Introducción al Evangelio según Mateo | El uno será tomado (Mateo 24) | Las parábolas del reino (#156)

Introducción al Evangelio según Mateo                           

El uno será tomado, Mateo 24

Las parábolas del reino

 

Introducción al Evangelio según Mateo

 

August VanRyn

Del libro Medítations in Matthew,

publicado por Loizeaux Brothers

El autor del libro

Mateo el publicano, como se llama a sí mismo, es el autor esta llamativa presentación de Cristo como el Rey de Israel, nombre que significa “el don de Jehová”, y es acerca del don de Dios a los hombres pecadores que escribe. Israel rechazó el don que Jehová ofreció, y como resultado triste ha quedado como si fuera bajo el “publicano” —el cobrador opresivo de impuestos— para largos siglos.

Cual recaudador de rentas para Roma, bajo cuyo yugo irritante Israel se encontraba, Mateo no habría sido nada popular con los judíos, pero con todo es él que les presenta a su Rey, aquel que ha podido librarles de toda servidumbre.

Para el estudiante concienzudo de las Escrituras, hay clara evidencia interna de que Mateo escribió este relato de Cristo. Sólo él habla de sí como un publicano; los otros escritores, Marcos y Lucas, bondadosamente omiten este detalle. [Los publicanos eran odiados y vistos como vendepatrias]. Mateo, por supuesto, no dice que la fiesta que hizo para el Señor, inmediatamente al ser salvo, era “un gran banquete”, mientras que Lucas nos proporciona esta información, 5.29. Humildemente, Mateo no revela que dejó todo para seguir a Jesús, pero de nuevo Lucas lo reconoce, 5.28. Al decir que Tomás era su pareja, Mateo se coloca a sí después su consiervo, 10.3, pero tanto Marcos como Lucas hacen mención de Mateo antes de Tomás, 3.18 y 6.15, respectivamente. Son interesantes estos detalles al margen de la presentación, y manifiestan no sólo que Mateo la preparó sino que era hombre que no quiso promoverse a sí mismo.

Los únicos hechos expuestos acerca de Mateo como persona en el mismo Evangelio son su llamamiento a seguir al Señor, al cual respondió con alacridad, y el banquete al cual invitó a muchos de sus semejantes para que conociesen y escuchasen a su nuevo Maestro. Varios de los discípulos eran pescadores pero éste era hombre de negocios. Parece que fue escogido directamente por el Señor sin haber sido discípulo de Juan el Bautista.

En Marcos 2.14 es llamado Leví; parece que éste era nombre y Mateo su apellido. Dice que era hijo de Alfeo. Por lo tanto es probable que haya sido hermano de Jacobo “el Menor” —llamado éste hijo de Alfeo en Lucas 6.15— y posiblemente de Tomás Dídimo también.

No se sabe exactamente cuándo escribió su Evangelio, ni tampoco es de mucha importancia el dato. Algunos opinan que escribió en el año 40 y otros llegan hasta el 70. Algunos alegan que Mateo se valió del escrito de Marcos, pero es dudoso; Marcos no era apóstol ni anduvo con el Señor, y no es evidente por qué Mateo, que sí era discípulo, tendría que basarse en otro relato.

Lo principal es que contamos con este Evangelio, y es un aporte sobresaliente acerca de la persona y obra de Cristo, retratándole específicamente como Rey de los judíos.

El tema del libro

El tema de Mateo puede ser expresado en cinco palabras: el Rey y su reino.

Comienza con palabras llamativas: “Libro de la genealogía Jesucristo, hijo de David, hijo de Abraham”. Este lenguaje se destaca en su contraste con Génesis 5.1, donde leemos: “Este es el libro de las generaciones de Adán”. Las dos expresiones son descriptivas de dos grandes temas de las Escrituras: el Antiguo Testamento como la historia de Adán y sus descendientes, y el Nuevo como historia de Cristo, el Hijo de Dios, y su familia de los redimidos.

Mateo, entonces, comienza con la genealogía de Jesús como el Rey. Por esto va atrás al rey David y más atrás a Abraham, ya que Cristo no es sólo Rey sino rey en relación a la raza hebrea. En el Evangelio según Lucas la genealogía, 3.23 etc., llega hasta Adán por cuanto Cristo se presenta como el Hijo Hombre. De la misma manera la genealogía en Mateo se presenta a través de José, el esposo de María, por cuanto en el judaísmo el título del trono podría venir sólo a través del padre. Pero Mateo es cuidadoso, haciéndonos saber que José no era padre según la carne. Nuestro bendito Señor nació de una virgen, y José no le conoció a ésta hasta que ella ya había dado a luz, 1.25.

Este mismo Rey es a la vez “Dios con nosotros”, 1.23. Bien se ha dicho que al no ser hijo de José el Señor no ha podido aspirar al trono de David, pero al haber sido sólo hijo de José, Él no ha podido aspirar a nada por cuanto hubiera sido pecador. ¡Gloria a Dios, fue concebido milagrosamente del Espíritu Santo!

El tema de Mateo es, en resumen, Cristo como el cumplimiento de las esperanzas y promesas mesiánicas de Israel. Es el Rey cuya venida Israel esperaba, pero a quien Israel rechazó y crucificó una vez que llegó. Por esto Mateo prosigue mostrando que el reino les sería quitado y durante un intervalo asumiría la forma de un misterio, una cosa desconocida a los profetas de la antigüedad. Pero más adelante el reino será establecido sobre Israel de la venida del Hijo del Hombre, cuando la nación favorecida, “los escogidos”, será recogida de los cuatro vientos del cielo y establecida de nuevo en su propia tierra.

Mateo, cónsono con su lugar al comienzo del Nuevo Testamento, enlaza el pasado con el presente y el futuro. Empleando numerosas citas del Antiguo Testamento, este libro muestra que ése se explica ahora en el Nuevo, y que el Nuevo estaba “escondido” en el Antiguo. Es, por lo tanto, un evangelio con fuerte énfasis dispensacional, mucho más que Marcos y Lucas. Se hace mención de la Iglesia en Mateo, cosa que no se hace en otros evangelios.

Algunos rasgos peculiares

La característica sobresaliente es, por supuesto, la presentación del reino de los cielos. Más de treinta veces Mateo emplea la expresión pero ningún otro autor la usa.

Hay doce parábolas de las cuales se dice que ilustran el reino de los cielos, siete de ellas en el capítulo 13. Las otras cinco son la parábola del siervo que no quiso perdonar en el capítulo 18, los obreros en la viña en el 20, las bodas del hijo del hijo del rey en el 22, las doncellas prudentes e insensatas en el 25 y los talentos en el mismo capítulo. Solamente tres de todas estas parábolas se encuentran en otro evangelio: el sembrador, la semilla de mostaza y la levadura.

Hay en Mateo dos milagros que no se mencionan en los otros Evangelios: la curación de los dos ciegos y la moneda del pez. (La historia de Pedro andando sobre el agua enfatiza lo que hizo él, no el Señor).

Cuatro acontecimientos en la historia de nuestro Señor se narran solamente en este Evangelio, como también seis incidentes vinculados con su muerte y resurrección. Estos son el negocio que hizo Judas y su suicidio; el sueño de la esposa de Pilato; la resurrección de los muertos; la vigilia frente al sepulcro; el terremoto y el amanecer del día de la resurrección; y, la historia acerca del Sanedrín en el capítulo 28.

El Evangelio según Mateo contiene nueve pasajes sobresalientes que presentan discursos de nuestro Señor:

– el sermón del monte en los capítulos 5 al 7

– la invitación a los trabajados y cargados al final del 11

– la advertencia contra las palabras ociosas en 12.36,37

– “Bienaventurado eres, Simón …”, 16.17 al 19

– la humildad y el perdón, capítulo 18

– “El reino de los cielos será quitado de vosotros”, 21.43

– la acusación contra escribas y fariseos en el capítulo 23

– el discurso profético en el monte de los Olivos, capítulos 24 y 25

– la gran comisión en los últimos tres versículos del libro

Mateo y Lucas son los únicos que registran el así llamado sermón del monte, mientras que el segundo sermón sobre un monte, el de los Olivos en los capítulos 24 y 25, lo registran los primeros tres Evangelios. En cada caso el relato de Mateo es más extenso y detallado.

En estos dos capítulos el informe abarca la historia de Israel, el cristianismo y las naciones gentiles, mientras que Marcos y Lucas se limitan al pasado y futuro de Israel. Así, bien se dice que Mateo es “el evangelio dispensacional” por cuanto presenta el futuro del mundo entero. Es llamado también “el evangelio didáctico” por cuanto se ocupa mucho de enseñanza mientras que Marcos, por ejemplo, enfatiza actividades.

Se puede dividir el libro en tres secciones:

> capítulos 1 y 2:             Cristo nacido en Belén, conforme profetizó Miqueas

> capítulos 3 al 20:         Cristo la luz sobre judío y gentil, conforme profetizó Isaías

> capítulos 21 al 25:        Cristo el rey, conforme profetizó Zacarías

Isaías capítulo 50 y Zacarías capítulo 11 prevén el Evangelio según Mateo en su esbozo profético.

En Mateo y Marcos el Señor se entrega en manos de hombres. Los pensamientos acerca de su propia exaltación y gloria no se destacan aquí, como en el Evangelio según Juan. Israel le rechazó con el clamor de: “Su sangre sea sobre nosotros, y sobre nuestros hijos”. Sólo Mateo hace mención del campo del alfarero que los sacerdotes compraron con dinero manchado de sangre por motivo de la entrega de Jesús de parte de Judas. Ellos pensaban usar este campo para el entierro de extranjeros, y todo esto es una ilustración de cómo la tierra de Israel se hizo tierra de sangre de la nación misma a raíz de la crucifixión de Cristo. Por diecinueve siglos Israel vio su tierra bajo el mando de gentiles.

El velo se rasga en presencia de sacerdotes y el sepulcro se abre en presencia de soldados, pero ni los unos ni los otros fueron conmovidos por estas evidencias del poder divino. Sólo en Mateo leemos que el ángel rodó la piedra y se sentó sobre ella; algún día la piedra de incredulidad será quitada del corazón de Israel para dejar resplandecer la luz.

Siendo éste el Evangelio con enfoque judío, a los doce apóstoles les es dada la comisión a predicar y reunir las naciones a los pies del Rey. Esto no trata del Señor ascendido, sino es aquí en la tierra que reinará sobre Israel y los gentiles andarán a su luz y los reyes a su naciente esplendor, Isaías 60.3.

Una vez muerto Él, se abren los sepulcros, algunos santos resucitan y se manifiestan en la ciudad santa. Los cielos se abren en la forma del velo rasgado para dejar entrar al pueblo de Dios, y las rocas se parten para dejarles salir. Jerusalén es llamada la ciudad santa aun cuando el Rey fue crucificado fuera de sus portales; es llamada “santa” con miras al futuro. Es simbólica la resurrección a la cual nos hemos referido, 27.52,53, siendo un tipo de la nación muerta, Israel, que será restaurada al ver a Aquel a quien traspasó; sólo así podrá ese pueblo entrar de veras en su “ciudad santa” y morar allí bajo el imperio de su benéfico Mesías.

 

Por cuanto el Evangelio según Mateo es escrito para los judíos, tiene un marcado sabor judaico. Sólo este evangelista hace mención del evangelio enviado a “las ovejas perdidas de la casa de Israel”, 10.6, 15.24. Sólo él habla de los doce sentados sobre tronos en la regeneración, 19.28. En este libro se nota también un énfasis sobre la ley de Moisés.

Pero, es Mateo a la vez el único que cuenta que los magos gentiles vinieron a adorar al Niño; es único en reconocer la fe de los gentiles frente a la incredulidad judía, 8.10; y es él que hace mención de dos mujeres gentiles, Rahab y Rut la moabita. También demuestra, en 4.14 al 16, cómo Israel y los gentiles fueron favorecidos por la venida de Cristo al mundo. Todos éstos, y otros incidentes encontrados en Mateo, hacen entender que la deserción de Israel dio lugar a bendición para nosotros los gentiles, y que Cristo no es sólo Rey de los judíos sino también Salvador del mundo.

 

El pecado se presenta en este fascinante Evangelio como una violación de la ley, y no como una depravación moral. La palabra deudas se usa en la oración modelo del capítulo 6 en lugar de pecados, y Mateo emplea el vocablo injusticia (traducida como “maldad” e “iniquidad”) que ningún otro evangelista utiliza.

La hueca profesión, a diferencia del verdadero creer, es mucho más prominente en este libro que en los tres que siguen. Leemos aquí de perlas echadas delante de cerdos, de peces echados al mar por inaprovechables, de la cizaña entre el trigo, de los muchos en el camino espacioso a la destrucción, de un invitado vestido incorrectamente para las bodas, de las cinco doncellas insensatas, etc. Es así porque el reino de los cielos en esta época es una esfera que admite profesión verdadera o falsa; en la venida del Rey, lo falso será separado de lo verdadero.

Por cuanto Cristo es el rechazado de Israel, hay una cierta sombra, una sensación de alejamiento, sobre todo el libro de Mateo. Se enfatizan la disciplina y el juicio. Hay un Padre en los cielos, es cierto, pero sin un verdadero sentido de intimidad. El perdón de los pecados, cuando se encuentra en Mateo, generalmente no se presenta en su forma absoluta y eterna, sino condicional. Todo este primer Evangelio asume una forma que podemos llamar gubernamental.

Hay en él más de sesenta referencias al Antiguo Testamento. Cuando Mateo mismo cita estas escrituras, lo hace directamente del texto hebreo; cuando otros en el libro citan del Antiguo Testamento, lo hacen de la traducción al griego de “los Setenta”.

Palabras usadas con frecuencia

Como hemos comentado ya, son más de treinta las veces que este Evangelio habla del reino de los cielos, y es sólo en este libro que figura la expresión. Catorce veces habla de Cristo como el rey, y doce veces en Juan. Es llamativa la manera cómo se usa este título en los dos evangelios. Al comienzo de Juan, Natanael, un judío, reconoce a Cristo como el rey de Israel, pero aquí en Mateo son gentiles —los magos del oriente— que buscan al rey de los judíos. Natanael le conoció cuando entró en su ministerio público a la edad de treinta años pero los gentiles le buscaron apenas supieron que había nacido.

Al final de Mateo Cristo es visto como el rey que actúa en poder y majestad cuando echa los pecadores a las tinieblas eternas, 22.13, y los malditos al fuego eterno, 25.40,41, y cuando tiene todo poder todos los días, 28.20. En Juan vemos lo opuesto: el rey desconocido y despreciado. Pilato presenta ante el pueblo a uno sangriento y coronado de espinas, diciendo: “He aquí vuestro Rey”. Cuando los líderes de Israel reclaman su muerte, Pilato responde: “¿A vuestro Rey he de crucificar?” y ellos contestan: “No tenemos más rey que César”.

En Juan 18.36 aquel Ser bendito dice que su reino no es de este mundo, pero no leemos nada parecido en el Evangelio según Mateo. Juan presenta a Cristo tomando su lugar como el que fue rechazado por su propio pueblo, pero Mateo le presenta como el que asume las prerrogativas que le corresponden. Juan nos da la verdad aplicable al día presente y Mateo la verdad del tiempo futuro cuando Cristo reinará y ejecutará juicio. Mateo manifiesta que el que está rechazado por Israel ahora, y desconocido por el mundo en general, es el que más adelante reinará en poder y gloria.

Hijo de David es otro título que nos llama la atención, 1.1. Es el título que conlleva derecho al trono. Cuando sanó a un endemoniado, ciego y mudo, la gente preguntó: “¿Será éste el Hijo de David?” Este hombre es una ilustración de la condición actual de Israel en incredulidad; cuando el Hijo de David asciende al trono, Israel será sanado. Es reconocido como Hijo de David al entrar en Jerusalén, 21.9, un anuncio anticipado de aquel día cuando su venida será apreciada de veras por Israel como la llegada de su Rey.

“Para que se cumpliese lo dicho por …” Ocho veces Mateo escribe palabras de esta índole, pero sólo él habla así. “Lo que fue dicho” y otras expresiones similares son frecuentes.

 

¿Ha observado mi lector cómo Mateo emplea entonces? Vez tras vez introduce un relato o detalle con esta palabra, aun cuando sus colegas la usan poco en sus escritos.

Padre celestial o Padre en los cielos es otra característica suya. Mateo, 19 veces; Marcos, dos; Lucas, dos veces en traducción dudosa; otros libros, nunca. Es significativo. Cuando hablamos en oración al “Padre que está en los cielos”, hay indicio de distanciamiento; es lenguaje apropiado para un judío que pertenecía o pertenecerá al pueblo terrenal de Dios. Personalmente soy de la opinión de que no es una expresión “cristiana”, y su ausencia en las epístolas parece muy instructiva. Nosotros los creyentes nos acercamos confiadamente al trono de la gracia, entrando en los cielos mismos, Hebreos 10.19.

 

El fin del siglo (o del mundo) se encuentra cinco veces: 13.39,40,49, 24.3, 28.20. De nuevo, es una expresión que los otros evangelistas no emplean. La idea es el fin de una época o de un período de tiempo. La Epístola a los Hebreos habla de dos épocas: el mundo venidero en el 2.5 y la consumación de los siglos en el 9.26. Las dos se refieren al trato de Dios con Israel: la cruz se realizó en la consumación de los siglos; Cristo había venido para quitar de en medio el pecado, y lo hizo. La cruz puso fin al trato de Dios con Israel bajo la ley; de allí en adelante Israel no sería su pueblo y podría ser bendecido sólo al reconocer su condición perdida al igual que cualquier otro pecador.

La cruz, entonces, colocó al judío y al gentil en el mismo nivel. Pero Dios no ha terminado con esa nación, como el Evangelio según Mateo revela ampliamente, e Israel volverá a ser su pueblo en una época futura. Por esto Hebreos 2.5 habla del “mundo venidero”.

Mateo, en todos los cinco pasajes acerca del “fin del siglo”, o “el fin del mundo”, se refiere al final de esta primera etapa, la que caducó ante la cruz del Calvario. Moralmente, terminó allí. Pero, una vez terminada la época presente de la Iglesia (un paréntesis entre las edades previstas por Israel) los judíos, cual pueblo terrenal de Dios, pasarán por su horrible tribulación, serán recibidos de nuevo por Dios y le volverán a Él. Estos mismos pasajes señalan que Cristo juzgará a sus enemigos y luego reinará sobre su pueblo terrenal. Una etapa para Israel quedará atrás, y comenzará “el mundo venidero” y feliz, que llamamos el milenio.

Finalmente: Hijo del Hombre treinta veces en Mateo y doce en Juan; Hijo de Dios ocho veces en Mateo y trece en Juan. Comparo aquí Mateo con Juan porque ambos presentan a Cristo en su gloria como Rey y como Hijo. En Mateo Hijo del Hombre se usa en relación con la venida en gloria con sus ángeles y santos: “Veréis al Hijo del Hombre sentado a la diestra del poder de Dios, y viniendo en las nubes del cielo”, 26.64. No así en Juan, donde “es necesario que el Hijo del Hombre sea levantado” en la cruz, 3.14.

Todo esto concuerda con el retrato de Cristo presentado en el Evangelio según Mateo, a saber, que reinará en poder. Mateo, guiado por el Espíritu Santo, se ocupa mucho de este tema que tanto nos llama la atención.

El uno será tomado

William Hoste

 

Estarán dos en un campo; el uno será tomado y el otro será dejado. Dos mujeres estarán moliendo; la una será tomada, y la otra será dejada. Mateo 24.40,41

¿Cómo debemos entender esto?

Cuando nuestro Señor pronunció el gran discurso profético de Marcos 18, Lucas 21 y Mateo 24,25, se dirigió a los discípulos como representantes del remanente piadoso de Israel, y no como miembros de una Iglesia que ni siquiera existía en aquel momento. Aquellos hombres representaban el pueblo aparejado por Juan el Bautista. Los discípulos no habían dejado de ser judíos; esto hubiera sido un resultado extraño de haber recibido al Mesías de su nación. Eran judíos mejores y hasta los únicos de su tiempo.

Ahora, el tema recurrente del Antiguo Testamento era que el Mesías vendría primeramente en humillación, nacido de mujer y bajo la ley, y luego vendría de nuevo en poder y gloria. ¿No era necesario que el Cristo padeciera estas cosas, y que entrara en su gloria?

Isaías 10 y 11 hablan de esta segunda venida, y los capítulos 24 y 25 también. Un versículo típico es: “He aquí, éste es nuestro Dios, le hemos esperado, nos gozaremos y nos alegraremos en su salvación”. Hay también Daniel 7.9 al 14 (“He aquí vino uno como un hijo de hombre … y le fue dado dominio, gloria y reino …”) y Zacarías 14.1 al 8 (“El día de Jehová viene, y en medio de ti serán repartidos tus despojos ”).

Con la excepción de Isaías 53, se contempla siempre la venida del Hijo de Hombre en gran poder para librar a Israel. Los profetas hablan de su venida para establecer su reino benéfico aquí, y no para quitar a su pueblo de esta tierra.

En 1 Tesalonicenses 4 encontramos otra vista de la segunda venida. Es una etapa preliminar, no revelada en el Antiguo Testamento sino “un misterio” escondido previamente. Es la “salvación” o liberación del pueblo del Señor mediante resurrección, transformación y traslado de esta escena terrenal, previo a los juicios y la tribulación de los que se quedarán atrás. Estos cristianos serán arrebatados para recibir al Señor en el aire; 4.16,17.

Para quien lea los capítulos que identificamos arriba como del gran discurso profético en los tres Evangelios sinópticos, y considera también los capítulos del Antiguo Testamento que hemos mencionado, no debe haber mucha dificultad en ver que en el Olivet el Señor no se refería a la fase de su segunda venida que está revelada en 1 Tesalonicenses 4. Seis veces dice que es “el Hijo del Hombre” que vendrá, como aprendemos en el libro de Daniel. Vendrá en día malo, como en los tiempos de Noé; véase Isaías 10 y 11. Vendrá en relación con Israel, como en Zacarías 14.

Los dos estarán en el campo al final de la gran tribulación, cuando venga el Hijo del Hombre en gloria, rodeado de los ángeles de su poder, en llama de fuego, para dar retribución a los que no conocieron a Dios, ni obedecen el evangelio de nuestro Señor Jesucristo. El uno será quitado de este mundo en juicio, al “llorar y crujir de dientes”, que es la perdición eterna. El otro será dejado, para entrar en la bendición del reino milenario, preparado desde la fundación del mundo.

 

 

Las parábolas del reino
Mateo 13

 

  1. E. Wilson, Uplook, febrero 1996

 

¿Hay alguna diferencia entre el reino de Dios y el reino de los cielos? El hecho de que algunas parábolas en Mateo sean llamadas parábolas del reino de los cielos y las mismas son designadas parábolas del reino de Dios en Marcos y Lucas, parece indicar que los términos son intercambiables. Sin el ánimo de ser dogmático, observamos que hay muy pocos términos sinónimos en la Biblia. Parece que el reino de Dios es un término más amplio que el reino de los cielos.

El reino de los cielos sugiere que el Rey rechazado está ausente pero obrando sus propósitos desde el cielo. El reino de Dios es un reino tanto espiritual como material, compuesto de aquellos que de buena gana se doblan ante la autoridad divina, mientras que el reino de los cielos está corrompido por influencias que persiguen socavar el dominio de Dios.

Pero un día estas influencias serán desarraigadas y el reino de los cielos se fusionará con el reino de Dios. Las siete parábolas de Mateo 13 describen cómo estos dos movimientos obran lado a lado, pero el resultado a la postre será el triunfo de los propósitos gloriosos de Dios en gracia. Por el momento el Rey está en exilio, rechazado en el mundo que sus propias manos hicieron. Pero Él reina desde su trono en el cielo, y en los corazones de sus súbditos leales en la tierra.

Las siete parábolas de Mateo 13 se dividen en dos grupos. Las primeras cuatro fueran dichas a la multitud al lado del mar; las últimas tres fueran dadas en privado a los discípulos en la casa. El primer grupo describe cómo Satanás está obrando para destruir la obra de Dios. El segundo muestra cómo la operación del propósito suyo triunfará a la larga.

El sembrador y la semilla

El Señor es un Padre de familia que está sembrando la buena semilla de la Palabra en los corazones de los hombres. Obsérvese que hay¾

cuatro tipos de tierra: la que está al lado del camino, con piedras,
con espinos y buena tierra

cuatro preposiciones: junto, sobre*, entre y en [*así en varias traducciones al castellano, y en Lucas 8]

cuatro condiciones para buenos resultados: tierra buena, blanda,
limpia y profunda

El Señor interpreta la parábola en 13.18 al 23. El corazón del oyente al lado del camino nunca ha sido surcado por el arado. La semilla cae junto a la senda muy pisada ya. Las aves que la recogen son el impío Satanás. El mensaje nunca penetra y por consiguiente no hay fruto.

La próxima semilla cae en lugares donde el lecho de piedra está cubierta por un poco de tierra. Nunca echa raíz, y se seca al salir el sol. Esta persona es presta a hacer una confesión de fe, pero al presentarse dificultades se ve que la raíz de la vida eterna no existe. Obsérvese que en cada uno de estos cuadros la planta no es la persona; la tierra es la persona. La planta que se seca es la apariencia visible de la influencia de la Palabra de Dios en la vida de un individuo.

La tercera semilla cae entre espinos que la ahogan. Estos son el afán de este mundo y el engaño de las riquezas que estrangulan cualquier posibilidad de fruto. La influencia de la Palabra se queda neutralizada en la vida de la persona que permite que las cosas temporales sofoquen las eternas.

Pero la buena semilla cae en buena tierra y premia la labor del sembrador. Los tres enemigos en esta primera parábola son el diablo, la carne y el mundo, respectivamente. Por encima de todo está la oposición a la Palabra.

El trigo y la cizaña

En la segunda parábola Satanás intenta otra táctica. La buena semilla se siembra en el campo, pero, mientras los hombres duermen, el enemigo siembra cizaña entre el trigo. La cizaña [centeno] se asemeja tanto al trigo que mientras crezca que es casi imposible distinguir entre los dos. Se detecta qué es solamente una vez que eche espigas.

La siega es la prueba; somos tan propensos a ser engañados. Judas se parecía a trigo cuando predicaba con Simón el cananita. Pedro parecía ser centeno cuando negó al Señor. Así, el segundo método de Satanás para frustrar la obra de Dios es la siniestra imitación.

El árbol de mostaza

La tercera parábola describe una monstruosidad. Una hierba del huerto, procedente de una de las más pequeñas de semillas, se desarrolla en árbol tan grande que las aves se anidan en ella. Los naturalistas nos explican que la mata común de mostaza suele alcanzar unos noventa centímetros de altura pero que bajo ciertas condiciones sí puede llegar a unos tres metros, y que, efectivamente, las aves pueden alojarse en ella porque las semillas las atraen. En las Escrituras el olivo, la vid y la higuera son figuras de bendición y se emplean figurativamente de Israel como el testimonio de Dios sobre la tierra. ¡Pero mostaza! Sirve tan sólo para agradar al apetito exigente.

La lección de la parábola es obvia. Nos enseña otro método satánico para atacar la obra de Dios, el cual es una sensacional expansión anormal. En la descripción de Babilonia la Grande, Apocalipsis 17 y 18, se nos informa que el sistema apóstata, el cual representa la forma final de la religión organizada, ha llegada a ser la habitación de demonios, guarida de todo espíritu maligno y albergue de toda ave y aborrecible, 18.2. Las aves que en un tiempo quitaban la buena semilla, y luego encontraron un lugar en las ramas, ahora están confinadas en una jaula en el sistema que ellas mismas ayudaron a desarrollar. No se requiere mucha imaginación para identificarlas. Son los falsos maestros, mencionados tantas veces por Pablo y Pedro en sus epístolas.

La levadura

Se ha dicho que la levadura, 13.33 al 35, es la parábola bíblica que más se ha interpretado erróneamente. Aquellos que abogan por la teoría postmilenaria de la segunda venida de Cristo hablan de la levadura del evangelio que poco a poco penetrará y transformará la sociedad, de suerte que a la postre se producirá el milenio. Pero dos guerras mundiales y la creciente desmoralización de la sociedad han desacreditado esa teoría. La enseñanza de la Biblia es que el reino milenario de Cristo se introducirá, no por la predicación del evangelio, sino por los juicios catastróficos descritos en Apocalipsis 6 al 19. Realizados éstos, se manifestará Cristo como Rey de Reyes y Señor de Señores.

La levadura en las Escrituras representa siempre la enseñanza o las influencias perversas. Era excluida de la fiesta de la pascua y las que la seguían. Era prohibida para la ofrenda vegetal (la oblación, Levítico 2), donde la flor de harina, el aceite, la sal y el incienso todos hablan de las glorias morales del Salvador. Nuestro Señor advirtió a los discípulos de la levadura de los fariseos, de los saduceos y de Herodes, Marcos 8.15, Mateo 16.6. Pablo habla de la levadura de la iniquidad moral, 1 Corintios 5.6 al 8, y la del mal doctrinal, Gálatas 5.9. La interpretación de la levadura aquí debe estar en línea con su interpretación en el resto de las Escrituras.

Las tres medidas de harina equivalen una efa; véase Génesis 18.6, Jueces 6.19 y 1 Samuel 1.24. Tomando en consideración estos pasajes, y en especial el de la ofrenda vegetal, la flor de harina representaría la perfección de Cristo. En la esfera de la naturaleza, la levadura hace la harina más agradable al paladar, pero en las cosas espirituales se debería mirar con recelo lo que haría la verdad divina más agradable al hombre natural.

Entonces, la parábola de la harina leudada habla de la infiltración de herejías en relación con la persona de Cristo.

El tesoro en el campo

Aseguradamente la nación de Israel tendrá un lugar en el reino. Serán cumplidas las promesas de los pactos hechos con Abraham y David, Génesis 15, 2 Samuel 7. El término especial tesoro, o traducciones equivalentes, se encuentra cinco veces en el Antiguo Testamento: Éxodo 19.5, Deuteronomio 14.2, 26.18, Salmo 135.4, Eclesiastés 2.8, Malaquías 3.17. Un examen de estos trozos haría ver que Israel es el tesoro.

En Mateo 13.44 el tesoro está escondido en el campo, luego encontrado y entonces enterrado de nuevo. El hombre que lo encuentra vende todo lo que tiene y compra el campo. Obviamente su objeto es desenterrarlo y beneficiarse de ello una vez realizada la transacción.

La enseñanza de la parábola es sencilla. El campo es el mundo. Israel fue encontrado en Egipto y redimido por la sangre del cordero; luego, llevado a través del Mar Rojo hasta el desierto. Allí Jehová les dio su ley en Sinaí y entró en un pacto con ellos a base de sangre. Pero, debido a su pecado, y especialmente el rechazo y asesinato de su Mesías, el tesoro especial de Dios tuvo que ser enterrado de nuevo en el campo. Ellos han sido esparcidos entre las naciones.

El hombre que vendió todo lo que tenía para comprar el campo es el Señor Jesús, el Mesías de Israel. En su muerte, no sólo redimió el tesoro, sino el campo también. Pablo nos relata que la creación gime, esperando con gran expectativa el día cuando será libertada de la esclavitud de la corrupción y entrará en la gloriosa libertad de los hijos de Dios, Romanos 8.19 al 23.

De manera que las tres palabras escondido, halla, esconde nos proporcionan una historia concisa de Israel hasta el presente. En nuestro día vemos desenvolviéndose rápidamente el propósito de Dios en relación con Israel. Como fue predicho, ellos están regresando a la tierra en incredulidad. Rodeados de enemigos, pronto van a experimentar “la angustia de Jacob”, la gran tribulación, Jeremías 30.7. Pero serán salvados milagrosamente por la venida del Mesías, Zacarías 14.4. Después del arrepentimiento nacional y su limpieza en la fuente abierta para la purificación del pecado, Zacarías 12.10, 13.1, serán restaurados a una relación con Jehová a base de pacto. En el período milenario se desplegará el tesoro que por el momento está enterrado en el campo de las naciones.

El mercader y la perla

Aquí en el 13.45,46 se encuentra otra parábola que ha sufrido a manos de intérpretes. Ha recibido el mismo trato que las del árbol y la levadura. Se dice que el comerciante es el pecador, la perla es el Salvador, y el pecador tiene que vender todo lo que tiene para obtener la salvación. ¡Pero es una tergiversación de las Escrituras!

El comerciante es Cristo. La perla costosa es la Iglesia, compuesta de judío y gentil, que en la era presente está siendo llamada del mar de las naciones. El comerciante, vendiendo todo lo que tiene, se describe en 2 Corintios 8.9 y Filipenses 2.5 al 11. Pablo esboza el tema en otro contexto en Efesios 5.25 al 27: “Cristo amó a la iglesia, y se entregó a sí mismo por ella”.

Una perla es producto de gran sufrimiento. Un grano de arena penetra el molusco y habita en su carne viva. El cuerpo extraño tan irritante queda cubierto por capas sucesivas de concreción de nácar, o madreperla. Así la perla queda formada por la criatura viva como respuesta a la herida en su costado. Llama la atención que la perla, así como la Iglesia, es la única piedra preciosa que no puede ser partida.

Cuán gráficamente los detalles de esta joya hermosa ilustran la obra de nuestro Señor en relación con su Iglesia. Leamos que cada puerta de la ciudad de la Esposa en Apocalipsis 21 era de una perla. La Iglesia es el producto de su padecimiento y la respuesta a su costado herido.

La red en el mar

Aquí la figura cambia de una de mercader a una de pescador. El pescador y su red se emplean en las Escrituras como ilustración de la predicación del evangelio. Tanto Juan el Bautista como nuestro Señor predicaban el mensaje del reino. Hoy en día se proclama en escala mundial el evangelio de la gracia de Dios. Una vez completada la Iglesia y arrebatada al cielo en el rapto, se predicará de nuevo el evangelio del reino, Mateo 24.14.

Se debe tener presente que esta parábola aplica de manera especial al fin de la época, 13.49. Se enviará en gran engaño a aquellos que han oído el evangelio de la gracia divina en estos tiempos y lo han rechazado; ellos creerán una mentira y serán condenados, habiéndose complacido en la injusticia, 2 Tesalonicenses 2.11,12. Que nadie suponga que, una vez ausente la Iglesia, habrá una segunda oportunidad para los que no reciben a Cristo ahora. Ellos serán judicialmente enceguecidos, así como lo es Israel hoy por hoy. Rechazaron a Cristo, e irán ciegamente tras el anticristo a su perdición.

Pero habrá una gran cosecha de almas. Dios empleará de nuevo un remanente de Israel. Como Pablo, nacerán fuera de su tiempo, “como a un abortivo”, 1 Corintios 15.8. Ellos serán sellados por un Todopoderoso y despachados con el mensaje del Rey por venir. Constituirán el más grande cuerpo misionero que el mundo jamás habrá visto. Con el beneficio de transporte moderno y los medios masivos, el mundo entero oirá el gran mensaje. Una vasta multitud que nadie puede cuantificar profesará aceptar el mensaje. Pero, como otros movimientos masivos, habrá una mezcla de lo genuino y lo falso. Como en las primeras dos parábolas, hay aquellos que en realidad nunca nacieron de nuevo. En la venida del Rey habrá una separación de aquellos que tienen tan sólo una profesión de aquellos que tienen vida. Los ángeles, los agentes que separan los impíos de los justos, los lanzarán al lago de fuego, 13.49,50.

Conclusión, 13.51,52

Jesús les dijo a los discípulos: “¿Habéis entendido todas estas cosas?” Ellos respondieron: “Sí, Señor”. Luego les dijo: “Por eso todo escriba docto en el reino de los cielos es semejante a un padre de familia que saca de su tesoro cosas nuevas y cosas viejas”.

Grande es el tesoro de enseñanza que tenemos en este maravilloso capítulo. Y, repitámoslo, es uno que abarca una esfera mayor que la de la Iglesia, aunque sí la incluye. Hoy está en forma de misterio mientras el Rey está ausente, pero un día será en manifestación, cuando el Rey vuelva personalmente para reinar.

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