la obra del Señor? Quizás fue porque estaba mentalmente exhausto y físicamente gastado, o porque se había desviado de su campo de servicio, o porque pensaba que debía ser superior a sus antepasados. Ha podido ser obra de Satanás, por cuanto el desaliento es la mejor herramienta que él tiene. Sugerimos cuatro razones por esta falta de ánimo: fobia, fracaso, frustración y fatiga.

Elías quería morir, pero Dios había determinado llevarlo sin pasar por la muerte. Así que, encontramos que con dos buenos sueños y dos buenas comidas él estaba en la senda otra vez. Cuando Dios dijo: «¿Qué haces aquí, Elías?» se hizo evidente que estaba donde no debía. No fue el viento, el fuego ni el terremoto, sino el silbo apacible que puso a Elías de nuevo en el camino del servicio.

El hombre que conoce a su Dios puede esforzarse y actuar, Daniel 11.32, y de repente se le va el desánimo. Pero Dios no deja una de estas personas a sus propios recursos, ni le rechaza. Más bien, pone el barro sobre la rueda una vez más, y hace otra vasija como Él quiere, Jeremías 18.4. Dijo Dios a Elías: «Vé, vuélvate por tu camino», y de nuevo lo encontramos ocupado en la obra de Dios.

 

  1. Ellos dos se pararon junto al Jordán, 2 Reyes 2.7

Cuando Elías entra en el escenario, aparece abruptamente. Esta vez, unos quince años más tarde, va al cielo en un torbellino.

En sus años finales Elías contaba con un compañero devoto en la persona de Eliseo, y Dios les había revelado a ambos que iba a quitar a Elías. Tres veces el menor dijo: «Vive Jehová, y vive tu alma, que no te dejaré»,
2 Reyes 2.2, 4 y 6. Nos agrada ver tanta comunión hasta el final entre dos siervos del Señor. Elías siguió adelante hasta cruzar el Jordán a su terruño, porque quería estar allí al ser quitado. Algunos hermanos han expresado el deseo de dejar esta vida predicando el evangelio donde habían servido por años. Otros han pedido ser sepultados en el lugar donde más querían estar sirviendo al Señor. [El autor de este escrito no sabía que él mismo iba a partir a estar con Cristo temprano en el próximo día, habiendo dejado este artículo inconcluso].

Al haber cruzado el Jordán, Elías dijo: «Pida lo que quieras que haga por ti, antes que yo sea quitado de ti», y Eliseo respondió: «Te ruego que una doble porción de tu espíritu sea sobre mí». Fue una aspiración noble. No pidió ni riquezas ni fama, pero sin duda tenía en mente que quería continuar como Elías había hecho. Por cuanto pidió lo que tan sólo Dios podía dar, Elías le dio una señal para poder saber si Dios había concedido lo que quería. Elías dijo: «Cosa difícil has pedido. Si me vieres cuando fueres quitado de ti, te será hecho así; si no, no». Y Eliseo sí vio a su mentor ascender; él tomó el manto del profeta que había caído, y prosiguió donde éste había dejado su obra.

 

  1. Les aparecieron Moisés y Elías, hablando con él, Mateo 17.3.

Esta contemplación de Elías es la más agradable para nosotros. Cayó su manto cuando subió al cielo, allí por la ribera del Jordán, pero ahora sin duda vestía uno más brillante en esta ocasión, porque Lucas relata que él y Moisés estaban rodeados de gloria.

A Elías le es dado acompañar al Señor en el Monte de Transfiguración. Moisés es un tipo de aquellos que son quitados por la muerte, y Elías de los que serán arrebatados sin morir. Hablaban del deceso, la partida, del Señor. Moisés había tenido el honor de ser sepultado por Dios mismo, mientras que Elías tuvo el honor singular de ser trasladado para no ver la muerte.

 

Pedro estaba en lo cierto al decir: «Maestro, bueno es para nosotros que estemos aquí», pero del todo errado al agregar: «hagamos tres enramadas». Tan pronto que lo dijo, estos dos desaparecieron del escenario. Posiblemente Pedro estaba bien motivado, pero puso al Señor Jesús en el mismo nivel que Moisés y Elías. Ha debido saber mejor.

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