Balaam (#415)

Balaam

D. R. Alves

1.  Mensaje bueno, hombre malo

El medio no es el mensaje. Tengamos cuidado para distinguir entre las verdades que algunos dicen a veces y el engaño que practican. Caifás tenía toda la razón al protestar que convenía que un hombre muriera por toda la nación, Juan 11.49, pero convino en la muerte de aquel Divino Sacrificio. Pilato reconoció que no encontraba delito en Jesús, Lucas 23.14, pero le entregó a morir. La muchacha filipense proclamó que Pablo y Lucas eran siervos del Dios Altísimo, Hechos 16.17, pero lo dijo por espíritu de adivinación.

El lector sabrá extender la lista de ejemplos bíblicos, y ojalá sepa discernir los falsos evangelistas que abundan en nuestros tiempos. No vamos a discutir aquí si Romanos 16.18 se refiere a creyentes o a no creyentes, pero las palabras vienen al caso: “Tales personas no sirven a nuestro Señor Jesucristo, sino a sus propios vientres, y con suaves palabras y lisonjas engañan los corazones de los ingenuos”.

El caso sobresaliente de un mensajero errado con mensaje acertado es Balaam; Números 20 al 25. Bien ha sido llamado uno de los Judas del Antiguo Testamento. (El otro sería Ahitofel). Por cierto, se dice de Balaam que, una vez hecha su obra nefasta, “volvió a su lugar”, y de Judas que, cayó para “irse a su propio lugar”. También se puede decir que Simón el mago, Hechos capítulo 8, era un Balaam del Nuevo Testamento.

Un estudio de este hombre debería incluir su maldición sobre el pueblo de Dios, su bendición sobre el pueblo de Dios y sus profecías. Por el momento, veamos quién y cómo era.

Seiscientos años después de su muerte, un profeta advirtió a Israel: “Acuérdate ahora … qué le respondió Balaam … para que conozcas las justicias de Jehová”. El Nuevo Testamento habla de los injustos que se han extraviado siguiendo el camino de Balaam, 2 Pedro 2.7,15; de los impíos que blasfeman y se lanzan por el error de Balaam, Judas 11; y del tropiezo que hay en la doctrina de Balaam, Apocalipsis 2,14.

Israel había desobedecido en Números 21 y fue castigado en la ocasión de la serpiente de bronce. Prosiguieron y salieron airosos de otros encuentros con pueblos paganos; aquel capítulo termina diciendo que se apoderaron de la tierra de un pueblo vecino de los moabitas.

De todos modos, las obras de Dios en Egipto, y en la marcha de Israel hasta este punto, habían impresionado profundamente a gente como Balac el moabita: “Lo oirán los pueblos, y temblarán; se apoderará dolor de la tierra de los filisteos”. Más tarde lo harían también a personas como Rahab: “Cuando … oyeron cómo Jehová había secado las aguas delante de los hijos de Israel, desfalleció su corazón”, Josué 5.1.

Los moabitas eran descendientes de Lot y enemigos acérrimos de los israelitas. (Debemos llevar esto en mente cuando leemos el primer capítulo del libro de Rut y su relato sobre algo que sucedió mucho tiempo después de Números 22). Deuteronomio capítulo 2 nos orienta sobre las relaciones entre estas dos naciones hasta el momento que nos interesa aquí. El caso es que, cuando Israel acampó muy cerca de Canaán, el rey de Moab se asustó y optó por contratar los servicios de Balaam.

Este hombre era un adivino, Josué 13.22, que Dios utilizó para profetizar en siete discursos el glorioso destino de su pueblo y la destrucción de sus enemigos. Pero por otro lado era un pagano sagaz y avaro que logró corromper a ese mismo pueblo, Apocalipsis 2.14. Moisés dice que estaba “junto al río”, 22.5. Sobreentendemos que vivía al lado este del río Éufrates. Balaam mismo dijo ser de “las montañas del oriente”, 23.7. Job era del oriente, y los magos de Mateo 2 también. No tenemos que pensar que el oriente en terminología bíblica se refiera a China, o algo así. Todos estos han podido ser de Mesopotamia (Irak), como era Abraham, o de otras partes al este del gran desierto. De que el adivino tenía cierto conocimiento de Dios, no podemos dudar. Sus primeras palabras fueron: “Daré respuesta según Jehová me hablare”.

Este es, entonces, el hombre que Dios va a emplear para enseñarnos qué es ser pueblo suyo. Descubre nuestras debilidades pero se maravilla ante nuestra vida escondida en Dios. Lo hace a través de una congregación en el desierto que existía siglos atrás, pero vemos en todo el drama un cuadro de nosotros mismos y un cuadro de lo que Dios tiene en mente para su Hijo y sus enemigos. Casi oímos a Moisés hablándonos cuando dice a Israel: “No os salieron [los amonitas] a recibir con pan y agua al camino, cuando salisteis de Egipto, y porque alquilaron contra ti a Balaam … para maldecirte. Mas no quiso Jehová tu Dios oir a Balaam; y Jehová tu Dios te convirtió la maldición en bendición, porque Jehová tu Dios te amaba”, Deuteronomio 23.4,5.

 

2.  Maldición adrede

 

 

Asociamos el nombre de Balaam con sus parábolas y las cosas tan agradables que dijo acerca de Israel, hablando las palabras que Dios le obligó pronunciar. Pero es sólo un lado de la moneda. Su deseo era perjudicar a ese pueblo, y lo hizo. Probablemente lo hizo antes de pronunciar las bendiciones, aunque el mayor detalle está en Números 25, el capítulo que viene después de las siete parábolas.

Balaam no logró que Dios abandonara a su pueblo, pero sí logró que el pueblo se alejara de Él. Números 25 no abunda tanto como el 31.16, que explica: “Por consejo de Balaam ellas [las mujeres de Moab] fueron causa de que los hijos de Israel prevaricasen contra Jehová … por lo que hubo mortandad en la congregación”.

Pero aun más aprendemos en Apocalipsis 2.14. No fue una intervención puntual de Balaam al despedirse que trajo la muerte de veinticuatro mil como castigo divino. Fue un plan de ataque con base conceptual, llevado a cabo por intermedio del frustrado Balac: “… la doctrina de Balaam, que enseñaba a Balac (i) a poner tropiezo ante los ojos de Israel, (ii) a comer cosas sacrificadas a los ídolos, (iii) y a cometer fornicación”.

Lo que Balac no logró por boca de Balaam en las alturas en derredor del campamento, logró por medio de vecinos “amigables” cuando los israelitas salieron del campamento. La secuencia fue de apelar a la vista, a la amistad y luego a las pasiones viles de la carne. El diablo sigue aplicando esta metodología. Él tiene en realidad pocas cuerdas en su cuatro —o en su guitarra, dirían en otros países.

Por supuesto, es a este suceso que se refiere 1 Corintios 10.8, empleando el acto carnal de la fornicación como figura de todo tipo de yugo desigual con incrédulos: “Ni forniquemos, como algunos de ellos fornicaron, y cayeron en un día veintitrés mil”. (Un estudioso explica la aparente discrepancia entre los veinticuatro mil de Números 25.9 y el versículo en Corintios: “El relato en Números se refiere a una ocasión anterior, cuando las cabezas de los transgresores fueron colgadas en el sol ante Jehová. La tradición judaica es que un mil fueron castigados de esta manera, de manera que sólo 23.000 perecieron en la mortandad del capítulo 25. Corintios incluye ambos grupos”. Otros afirman que no hace falta esta explicación, ya que Pablo se limita a la parte del castigo que se realizó en sólo uno de los días).

El que lee su Biblia con cuidado habrá observado que repetidas veces se habla en Números 22 al 25 de Dios, de Jehová, del ángel de Jehová y del Espíritu de Dios (una sola vez). Tanto “Jehová” como “el ángel de Jehová” (no meramente un ángel) son títulos que se suele aplicar al Señor Jesucristo en sus varias salidas desde los días de la eternidad, antes de su encarnación; Miqueas 5.2. Si de veras el ángel de Jehová es el Señor contendiendo con el porfiado Balaam por intermedio del asna, es uno de los pocos casos en el Antiguo Testamento donde tiene trato con un incrédulo en esta forma de manifestación momentánea. (Agar sería otro). Pero a la vez este es un pasaje que hace a algunos cuestionar la aplicación universal de “el ángel de Jehová” al Señor Jesús, ya que nuestros hermanos dudosos preguntan: “Si el ángel es Jehová, ¿por qué habla el 22.31 de Jehová y también del ángel de Jehová? Hay uno que otro pasaje más que presentan este mismo problema, pero con todo anhelamos haber escrito con provecho al plantear estos puntos para estudio reverente.

La Palabra de Dios habla bien de la asna al compararla con el humano. “El hombre vano se hará entendido, cuando un pollino de asno montés nazca hombre”, Job 11.12. El asno montés sabe que no tiene que gemir cuando está junto a la hierba, Job 6.5, pero hay muchos hombres pecadores que no saben aprovechar la oferta de salvación cuando está a la vista. O sea, el asno conoce el pesebre de su señor, pero el hombre no entiende, y aun a veces el pueblo de Dios no tiene conocimiento, Isaías 1.3.

El asna de Balaam es figura del evangelista que le advierte al hombre que Dios le está hablando. Primero, se apartó en el camino al ver por delante al ángel de Dios con espada desnuda, 22.23. Balaam no. Entonces la asna apretó contra la pared el pie de Balaam, dándole una segunda señal que el Señor quería hablarle. Finalmente, se echó de Balaam, porque éste no quería oir.

Jehová abrió la boca de la asna antes de abrir los ojos de Balaam. Para que le fuesen abiertos los ojos, el adivino tuvo que reconocer su falta primeramente. Esto le impresionó mucho, y en sus discursos se refiere a sí dos veces como uno caído pero con los ojos abiertos. El hecho de ver, sin ser partícipe, está grabado en su conciencia. Barac se vio obligado a ubicarle en tres elevaciones distintas, permitiéndole ver algo más del campamento para dar cada una de las tres primeras declaraciones. Se quedó dónde estaba para la cuarta; comienza con lo que veía literalmente, “de la cumbre de las peñas lo veré”, pero termina con una confesión mucho más significativa: “Lo veré, mas no ahora; lo miraré, mas no de cerca”.


3.  Portavoz

 

Yo [Jehová] no quise escuchar a Balaam, por lo cual os bendijo repetidamente,
y os libré de sus manos, Josué 24.10.

Mataron a espada los hijos de Israel a Balaam el adivino, Josué 13.22.

 

En las entregas anteriores hablamos de Balaam como hombre perverso con un afán de perjudicar al pueblo de Dios. La historia está en Números capítulo 22 mayormente. Pero Dios lo usó más bien para reconocer toda suerte de virtudes en ellos y profetizar un gran porvenir para Israel, de tal manera que su patrón, Balaac, protestó: “Te he traído para que maldigas a mis enemigos, y he aquí has proferido bendiciones”, 23.11.

Balaam no se dirigió a los israelitas, sino discurrió acerca de ellos. No les exhortó, sino los alabó. Si hubieran sabido lo que estaba sucediendo, podrían haber dicho lo que el apóstol escribiría siglos más tarde en Romanos 8:31 (y lo que el creyente dice hoy en día): “Si Dios es por nosotros, ¿quién contra nosotros?” El concibió a ese pueblo como separado, sano, satisfecho y soberano. Se puede aplicar estos adjetivos a las primeras cuatro parábolas en esta misma secuencia, pero están presentes en más de una.

Dijo que era un pueblo confiado e innumerable que no sería contado entre las naciones. Su muerte sería envidiable. Dios, dijo, no había notado iniquidad en ellos. Hermosas eran sus habitaciones, como huertos a la ribera de un río. Iba a salir de ellos la Estrella a gobernar cual cetro. Contra ellos no valían maleficios, afirmó Balaam, exclamando como resumen: “Benditos los que te bendijeren, y malditos los que te maldijeren”.

Dios le había dicho en privado que no debía maldecir al pueblo, 22.12, y en su primer oráculo él divulga esto, tal vez de mala gana, 23.8. Siglos más tarde, Dios iba a prometer: “Ninguna arma forjada contra ti prosperará, y condenarás toda lengua que se levante contra ti en juicio”, Isaías 54.17. Para el pueblo de Dios en estos tiempos, podemos y debemos llevar en mente que: “Las armas de nuestra milicia no son carnales, sino poderosas en Dios para la destrucción de fortalezas … llevando cautivo todo pensamiento a la obediencia de Cristo”, 2 Corintios 10.4,5.

Como muchos han señalado, la voluntad rectora de Dios está presentada en el 22.12, “No vaya con ellos”, y, en cambio, la voluntad permisiva de Dios está presentada en el 22.20, “Vete con ellos”. Dicho sencillamente, Dios permite, hasta algún límite, lo que Él no quiere. ¡Cuántas veces piensa el inconverso, y cuántas veces piensa el creyente que está fuera de comunión con el Señor, que lo que hizo está bien, porque parece que no ha habido consecuencias que lamentar!

Números 23 y 24, donde pronuncia sus bendiciones, no nos preparan para el susto que hay al comienzo del capítulo 25: “El pueblo empezó a fornicar”. El pueblo se inclinó a los dioses de los moabitas. “El furor de Jehová se encendió contra Israel”.

El contraste entre los pronunciamientos tan positivos de Balaam y la conducta del pueblo que él alabó, es el contraste entre la posición inalterable del creyente en Cristo y la condición en la cual a veces nos encontramos. El principio detrás de esto está enunciado en Romanos 8.33: “¿Quién acusará a los escogidos de Dios? Dios es el que justifica”. O sea: nuestro Padre nos castiga por nuestros fracasos, pero no hará caso de las acusaciones de nuestros enemigos. Satanás, por cierto, es el gran acusador de los hermanos, Apocalipsis 12.10, pero: “Allá en la gloria, delante del gran trono, Jesús, mi abogado, intercede por mí”.

Esta distinción entre posición y condición es absolutamente esencial a una com-prensión de la obra de Cristo y de la naturaleza nuestra. Nuestra posición es fija y perfecta; nuestra condición es fluctuante e imperfecta. Un ejemplo clásico en el Nuevo Testamento es la Epístola a los Efesios. En los primeros tres capítulos el pueblo de Dios goza de toda bendición espiritual en los lugares celestiales en Cristo, hechos cercanos por la sangre de Cristo, plenamente capaces de comprender los propósitos de Dios en Él. Pero en los últimos tres capítulos de Efesios tenemos que cuidar nuestro andar, aprender la mansedumbre y paciencia, despojarnos del viejo hombre y sus vicios, y vestirnos de toda la armadura de Dios para estar firmes contra los ataques de Satanás.

Otro ejemplo de este contraste entre nuestra posición en Cristo y nuestra condición en el mundo, lo tenemos en 1 Corintios. Leyendo tan sólo los primeros nueve versículos de la Epístola — los que tratan de la fidelidad de Dios que los llamó a la comunión con el Señor — uno pensaría que todo era perfección en aquella congregación. Leyendo el resto de la Epístola, uno se da cuenta que su condición espiritual distaba grandemente de lo que ha debido ser.

Si el lector desea un ejemplo sobresaliente de posición-versus-condición en el Antiguo Testamento, lo tiene en el Cantar de los Cantares. El esposo, quien puede ser interpretado como una figura de Cristo, es fuerte, constante y ocupado con la belleza de su esposa. Ella, quien puede ser vista como una figura de nosotros, reconoce a lo largo del libro que él es “señalado entre diez mil”, pero que ella es inconstante y a veces marcadamente incumplida.

Bienaventurados aquellos cuyas iniquidades son perdonadas. Bienaventurado el varón a quien el Señor no inculpa de pecado. Romanos 4.7.8.

 

 

 

 

4.  Profeta

 

 

Números anteriores de esta revista han ofrecido tres artículos sobre Balaam, y el primero de ellos comenzó con decir: “Un estudio de este hombre debería incluir su maldición sobre el pueblo de Dios, su bendición sobre el pueblo de Dios y sus profecías”. En este último escrito de la serie hablaremos de las profecías que proclamó desde tres elevaciones distintas.

Sus siete “parábolas” (Números capítulos 23 y 24) constituyen uno de los primeros pronunciamientos extensos de la Biblia en materia profética. (Génesis 49 las precede). El adivino se encuentra obligado a decir lo que Jehová puso en su boca. Se trata de inspiración, tanto a Balaam para decir lo que dijo, como a Moisés para saber qué había dicho ese perverso (porque ningún israelita habrá tenido conocimiento).

“Es por demás significativo que Balaam reciba mención en aquella epístola muy profética que es la de Judas. Figura allí (versículo 11) como tipo de la gran apostasía en la gran tribulación. Balac es representativo de las grandes potencias mundiales que se juntarán contra Israel; Balaam, el profeta instruido pero insincero, es representativo del cristianismo apóstata que hará alianza con aquéllos”. (Arno Gaebelein). Nabucodonosor (un gobernante gentil, así como Balac) fue otro a quien fue revelado el cuadro de los cuatro reinos, y él contó con Daniel para interpretar su visión. Balac no interpretó lo que Balaam vio, sino el mismo Espíritu de Dios puso en su boca el sentido.

Hay por lo menos tres conjuntos de siete pronunciamientos en las Escrituras que tienen un marcado tinte profético, y todos ellos admiten una división cuatro / tres. En Mateo 13 hay cuatro parábolas dichas al lado del mar (figura de los pueblos del mundo) y tres dichas en la casa, solamente a los discípulos (figura de Israel). En Apocalipsis 2 y 3 solamente las cuatro últimas cartas aluden a la venida del Señor. Aquí en Números 23 y 24 los primeros cuatro pronunciamientos tratan mayormente del futuro glorioso de Israel, y los tres últimos tratan exclusivamente de la suerte de naciones gentiles. Notemos, pues, que no traza el futuro en secuencia cronológica; la bendición milenaria de la cual él habla en sus primeros oráculos tendrá lugar después del baño de sangre que él predice en la segunda mitad de sus dichos.

En 23.7 al 10 vio “un pueblo que habitará confiado, y no será contado entre las naciones. ¿Quién contará el polvo de Jacob, o el número de la cuarta parte de Israel?” Si bien Israel nunca ha sido contada como una de las naciones, la referencia primaria es claramente a su dicha milenaria, que Balaam llama su postrimería. Los Salmos 48 y 72 son apenas dos de los muchos pasajes que contemplan el escenario: “Hermosa provincia, el gozo de toda la tierra, es el monte de Sion [la Jerusalén terrestre], a los lados del norte, la ciudad del gran Rey”. “Ante él se postrarán los moradores del desierto, y sus enemigos lamerán el polvo. Todos los reyes se postrarán delante de él; todas las naciones le servirán”.

Pobre Balaam reconoció en 24:16 que era un caído que iba a ver al Omnipotente, “mas no ahora” y “no de cerca”. Escribió W.W. Fereday: “No es inusual para los profetas hablar en el tiempo presente al describir eventos futuros. Así David en Salmo 45 habla del gran Rey como si estuviera cabalgando en majestad en aquel momento, e Isaías 53 habla del sufrido Mesías como si recién había padecido. Balaam vio a Cristo, pero no como Abraham, quien vio el día de Cristo y se gozó, Juan 8.56”.

Pero aquel Omnipotente es (i) estrella que sale de Jacob, y (ii) cetro de Israel. Claro está, Cristo es la estrella resplandeciente de la mañana, Apocalipsis 22.16. El que nació de Israel es el lucero que saldrá cuando esclarezca el día de la manifestación del Señor en gloria, pero aun ahora puede estar en nuestros corazones. (Estamos interpretando 2 Pedro 2.19). Al vencedor, que guarda sus obras hasta el fin, el Señor dará la estrella de la mañana, Apocalipsis 2.28. Los magos vieron su estrella en el oriente, Mateo 2.2. Que la veamos nosotros también.

Pero el Ominipotente es también cetro para ejecutar juicio por medio de Israel. Tengamos presente Miqueas 2:2, donde el Sol de justicia que se levantará para castigar al impío traerá a la vez salvación en sus alas para su afligido pueblo predilecto. En su segundo pronunciamiento, 23.18 al 24, el profeta impío había sido obligado a decir que (antes del milenio): “He aquí el pueblo que como león se levantará, y como león se erguirá; no se echará hasta que devore la presa, y beba la sangre de los muertos”. Israel se portará varonilmente; de Jacob saldrá el dominador, 24.19. De estos juicios habla Balaam en el remanente de este cuarto oráculo y en los tres muy cortos que siguen.

Amalec, cabeza de las naciones por ser la primera que salió contra Israel en el desierto y atacó su retaguardia, “al fin perecerá para siempre”. Tanto Asiria como Israel (“Heber”) sufrirán a manos de las confederaciones que encerrarán la Tierra Santa, pero sobrevivirán. Asiria, aun siendo nación de las gentiles, será usada como azote contra otras. Ella y Egipto no serán raídas de la tierra: “Bendito el pueblo mío Egipto, y el asirio obra de mis manos, e Israel mi heredad”, Isaías 19.19 al 26.

Quitim (24.23) es Chipre, una isla mediterránea, pero nos explican que es empleada en las Escrituras como figura del Occidente en general y del Imperio Romano en particular, Jeremías 2.10, Daniel 11.30, y así la mención de sus costas y sus naves.

Israel exclamará en las palabras de Salmo 18: “Me has librado de las contiendas del pueblo; me has hecho cabeza de las naciones; pueblo que yo no conocía me sirvió. Al oír de mí me obedecieron; los hijos de extraños se sometieron a mí”. Más importante, se reunirán todas las cosas en Cristo en ese reino terrenal, “la dispensación del cumplimiento de los tiempos”, así las que están en los cielos, como las que están en la tierra; Efesios 1.10.

 

 

 

 

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