Simón Zelote (#435)

Simón Zelote

 

Héctor Alves

 

 

Las listas de los discípulos en los Evangelios de Mateo y Marcos incluyen en el decimoprimero lugar a un hombre llamado Simón el cananita, y la de Lucas 6.15 a un “Simón llamado Zelote”. Hechos 1 habla también de Simón Zelote como uno de los que perseveraban en oración y ruego, asignándole el décimo puesto.

Conforme había dos Jacobo y dos Judas, había dos Simón. De nuevo, uno prominente y otro no. Si pensamos saber mucho acerca de Simón Pedro, tenemos que reconocer que no sabemos nada de Simón Zelote. Nada se dice de éste entre los relatos de las actividades del grupo en conjunto ni de su ministerio particular antes o después de la resurrección del Señor.

El político

Sin embargo, su nombre sí nos interesa. Mateo y Marcos emplean el hebreo al llamarle el cananita y Lucas (quien era gentil) emplea el griego para decir lo mismo: el zelote.

No es un término geográfico ni racial, sino político. Este Simón había pertenecido al movimiento político de los zelotes o los celosos, Hechos 5.37 habla de este movimiento y de su sublevación que tuvo lugar unos veinte años antes de que Jesús comenzara a hablar públicamente: “Se levantó Judas el galileo, en los días del censo, y llevó en pos de sí a mucho pueblo. Pereció también él, y todos los que le obedecían fueron dispersados”.

Estos fariseos, porque así eran, se llamaban los celosos por su fanatismo, no admitiendo ellos compromiso. Se opusieron amargamente al gobierno romano pero, como indicó Gamaliel, fueron reducidos a nada.

A esta secta pertenecía Simón. (Si no, se había identificado posteriormente con sus ideales). La gracia de Dios le había conquistado, convirtiéndole de fanático admirador del revolucionario Judas el galileo a sencillo seguidor de otro galileo, Uno manso y humilde de corazón que le había invitado a tomar su yugo y aprender de él.

Si este Simón había sido en un tiempo un revolucionario, un insurrecto que luchaba contra los abusos del gobierno extranjero, más nos llama la atención que nada relata el Libro acerca de protestas y quejas que haya manifestado como discípulo del Señor. Leemos unas cincuenta referencias a las actividades —y a veces los graves errores— de su tocayo impetuoso, pero ninguna vez encontramos a este Simón quejándose o alejándose.

Celo nuevo

Un ex publicano, quien probablemente había sido avaro en extremo. Varios pescadores, “hombres sin letras y del vulgo”. Un exinsurrecto y político fracasado. Y un hombre de Judea (el Iscariote) mezclado entre once galileos. Estos componían el grupo de jóvenes que Jesús escogió para que estuviesen con Él y para que proclamaran su evangelio a la humanidad una vez ausente Él.

Cada cual, el traidor aparte, recibió su Sígueme, y cada cual, a su manera, había dejado casa, hermanos, padre y tierras para seguir en pos de un rechazado que era a la vez Rey de reyes y Señor de señores. Terminado su aprendizaje, ya poseídos ellos del Espíritu Santo, el Concilio reconoció que estos mismos “habían estado con Jesús”, Hechos 4.13.

Leví en un tiempo cobraba los impuestos y Simón protestaba contra los mismos. Natanael reflexionaba en la sombra de su solar y el otro Simón aparentemente no se acostumbraba a reflexionar pausadamente en ninguna parte. Pero todos ellos trabajarían en armonía una vez que las cosas viejas pasaron y todo les fue hecho nuevo.

El celoso Simón cananita gastaría ahora sus fuerzas en otra causa. Si esta nueva obra hubiera sido de los hombres, se hubiera desvanecido al igual que aquella causa fracasada de veinte años antes. Pero era de Dios. Como otro celoso que aparecería más adelante, Simón el cananita ha podido decir que “cuantas cosas eran para mí ganancia, las he estimado como pérdida por amor de Cristo”, Filipenses 3.7.

“Venid a mí”

Hasta donde sabemos, ninguno de estos hombres se ofreció voluntariamente para ser apóstol. El Señor les seleccionó. Se nos reseña el llamamiento de sólo cinco de ellos, y de algunos se nos dice que fue con el fin de que fuesen pescadores de hombres; Mateo 4.19. Algunos eran inmaduros espiritualmente. Su historia está manchada por lenguaje carnal, incredulidad, ambición y celo inapropiado. No obstante, el Señor les dijo que van a sentarse sobre doce tronos para juzgar a las doce tribus de Israel; Mateo 19.28. ¡Cuán grande el cambio que Él puede operar en el ser humano! ¿Sabemos nosotros qué es andar con Él, tomar su yugo y aprender de Él?

 

 

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