Una vez y para siempre (#9642)

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Una vez y para siempre

D.R.A.

Esta es una historia acerca de dos hombres famosos, de quienes muchos han leído en sus textos de estudio.

Un muchacho, hijo de ricos, estaba bañándose en un lago, pero no sabía nadar bien. Cuando estaba por morir ahogado, otro joven se lanzó al agua y le salvó la vida. El primero era turista, y el segundo un campesino pobre que vivía cerca. Los padres del primero eran buena gente y querían mostrar su gratitud. Cuando se dieron cuenta de que el mozo del campo tenía talento, le dieron un gran regalo: el costo de sus estudios en una buena universidad. Él dejó su casita en Escocia, en la Gran Bretaña, y estudió medicina. Se especializó en la bacteriología, que es la ciencia de los microbios que a veces nos hacen muy enfermos.

Un día, años después de lo que hemos hablado, estaba estudiando los resultados de sus trabajos. Se dio cuenta de que un moho u hongo había entrado al laboratorio por una ventana abierta, y había formado una mancha verde sobre uno de los cristales. El médico se interesó por esa mancha, realizó ensayos a lo largo de varios días y noches. Y así fue que Alejandro Fleming descubrió la penicilina. ¡Cuántas vidas  han sido salvadas por esa medicina que ahora compramos en cualquier farmacia!

El muchacho rico regresó de sus vacaciones al lado del lago, y continuó sus estudios. Era otro genio, e iba a ser uno de los hombres más importantes del mundo en el siglo 20. Entre muchas otras cosas, sería el primer ministro —como un presidente— de la Gran Bretaña, y líder del mundo libre en la segunda guerra mundial. Se llamaba Winston Churchill.

Este británico se enfermó gravemente durante una conferencia en Rusia en 1944 cuando estaba con Stalin y Roosevelt, planeando el fin de la segunda guerra mundial. Los médicos que estaban con él no sabían tratar su enfermedad y mandaron a buscar a un especialista. A la gran sorpresa de Churchill, el que llegó a su lado fue Alejandro Fleming. Había traído su medicina nueva, y por segunda vez salvó a su amigo de cuarenta años atrás.

El hijo de los campesinos pobres salvó al muchacho en el lago, al jefe de su país, e, indirectamente, a muchas personas en muchos países que usan la penicilina. Pero ese señor es poca cosa al lado del Gran Salvador. Este Salvador del Mundo, Jesús, es el autor de eterna salvación para todos los que le obedecen.

El no salva dos veces, sino una vez para siempre. Todos han de morir una sola vez y después vendrá el juicio. Así también Cristo ha sido ofrecido en sacrificio una sola vez para quitar los pecados de muchos. Pero aparecerá por segunda vez, ya no en relación con el pecado, sino para llevar consigo a los que le esperan.

¡Qué bien hicieron esos padres al mostrar su gratitud por la salvación de la vida de su hijo! Excelente inversión el costo de aquellos estudios. Pero ni ese medico sabio pudo salvar a nadie para siempre. Con todo, muchas personas no tienen gratitud a un Padre mayor, quien pagó un precio mayor. Es Dios el Padre, quien dio a su Hijo, Jesús, para salvar a los pecadores. ¿Tú le has dado las gracias a Jesús por haber llegado a donde estabas, perdido, sin la salvación, sin Dios en este mundo?

Puedes ser salvo, o salva, para siempre de la pena del pecado y del poder del mismo. Por fe puedes tener la vida eterna. Cuando todavía éramos enemigos de Dios, Él dio a su Hijo para ponernos en paz con Él. Ahora, el verdadero cristiano vive espiritualmente porque Cristo vive. Jesús murió por mí, y así no voy a sufrir la segunda muerte. Jesús vive por mí, y así tengo la vida eterna. Deja que te salve; no dos veces, sino una sola vez, y para siempre.

 

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