Sifra y Fúa (#331)

SIFRA Y FÚA

Rhoda de Cumming

La historia de estas dos mujeres está en Éxodo 1:15-22.

 

“¿Por qué dejaron vivos los varoncitos hebreos?” preguntó el rey de Egipto a las parteras Sifra y Fúa. Cuando hubo hambre en Canaán, Jacob con su familia se mudó para Egipto. Su hijo José había salvado a los egipcios de hambre y fue gobernador de aquella nación. Pero pasaron cuatrocientos años, los hebreos se habían multiplicado y el nuevo rey no sabía nada de José y consideraba aquella nación una amenaza. Sus oficiales oprimían a los hebreos con dura servidumbre a fin de exterminarlos. Pero cuanto más los maltrataban, más se multiplicaban.

Entonces el rey mandó a las parteras Sifra y Fúa matar a los niños varones hebreos al nacer, dejando vivas las niñas. Pero aquellas parteras temieron a Dios, así que no siguieron las órdenes del rey de Egipto, sino que salvaron la vida de los varones recién nacidos. Ellas sabían en su corazón que fueron llamadas a preservar vidas y el resultado fue la liberación y bendición de Dios a su pueblo.

Pero cuando Faraón preguntó por qué habían preservado la vida de los niños, Sifra y Fúa se refugiaron en una media mentira, respondiendo que las mujeres hebreas eran robustas y sus niños nacieron antes de llegar ellas. Tal vez hubo algo de verdad en lo que dijeron porque las hebreas estaban acostumbradas a trabajar fuertemente. Pero si ellas hubieron declarado solamente su deseo de obedecer a Dios quizás habrían recibido una liberación milagrosa como la de los tres amigos de Daniel en el horno de fuego.

Sifra y Fúa recibieron la aprobación de Dios por haber arriesgado sus propias vidas mostrando compasión a tantos niños. Fueron recompensadas de dos maneras: tuvieron el gozo de ver la nación de Israel hacerse más fuerte y más numerosa; y también recibieron la bendición de Dios sobre sus propias circunstancias. Como leemos en Hechos 5:29, “Es necesario obedecer a Dios antes que a los hombres”.

Aquellas parteras son un testimonio contra la práctica del aborto. Dios es el Autor de la vida. Él dijo: “Yo hago morir, y Yo hago vivir.” (Deuteronomio 32:39). La vida de cada persona empieza el momento de su concepción. En Salmo 139, escrito por David, leemos como él alaba a Dios diciendo, “Tú formaste mis entrañas; Tú me hiciste en el vientre de mi madre” y “Desde el vientre de mi madre Tú eres mi Dios” (Salmo 22:10).

Como aquellas parteras, debemos tener una fuerte convicción en cuanto a la santidad de cada vida humana. Algunas mujeres se han sometido al aborto sin entender la naturaliza de la vida en su matriz, y el mensaje del Señor para ella es: “Si confesamos nuestros pecados, Él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados” (1 Juan 1:9).

 

 

 

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