Barzilai (#474)

Barzilai

 

Héctor Alves

 

Barzilai no ocupa mucha narrativa en los Escritos Sagrados, pero trozos cortos lo proyectan como sobresaliente en su lealtad y liberalidad, y hablan también del galardón que recibió a manos de David. En 2 Samuel 17 leemos que era hombre muy rico, pero es evidente que era más que rico.

 

Mientras David estaba firme en su trono y ningún hijo rebelde se levantaba para atentar contra su soberanía, no era difícil ser fiel al rey, pero la cosa era diferente cuando David «subió la cuesta de los Olivos, y la subió llorando», huyendo de su hijo rebelde Absalón. Ahora David no fue bien recibido dondequiera que fuera, sino rechazado. Ya no se cantaba: «Saúl hirió a sus miles, y David a sus diez miles». En una época recibía el homenaje de diez de las tribus de Israel, pero ahora era un marginado, contando con solo un grupo reducido de seguidores, y no se sabía qué guardaba el futuro.

«El pueblo era hambriento, y cansado y sediento en el desierto», 17.29. David había venido con ellos a Mahanaim, el lugar de «dos huestes» donde más de setecientos años antes el ángel de Jehová se presentó a Jacob en su huida de Labán. David había tocado fondo cuando Sobi, Maquir y Barzilai lo encontraron y declararon claramente su apoyo. Sin duda habían oído de la suerte del rey, y vinieron volun-tariamente por lealtad a él. El primero de ellos era descendiente de Amnón y el segundo había sido un amigo cercano de la familia de Saúl cuando David asumió el mando; Mefi-boset encontró abrigo en su casa. Lo único que sabemos del tercero, Barzilai, es que era galaadita, anciano y varón destacado.

 

Estos tres trajeron lo que sabían que David y sus hombres necesitarían; a saber, camas, utensilios y alimentos. No era poca cosa y David no olvidaría su labor de amor.

No leemos más acerca de los primeros dos en relación con esta liberalidad, pero Barzilai «pasó el Jordán con el rey, para acompañarlo al otro lado del Jordán», 19.31. Lo hizo a la edad de 80 años porque quería dar la bienvenida personalmente al rey en su regreso del exilio. Él se acordaría del reinado de Saúl y la victoria de David sobre el gigante en el valle de Ela, unos cuarenta años antes. Se acordaría también del trato de Saúl con David, y después el reinado próspero de este hijo de Isaí, y ahora en la vejez deseaba manifestar su lealtad al ungido de Dios.

David quería mostrar su gratitud, y le invitó al anciano acompañarle a Jerusalén y comer a su mesa, 19.33, pero éste declinó la invitación debido a su edad, y no por sentirse inde-pendiente. Quizás le impresionó la palabra conmigo en boca de David, y sin duda agradecería la invitación personal. Pero Barzilai no había dado con el ánimo de recibir, por mucho que merecía un galardón.

Su mente estaba clara aún, y se le ocurrió una alternativa. «Pasará tu siervo un poco más allá del Jordán con el rey; ¿por qué me ha de dar el rey tan grande recompensa?» Y agregó: «He aquí tu siervo Quimam; que pase él con mi señor el rey, y haz a él lo que bien te pareciere», vv 36, 37. Esto le agradó a David, y difícilmente podía negar la solicitud. Respondió: «Pues pase conmigo Quimam …»

 

Debemos tener presente por cuánto tiempo David tuvo en mente lo que Barzilai había hecho por él. No sólo le asignó a Quimam un lugar delante de él en Jerusalén, sino también una residencia en la ciudad donde el rey había nacido, ya que leemos en Jeremías 41.17: «… habitaron en Gerut-quimam, que está cerca de Belén».

 

El criterio general es que Quimam era hijo de Barzilai, una opinión que está fortalecida por la carga de David a Salomón acerca de Joab: «No dejarás descender sus canas al Seol en paz», a lo cual añadió: «Mas a los hijos de Barzilai galaadita harás misericordia, que sean de los convidados a tu mesa; porque ellos vinieron de esta manera a mí, cuando iba huyendo de Absalón tu hermano», 1 Reyes 2.6, 7. Mientras David vivía, y aun en su postrimería, él se acordaba de Barzilai. Por grato que haya sido el donativo traído por Sobi, Maquir y Barzilai, más aun fue la lealtad y el afecto que lo motivaron.

Los honores reservados para los hijos del anciano galaadita apuntan a lo que está reservado para nosotros. Dios no es injusto para olvidar nuestra obra de amor, si la hemos hecho con miras a la honra del nombre suyo.

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