Felipe (#429)

Felipe

 

Héctor Alves

                                                                                           

 

Llamamos a Felipe el quinto apóstol porque su nombre figura en el quinto lugar en cada una de las listas. En Mateo 10 y Lucas 6 la secuencia es Pedro, Andrés, Jacobo, Juan y Felipe; en Marcos 3 y Hechos 1 es Pedro, Jacobo, Juan, Andrés y Felipe. Es razonable pensar que Felipe sea el quinto en Juan capítulo 1 también, tomando en cuenta que Juan figura allí como uno de dos no nombrados. La secuencia parece ser Andrés, Juan, Pedro, Jacobo (tampoco nombrado), Felipe y finalmente Natanael.

¿Es una simple coincidencia, o hay una lección para nosotros? Tengamos presente que el número cinco significa la gracia y el poder de Dios en armonía. Significa a la vez la debilidad e insuficiencia del ser humano.

Veamos estos elementos en lo poco que la Biblia dice sobre Felipe. Leemos algo de su conversión y llamamiento, su mensaje para Natanael y su solicitud en el aposento alto.

Juan 1

Merece mención que el verbo hallar figura cinco veces en Juan 1.41 al 45 en relación con la conversión de los primeros discípulos:

  • Andrés halló primero a su hermano Simón
  • Le dijo: Hemos hallado al Mesías
  • Jesús halló a Felipe
  • Felipe halló a Natanael
  • Le dijo: Hemos hallado a aquel … a Jesús

Cuando el Señor halló a Felipe, le dijo, “Sígueme”, y la respuesta fue inmediata. Felipe, como Andrés, se regocijó por el encuentro y enseguida le cuenta a otro de su nuevo Mentor. Felipe fue hallado por Jesús pero dice a Natanael, “Hemos hallado”. Habla de “aquel de quien escribió Moisés” y dice que más de uno le ha encontrado. Parece que da a entender que él es ahora uno del grupo nuevo; no dice, “Yo encontré”.

Natanael no responde con entusiasmo, sino cuestiona que algo de bueno podría proceder de la región de Nazaret. Pero Felipe ha aprendido, y responde con las mismas palabras que su Señor había dirigido a los primeros dos en el versículo 39. Le dijo, “Ven y ve”. Felipe no razonó ni discutió; prudentemente, contestó la pregunta con una invitación.

Juan 14

Juan 14.8 nos descubre algo de los pensamientos de Felipe. “Señor, muéstranos el Padre, y nos basta”. Esto sucedió en el aposento alto, cuando Jesús había lavado los pies de sus discípulos y Pedro había sido advertido que él negaría tres veces a su Señor. El Maestro avisa que les dejará, preparará lugar para ellos, y volverá. En este contexto, Tomás le pregunta: “¿Cómo podemos saber el camino?” y la respuesta que recibe da lugar al planteamiento del quinto apóstol: “Muéstranos el Padre”.

Da la impresión que Felipe no había captado el sentido de lo que el Señor le había dicho a Tomás: “Nadie viene al Padre, sino por mí. Si me conocieseis, también a mi Padre conoceríais”. Felipe tardó en comprender esto de ver y conocer al Padre. Él pensaba, aparentemente, que si Jesús les dejara ver con sus propios ojos al Padre, entonces los discípulos estarían satisfechos con esta revelación hasta el día en que el Señor volvería para ellos.

Su comentario no le agradó al Señor: “¿Tanto tiempo hace que estoy con vosotros, y no me has conocido, Felipe?” Llena de gracia estaba esta respuesta. Estaba delante de sus ojos la visión que Felipe quería, y si él hubiera conocido más a su Señor, hubiera conocido más al Padre quien está revelado plenamente en él.

“Señor, muéstranos el Padre”. Otro ha comentado que difícilmente se leen estas palabras de Felipe sin sentir que, cualquiera que haya sido el significado exacto de su solicitud, habría detrás de ellas el gemir legítimo de un hombre sincero. La humanidad misma encontró en Felipe su portavoz. Algunos gritan, algunos lloran y algunos gimen en silencio, pero el mundo clama: “Muéstranos el Padre”.

De veras, basta. La manera de verle es en recibir al Hijo que el Padre envió; nadie viene al Padre, sino por él. El que ha visto al Hijo, ha visto al Padre.

¡Que vea tu faz! Se aliviará la más pesada cruz.
Bien se ha de ver en todo mal, en cada noche, luz.
Veloz, los años correrán, en calma han de pasar;
Luego, el pesar dejado atrás, iré a mi eterno hogar.

 

 

 

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