Tempestad y amanecer en Galilea (#530)

Tempestad y amanecer en Galilea

Perth Gospel Hall

 

Tempestad

 

Al considerar el tema de cómo Jesús llegaba adonde estaba la gente, hemos aprendido que tenía interés en el individuo. Cuando uno está perdido, incapaz de ayudarse a sí mismo, Él “venía a donde estaba”. Veamos ahora un incidente que está registrado en tres Evangelios, centrándonos mayormente en Mateo.

Lectura                   Mateo 14.13,14,  22 al 33

Dice el v. 25: “A la cuarta vigilia de la noche, Jesús vino a ellos andando sobre el mar”.

Antecedentes

Mateo 14 comienza con el asesinato de Juan el Bautista. En el v. 8 una bailarina joven pide “en un plato la cabeza de Juan el Bautista”. El profeta Jeremías afirma que el corazón es engañoso sobre todas las cosas, y perverso, y el Señor Jesús enseñó en Mateo 15.19 que “del corazón salen los malos pensamientos, los homicidios”, etc. Así ha sido a lo largo de la historia humana, pero con todo Él “vino a ellos”. “Cristo Jesús vino al mundo para salvar a los pecadores”, 1 Timoteo 1.15.

Cuando los discípulos de Juan llegaron para decirle al Señor de la muerte del Bautista, Marcos registra las palabras del Señor a los suyos: “Venid vosotros aparte a un lugar desierto, y descansad un poco”. La lección para nosotros es que es esencial pasar ratos a solas con el Señor.

Sin embargo, “la gente” les siguió y, como siempre, v. 14, Él “tuvo compasión de ellos”. Los versículos inmediatamente precedentes del incidente de la tempestad en el Galilea registran uno de los grandes milagros a título de señal de parte del Señor Jesús. Cinco mil hombres más mujeres y niños fueron alimentados con “cinco panes y dos peces”. Como resultado de este gran milagro, la multitud, según narra Juan, quería “apoderarse de él y hacerle rey”. El deseo del Señor Jesús era estar solo con su Padre, pero primeramente tenía que despachar al gentío y a los discípulos.

Tempestad en el lago

22 “ir delante de él” Es el Señor Jesús que mandó a los discípulos a “ir delante de él”, sabiendo que venía una tempestad. Él sabía, pero con todo instruye a sus discípulos a cruzar el lago. A veces Dios actúa así, despachando sus siervos a la tempestad, pero siempre con un propósito en mente. Pedro habla de las tempestades de la vida, 1 Pedro 1.7: “… si es necesario, tengáis que ser afligidos en diversas pruebas, para que sometida a prueba vuestra fe, mucho más preciosa que el oro, el cual aunque perecedero se prueba con fuego, sea hallada en alabanza, gloria y honra cuando sea manifestado Jesucristo”.

Al final de un día largo y agitado el Señor Jesús todavía se interesa por la gente y les dedica tiempo. Los discípulos les hubiera despachado vacíos (véase v. 15), pero Él no les dejaría ir hasta que “comieron todos, y se saciaron”, v. 20.

23 “subió el monte a orar aparte” Este es un cuadro del Señor Jesús en el tiempo presente. Su pueblo está atravesando el mar de la vida, y Él ha ascendido al cielo donde intercede por ellos, “viviendo siempre para interceder por ellos”, Hebreos 7.25.

Era su deseo estar solo y pasar tiempo en comunión con su Padre. Así fue en diversas otras ocasiones que están registradas en los Evangelios; por ejemplo, Marcos 1.35: “Levantándose muy de mañana, siendo aún muy oscuro, salió y se fue a un lugar desierto, y allí oraba”. ¿Seguimos el ejemplo del Señor Jesús y su deseo de pasar ratos a solas con Dios? Antes en este mismo día Él había dicho: “Venid vosotros aparte … y descansad”.

24 “en medio del mar” Los discípulos enfrentaban una dificultad, ya que la tempestad se había presentado súbita e inesperadamente y “el viento era contrario”. Las tempestades de la vida pueden presentarse de esta manera y encontrarnos desprevenidos. ¿Nos acordamos de que fue el Señor Jesús mismo que mandó emprender la travesía, y que Romanos 8.28 promete que “a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien”?

En el relato según Marcos leemos: “viéndolos remar”. Arriba en la montaña, en comunión con su Padre, el Señor Jesús estaba observando los discípulos y al momento preciso “vino a ellos”.

25 “Jesús vino a ellos” Llegó en el momento de angustia, “andando sobre el mar”. Lo que puso a los discípulos en peligro sirvió de piso para Él, el peligro debajo de sus pies. Él tiene control y nota cada paso que su pueblo toma. Sólo Dios lo puede: “El solo … anda sobre las olas del mar”, Job 9.8.

26 “dieron voces de miedo” Los discípulos no comprendieron; no reconocieron al Señor. ¿Puede ser que esto sea nuestra experiencia a veces, dejando de reconocer la obra de Dios, la respuesta a la oración? En Mateo 8 ellos habían visto el poder y la autoridad del Señor Jesús sobre los vientos y el mar, pero ahora se turban cuando viene andando sobre las aguas.

27 “Yo soy, no temáis” Inmediatamente el Señor Jesús habla palabras de consuelo y confianza: “Yo soy, no temáis”. Su empleo de este título en Getsemaní resultó en que una compañía de soldados retrocediera, “y cayeron a tierra”. Maravilloso; Él mismo había llegado. Los discípulos estaban perturbados y agitados hasta que llegara con palabras que infundían confianza: “Yo soy, no temáis”. En tiempos de estrés hacemos bien en acordarnos de Juan 14.1: “No se turbe vuestro corazón; creéis en Dios, creed también en mí”. Grande fue la diferencia que el Señor Jesús hizo.

28 “manda que yo vaya a ti” Pedro quería ir al Señor, cualesquiera los peligros y por imposible que fuese. “Manda que yo vaya a ti sobre las aguas”. ¿Tenemos deseos parecidos de acudir a Él, de seguirle, no importa lo difícil o lo incómodo que sea la senda?

29 “para ir a Jesús” A la invitación del Señor, “Ven”, Pedro “andaba sobre las aguas para ir a Jesús”. Él respondió en fe a la palabra del Señor Jesús y tomó un paso al mar tempestuoso. Confió, y tomó aquel paso que era imposible según el modo de pensar humano. Aquel que hizo el mar, a quien Pedro ya había visto ejercer autoridad sobe ese mar, había dicho, “Ven”, y en fe Pedro “andaba sobre las aguas”.

30 “¡Señor, sálvame!” El clamor que lleva todo pecador de muerte a vida es en el v. 30 el clamor desesperado de un creyente que se hunde. En el momento de suprema necesidad, “comenzando a hundirse”, él apeló al Señor. ¿Qué le había sucedido al noble discípulo? Pedro había dejado que la duda desplazara la fe y había quitado los ojos del Señor Jesús para ver “el fuerte viento”. Se había enfocado en el problema de la tempestad en vez de mirar al Señor. ¿Tenemos la fe de Abraham? “Tampoco dudó, por incredulidad, de la promesa de Dios, sino que se fortaleció en fe”, Romanos 4.20.

31 “asió de él” El grito de Pedro recibió una respuesta inmediata de parte del Señor Jesús. Él nunca rehúsa un ruego genuino para la salvación: “¡Señor, sálvame!”

32 “se calmó el viento” Una vez más se ven el poder y la autoridad del Señor sobre las fuerzas de la naturaleza. En Mateo 8 “reprendió a los vientos y el mar”, pero aquí no se registra que haya pronunciado palabra alguna. Su poder y su autoridad son tales que “cuando subieron ellos en la barca, se calmó el viento”.

 

 

 

 

Amanecer

Lectura     Juan 21.1 al 22

Los incidentes en este capítulo son peculiares a Juan y nos señalan una de las últimas manifestaciones del Señor Jesús después de su resurrección y antes de su ascensión al cielo, registrada ésta en Hechos 1. Es la tercera manifestación a un grupo de discípulos; véase 21.14. Para Pedro será la ocasión cuando será retado públicamente acerca de su amor por el Señor. El hombre que tres veces había negado al Señor en la noche antes de ir Él a la cruz dirá ahora tres veces: “Te amo”, vv 15 al 17.

1 Aun cuando Juan no incluye en su narración las instrucciones del Señor para los discípulos a proceder a Galilea, Marcos 16.7 lo deja en claro. Los discípulos vuelven a su base, donde varios de ellos habían escuchado aquel primer llamado: “Sígueme”. Sin embargo, estar en casa, como si fuera, puede revestirse de muchas tentaciones para el cristiano. Los hábitos, los pasatiempos y aun las ocupaciones de antes posiblemente presentarán una tentación, como parece haber sido el caso aquí.

Vamos a definir las secciones con base en las personas que figuran en ellas.

vv 2, 3  Pedro y los discípulos              

Pedro era uno que podía influenciar a otros, y cuando dice “Voy a pescar”, otros responden en seguida: “Vamos nosotros también”. Todos podemos ser de influencia en otros, a veces para bien pero, tristemente, como aquí, hay la posibilidad de que yo estimule a otros a hacer algo que quiero pero no es para bien.

Un ejemplo lo tenemos en Abraham cuando llevó a Lot a Egipto, Génesis 12 y 13. Al volver, de una vez Abram asumió el carácter de peregrino viviendo en tiendas, pero dentro de poco Lot se encontraba en Sodoma con consecuencias desastrosas. Otro ejemplo es Nehemías, quien estimuló al pueblo a construir el muro en Jerusalén. “Venid y edifiquemos”, Nehemías 2.17. Josué, por su parte, fue una influencia más allá de su propia generación. “Sirvió Israel todo el tiempo de Josué, y todo el tiempo de los ancianos que sobrevivieron a Josué”, Josué 24.31.

vv 4 al 14  El Señor y los discípulos

4 El Señor se ubica en la playa. Antes, resucitado ya, se ha presentado a María, 20.14, y entre sus discípulos, 20.19,26, pero ahora parece que se enfatiza que “iba amaneciendo”. ¿Podría ser un cuadro de la evaluación de nuestro servicio? Él preguntó: “Hijitos, ¿tenéis algo que comer?” y ellos respondieron: “No”. ¿Cómo responderíamos nosotros al ser preguntados qué tenemos?

vv 5 al 8  El fracaso queda expuesto; no tienen nada que dar al Maestro. Pero la fe es fortalecida: “echad la red … y hallaréis”. Todavía necesitamos, como particulares y como asambleas, ser sensibles a la dirección divina. El hecho de que siempre se haya realizado un determinado servicio en cierto lugar o en cierta ocasión, no quiere decir de hecho que lo estamos haciendo ahora se conforme a la voluntad del Maestro.

9 El alimento es provisto. Es maravilloso que las brasas hayan sido puestas y un pez provisto aun antes de llegar ellos a tierra. ¡Qué Dios es el Dios nuestro!

10 Todavía hay una responsabilidad humana a ser cumplida, de manera que se manda: “Traed los peces que acabáis de pescar”. De nuevo, puede haber aquí una figura de la evaluación de nuestro servicio.

11 Se averigua uno por uno cuántos son los peces y se consta que la red está entera, una demostración de la seguridad que resguarda a cada hijo de Dios.

vv 12 al 14  Es hermoso la invitación del Salvador: “Venid, comed”. Un grupo de siervos suyos, cansados y posiblemente deprimidos, es provisto de una abundancia de parte del Señor mismo.

vv 15 al 19  El Señor y Pedro

En esta sección Juan nos revelará los retos del Señor a Pedro y las sendas respuestas públicas que recibieron.

En los primeros dos de los tres “¿Me amas?”, vv 15, 16 y 17, el Señor emplea la palabra que mejor corresponde a una descripción del amor divino. Pedro no puede alcanzar a esto, de manera que responde a estos dos retos con una palabra que denota afecto o afiliación. Es en el tercer reto que el Señor emplea la palabra que Pedro había usado, y él puede decir: “Señor, tú lo sabes todo; tú sabes que te amo”.

Habiendo Pedro respondido de esta manera, el Señor le responsabiliza: “Apacienta mis ovejas”. La palabra apacentar puede referirse a dar alimento o, en el caso del v. 16, a pastorear las ovejas. A Pedro, restaurado ya, se le asigna todo un campo nuevo de servicio. Él tendrá la responsabilidad de alcanzar al extraviado y también de cuidar a los que son del Señor. Es un gran reto para nosotros.

Los últimos dos versículos tratan del futuro de Pedro. Se le hace saber que llegará a ser “viejo”, v. 18, pero el v. 19 parece indicar la manera en que iba a morir.

vv 20 al 25  El Señor con Pedro y Juan

Pedro ha recibido cierta indicación de cómo va a morir, y ahora parece que está preocupado por Juan. Algunos han pensado que esto tiene que ver con el servicio de Juan, pero parece que trata más bien de sufrimiento. El Señor deja en claro que Él fija el lapso de tiempo y la intensidad de cualquier sufrimiento de parte de su pueblo.

La sección termina con una referencia a lo cercano que está el regreso del Señor: “hasta que yo venga”. Aquí sufrimos mientras tanto; en Lucas 19.13 servimos, “Negociad en tanto que yo venga”; en 1 Corintios 11.26 hacemos memoria de su muerte, “haced esto hasta que yo venga”; en Apocalipsis 2.25 proseguimos, “retenedlo hasta que yo venga”.

 

 

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