La historia de la creación; 90 páginas (#117)

La historia de la creación

 

Robert W. Cargill

Título en inglés: Creation’s story

Copyright @ 2008 John Ritchie Ltd.

Traducido por Donald R. Alves

Prólogo

 

Parece que el ateísmo está más de moda que nunca. Por supuesto, no es nada nuevo. Desde milenios atrás, “Dice el necio en su corazón: No hay Dios», Salmo 14.1. Es así no obstante la evidencia clara que el salmista reconoció al declarar en el 19.1: “Los cielos cuentan la gloria de Dios, y el firmamento anuncia la obra de sus manos”. Esta declaración, explica él, está presentada de una manera que la pueden entender todos, cualquiera su idioma.

Desde luego, por cierto tiempo ya la teoría de una evolución ha sido un apoyo para su incredulidad, pero su aparente confianza que Dios es superfluo no está bien fundamentada. Una consideración cuidadosa del mundo en derredor debería conducirnos a la conclusión que no sólo hay un Dios que lo hizo, sino también a que ese mundo despliega la sabiduría y gloria de quien lo hizo. Últimamente se han escrito varios libros que han debido hacer reflexionar a aquellos que hacen caso omiso de esa evidencia. Bert Cargill menciona algunos en la bibliografía que él anexa a este libro, que es un digno complemento a aquéllos.

Conviene llevar en mente que mucho antes de nacer Darwin las Escrituras hicieron saber: “Las cosas invisibles de él, su eterno poder y deidad, se hacen claramente visibles desde la creación del mundo, siendo entendidas por medio de las cosas hechas, de modo que no tienen excusa”, Romanos 1.20.

Son complejos los argumentos técnicos y científicos que se esgrimen en debates acerca del universo y la vida. Es muy ventajoso contar aquí con explicaciones  en términos simples — pero no simplistas — de parte de uno con experticia en varios de los temas clave. Estos capítulos deben dar una percepción suficiente a los creyentes sin un conocimiento especializado, que “en el principio creó Dios los cielos y la tierra”, y que “sin él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho”, Génesis 1.1, Juan 1.3. Esta segunda cita es una afirmación clara de la Creación Especial como la explicación de todo lo que nos rodea.

Da especial satisfacción observar que a lo largo de este libro se procura sacar lecciones espirituales para nuestro provecho. Si bien trata de la ciencia, lo hace con base firme en las Escrituras, con el gran objetivo de llamar la atención a la gloria de Dios. Recomendamos el volumen gustosamente.

 

W S Stevely    Ayr   septiembre 2008

 

El autor reside cerca de la Universidad St Andrews en Escocia, donde recibió su doctorado en ciencias químicas. Es un expositor competente de las Sagradas Escrituras entre las asambleas congregadas en el nombre del Señor Jesucristo en su país.

 

Los cielos cuentan la gloria de Dios, y el firmamento anuncia la obra de sus manos. Un día emite palabra a otro día, y una noche a otra noche declara sabiduría. No hay lenguaje, ni palabras, ni es oída su voz, Salmo 19

 

Señor, digno eres tú de recibir la gloria y la honra y el poder; porque tú creaste todas las cosas, y por tu voluntad fueron creadas, Apocalipsis 11

 


Contenido

 

Parte I – Una perspectiva general

1          La gloria del Creador

2          El principio: «La fundación del mundo»

3          El fin: «Todas estas cosas han de ser desechas»

4          Una creación que está gimiendo

5          Sostenida con la palabra de su poder

6          Orden y caos

Parte II – El relato en Génesis

7          Los días de la creación

8          Lo que Dios creó e hizo

9          El diluvio y sus efectos

10        Cambios geológicos atribuibles al diluvio

11        Los fósiles y el diluvio

Parte III – Algunas cosas únicas y asombrosas

12        La tierra: Un planeta único

13        «Hizo también las estrellas»

14        El agua: Un líquido único

15        La luz: Una iluminación única

16        El carbono: Un elemento químico único

17        El hombre: Un ser único

18        Nuestro asombroso cerebro

19        Nuestro suministro vital de sangre

20        La maravilla de nuestro nacimiento

Parte IV — Conclusiones

21        Un estudio de la naturaleza

22        Diseño e instinto

23        La ciencia y la Biblia


Introducción

 

El motivo detrás de los varios capítulos de este libro — y su forma original en The Believer’s Magazine en 2007 y 2008 — es mostrar cómo todas y cualquier parte del universo material, grandes y pequeñas, animadas e inanimadas, declaran la grandeza y el poder de su Creador y testifican a Él. Al recontar y releer la gran y fascinante historia de la creación, mejor podemos glorificarlo a Él por lo que ha hecho, cosa que sólo Él haya podido hacer. Damos eco a las palabras de David en Salmo 145.10: “Te alaben, oh Jehová, todas tus obras, y tus santos te bendigan”.

 

Este no es otro libro enfocado a “desmentir” la evolución o “probar” la creación. Partimos de la declaración fundamental que “en el principio creó Dios los cielos y la tierra”, Génesis 1.1, y que “sin él [el Señor Jesucristo] nada de lo que ha sido hecho, fue hecho”, Juan 1.3. En realidad estamos dando por sentado que los lectores creen ya que la Biblia es la Palabra de Dios y por lo tanto acertada, autorizada y fidedigna de tapa a tapa.

 

Sin embargo, si algunos lectores dudan genuinamente o tienen preguntas sinceras acerca de la evolución y/o la creación, favor seguir leyendo con una mente abierta. Diversos criterios son una cuestión que cada cual decide por razones que conoce. Este no es un libro científico, ni requiere mucho conocimiento de ciencia para captar su mensaje.

 

En cuanto a la ciencia, sólo puedo asegurarle a usted que he encontrado que los hechos comprobados de la ciencia armonizan enteramente con la revelación de las Escrituras. Habiendo dedicado la mayor parte de mi vida a la docencia y la investigación científica — la química, específicamente — yo como muchos otros he encontrado que las interpretaciones de los hechos basadas en la creación hacen más sentido que las interpretaciones basadas en la evolución.

 

Algunos de los capítulos que siguen mostrarán que es así. La situación triste es que la mayoría de la gente quiere, y aun demanda, explicaciones basadas en la evolución y nada más. Por esto se suelen propagar esas explicaciones sin permitir una consideración seria de cualquier alternativa, y aceptarlas a ciegas y sin crítica. Usted está obligado a sí mismo a considerar esto.

 

Bert Cargill   St Monans   Escocia   septiembre 2008

 

 

 

Parte I – Una perspectiva general
– desde el principio hasta el final

 

  • Qué enseña la Biblia acerca de nuestro Creador
  • Qué se nos dice acerca del principio de la creación y su fin
  • Quién la sostiene y cómo sigue funcionando
  • Por qué todo se está volviendo desordenado

1  La gloria del Creador

 

La historia de la creación revela la gran gloria del Creador. Usted puede verla dondequiera que mire. Contemple el cielo nocturno adornado de mil estrellas, mire abajo a las profundidades del océano lleno de asombrosas forma de vida, vea un vasto panorama en tierra o en mar, o aun en el jardín de una casita; déjese ser movido por una dorada puesta de sol o un rosado amanecer. Tome un telescopio y vea más lejos, tome un microscopio y vea más de cerca, tome un libro de texto y estudie más a fondo, haga un viaje y vea más allá de su contorno, tome tiempo y escuche y toque y respire lentamente. ¿Qué sucede? Sus sentidos responden. Su mente y corazón se conmueven. Usted puede encontrar que, como en cierta otra estructura diseñada por Dios, “Todo dice: ¡Gloria!” Salmo 29.9, Biblia de las Américas.

Explórelo toda cuanto pueda; admírelo; aprécialo; procure entenderlo. Después de todo aquello, valore a Aquel que lo creó a usted también: su obra cumbre. Hecho esto, incline su corazón y dele toda la gloria.

La gloria revelada

La gloria de Dios ha sido revelada de muchas maneras, y por cierto está revelada en todas sus obras y proceder. Las Sagradas Escrituras son en sí un tesoro de gloria. Mientras más busquemos humilde y diligentemente, más encontramos para que nuestros corazones sean conmovidos en adoración. Más, también, absorberemos de aquella gloria y la reflejaremos a otros; «Mirando a cara descubierta como en un espejo la gloria del Señor, somos transformados de gloria en gloria en la misma imagen, como por el Espíritu del Señor», 2 Corintios 3.18. A la vez veremos la gloria divina en la faz de Jesucristo nuestro Salvador, 4.6. Y, el gran plan de redención ejecutado en el Calvario es tan glorioso que aquellos que lo han disfrutado serán para la gloria de su gracia para siempre, Efesios 1.6.

Esto es el gozo inefable y glorioso de 1 Pedro 1.8, y llena el alma de emoción. Pero a veces prestamos menos atención que debemos a otra esfera que revela la gloria de Dios, cual es su obra asombrosa en la creación que revela su sabiduría sin par y su poder sin límite.

Toda la materia del universo físico, todas las criaturas grandes y pequeñas, desde el mamífero más grande hasta el insecto más pequeño o la bacteria, desde los enormes planetas en el sistema solar hasta los diminutos electrones en los átomos — todos vienen de la mano de Dios, creados y sostenidos por la Palabra de su poder. Pasarlo por alto es perder algo importante. “Las cosas hechas” son un testimonio elocuente a Dios que revelan “su eterno poder y deidad”, Romanos 1.20.

La teoría de la evolución

Dar al Señor nuestro Dios la gloria debida a su nombre es una de las razones fundamentales por nuestra misma existencia. Todo verdadero creyente se deleita en hacer esto en todo momento y por todo motivo, y será nuestra bendita ocupación por toda la eternidad. Sin embargo, uno de los grandes objetivos de Satanás es el de robar a Dios de aquella gloria, y hacerlo de cualquier manera que dé lugar.

Uno de los métodos más exitosos para negar la grandeza y gloria de Dios es propagar la teoría de la evolución. Se la adoctrina a todo nivel de la educación en los países desarrollados del mundo. Los medios de comunicación social la dan por sentada. Se supone que la prensa científica sea justa y neutral, pero segmentos de ella prosiguen una cruzada sin tregua contra “el creacionismo” por la sola razón que “no es aceptable”. Se prohíbe oposición a la idea de una evolución y se la ridiculiza. Pero la razón por su popularidad no es su veracidad objetiva, sino más bien el fuerte sesgo que excluye a Dios.

No es que la evolución haya desmentido la existencia de Dios, aunque muchos dirían que sí. Es que un modo de pensar del ateísmo conduce a la evolución. Una negación a enfrentar las implicaciones de una responsabilidad ante Dios hace que la evolución sea muy deseable. Ofrece una excusa (que se presenta como razonamiento científico) para evitar lo obvio y razonable: que el universo y todo lo que hay en él fue creado y evidencia claramente diseño y propósito. Esta evidencia es de hecho evidencia de la sabiduría y el poder de Dios Todopoderoso.

La evolución es una teoría, una propuesta explicación del origen y el desarrollo de todo lo biológico, y aun más. El libro de Charles Darwin, El Origen de las Especies, publicado en 1859, la dio un enorme ímpetu. Desde ese entonces, la teoría ha sufrido muchos cambios y revisiones, como sucede a menudo en la ciencia, pero algunas de las revisiones son mutuamente contradictorias. Lo cierto es que la evolución no es un hecho, no obstante lo que se afirma frecuentemente.

Las observaciones y los hechos de la ciencia han sido ordenados en torno de la evolución y algunos de ellos seleccionados para apoyarla. Pero estas observaciones y hechos admiten mejor explicación por la teoría (o, si prefiere, la doctrina) de la creación.   El relato del origen de las cosas por creación no contradice ningún hecho comprobado o ley de la ciencia. Pero la teoría de una evolución sí lo hace y por ende no es buena ciencia. No puede ser una sana teoría científica, porque choca con varias de estas leyes; por ejemplo, la termodinámica (energía), la biogénesis (vida), y la informática, por nombrar unas pocas que explicaremos luego.

La creación

El título Creador se emplea relativamente pocas veces en tanto el Antiguo como el Nuevo Testamento, y vale la pena buscarlas con una concordancia. Pero la doctrina de la creación impregna la Biblia entera desde literalmente el primer versículo hasta una buena parte del último libro. Los pasajes clave para estudiar en el Nuevo Testamento son Juan 1.1 a 5, Romanos 1.19 a 25, 8.18 a 25, Colosenses 1.14 a 19, Hebreos 1.1 a 4, 10 a 12 y 2 Pedro 3.3 a 13. Los puntos principales son éstos:

  • La fuente original de todo es Dios, quien es increado y eterno.
    • El poder de Dios para crear fue manifestado en su palabra hablada.
    •  Toda vida emana de Dios, sea simple o compleja, animal o vegetal, física o espiritual, presente o eterna.
    •  El Hijo de Dios es tanto el diseñador como el hacedor de todo en el universo entero. Fue creado por Él y para Él. Él lo sostiene o mantiene todo en todas sus funciones.
    •  El estado presente del mundo material y las cosas vivas en ella han sido modificados de su estado original debido al pecado de nuestros primeros padres en el Edén. En realidad, se está deteriorando y perdiendo algo de su esplendor; a un nivel global aun ahora esto se está acelerando a causa de la mala administración de su ambiente de parte del hombre.
    •  La creación material no es permanente. En el momento dispuesto por Dios será destruida de un todo, una vez que haya cumplido su función, cuando en el día del juicio de Dios en su forma definitiva reemplace el día de la gracia divina. •  A la postre habrá un cielo nuevo y una tierra nueva en los cuales la justicia morará para siempre.

Nuestro Creador

Dios es nuestro Creador fuerte, Salvador bendito y Padre celestial amante. Es también nuestro fiel Creador. A Él le encomendamos nuestras almas, 1 Pedro 1.19.

Así que, nos hizo, y no nosotros a nosotros mismos, Salmo 100.3. Todo lo que somos física y mentalmente, nuestros cuerpos hechos formidables y maravillosamente, y nuestras mentes asombrosas, complejas y eficientes, llevan la impresión de una mano divina. Es importante valorarlos, usarlos ordenadamente y cuidarlos; y, por cierto, glorificar a Dios en nuestros cuerpos, 1 Corintios 6.20. Cuando la marcha de los años o la enfermedad se imponen, confiadamente podemos encomendar el cuidado a Aquel que se acuerda de que somos polvo, Salmo 103.14, débiles y mortales pero con todo trabajados por su habilidad.

Es inmenso e incomprensible el poder de Dios en la humanidad. Nada escapa ni sale de su diseño: «Levantad en alto vuestros ojos … ninguna [cosa] faltará», Isaías 40.26. Él cuenta y nombra las estrellas, y así también conoce nuestros cabellos y ve cuando un pájaro cae a la tierra. Es todopoderoso pero tierno, infinito y eterno, pero cercano y personal para con los que confían en Él.

El consejo de Salomón fue de acordarnos de nuestro Creador en los días de nuestra juventud, Eclesiastés 12.1. Esto le da un fundamento firme a la vida, y una vez pasada la juventud, aun distante ya, sigue tan relevante como siempre. Él nos hizo, nos salva, nos guarda y nunca nos deja. Aun el polvo del cuerpo del creyente en el sepulcro está en su custodia hasta el día de la resurrección.

En este libro exploramos algunos aspectos de la creación, describiéndolos de tal manera como para dar la gloria que le corresponde al nombre de Dios. Los creyentes en Cristo también podemos confiar en que, no obstante el bombardeo que viene del campo de la evolución, el fundamento de Dios queda firme. Su Palabra es de un todo confiable y una fe en la historia bíblica de los orígenes es totalmente sostenible.

 

2  El principio: «La fundación del mundo»

 

Una declaración única y majestuosa compone el primer versículo de nuestra Biblia. Presenta en pocas palabras la respuesta a la pregunta fundamental aun antes que fuese formulada. A lo largo de las edades muchos se han preguntado de dónde procede todo y qué fue su principio. ¡Génesis 1.1 lo dice!

«En el principio creó Dios …» Él es la primera causa y el origen de todo. Aceptamos esta declaración por fe: «Por la fe entendemos haber sido constituido el universo por la palabra de Dios, de modo que lo que se ve fue hecho de lo que no se veía», Hebreos 11.3. Es lo más razonable que se puede hacer. Concuerda con la experiencia diaria que absolutamente cada cosa tiene un hacedor, un diseñador, un autor, una causa, un creador. Seguramente esto incluye el mundo maravilloso, hermoso, intricado y natural. Pero la evolución dice que no. Esto no es razonable ni lógico, y en realidad tampoco es científico, no obstante la insistencia en que lo es. La ciencia verdadera se basa en observación y medición real, y nunca se ha observado que algo suceda sin una causa, o se evolucione del caos, o proceda de la nada.

Todo cuadro tiene su pintor, toda estructura su arquitecto y constructor, todo libro su autor. Le corresponde al creador de cada obra de mérito o hermosura que la gente lo aprecie, lo dé el debido crédito y aun elogio. Creemos que «sin él nada de lo que he sido hecho, fue hecho», Juan 1.3. Desde la más pequeñita partícula subatómica hasta la más gigantesca galaxia, desde la más pequeña flor solitaria y su grano de polen hasta el modo de funcionar de las abejas en una colmena o los cuervos en una manada, admiramos la belleza y la complejidad. En nuestra admiración damos gloria a su gran Creador. La teoría de la evolución le niega aquella gloria, y aun niega que Él exista. ¿Por qué? El ateísmo es el comienzo, no la conclusión. Es lo que mucha gente prefiere creer.

¿Pero qué creemos nosotros, especialmente acerca de cuándo y cómo todo comenzó? Se nos dice claramente por qué: «Por tu voluntad existen y fueron criadas», Apocalipsis 4.11. En cuanto a cuándo y cómo, es importante dar el debido peso y sentido a las declaraciones de Génesis 1, y a la vez no insertar en aquel capítulo lo que no está allí.

Nada de fechas

No se nos dice cuándo fue «en el principio» en que el mundo fue creado y Adán fue hecho. El texto de Génesis 1 no da fechas. Se han hecho cálculos, pero todos ellos encierran ciertos supuestos que probablemente no sean válidos.

Los evolucionistas afirman que la tierra fue formada unos 4,5 mil millones de años en el pasado. Basan su cálculo en mediciones del ritmo de los procesos radioactivos de ciertas rocas, con dos supuestos mayores:

  • La velocidad del cambio no ha variado sobre vastos lapsos de tiempo y en circunstancias extremadamente variadas.
  • Ninguno de los elementos producidos por estos procesos radioactivos estaban en las rocas al inicio.

Probablemente ambos supuestos sean erróneos, por sanas razones científicas. Así que, aun cuando a menudo se cita esa antigüedad, no es un hecho confiable. Hay otros métodos científicos con que medir la edad de la tierra que arrojan números menores, algunos aun menos de 10.000 años. [1]  No se presta mucha atención a ellos, y hasta se los rechazan, solamente porque no encajan en los requerimientos de la teoría de la evolución y su interpretación del registro de los fósiles.

El arzobispo Usher calculó en 1664 que Adán fue creado en 4004 a.C., basándose él en listas de genealogía en el Antiguo Testamento y retrocediendo a partir de fechas más recientes. Este método también emplea supuestos que pueden ser muy equivocados; por ejemplo, que las listas genealógicas no omiten generaciones, cuando sí lo hacen. Otros, por cierto, han empleado métodos similares y han determinado fechas desde 6984 hasta 3616 a.C.  [2]

Todo esto quiere decir que no podemos estar seguros de exactamente cuándo Adán fue creado ni cuándo comenzó el mundo. La fecha de 4004 figura en el margen o las notas de muchas Biblias, ¡pero tengamos presente que no está en el texto inspirado y no debe ser tomada como un dato confiable!

Nada de brechas

La narración de Génesis 1 es continua. Introducir lapsos o brechas en ella es forzar una idea que no está en el texto. El apoyo por la teoría de la brecha, popular en un tiempo, que inserta «edades geológicas» entre los versículos 1 y 2, es en el mejor de los casos por demás débil, basado en un posible sentido de dos palabras. Es más: crea más problemas que los que resuelve, y en el peor de los casos presenta mal a Dios. Aquí también, su inclusión en las notas al pie de ciertas ediciones de la Biblia ha influenciado a muchos lectores. ¡Pero no está en el texto inspirado!

Esta teoría de una brecha era una tesis bien intencionada para confrontar los ataques que hacía la ciencia en el siglo 19 contra la veracidad de Génesis 1. Se decía que la formación de la tierra y sus estratos, junto con sus fósiles, requería millones de años de «tiempo geológico». Un científico, George Cuvier de Paris, fue el primero en proponer que uno y otro diluvio catastrófico produjeron fósiles, y que estos tuvieron lugar en edades prehistóricas mucho antes de Adán. El teólogo Thomas Chalmers promocionó esta idea activamente en el Reino Unido y luego lo hicieron también varios maestros bíblicos bien conocidos.

Decían que una supuesta creación original descrita en Génesis 1.1 fue devastada por Dios en juicio, sus criaturas pre-Adánicas fosilizadas, y en edades posteriores Dios hizo de nuevo la tierra como está descrita en el resto de Génesis 1. A muchos que estaban perturbados por la amenaza de la ciencia contra las Escrituras, les parecía que las cosas se armonizaban al colocar esta brecha entre los dos versículos.

En realidad no se armonizaban, sino se presentaban verdaderos problemas. La enseñanza clara de las Escrituras es esta:

  • Adán fue el primer hombre, de manera que antes de él no había sobre la tierra ningún pueblo de ninguna índole.
  • Fue el pecado de Adán que trajo la muerte al mundo, así que si existían «criaturas pre-Adánicas», no admite explicación de que produjeron restos fosilizados en su mundo.
  • Dios pronunció como «muy buena» toda su creación, cosa que no describe rocas que evidenciaban muerte, destrucción y juicio.

La creación descrita en Génesis 1 era perfecta, no era una reconstrucción de algo que «llegó a ser» sin forma y vacía.

Como veremos más adelante, la mejor y más uniforme explicación de los fósiles, los estratos y los fenómenos geológicos está proporcionada por los efectos del gran diluvio en los días de Noé. Este evento está bien documentado; no es una teoría tenue con causas y efectos imaginarios de los cuales no hay evidencia en la revelación divina.

Nada de defectos

Todas las obras de Dios son perfectas. Cuando hizo todo conforme con Génesis 1, lo hizo perfecto en el primer intento. No fue, como algunos quieren enseñar, que Dios comenzó el proceso y luego usó la evolución para continuar con él y completarlo. Esta «evolución teísta» es otro compromiso grave que afrenta a Dios y a su palabra, ya que la evolución es un proceso excepcionalmente derrochador y cruel que involucra muchas formas de vida que no sobreviven. Dios nunca desperdicia ni es indiferente a cualquiera de sus criaturas.

El hombre requiere varios intentos para lograr su objetivo; él tiene que ensayar y mejorar versiones anteriores, pero Dios no. En el principio Dios hizo toda criatura sin defecto, varón y hembra, lista para reproducir y tomar su lugar en una tierra benigna y virgen. Era también una creación madura que parecía tener cierta edad. Por ejemplo, Adán ha podido aparentar unos 30 (?) años; los árboles dando fruto maduro han podido contener 20 (?) anillos anuales de desarrollo aun habiendo sido creados el día anterior; las estrellas lejanas parecían ser muy viejas (para dar tiempo a que su luz viajara por el espacio), habiendo sido creadas con sus rayos de luz alcanzando la tierra de inmediato.

Los defectos y las deficiencias tan abundantes ahora son el resultado de la Caída. La enfermedad y la muerte nos asechan a diario, Los reinos animal y vegetal dan muchas evidencias de deterioro y degeneración. Están extintas muchas especies, y muchas otras han cambiado y desarrollado en respuesta a presiones y condiciones ambientales. El mundo de ahora difiere mucho de cómo salió de la mano de Dios; es inferior, y no algo evolucionándose en cosa superior.

 

En conclusión, entonces, ¿cómo era el principio? Tres cosas que ameritan atención son:

  • Dios mismo no tuvo principio, Juan 1.1. Él es desde la eternidad hasta la eternidad. Nosotros, orientados al concepto del tiempo, encontramos dificultad para comprender esto, pero con todo es así. Su nombre es Jehová, el que siempre existía.
  • El principio en Génesis 1.1 puede ser clasificado como «la fundación del mundo». No sabemos su fecha, ni importa saberla. Regocíjese más bien en que hayamos sido escogidos en Cristo antes de esa.
  • La vida de Adán comenzó de manera diferente de la nuestra, enteramente desarrollada, así como la de Eva un poco más tarde. Qué tiempo hace aquello, no se puede precisar, pero sería en conformidad con la revelación bíblica y los hechos conocidos decir que hace menos de 10.000 años.

 

[1] Hay más detalles en el capítulo 9 de Y dijo Dios, por F. Abau Rahme.

[2] «Creación» en la Young’s Literal Concordance.

 

3  El fin: «Todas estas cosas han de ser deshechas»

 

Un día los discípulos le preguntaron al Señor Jesús: «¿Cuándo serán estas cosas, y qué señal habrá … del fin del siglo?» Mateo 24.3. Muchas veces se han hecho preguntas como estas, así como las que consideramos en el capítulo anterior acerca de cuándo comenzó la creación.

Y, muchos han sido los intentos a responder, y aun fijar fechas para el fin, algunos intentos basados en cálculos ingeniosos que sólo sus exponentes pueden seguir y otros por extraer de la historia el cumplimiento de profecías en las Escrituras; ¡y aun otros basados en la superstición! Pero son apropiadas las palabras de nuestro Señor: «No os toca a vosotros saber los tiempos y las sazones, que el Padre ha puesto en su sola potestad», Hechos 1.7.

La curiosidad acerca de tiempos futuros no debe desviarnos de nuestra responsabilidad presente, porque no es que Dios no nos haya informado acerca del futuro. Nos ha dicho mucho, y en particular que el Señor viene pronto. Pero cuándo, ¡no sabemos! Sabemos, sin embargo, que el Rapto iniciará eventos que tendrán lugar en tierra y cielo, así como revelan las Escrituras, antes del fin.

Esta tierra es la plataforma, o el escenario, sobre el cual se está realizando el gran drama de la redención. Serán eternos los efectos de una maravillosa obra, pero no así la tierra donde habrá sido realizado. Veremos ahora qué sucederá a la creación existente, y cómo terminará. 2 Pedro 3 aclara tres diferentes «cielos y tierra»:

  • «los cielos y también la tierra», v. 5. Estos fueron anegados en el tiempo antiguo por las aguas del gran diluvio de Génesis 7.
  • «los cielos y la tierra que existen ahora», v. 7. Estos están reservados para el fuego del día de juicio que es todavía futuro.
  • «cielos nuevos y tierra nueva en los cuales mora la justicia», v. 13, que Juan vio en su gran visión de Apocalipsis 21, cuando las cosas de antes habrán pasado y existirá el estado eterno de bienaventuranza.

«Los cielos y la tierra» en este contexto son la totalidad del ambiente hecho para el hombre. En el Nuevo Testamento se emplean tres frases instructivas para mostrar cómo terminará:

 

  • todo será entregado
  • será envuelto
  • serán quemados

Entregado

1 Corintios 15.24 nos cuenta de «el fin», cuando Cristo entregará el reino al Dios y Padre; cuando haya suprimido todo dominio, toda autoridad y toda potencia.  Lo descrito aquí es la victoria definitiva de nuestro Señor Jesús sobre todo enemigo que haya invadido este mundo, inclusive el «postrero», la muerte, v. 26. Esta tierra, desde la caída del hombre en Edén, ha sido el escenario de mucha rebelión contra Dios, de lucha sin tregua del mal contra el bien, de guerras y conflictos, de siglos de tristeza para la humanidad. Pero también en esta tierra apareció el Hijo de Dios para quitar el pecado por el sacrificio de sí mismo, y librar del poder de Satanás a todos aquellos que confían en Él. Aquella obra en el Calvario es la garantía de la libertad a la postre y el triunfo eterno para los redimidos.

Así, antes de que lleguen a su fin señalado el tiempo y propósito de los cielos y la tierra existentes, todo enemigo debe quedar derrotado definitivamente y toda fuerza rebelde subyugada. Cristo lo hará en la gran batalla de Armagedón en la tierra de Israel, y unos mil años después en la batalla final que termina con el diablo echado al lago de fuego, Apocalipsis 20.10. Todos sus enemigos serán puestos bajo sus pies. «Con justicia juzga y pelea», Apocalipsis 19.11. Nuestro bendito Señor entregará a Dios el Padre una obra de gracia y gobierno en esta tierra, totalmente completada y perfeccionada, como al principio.

Envuelto

Entre las glorias superiores del Hijo de Dios descritas en Hebreos 1 está su poder creador, vv 10 a 12. En el principio Él puso la fundación de la tierra, y nos maravillamos de nuevo ante las obras de sus manos. Desde donde nosotros las vemos, parecen permanentes, y aun las Escrituras hablan de «los collados eternos», Génesis 49.26. Pero no son permanentes. «Perecerán … se envejecerán como una vestidura». Él, como a un vestido, las envolverá y serán mudadas.

La figura es la de una prenda de vestir que ha completado su función y evidencia mucho uso y roturas. Es lo que vemos dondequiera en derredor. Por ejemplo, se está disminuyendo la reserva de materias primas de la tierra; el mar y la tierra firme están siendo despojados de los alimentos que producen; las fuentes de energía merman. El planeta ha soportado al hombre y un sinfín de otras formas de vida por varios milenios, pero se le hace más difícil seguir. La «vestidura» no es lo que era.

¿Qué sucederá ahora? Nuestro Señor lo envolverá, no permitiendo que se vuelva trizas. Así como un abrigo viejo, será envuelto y reemplazado por uno nuevo. Él tiene el control, de manera que en el momento apropiado va a cambiar de un todo este ambiente presente e introducir uno mejor que no se envejecerá. Pero Él mismo no cambiará; sigue siendo la misma persona que siempre ha sido, sobreviviendo las obras de sus manos. «Tú eres el mismo, y tus años no se acabarán. Jesucristo es el mismo ayer, y hoy, y por los siglos», Hebreos 13.8.

Quemado

Las palabras de 2 Pedro 3 presentan otro cuadro. El contexto es que Dios cumple sus promesas, aun cuando los impíos no lo piensen. Ellos piensan que las cosas simplemente siguen su curso indefinidamente. El capítulo señala cómo Dios interrumpe la historia de unas maneras drásticas, primeramente con un gran diluvio y luego con un gran incendio. Sin embargo, su escala de tiempo difiere de la del hombre. Él es paciente y nunca manda juicio sin primeramente mandar misericordia y oportunidad para salvación.

El mundo presente, se nos informa, está reservado para el fuego. «La tierra y las obras que en ella hay serán quemadas». El lenguaje gráfico de los vv 10,11 presenta una escena de destrucción total, aun la aniquilación; «pasará con gran estruendo … los elementos ardiendo serán deshechas … todas estas cosas han de ser desechas».

Se han usado palabras como estas acerca de eventos catastróficos que este mundo ha visto y que posiblemente nos orienten para interpretar 2 Pedro 3. La terrible fuerza destructiva de las explosiones nucleares es bien conocida. En ellas, partículas pequeñas de materia se convierten en energía casi instantáneamente y con efectos extremadamente desastrosos. La fisión nuclear (como en la bomba atómica o en un reactor para la producción de electricidad) y la fusión nuclear (como en la bomba de hidrógeno) son procesos que libran inmensas cantidades de energía. Es una consecuencia de la manera cómo Dios diseñó el átomo.

Los átomos se componen de un núcleo que contiene protones y neutrones con campos de energía para guardarlos en su lugar, y electrones que circulan rápidamente en torno de los núcleos, también en sus campos de energía. Pero la parte por mucho la más grande de todo átomo es el espacio vacío entre los núcleos y los electrones en movimiento. De manera que, cuando un átomo se colapsa, estas vastas cantidades de energía quedan sueltas, y donde estaba materia sólida hay sólo un espacio vacío, nada. La ecuación de Einstein muestra cuánta energía se puede obtener de la materia, y la materia (lo que compone el universo) puede ser concebida como una forma de energía o fuerza.

Ahora, esto concuerda con el hecho que todas las cosas fueron creadas y son sostenidas por «la palabra de su poder». Ese poder está allí para los fines de Dios en su providencia y gobierno. En el momento oportuno aquella fuerza será liberada en la desintegración de la tierra y todo lo que en ella hay. Entonces aquel eterno poder construirá de nuevo un mundo entero, nuevo y superior.

Es solemne darse cuenta de que todo en derredor nuestro, compuesto de átomos, contiene ya los medios y los mecanismos de su propia destrucción. El mundo de Génesis 6 era así también; las aguas del diluvio habían estado almacenadas en una enorme bóveda de vapor encima de la tierra y en fuentes muy debajo de ella. Otro ejemplo de esto puede ser la existencia de la mayor fisura existente en la forma de un valle desde el Norte de África hasta el valle de Jordania, donde, nos informan, un día ocurrirán profundos cambios geológicos para partir el monte de los Olivos y traer un mar de agua a Jerusalén, Zacarías 14.4 a 8. Dios, quien conoce el fin del principio, tiene todo en su puesto para los propósitos suyos mucho antes de que sea requerido.

Entregado, envuelto o quemado, este mundo llegará al fin de su propósito preestablecido. Pero Cristo y su reino son eternos, y su pueblo compartirá su gloria, «por todas las edades, por los siglos de los siglos. Amén».

 

4  Una creación que está gimiendo

 

Hasta ahora en estos capítulos hemos considerado cómo en el principio Dios «fundó la tierra sobre sus cimientos», Salmo 104.5, y en su sabiduría hizo todas las múltiples obras que ella contiene, v. 24. También hemos visto de las Escrituras que en un día futuro Él pondrá fin a todo ellos, aun haciéndola desaparecer una vez que haya servido su cometida.

¿Pero qué está sucediendo ahora mismo en el reino creado donde vivimos y del cual formamos una parte? ¿Será que está simplemente procediendo por su propio impulso como uno de esos antiguos vagones utilitarios en los ferrocarriles que se empujaban para allá y para acá, y al final se dejaban abandonados? ¿O como un tobogán que se desliza por la ladera de una montaña hasta que choque? ¿Es que estamos atrapados en un torbellino en el planeta tierra, dirigidos por fuerzas invisibles que nunca serán cambiadas? No; ¡nada de eso es cierto!

En realidad dos cosas están sucediendo a la vez, según las Escrituras. Una es que el Señor Jesucristo «sustenta todas las cosas con la palabra de su poder», Hebreos 1.3. Aquel que creó todas las cosas las controla y las mantiene funcionando conforme con su sabiduría y poder. No habrá ningún choque cósmico ni ningún colapso por desequilibrio de nuestro mundo. En su gran amor Él cuida la humanidad, así que, antes de que este mundo perezca y desaparezca, su gracia había planeado y previsto un futuro mucho mejor para todos aquellos que confían en Él.

La otra cosa que está sucediendo es que este universo se está descomponiendo naturalmente y deteriorándose constantemente. Lo podemos ver por todos lados en planeta Tierra, la parte del universo que más conocemos. La entrada del pecado «por un hombre», Romanos 5.12, ha alterado todo. La tierra sufre maldición y toda la creación gime en dolores de parto hasta ahora, según lo expresa Romanos 8.22. Difiere enormemente del Edén.

Veremos primeramente esta descomposición y en el próximo estudio veremos cómo todo está en una mano que nunca pierde el control.

Desgastándose

Se ha comparado el universo a un enorme reloj al cual se lo dio cuerda en el principio y que está en un tictac constante, pero con cada vez menos resorte disponible. Hay cierta verdad en este cuadro, empleado a veces en la creencia popular pero sin reconocer la mano divina «que hizo el reloj», «lo dio cuerda», ¡y lo puede retardar o avanzar!

Oímos a veces que las estrellas «se están gastando», y para nosotros el mejor ejemplo es el sol del cual depende la vida física en la tierra. El sol es una estrella gigantesca que se está consumiendo a medida que su masa se convierta en luz, calor y otras formas de radiación por el proceso de fusión nuclear. Sus átomos de hidrógeno se están convirtiendo en átomos de helio con la emisión de enormes cantidades de energía. Por el ritmo en que está sucediendo, se ha calculado en cuántos millones de años «se quemará». El cambio en la radiación del sol no es perceptible en el lapso de siglos, pero si alguna vez deja de brillar, aun por unos pocos días, la vida de la tierra se extinguiría rápidamente. Nuestro Dios sigue causando que el sol salga sobre malos y buenos, Mateo 5.45, pero es un hecho que su energía se está gastando y la cantidad restante se está disminuyendo.

Esta desaceleración es evidente en la tierra también. Los montes y los collados se erosionan por las fuerzas del viento y la lluvia, el escarche y la nieve, el frío y el calor. Los ríos acumulan sedimento a medida que las aguas de la tierra adyacente depositan sólidos en ellos. Los mares se hacen más salinos. La atmósfera está cambiando también al paso que los gases más livianos escapan a través de la estratosfera y otros los reemplazan. Reacciones químicas ocurren por todos lados para producir energía menos útil y más débil que la que había al inicio. Todo esto presenta un cuadro de cambio y deterioro en la tierra, aun antes de comenzar a tomar en cuenta lo que está sucediendo en los sistemas vivos en la tierra, y también los efectos que el hombre ha ejercido sobre el planeta.

«La esclavitud de corrupción»

Los efectos están igualmente evidentes cuando nos fijamos en los reinos vegetal y animal. El resultado de la maldición, «los espinos y cardos», sólo se ha empeorado con el correr de los años. Las cosechas de alimentos tienen que competir más y más con malezas viejas y nuevas. La agricultura y horticultura están en una batalla constante con hierbas indeseables. Si bien es cierto que la maleza es sólo «matas crecidas donde no deben», los lugares donde abunda siempre parecen ser aquellos donde se esperan cosechas.

Sumada al problema de la maleza es la incidencia de enfermedad, parásitos, hongos y defoliantes (a saber, gorgojos y langostas). Se han aplicado químicos con cierto éxito para controlar las malezas, enfermedades y plaga, pero los efectos secundarios son problemáticos. Para que «la yerma florezca como la rosa», la maldición tendrá que ser levantada; ¡ni los enormes esquemas de irrigación ni la química podrán lograrlo! La sufrida creación está a la vista en todo campo.

También se encuentra en todos los continentes lo que Kipling llamó «la naturaleza sangrienta en diente y garra». Los predadores de todo tamaño devoran víctimas de todo tipo entre los animales de la tierra, las aves del aire, los peces del mar y los insectos dondequiera. La muerte de una especie permite la sobrevivencia de otra. Es la manera de ser del mundo hoy día. Los efectos de la maldición pueden ser oídos en el aullido del lobo, el rugido del león, la ulula del búho, la silba de la serpiente, la zumba del mosquito y los gemidos de su presa. En el futuro, cuando reine Cristo, será diferente: no «harán mal en todo mi santo monte», Isaías 65.25, pero por ahora «el pecado reina para muerte».

En cuanto a nosotros, cuando declina el vigor de la juventud y aumentan las limitaciones de la vejez, a menudo el gemido es literal y audible. Posiblemente los accidentes y contra-tiempos adelanten estas protestas en cualquier etapa de la vida. Los achaques y los dolores aparecen; las enfermedades suceden; «gemimos dentro de nosotros mismos, esperando la adopción», Romanos 8.23. Esta redención es una gran perspectiva pero mientras tanto agradecemos los sedantes y unos cuantos medicamentos más. Estos cuerpos de humillación, Filipenses 3.21, son una parte del legado de la Caída, y no están inmunes de sus efectos. Pero será diferente cuando Cristo venga; tendremos un cuerpo como el suyo, librado plena y finalmente de los efectos del pecado. Entonces, en la libertad gloriosa de los hijos de Dios, nosotros, y las criaturas también, seremos librados de la esclavitud de la corrupción, Romanos 8.21. «Con alegría saldréis, y con paz serás vueltos; los montes y los collados levantarán camino delante de vosotros, y todos los árboles del campo darán palmadas de aplauso», Isaías 55.12.

La mayordomía del hombre

El desgaste natural de la tierra y sus sistemas ha sido acentuado sobremanera por las actividades del hombre, y más con el correr de los siglos. Dios le encomendó al hombre la custodia y el disfrute de la tierra y sus recursos, tanto a través de Adán como de Noé, y la explotación de la tierra y sus recursos. Se ha sacrificado el uso sostenible a largo plazo en arras de beneficios a corto plazo.

Por esto tenemos ahora la deforestación, tierras contaminadas, la pesca disminuida, perforación de la capa de ozono, contaminación atmosférica y la amenaza de cambios climáticos. Tenemos carreteras congestionadas y ciudades abarrotadas, reservas dudosas de combustible y otras materias primas valiosas, y a la vez las dificultades correspondientes para atender a los vertederos, la polución y muchos otros problemas que enfrentan a los estadistas y los científicos. Sin embargo, con una frecuencia inaceptable los avances en la ciencia y tecnología han sido empleados para dañar y guerrear en vez de para el bien público y la paz, para favorecer a los ricos en vez de beneficiar a los pobres.

Somos parte de una creación que gime y espera. La gente sufre todavía y la injusticia se apodera del globo. Pero Dios controla y sus propósitos serán cumplidos para el bien de todos los que aceptan confiar en Él. Mientras tanto, «en santa y piadosa manera de vivir» esperamos y nos apresuramos para la venida del día de Dios, 2 Pedro 3.11,12. En aquel día todo gemido habrá cesado, y no habrá maldición sobre la hermosa creación de Dios.

 

5  Sostenida con la palabra de su poder

 

En derredor nuestro, dondequiera que miremos, podemos ver patrones regulares que están bajo control. El hombre en su pecado y voluntad propia suele salir de control, pero no así el mundo natural por cuanto se somete a las leyes del Señor. La noche sigue al día y el verano la primavera, la luna crece y mengua, los planetas más cercanos y las constelaciones más lejanas en el cielo nocturno obedecen cursos que se pueden reconocer año tras año. Las horas del amanecer y la puesta del sol son tan regulares que pueden ser calculados años antes de suceder, y así también la marea alta y la baja del mar, casi al segundo. Estos fenómenos se remontan a la constancia de la órbita anual de la tierra en torno del sol, su giro diario sobre su eje y, en cuanto a la marea, al ciclo mensual de la luna − todo esto fijado por el Creador.

Lo  mismo da en el mundo animal. Vea las aves. Las golondrinas y otros migrantes veraneos llegan a tiempo desde una distancia de miles de kilómetros, anidan en el mismo lugar que el año anterior, se quedan unos meses para criar su familia y luego se van tarde en el otoño. En los huertos y los campos, espigas verdes rompen la tierra desnuda, botones aparecen cuando usted los esperaba, antes de llevar fruto y secarse. En los ríos grandes, los salmones nadan río arriba y saltan cataratas formidables para desovar en justamente los mismos lechos de granzón donde iniciaron su vida años antes. En nuestros propios cuerpos, los ciclos de la circulación sanguínea, la respiración y la digestión son regulares y tan comunes que casi ni reflexionamos acerca de ellos (¡hasta que se presente algún problema!) y también las funciones especiales como dar a luz a un bebé son tan programadas que las fechas correspondientes pueden ser anticipadas meses antes. Todo esto es absolutamente maravilloso.

Las leyes naturales

Aquellos que han estudiado cualquiera de estas realidades le dirán que obedecen a leyes bien conocidas que han sido descubiertas a lo largo de años de observación y medición. Es claro que no todo está en un estado caótico; se obedecen ciertos principios que los científicos llaman leyes naturales. Para el creyente, no es una sorpresa que estas leyes existan. Ellos se originan en la sabiduría del Dios Todopoderoso quien estampa orden además de hermosura en todo lo que hace, quien hace todo según el consejo de su voluntad. La palabra de su poder sostiene la creación entera, Hebreos 1.3.

La palabra suya no es simplemente la ley que ella obedece; Él personalmente la controla. El universo no está gobernado por la ciencia, sino por Dios. La ciencia ofrece descripciones y explicaciones de los procesos naturales, y algunas de sus explicaciones y leyes son expresadas en términos de una matemática complicada y elegante. Se ha llegado a afirmar que el universo es la matemática pura.

James Jeans (1877 – 1946), un renombrado científico / matemático inglés, escribió: «El universo parece haber sido diseñado por un matemático puro. Si es un universo de pensamiento, entonces su creación ha debido ser un acto pensado. La teoría científica moderna nos obliga a concebir el creador como obrando fuera del tiempo y el espacio, que son partes de su creación, así como un artista obra fuera de su lienzo». [1]

Jeans está entre los muchos grandes pensadores que llegaron a reconocer al Creador al observar el diseño bello y el orden preciso en el universo. Su lenguaje tal vez no sea el que nosotros emplearíamos para describir a Dios, pero sus palabras ilustran la verdad de Romanos 1.19,20, que declara que la obra divina deja al hombre sin excusa. Dios es el creador y sustentador de todo. Es superior a toda ley; es el legislador, y todas estas leyes, así como las morales y las espirituales, son para el bien común. Un mundo que no obedeciera leyes sería un lugar peligroso, así como sería una sociedad sin ley.

Las leyes fundamentales

Cuatro leyes fundamentales gobiernan el mundo natural. [2] Es llamativo que sus descubridores reconozcan que ellos estaban estudiando las maravillosas obras de Dios.

  1. La ley de la gravitación. La explicación más conocida de esta ley universal es la ley de la gravedad que controla todos los movimientos en la tierra. Isaac Newton (1642-1727), quien la descubrió, vio «el consejo y el dominio de un Ser inteligente … quien es Señor de todo». Las conexas leyes de movimiento planetario explican y describen cómo y por qué la tierra y los demás planteas giran en torno del sol en órbitas elípticas. Cuando Johannes Kepler (1571 – 1630) las descubrió, él oró: «Oh Dios, te doy gracias por haberme permitido pensar tus pensamientos tras ti».
  2. Las leyes electrostáticas. Las cargas opuestas se atraen y las iguales se alejan con una fuerza que se disminuye rápidamente mientras más lejos estén. Estas leyes, juntas con las leyes conexas de electromagnetismo, gobiernan todo aparato eléctrico que usted puede nombrar, natural o hecho por hombre. Michael Fereday (1791 – 1867), uno de los grandes pioneros en esta especialidad, era un predicador del evangelio que honraba a Dios en su trabajo.
  3. Las leyes termodinámicas. Estas leyes fueron deducidas en el siglo 19 de estudios del calor (termo-) y momento, o trabajo (dinámica). Ellas gobiernan todos los procesos, cambios o reacciones, sean de energía, química o física, naturales o tecnológicos. La primera de estas leyes es la conservación de la energía; ella no puede ser creada ni destruida. Así que, el poder inmenso de la energía en el universo tiene que haber sido provisto desde fuera de sí, tal como la Biblia dice que fue. La segunda ley gobierna la producción de trabajo útil, y muestra que es necesario gastar energía al producir trabajo (ejemplo: enfriar un motor). Lord Kelvin (William Thomson, 1824 – 1907) formalizó estas leyes. Dijo: «La ciencia afirma positivamente el poder creador».
  4. Las leyes de la vida. La más básica de éstas es la ley de biogénesis formulada por Luis Pasteur (1822 – 1895). Esta ley declara que la vida puede proceder solamente de vida existente. Nunca viene de materia muerte − ¡pero la evolución dice que sí! Solamente Dios puede producir vida. La labor de Pasteur abrió paso para la cirugía antiséptica, pasteurización, inmunización y vacuna, que han preservado un sinfín de vidas. Dijo él: «Mientras estudio la naturaleza, más me asombro ante la obra del Creador».

Ley y orden

En todo campo de ciencia y tecnología, en toda aplicación desde la microbiología hasta la astronomía, la oceanografía hasta la vulcanología, la informática hasta la agronomía, y decenas más, prevalece ley y orden. Si ni fuera así, sería imposible estudiar las materias, y sus beneficios no serían aprovechables.

Esta ley y orden es un don de Dios para su creación, como es también el intelecto humano para descubrir y aplicar estas leyes. Triste decirlo, muchos de estos descubrimientos han sido abusados en vez de empleados para el bien del hombre. Considere los explosivos, para cavar túneles, extraer minerales o hacer bombas y minas cazabobos. Considere los usos y abusos de la imprenta, el internet, y cómo el mayor conocimiento y capacidad agregados que tenemos ahora han hecho relucir el dilema humano básico: cómo decidir entre lo bueno y lo malo, a qué aplicar los recursos, en qué basarse. La ciencia no puede ofrecer ninguna dirección aquí.

Pero para todos aquellos que aceptan buscarla, dirección sí está disponible. Se encuentra en la ley moral y espiritual de Dios. «La ley de Jehová es perfecta, que convierte el alma. Ordena mis pasos con tu palabra, y ninguna iniquidad se enseñoreará de mí», Salmo 19.7, 119.133.

Estas cuatro leyes fundamentales de la naturaleza abarcan muchas otras leyes útiles o principios usados en especialidades de ciencia y tecnología para «deletrear» los detalles y las aplicaciones. Cosa similar se ve en la ley espiritual de Dios. El Señor Jesús dijo que el mensaje de la ley y los profetas estaba contenido en dos mandamientos fundamentales; a saber, amar al Señor con todo corazón y alma y mente, ya amar al prójimo como a sí mismo, Mateo 22.36 a 40. O, «El cumplimiento de la ley es el amor», Romanos 13.10. Muchos preceptos de las Sagradas Escrituras «deletrean» los detalles y ofrecen ejemplos específicos para la vida diaria, pero la ley fundamental es la del amor. Es el primero y gran mandamiento.

Esta perfecta ley del Señor (de Jehová), revelada en su Palabra, nos muestra cómo glorificarlo y ser de beneficio a otros. Estas leyes naturales que hemos considerado, «la palabra de su poder», lo hacen también. Existen, quizás desapercibidas por muchos de nosotros, para el bien de todos. Además, nos señalan a Dios y lo glorifican.

 

[1] Sir James Jeans, The Mysterious Universe, Macmillan, 1930

[2] Las leyes de la relatividad y de la mecánica cuántica son demasiado complejas para ser descritas aquí.

 

6  Orden y caos

 

En Génesis 1 leemos que Dios en su sabiduría y poder convirtió el caos en orden y hermosura. Etapa por etapa, el vacío y las tinieblas fueron reemplazados por lo que Dios llamaría «bueno» y luego «bueno en gran manera». Las cosas serían separadas la una de la otra y un mundo estructurado, ordenado sería creado, listo para que el hombre lo habitare.

Sin embargo, en Génesis 3 todo está cambiando; se están proliferando el pecado y el caos, así como hasta ahora. Aun así, una mano todopoderosa de gracia y gobierno controla todo. El propósito de Dios es concentrar todas las cosas en Cristo y glorificarlo para siempre, mientras que Satanás quiere promover el caos, desorden y desobediencia a Dios. El incremento en el desorden y deterioro en toda la sociedad como en la esfera de la creación es evidencia de que por ahora nada es como Dios quiere que sea.

Últimamente hemos estado notando cuán diferente se ha hecho el mundo. La historia de la creación está pasando por capítulos sombríos de «esclavitud y corrupción» que incluyen lo que los hombres llaman desastres naturales o aun actos de Dios. Dicen: «¿Por qué lo permite Dios?» A Él le echan la culpa cuando las cosas van mal, como ellos estiman, pero no reconocen su providencia y provisión cada día, y rara vez le dan las gracias por su gracia y bondad. No se puede negar que los capítulos en curso son muy oscuros y bastante difíciles para muchos, pero los postreros serán tan brillantes y hermosos como los primeros. Los efectos de la redención se extenderán más allá de la Iglesia y la nación de Israel para incluir la creación entera. Prevalecerán el orden y la hermosura.

La entropía

El cambio y declive por todos lados puede ser examinado con aplicar un principio científico llamado la entropía. Los cambios en energía y entropía gobiernan todos los procesos naturales, y ahora veremos unos pocos ejemplos. Tal vez conozcamos la energía más que la entropía, pero básicamente esta última quiere decir caos y desorden. Viene de la segunda ley de termodinámica que ya hemos mencionado. Veremos que en realidad ella niega las propuestas principales de la evolución.

En los procesos naturales normalmente se expende energía, como por ejemplo cuando un fuego arde para dar calor, o cuando el agua corre hacia abajo a una turbina y produce electricidad. Las cenizas y los productos de la combustión, o el agua a un nivel bajo, contienen mucho menos energía que estaba allí al principio. En los procesos como estos hay también más desorden al final que al principio; por ejemplo, los productos de la combustión poseen más entropía (más desorden) que el combustible y el oxígeno. En un ejemplo diferente, una vez disuelta la sal en agua hay más entropía que antes. Las partículas están más «revueltas» en la solución, y por esto se disuelve la sal.

Aun en la vida cotidiana, ciertas cosas «simplemente suceden» debido al aumento en la entropía. Tan fácilmente su habitación, su escritorio, sus archivos se vuelven desordenados, ¡y sin ningún esfuerzo de parte suya! O, más dramáticamente, un vaso de agua (o peor, de leche) se cae de la mesa y «resulta que» el vidrio y su contenido se dispersan por todos lados. (Acuérdese de 2 Samuel 14.14). Impera un estado de caos, desorden y aun rotura que «simplemente sucedió».

El principio general es que si aumenta la entropía, los procesos tendrán lugar naturalmente, «se ocurren» dadas las condiciones apropiadas. Pero no van a «suceder» para ir en la dirección opuesta. Limpiar y organizar no suceden por casualidad, ¡no importa cuánto tiempo usted no hace nada! Tampoco fluye el agua hacia arriba, los productos de la combustión no se vuelven combustibles y la sal no se separa del agua por su propia iniciativa. Se puede efectuar el proceso en reverso; uno puede bombear el agua a un nivel más alto, o puede poner orden en su habitación, pero esto requiere una aplicación diseñada de energía.

Del principio de la entropía podemos concluir (con base en la experiencia, y toda ciencia conocida lo confirma) que las cosas que «simplemente suceden» por su propia iniciativa son aquellas que a la postre e inevitablemente conducen a más desorden, mayor entropía. Es el aumento en la entropía que adelanta estos procesos.

Dos implicaciones

Esto tiene al menos dos implicaciones. La primera es que mientras más el tiempo que operan todos los procesos naturales en el mundo o el universo, más se aumentará el desorden, o la entropía. Por esto, se ha llamado la entropía «la flecha del tiempo». Observamos cómo gime la creación en obediencia a la segunda ley de termodinámica, moviéndose en la dirección de una mayor entropía a la vez que la energía se disminuya. La entropía total, el caos, es mayor ahora que nunca.

La otra implicación del aumento inevitable en la entropía en todos los procesos naturales amenaza el principio fundamental de la evolución, que dice que los sistemas o las criaturas «simplemente» se desarrollaron de los menos complejos sobre un largo período de tiempo. Pero es contrario a la segunda ley de termodinámica (y a toda nuestra experiencia) que de por sí los sistemas menos complejos, desordenados se hagan más complejos, más organizados. El orden y la organización no emanan casualmente del caos, cualquiera el tiempo que uno espere. Como hemos visto, alguna inteligencia externa y aplicación diseñada de energía o fuerza es requerida para lograrlo.

Veamos un ejemplo específico. En las células vivas existen muchas sustancias muy complejas (los lípidos, proteínas, ácidos nucleares, etc.) en un fluido con base de agua. La vida es sostenida por la interacción entre estas moléculas muy complicadas y otras igualmente complicadas en procesos coordinados de emparejamiento. Ahora, según la evolución estas moléculas organizadas se forman por casualidad de otras más pequeñas y más sencillas. Por coincidencia, y simultáneamente, las otras moléculas emparejadas también «simplemente» se forman de otras más pequeñas y más sencillas, ¡y así se formaría la DNA y la vida podrá comenzar!

Por cierto, dicen, yendo más atrás, estas moléculas relativamente pequeñas a su vez se formaron casualmente de los átomos que los componían, y estos átomos de las partículas que los componían, ¡y así atrás hasta la nada! Las restricciones termodinámicas de la entropía se oponen a procesos de esta índole, y el sentido común concuerda (¡aunque en realidad dice la misma cosa en otras palabras!). El hecho es que la cooperación acumulativa coincidente y la síntesis no suceden por casualidad si «alguien» no las organiza.

Es cierto, por supuesto, que las biomoléculas son formadas constantemente en las células vivas, como señalan los evolucionistas. Pero obsérvese que esta biosíntesis tiene lugar solamente dentro de las células que ya están vivas. Antes de presente la vida, ella no es sostenible. Un sistema inteligente (por ejemplo, una enzima) ya está en su lugar. «Alguien» la organiza para utilizar energía y dirigir la reacción en la dirección difícil de una entropía inferior (como la bomba de agua referida arriba).

Sin esto, lo que sucede por su propia cuenta es la degeneración de moléculas complejas a otras más simples, como observamos en la práctica en la naturaleza sobre largos períodos de tiempo. Se pudren los tejidos vegetales o animales que se quedan solos, viejos, muertos en un proceso que «sucede simplemente», yendo hacia una entropía más elevada en la dirección contraria a lo que la evolución requiere.

Reversando el cambio

A veces uno encuentra un edificio en ruinas, un montón de escombros formados por los estragos de los años. En un tiempo era una estructura llamativa, diseñada por alguien tiempo atrás. Dejada sola, cualquier estructura hecha por hombres va en este rumbo a una mayor entropía, y esto es lo que las estructuras naturales hacen también, como hemos visito.

Pero aquel proceso puede ser revertido. Si alguien con un plan diseñado (la inteligencia) y recursos (la energía) obra sobre ese montón de escombros, puede aparecer una estructura hermosa. ¡Pero no puede aparecer así por su propia cuenta! Mientras más tiempo dejada sola, peor se pone, más se deteriora. Se nos dice que la evolución requiere miles de millones de años para engendrar un surtido de formas de vida y que, antes de eso, más miles de millones para proveer un ambiente para el inicio de la vida. Pero, según la segunda ley de la termodinámica, estos enormes lapsos de tiempo promoverán más deterioro, más entropía, en vez de organización y mejora. Tengamos presente que la entropía es «la flecha del tiempo». Mientras más se prolongue, más desorganizadas son las cosas.

Obra de su sabiduría y poder, en el principio Dios sacó orden y hermosura del caos. Cuando nuestro Señor Jesucristo renueva este mundo y reino en perfección, Él lo hará de nuevo. Quitará la maldición de la tierra, y también los efectos del pecado, la corrupción terminada y los gemidos silenciados en paz. Por ahora el pecado reina y la entropía reina también, en un mundo donde las ideas del hombre conducen a más y más caos. Pero en nuestras vidas y en nuestras asambleas, por ejemplo, se puede encontrar orden divino, 1 Corintios 14.33,40, en la medida en que se obedezcan la sabiduría y el poder de la Palabra de Dios.Parte II – El relato según Génesis

 

  • Qué sucedió según Génesis 1
  • Los enormes cambios que fueron consecuencia del diluvio
  • Algunos hechos geológicos y la importancia de los fósiles

7  Los días de la creación

 

Debemos volver a Génesis 1 para considerar algunos de los detalles de este maravilloso capítulo. Vale el tiempo leerlo de nuevo ahora mismo, si no lo ha hecho recientemente. Aquí está lo que Dios ha revelado acerca del principio, y es lo que creemos realmente sucedió.

Hebreos 11.3 dice que «por la fe entendemos haber sido constituido el universo por la palabra de Dios». No dice, «entendemos cómo …», porque no entendemos cómo. Dios no lo ha revelado, y aun si lo hubiera hecho, a lo mejor no hubiéramos podido entenderlo. Pero sí entendemos que lo hizo, porque nos dijo que sí. Por la fe entendemos, porque ella es nuestra respuesta a la revelación de Dios, un fundamento de roca firme. Hay mucha especulación sobre cómo sucedió, pero esta se debe mayormente a las arenas movedizas del razonamiento humano y a la investigación basada en evidencia disponible actualmente, la cual puede ser de un todo irrelevante a las condiciones en el principio. Esta especulación no tiene cabida en Génesis 1.

Varios días

Muchos han sido los debates sobre qué era un «día» en Génesis 1, y en particular qué quería decir la palabra y cuán largo fue cada «día». Algunos han sugerido que fueron los días de revelación a Moisés cuando escribió acerca de aquello. Otros se han valido de 2 Pedro 3.8 para «probar» que cada día duró mil años. (El versículo no tiene ese sentido ni aplicación. Nos está diciendo simplemente que la medición de tiempo es totalmente irrelevante para Dios). Alternativamente, por cuanto leemos del «día de la gracia», «el día del Señor», etc., los días podrían ser (largos) lapsos de duración indefinida. Sin duda la palabra día tiene ese sentido a veces. Pero, como veremos, estas ideas no nos ayudan nada para resolver los problemas que pensábamos existir en la relación con la creación.

Con mayor fundamento se han tomado lecciones espirituales de las acciones creadoras día a día, por ejemplo, con trazar un paralelo con la obra de Dios en la creación nueva (como en Efesios 2.10). Brilla la luz, la vida comienza, fruto se produce, y así sucesivamente. También se han visto estos días como un cuadro o tipo de las dispensaciones en el trato de Dios con los hombres a lo largo de la historia del mundo, llegando a la postre al día de reposo eterno.

Entonces, ¿qué fue un día en Génesis 1? Fue simplemente un día, la medida de tiempo más reconocido por todo el pueblo dondequiera a lo largo de la historia. Antes del advenimiento de los relojes y los calendarios, la duración de horas, o aun años, no siempre era reconocida por todos, pero la regularidad de «la tarde y la mañana» difícilmente se entendía mal. Dios escogió esta unidad de tiempo fundamental, bien conocida, con la cual realizar sus diversos actos de creación.

Las definiciones más sencillas y más obvias de un «día» de creación (¡y las explicaciones sencillas siempre son las mejores!) están confirmadas por un comentario que figura en Éxodo 20.11 acerca del sábado de Israel, un día de la semana normal que seguía a seis días similares: «En seis días hizo Jehová los cielos y la tierra, el mar y todas las cosas que en ellos hay, y reposó en el séptimo día».

La uniformidad requiere que la palabra día signifique lo mismo en toda la sección. Tendríamos que ver el uso del término en todos los primeros capítulos de Génesis, y guardar la uniformidad. Por ejemplo, dentro del capítulo 1 leemos acerca de la noche y el día, v. 5, y las estaciones, los días y los años, v. 14. También, ¿qué son los días de la vida de Adán en 3.17, o los 40 o 150 días del diluvio en 7.17,24? Sería difícil, aun absurdo, darles un sentido aparte de aquel que es obvio.

Algunas dificultades

La razón principal por qué se pensaba necesario interpretar un «día» como alguna otra cosa fue para disponer de períodos largos de historia geológica que se insistía en el siglo 19 (y todavía) ser basados en hechos reales y ser indiscutibles. Antes de eso, no existía ningún problema con un «día». Pero los intentos a extender el día no satisfacían todavía los requerimientos del registro geológico aceptado, dando lugar a más problemas que se procuraban resolver, algo como hacía la teoría de la brecha que mencionamos anteriormente.

Veremos oportunamente que la historia geológica se explica mejor por los efectos del gran diluvio de Génesis 7. Nunca conviene interpretar las palabras ajenas a las Escrituras para acomodar las Escrituras, y en todos casos expuestas a cambios.

Otra dificultad para algunos era que simplemente parecía ser un período demasiado corto para todo lo que fue hecho en un «día». Aun ahora se detecta una cierta burla cuando dicen algunos: «¡No puede ser que usted crea que el mundo haya sido hecho en seis días!» La verdad es que sí lo creemos, y sin pedir excusas. Obsérvense dos cosas sobre esto.

Primeramente, Dios ha podido hacerlo todo en un instante si hubiera querido. Nosotros precisamos de tiempo para hacer las cosas; los evolucionistas postulan millones de años. Pero Él no quiso, y es todopoderoso. Nos informa progresivamente de su poder y sabiduría de una manera ordenada, un día a la vez, para enseñarnos acerca de sí. Su método didáctico es siempre «precepto sobre precepto, línea sobre línea», Isaías 28.10. Es así también que vivimos nuestras vidas en dependencia de Él: un día a la vez.

Segundo, hay una teoría popular llamada el Big Bang, la Gran Explosión. Su propuesta es que toda la materia en el universo fue hecha en una fracción de un segundo de una pequeñísima partícula de algo, en una enorme explosión. ¡Es extraño que nadie se pregunte, ninguna duda se exprese, ante la idea que toda la materia de este vasto universo haya aparecido en solamente una fracción de segundo!

La tesis del Big Bang es popular por razones obvias, pero se basa en razonamientos tenues y grandes extrapolaciones. Comienza con observaciones astronómicas que sugieren un universo que se está expandiendo y proyecta hacia atrás al tiempo cuando empezó a expander. Se dice que en ese entonces, hacen millones de millones de años, había apenas una pequeñísima partícula, y que en ese lapso no ocurrieron cambios. No se explica dónde se originó esa partícula, ni cómo podía suceder una explosión sin que nada la energizara, ¡ni cómo esa explosión produjo algo útil cuando sabemos que las otras explosiones destruyen las cosas!

Falta la lógica de la teoría. Muchos reconocerán que no la entienden, pero dicen que creen que «simplemente sucedió». Aquellos que confían en la infalible Palabra de Dios pueden confiar infinitamente más, aun en la lógica de la cuestión, cuando decimos: «Por la fe entendemos».

En conclusión, el término Big Bang se aplicaría mejor al fin de todo que a su principio, según 2 Pedro 3.10.

Algo definitivo

A la medida que usted lea Génesis 1 (de nuevo), se queda claro el cuadro amplio, así como era para el lector devoto de las Escrituras en los primeros tiempos judíos, en los días del Nuevo Testamento, en el Oscurantismo y en la Edad Media, y por cierto a través de todos los siglos anteriores, a.C. y d.C., y a la mayoría de la gente en el mundo hoy en día. La manera como el capítulo fue escrito permitía que fuera entendido por todos, mucho antes de que un lenguaje científico había sido inventado, y antes de que una edad científica presentara sus objeciones y lanzara sus preguntas y críticas. El capítulo fue escrito no para enseñar ciencia ni lógica, sino para enseñar acerca de Dios y su grandeza, pero con todo se ajusta totalmente a los hechos reales y la lógica científica.

La creación fue un conjunto progresivo de hechos divinos para preparar un mundo apto para habitación humana; para preparar una tarima, como lo expresa una metáfora bien conocida, donde presentar el gran drama de la redención. Cada día llevó la obra más cerca de la realización de su objetivo. Del caos vacío Dios produjo un ambiente ideal para el hombre que tenía en mente, donde viviría una vida plena en comunión con Él. Ya para el séptimo día todo había sido terminado y Dios reposó en comunión con el hombre que había creado. Fue «bueno en gran manera».

Las actividades del Creador en cada día son diferentes, a medida que «el dijo, y fue hecho; él mandó, y existió», Salmo 33.9, pero se repiten ciertas frases una y otra vez: «Dijo luego Dios», «y fue así», «era bueno». Estos hacen ver el nexo continuo entre el propósito, poder y placer de Dios, temas desarrollados a lo largo de las Escrituras que, por gracia incomparable, nos incluyen a nosotros.

 

 

 

8  Lo que Dios creó e hizo

 

El registro inspirado de Génesis 1 contiene todo lo que necesitamos saber acerca de la creación del universo. No contiene todo lo que quisiéramos saber de este tema fascinante, porque somos naturalmente curiosos acerca de lo que afecta a nosotros y nuestro entorno. Pero por mucho que indaguemos o intentemos investigar y razonar, nos encontramos ante enormes dificultades. Comoquiera se estime el tiempo, ¡sucedió hace mucho!

Es probable que las condiciones existentes ahora sean muy diferentes de las de ese entonces y por esto irrelevantes, porque el cambio y la interrupción son normales para la historia, tanto humana como geológica. Se han ofrecido muchas teorías, pero todas ellas contienen grandes supuestas, interpolaciones e incertidumbres; y, como hemos visto, algunas de las más populares contienen errores y contradicen los conocimientos establecidos.

Sería mejor preguntar a alguien que sabe, alguien confiable que estuvo allí para observarla. Leemos repetidas veces que durante la obra de la creación: «y vio Dios …» Aquí está la historia según el testigo ocular, la única documentada para nuestro provecho en el grado de detalle que Dios sabía nos hacía falta, y de una manera que los lectores de las Escrituras a lo largo de los siglos podían absorber. Todo aquel que intenta ampliar los detalles, o proponer alternativas, sufre la gran desventaja de no haber estado presente para observar qué estaba sucediendo. La ciencia misma depende de anotar observaciones reales: lo que se vio y midió confiadamente. En las disputas legales, la palabra de testigos confiables lleva mucho más peso que las deducciones, conjeturas e intentos a reconstruir. Por cuanto «vio Dios» y «escrito está», podemos confiar enteramente en Génesis 1.

¿Creado o hecho?

En Génesis 1 y 2 el término «creer» (bara en hebreo) ocurre en tres puntos específicos, en 1.1,21,27, mientras que algunas conjugaciones de «hacer» (asa en hebreo) ocurren con mayor frecuencia, cinco veces en cada capítulo. Las palabras son diferentes y sus sentidos divergen, pero no debemos asignar gran importancia a esto. Se ha sugerido que los tres usos de «creó» denotan etapas clave en la obra; a saber, «los cielos y la tierra» en Día 1, la vida animal de diversos tipos en Día 5 y el hombre en Día 6. Claramente, estas son importantes; son comienzos nuevos de cosas particulares que se destacarán en el resto de las Escrituras. Pero no debemos deducir que nada más fue nuevo, ¡o que no fue creado!

Las palabras hacen sentido solamente dentro de su contexto, de suerte que encontramos que «crear» y «hacer» se intercambian varias veces, aun en estos versículos. Así en el 1.26 leemos, «hagamos al hombre», y en 1.27, «creó Dios al hombre»; en 1.1 «creó Dios los cielos y la tierra» y en 2.4 «Jehová Dios hizo la tierra y los cielos»; también, en 2.3 Dios «había hecho la creación», literalmente, «había creado y hecho». Es lo mismo a lo largo de las Escrituras; por ejemplo, «todas las cosas por él fueron hechas», Juan 1.3, y «tú creaste todas las cosas», Apocalipsis 4.11. Dios es «nuestro hacedor», Salmo 95.6, y «tu Creador», Eclesiastés 12.1. Él nos hizo, Salmo 100.3; nos ha creado, formado y hecho, Isaías 43.7.

Vemos que no es cuestión de ser creado o ser hecho, sino que todo fue creado y hecho a la vez. «En él fueron creadas todas las cosas … por medio de él y para él», Colosenses 1.16, y «sin él nada de lo que ha sido hecho fue hecho», Juan 1.3. Cualquiera la palabra que usted use, toda la obra es suya y Él tiene toda la gloria.

Progresión y propósito

Todas las obras de Dios tienen una progresión y un propósito, como se puede trazar en Génesis 1. Las descripciones modernas del universo tienden a enfatizar lo vasto que es y la pequeñez relativa de nuestra galaxia, nuestro sistema solar, nuestro planeta y nosotros mismos. (David pensaba esto también, Salmo 8.3,4). Pero la perspectiva de Génesis 1 está enfocada claramente sobre la tierra, y por cierto sobre el hombre desde el principio. Por cuanto fuimos escogidos en Cristo antes de la fundación del mundo, los planes de Dios se centraban en poner el hombre en el mundo; no fue una idea tardía. Pero Dios dijo: «Hagamos al hombre» solamente cuando existía un ambiente idóneo para él, de manera que desde Día 1 hasta Día 6 se estaba preparando este ambiente, una etapa a la vez. Veamos esta secuencia de eventos al paso del universo en el v. 1, a la tierra seca en v. 10, y Adán y Eva en v. 27.

En términos amplios, durante los primeros tres días Dios estuvo formando y acomodando un hogar apropiado para el hombre, y en los tres días siguientes estuvo suministrando plenitud y variedad. El hombre requiere un hogar estable y benigno, con luz para ver, aire para respirar, agua para beber, comida para comer, y Dios proveyó todo esto en Días 1, 2 y 3.

El planeta cubierto de agua, en absoluta oscuridad, es claramente inaceptable; se deben poner las aguas en su lugar, una expansión atmosférica y tierra seca, además de preparar un suministro de alimentos. Pero la humanidad va a requerir también un medio de marcar el tiempo y contar con cantidades manejables de él, y también un sentido de dirección para sus viajes; todo esto fue provisto en Día 4. El lugar para el hombre será un lugar hermoso con una variedad maravillosa de otras criaturas en derredor, vivas, respirando y criando: un sinnúmero de ellas en el mar, en el aire y sobre la tierra. Se las dio en Días 5 y 6. El hombre va compartir la tierra con todas ellas, pero será diferente de ellas y aun ejercerá dominio y mayordomía sobre ellas.

Además de esto, Adán mismo tenía una necesidad especial. Le hacía falta una ayudante, cosa que no encontramos entre ni siquiera las más sociables de las otras criaturas. Sería hecha especialmente para él: Eva, su verdadera compañera y pareja. Por encima de todo, Adán y toda la humanidad necesitaban a Dios, porque el hombre fue hecho a semejanza suya, con alma viviente que ninguna otra criatura tiene, capaz de comunicarse y compartir experiencias significativas.

Entonces, la obra de cada día echó una base para la siguiente. La luz es fundamental, una forma de energía de la cual depende todo proceso natural; el agua es necesaria pero tiene que estar en el lugar debido; la tierra seca con su vegetación está disponible como un hábitat y fuente de alimentos antes de que los animales y el hombre necesiten de ellos. Dios lo hizo todo en el orden debido, lógico, conforme con su plan y propósito.

Separación y distinción

Un cambio asombroso ha ocurrido durante el curso de Génesis 1. Por el aliento de su boca, Salmo 33.6, la obra de sus dedos, 8.3, la habilidad de sus manos, 119.73, y en la sabiduría de su mente, 104.24, por el amor de su corazón Dios ha producido una obra maestra llamada hombre, en un mundo que él puede disfrutar. Todo es hermoso por las separaciones y las distinciones que Dios ha producido, no como la expansión monótona, negra, aguada que había al inicio. Él ha separado la luz de las tinieblas, agua del agua, día de noche, géneros de criaturas vivas de otros géneros, varón de hembra. Cada uno de estos es diferente porque Dios lo hizo así.

«Según su género» ocurre diez veces en el capítulo (y es significativo que posteriormente ocurra solamente en Génesis 6 y 7, Levítico 11 y Deuteronomio 14). Quiere decir que cada animal, ave, pez, insecto, árbol, planta., etc. es una especie distinta. Dentro de aquella especie el tiempo efectuará características alteradas en respuesta a las presiones ambientales o la cría selectiva, pero una especie no se cambiará en otra.

Se ha observado cambio dentro de las especies, y es la única verdadera evolución que existe. El cambio de una especie a otra, sin embargo, no importa cuánto tiempo se contemple, no ocurre ni ha sido observado. Esa «evolución» es especulación y teorización.

El varón y la hembra de cada especie relevante fueron creados también, distintos y necesarios para cada cual y para producir generaciones futuras. La reproducción y la sobrevivencia de la especie dependen totalmente del emparejamiento y las funciones complementarias de cada cual desde el principio. Es imposible criar con varón y hembra parcialmente desarrollados; ¡la especie desaparecería! La evolución no tiene cómo esquivar esto; es tan obvio que el varón y la hembra tenían que ser creados para comenzar.

El más distinto de todos fue el hombre. Dios hizo a una misma vez grandes números de otras criaturas, pero en amor formó un hombre y luego una mujer, una pareja singular. Eran especiales, distinguidos por tener alma viviente, en la semejanza de Dios. Él bendijo todas las criaturas del mar y aire en Día 5, pero cuando bendijo al hombre en Día 6 fue por un propósito superior. Todas las obras de Dios le alabarán, Salmo 145.10, pero solamente el hombre le adoraría para siempre. Por esto nos hizo.

 

9  El diluvio y sus efectos

 

El diluvio mundial descrito en Génesis 6 a 8 debe recibir plena consideración en cualquier intento a interpretar la historia pasada y presente de la tierra. Cuando pensamos en el diluvio, por buenas razones somos propensos a enfocarnos en su lado espiritual, su causa y efectos, y el cuadro hermoso de la salvación del juicio en el arca que Dios proveyó. Pero en las Escrituras hay algunas indicaciones de sus efectos físicos sobre la faz de la tierra a las cuales la geología testifica muy claramente. El mundo era un lugar muy diferente después del diluvio de lo que era antes. Esto mismo nos dice 2 Pedro 3.6,7, como hemos notado anteriormente.

El diluvio fue un cataclismo inmenso que difícilmente podemos concebir, un cambio dramático en las condiciones que prevalecían en la tierra hasta ese entonces. Los procesos creadores terminaron con las palabras de Génesis 2.1 a 3; la creación divina fue muy buena. Pero el pecado entró, la decadencia comenzó y trajo consigo aquellos procesos que continúan hasta ahora, que regulan e inevitablemente conducen al declive y la muerte. Son procesos que aplican a las leyes naturales que ya hemos considerado. Entonces, por razones bien conocidas que Él explicó antes del evento, Dios en su poder soberano impuso también este gran diluvio, empleando materiales y fuerzas ya disponibles y latentes en la tierra y en derredor de ella desde los días de la creación. Nunca había sucedido antes y no sucederá de nuevo, como uno sabe cada vez que ve la hermosura prístina de un arco iris, Génesis 9.12 a 16.

Los cambios

Los cambios efectuados por el diluvio fueron múltiples y profundos. El  mundo nunca sería el mismo. Estos cambios afectaron la humanidad y las generaciones posteriores, el tipo de ambiente en el cual iban a vivir y la estructura de la superficie de la tierra, un fenómeno que no sería detallado profundamente hasta siglos más tarde.

En cuanto a la humanidad, después del diluvio la raza humana se dividió en tres ramos que se reconocen hasta el día de hoy en el mundo entero. Si bien la Biblia nos traza atrás hasta Adán por el pecado original que ha pasado a todos, étnicamente cada uno de nosotros tiene un árbol familiar que se extiende atrás a uno de los hijos de Noé. Los estudios modernos de la genética han confirmado esto.

Las naciones judías y árabes proceden de Sem a través de Abraham; el gran abanico de naciones procedente de Jafet se extendió hasta los rincones apartados por tierra y mar; de Cam, las naciones que encontraron su hogar en el continente africano. Pero el evangelio de la gracia de Dios ha llegado ahora a todas ellas sin distinción y sin preferencia: «todo aquel que quiera» que vengan. Esto se ve aun en la primera evangelización, cuando en Hechos 8 un deseoso hijo de Cam oye del Salvador en el desierto de Gaza y fue recibido por gracia, en el capítulo 9 un endurecido y rebelde hijo de Sem recibe misericordia en el camino a Damasco, y en el capítulo 10 un devoto hijo de Jafet encuentra la paz por Jesucristo, quien es Señor de todos, v. 36.

Otro cambio que afectó al hombre fue la extensión de su vida. Antes del diluvio era normal vivir varios centenares de años, como sabemos por Génesis 5, pero para aquellos que nacieron después, cien a doscientos años llegó a ser lo común, 11.10 a 26, hasta que al final de Génesis y en el resto del Antiguo Testamento pocos vivieron más allá de cien. Setenta años y en los más robustos ochenta años, Salmo 90.10, pronto era lo normal y lo es aún a lo ancho de la tierra. Un poco más adelante examinaremos una posible razón por esto.

Los contrastes climáticos

Cuando llegó el diluvio, una cantidad de agua realmente vasta cayó de los cielos a la tierra por cuarenta días y noches sin interrupción, además de una erupción desde debajo de la superficie de la tierra. Ambos eran fenómenos enteramente sin precedente, desatados por Dios para su «extraña obra» de juicio, Isaías 28.21 (porque Él se deleita en mostrar misericordia). Las aguas que Dios había puesto «sobre la expansión» en Día 2 de la creación para protección fueron usadas ahora para destrucción, inundando la tierra.

Parece que la lluvia como tal era desconocida antes del diluvio, y que el crecimiento de las plantas y otras necesidades de agua eran provistos por un vapor cíclico que subía de la superficie de la tierra por calentamiento solar y volvía, posiblemente cada noche, Génesis 2.5,6. Además, la gran cantidad de aguas que estaba encima de la atmósfera aérea («la expansión»), de un espesor apreciable, habrá sido en forma de vapor, envolviendo el globo. Este manto de vapor tendría un efecto importante sobre el clima de la tierra y el bienestar de cada uno de sus habitantes. En primer lugar daría un «efecto invernadero» e impediría extremos de calor y frío sobre la tierra, de manera que posiblemente había una temperatura uniforme o un clima subtropical en toda la tierra, proporcionando condiciones para crecimiento abundante y la sobrevivencia de animales y, por supuesto, del hombre. Segundo, serviría para parar el paso de la mayoría de los rayos cósmicos que bombardearían continuamente el planeta Tierra, y también mucho de la dañina radiación ultravioleta, protegiendo todo de estas partículas y rayos que se saben dañan el tejido vivo y producen enfermedad y envejecimiento.

Así que, en los tiempos antediluvianos, aun cuando se habían ido la paz y hermosura de Edén en sí, las condiciones climáticas eran benignas, ideales para la vida y el desarrollo. Por esto no es de extrañar que la gente haya vivido tantos años y tenía familias grandes a lo largo de sus vidas. Adicionalmente, la vida animal y vegetal podía prosperar, de manera que animales enormes — por ejemplo, los mamuts y dinosaurios en toda su variedad — podían existir en el mundo entero; sería normal encontrar vastos bosques, sabanas y pantanos de inmensa variedad y densidad, abrigando especies enormes. Más adelante, cuando enterrada y compactada durante el diluvio, toda esta vegetación proveería los abundantes depósitos de carbono en el mundo, y por un mecanismo diferente que involucraba organismos diferentes, ricos yacimientos de hidrocarburos también. Próximamente vamos a considerar los fósiles en cierto detalle, pero uno puede ver de una vez cómo todo esto se encaja.

Después del diluvio todo fue muy diferente en el globo entero. Sin la capa protectora de vapor a gran altitud, se harían comunes los extremos de temperatura y estaciones contrastadas. (La primera mención en la Biblia del verano y el invierno, el frío y el calor, está en Génesis 8.22). Con el secamiento del diluvio, soplaron vientos poderosos, 8.1, las aguas en la superficie se congelaron, capas de hielo se formarían y dejarían sus marcas sobre el paisaje al moverse y derretirse. La humanidad se enfrentaría a un nuevo conjunto de dificultades con efectos de largo alcance. Muchas especies y animales que antes eran comunes ya no podían adaptarse al nuevo ambiente, mientras que unos pocos encontraron un nicho donde sobrevivir. Esto es cuando se aplicaría en verdad “la sobrevivencia de los más adecuados”, y es la razón principal por qué se extinguirían los dinosaurios y otros gigantes terrestres similares.

La datación por carbono

No es nada cierto cuándo todo esto sucedió, aunque es cierto que los registros de las Escrituras sugieren que fue alrededor de 3000 a.C. Sin embargo, un método que fija el tiempo por el radiocarbono ha asignado fechas para ciertos objetos mucho antes de esta, aun atrás a 10.000 a.C. Ese método funciona de la manera siguiente.

Cuando por ejemplo un árbol vivo absorbe carbono dióxido de la atmósfera, hay en él una pequeña cantidad de carbono, llamado carbono 14, en una forma radioactiva, que se descompone a un ritmo fijo (se reduce en cuantía) una vez cortada la madera. Con medir esta pequeña cantidad de carbono 14 que es al presente una muestra, y compararlo con lo que estaba allí cuando el árbol vivía, se puede calcular la edad de la muestra, porque el ritmo de descomposición es conocido (la “media vida” es 5730 años). La clave a este supuesto cálculo es que la cantidad de carbono 14 absorbido en la madera mientras crecía mucho tiempo atrás es la misma que se está absorbiendo hoy día.

Ahora, esto es poco probable, porque el carbono 14 se produce en la atmósfera superior por el bombardeo de átomos de nitrógeno por rayos cósmicos a lo largo de hasta siglos de tiempo. Pero si nos retrotraemos a las condiciones antes del diluvio, el manto de vapor pararía la mayoría de estos rayos cósmicos. Así se produciría mucho menos carbono 14 para entrar en la madera viva, y por ende proporcionalmente mucho menos se quedaría en la madera ahora. Por tanto, si se fija una fecha por este método, todas las muestras de la era del diluvio se parecerían mucho más antiguas que son en realidad. Por esto son dudosas las fechas por radiocarbono mayores de aproximadamente 5000 años, y muchos eruditos lo reconocen. Nosotros reconocemos la confiabilidad de los registros bíblicos.

 

10  Cambios geológicos atribuibles al diluvio

 

En el capítulo 9 notamos cuánto el ambiente, especialmente el que afecta a la humanidad, cambió después de ocurrir el diluvio. Probablemente se debía a la precipitación de la cubierta de vapor de agua que había envuelto la tierra y la había protegido de muchos factores dañinos. Los cambios en la atmósfera, los patrones de tiempo y el suministro de alimentos tendrían efectos de largo alcance sobre generaciones posteriores de toda cosa viva.

Adicional a esto, otros cambios mayores tendrían lugar, y la Biblia los menciona también de paso sin abundar en detalles. Vamos a considerarlos ahora en orden:

  • el movimiento de las placas continentales de la corteza de la tierra
    • la altura de las montañas y la profundidad del mar
    •  la composición y el contenido de la roca

No podemos pensar que todos estos no fueron cambiados dramáticamente en las erupciones que acompañaron el diluvio. El mundo hoy día es muy diferente de lo que Dios creó al principio, debido principalmente a esto. La geografía y topografía del presente no pueden ser usadas para describir la apariencia del mundo antes del diluvio.

Las inundaciones crean cambios enormes y pueden infligir daño a las estructuras naturales y las que el hombre ha levantado, tanto por el agua mismo como por los grandes sedimentos que se movilizan. Los diluvios recientes han demostrado esto de una manera por demás evidente, sea el del desastroso tsunami de 2005 en el Índico, la inundación de Nueva Orleans unos pocos meses antes, la experiencia más reciente en partes de África y Asia, o aun los diluvios menos esperados recientemente en el Reino Unido. Difíciles y trágicos que estos episodios hayan sido, su escala y sus efectos son en verdad demasiado pequeños para ser comparados con el diluvio en escala mundial de Génesis 7 y los efectos catastróficos que tuvo en todo el globo. Difícilmente uno se imagina cuán asombroso fue, sabiendo que la lluvia golpeó por cuarenta días y noches y por mucho más tiempo fue acompañada continuamente de remolinos que llevaron y trajeron las aguas.

Pero ahora, además de todo el daño y los cambios causados por el agua y los sedimentos en la superficie, tenemos que tomar en cuenta las erupciones aun mayores desde debajo de la tierra. Cuando leemos que “fueron rotas todas las fuentes del grande abismo”, Génesis 7.11, podría significar agua subiendo de fuentes subterráneas, y/o actividad volcánica soltando material líquida para solidificarse al entrar en contacto con el agua, generando masas de vapor. Sea lo que fuere que significa, han debido ser enormes los efectos sobre la corteza de la tierra.

La corteza de la tierra

El suelo que pisamos, contrario a nuestra costumbre de llamarla “tierra firme”, es en términos absolutos bastante frágil. El mejor conocimiento que tenemos de la estructura de este planeta nos dice que tiene un núcleo denso, muy caliente, de hierro fluido envuelto en un manto que es fluido todavía pero más liviano. Flotando por encima de todo esto hay una capa o “corteza” de apenas unos 40 kilómetros de profundidad, que es menos del 1% del radio de la tierra de unos 6400 kilómetros. Uno puede visualizar esta estructura como parecida a la cáscara de un huevo con su yema y clara adentro y cáscara delgada, frágil afuera.

Es más, la corteza no es continua, sino compuesta de varias placas que se están moviendo muy lentamente. Estos movimientos son la causa principal de los terremotos y los tsunami, y la mayor parte de la actividad volcánica ocurre en los linderos de estas placas, cuando el material líquido entra en erupción desde abajo a través de los puntos débiles.

Puede ser que durante el diluvio las placas continentales fueran agitadas y/o separadas, y entonces menguó su velocidad hasta la actual. Quizás antes del diluvio había un solo continente —  la tierra seca que Dios creó en Día 3 — y después del diluvio fue dividida. (Génesis 10.25 dice que en los días de Peleg la tierra fue repartida). Si uno examina en un globo las masas terrestres, puede ver que se encajan como un rompecabezas, y por esto aun la geología tradicional supone la existencia de un continente único en un tiempo muy lejano, llamado Pangea.

Las montañas y los mares

Los movimientos horizontales y laterales en la superficie de la tierra serían acompañados de otros verticales. Para acomodar la carga del agua que inundó la tierra, las leyes de gravitación demandarían que los valles se hicieran más profundos y las montañas se hicieran más altas a la par que las placas continentales se movían y se inclinaron. Abunda evidencia geológica que esto sí sucedió en algún tiempo de la historia de la tierra. Por ejemplo, los Alpes europeos, de mucho más de 3000 metros, contienen rocas que en un tiempo estaban bajo agua. Caso parecido son las fosas oceánicos que han podido ser formadas en el proceso por el cual “las aguas fueron decreciendo … se descubrieron las cimas de los montes”, Génesis 8.5. Salmo 104.6 a 9 describe el diluvio y habla de mandar a las aguas a no cubrir la tierra de nuevo. Actualmente el 71% de la superficie de la tierra está cubierta de agua.

No se puede dudar de que el diluvio haya sido en escala mundial, tanto por lo que las Escrituras dicen como por la evidencia que todavía se ve en todas partes (más de esto más adelante). Pero las aguas del diluvio no tuvieron que alcanzar los 9000 metros para así cubrir el Everest, por ejemplo. Estas sierras Himalaya, y también otras sierras montañosas en todo el continente, posiblemente hayan sido empujadas hasta sus elevaciones actuales solamente cuando las aguas del diluvio se secaban sobre la tierra. Las aguas diluviales tenían que tener una profundidad solamente suficiente para permitir al arca flotar por encima de los picos montañosos existentes y de mucho menos altura, como el Ararat, con un margen de 15 codos (unos 7 metros), Génesis 7.20. Es interesante que se estime que éste haya sido el calado del arca. [1]

Rocas sedimentarias

Hay dos tipos de roca en la superficie de la tierra, llamadas ígneas y sedimentarias. La roca ígnea era líquido en un tiempo, pero al enfriarse se ha cristalizado y solidificado. Buenos ejemplos son el granito y el basalto, clasificadas químicamente como silicatos. Probablemente estas han cambiado poco desde su creación lejana en Génesis 1.

La roca sedimentaria, por otro lado, como el nombre sugiere, se compone de pequeñas partículas de sedimento / arena. Ha sido formada por los efectos del agua, creando y depositando sedimentos que fueron unidos por la presión y la reacción química. Buenos ejemplos de esto son la caliza y la arenisca. Usualmente se encuentra la roca sedimentaria encima de la ígnea, excepto donde la actividad volcánica y las fallas han perturbado los estratos. De relevancia especial a lo que veremos en el próximo tema, es fácil ver por qué se encuentran los fósiles solamente en la roca sedimentaria que alguna vez fue depositada por agua, pero no en la roca ígnea que en un tiempo era líquida.

Los lechos de roca sedimentaria son de espesores diversos y por lo general en estratos, como se ve en  muchas canteras y barrancos. Sin duda la acción del agua formó y depositó los estratos y, desde el punto de vista de las Escrituras, esto sucedería en al menos dos ocasiones distintas.

La primera de éstas sería durante la semana de la creación, cuando emergió tierra seca de un globo anegado en agua. Por encima de la ígnea roca de lecho se acumularían capas de sedimento erosionado, para secarse y solidificarse. No había fósiles en esta roca sedimentaria, porque no había cosas vivas enterradas en el sedimento. Muchos lechos profundos de este tipo de roca existen en diversos lugares sin fósiles.

La segunda ocasión sería el diluvio, cuando, como reseñada arriba, se acumularían grandes masas y éstas se comprimirían repetidas veces con los vaivenes del agua, en capas que a la postre evidenciarían linderos separados. Es significativo que esta vez, toda suerte de criaturas vivas y vegetación serían sepultados rápidamente en el limo y los sedimentos. Serían fosilizados por este proceso, de manera que estas capas encerraban fósiles de diversos tipos de criaturas dependiendo de dónde estaban cuando las sobrevinieron las aguas del diluvio. Se quedarían allí hasta ser descubiertas por excavaciones en estos últimos tiempos. Los geólogos  clasificarían estas rocas contentivas de fósiles conforme con teorías evolucionarias, pero para nosotros ellos presentan una historia asombrosa en piedra de un juicio divino sobre el mundo antiguo.

Ahora procederemos a examinar el registro de los fósiles, para ver qué nos dice acerca de un mundo que pereció en el gran diluvio. Veremos por toda la evidencia que los fósiles no señalan una evolución, sino quedan mucho mejor explicadas por las ideas en los párrafos precedentes.

 

[1]  Para mayores detalles, véase Y Dijo Dios por F Abou Rahane, Publicaciones Cotidianas, y The Genesis Flood por Whitcomb y Morris, Ritchie Christian Books, sin duda las obras de mayor autoridad y referencia sobre este tema.

 

11  Los fósiles y el diluvio

 

Los fósiles son los restos de las plantas y los animales fundidos en piedra, frecuentemente mostrando detalles sorprendentes del aspecto que tenían. Algunos son muy similares a las especies del presente y pueden ser reconocidos como tales, mientras que otros corresponden a especies extintas ahora. Son testigos silenciosos de algo que sucedió mucho tiempo atrás, algo inusual, algo catastrófico. Son evidencia de vida y de muerte repentina.

Usualmente al morir una planta o animal se descompone rápidamente y deja muy poca evidencia de cómo era. Un entierro normal, o predadores silvestres, aseguran que dentro de poco se quedarán posiblemente unos pocos huesos duros. Los fósiles, sin embargo, pueden mostrar el tejido blando de animales, las plumas de aves, la escama de peces, la corteza de árboles, los intricados diseños trazados en las hojas, los helechos y las flores, etc. Y lo que es más, los fósiles abundan y existen en todo continente; a veces cubren muchos kilómetros cuadrados en extensión y muchos metros de profundidad en los estratos rocosos. Así que, ¿cómo se forman los fósiles?

Es un criterio casi universal que los fósiles se forman en condiciones diluviales, por el entierro repentino de las criaturas en el limo arrastrado por un diluvio. Esta sepultura repentina asegura una preservación intacta;  el agua rica en minerales penetra la estructura y asegura permanencia. La presión cada vez más desde arriba funde todo en piedra, literalmente dejándolo petrificado para siempre. ¡Estas criaturas antiguas yacen allí hasta que el obrero en la cantera o el minero o el geólogo las descubra para que el mundo moderno especule y teorice!

Los fósiles y la teoría de la evolución

Se enseña ampliamente, y por esto se cree, que el registro de los fósiles da la evidencia para una evolución. La propuesta es que a lo largo de millones de años diversas criaturas que existían en aquel entonces fueron fosilizadas en uno que otro diluvio, y por esto las rocas contienen una historia de diversas formas de vida y muestran cómo cambiaron a lo largo del tiempo. Si usted visita casi cualquier museo verá esta teoría popular deletreada, junto con muchas representaciones gráficas pero netamente imaginarias de condiciones prehistóricas que describen mares poco profundos donde hay tierra ahora, seguidos por movimientos de los continentes, estrato deslizado, y más.

Se acepta la teoría de la evolución como verídica, como la base y el punto de partida. Los hechos (a saber, los especímenes de los fósiles) son ordenados para corresponder con la teoría y conducir a conclusiones adicionales. Un ejemplo típico lo encontramos en cierto museo en Yorkshire: “Por cuanto las plantas y los animales se evolucionan a lo largo del tiempo, podemos usar los fósiles para estimar la edad de las rocas”. Pero, ¡un momentito! Si no se evolucionaron, ¡los fósiles no pueden dar la edad de las rocas! Se está valiendo de una teoría sin prueba para producir datos a ser presentados como hechos.

Un ejemplo es la Antigua Arsénica Roja “de la edad devoniana” en el norte de Escocia que se dice tener una antigüedad de 700 millones de años por la sencilla razón que contiene muchos peces fosilizados que, según afirma la evolución, existían en ese entonces. Ahora, nos dicen también que la edad de un fósil es conocida por el tipo de roca en el cual se encuentra. Así que si otro fósil se encuentra en Antigua Arsénica Roja, se dice que data de 700 millones de años porque se lo encontró allí. Este es razonamiento circular, y no una ciencia veraz. ¡Las rocas y los fósiles no pueden ser datados el uno con base en el otro!

No obstante, basado en el supuesto evolucionista, se ha desarrollado una “columna geológica” que muestra los estratos de muchos tipos, con fósiles “clave” en cada uno, remontándose a unos 1000 millones de años. Con esto se enseña dogmáticamente que ésta es la historia de la evolución progresiva de las diferentes formas de vida en la tierra, desde las humildes criaturas acuáticas al pie del esquema hasta los peces, anfibios y reptiles, progresando hacia arriba hasta los mamíferos y el hombre a la cabeza.

Sin embargo, existen dificultades y contradicciones mayores que por lo general no se explican. Mencionaremos ahora algunas de las más graves.

  • La columna entera, abajo arriba, no existe en un mismo lugar en toda la tierra. Secciones sí existen en diversas partes, algunas extensas y otras reducidas, pero la columna entera existe solamente en libros de texto, carteles y cartas gráficas.
  • Hay muchos ejemplos de “inversiones”, donde capas de rocas “viejas” reposan sobre rocas “jóvenes”, en vez de las jóvenes por encima de las viejas.
  • Existen muchos ejemplos donde fósiles en un mismo estrato de roca son de criaturas que la evolución afirma haber vivido millones de años aparte. Se encuentran donde no deben estar, lado a lado.
  • La evolución requiere que haya existido en diversas épocas muchas criaturas parcialmente cambiadas o evolucionadas. Pero, con todo que se hayan buscado diligentemente, no se han encontrado fósiles de éstas. Los fósiles son siempre de especies distintas e identificables de animales y plantas como existen ahora. ¡Los “eslabones faltantes” faltan todavía!
  • Aun los fósiles que se dicen ser los más antiguos son criaturas complejas y especializadas, como por ejemplo los trilobites, y abundan y son tan diversas que se ha llegado a hablar de “la explosión cambriana” de vida. Debajo de ellos (pre cambrianos) no hay ningún fósil. Criaturas más simples nunca existían excepto en la imaginación del evolucionista.

En realidad es muy difícil acomodar la teoría de la evolución en torno de los hechos de la geología, con base en lo que se encuentra en las rocas y lo que no se encuentra. Pero, con todo, se presenta la evolución como la verdad, y no es la primera ni la última vez que se acepta una mentira como si fuera la verdad, Romanos 1.25, 2 Tesalonicenses 2.11,12.

Los fósiles y el diluvio

Los hechos de la geología se encajan bien en el marco  del diluvio bíblico, histórico, mundial de los días de Noé. Reflexiónese en  lo que se nos dice del inicio, la duración y la erupción del diluvio que hemos considerado en capítulos anteriores, y luego aplíquelo a la situación, las leyes y los principios sensatos, científicos. Verá que hace sentido maravillosamente. La realidad es que así lo veían la mayoría de los científicos y pensadores de antaño antes de que la teoría de la evolución secuestrara la instrucción y luego les dio a todos un lavado de cerebro para aceptarla.

Aquí está el esquema básico con que trabajar. A medida que avanzó el gran diluvio, las primeras criaturas a morir y ser enterradas serían los menos ágiles, de hecho aquellas que vivían en los mares poco profundos y cerca de la orilla. Las más móviles se escaparían a una elevación mayor hasta perecer ellas a su vez, inundadas en agua. Las últimas a sucumbir serían los animales más móviles y las aves en los niveles más altos. Mientras el diluvio arrastraba los diversos tipos de criaturas, el torrente de agua y limo las sepultaría en condiciones muy idóneas para la fosilización. Todo esto cuadra con los hechos observados en la geología, ¡y es sencillo!

Se ve que la columna geológica, donde existe, no es un registro de cómo las criaturas se desarrollaron sobre millones de años. Es más bien una historia de dónde y cuándo vivieron y murieron al venir el diluvio para la destrucción de todos. El orden de su sepultura y fosilización es conforme a su hábitat: la vida acuática primero, los moradores en el fondo como los músculos y trilobites seguidos por los peces en grandes bancos en las posiciones torcidas al nadar que evidencian los fósiles. Entonces los anfibios a la orilla y los reptiles lentos son abrumados y enterrados, y por fin los mamíferos, frecuentemente en enormes cantidades mientras se agrupaban en su afán por escapar, como evidencian los lechos de fósiles a lo ancho del mundo.

Sobreimpuesta en este cuadro básico, tenemos que pensar ahora en la actividad hidráulica, los efectos del agua moviéndose vigorosamente. El agua agitada en remolinos deposita objetos según su densidad, así que la arena, el granzón, el sedimento y lo demás en el agua quedan depositados y seleccionados según su peso y según su forma. Esta acción de revolverse, mezclar y caer al fondo redistribuiría aun más las criaturas muertas en el limo, y permitiría que a veces las de diferentes hábitats fuesen enterradas juntas y luego fosilizadas en el mismo estrato.

Además, la actividad sísmica (los terremotos) en la corteza de la tierra debajo del agua, a medida que el agua que el diluvio decrecía, echaría algunos estratos hacia arriba mientras otros bajaban, produciendo las fallas y líneas de deslizamiento que son comunes en el mundo entero, y sus fósiles desplazados de la misma manera. También, la actividad volcánica perturbaría los estratos y los dejaría en posición vertical, la roca fluida forzándose hacia arriba a través de estratos sedimentarios, para dejar los lechos de lava y las intrusiones de basalto que encontramos en nuestros tiempos.

Los vastos depósitos de carbón serían formados también cuando esto estaba sucediendo. De una vez el carbono rico que contenía bosques, pantanos y sabanas del era antediluviana serían desgajados, aplastados, arrastrados por el agua y luego compactados como el carbón que conocemos. De una manera similar, el petróleo y gas serían producidos y atrapados en roca porosa por los organismos marinos y la descomposición de la vegetación. (Compárese la producción de metano en los sitios rellenados  hoy día, un ejemplo en escala pequeña de este mismo proceso).

Conclusión

¿Por qué estas ideas básicas son inaceptables para tanta gente? ¿Por qué se favorece tanto a una teoría sin fundamento y basada en conjeturas? Los fósiles predican en escala mundial que la paga del pecado es muerte, pero la gente razona en vez de reconocerlos como un testimonio permanente de juicio divino sobre un mundo impío, no queriendo prestar atención a su advertencia. Aquellos que sirven al pecado y a Satanás no quieren ser recordados que Dios tendrá la palabra final. El diluvio es el prototipo del gran juicio por venir, 2 Pedro 3.5,6,

Mateo 24.37 a 39.
 

 

 

Parte III – Algunas cosas únicas y asombrosas

 

  • La tierra adaptada justamente para el hombre y la vida
  • El agua, la luz y las propiedades químicas sincronizadas precisamente
  • El ambiente planificado y creado cuidadosamente para el hombre
  • La singularidad del ser humano
  • La complejidad y eficiencia asombrosas de nuestros cuerpos

12  La tierra: Un planeta único

 

El mundo que habitamos, este planeta llamado Tierra, es indudablemente un lugar único, un planeta excepcional entre todos los otros en el sistema solar, un  mundo excepcional entre todos los mundos innumerables en el espacio. Es excepcional y único en por lo menos dos aspectos. El primero y mayor de estos es que el Hijo de Dios mismo vino aquí, nacido en humilde pesebre en Belén, muriendo en cruz rústica en el Calvario, para efectuar el gran plan divino de la salvación. Él vino al mundo para salvar a los pecadores, 1 Timoteo 1.15, para proveer la vida eterna. La segunda característica única es que Tierra provee un ambiente apropiado para sostener y mantener la vida física.

Aunque muchos cambios tuvieron lugar en y después del gran diluvio que hemos venido considerando, éstos afectaron principalmente su estructura superficial, su topografía, geografía y geología, y no sus propiedades fundamentales que Dios diseñó. Ya hemos visto que sus actos creacionales en Génesis 1 fueron una secuencia ordenada, culminando en el punto donde el hombre podía tomar su lugar en un mundo funcional de una vez, disfrutarlo y cuidarlo, y que supliría todos sus requerimientos de comida, hogar, paz y hermosura. No obstante el hecho que el pecado haya entrado en el mundo, la verdad es que todavía se encuentran en el mundo — pero en ninguna otra parte — aquellas condiciones estrictas para la vida. Las Escrituras enseñan claramente que Dios diseñó el mundo para ser habitado por el hombre, Isaías 45.18. «De una sangre ha hecho todo el linaje de los hombres, para que habiten sobre toda la faz de la tierra; y les ha prefijado el orden de los tiempos, y los límites de su habitación», Hechos 17.26. Sabemos también que la bendición del hombre fue planeada “antes de la fundación del mundo”, Efesios 1.4. Por tanto Dios diseñó, fundó y formó este planeta único con él en mente desde el principio.

La historia de la creación está escrita en el universo entero, y más de ella revelada — y en cierta medida entendida — con el correr del tiempo. Pero de mayor claridad y relevancia para nosotros es la parte de esta historia maravillosa escrita en la estructura y las propiedades de nuestro propio plantea Tierra. Todos aquellos que han estudiado este tema fascinante han concluido que la tierra es un lugar único en verdad, adaptada exactamente para la vida y el hombre. Se han propuesto muchas teorías descabelladas y borrosas sobre cómo llegó a ser así. Se nos dicen que fueron responsables una serie de accidentes, unas pocas coincidencias y algo de “suerte” (¡y estoy citando un libro reciente basado en ciencia!). La idea del “diseño inteligente” queda rechazada ferozmente, aunque es muy evidente en la más grande estructura hasta la más pequeña que se haya explorado.

Las condiciones para la vida

La vida es muy frágil, aunque la damos por sentada. Su existencia depende de que estén exactamente ajustadas muchas consideraciones; por ejemplo, temperatura entre 0 y 40 grados y valores de fuerzas de gravedad y nucleares así como son. Depende también de la disponibilidad de ciertos químicos como por ejemplo el agua y el oxígeno, y también la ausencia total (o cantidades muy reducidas) de otros como el cianuro y el carbono monóxido. Asimismo hay formas de radiación que son absolutamente esenciales a toda vida en la tierra, como la luz “invisible” y algunas infrarrojas, pero otras son letales, como el rayo X y la ultravioleta intensa.

Veremos luego la manera única en que todas estas condiciones se juntan en nuestro planeta pero en ninguna otra parte, y que Dios las incorporó en el tapiz del mundo que habitamos.

El sol

La temperatura de la superficie de la tierra está gobernada principalmente por la energía que el sol emite y por la distancia del sol.

El sol es una estrella cuya energía es generada en su interior, donde átomos de hidrógeno se combinan para formar átomos de helio a una temperatura de aproximadamente 15 millones de grados centígrados. Su temperatura en la superficie es de unos 5500°. Las estrellas varían en tamaño desde un décimo a más de cien veces el tamaño del sol, y sus temperaturas en la superficie varían entre 3000 y 40.000 grados (sus colores lo evidencian; enanos rojos hasta gigantes azules / blancos). Entre todas éstas el sol es una estrella amarilla de tamaño mediano; su diámetro es de aproximadamente 1400 mil kilómetros, 109 veces el de la tierra, y 745 veces la masa de todos los planetas juntos. En la distancia correcta del sol, unos 150 millones de kilómetros, Tierra recibe la cantidad correcta de radiación de esta estrella de tamaño correcto para lograr las temperaturas aceptables para nuestra sobrevivencia, ¡todo emparejado hermosamente!

El sistema solar

El sol provee el punto de anclaje para todo el sistema solar de ocho planetas que giran en torno de él en sentido contrario al reloj, mientras que ellos a la vez giran sobre sus propios ejes. Hay cuatro planetas cercanos, Mercurio a Marte, relativamente pequeños, densos y rocosos, y cuatro lejanos, Júpiter a Neptuno, que son enormes esferas de material gaseoso de baja densidad. Los planetas cerca del sol son mucho más calientes y los lejanos más fríos. Es justa nuestra distancia de este generador eficiente, limpio y gigantesco, llamado el sol, y la energía llega sin precio sobre la vasta distancia que tiene que viajar en un lapso de 8,3 minutos. “Nada hay que se esconde de su calor”, Salmo 19.6. “Vuestro Padre … hace salir su sol sobre justos e injustos”. Mateo 5.45.

Los planetas más cerca del sol giran en torno de él más rápidamente; un año en Mercurio es aproximadamente un cuarto del nuestro, y su “día” dura 58 de los nuestros. Los planetas más distantes orbitan el sol más lentamente; el año de Neptuno es 165 de los nuestros y su día es de 16,1 horas. Entre los planetas, Dios le ha dado al sol la posición entre Venus y Marte, y ha asignado la duración del año y del día apropiada para nuestro ciclo de vida.

Otros factores aportan a mantener las temperaturas que necesitamos. Primero, el lapso de 24 horas para la tierra girar en su eje es aproximadamente el justo. Períodos largos darían lugar para noches extremadamente frías y días extremadamente calurosos; períodos más cortos desestabilizarían los patrones del tiempo y causarían que los gases de la atmósfera giraran al espacio. También, por cuanto el eje de la tierra no está a 90° de los rayos del sol, sino a un ángulo de aproximadamente 66°, el influjo de energía está repartido sobre un área más amplia al norte y al sur del ecuador. Por esto las temporadas son más extendidas y minimizadas las regiones de la tierra muy calientes y muy frías.

Al orbitar el sol, los planetas trazan una ruta elíptica. Algunos, como Mercurio el más cerca al sol o Pluto el más lejano, tienen elipses muy alargados, pero la órbita de la tierra es casi circular. Si ella fuera muy alargada (o sea, aplastada), entonces por algunos meses del año la tierra estaría más cerca del sol y más calurosa, pero mucho más frío en otros meses cuando más distante. Los extremos amenazantes de esta índole no se presentan debido a la forma casi circular de la órbita de la tierra.

La atmosfera

Todavía otro factor que ha tenido un efecto mayor sobre la temperatura es el tamaño y la composición de la atmósfera. Es un manto aislante que aporta a guardar el calor (el efecto invernadero). ­Las atmósferas en los demás planetas son muy diferentes. La de Mercurio es tan delgada que la temperatura oscila entre -170 y

+400, así que fácilmente se gana o se pierde calor. La de Venus es muy gruesa, compuesta de carbono dióxido, con nubes hechas de ácido sulfúrico en un 80%. Retiene tanto calor que la temperatura es de 475°.

La composición de nuestra atmósfera está gobernada por la fuerza de gravitación de la tierra, como lo es el movimiento en el globo. Si, por ejemplo, la gravitación fuera mucho menor, se escaparían a la atmósfera en vapor el oxígeno, nitrógeno y agua que son necesarios para la vida, quedando sólo argón y carbono dióxido. El efecto protector de la atmósfera sería reducido también, tanto para retener calor como para impedir daño por rayos cósmicos. Por otro lado, si la gravitación fuera mucho mayor, aumentarían la densidad y la presión del aire, y toda forma de vida requeriría mayor músculo y fuerza en el esqueleto para moverse y sobrevivir.

Los factores de gravitación gobiernan el jalón de la tierra sobre todo, especialmente la luna, que es nuestra vecina celestial más cercana. A la vez su jalón afecta la marea, cuyo tamaño es importante: una marea desestabiliza la costa y una demasiado reducida impide el reciclaje de las sustancias nutritivas y la contaminación.

El equilibrio de todo factor responsable de que Tierra sea un hogar adecuado para el hombre, y para un sinfín de otras formas de vida, es en verdad un indicio claro de la sabiduría y el diseño del Creador. Podemos decir con convicción y con adoración: “¡Cuán innumerables son tus obras, oh Jehová! Hiciste todas ellas con sabiduría; la tierra está llena de tus beneficios”, Salmo 104.24,25.

 

13  “Hizo también las estrellas”

 

Antes de hacer consideraciones adicionales de las propiedades de nuestro ambiente que lo han hecho peculiarmente apropiado para la vida, deberíamos ver más allá de los límites de la tierra y más allá del sistema solar. La historia de la creación y la de la gloria de Dios están escritas en lo ancho de los cielos, una declaración constante y clara de su eterno poder y deidad. “Los cielos cuentan la gloria de Dios … Una noche a otra noche divulga conocimiento. No hay dicho, ni palabras, ni es oída su voz, empero por toda la tierra ha salido su melodía”, Salmo 19.1 a 3, Versión Moderna.

Salga usted de nuevo alguna noche clara, oscura. Si se aleja de la luz errante de los pueblos y las ciudades, podrá ver las miríadas de estrellas mucho más claramente, puestas en la oscuridad aterciopelada. Mire en derredor del horizonte tenue al cenit más preciso, de norte a sur o de este a oeste; permítase ser fascinado por la grandeza de ese panorama, y su alma será conmovida. Aun si puede identificar solamente unas pocas de las estrellas o constelaciones que tienen nombre, o quizás ninguna, hay una expansión y gloria asombrosa en todo aquello. Como una vasta valla publicitaria que alumbra el cielo nocturno, da un mensaje que nadie puede borrar, que todos pueden leer, ¡y proclama la gloria de Dios!

Si hace esto, estará haciendo lo que Dios les mandó a muchos otros hacer en la antigüedad. Acuérdese de Abraham en Génesis 15.5: “Mira ahora los cielos, y cuenta las estrellas”. Job, en Job 9.7 a 10: “Dios solo extendió los cielos … la Osa, el Orión y las Pléyades”. Elifaz, en 22.12: “Mira lo encumbrado de las estrellas, cuán elevadas están”. David, en Salmo 8.3: “Veo tus cielos, obra de tus dedos, la luna y las estrellas que tú formaste”. Isaías, en Isaías 40.26: “Mirad quién creó estas cosas; él saca y cuenta su ejército”. También los sabios del oriente, Mateo 2.2; y Pablo y los marineros que buscaron en vano por las constelaciones para facilitar la navegación en aquellas noches tempestuosas, Hechos 27.20.

La astronomía se ha desarrollado grandemente así como otros ramos de la ciencia en los dos últimos siglos, pero es una materia antigua, como se ve por lo que hemos citado. Se valoran hoy los registros que dejaron los asirios, babilonios, chinos y árabes, para compararlos con observaciones recientes. Las medidas, los pronósticos y las teorías dominan la materia ahora, pero lo maravilloso del tema escapa el tiempo. Considere unas pocas de las características más obvias de los cielos estrellados.

La cuantía de las estrellas

Le dijo Dios a Abraham: “Cuenta las estrellas, si las puedes contar”, Génesis 15.5. Si tuviera la paciencia y la capacidad, usted podría distinguir a simple vista hasta tres mil estrellas en un hemisferio. Esto quiere decir que hay unas seis mil visibles desde la tierra.

Pero Galileo con su telescopio casero pudo ver diez veces más: hasta sesenta mil. El número iba aumentándose a la par que los telescopios mejoraran en potencia y resolución. Superaba a los 600 mil en los años 1950, y ahora con el advenimiento de la radio astronomía es literalmente imposible contarlas. ¡Exactamente como Dios: «No puede ser contado el ejército del cielo, ni la arena del mar se puede medir», Jeremías 33.22! Se estima que tan sólo nuestra cercana galaxia que es la Vía Láctea contiene 200 mil millones de estrellas; ¡y posiblemente en el espacio haya unas 100 millones de galaxias!

¿Pero por qué tantas? Es para contarnos de la grandeza de Dios quien las creó todas con su palabra. Él hizo estos millones de millones de estrellas tan fácilmente como una sola. Las pudo contar; “ninguna faltará”, Isaías 40.26. Todas son diferentes; su variedad proclama la gloria de Dios. “Estas son sólo los bordes de su camino”, Job 26.14. “Su grandeza es inescrutable”, Salmo 145.3.

Las variedades de estrellas

Así como dos hojas de hierba no son exactamente iguales, ni dos copos de nieve, ni dos criaturas, tampoco lo son dos estrellas. Ellas difieren la una de la otra “en gloria”, 1 Corintios 15.41. Difieren en colores, brillo, tamaño, temperatura, velocidad de rotación y composición. Las vemos en diferentes patronos llamados constelaciones, cada estrella a una distancia diferente de Tierra.

La estrella más cercana es Alfa Centauro (no visible desde el hemisferio norte; es uno de los marcadores de la Cruz del Sur). Está a 4,3 años luz distante y es la tercera en luminosidad de las que podemos ver. La más brillante es Sirius, visible fácilmente de aquí en el Reino Unido, titilando, un poco verde, bajo el cielo sur. Está a 8,7 años luz distante, y en realidad su luminosidad es veinte y seis veces la del sol, que está a sólo 8,3 “luz minutos”, y por esto el solo parece ser mucho más brillante. Hay otra estrella llamada Eta Carinae que es cuatro millones de veces más luminosa que el sol y más de cien veces mayor en tamaño, pero a 6400 años luz de distancia no es visible a simple vista.

Hasta donde sabemos, la estrella más grande se conoce como Rasalgethi, distante a uno 500 años luz. Medida junta con su nube de gas, su diámetro supera veinte veces el de todo el sistema solar. Es un “gigante rojo” con una compañera azul-verde que gira en torno de ella. Está en el cielo norte, la quinta constelación en tamaño llamada Hércules. La estrella más pequeña que se puede reconocer es una enana blanca, la mitad del tamaño de la luna, a cien años luz.

Las constelaciones

Para fines cartógrafos, hoy día la astronomía divide el cielo en ochenta y ocho constelaciones o secciones. Pero las constelaciones fueron reconocidas primeramente por los antiguos como grupos de estrellas, nombradas mayormente por figuras de la mitología griega. Tolomeo (150 d.C.) elaboró una lista de cuarenta y ocho, la cual fue ampliada posteriormente a medida que los viajeros observaban el cielo sur. Ya hemos mencionado Orión, Hércules y la Cruz del Sur. La Osa Mayor es bien conocida, señalando a los observadores a la estrella del Polo Norte, que es un supergigante amarillo a unos 650 años luz. Todas estas son hermosas y admirables a la vista.

Ciertas constelaciones constituyen en su conjunto los doce signos del zodiaco que se usan para describir dónde el sol aparece durante cada uno de los doce meses de la órbita anual de la tierra. Ellas han sido manipuladas en un sistema supersticioso llamado la astrología, derivado del paganismo antiguo. Es de un todo engañoso y está condenado en las Escrituras;  por ejemplo Isaías 47.13. La proliferación de los horóscopos en los medios de comunicación social hace ver, sin embargo, que mucha gente lo consulta todavía.

Se ha dicho que las constelaciones del zodíaco relatan la historia de la redención en cierto detalle, desde Virgo, la promesa del advenimiento del Redentor, hasta Leo, su triunfo a la postre. [1] Algunas constelaciones, como Libra, las Balanzas, Crux, la Cruz del Sur, posiblemente ilustren más fácilmente las verdades de las Escrituras. [2]  Pero en realidad uno necesita mucha imaginación para emparejar los patronos de las estrellas en las constelaciones y sus nombres, la mayoría de los cuales extraños para nosotros de todos modos. Es mucho más simple y mejor prestar atención a “la palabra profética más segura”, 2 Pedro 1.19, y disfrutar de la plena y más clara revelación de Dios en Cristo mismo. «En estos postreros días nos ha hablado por el Hijo, a quien constituyó heredero de todo, y por quien asimismo hizo el universo», Hebreos 1.1,2.

La inmensidad del espacio

La Vía Láctea a la cual pertenece nuestro sistema solar es de unos 100.000 años luz distante. A veces usted puede verla extendiéndose a lo ancho de todo el cielo. Tres galaxias más son visibles a simple vista: las dos Nubes de Magallanes y la Galaxia Andrómeda aparentemente a 2,25 años luz y, debido a su brillo inherente, el más distante objeto en el universo a simple vista. Adicionalmente, hay las nebulosas, los cuásares, los púlsares, los agujeros negros y elementos afines que no podemos describir aquí.

Estos números y distancias son en realidad demasiado enormes para nuestra comprensión, como lo es también la inmensidad del espacio. De hecho, se reconoce ahora que la estructura y las dimensiones del espacio se nos escapan. Persisten más preguntas que respuestas, tan complejo es el tema.

Las observaciones que hacen los astronautas involucran cantidades tan minúsculas que los errores pueden ser significativos. También, sus conclusiones dependen de ciertos principios y leyes que son válidos en la tierra pero, como hemos visto antes, posiblemente no sean válidos al extrapolarlas sobremanera en condiciones enteramente desconocidas. La astronomía empuja la ciencia al límite de su metodología, y la confianza en sus resultados es menos que en la mayoría de las ciencias.

«¿Qué es el hombre?»

Ante esta inmensidad, y tantas estrellas, surge de nuevo la pregunta de Salmo 8.4. ¿El hombre es apenas un punto en un pequeño planeta que rota en uno de los vaivenes de muchas galaxias galopantes? ¡Nada de eso!  Solamente al hombre Dios le ha dado la capacidad de explorar, entender y apreciar la grandeza del universo, y de él aprender más de la gloria de su Creador y adorarlo a Él. ¡Este es nuestro verdadero significado y razón de ser!

 

[1] Esto lo trata ampliamente The Companion Bible de E. W. Bullinger en su Apéndice 12.

[2] Véase Stars and Their Purpose, capítulo 8, W. Gitt, publicado por CLV.

 

14   El agua: Un líquido único

 

Ya hemos observado que Tierra es un planeta único, contando con la correcta temperatura superficial para que la vida exista y el calor del sol siendo compensado por su distancia de nosotros. Esta distancia depende a su vez de la masa del planeta, el cual sería más cercano y caluroso si fuera más pesado; y, si más liviano, más distante y frío. Esta temperatura en la superficie permite que el agua exista como un líquido, la única forma que puede sustentar la vida. El hielo congelado hasta sólido, o el vapor gaseoso hasta hervir, no servirían para preservarla.

De todas las sustancias que encontramos en la tierra, por mucho la más común es el agua, la mayor parte en cantidades grandes. Aun cuando la tomemos por sentada, es una sustancia maravillosa, de diseño único y esencial para sostener la vida. Aquellos que buscan (en vano)  la vida en otro planeta buscan el agua como su primer indicio. Sin el agua, no puede haber vida. La mayor parte de la materia en el universo consiste en gases muy calientes (en las estrellas) o en sólidos congelados profundamente (en los planetas lejanos). Aunque tan común en la tierra, el agua escasea sobremanera en el universo. A menudo se describe la tierra como “el planeta aguado”. El 70% de su superficie está cubierta de agua, y en la forma de vapor ella también penetra la atmósfera. Aun aquellas áreas que nosotros llamamos secas o áridas contienen cantidades significativas de agua.

Hay varias propiedades especiales del agua que la hacen verdaderamente única y necesaria para la vida natural. Antes de verlas, tengamos presente cómo en las Escrituras muchas veces el agua representa lo que es necesario para la vida espiritual. El agua es una figura del Espíritu Santo sin quien ninguna vida espiritual es posible; Juan 3.5, 4.14, 7.38,39. El “lavamiento del agua por la palabra”, Efesios 5.26, es necesario para surtir la vida espiritual y realizar el propósito de Dios para nosotros.  La última invitación en la Biblia es la de Apocalipsis 22.17: “El que quiere, tome del agua de la vida gratuitamente”. Aun en los desiertos espirituales de este mundo, el alma del creyente puede ser un “huerto de riego”, Isaías 58.11, Jeremías 31.12. Debemos ser nutridos constantemente por “las fuentes de arriba y las de abajo” del Espíritu y la Palabra.

Las propiedades del agua

Cada una de las propiedades químicas y físicas del agua la hacen una sustancia clave a todo nivel. La minúscula célula sencilla no puede funcionar sin ella, ni pueden los grandes mamíferos en tierra y mar. Todo tipo de vegetación la necesita también desde los matorrales desérticos hasta la exuberancia del bosque tropical. Se requiere para las necesidades obvias de agua potable y de la irrigación, y para la difusión y distribución de los nutrientes y la energía. También, controla muy eficientemente la temperatura de la tierra y en todas las criaturas vivas; ellas pueden sobrevivir solamente si las temperaturas no varían marcadamente. La especial estructura molecular del agua aporta propiedades térmicas críticas.

Las propiedades térmicas

El agua líquida es capaz de absorber el calor sin que se aumente mucho su propia temperatura, y retiene este calor eficientemente. También puede librar calor en grandes cantidades sin producir una gran caída en su propia temperatura. El agua hace esto mejor que cualquier otra sustancia común; se dice que tiene una elevada capacidad calorífica. La vida se beneficia de esto de dos maneras.

Primero, los grandes océanos mantienen estables las temperaturas en tierra, no permitiendo que suban o bajen mucho. Los océanos son también enormes reservas y conductores de calor. Las grandes corrientes marítimas como la del Golfo en el Atlántico transfieren  vastos volúmenes de calor del ecuador a latitudes templadas, permitiendo que países como el Reino Unido tengan un clima moderado.

Segundo, cuando estamos expuestos al calor o al frío, la temperatura de nuestros cuerpos se mantiene casi fija porque ellos se componen de agua en aproximadamente un 79% (y así muchos animales también). Este efecto atribuible a la alta capacidad calorífica del agua recibe ayuda, sin embargo, de otra de sus propiedades; la de su vaporización es alta también. Esto quiere decir que cuando el agua líquida se cambia en vapor, también se consume mucho calor. De este modo, cuando nuestros cuerpos necesitan perder calor rápidamente, el agua se vapora en nuestra respiración y por nuestra piel — en casos extremos la respiración es intensa — permitiendo que nuestros cuerpos conserven su temperatura estable. Se puede quitar mucho calor con la pérdida de solamente una pequeña cantidad de agua. Es la única sustancia que puede hacer esto tan eficazmente.

Las propiedades del hielo

Es cosa corriente observar que el agua se convierte en hielo al congelarse, y ver el hielo flotando sobre el agua. Pero es muy inusual que la forma sólida de cualquier sustancia flote por encima de su líquido al punto de congelación; la mayoría de los sólidos se hunden al fondo porque son más densos (“pesados”) del líquido. No así el hielo, que es menos denso que el agua a 0°, donde se congela. Por esto, a diferencia de casi toda otra sustancia, el hielo flota sobre la superficie del agua.

Este comportamiento inusual es extremadamente importante para toda forma de vida acuática. Si el hielo se hundiera al fondo al formarse, el cuerpo de agua se congelaría desde el fondo hacia arriba hasta que todo fuese sólido, y así toda criatura viva en el agua sería empujada a la superficie para morir congelada. En realidad, el hielo que se forma en la superficie para evitar que el aire más frío afecte el agua abajo, que de hecho supera el punto de congelación de unos 4° donde el agua tiene su mayor densidad.

Es cosa asombrosa que el hielo, agua sólida, sea tan buen aislante, porque el agua líquida es en realidad un muy buen conductor de calor, cuatro veces mejor que cualquier otro líquido común. Esta alta conductividad es otro factor que aporta a que el agua regule y distribuya el calor en los océanos y en nuestros cuerpos, cosa descrita ya. Todas sus propiedades obran en armonía para el bien de la vida.

Las propiedades de solvencia y difusión

Un muy gran surtido de sustancias pueden disolverse en agua, aunque en grados diferentes. Se ha dicho que el agua es el solvente universal. Por esto, puede disolver muchas sustancias y trasladarlas de un lugar a otro, por ejemplo para proveer nutrientes y quitar desperdicios eficientemente en todo tipo de sistema vivo y en el ambiente mayor. Esta es otra razón clave por qué los sistemas vivos necesitan agua.

El agua puede disolver grandes cantidades de sal y azúcar. También puede disolver mucho carbono dióxido, y esto ayuda en remover el gas de nuestros cuerpos y controlar la acidez de nuestros fluidos. Disuelve también el oxígeno, otra sustancia crítica para la vida. Nuestros pulmones absorben gas directamente del aire, donde se disuelve en la sangre de una manera especial para transferirla adonde las células y los músculos la necesitan. La vida en las aguas requiere oxígeno disuelto para respirar a través de los bronquios. El oxígeno disuelto es crítico también para purificar el agua; es decir oxidar los contaminantes en sustancias relativamente benignas de manera de liberar al agua de polución para ser usada de nuevo. La naturaleza verdaderamente versátil del agua permite que cada forma de vida prospere en su propio hábitat.

Algunas de las otras propiedades del agua hacen ver cuán singular e inmejorablemente se adapta para sostener la vida. Su viscosidad es suficientemente baja (no como la melaza o el aceite) para permitirla pasar por ductos muy estrechos como los capilares cardíacos. La difusión por ella es suficientemente rápida para que los materiales esenciales alcancen los sitios requeridos; por ejemplo, el oxígeno pasa a través de una célula en el cuerpo en un centésimo de segundo. Su tensión superficial permite que se deslice en ciertos tipos de superficies pero en otras no. Uno no puede encontrar una sustancia mejor que el agua para sostener la vida. De hecho, el agua incorporada en el diseño de la vida es un testimonio elocuente a la sabiduría del Creador.

El ciclo acuático

El agua sobre la tierra está siendo ciclada y reciclada constantemente cuando el calor del sol evapora la que está en la superficie a la atmósfera de donde cae de nuevo en la forma de lluvia, nieve o rocío, y luego vuelve al mar. Salomón observó esto: «Los ríos todos van al mar, y el mar no se llena; al lugar de donde los ríos vinieron, allí vuelven para correr de nuevo», Eclesiastés 1.7. El ciclo desala, purifica y distribuye al agua para el uso de toda cosa viva. Se ha calculado que el agua en la atmósfera cambia y se recicla unas cuarenta veces en el año. Mientras está en la atmósfera, aporta al recalentamiento atmosférico, sin la cual las temperaturas en la tierra estarían por debajo de cero y nada sobreviviría.

Esta sustancia especial llamada el agua soporta la vida aquí y ahora de manera única. Pero lo hará también en la tierra milenaria cuando las “aguas vivas” saldrán de Jerusalén, Zacarías 14.8. Y, fluyendo del trono de Dios, el “río limpio de agua viva” asegurará la frescura eterna de la nueva Jerusalén arriba, Apocalipsis 22.1.

 

15  La luz:  Una iluminación  única

 

Sin luz, la vida no puede existir. Tanto la vida natural como la espiritual dependen de ella. El primer acto creativo de Dios fue traer luz a una escena de caos oscuro: “Vio Dios que la luz era buena”, Génesis 1.4. También Él nos ha librado espiritualmente de la potestad de las tinieblas y nos ha hecho luz en el Señor, Colosenses 1.13, Efesios 5.8.

Para ser eficaz, la luz requiere al menos tres cosas: una fuente, un receptor y ninguna barrera entre los dos. La principal fuente de la luz es Dios mismo: “Dios es luz, y no hay tinieblas en él”, 1 Juan 1.5. Si Él no hubiera enviado “la luz verdadera” al mundo, Juan 1.9, nos hubiéramos perdido en la tinieblas para siempre, y cuán agradecidos debemos ser que “las tinieblas van pasando, y la luz verdadera ya alumbra”, 1 Juan 2.8. Y, cuán diligentes debemos ser para dejar que nuestra luz brille delante de los hombres, sin barreras (un almud), para que la gente en el contorno vea nuestras buenas obras y glorifique a nuestro Padre que está en los cielos, Mateo 5.15,16.

Pero la luz es ineficaz si nadie y nada la reciben. Triste decirlo, Satanás ha enceguecido las mentes de los que no creen, “para que no les resplandezca la luz del evangelio de la gloria de Cristo”, 2 Corintios 4.4. Pero el benigno y gran Médico que abrió muchos ojos ciegos cuando aquí en la tierra, y dio claridad de visión, Marcos 8.25, sigue haciéndolo por el poder del Espíritu Santo y por medio de sus siervos, Hechos 26.18, Efesios 1.18. Que nos inspire el ejemplo de Juan el Bautista a ser antorcha que arde y alumbra, Juan 5.35; no la fuente de luz  sino portadores de ella, voces clamando, avisos que señalan, Juan 1.23,29, no predicando a nosotros mismos, sino a Cristo el Señor, 2 Corintios 4.5.

¿Qué es la luz?

La luz que conocemos todos los días es una forma especial y única de energía, procedente de ciertas fuentes naturales o artificiales, y recibida por nuestros ojos. La información resultante que se registra en el cerebro es muy compleja y rica en contenido. Una variedad de colores, formas e intensidades comunican diversos sentidos. De todos nuestros sentidos, la visión es  el que más información nos da acerca de nuestro entorno.

La luz es una forma de radiación, que quiere decir en realidad que es emitida de alguna fuente alta de energía. Para la vida en la tierra, la fuente más común e importante es el sol.  Su calor nos calienta, su luz nos sustenta y nos permite aprender y descubrir lo que nos rodea. Pero esa gran fuente hubiera sido ineficaz al haber sido bloqueada de alguna manera, o si nosotros (y otras formas de vida) no estuviéramos dotados de receptores eficientes de la luz que nos llega. De hecho, las características de estos receptores (nuestros ojos) se compaginan exactamente con la luz, y lo que hay de por medio no es una barrera sino otro ejemplo de un esquema maravillosamente diseñado en el cual podemos discernir el poder y la habilidad del Dios Todopoderoso.

Lo que llamamos la luz es una sección muy pequeña de un enorme espectro de radiación llamado ondas electromagnéticas que viajan a la velocidad asombrosa de 299.793 kilómetros por segundo. A un extremo de este espectro la radiación tiene ondas muy largas. Aquellas de hasta varios kilómetros son las ondas de radio, y aquellas de apenas un centímetro se llaman microondas. Todas estas portan muy pequeñas cantidades de energía. Al otro extremo es la radiación de ondas muy cortas, los rayos X y los gamma, que portan grandes cantidades de energía. En el medio hay el espectro visible, compuesto de colores a los cuales nuestros ojos son sensibles; son los conocidos “colores del arco iris” en toda su belleza. Más allá de su extremo rojo, con una onda más larga, se encuentra la infrarroja, y más allá de su extremo violeta con su onda más corta se encuentra la ultravioleta. No podemos ver ninguna de estas dos pero podemos sentir los efectos de ambas, el uno como color y el otro como bronceador cuando estamos expuestos al sol.

La luz visible

Todos los tipos de radiación existen en el espacio, pero nosotros y otras formas de vida en la tierra podemos usar solamente la luz en el espectro visible.  De igual importancia, necesitamos protección de la otra radiación. Algunas de las ondas de mayor longitud son dañinas a la vida (las microondas), y las de menor longitud son letales porque su energía es tan grande; son capaces de romper nuestras células y partir las moléculas que las componen.

¿No es maravilloso que la tierra reciba muy poco de estos rayos dañinos, pero grandes cantidades de radiación visible, que es tan sólo una fracción minúscula de todos los tipos que existen? El Creador y Sustentador de la vida en la tierra lo realiza de la manera siguiente.

Primeramente,  el sol que Dios creó emite radiación con precisamente las ondas de una longitud que requiere la vida en tierra. Él tiene la temperatura correcta de 6000° para poder emitir la mayor parte de su radiación en el medio del rango visible. Además emite cierta radiación cercana a la infrarroja que provee el efecto significativo de calentamiento para la tierra, y alguna en la cercana ultravioleta que también se utiliza en ciertas funciones fotoquímicas. Emite también una parte de su radiación en el cercano infrarrojo que provee el efecto calorífico para la tierra, y una parte en el cercano ultravioleta que es utilizado en otros procesos. Dios creó un sol que emitiría radiación con las ondas exactas que la vida requiere. Hemos visto ya que el sol le da a la tierra la temperatura correcta para que la vida exista, pero ahora notamos que su radiación es exactamente el tipo al cual nuestros ojos responden.

Próximo, cuando la radiación llega a las esferas más lejanas de la tierra, una parte es extraída por el ozono y el agua vapor muy arriba en la atmósfera superior. Lo que es filtrado afuera es la mayor parte de las ondas cortas ultravioletas y, por otro parte de los rayos gammas de alta energía del espacio sideral. También son absorbidas la mayoría de las más largas y dañinas microondas, de manera que alcanza la superficie de la tierra la radiación de mayor utilidad y beneficio. Vemos que hay una barrera de vapor agua para proteger la tierra de la mayor parte de la radiación dañina, pero no es ninguna barrera a la luz generadora de vida porque el agua no absorbe la luz visible.

¡Qué coincidencias! Los procesos son enteramente diferentes; uno en el sol lejos a millones de kilómetros, el otro aquí sobre la tierra, y otro ejemplo de las propiedades singularmente beneficiosos del agua. ¡Cuán innumerables son tus obras, oh Jehová! Hiciste todas ellas con sabiduría, Salmo 104.24.

El agua y la luz

Esta interacción de la luz con el agua beneficia la vida acuática también. La pequeña cantidad  ultravioleta dañina que logra llegar hasta la superficie de la tierra es absorbida rápidamente en los pocos milímetros en el extremo tope del agua, protegiendo aquellos muchos organismos y criaturas que viven en los mares, lagos y ríos. Pero la luz visible esencial para la fotosíntesis no es absorbida y puede penetrar abajo hasta más o menos cien metros.

También la infrarroja es absorbida en las capas superiores del agua, calentándolas desde arriba, de manera que se vuelvan más livianas que las inferiores. Por lo tanto el agua más caliente se queda cerca de la superficie donde puede transferir calor al aire, influenciar el clima y ayudar en estabilizar las temperaturas. Si el calor se hubiera hundido en la masa general del agua, esto no podría suceder.

La vista y la luz

El ojo es una estructura maravillosa, funcionando de una manera similar (pero muy superior) a una cámara moderna. La luz entra a través de una apertura que se ajusta automáticamente, llamada el pupilo, se enfoca sobre la retina por medio de un lente variable y registra una señal por una mínima reacción fotoquímica. Solamente las ondas de la luz visible pueden disparar esta reacción; otras ondas no lo harían.

Además, el tamaño de nuestros ojos permite el rendimiento óptimo y claridad de visión con las ondas de la luz visible. Ondas de mayor longitud hubieran requerido ojos mucho más grandes para hacer lo mismo; si la longitud fuera diez veces mayor, el “ojo” tendría que ser de unos 25 centímetros. Por otro lado, ondas más cortas serían absorbidas en los fluidos de los ojos, y aun destruirían su tejido biológico y los fotoreceptores sobre la retina. Los requerimientos de tamaño para visión clara usando la luz del sol se encuentran en nuestros ojos, que no son grotescamente grandes para la cabeza ni tan pequeños como para ser insignificantes.

La vista y la luz son maravillosos dones de Dios. Que ninguna nube opaque nuestra visión. Que andemos en luz, como Él está en luz, 1 Juan 1.7, aun cuando “por fe andamos, no por vista”, 2 Corintios 5.7. Que su Palabra siempre sea una lámpara a nuestros pies y lumbrera a nuestro camino, porque en su luz veremos luz, Salmo 119.105, 36.9.

 

16  El carbono:  Un elemento químico único

 

Cualquiera que estudie o simplemente observe el mundo material debe quedarse impresionado por su inmensa variedad. En el espacio sideral, aquí en la tierra, dentro de nuestros cuerpos y en todo el contorno, tanto la creación inanimada como el mundo vivo despliegan variedad y hermosura dondequiera, y con esto reflejan la gloria y sabiduría del Creador. Nada que Dios hace nunca es aburrido o monótono.

Piense simplemente en los millones de sustancias diferentes que nos rodean: de papel a plástico, de caliza a queso, de madera a piedra, de agua a gasolina, de oxígeno a hierro, de vitamina C a clorofila; es casi interminable la lista de materiales que conocemos. Pero todos ellos se derivan de menos de noventa elementos diferentes, sustancias primarias entre las cuales cada una podría ser subdividida. Por cierto los materiales más conocidos se derivan de solamente unos veinte elementos. Los más comunes en la tierra son primeramente el oxígeno, luego el silicio, alúmina y hierro. Los que son importantes para la vida son el carbono, hidrógeno, nitrógeno y oxígeno.

Los elementos químicos

Todo está fabricado con base en, o compuesto de, estos elementos químicos básicos. Dios diseñó e hizo cada elemento con su propio tipo de átomo, diferente de todo otro elemento, para permitir que se combinara con los demás de manera específica para producir los millones de compuestos que reconocemos ahora. Así, el oxígeno es un elemento, pero combinado con el silicio y alúmina hace piedra, combinado con el calcio y carbono hace caliza, combinado con hidrógeno es agua, combinado con carbono e hidrógeno hace madera, clorofilo y muchos plásticos y otras sustancias.

La química es la ciencia que estudia la composición de todos los materiales e intenta explicar por qué se comportan de ciertas maneras, examinando sus partículas más pequeñas que se llaman moléculas. Las moléculas son colecciones de átomos fusionados entre sí, a veces apenas unos pocos átomos pegados, como en el caso del agua, o carbono dióxido, o metano, a veces muy gran número de átomos, como en la clorofila, las proteínas y los plásticos (muchas veces llamadas los polímeros). Las moléculas tienen diversas formas, tamaño y propiedades, y suelen ser más pequeñas que la millonésima parte de un centímetro. La química revela la obra de la mano de Dios a este nivel submicroscópico.

Los diversos átomos que componen las moléculas tienen su propia subestructura única. Cada átomo contiene un cierto número de partículas todavía más minúsculas llamadas protones, neutrones y electrones. La manera en que ellos están ordenados es otra maravilla, investigada y descubierta por científicos, pero todavía no entendida de un todo, siendo diseñada y hecha por Dios. El número de electronos en el exterior de un átomo decide cómo puede adherirse químicamente a sus vecinos.

La arquitectura atómica y molecular proclama la sabiduría y gloria de Dios. Cierto día el Señor Jesús dijo: “Si éstos callaran, las piedras clamarían”, Lucas 19.40. Al efecto, cada átomo y molécula en las piedras, o en cualquier otra cosa, clama a los que están dispuestos a escuchar, un testimonio elocuente a su Hacedor.

El carbono, la base de la vida

De todos los elementos, uno es especial y único, y es el carbono. Es el elemento de donde emana la estructura de toda criatura viva, y por esto tradicionalmente se refieren a los elementos carbónicos como la química orgánica. Los compuestos carbónicos son mucho más numerosos que los compuestos de cualquier otro elemento, y la mayoría de éstos se encuentra en las cosas vivas.

Todos los organismos vivos se componen de compuestos de carbono adheridos al hidrógeno, oxígeno y nitrógeno y, con menos frecuencia, azufre. Todas las formas de vida han sido construidas de estos pocos elementos y de ellos funcionan sus metabolismos. Es en verdad asombroso que tan pocos elementos puedan producir tanta variedad y producirla en las condiciones que sostienen la vida. De modo que, además de las moléculas más pequeñas como las del carbono dióxido, agua, amoníaco y aminoácido, hay moléculas muy grandes, como las de los carbohidratos, las proteínas, grasas y aceites, y dentro de cada clase miles y miles de variedades en la estructura molecular. Es este abanico de sustancias que permite tanta variedad en las formas de vida.

El carbono es el único elemento que puede formar tan amplio rango de diversos compuestos. Cada átomo puede ligarse  con cuatro átomos de otros elementos o con otros átomos carbónicos, y estas fusiones pueden ser sencillas, dobles o triples. Esto da lugar a un sinfín de posibilidades para que el carbono haga moléculas de casi cualquier tamaño y forma tridimensional. El elemento más parecido al carbono es el silicio, pero éste tiene poca capacidad de ligarse de esta manera. Claramente, Dios diseñó e hizo el átomo de carbono para satisfacer los requerimientos especiales de la vida.

Los compuestos carbónicos

El proceso que sustenta la vida es muy complejo pero también muy eficiente.  Reflexionemos por ejemplo en la digestión de alimentos, la refacción de tejidos dañados, el transporte de nutrientes, la reposición para surtir el oxígeno que es transportado a la sangre, y cómo produce energía para la acción de los músculos y para funciones complejas dentro de las células.

Para que todo esto suceda, las sustancias involucradas tienen que ser capaces de experimentar cambios (reaccionar) en las temperaturas que sustentan la vida. Si estas temperaturas fueran demasiado estables, no serían aprovechables, y si demasiado inestables, cambiarían con una rapidez que impediría cumplir su función o alcanzar su meta. Es un hecho fascinante que a justamente las temperaturas donde la vida prospera, precisamente estos compuestos carbónicos posean la estabilidad correcta. ¿La fuerza de las ligaduras químicas dentro de sus moléculas se adaptan por coincidencia a su utilidad a justamente las temperaturas requeridas? No. ¡Es por diseño!

Obsérvese cómo todo esto se integra en el cuadro grande. La vida requiere una temperatura estable en el rango de 5 a 40°. Esto es donde:

  • los compuestos carbónicos relevantes pueden reaccionar y cambiar
  • el agua necesaria es un líquido
  • se ubica la temperatura de la tierra.

Hemos notado ya que se logra esta temperatura porque el efecto calorífico del sol es moderado por el efecto de la atmósfera y por su lejanía de nosotros. Esta distancia a la vez ha sido determinada por la masa del planeta. No fue algo que se ocurrió después, ni hubo cambios accidentales, o condiciones evolucionarias para producir vida. Es todo un gran diseño puesto en funcionamiento por nuestro fiel Creador para el beneficio de sus criaturas. Desde el patrón de los electronos en el invisible, diminuto átomo de carbón hasta el lugar del planeta Tierra en el magnífico, gran sistema solar, todo refleja la multiforme sabiduría de Dios.

Las moléculas de la vida

Nuestros cuerpos contienen aproximadamente cien millones de millones de células, cada una de aproximadamente dos centésimas de milímetro en tamaño. Cada una tiene su propia función: la piel, el cerebro, un músculo, la sangre y así sucesivamente. Cada célula tiene una estructura similar y guarda toda la información requerida para realizar muchas tareas complejas, la más importante siendo replicarse a sí mismo.

Las células pueden ser comparadas con computadoras chiquiticas, diseñadas perfectamente para funcionar con materiales codificados biológicamente para producir resultados biológicos. La información se guarda en los núcleos de la célula en una sustancia clave llamada DNA (ácido desoxirribonucleico) que almacena datos más eficientemente y compactados que cualquier otro sistema conocido. (¿Usted esperaría alguna otra cosa del Creador?) Se ha calculado que la información en un millón de millones de libros podría ser almacenada en una muestra de DNA el tamaño de la cabeza de un alfiler. Son en verdad asombrosas la estructura y la función de la DNA.

O, si quiere, una célula puede ser comparada con una factoría en miniatura que opera en conformidad con reglas específicas y usa transportadores eficientes de energía y materiales para producir ciertos compuestos químicos. Los más importantes de ellos son las proteínas, sintetizadas de sus bloques de construcción, hechas exactamente como el organismo las necesita. Sería posible hacer millones de estas moléculas de estas materias primas, pero solamente una tendría el tamaño correcto, la forma tridimensional y la reactividad apropiados para su uso final. Los procesos complejos de la célula (la factoría) escogen justamente la que se requiere, ¡sin productos secundarios indeseables y sin rechazos! Los componentes — átomos de carbono, hidrógeno, oxígeno y nitrógeno — se encajan conforme con el diseño del Creador como está codificado en la DNA en cada célula.

Las proteínas hacen un asombroso número de tareas. Constituyen tejidos estructurales, catalizadores (encimas) para las reacciones, mensajeros y receptores de información, defensores contra toxinas y tanto más. Todas sus moléculas son diferentes y dobladas u enrolladas distintamente, guardadas en su lugar por ligaduras débiles y por interacción con su ambiente aguado, dando a cada cual una forma tridimensional que es crítica a su función.

Céntrico a todo esto es el átomo de carbono, único, una parte clave en el plan Maestro para dar al mundo su variedad y hermosura, su forma y función. “De que todo esto funcione, y funcione tan bien, es nada menos que milagroso”. [1]

 

[1] De un texto seglar, General Organic and Biological Chemistry, por Feigl e Hill.

 

17  El hombre:  Un ser único

 

Es inmenso el número de diferentes formas de vida en esta tierra. Los biólogos las clasifican primeramente como del reino vegetal o del animal, y luego en varios ramos y tipos, hasta especies específicas. El punto de vista de la evolución es que todas ellas se derivan de un ancestro común, cambiando sobre largos períodos de tiempo a su forma actual. El punto de vista de los que creen que la Biblia es la Palabra de Dios es que todas fueron creadas por Él, con diferencias establecidas en las especies en el principio. Las modificaciones (“micro evoluciones”) han ocurrido dentro de las especies por cría selectiva y aislamiento de hábitat, pero la evolución a largo plazo de especies nuevas es una teoría aún no demostrada, aunque muy popular.

De todas las diversas especies, una es única. Esa especie es el hombre. El hombre no está emparentado biológicamente con ningún animal al cual puede tener una semejanza superficial, ni con ninguna otra criatura o su ambiente, aun cuando se encuentran en sus células procesos químicos similares que dirijan sus metabolismos o fluidos similares. Compartir estas características no es evidencia de un vínculo biológico o ancestral, ¡aunque le digan otra cosa! Quiere decir simplemente que el Creador diseñó a perfección eficaces procesos bioquímicos y unidades estructurales, y los utilizó en las muchas cosas que creó, de acuerdo con sus propios designios. Esto es lo que hace un arquitecto al diseñar diferentes tipos de edificios y lo que hace un ingeniero al producir máquinas radicalmente diferentes. ¡Pero una fábrica no está emparentada con un puente o una escuela, ni un vehículo con un avión o una máquina de coser!

Antes de que veamos las muchas características del hombre que son evidencias claras de un lugar único en la creación, notemos cuidadosamente qué dice la Biblia acerca de su singularidad.

¿Qué es el hombre?

La Biblia lanza esta pregunta cuatro veces en relación con el interés de Dios en el hombre, Job 7.17, Salmo 8.4, 144.3 y Hebreos 2.6 como cita de Salmo 8. En cada caso el trasfondo es la clara pequeñez o aun insignificancia del hombre en el esquema mayor de las cosas: lo efímero de la vida tempestuosa del hombre, Job 7; el inmenso universo estrellado, Salmo 8; la grandeza y benignidad de Dios, Salmo 144. Pero la esencia de la pregunta es la maravilla de que en solamente el hombre Dios se ha interesado de una manera tan personal: “que pongas sobre él tu corazón”, “que lo visites”. Aunque es evidente que Dios quiere a toda la creación suya, el hombre es el objeto especial de su interés, afecto y propósito.

El hombre fue creado diferente.  En Día 6 de la creación, cuando el hombre fue hecho, Dios dijo algo acerca de ese acto algo que no dijo acerca de ningún otro. Las normales obras creacionales de Dios fueron introducidas con “haya”, o algo equivalente, pero esta vez leemos en Génesis 1.26 a 28: “Hagamos al hombre”. Hubo una actividad deliberada, intencional, unida en la Deidad.

Se pronunció también: (1) “y señoree”. Sin duda el hombre fue parte de la creación, pero le fueron dados un dominio y una mayordomía sobre ella.  (2) “creó Dios al hombre a su imagen”. Ninguna otra criatura contaba con semejante dignidad y potencial.  (3) “sopló en su nariz aliento de vida”, 2.7. Por un acto divino, por el soplo directo de Dios, el hombre devino en un alma viviente. Su cuerpo había sido hecho del polvo de la tierra; a saber, compuesto físicamente de los mimos elementos químicos que componen la tierra, así como “la tierra [produjo] seres vivientes según su género”, 1.24. Pero Adán fue diferente, concedido vida y alma por el toque y soplo personal del Creador.

El hombre está constituido de forma diferente.  El hombre es un ser tripartito, constituido de espíritu, alma y cuerpo, 1 Tesalonicenses 5.23, con semejanza a su Hacedor, el Dios trino, Padre, Hijo y Espíritu Santo. El espíritu es su componente más elevado y lo habilita para tener contacto con Dios de una manera espiritual, Juan 4.24. El espíritu regresa a Dios en la muerte, Eclesiastés 12.7. El alma es la verdadera persona o personalidad, capaz de involucrarse emocional y mentalmente con gente y cosas. El alma vivirá eternamente en el cielo o en el infierno después de la muerte. El cuerpo es la estructura física que contiene el espíritu y el alma, por medio del cual nos expresamos, por el cual nos hacemos conocer a los demás, con el cual somos llamados a conocer a Dios, 1 Corintios 6.20. Al morir se descompone para ser reemplazado por un cuerpo nuevo como el de Cristo en la resurrección, Filipenses 3.21. El espíritu nos hace conscientes de Dios, el alma consciente de nosotros mismos y el cuerpo consciente del mundo.

El hombre está llamado a ser diferente.  Dios hizo al hombre para tener una comunión significativa y voluntaria con Él. El hombre hecho (1) a la imagen de Dios sugiere una capacidad esencial para representar a Dios y desplegar su carácter, y (2) conforme a la semejanza de Dios evidencia una capacidad potencial para ser parecido a Él y colaborar con Él. Solamente el hombre posee estas capacidades. Ellas fueron perjudicadas gravemente por el pecado de Adán y mucho de ese potencial fue perdido, pero por medio de la redención lo que se perdió ha sido restaurado, y más también.

Hay otra razón muy importante por qué Dios lo hizo único y diferente. La muerte de Cristo fue planeada antes de la fundación del mundo, 1 Pedro 1.20. Con miras a morir y sacrificarse a sí mismo para llevar el pecado del mundo, el Hijo de Dios se humanó. Así que, el hombre fue creado de tal forma que Dios podía expresarse perfectamente en “carne y sangre”, Hebreos 2.14. La naturaleza única del hombre cumplirá lo que Dios tenía en mente tanto para el lugar del hombre en la creación como para sí mismo en la encarnación de su Hijo.

¿En qué difiere el hombre?

¿El hombre es simplemente una criatura desarrollada, diferente sólo en el grado de sofisticación de sus “hermanos” o “primo hermanos” en el reino animal? Específicamente, ¿el hombre ha “descendido” del  mono o ancestro parecido? ¡No! La evidencia señala todo lo contrario.

No es siquiera que el hombre simplemente tenga lo mejor de todo. Por ejemplo, ciertas aves y animales superan por mucho al hombre en la vista, el oído y el olfato. En efecto, en cuestiones de conducta el hombre puede hacer, y ha hecho, cosas mucho peores que cualquier otra criatura. Los animales no abusan la cría pecaminosamente, ni cruelmente matan o torturan el uno al otro, ni guerrean contra su propia especie. Cuando los predadores matan lo hacen para comida, sin odio o venganza o deseo de herir. En verdad el hombre es capaz de los más nobles de gestos, pero el hombre caído también es capaz de cometer desastrosos crímenes que no se conocen en el mundo de la naturaleza.

En cuanto a las diferencias clave y las evidencias de la singularidad del hombre, aquí hay una lista interesante, que es sólo un resumen; véase la fuente referenciada en [1]. Obsérvese  cuán totalmente diferente es el hombre de tantas maneras de cualquier otra criatura, inclusive los primates.

Anatómicamente, sólo el hombre tiene una postura recta, contando con pies y dedos para un soporte único, y también la mano es la más eficiente y manejable herramienta disponible. Los primates tienen huesos más largos en el muslo y más cortos en la espalda, doblándose naturalmente en vez de pararse rectamente. Sus pies son similares a sus manos, diseñados para escalar y no para caminar.

Mentalmente, sólo el hombre tiene la capacidad de pensar profundamente, evaluar evidencia compleja, tomar decisiones difíciles y ser creativo e innovador. Podemos hacer esto porque somos hechos a semejanza de Dios, y por esto también podemos admirar y disfrutar de la hermosura y la armonía. Podemos componer música, fabricar y tocar instrumentos musicales, crear cosas artísticas, resolver rompecabezas y problemas matemáticos, y entender y aplicar conceptos abstractos de filosofía, ciencia y justicia, con una consciencia del bien y del mal.

Solamente el hombre puede hablar, leer y escribir. Estas capacidades asombrosas se basan en sistemas complejos de sonidos o señas que tenemos que aprender y ser capaces de expresar. Podemos comunicar sentimientos y hechos numéricos y espirituales. Podemos reír y llorar.

Solamente el hombre puede usar herramientas, algunas de ellas muy complicadas y especializadas; por ejemplo, un torno, una cerradura y llave, una computadora, un submarino.

Para el hombre, el trabajo es una actividad sensata que lo hace sentirse realizado y tiene objetivos más allá del mero sobrevivir. No trabajamos meramente para poder comer, ni comimos solamente para vivir, como es la norma en el mundo animal.

Solamente el hombre puede usar, dominar y controlar el fuego, dando lugar a desarrollar la metalurgia, la tecnología y el comercio, además de para su comodidad y cocina.

Solamente el hombre puede organizar sistemas complejos, sean información, materiales o sociedades enteras (civilizaciones), ¡y el hombre puede enredar las cosas más que cualquiera!

Los bebés humanos son más vulnerables y dependientes que cualquier otra especie,  con una madurez lenta y una larga etapa de desarrollo. Son importantes para él el cuidado familiar y un ambiente seguro para el aprendizaje.

El hombre se interesa en el pasado y el futuro, buscando respuestas a preguntas acerca de orígenes y destinos, y el propósito de la vida. Podemos contemplar la muerte. Sepultamos a nuestros difuntos.

El hombre puede amar, ser fiel y cumplido, tanto el uno al otro como ante Dios. Podemos comunicarnos con Dios, así como Él con nosotros. Por esto nos hizo como somos.

 

[1] Evolution or Creation, Doorway Papers Number 4, Arthur C. Custance; www.custance.org

 

18  Nuestro asombroso cerebro

 

En el transcurso de un día posiblemente hagamos miles de cosas y hablemos o leamos miles de palabras. Pero posiblemente pensemos millones de pensamientos. Todos  nuestros pensamientos se generan y se coordinan en un cerebro de asombrosa estructura y complejidad. Muchos pensamientos son tan pasajeros que escasamente nos damos cuenta o no nos acordamos de ellos, pero otros son deliberados y profundos. Algunos provocan una risa y otros ansiedad y tristeza. Algunos nos harán actuar, pero rechazamos a otros.

Son nuestros pensamientos que producen nuestras palabras y hechos, para bien o para mal. Por esto los pensamientos controlados y dirigidos son esenciales para una vida de agrado a Dios y utilidad para los hombres. “En esto pensad”, leemos en Filipenses 4.8: en las cosas que son verdaderas, honestas, justas, puras, amables y dignas de alabanza.

Cuando Dios hizo al hombre a su semejanza, lo hizo cuerpo, alma y espíritu. El cerebro es una parte del cuerpo que los cirujanos pueden remover de su estructura protectora (el cráneo), llevar en sus manos y a menudo corregir algo en él que ha resultado defectuoso por accidente o enfermedad. Pero nadie puede echar mano a un pensamiento; no es una parte del cuerpo. Tampoco puede alguien echar mano a la mente; ella tampoco es una cosa física. La mente se relaciona estrechamente con el alma, y de hecho a veces las Escrituras la identifican con ella. La mente y el alma usan y dirigen los pensamientos: intangibles, invisibles, pero de tanto valor potencial para Dios y para el hombre. Todas las meditaciones, resoluciones, decisiones y evaluaciones involucran la mente y el alma, y en realidad ellas forman y moldean la mente y el alma, la auténtica y significante personalidad, la persona que es usted, y solamente usted y eternamente usted. ¡Las meditaciones y resoluciones son por demás importantes!

Así como se requiere la mano para hacer y los labios para hablar, también se requiere el cerebro para pensar. Precisamente cómo se producen, se almacenan y recogen los recuerdos, cómo se inventan y se expresan las ideas, todo eso no se entiende plenamente. Y, entendemos sólo en parte cómo el cerebro controla los elementos operacionales del cuerpo y cómo nos mantiene funcionando consciente e inconscientemente. El cerebro por el cual comprendemos muchas cosas ha sido descrito como más allá de nuestra comprensión. Con razón es llamado la estructura más compleja en el universo.

La estructura del cerebro

Se ha comparado el cerebro con una computadora, pero sus capacidades de memoria, funcionamiento, velocidad y durabilidad exceden por mucho la mejor computadora que haya sido hecha o que se podría hacer. El centro de control de un aeropuerto, cualquier módulo de mando, una red de circuitos cien veces más compleja que todos los sistemas telefónicos del mundo, estos no son de comparar con lo que sería un diagrama de los circuitos del cerebro, aun si ocupara un área de varios kilómetros cuadrados. En todo aspecto el cerebro los excede en complejidad y eficiencia.

Listamos aquí algunos hechos razonablemente bien establecidos acerca del cerebro humano. Es la máquina pensadora más poderosa que se puede construir de todos los átomos en este mundo.

  • Pesa aproximadamente 1,4 kilos, mayor que el de cualquier mamario excepto la ballena y el elefante. En términos relativos el cerebro humano es mucho más grande, alrededor del 2% del peso del cuerpo. El cerebro de un elefante, unas cuatro veces más grande, es sólo aproximadamente el 0,1% del peso de su cuerpo. Este tamaño relativo es otra característica que hace al hombre único en la creación.
  • Contiene quizás cien millones de millones de neuronas, cada una conectada a unas diez mil más. Un pedazo de “materia gris” del cerebro, el tamaño de la cabeza de un alfiler, contiene unas sesenta mil neuronas. Durante el desarrollo de un bebé en el vientre se forman 250 mil neuronas por minuto. Las que hay en un cerebro son más numerosas que las estrellas en la Vía Láctea.
  • Nuestro cerebro utiliza quizás el 20% de la energía de nuestro cuerpo. En otras mamarias esta proporción es del 5 al 10%. El cerebro está surtido de energía y nutrientes de la sangre que fluye a un sistema intricado de vasos finos.
  • El cerebro puede procesar aproximadamente un millón de millones de millones de señales informáticas por segundo (unas cien millones de veces más rápidamente que cualquiera computadora).
  • Las fibras de los nervios transmiten la información entre las células cerebrales. En el cerebro su longitud total es de unos 480 mil kilómetros, y fuera de él 380 mil kilómetros más de fibras (nervios de alrededor de una milésima de un milímetro en grosor) transportan mandos e información a toda parte del cuerpo. Las señales son llevadas a unos cuarenta metros por segundo.

Las células del cerebro, o neuronas

Cada neurona es en sí una maravilla de complejidad y funcionamiento. Como todas las células, tiene un núcleo que guarda y utiliza la DNA. El cuerpo de la neurona tiene muchas tiras largas, o dendritas (como las ramas de un árbol) que se extienden para recibir impulsos de otras células. Tiene también otra fibra más larga y gruesa llamada el axón que lleva impulsos a otras células. La conexión entre las neuronas se realiza entre el extremo del axón de una de las dendritas y otra a través de una brecha estrecha llamada la sinapsis por medio de señales químicas llamadas neurotransmisores. Cuando una señal es transmitida de esta manera ella es como un interruptor que se enciende.

Usualmente toda una serie de repetidores se activa a la vez, creando una señal entre miles de células que sea tal vez una ruta de pensamiento o memoria.  El resultado de este pensamiento posiblemente disparará señales por las fibras de los nervios a otras partes del cuerpo para producir actividad. ¿Usted puede percibir la maravilla de todo esto, que se produce un pensamiento que a su vez se convierte en una palabra o una acción?

Cuando se aprenden ciertas habilidades, como leer, escribir y contar, se crean rutas que son reforzadas constantemente por su uso repetitivo. Al venir algo a la memoria, se activan rutas de nuevo, pero al caer en desuso ellas pueden volverse menos eficaces y “no podemos recordar”. También al envejecerse algunas neuronas pueden morir y por lo general no son reemplazadas. Se hace imposible realizar algunas conexiones, ¡y nos olvidamos de todavía más!

Hay muchos tipos de neuronas. Las sensorias llevan información de nuestros órganos de sentido (por ejemplo, los oídos y los ojos); las motores llevan información a los músculos y las glándulas; las interneuronas conectan entre las sensorias y las motores, y constituyen aproximadamente el 97% de todo el sistema nervioso central.

La mayoría de las neuronas son de menos de un milímetro en longitud, pero algunas de las neuronas motores en la columna, por ejemplo, son de más o menos un metro. Cada una ha sido diseñada y manufacturada individualmente para su propósito, desde el tamaño y la forma de la célula hasta los procesos eléctricos y químicos que realizan las conexiones. El conjunto es diseñado para colaborar como un cerebro e identificar a un ser humano. ¿Qué tiempo se requeriría para que esto evolucionara? ¡Nunca lo haría ni podría hacerlo! Fue creado, una maravilla y un milagro de iniciativa divina.

Los sectores del cerebro

Visto como un conjunto,  el cerebro se compone de dos hemisferios, cada uno controlando el lado opuesto del cuerpo. Cada uno está cubierto de una capa de tres milímetros de células nerviosas llamada la corteza cerebral. Ella está enrollada (envuelta) enteramente para maximizar la superficie. La corteza realiza funciones tanto sensorias como motoras, y de hecho diferentes funciones pueden ser relacionadas con diferentes capacidades. Por ejemplo, las secciones que controlan los sentidos y las manos con sus movimientos intricados, y los labios con los suyos, son mucho mayores que las que controlan el cuello o la cadera.

El cerebro contiene también otros órganos clave que coordinan actividades, como la glándula pituitaria y el hipotálamo. La pituitaria secreta hormones que son llevados por otras glándulas para estimular sus acciones. El hipotálamo, tamaño de un guisante, es un asombroso centro que controla el comer, beber, dormir, la temperatura corporal y muchas otras funciones automáticas como la respiración y el latido del corazón.  A la vez, controla la pituitaria.

La mente

Más allá  del cerebro, pero dependiente de él, está la mente. El cerebro recibe información por vía de los sentidos, la procesa en pensamientos y memoria, y la mente la interpreta todo de una manera que influencia, y es influenciada por, el alma o la personalidad del individuo.

Varias veces las Escrituras se refieren a la mente, y a veces al “corazón”, como el asiento de nuestras emociones y nuestros deseos. Leemos, entonces: “Cual es su pensamiento en su corazón, así es él”, Proverbios 23.7. “Del corazón de los hombres salen los malos pensamientos”, Marcos 7.21. “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente”, Marcos 12.30. “Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús”, Filipenses 2.5.

Cuán importante es usar nuestros cerebros para pensar bien, enfocar y disciplinar nuestras mentes para amar a Dios, y que reflejemos la mente de Cristo Jesús nuestro Señor.

 

19  Nuestro suministro crucial de sangre

 

A veces prestamos atención al latido de nuestro corazón, pulso y aun la tensión. Si nos cortamos o somos heridos ligeramente, observamos que la sangre fluye y luego se estanca. Otras veces nos damos cuenta de que estamos respirando más rápidamente después de esforzarnos, y perspiramos, o un dolor digestivo señala que algo extraño está sucediendo más abajo. Pero la mayor parte del tiempo no prestamos mucha atención a la acción continua de las diversas partes de nuestros cuerpos, indiferentes a cuán inteligentes, complejas y cuidadosamente diseñadas ellas son.

Sin embargo, mientras más uno aprenda de estos órganos y sus funciones, más se asombra por lo inteligentes que son y por la grandeza y sabiduría de su Creador. David escribió: “Te alabaré, porque formidables, maravillosas son tus obras”, Salmo 139.14. Él había reflexionado acerca de esto, y en su muy limitado conocimiento hizo lo que nosotros debíamos hacer mucho más a menudo: dar gloria a Dios por todo eso. ¡Levante su corazón en asombro y adoración!

Ese asombro sólo se aumenta y se profundiza ahora que se ha descubierto tanto acerca de la anatomía, fisiología y bioquímica. Haremos aquí apenas unos pocos bocetos. Para mayores detalles con hermosas ilustraciones que le fascinarán, véase la referencia [1] y repase un libro de texto o un sitio apropiado de web. [2] ¡Nuestra hechura es formidable y admirable! No necesita una evolución, ni adaptación, ni mutación al azar, ni accidente cósmico, sino nuestra hechura. “Jehová Dios … él nos hizo, y no nosotros a nosotros mismos … Entrad por sus puertas con acción de gracias, por sus atrios con alabanza”, Salmo 100.3,4.

El corazón

Nuestro corazón es una bomba maravillosamente eficiente que normalmente funciona por mucho tiempo, a diferencia de otras bombas que generalmente tienen que ser apagadas para reparación o mantenimiento. Es una estructura hueca hecha de músculos que se contrae y regresa alrededor de setenta veces cada minuto; o sea cien mil veces al día y algo como 2500 millones de veces en nuestra vida. Cuatro válvulas abren y cierran en secuencia para controlar la dirección del flujo de sangre. El corazón pesa apenas 300 gramos, circulando sangre continuamente para permitir que un cuerpo de quizás 70 mil gramos viva y funcione.

Él tiene dos principales cámaras de bombeo, o ventrículos, el ventrículo derecho recibiendo sangre a través de las venas desde todas las partes del cuerpo donde se ha disminuido el oxígeno, y bombeándola a través de los pulmones para ser reoxiginada. El ventrículo izquierdo recibe esta sangre oxigenada de los pulmones y la expela por las varias arterias a todo el cuerpo. El corazón cuenta con su propio suministro aparte, sin el cual no podría funcionar.

Las arterias coronarias suministran sangre a los músculos del corazón, y las venas coronarias la recogen en el lapso más corto y quizás más vital en el cuerpo entero. Cuando el corazón no puede obtener sangre, sus músculos se paran, ¡y con esto nos paramos!

El corazón responde instantáneamente a una demanda para mandar más sangre a cualquier parte del cuerpo que está trabajando más esforzadamente. El latido puede aumentar hasta doscientas veces por minuto y también el volumen de sangre bombeada durante cada latido puede aumentar. La respiración acelera mucho para suplir más oxígeno requerido ahora por la sangre que llega a los pulmones. Entonces la sangre enriquecida en oxígeno es distribuida a través de las arterias para entrar en un ramal aun mayor de ductos menores y por fin a vasos de paredes muy finas que se llaman capilares. Ellos entregan oxígeno y nutrientes a las células en todo el cuerpo. Luego una secuencia similar de capilares colabora con las venas mayores para devolver la sangre al corazón.

La longitud total de todos estos vasos se calcula en aproximadamente 9600 kilómetros; ¡sí, 9600 kilómetros, la distancia de Londres al Cabo de Buena Esperanza! Párese de nuevo y diga: “Maravillosas son tus obras”, Salmo 139.14.

La sangre bombeada del corazón encontrará cierta resistencia al fluir por la enramada de arterias. Se puede medir fácilmente la tensión encontrada y son bien conocidos los límites aceptables de la misma. Si se presenta un bloqueo en una arteria, o las arterias se vuelven tiesas, hará falta aumentar el esfuerzo requerido para empujar la sangre en ellas, y el corazón tendrá que esforzarse más.

Al efecto, una elevada tensión cardíaca es un indicio de enfermedad en las arterias con potencial para un ataque de corazón o paros que impiden a la sangre con su imprescindible oxígeno alcanzar un sitio clave como el corazón o el cerebro. Siempre conviene medir esta tensión, ¡porque la detección y prevención es la mejor opción! Dios diseñó y nos dio un corazón cuya operación es una maravilla, como también la circulación de la sangre, y debemos hacer nuestra parte para cuidarlo. ¡Son importantes la dieta, el ejercicio y el estilo de vida!

La sangre

“La vida de la carne en la sangre está”, Levítico 17.11. Escritas miles de años atrás, estas palabras condensaban el vínculo entre la sangre y la vida mucho antes de que la investigación médica y científica mostrara cuán íntima y detallada es aquella conexión. La sangre es en verdad un fluido maravilloso que realiza numerosas tareas que son vitales a un organismo.

Para un adulto, el volumen de nuestra sangre es aproximadamente cinco litros, la cantidad total bombeada a través del corazón cada minuto cuando en reposo. Se compone de plasma (líquido, 56%) y partículas sólidas suspendidas en él (células sanguíneas o corpúsculos, 44%). Hay tres tipos principales de células: las rojas, las blancas y las plaquetas.

Una gota de sangre contiene unas 250 millones de células rojas. Cada una vive aproximadamente 120 días, de modo que se renuevan continuamente (en la médula de los huesos) a un ritmo de casi tres millones por segundo. Su función más importante es la de transportar oxígeno, absorbiéndolo de los pulmones y librándolo donde hace falta. Cada célula roja (eritrocito) es una unidad maravillosamente eficiente designada para un fin específico, desde su forma de disco circular que permite la difusión  rápida del oxígeno hasta la estructura de su componente clave, la molécula de proteína llamada la hemoglobina.

Cada molécula de hemoglobina (compuesta de unos diez mil átomos) puede ligar cuatro moléculas de oxígeno a los cuatro átomos de hierro en su centro y de una manera tal que pueden ser reusados tantas veces que sean necesarias, sin ninguna descomposición. ¡Es asombroso el detalle de la química involucrada, así como todo el sistema!

Las células blancas de sangre (los leucocitos), en cambio, son diferentes y mucho menos numerosas. Su función es hacer seguimiento de y defender el cuerpo contra elementos extraños e “invasores”, tales como las bacterias, los virus y los hongos. Las células blancas reconocen estos invasores y de una manera fascinante algunas luchan contra ellos con una variedad de “armas químicas”, mientras que otras más bien los absorben y los consumen. Millones de células blancas mueren en este proceso, sacrificándose por el bien del conjunto.

Las plaquetas están inactivas hasta que se detecte una brecha en un vaso sanguíneo, cuando ellas se acumulan para formar un tapón que inhibe la pérdida de sangre. También, estas células pueden partirse para soltar sustancias químicas que promueven coagulación en la sangre, justamente donde es requerida para la hemorragia, pero no en exceso ni en tantos lugares como para inhibir la circulación normal. Esta es otra maravillosa secuencia bioquímica que opera continuamente y aun regula su propia actividad conforme con el diseño de su Creador.

Toda proteína en este sistema complejo en la escala molecular, todo componente de la sangre en la escala microscopia, y todo otro miembro del cuerpo en la escala mayor, todos son necesarios para el bienestar del conjunto. ¿Se acuerda de la lección importante de esto en 1 Corintios 12, aplicada a la iglesia local? Todos necesitamos los unos a los otros; ningún miembro carece de importancia ni es superfluo, sino los escondidos son los más vitales. Cada cual debe hacer su parte, todas las coyunturas ayudándose mutuamente, Efesios 4.16.

La sangre tiene muchas otras funciones importantes. Controla la temperatura del cuerpo a 37° y distribuye calor en él. Lleva a todas partes del cuerpo los nutrientes derivados de la comida digerida en el estómago y los intestinos y luego procesada en el hígado. Quita también los deshechos para ser eliminados a través de los riñones, otra estructura asombrosa de sorprendente eficacia. La sangre transporta los hormones, los mensajeros químicos del cuerpo (por ejemplo, la adrenalina, la insulina) para poner en marcha otros procesos dónde y cuándo sean necesarios. “La vida de [todo] el cuerpo en la sangre está”.

La sangre de Cristo

Lo que la sangre es físicamente para nosotros, la sangre preciosa de Cristo lo es para nosotros espiritual y eternamente; sin participar de su sangre por fe no tenemos vida en nosotros, Juan 6.53. Sin el derramamiento de su sangre no hay remisión de pecados, Hebreos 9.22, ningún lavamiento de pecados, 1 Juan 1.7. Somos justificados por su sangre, Romanos 5.9, concedido ya acceso a Dios por la sangre de Cristo, Efesios 2.13. Estamos en todo el corazón de Dios; ¡qué maravilla de propósito divino y qué maravilla de gracia divina es esto! ¡Levante su corazón de nuevo en asombro y adoración!

 

[1]  W. Gitt, The Wonder of Man, CLV,  Alemania

[2]  www.kidsheath.org o www.fi.edu.org

 

20  La maravilla de nuestro nacimiento

 

El desarrollo y nacimiento de un bebé es una de las cosas más asombrosamente complejas y sorprendentes que usted puede pensar. El proceso del desarrollo prenatal y crecimiento se entiende mejor hoy en día, pero la maravilla de todo esto es tan grande como siempre ha sido. Quizás es aun mayor por cuanto el escaneo ultrasónico provee más y más información fascinante acerca de las diferentes etapas de este desarrollo. [1]

Solamente Dios todopoderoso, el autor y arquitecto de todas las cosas, puede crear una maravilla como ésta. Solamente el Autor de la vida ha podido diseñar la vida y darla de tal manera que fuese sostenible y reproducible. Las teorías de los hombres no pueden explicar absolutamente nada al respecto. Una vida de cualquier índole no podía simplemente evolucionarse, y mucho menos las formas de vida altamente sofisticadas y únicas que ya hemos venido considerando. Veamos ahora una más de estas formas: el nacimiento, el clímax de un sinfín de eventos intricados, sistemáticos, coordinados y sincronizados.

Asombrosa y maravillosamente formado

Salmo 139.13 a 16 proporciona una bella descripción del proceso del desarrollo prenatal, enfatizando estas palabras según las encontramos en la Versión Moderna, 1923: “Te alabaré, porque asombrosa y maravillosamente he sido formado”. En lenguaje que es poético, pero a la vez acertado (como es toda Escritura), el escritor David describe cómo Dios lo protegió cuando fue “labrado en secreto” en el vientre de su madre, y en el registro divino “mis miembros fueron escritos”, delineados, dice, cuando no había ninguno de ellos. Su “imperfección”, como llama su cuerpo en formación, fue vista y vigilada por Dios.

Reflexionando sobre estas palabras y el proceso que describen, veámoslo más de cerca desde nuestra posición más privilegiada. Es otro motivo para maravillarnos, más de lo que podía David, ante la habilidad y la sabiduría de Aquel que nos hizo.

El alumbramiento es la culminación de nueve meses de desarrollo escondido a partir de solamente dos células que se unen en el momento de concepción. Entonces esta nueva unidad se subdivide repetidas veces, creciendo de una manera cuidadosamente programada hasta que todo esté en su lugar.

Aun al final del primer mes, el sistema nervioso y las células del cerebro están allí y creciendo; el corazón chiquito está latiendo con su propio suministro de sangre y sus vasos correspondientes. En el próximo mes las extremidades empiezan a desarrollase, cada órgano está en su lugar, los ojos y los labios aparecen, y aun se están formando las uñas y las huellas digitales. Todo sigue desarrollándose interna y externamente, de cabeza a pies, de ojos y oídos a ductos respiratorios y tubo digestivo y mucho más, para hacer este asombroso milagro que es un bebé.

Agréguese a esto que toda la estructura vive y es móvil, que aun después de nacido continuará creciendo por un cierto número de años y luego oportunamente dejará de hacerlo; que la mayoría de sus partes pueden repararse si están rotas o dañadas; que cada célula opera tan eficientemente y en una escala tan misteriosa. Es extraordinario que todo haya sido formado de dos células microscopias que se fusionaron para ser una sola y luego ser millones y millones de células diferentes y especializadas. De esta manera Dios crea una morada para un alma humana y a la vez da vida y personalidad a esa alma.

Ahora a título de comparación, piense en algunas viviendas de categoría construidas por alguno. Piense en las bases, paredes, techos, plomería, ventanas, puertas, conexiones eléctricas y telefónicas, aparatos de calefacción, ventilación, y todo el mecanismo sofisticado, el mobiliario, la decoración  y lo demás. Ahora imagínese si puede que todo fue producido de un bloque básico, uno que de alguna manera se subdividió repetidas veces para producir y fabricar el gran conjunto hasta ser completo y apto para ser habitado. ¡Y toda la información necesaria para construirlo correctamente y la capacidad de sintetizar los diversos materiales de construcción estaban dentro de este primer bloque de construcción que en sí había sido hecho de dos bloques distintos pero complementarios!

Bien, algo como esto, pero mucho  mayor, sucede en la formación de un bebé. Si sigue la comparación un tanto cruda, posiblemente comenzará a comprender la maravilla de nuestro entendimiento en esta asombrosa obra de Dios. ¿Se acuerda de las palabras de Salomón? “Como tú no sabes cómo crecen los huesos en el vientre de la mujer encinta, así ignoras la obra de Dios, el cual hace todas las cosas”, Eclesiastés 11.5

El nacimiento

Durante la gestación, el bebé en desarrollo recibe todo su alimento de su madre a través de la placenta, una estructura importante en sí que fue formada en las primeras pocas semanas de la preñez. La sangre del bebé fluye a y desde la placenta donde absorbe alimento y oxígeno de la sangre de la madre y también expela deshechos. La placenta también inhibe el traslado de toxinas y sustancias dañinas. Es un proveedor muy eficiente, y filtro y barrera, diseñado cuidadosamente para su función. Está conectada al bebé en desarrollo por la cuerda umbilical hasta el alumbramiento, cuando su función pierde su razón de ser y ella está descartada.

En el nacimiento sucede un cambio importante en la circulación de la sangre del bebé. Antes de nacer, sus pulmones carecen de ventilación; la sangre de la madre surte el oxígeno, como hemos notado. No había por qué circular la sangre del bebé por sus pulmones, y por lo tanto la sangre los pasa de lado. Este desvío es por un canal que conecta las dos cámaras del corazón y otro ducto especial en la arteria pulmonar. En el parto, mientras se inflan los pulmones, estos dos canales se cierran completa y permanentemente, y se cierra el bypass. Está lista y en espera la ruta normal para la circulación de la sangre en los pulmones al ventrículo derecho del corazón hasta el izquierdo. Justamente en este momento cuando es requerido se abrió y quedó establecido de por vida. ¡Qué de diseño, engranaje y eficiencia! (Más detalles en la referencia [2]).

La preciosidad de la vida

Cada día nacen más de 300 mil bebés en este mundo, cada uno especial y único. Tristemente, muchos son indeseados. Antes de nacer muchos son abortados adrede, mayormente por razones egoístas, en una sociedad que ha perdido rumbo, valores morales, prioridades y un sentido de responsabilidad final. Es una consecuencia del modo de pensar evolucionario. En otras sociedades, algunos bebés son comprados y vendidos, y algunos abandonados. Pero Dios puso tanto valor sobre cada vida, cada alma, cada bebé nacido, que dio a su Hijo unigénito a morir por ellos.

Cada niño nace con una naturaleza pecaminosa que se hará conocer antes de lo que uno quisiera, y cada uno necesita ser salvo del pecado y sus consecuencias. Para que fuese posible, nuestro bendito Salvador tuvo que morir en una cruz de sufrimiento y vergüenza. Dijo Él: “No es la voluntad de vuestro Padre que está en los cielos, que se pierda uno de estos pequeños”, Mateo 18.14.

Junto con esto leemos: “… para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna”, Juan 3.16. Así que, cuando estos pequeños alcancen una edad que les permita entender y escoger, ellos tendrán que creer en Cristo por sí mismos para ser salvos. Pero hasta que sean suficientemente maduros para hacer esto, si mueren, posiblemente a causa de un accidente o enfermedad, ellos están cubiertos seguramente por el sacrificio de Cristo ofrecido en la cruz por el pecado, y concedidos un lugar en los cielos. Mueren porque Adán pecó y vivirán porque Jesús murió.

El nuevo nacimiento

Cuando nuestro Señor Jesucristo le habló a Nicodemo acerca de la necesidad de nacer de nuevo, éste no podía entender nada. Podía pensar en solamente el nacimiento natural que hemos venido considerando, y muy lógicamente vio la imposibilidad de que un hombre entre de nuevo en el vientre de su madre para nacer.

Pero aun como los niños entran en una familia natural, también los individuos entran en la familia espiritual de Dios por el nuevo nacimiento. ¡No hay otra manera! El nuevo nacimiento no es menos maravilla y milagro que un nacimiento natural, porque Nicodemo habló por muchos al decir: “¿Cómo puede hacerse esto?” Juan 3.9. Podía ser solamente porque de tal manera amó Dios al mundo, que dio a su Hijo unigénito, 3.16. Así es que los hombres y las mujeres pueden recibir — y al efecto reciben  —  la vida espiritual y eterna como un don de Dios, aceptando y creyendo en su Palabra, 1 Pedro 1.23, y por la obra efectuada por el Espíritu Santo, Juan 3.8. El nuevo nacimiento también es asombroso. Sus  consecuencias son presentes y eternas, 1 Juan 3.1,2.

[1]  Véase por ejemplo www.nrlac.org

[2]  www.gnob.com/fetcirc


Parte IV – Conclusiones

 

  • Ejemplos de la gloria y sabiduría en la naturaleza
  • Comparaciones y contrastes entre
    la investigación científica y la revelación bíblica

21  Un estudio de la naturaleza

 

¡Estudiar la naturaleza es valerse de uno de los libros de texto divino que Dios ha redactado, ricamente coloreado y plenamente animado, frente de nuestros ojos y nuestras mentes pensativas! Es una exposición siempre cambiante pero coherente de la obra de Dios, una divina galería de arte, un museo vivo, una experiencia palpable pero coherente en tiempo real que trasciende cualquiera otra que podemos encontrar. Está dondequiera en derredor nuestro, como las Sagradas Escrituras nos recuerdan en 1 Corintio 11.14: “La naturaleza misma, ¿no nos enseña?” Tiempo muy atrás Job aconsejó: “En efecto, pregunta a las bestias, y ellas te enseñarán; a las aves de los cielos, y ellas te mostrarán; o habla a la tierra, y ella te enseñará; los peces del mar te lo declararán”, 12.7,8.

Algunas lecciones

Nuestro Señor Jesús nos exhortó: “Considerad los lirios, cómo crecen … ni aun Salomón con toda su gloria se vistió como de uno de ellos”, Lucas 12.27. Considérelos, ¡no simplemente tome nota al pasar! Contémplelos y reflexione, porque nos enseñan acercan del incesante cuidado de Dios por toda su creación; y, dijo Él, “¿cuánto más” se cuida nuestro Padre celestial a nosotros? ¿Por qué nos afanamos tanto? ¿Es tan poca nuestra fe en Él? En el mismo contexto Él dirigió la atención al pájaro casi sin valor para recordarnos cuán detallado es el cuidado: “aun los cabellos de vuestra cabeza están todos contados … más valéis vosotros que muchos pajarillos”, vv 6,7.

El Libro de Proverbios nos ocupa varias veces de insectos animales y aves. Por ejemplo: “Ve a la hormiga, oh perezoso; mira sus caminos y sé sabio”, 6.6,8. Es un llamado a diligencia y previsión de parte nuestra, porque confiar en Dios para proveer y cuidarnos, como hace para los cuervos y los lirios, no elimina nuestra necesidad de involucrarnos en el proceso de aquella provisión.  ¡2 Tesalonicenses 3.10 lo enfatiza! «Si alguno no quiere trabajar, tampoco coma».

En Proverbios 30 nos enseñan lecciones importantes unos animales tan diferentes como la sanguijuela, el águila, la serpiente, el león y el galgo. Pero probablemente los más conocidos de todos en aquel capítulo sean el grupo de cuatro cosas pequeñas pero “más sabios que los sabios”. Las hormigas (de nuevo) enseñan el secreto de la sobrevivencia: la preparación oportuna. Los conejos enseñan el secreto de la seguridad; la fortificación en el lugar debido. Las langostas enseñan el secreto de la fuerza: vivir con compañeros sanos. La araña enseña el secreto del éxito: ¡saber conectarse para el rumbo correcto! ¿Hemos aprendido estos cuatro secretos?

Isaías 40.31 se cita a menudo, y con razón leemos allí de “esperar en Jehová” y su resultado tan impresionante: levantar alas como águilas y caminar sin fatiga. Cualquiera la subespecie del águila, su potencia en vuelo es renombrada. Observar “el rastro del águila en el aire” es uno de los grandes espectáculos de la naturaleza, uno del cual Agur dijo, “me son ocultas”, Proverbios 30.18,19. Sin esfuerzo aparente, abre esas enormes alas, diseñadas para captar las corrientes, y se remonta muy por encima del turbulento mundo abajo, venciendo la fuerza de gravedad por la mayor fuerza aerodinámica incorporada en esas magníficas alas. Así nosotros que somos creyentes en Cristo, hijos de Dios por fe en la eficacia del Calvario, por el mayor poder del Espíritu Santo que mora en nosotros, podemos levantarnos y vencer las fuerzas de la naturaleza o las circunstancias que quieren halarnos abajo. “La ley de la vida en Cristo Jesús”, escribió Pablo en Romanos 8.2, “me ha librado de la ley del pecado y de la muerte”.

La variedad

La belleza, variedad y armonía caracterizan todas las obras de Dios. Cada una de las millones de especies en los reinos vegetal y animal tiene sus propias características para permitirnos reconocerla. Cada una tiene su lugar en el sistema ecológico, desde la invisiblemente pequeña hasta la asombrosamente grande; desde el insecto más diminutivo hasta los gigantescos cuadrúpedes de África, desde el plancton minúsculo hasta los grandes mamíferos acuáticos del Océano Sur, desde el liquen y los helechos chiquitos hasta las gigantescas secuoyas de Norte América. ¡Cuán hermosamente todo se armoniza! Nada choca, nada de colores estrambóticos, nada de formas grotescas. Es un conjunto armonioso compuesto de partes impresionantes en su belleza. Dios lo hizo “delicioso a la vista”, Génesis 2.9, y así lo encontramos. El Dios que se deleita en la belleza nos ha dado este sentido a nosotros también, y por esto podemos deleitarnos en la belleza y armonía como ninguna otra cosa puede.

Conocer las características de diferentes criaturas nos es importante por otra razón también. ¡El estudio de la naturaleza nos ayuda a estudiar la Biblia! No captaremos el sentido pleno de las referencias bíblicas a diversas aves, bestias, flores, insectos, etc. si no sabemos algo de ellas. Por ejemplo, si no supiéramos algo acerca de ciertos animales, perderíamos parte del sentido de aquellos títulos del Señor Jesús: “Cordero de Dios” y “León de la tribu de Jehová”, Apocalipsis 5. Si no sabemos algo de la hermosura de las flores, no vamos a captar la diferencia entre la rosa de Sarón y el lirio de los valles en Cantares 2.1, y posiblemente vamos a perder algo acerca de la hermosura del Señor Jesús.

Podemos ver la profundidad de su interés por Jerusalén al observar cómo las gallinas recogen sus polluelos debajo de sus alas, y de manera parecida apreciar su evaluación de Herodes como una “zorra”, Lucas 13.34, 32, al saber qué tipo de animal es un zorro. Será más fácil aplicar a nosotros mismos lecciones aprendidas acerca de las criaturas limpias y las inmundas si sabemos algo acerca de los animales, aves, peces e insectos que están listados en Levítico capítulo 11.

Poemas de la naturaleza

Si la naturaleza es un tema que amerita estudio, debe ser también uno que amerita literatura, y la poesía en particular. De todas los miles de poemas “naturalistas”, dos de los más bellos se encuentran en la Biblia. Como la mayoría de los poemas buenos, tocan las emociones e incitan admiración.

Tome Salmo 104 para comenzar. Nos exhorta desde el principio hasta el final a bendecir al Señor. Su pareja Salmo 103 hace lo mismo. En aquel salmo bendecimos su nombre santo como nuestro Redentor por su misericordia y gracia con nosotros. En éste le bendecimos como nuestro Creador por su obra y sabiduría dondequiera. Contemple de nuevo cómo mucho se engrandeció al echar los fundamentos en los vv 1 a 9; admire en 10 a 15 la provisión de agua esencial para bestia y ave, y para producir alimentos y belleza. Haga una gira entre los árboles, los tiempos y los océanos, vv 16 a 26. Nótese el ciclo de vida y muerte al comando de Dios en vv 27 a 33. Y diga con el poeta en el resto del Salmo: “Alégrese Jehová en sus obras … Dulce será mi meditación en él; yo me regocijaré en Jehová”.

O, vaya ahora a Job 38 a 41. Es un poema propio de Dios; palabras conmovedoras e  inspiracionales, habladas a su sufriente siervo Job después de muchos capítulos de “palabras sin sabiduría”, 38.2. Son ahora específicas, precisas, significantes. Dios le dirige a Job un total de ochenta preguntas acerca del mundo de la naturaleza en su gran variedad. Traza un gigantesco panorama desde la habilidad y el poder que creó todo por su orden hasta su control del mar, la nieve, las estrellas, hasta los ciclos de vida de las bestias y las aves, siguiendo al fuertísimo behemot en la tierra y el invencible leviatán en el mar. [1]

Es una revelación de un Dios que crea y un Señor que se interesa. ¡Qué de poema! La verdadera magnificencia de todo ella deja a Job mudo, doblado en humildad ante Dios. Él no puede comprender todo esto, así como tampoco puede comprender cómo el Dios que tan bien había servido lo haya probado al límite. No podía ver detrás de sus circunstancias, ni podemos nosotros, ¡pero Dios siempre está al mando! Esta es una de las grandes lecciones de la naturaleza.

 

[1]  Behemot y leviatán bien pueden ser dos tipos de dinosauros; las descripciones se aplican  mejor a los dinosauros que a cualquier otra criatura conocida.

 

22  El diseño y el instinto

 

Los estudios detallados de muchas criaturas han revelado cuán hermosamente ocupan el lugar que les corresponde en el mundo de la naturaleza. No es que se hayan evolucionado por una mutación al azar ni por adaptarse a su ambiente, con una especie cambiándose en otra a la postre. Fueron diseñados hechos lo que son para estar donde están. En cualquier especie en particular la adaptación al contorno sí produce cambios en algunas de sus características, por ejemplo los osos marrones en los bosques y los osos polares en la Ártica, pero especies nuevas no se forman de esta manera.

Sin embargo, los estudios tan extensos sobre las cosas vivas no han explicado todo acerca de ellas, y es más, algunos de los aspectos fascinantes siguen siendo los menos entendidos. Para ilustrar esto vamos a considerar de nuevo las aves, criaturas hermosas, interesantes, comunes en todas partes en su mucha diversidad. Tanto lo que se entiende de ellas como lo que no se entiende señalan repetidamente la sabiduría y la provisión de Dios Todopoderoso.

Las aves y el vuelo

Hechas las aves por Dios en Día 5 de la creación, Génesis 1.20, sus características obvias son sus alas para volar y su reproducción por medio de huevos. Si las hembras fueran a llevar su cría hasta el nacimiento, como hacen tantos otros mamíferos, piense en cuán perjudicadas serían en su capacidad de vuelo y sobrevivencia. Piense en cómo estas y otras características que vamos a examinar ahora demuestran el diseño integrado de Dios para las aves y ningún otro tipo de criatura.

El ala de un ave cumple los requerimientos del diseño aerodinámico, tanto para aletear como para planear, ¡y así fue mucho antes de pensar en ese término! Cada pluma de vuelo está diseñada ingeniosamente también; la vara hueca central y las barbas laterales con otras más pequeñas en lazadas dan la estructura más liviana pero más fuerte para un ala. ¿Esta estructura maravillosa ha podido evolucionarse de las escamas de un reptil? Adicionalmente, las plumas proveen aislamiento y camuflaje en hábitats peligrosos.

Los huesos de las aves son huecos y apuntalados en cruce adentro. Los ingenieros nos explican que este tipo de estructura ofrece la máxima fuerza con el mínimo peso; ¡justamente lo que las aves necesitan! Un ejemplo especial es el “amortiguador” en forma de huesos en el cráneo de un carpintero que protege contra daño a la cabeza al perforar como un taladro de percusión en la madera sólida.

Los pulmones de las aves difieren básicamente de los de otras criaturas. Nosotros respiramos aire, entrada y salida, desde el tope de nuestros pulmones, pero en las aves el aire entra por arriba y sale al fondo de sus pulmones, a la vez que la sangre fluye en sentido contrario. Esto permite una absorción de oxígeno muy superior. Así es que las aves pueden volar más rápidamente y más lejos, y muchas de ellas en altitudes donde los reducidos niveles de oxigeno  perjudican severamente a hombre y bestia. Es asombroso, ¡pero no tanto cuando lo vemos como un diseño divino!

Algunas aves vuelan velozmente. El halcón peregrino es la criatura más veloz en el mundo, capaz de lanzarse en picada sobre su presa a unos 290 kph. Otras aves vuelan muy lejos. El charrán ártico que uno ve en las costas norteñas de Escocia cada verano tiene el record. Vuela más de 16.000 kilómetros hacia el norte desde Antártica cada primavera y la misma distancia al sur de nuevo en otoño. ¡En su vida esta ave hermosa vuela la misma distancia que ida y vuelta de aquí a la luna!

La migración

La migración en primavera y otoño es cosa fascinante. Millones de charranees, golondrinos, vencejos y martas, y miles más de otros tipos de aves a lo ancho del mundo hacen esta clase de viaje. Cada abril, Escocia espera la llegada del águila pescadora desde África, regresando a su antiguo nido para criar. Y hay pocas experiencias que compiten con el espectáculo de las madejas de gansos desplazadas en nuestro cielo despejado de otoño, guardando su formación en V, quizás mil de ellos a la vez, anunciando ruidosamente su presencia, procedentes de Ártica para quedarse el invierno con nosotros.

Cómo estas aves navegan sobre distancias tan vastas y rápidamente encuentran el mismo punto año tras año, es un acertijo que no se ha resuelto. Especialmente sorprendente es cómo las jóvenes encuentran la ruta por primera vez, cuando posiblemente sus padres se hayan ido sin ellas semanas antes. Se llama el instinto, pero solamente Dios conoce el mecanismo, porque Él lo puso en ellas.

El instinto de aves como estas nos es presentado como un reto en Salmo 84.3: “Aun el gorrión halla casa … cerca de tus altares”. ¿Cuánta querencia tenemos para la presencia de Dios, por su casa, por sus altares? Viajando lejos como los gorriones, ¿buscamos siempre nuestro hogar espiritual y nos sentimos en casa allí? ¿Es donde queremos estar vez tras vez?

No solamente las aves migran. El salmón nacido en el lecho de un río tierra adentro viaja río abajo al mar abierto, donde madura y crece. Puede pasar hasta cuatro años en el mar lejos del río donde nació, pero regresa a exactamente la misma sección de precisamente el mismo río donde comenzó, soltando cataratas embravecidas, venciendo grandes obstáculos, para poner sus huevos en esos lechos de granzón para que la próxima generación repita el proceso. ¡Es un maravilloso ciclo de la naturaleza!

Posiblemente el mayor espectáculo de migración en el mundo sea el que se ve en el Serengueti de África Central, donde anualmente dos millones de ñus atraviesan las sabanas, crucen ríos repletos de cocodrilos hambrientos, y meses después vuelven una vasta distancia a los lugares de donde partieron.

Otros acertijos

La hibernación es otra cosa inusual. Ciertos animales como el erizo, el murciélago y algunos tipos de ardillas, entran en un sueño profundo por los meses de invierno para despertarse en la primavera. Durante este tiempo su temperatura corporal es baja para conservar energía. ¿Pero cómo se quedan vivos por tanto tiempo sin comer? ¿Cómo saben cuándo caer en sueño y cuándo despertarse? ¡Algunas hembras duermen preñadas y entregan su cría poco después de despertarse!

¿Cómo ven los murciélagos en la oscuridad cuando vuelan velozmente, capturando insectos en pleno vuelo? ¿Cómo evitan chocar con otros murciélagos o diversos obstáculos? En realidad, cuentan con un “radar” o localizador incorporado. Emiten cortos impulsos de alta frecuencia sonar y reciben ecos de regreso en sus oídos con una precisión tal que pueden ubicar comida y “volar ciegos” sin interferencia de los ecos de sus compañeros que también están volando adonde quieran. ¡Esos animales “ven” en la oscuridad por oir!

Hay muchos otros enigmas fascinantes en toda la naturaleza. ¿Cómo es que un ciempiés deja de arrestarse y entra en una crisálida dura para desarrollarse en hermosa mariposa o polilla? ¿Cómo funciona el sistema de camuflaje automático de un camaleón? ¿Qué es el extraño “baile de la abeja” que comunica información precisa al resto del enjambre acerca de dónde encontrar alimento? ¿Por qué ciertos animales se relacionan bien con humanos pero otros no?

Y estas preguntas no surgen solamente en el reino animal. ¿Qué de las plantas y los árboles? ¿Por qué y cómo los árboles de hoja dulce pierden sus hojas en otoño, despliegan una paleta de gloriosos colores cambiantes y luego se visten de nuevo en todo tono de verde cada primavera, cuando en cambio los de hoja perenne siguen con las suyas el año entero y nos presentan la belleza silenciosa de sus ramas incrustadas en escarche o cargadas de nieve en un día severo de invierno?

Nadie sabe la respuesta completa a estas preguntas. Puede que nos digan que los científicos hayan descubierto que se deben a que las encimas responden a condiciones como la luz o la temperatura, o que en el caso de los animales es asunto de la disponibilidad de alimentos o un hábitat apropiado para criar, y esto es cierto. ¿Pero cómo saben todos ellos cuándo, cómo y adónde? ¿Y dónde se originaron estas encimas reguladoras y estos mecanismos intricados? Como en la mayoría de los ramos de la ciencia, ¡mientras más descubramos, más nos damos cuenta de cuánto no sabemos! Son más las preguntas que las respuestas.

Eclesiastés 3.11 declara: “Todo lo hizo hermoso en su tiempo; y ha puesto la eternidad en el corazón de ellos; sin que alcance el hombre a entender la obra que ha hecho Dios desde el principio hasta el fin”. Pero la hermosura es nuestra para disfrutarla, las maravillas con nuestras para apreciarlas; en el universo entero se encuentra diseños dondequiera. Sin lugar a duda es diseño inteligente, pero es más. ¡Es ingenioso, es sobrecogedor! Todo ella señala al gran Creador; tanto la belleza de los detalles de lo descubierto como la maravilla de los enigmas sin resolver nos llaman a adorarlo a Él.

“Todo los que Dios hace … sobre aquello no se añadirá, ni de ella se disminuirá; y lo hace Dios, para que delante de él teman los hombres”, Eclesiastés 3.14.

 

23  La ciencia y las Escrituras

 

Al inicio de este libro sobre la creación partimos de la posición que «el fundamento de Dios está firme; su Palabra es de un todo confiable y una fe basada en la historia bíblica de la creación es totalmente sostenible». Esta posición ha sido justificada bien al examinar amplia y profundamente muchos ejemplos del diseño y la eficiencia que impregnan el mundo natural en derredor nuestro y los procesos psicológicos incrustados en nosotros. En este capítulo final, consideramos algo de la relación más amplia entre la ciencia y la Biblia. Ellas no están en desacuerdo, sino, como se ha demostrado una y otra vez, la ciencia apoya la revelación de las Escrituras. [1]

La ciencia

La búsqueda científica data de hacen unos cuatrocientos años. Sus comienzos fueron lentos y modestos, pero en este siglo 21 ella ha influenciado todo aspecto de nuestras vidas cotidianas y es un componente esencial de la educación y civilización en todas partes. Indudablemente, muchos de sus resultados han beneficiado nuestra salud y bienestar material.

¿Pero qué es la ciencia? La palabra quiere decir conocimiento, y es en este sentido que la emplea 1 Timoteo 6.20 al hablar de «la falsamente llamada ciencia». En el siglo 1 no había ninguna ciencia en el sentido que aceptamos la palabra ahora, sino amenazas de un sistema de conocimiento que rechazaba a Dios. Los sistemas y sus amenazas como estos cambian de forma con el correr de la historia, pero son tan antiguos como el tiempo y tan modernos como el día de hoy. Satanás retó en Génesis 3.1 a 5: «¿Conque ha dicho Dios?»

En estos tiempos se define la ciencia como un cuerpo de conocimiento organizado y correlativo acerca del mundo material, que se basa en observación y medición, desarrollado por experimento y pensamiento. La ciencia intenta comprender el funcionamiento del mundo natural y simplificar o unificar las leyes bajo las cuales opera, empleando a menudo para hacerlo una matemática un tanto elegante. Esto la hace algo misteriosa y sobrecogedor para muchas personas.

El peligro en esto es que muchas veces lo dicho y propuesto por científicos es aceptado a valor facial y sin crítica. Puede ser difícil distinguir entre los hechos asentados y las leyes básicas de la ciencia por un lado y, por otro lado, los propuestos y las teorías que posiblemente sean propagados por razones ajenas a los auténticos límites de la ciencia. La teoría de una evolución es un ejemplo primario de esto, una necesidad ideológica para algunos que promocionan el ateísmo.

La ciencia tiene sus límites. Esta limitada al mundo material – a la materia, como se dice – y puede tratar con tan sólo lo que admite cuantificación en términos de las tres mediciones fundamentales: la masa, la longitud y el tiempo. Se desarrollan leyes y teorías con base en estas mediciones y así se puede formular predicciones sobre lo que no es medible directamente. Esto se llama la extrapolación. Hemos observado que las extrapolaciones conducen a veces a conclusiones erróneas, especialmente cuando las condiciones distan mucho de las que se fundamentan en experimentos. Se puede aceptar estas conclusiones solamente al ser probadas y verificadas por evidencia experimental nueva.

Por esto, conviene repetir al menos dos puntos.

Primero, las declaraciones que uno oye acerca de cosas tales como el origen del universo, la edad de la tierra y el desarrollo de la vida se basan todas en grandes extrapolaciones que por su propia naturaleza no pueden ser probadas experimentalmente. Por esto, no son hechos científicos, sino ideas populares de aquellos que siguen el dogma de la opinión mayoritaria, o aquellos que no quieren creer otra cosa.

Segundo, por cuanto Dios es un espíritu, la ciencia es incapaz de decir algo sobre Él. Él no puede ser medido, probado o improbado por la ciencia. «¿Descubrirás tú los secretos de Dios? ¿Llegarás tú a las perfección el Todopoderoso?» Job 11.7. Se encuentra a Dios por fe: «Es necesario que el que se acerca a Dios crea que le hay», Hebreos 11.6.

La ciencia procura simplificar las cosas valiéndose del principio del reduccionismo; a saber, desglosar los sistemas en sus componentes más simples para estudiarlos y explicarlos. Por esto, la ciencia intenta explicar todo en la naturaleza en términos de sus componentes materiales, su materia solamente. Pero en la vida encontramos mucho que es inmaterial y no admite ser cuantificado o explicado en solamente términos de la materia. Por ejemplo, no son cosas materiales las emociones del amor y el odio, la apreciación de la hermosura y el esplendor. Tampoco es material la dimensión espiritual de la vida que los cristianos han encontrado ser no menos real que lo material o natural; por cierto, creemos que es mucho más importante. Es sobrenatural por definición.

La información

Hay otra cosa que no es material que se encuentra en el mundo natural. Es la información, y la información es muy importante. Existe en todas partes, pero especialmente en las cosas vivas que requieren materia, energía e información para funcionar. El almacenamiento y la transferencia de información emplean cosas materiales como lo que está en los libros que leemos, los códigos de barra que escaneamos, la DNA en toda célula, los hormones en el flujo sanguíneo y en tantas otras partes.

Pero la información que estas cosas contienen y transmiten es algo que está más allá que los símbolos materiales o un código. Tiene que ver con la inteligencia y la capacidad de comunicar. La información no es materia y no puede ser reducida a ella. La información es un ente fundamental en la naturaleza, diferente de y tan importante como los otros entes fundamentales que son la energía y la materia. [2]

Las leyes de la ciencia informática, muy relevantes ahora en esta edad digital, establecen que la información requiere una fuente, un receptor y un código de transmisión. Ella nunca se emana de sí misma, nunca viene de la nada o de ninguna parte. También, los códigos que transmiten nunca surgen al azar, sino requieren siempre un diseño inteligente. La fuente de toda información en el universo es Aquel que es la sabiduría en sí, Proverbios 8.12 a 31.

Las Sagradas Escrituras han dado la información más valiosa de toda; es la revelación de Dios que nosotros podemos recibir. «Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia», 2 Timoteo 3.16. No ha sido transferida y comunicada a nosotros en un código extraño sino de una manera que podemos entender, por hombres santos de Dios hablando (escribiendo) bajo la dirección del Espíritu Santo, 2 Pedro 1.21. El propósito macro de toda ella es que seamos sabios para la salvación por la fe que es en Cristo Jesús. Esto es mucho más importante que descubrir mundos lejanos en el espacio o detalles microscopios en las criaturas que nos rodean. Estas son cosas interesantes que ciertamente declaran la gloria de Dios, por no son de suprema importancia.

Para crearlas todas, Dios habló y el hecho fue consumado. Él dijo, y fue hecho; mandó, y existió, Salmo 33.9, ¡una obra asombrosa de poder! Pero para salvarnos de nuestros pecados y llevarnos a sí en una relación justa de gracia, Él ha dado su Hijo unigénito al mundo para que vivamos por medio de Él, 1 Juan 4.9, ¡una obra asombrossa de amor! Esto es lo máximo y definitivo. La creación no puede señalarla, ¡pero las Escrituras la enseñan claramente! Ningún otro mensaje lo supera, ningún otro resultado es mayor, nada es más maravillosa que el glorioso evangelio. Nosotros que hemos recibido esta información, esta verdad eterna, debemos transmitirla a otros. Asegurémonos que lo hagamos de un manera que estos otros pueden entender, y no en algún extraño código expresado en un lenguaje peculiar a nosotros mismos.

Conclusión

La ciencia trata de hechos observados acerca de cosas materiales; deduce y teorisa, apelando a nuestro intelecto. La Biblia trata de necesidades y valores espirituales, reclamando nuestra fe. No fue escrita para enseñar la ciencia sino algo más importante y más duradero. Aun siendo un libro tan antiguo, no contiene antiguas cosas absurdas ni alguna cosa incompatible con la auténtica ciencia moderna. El Libro de la Naturaleza y el Libro de las Escrituras deben ser estudiados lado a lado. No se encontrarán contradicciones, porque Dios es el autor de ambos.

Es importante encontrar la verdad. Tristemente, hay gente que ni se molestan en hacerlo, algunos aun creyendo que no hay tal cosa como la verdad sino tan sólo opiniones y valores opuestos; ellos ambulan por la vida sin un propósito o punto fijo de referencia. Otros investigan procativamente en su afán por conocer, buscando respuestas por medio de mediciones, intelecto y razonamiento. Muchas son las cosas asombrosas acerca del mundo material que se han descubierto de esta manera.

Pero este tipo de investigación no arrojará las respuestas a cuestiones más profundas y relevantes, cuestiones acerca de valores espirituales, acerca de orígenes y destinos, acerca de nuestra relación con Dios y hombre. Ellas están fuera del alcance y los límites de la ciencia. Se encuentran más bien en la revelación que Dios en gracia ha dado en la Biblia y en la persona del Señor Jesucristo, su Hijo amado. La revelación divina trasciende toda investigacion humana. Es permamente – por cierto, eterna – y totalmente confiable.

 

[1]  «Espero que la evidencia presentada en este libro haya desmostrado que la ciencia, por siglos el gran aliado del ateísmo y escepticismo, ha llegado a ser por fin, en estos postreros días del segundo milenio, lo que Newton y muchos otros de sus primeros promotores deseaban tan fervorosamente: el defensor de la fe antropocéntrica». Michael Denon, Nature´s Design, Free Press, Nueva York, 1998.

[2]  Véase W. Gitt, In the Beginning, CLV, Alemania, 2000.

 

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