Notas sobre la Epístola a los Hebreos (#537)

Notas sobre la Epístola a los Hebreos

 

William Rodgers; 1979-1951;

Omagh, Reino Unido

 

Contenido

 

1 El más excelente

Características de la Epístola; Cristo en comparación con otros

2 Cristo el Hijo

Hijo de Dios e Hijo del Hombre; 1.1 al 4;

siete descripciones tomadas del Antiguo Testamento

3 La gran salvación

Los ángeles en los capítulos 1 y 2;

la Ley por medio de Moisés y los ángeles; 2.3 y 4;

la grandeza del evangelio

4 La autoridad

Salmos 8 y 95; 2.14 al 18; 4.14 al 16;

Adán y su comunión; autoridad y reposo para Abraham e Israel

5 Los participantes

El llamamiento celestial y el reposo; Moisés; paralelos con Números;
el capítulo 3, la casa; la posibilidad del fracaso

6 El reposo

El capítulo 4; cuatro interpretaciones del 4.10

7 El Gran Sumo Sacerdote

El sacerdocio como tema principal; deidad y humanidad; los hijos de David; siete títulos del Señor; 2.17 y 18; 7.27; 4.12 al 16;  pensamientos e intenciones

8 Cristo y Melquisedec

Aarón y sus requisitos; Génesis 14; Salmo 110;
el capítulo 7; 10.11, siempre en pie; Génesis 50.4

 9 Los perezosos

5.11 al 6.20; los tardos y los perezosos, 6.11,12; creyentes sin empuje

10 Los incrédulos

El capítulo 6; ¿perder la salvación?; Judas y Esaú; cosas que preceden
la salvación y cosas que la acompañan; 6.16 al 20

11 El pacto y los sacrificios

El capítulo 8; 10.11 al 18; sacerdote, sacrificio y pacto; el capítulo 9
y el lugar santísimo

12 La libertad para acercarse

10.19 al 25; acercar, mantener y considerar; 10.38,39; retroceder; Habacuc,
el justo por la fe vivirá

13 La fe perfeccionada

El capítulo 12; las secciones del capítulo 13

14 El amor fraternal

13.1 al 6; hospitalidad y simpatía; Lot;
Cristo participó de carne y sangre; deseos sucios y codicia; matrimonio
y viandas; no te desampararé; Jacob, Josué y Salomón; Salmo 118

15 Los líderes y el Líder

13.1 al 17; los pastores y sus responsabilidades; doctrinas diversas y extrañas; Jesucristo el mismo

16 Vamos a él

13.9 al 17; la sangre adentro, la carne afuera; el campamento; ¿quién está por Jehová?; sacrificios que nos quedan; 13.18 al 25; lenguaje típico de Pablo; agradable

 

1 El más excelente

Características de la Epístola
Cristo en comparación con otros

Esta Epístola, probablemente escrita por el apóstol Pablo, se distingue de las demás obras de aquel escritor de las maneras siguientes:

  • No contiene referencia alguna al nombre de su autor humano. Además, nos presenta su gran tema sin una introducción formal; en esto es parecida a 1 Juan.
  • No se hace mención del grupo de creyentes en particular al cual se envió en primera instancia. No obstante, es claro por 13.22,25 que la misma fue enviada a una congregación específica y que sus primeros lectores sabían quién la escribió.
  • No está escrita en forma de carta (salvo en sus últimos versículos) sino
    de una tesis.
  • Su lenguaje y estilo son diferentes a los que se emplean en otras epístolas y su estructura
    es hasta superior.

Todos estos puntos de diferencia están de acuerdo con el gran tema de la Epístola, el cual es hacer saber, más que en otras partes de la Biblia, las glorias personales de Cristo y su perfecta capacidad para satisfacer las diferentes necesidades de su pueblo. La Epístola lo compara con, o lo pone en contraste con:

  • los profetas,
  • los ángeles,
  • Adán,
  • Moisés,
  • Josué,
  • Aarón

Su obra se compara con los sacrificios y el ministerio del régimen antiguo. Desde el primero hasta el postrero, estas comparaciones y contrastes ponen en relieve la superioridad del Señor Jesús. En cada caso es “más excelente”, como dice el 1.4. En estas circunstancias, no sería apropiado dar prominencia a un escritor humano o aun a la iglesia que recibió el tratado. De la misma manera, este gran propósito hizo necesario un estilo tan elevado y a la vez no dio lugar a la introducción acostumbrada.

La Epístola nos presenta a Cristo como la manifestación perfecta del Padre y de su parecer, y a la vez como el Consumador perfecto de aquella provisión que ningún otro había podido hacer. En todos sus oficios y en toda su obra Él trasciende gloriosamente todos los que le precedieron, y no deja nada desatendido que podría ser hecho por los que le siguieron.

 

 

2 Cristo el Hijo

Hijo de Dios e Hijo del Hombre;   1.1 al 4;
Siete descripciones tomadas del Antiguo Testamento

En el capítulo 1 se le ve como el único Hijo de Dios y en el capítulo 2 Él está perfeccionado como el Hijo del Hombre. No podría ser más estrecha la unión existente entre Él y su Padre en el capítulo 1, pero tampoco podría estar más cerca a los que llama sus hermanos en el capítulo 2. Estas dos cualidades capacitan al Señor Jesús para ser el Gran Sumo Sacerdote, que es el pensamiento central de toda la Epístola.

En el capítulo 1 Él es y siempre ha sido superior a los ángeles, siendo el Hijo de Dios. En el capítulo 2, cual Hijo del Hombre, tomó por un tiempo un lugar un poco menor que los ángeles, para luego ser exaltado por encima de ellos y coronado de gloria y de honra. El resultado es que lleva muchos hijos a la gloria, 2.10. En estos dos capítulos Él toma la autoridad que Adán dejó de ejercer; en los capítulos 3 y 4 Cristo entra en el reposo que Israel no tomó para sí ni disfrutó. Y tanto en la autoridad como en el reposo, los que son suyos están en asociación con él.

El primero de todos los contrastes está entre la manera en que Dios se reveló a sí mismo por medio de los profetas y cómo se ha revelado en su Hijo. Un lado del contraste se presenta en el 1.1, donde una traducción aceptable seria: “Dios, habiendo hablado en tiempos antiguos a los padres por los profetas por muchas porciones y de muchas maneras …” El otro lado es que “en estos postreros días nos ha hablado por su Hijo … el cual siendo el resplandor de su gloria y la imagen misma de su sustancia”, 1.2,3.

La expresión “por muchas porciones” (traducida como “muchas veces”) sugiere que las revelaciones proféticas del Antiguo Testamento fueron fragmentadas y parciales. Fueron dadas, en lenguaje de Isaías 28.9, un poquito allí, otro poquito allá. En cambio, el término empleado en cuanto al Hijo, “el esplendor de su gloria”, da a entender que en Cristo tenemos una revelación de orbe entero, como el sol cuando brilla de un cielo sin nubes. Ha pasado ya el día de la luz débil y los rayos esparcidos.

La expresión “de muchas maneras” sugiere una multiplicidad de formas como los tipos, las profecías, etc., y por tanto grados diferentes de claridad. Pero “la imagen misma de su sustancia” expresa una revelación exacta que es, por decirlo así, idéntica a su sustancia. Es que Dios se ha hecho conocer por el Hijo, por cuanto “a Dios nadie le vio jamás; el unigénito Hijo, que está en el seno del Padre, él le ha dado a conocer”, Juan 1.18. Tan perfectamente reveló Cristo al Padre que el Hijo pudo decir que “el que me ha visto a mí ha visto al Padre”, Juan 14.9.

Este esplendor de la gloria de Dios se menciona en el 1.3, y la misma palabra griega figura más adelante: en el 6.4 se habla de los que “fueron iluminados y gustaron del don celestial”, y en el 10.32 de los creyentes que sostuvieron gran combate “después de haber sido iluminados”. Habiendo ellos recibido semejante iluminación, poco nos sorprende que este segundo grupo haya resistido vituperios y tribulaciones. Tampoco es sorprendente que se presenten como perdidos a los del capítulo 6 que dieron la espalda a una luz tan brillante. No hay otra luz que se podría darles.

El autor agrega tres expresiones más a esta plenitud y precisión encerrada en las dos frases ya tratadas en cuanto a la relación entre Padre e Hijo. Las tres subrayan la relación del Hijo con la creación:

  • a quien constituyó heredero de todo
  • por quien asimismo hizo el universo
  • quien sustenta todas las cosas con la palabra de su poder.

La primera nos conduce al futuro, la segunda nos lleva atrás al principio, y la tercera llena el espacio entre las otras dos. A estas el autor añade dos cláusulas más:

  • habiendo efectuado la purificación de nuestros pecados
  • se sentó a la diestra de la Majestad en las alturas.

Hay, entonces, siete descripciones del Hijo en 1.2,3 que se refieren a su relación con el Padre, la creación y su pueblo. Estas siete descripciones son ilustradas en el resto del capítulo por medio de siete citas del Antiguo Testamento:

  • heredero de todo: Ellos perecerán, más tú permaneces … tú eres el mismo, 1.11,12.
    Esta es una cita de Salmo 102.26.
  • por quien hizo el universo: Tú, oh Señor, en el principio fundaste la tierra, 1.10.
    Es una cita de Salmo 102.25.
  • el resplandor de su gloria: Tu trono, oh Dios, por el siglo del siglo … te ungió Dios,
    el Dios tuyo, 1.8,9. Se cita Salmo 45.6,7.
  • la imagen misma de su sustancia: Mi hijo eres tú, yo te he engendrado hoy, 1.5; tomado de Salmo 2.7. Yo seré a él Padre, y él me será a mí hijo, 1.5, tomado de
    2 Samuel 7.14.
  • sustenta todas las cosas con la palabra de su poder: El que hace a sus ángeles espíritus y a sus ministros llama de fuego, 1:7.
    Es de Salmo 104.4.
  • habiendo efectuado la purificación de nuestros pecados: Esto el Señor hizo al venir al mundo por vez primera. Cuando introduce al Primogénito en el mundo, dice: “Adórenle todos los ángeles de Dios”. Es una cita de Deuteronomio 32.43 en la antigua Versión de los Setenta, pero en nuestra traducción es: “Alábenle, naciones, a su pueblo”.
  • se sentó a la diestra de la Majestad: Siéntate a mi diestra, hasta que ponga a tus enemigos por estrado de tus pies, 1.13. Fue tomado de Salmo 110.1.

Estas citas prueban que el Señor es superior a los ángeles, y éste es el segundo de los grandes contrastes en la Epístola.

 

3 La gran salvación

Los ángeles en los capítulos 1 y 2;
La Ley por medio de Moisés y los ángeles;
2.3 y 4;   La grandeza del evangelio

Trece veces se menciona los ángeles en Hebreos: seis veces en el capítulo 1, cinco veces en el capítulo 2, en el 12.22, y en el 13.2. Los ángeles son siervos, o “espíritus ministradores”, enviados para servicio a favor de los que serán herederos de la salvación, 1.14. Ellos hicieron esto en el caso de Jacob en Génesis 28.12 y 32.2, y es probable que éste sea el servicio a que se refiere el versículo en Hebreos. Es interesante comparar esto con 13.5, “Sean vuestras costumbres sin avaricia. No te desampararé ni te dejaré”, el cual sin duda es una referencia a Génesis 28.15 cuando Dios se apareció a Jacob en Bet-el y le dijo, “No te dejaré hasta que haya hecho lo que te he dicho”, señalando su cuidado del patriarca.

Pero a Cristo se ve muy por encima de los ángeles. Ellos están exaltados y sin pecado pero son meros siervos. Él, en cambio, es:

  • el Hijo eterno en 1.5,6
  • el Rey justo en 1.7 al 9
  • el Creador inmutable en 1.10 al 12
  • el Varón victorioso en 1.13,14

y por lo tanto Jehová Dios decretó: “’Adórenle todos los ángeles de Dios”, 1.6.

La razón por la comparación entre el Hijo y los ángeles se ve en el 2.1: “Por tanto, es necesario que con más diligencia atendamos a las cosas que hemos oído …”, el cual se refiere al 1.2 donde dice que Dios ha hablado por el Hijo. Lo que va entre estos dos versículos está como si fuera en paréntesis y revela la gran gloria del Hijo. Dios habla por medio de él, habiendo antes dado la ley por disposición de los ángeles. “Si la palabra dicha por medio de los ángeles fue firme …”, dice 2.2, “¿cómo escaparemos nosotros si descuidamos una salvación tan grande?” Esta salvación fue anunciada primeramente por el Señor, y fue confirmada por los que oyeron.

Esta es la primera exhortación práctica en la Epístola, y nos indica la gravedad de descuidar la salvación. Su grandeza se ve en las tres cláusulas que siguen en 2.3,4. Ella fue:

  • anunciada por el Señor,
  • confirmada por los que oyeron; y
  • Dios testificó juntamente con ellos.

Si el juicio divino cayó sobre aquellos que desobedecieron la Ley, ¿qué escapatoria puede haber para uno que pecare contra la luz del evangelio? Si la salvación es grande, la desobediencia contra ella y el castigo del transgresor serán grandes en proporción.

La clave de esta Epístola se encuentra en su primera afirmación, o sea, que Dios nos ha hablado por el Hijo. Ya hemos visto que Cristo está presentado como el instrumento de la revelación completa y perfecta de Dios, en contraste con todas las revelaciones parciales e imperfectas que precedieron. Lo que se dio antes en diversas porciones y muchas maneras fue una luz débil en comparación con el fulgor de la imagen de la sustancia de Dios.

Antes de Cristo, la parte más importante de aquella revelación parcial fue la Ley que se dio en Sinaí. Los instrumentos empleados en aquella ocasión fueron Moisés y los ángeles. Así, Gálatas 3.19 dice que la Ley fue ordenada por medio de ángeles en mano de un mediador. Hebreos 2.2 lo confirma, como también lo había hecho Esteban en Hechos 7.53. Por esto el escritor a los hebreos, para establecer bien el contraste que tiene en mente, compara a Cristo con los ángeles en los capítulos 1 y 2 y luego con Moisés en los capítulos 3 y 4.

Hay mucha semejanza entre las dos comparaciones. En el capítulo 1 los ángeles son simplemente siervos en el mundo que es de Dios, donde Cristo gobierna como Hijo. En el capítulo 3 Moisés es simplemente un siervo en la casa que es de Dios, donde Cristo gobierna como Hijo. En cada casa la posición que ocupa Cristo está acorde con el hecho de que Él originó lo que Él gobierna; en el capítulo 1, hizo el mundo y los ángeles, y en el capítulo 3, constituyó la casa e hizo a Moisés.

 

 

4  La autoridad

Salmos 8 y 95;  2.14 al 18;  4.14 al 16;
Adán y su comunión; Autoridad y reposo para Abraham e Israel

En el capítulo 2 se cita una promesa dada en el Salmo 8, la cual se dio al hombre con referencia a su autoridad sobre la creación. Pero el hombre mismo llegó a ser desobediente y por lo tanto perdió la obediencia hacia sí. De la misma manera el 3.15 cita el Salmo 95 con referencia a la promesa hecha por Dios de que habría reposo para su pueblo. Pero por desobediencia ellos perdieron el reposo, como antes se había perdido la autoridad. Pareciera en cada caso que Dios había fracasado a causa del incumplimiento del hombre, pero nuestro escritor muestra que ambos propósitos fueron cumplidos en Cristo. Además, tanto el capítulo 2 como el 4 terminan con una referencia a la obra sacerdotal de Cristo. En 2:14 al 18 Él provee la reconciliación que necesitábamos por estar bajo el pecado y Satanás, y en 4.14 al 16 provee un trono de gracia que necesitamos a causa de nuestra debilidad.

Fueron estos dos conceptos, la autoridad y el reposo, que proveyeron una base para la comunión entre Dios y Adán en Génesis 1.28 al 2.3. Dios mandó a llenar y gobernar la tierra, y bendijo el séptimo día para el descanso. Los dos se perdieron en gran parte cuando Eva no creyó y desobedeció. Muy poco después el ser humano intentó obtenerlos de nuevo: en cuanto al reposo, los descendientes de Caín procuraron hacerse cómodos en un mundo maldito, y en cuanto a la autoridad debemos pensar en la cacería de Nimrod y la torre de Babel.

Tanto la autoridad como el reposo se destacan en las promesas hechas a Abraham y a Israel. En el libro de los Jueces se ve que la nación perdió ambos. David los recuperó en parte, y en los primeros días de Salomón se disfrutaron de ellos: “… vivirán seguros (o descansados) cada uno debajo de su parra y debajo de su higuera”, 1 Reyes 4.24,25. Salomón mismo bendijo al Señor por haber dado paz o reposo al pueblo de Israel, 1 Reyes 8.56, y muchas de las expresiones empleadas en relación con esa época nos recuerdan de aquellas que se emplean en otras partes con referencia al milenio por venir.

Fue en ese entonces que David escribió los Salmos 8 y 95, y esto da mayor significado a lo citado en Hebreos 3.15, “Si oyeres hoy su voz, no endurezcáis vuestros corazones …” Pero el hombre volvió a fracasar y pronto, como en tiempos anteriores, no había ni autoridad ni reposo en Israel. Ambos puntos se enfatizan en Eclesiastés, que fue escrito por Salomón. Sin embargo, aprendemos en los primeros cuatro capítulos de Hebreos que en Cristo se cumplirán gloriosamente todos los propósitos de Dios.

Aparentemente el llamado de Salmo 95 surtió poco efecto en aquel entonces, y desde la cautividad y dispersión de Israel se han llevado a cabo las dos grandes amenazas de Deuteronomio 28. Israel está por cola de la naciones y no por cabeza, 28.13, y tampoco está en paz. El pueblo de David y Salomón malgastaron su “hoy” de oportunidad, como hicieron sus antepasados en el libro de Números, y sus descendientes a quienes se envió esta Epístola vieron pasar el suyo también. Nosotros tenemos hoy por hoy nuestro tiempito de oportunidad, y el Israel del futuro tendrá el suyo antes de la restauración de la autoridad y el reposo en la gloria milenaria.

 

 

5 Los participantes

El llamamiento celestial y el reposo;
Moisés;  Paralelos con Números;
El capítulo 3: la casa;
La posibilidad del fracaso

El 2.11 dice que el que santifica y los que son santificados son de uno, y que Él les llama hermanos. Luego el capítulo 3 comienza con: “por tanto, hermanos santos …” Además, dice que éstos son participantes del llamamiento celestial.

Quiero preguntar de paso si este llamamiento celestial se refiere a nuestra posición actual, ya que la misma palabra “celestial” se emplea en Efesios, o si quiere decir simplemente que en una ocasión futura seremos llamados al cielo. Y, cualquiera que sea nuestra opinión al respecto, pregunto si esto nos ayudará a entender si el reposo del próximo capítulo (Hebreos 4) se refiere a nuestra posición actual o a nuestra perspectiva para el futuro.

Siempre se nos enseña que en Efesios se ven a los creyentes como en Canaán en figura. Por lo tanto, supongo que debe existir en estos lugares celestiales, así llamados, algo que corresponda a Canaán. Si es así, ¿quiere decir que el llamamiento celestial y el reposo en Hebreos se refieren a lo que es nuestro ahora? O, ¿debemos entenderlos sólo con respecto a lo que está por delante? Este segundo punto de vista estaría más acorde con frases en Hebreos tales como “el mundo venidero”, “los poderes del siglo venidero”, “lo que se espera” y “un poco”.

En este mismo 3.1 se habla de Cristo como Apóstol y Sumo Sacerdote. Es decir, es el antitipo de Moisés, el enviado de Israel, y Aarón, el sacerdote de Israel. Aquí haremos mención de que en el capítulo 7 el Señor es el antitipo de David cual rey de justicia y de Salomón cual rey de paz. (Nota del traductor: Me permito mencionar que un antitipo es una realidad que estaba en el futuro cuando fue ilustrada por medio de una figura o ilustración; o sea, es aquello que el ejemplo o “tipo” está ilustrando. David era figura o tipo del Señor Jesús; por tanto, el Señor es el antitipo).

Después de esta exhortación a la consideración de Cristo como Apóstol, hay la comparación entre Jesús y Moisés. Como hemos señalado, Cristo está presentado como el Hijo y el Constructor, mayor que Moisés quien es sólo siervo y parte de la casa. Tengamos presente que el autor está citando Números 12.7, “mi siervo Moisés que es fiel en toda mi casa”. Este encomio en Números está seguido por el relato de los doce espías en los capítulos 13 y 14, cuando el pueblo rehusó entrar en el reposo ofrecido. En seguida, en 15.32 al 36, encontramos un hombre que violó el descanso del día de reposo; esto se puede comparar con Hebreos 4.9: “Queda un reposo (un sábado por guardarse) para el pueblo de Dios”.

Luego en Números 16 tenemos la historia de Coré y su deseo de ser sacerdote. Esto está ilustrado en Hebreos 5.4: “Nadie toma para sí esta honra, sino el que es llamado por Dios, como lo fue Aarón”. Números 17 trata de la vara de Aarón que reverdeció. El capítulo 18 de Números versa sobre el sostén de los sacerdotes y levitas, y Hebreos 7.5 hace referencia a esto al decir que “los que de entre los hijos de Leví reciben el sacerdocio, tienen mandamiento de tomar del pueblo los diezmos según la ley”.

Pasando a Números 19 encontramos la ordenanza de la vaca alazana, y esta ceremonia se encuentra en Hebreos 9.13: “Si la sangre de los toros y de los machos cabríos, y las cenizas de la becerra rociadas a los inmundos, santifican para la purificación de la carne …” Números 15.30,31 provee para la persona que hiciera algo con soberbia, y Hebreos 10.26 habla de los que pecan voluntariamente después de haber recibido el conocimiento de la verdad. Se ve, pues, por lo que hemos comentado en estos tres párrafos, que la Epístola es más una exposición de los tipos en Números que de los del Levítico.

Aquí en el capítulo 3 el asunto está aplicado a nosotros a partir del versículo 6 y repetido en el 14: “la cual casa somos nosotros, si …”, y “somos hechos participantes de Cristo, si …” Son dos advertencias sobre la necesidad de continuar y del peligro si uno no lo hace. Las tales son comunes en la Epístola; el capítulo 4 abre con otra de ellas: “Temamos, pues …” En todas ellas hay una forma particular de expresión que aparentemente insinúa que la posibilidad de fracaso, donde ella se manifestare, ha estado presente desde el primer momento. Por ejemplo, el 3.6 no dice, “la cual casa seremos si retenemos firme”, sino “la cual casa somos si retenemos …”

En otras palabras, si no retenemos firme hasta el fin la confianza, no somos, ni siquiera ahora, la tal casa. El 3.14 es todavía más fuerte, porque una traducción literal sería: “Hemos llegado a ser participantes de Cristo con tal que retengamos firme hasta el fin”. Si no retenemos, es porque nunca hemos llegado a ser participantes. Esto es solemne sin duda. Hay también el 4.1 donde algunos parecían no haber alcanzado el reposo. El peligro está en no haber alcanzado el reposo cuando profesamos haber sido convertidos.

 

 

6 El reposo

El capítulo 4;  4.10, cuatro interpretaciones

Posiblemente lo que hemos visto nos ayudará a ver la relación entre el capítulo 4 y el resto de la Epístola.

Con ello en mente, veamos el 4.2 donde dice que el rechazamiento de “la buena nueva” nos impide de alcanzar el reposo; no es asunto de rechazar algunas de las exhortaciones que siguen en cuanto a nuestra conducta como cristianos. Una traducción literal del 4.3 sería: “Porque nosotros como habiendo creído entramos en reposo”. El 4.4 conecta el reposo con Génesis 2 donde dice que Dios reposó de sus obras; el 4.10 conecta ese reposo de parte de Dios con uno que ha realizado la obra suya: “El que ha entrado en su reposo también ha reposado de sus obras, como Dios de las suyas”.

Yo no dispongo de luz especial en cuanto al capítulo 4; la verdad es que quiero luz. La deseo especialmente en cuanto a cómo y cuándo entramos en el reposo de Dios.

Los comentaristas colocan este reposo en un tiempo todavía futuro, interpretándolo como el reposo celestial. También he oído decir que este reposo es algo que algunos logran hoy día pero que otros creyentes no necesariamente poseen. Algunos ven tres reposos en Hebreos 4: pasado, presente, y futuro. Por mi parte, parece que es algo que todo creyente posee actualmente. Pero comoquiera que se lo ve, me parece que hay dificultades.

¿Es el reposo del pecador cuando acude a Cristo? ¿O es el reposo de Cristo de la obra que Él emprendió? El conocido Alford y otros opinan que es el último. Compare el versículo con Isaías 11.10: “Su habitación (o reposo; la Versión Moderna da descanso será gloriosa”. El 4.10 está en el tiempo aoristo (el cual equivale aproximadamente al tiempo indefinido en el castellano).

Siguiendo, ¿qué quiere decir el 4.11? “Procuremos, pues, entrar en aquel reposo, para que ninguno caiga en semejante ejemplo de desobediencia”. ¿Es una exhortación de que los creyentes vayan al cielo? ¿O que los creyentes deberían vivir una vida más exaltada? Creo que para que el sentido esté de acuerdo con lo que antecede, tenemos que verlo como una exhortación de que nos aseguremos si somos creyentes o no.

Vamos a resumir los puntos de vista acerca de 4.10. El versículo dice: “El que ha entrado en su reposo, también ha reposado de sus obras, como Dios de las suyas”. Diferentes escritores lo han interpretado en estos cuatro sentidos:

(1) Como una explicación de qué es guardar el sábado. En contra de esta interpretación hay la falta de enlace con el resto del pasaje, y especialmente con el versículo siguiente, donde la frase “aquel reposo” queda sin sentido. También milita en su contra la cláusula “el que ha entrado en su reposo”, porque no se hablaría así del comienzo del sábado semanal.

(2) Con referencia al pecador que descansa de sus obras, para ser salvo por gracia, como en Mateo 11.28: “Yo os haré descansar”. Pero en este caso, su descanso no sería como Dios descansó de las suyas, sino todo lo opuesto. Dios descansó cuando había realizado todo y lo había encontrado perfecto, mientras que el pecador reposa en la obra de Cristo al encontrar las suyas propias como sin valor.

(3) Como una descripción de un hijo de Dios que ha alcanzado el cielo. A favor de esta interpretación está Apocalipsis 14.13, donde el Espíritu dice que los bienaventurados que mueren en el Señor descansarán de sus trabajos. Pero en contra de la idea es el hecho de que si el reposo en 4.10 se refiere al cielo, tendría que referirse a lo mismo en todo el capítulo. La mayoría de los comentaristas dicen que sí se refiere al tal en el capítulo, pero 4.3 dice que los que hemos creído hemos entrado y el 4.1 habla de los que parecen no haberlo alcanzado.

(4) Una afirmación de que Cristo reposó al haber terminado su obra en la tierra, incluyendo la obra de la cruz. Así lo ven Alford, Weymouth. etc. El tiempo gramatical favorece esta interpretación, como también el versículo citado de Isaías 11. Compare Juan 9.4: “Me es necesario hacer las obras … entre tanto que el día dura …” Pero, si el pasaje se refiere a Cristo, es raro que no le haya mencionado desde el 3.14. Por supuesto, se puede decir que así se forma un buen contraste entre él y Josué; Josué no dio reposo en el 4.8, pero “queda un reposo” que es el de Cristo. Este pensamiento sirve para introducir un gran sumo sacerdote que traspasó los cielos, 4.14.

 

7 El Gran Sumo Sacerdote

El sacerdocio como tema principal;
Deidad y humanidad; Los hijos de David;
Siete títulos del Señor;
2.17 y 18;  7.27;  4.12 al 16

Hemos visto que en el capítulo 1 Jesús, el Hijo de Dios, es superior a los ángeles, y que en el capítulo 2 Él es el Hijo del Hombre, exaltado por encima de los ángeles, quien como Capitán conduce muchos hijos a la gloria. Es precisamente al final de esta presentación que se da en 2.17,18 la primera referencia directa al tema que va a ocupar la parte central de la Epístola: el sacerdocio de Cristo.

Sin duda el autor ha tenido este tema en mente desde el comienzo. El sacerdote perfecto que él va a presentar tiene que ser tanto Hijo de Dios como Hijo del Hombre para ejercer las funciones de su oficio. Siendo Hijo de Dios, tiene poder para ayudar a su pueblo; siendo Hijo del Hombre, puede compadecerse de ellos en sus pruebas.

A lo largo de las Escrituras la idea del sacerdocio parece haber sido la de uno puesto entre Dios y el ser humano para unirlos y guardarlos unidos. El sacerdote perfecto debe estar en condiciones para “poner su mano sobre nosotros dos”, como Job lo expresa. Sin embargo, en el Antiguo Testamento los sacerdotes no lograron esto. Ahora, empero, tenemos Uno que puede hacerlo perfectamente debido a su perfecta deidad y perfecta humanidad. Debemos notar que el escritor enfatiza esta doble capacidad. Es Hijo de Dios: “Tú eres mi Hijo”, 5.5, “… al Hijo, hecho perfecto”, 7.28. Él es a la vez “semejante a sus hermanos”, 2.17, “en todo según nuestra semejanza”, 4.15, y “por lo que padeció aprendió la obediencia”, 5.8.

En relación con esto, siempre me gusta señalar cierta cosa en cuanto a las listas de los hijos de David. En 2 Samuel 8.18 dice que “los hijos de David eran los príncipes”, pero en 1 Crónicas 18.17 dice que “los hijos de David eran los príncipes cerca del rey”, o en derredor del rey. Es decir, tenían una función de estar entre el rey y sus súbditos; tenían acceso al rey y a la vez autoridad entre el pueblo. Dice que David “juzgaba con justicia a todo pueblo”. Sabemos que los hijos de David no cumplieron su servicio sacerdotal, pero, a Dios gracias, no es así en el caso del Señor Jesucristo.

Se ha señalado a menudo que en la carta a los hebreos se asignan al Señor siete títulos oficiales:

  • Autor o Líder;
  • Apóstol;
  • Sumo sacerdote;
  • Precursor;
  • Mediador;
  • Fiador;

Se verá, sin embargo, que Él es llamado el Sacerdote más que todos los otros títulos juntos, y que los otros seis títulos se relacionan en un grado u otro con su sacerdocio. La palabra para “sacerdote” se emplea siete veces en Hebreos y la palabra para “sumo sacerdote” diez veces. No se encuentran en otra epístola alguna, de manera que es muy correcto decir que el sacerdocio de Cristo es el tema principal de la Epístola que estamos estudiando.

En la primera mención de su sacerdocio, 2.17,18, se dice que el comienzo de su oficio sacerdotal fue cuando Él expió los pecados de su pueblo. Con esto podemos comparar el 7.27 dónde dice que se ofreció a sí mismo una vez para siempre. Los sacerdotes del Antiguo Testamento, en cambio, ofrecían sacrificios repetidas veces. En este aspecto Él es el antitipo del sacerdote levítico, pero en 2.18 es también el antitipo de Melquisedec, quien socorrió al tentado; véanse Génesis 14.17,24.

La próxima referencia al sacerdocio de Cristo está en 4.14,16. Esta porción viene al final de la sección que trata del reposo que Dios da. Toda aquella sección parentética nos advierte del pecado de la incredulidad, y luego casi al final dice que “la palabra de Dios es viva y eficaz … y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón”, 4.12. En otras palabras, si somos descuidados y dejamos que pase sin juicio la menor incredulidad, la Palabra la detectará en la misma fuente, que es nuestro corazón, antes que ella se manifestare en nuestra conducta. Pero el escritor no nos deja aquí. Es en este punto que resume el tema principal que había dejado en el capítulo 2, dirigiéndonos a la provisión bondadosa que Dios nos ha hecho.

Si la Palabra de Dios pone al descubierto nuestro pecado, el Hijo de Dios está sobre el trono para que hallemos gracia, 4.16. Nuestro gran sumo sacerdote traspasó los cielos hasta la presencia inmediata de Dios. El 9.12 dice que entró una vez para siempre en el lugar santísimo, habiendo obtenido eterna redención. Ahora nosotros podemos acercarnos confiadamente para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro, 4.16. De manera que, una vez más se resumen en Cristo las características del sacerdocio según Aarón y según Melquisedec.

 

8 Cristo y Melquisedec

Aarón y sus requisitos;  Génesis 14;  Salmo 110;
El capítulo 7;  10.11, siempre en pie;
Génesis 50.4 al 6

En lo que se refiere a Aarón, se observan dos requisitos para su sacerdocio:

  • Uno es la cercanía con el pueblo que él representaba; “tomado de entre los hombres”, 5.1.
  • El otro es su relación con Dios, quien le ordenó, “nadie toma para sí esta honra, sino el que es llamado por Dios”, 5.4.

En el Antiguo Testamento, Coré y luego Uzías intentaron hacerse sacerdotes, pero en ambos casos el Señor manifestó su ira públicamente; Números 16 y 2 Crónicas 26. Aarón, en cambio, fue nombrado por Dios y su vara floreció como señal de esto, como sabemos por Números 17.

Ahora, Hebreos 5 muestra que Cristo posee estas dos cualidades. Se mencionan en 5.7 “los días de su carne” e inmediatamente antes: “Tú eres mi Hijo”, Salmo 2.7, y “Tú eres sacerdote”, Salmo 110.4.

Dice que Él es sacerdote según el orden de Melquisedec, y esto le hace al autor recordar que muchos de sus propuestos lectores no estaban en una condición espiritual como para recibir los grandes pensamientos que él quería darles en este sentido. Como consecuencia tenemos una sección larga y parentética que trata la condición de ellos. Este paréntesis comienza después de la referencia a Melquisedec en 5.10 y sigue hasta el final del capítulo 6, donde nuevamente se hace mención de él.

Antes de seguir nosotros con Melquisedec en el capítulo 7, abriremos un paréntesis también, pero en otro sentido. Vamos a ver los dos pasajes en el Antiguo Testamento que tratan de Melquisedec: Génesis 14, que nos da lo que sabemos de su historia personal, y Salmo 110, donde se relaciona con el Señor.

Génesis 14.17 al 24 cuenta cómo Melquisedec encontró a Abraham y le dio fuerza para resistir la tentación que el rey de Sodoma estaba por hacerle. Es interesante observar que se menciona primeramente que el rey de Sodoma salió para encontrarse con Abraham, pero que Melquisedec se reunió con el patriarca antes del rey. Por medio del buen ministerio del sacerdote, Abraham “halló gracia para el oportuno socorro”.

Él recibió no sólo el pan y vino para su sostén corporal, sino palabras de Dios y acerca de Dios para su fuerza espiritual. Se le recordó que su Dios era el “Altísimo, creador de los cielos y de la tierra”. Con estas palabras resonando en sus oídos, cuán pobre en su estima sería la oferta del rey de Sodoma (“Dame las personas y toma para ti los bienes”). ¡Qué poco el botín que Abraham tomó en comparación con la bendición de aquel que posee el cielo y la tierra!  Todo esto es un recordatorio de la obra sacerdotal que se atribuye al Siervo de Jehová en Isaías 50.4: “… para saber hablar palabras al cansado”.

Tenemos que considerar ahora los puntos en Génesis 14 que se desarrollan en Hebreos capítulo 7.

  • El primero es que Melquisedec está presentado sin referencia a su parentesco, nacimiento, edad, o defunción. Esto es sobresaliente, ya que en el Génesis siempre se dan estos
    detalles sobre los personajes principales.
  • El segundo es que este desconocido tenga tanto prestigio como para bendecir a Abraham, el amigo de Dios, ya que “sin discusión alguna, el menor es bendecido por el mayor”, 7.7.
  • El tercer punto es que Abraham reconozca la mayor dignidad del sacerdote, dándole los diezmos.

Estos son los tres aspectos señalados en Hebreos 7.

Además, Melquisedec reunió las cualidades de rey y sacerdote, y nunca encontramos esta combinación en el concepto bíblico del sacerdocio de Aarón. Y, por supuesto, hay los hechos de que él precedió a Aarón por muchos años y que su nombre y el nombre de su ciudad tenían los sentidos de “rey de justicia” y “rey de paz”, respectivamente, pero el Génesis no desarrolla esto.

Pasamos ahora al Salmo 110. Cristo está presentado como el Rey escogido de Jehová: “Siéntate a mi diestra hasta que ponga a tus enemigos por estrado de tus pies”, 110.1. Esto se destaca en Hebreos; se cita allí y luego cuatro veces se hace referencia a ello en relación con la ascensión actual de Cristo al trono de su Padre, como demostración del reino y sacerdocio del Señor. Él “se sentó a la diestra del trono de la Majestad en los cielos” como:

  • el que purgó los pecados, 1.3
  • el gran sumo sacerdote, 8.1
  • el victorioso, 10.12
  • el ejemplo perfecto, 12.2

No se contemplaba que el sacerdote antiguo se sentara; su ministerio le guardaba siempre en pie. El 10.11 dice que todo sacerdote está en pie diariamente ministrando, pero nuestro Sumo Sacerdote está sentado. (Nota del traductor: De las traducciones al castellano que conozco, sólo la Versión Hispano Americano dice que “todo sacerdote está en pie”. Las demás dicen simplemente que todo sacerdote está, o se presenta diariamente. La gran mayoría de las traducciones al inglés emplean “en pie” y es evidente que el señor Rodgers entiende así el texto en griego. Por supuesto, “en pie” hace más claro el contraste con 10.12 donde dice que Cristo se sentó).

Él reposa en la satisfacción de que su obra expiatoria está consumada. Por cierto, se puede decir que “se sentó” en 1.4 es el primer indicio en la Epístola del tema del reposo que va a ser desarrollado en el capítulo 4. Permítanme decir también de paso que Salmo 110.1 evidencia una relación estrecha con Salmo 2, del cual el autor cita en Hebreos 1.5 y 5.5.

Es en 110.4 que encontramos las palabras que se emplean en Hebreos: “Juró Jehová y no se arrepentirá: Tú eres sacerdote siempre según el orden de Melquisedec.» Esto indica (i) cómo y por quién se hace el Sacerdote, (ii) por cuánto tiempo dura su sacerdocio, y (iii) de qué clase es ese Sacerdote.

Nos hemos referido ya a Isaías 50.4 al 6 (“Jehová el Señor me dio lengua de sabios …”) y no debemos perder de vista ese pasaje, aun cuando no nombra a Melquisedec. Creo que el autor de Hebreos lo tenía en mente. La Epístola habla de “poderoso para socorrer a los que son tentados”, 2.18, y “gracia para el oportuno socorro”, mientras Isaías habla de “saber hablar palabras al cansado”. Es más: ambos hablan de aprender la obediencia por medio de los sufrimientos.

Entonces, vamos a resumir el enfoque de Hebreos 7. Es el pasaje principal sobre el tema del sacerdocio de Cristo, y se basa en lo que Génesis 14 y Salmo 110 dicen de Melquisedec.

En cuanto al Génesis, el autor basa su exposición en:

  • lo que se dice allí sobre el nombre, título, etc. y lo que no se dice sobre su genealogía, nacimiento y muerte. Todo había sido puesto en orden por el Espíritu Santo con miras a presentar la plenitud de un sacerdocio parecido al del Señor pero no al de Aarón; 7:1 al 3.
  • el hecho de que Abraham haya dado diezmos a Melquisedec indica la superioridad del último, tanto sobre el patriarca como sobre los descendientes de la tribu de Leví, 7.4,5, 8.10.
  • la bendición dada por Melquisedec implica la misma superioridad, 7.6,7.

Al tratar el Salmo, se enfatiza:

  • que la cláusula “según el orden de Melquisedec” da a entender el fracaso del orden levítico como existía en ese momento, 7.11 al 19.
  • al decir “juró el Señor” se establece la superioridad del sacerdocio que se estableció con juramento; 7.20 al 22.
  • este sacerdocio tiene un sacerdote para siempre mientras que el otro estaba sujeto a la muerte; 7.23,25.

De todo lo que él ha dicho, el autor llega a la conclusión de que este mismo Sacerdote, y sólo Él, nos conviene; 7.26,27. Es santo, inocente, sin mancha, apartado de los pecadores, y hecho más sublime que los cielos. Finalmente, se explica en el 8.1 que el punto principal de todo esto es que este mismo que tenemos como nuestro sumo sacerdote está sentado actualmente a la diestra de la Majestad en los cielos.

9 Los perezosos

5.11 al 6.20;
Los tardos en el 5.11; Los perezosos en el 6.12;
Creyentes sin empuje

La sección que va desde el 5.11 hasta el final del capítulo 6 constituye el segundo gran paréntesis en la Epístola. En 5.10 el autor llegó al punto donde quiso mostrar que el sacerdocio del Señor Jesucristo era según el orden de Melquisedec y luego explicar las consecuencias del mismo. Al reflexionar sobre estas cosas, él encontró dificultad en exponerlas a creyentes tan tardos como eran los hebreos a quienes escribía. Ellos, debido a su baja condición espiritual, no podían apreciar verdades tan sublimes. Por esto, el autor se desvía para exteriorizar su problema, para señalar el peligro que esta condición conlleva, y para ofrecer un remedio. Es sólo en 6.20 que él vuelve a su tema y repite lo que había dicho en 5.10, a saber que Cristo es Sacerdote según el orden de Melquisedec.

En este pasaje, que no vamos a tratar exhaustivamente, figura dos veces una misma palabra griega, la cual no se encuentra en otra parte del Nuevo Testamento. Lamentablemente, ha sido traducido de maneras diferentes y por lo tanto no se destaca como debiera. En 5.11 dice, “os habéis hecho tardos” (para oir), y en 6.12 “os hagáis perezosos”. Este término, tardo o perezoso, viene de un verbo griego que quiere decir “empujar” con un prefijo “no”. Literalmente, significa uno sin empuje.

En el primero de estos dos pasajes se utiliza la palabra con referencia a nuestra falta de empuje en oir lo que Dios tiene para enseñarnos. Las verdades gloriosas del oficio y ministerio del sumo sacerdote son difíciles de exhortar cuando el pueblo carece de empuje para oírlas. En el 6.12 se emplea la palabra en conexión con nuestra continuidad en el servicio de Dios. En cuanto a esto, dice: “No sean sin empuje, sino sean imitadores de los que por fe y paciencia heredan las promesas”.

Hay una asociación muy estrecha entre estas dos exhortaciones, ya que se puede dar por entendido que si carezco de empuje para oir lo que Dios quiere enseñarme, tampoco tendré empuje para continuar sin desmayar en su obra. Y, si soy perezoso en el servicio del Señor, quiere decir que soy perezoso también en escuchar su voz. Debido a esto, la gente perezosa no se cura fácilmente. Si uno les exhorta por la Palabra a que se muevan para servirle, se encuentra con la dificultad de que son tardos para oir, de manera que la exhortación se pierde.

Con todo, debemos recordar que los hebreos no habían sido perezosos siempre, ni para oir ni para hacer. El autor dice en 5.12 que habían llegado a necesitar leche, y en 5.11 que se habían hecho tardos para oir, o habían llegado a ser perezosos para escuchar. Esto da a entender que en un tiempo ellos no eran así. De la misma manera él mira atrás en 6.10 a cuando ellos servían a Dios, y en 10.32 a los días pasados cuando fueron iluminados y sostuvieron gran combate.

Tristemente, esta es la experiencia de unos cuantos entre el pueblo del Señor. Sus primeros días fueron sus mejores días, antes de que perdieron la lozanía de su primer amor, reemplazándola con el amor del mundo. Este amor para con el mundo no necesariamente toma una forma extravagante. Puede ser simplemente el deseo de ser aceptado y de ver a los hijos prosperar, pero con todo es amor de lo mundano. En cambio, hay muchos casos de supuestos creyentes que son perezosos y cuyo pasado no fue mejor.  Siempre han sido así. La lengua es el único miembro de su cuerpo que dice que son salvos, y lo hace sólo al ser obligada por una pregunta. La verdad en cuanto a los tales es que no son salvos.

Considerando de nuevo a los que han retrocedido a lo que eran antes, se observará que la situación es la opuesta a la que debería existir. Ellos deberían haber ido adelante a la perfección, como dice el 6.1, y no hacia atrás. Después de tanto tiempo, deberían haber sido maestros, dice 5.12; no sólo los más capacitados entre ellos, sino todos los que tenían tanto tiempo en el camino del Señor. Si hubiesen aprovechado la leche de la Palabra, pudieran haber gustado de la carne, pero por no haber aprovechado el alimento sólido ellos tenían que volver a la leche. Su pobreza se manifiesta en que sus sentidos no estaban ejercitados para discernir el bien y el mal. Los tales creen que un ministerio es bueno si les complace, aparte de que tenga sustancia o no. Para ellos, el predicador que habla palabras lisonjeras está bien recibido, aunque no sea un varón de Dios.

El deseo del autor para estos hebreos fue que no se hiciesen perezosos sino imitadores de aquellos que por la fe heredan las promesas, 6.12. El capítulo 11 de la Epístola está repleto de ejemplos de personas de esta clase. Ellos comenzaron bien y terminaron bien. No desearon regresar a la patria de donde salieron. Su fe no era meramente un punto de partida sino un aliciente en toda la carrera, manifestándose por el bien hacer con paciencia, 6.15. Luego el capítulo 13 da el ejemplo de los pastores novotestamentarios cuya fe debemos imitar porque ella les impulsó en servicio para el Señor hasta el fin. Pero el ejemplo mayor en la Epístola está en 12.2 y es el mismo Señor Jesucristo, el autor y consumador de la fe, quien “por el gozo puesto delante de él, sufrió la cruz, menospreció el oprobio, y se sentó a la diestra del trono de Dios”.

 

10 Los incrédulos

El capítulo 6;  ¿Perder la salvación?;
Judas; Esaú en 12.17;
Cosas que preceden la salvación
y cosas que la acompañan;
6.16 al 20

Quienes sostienen que un verdadero creyente puede perder la salvación suelen buscar apoyo para su doctrina en el capítulo 6 de Hebreos y allí se enredan. A menudo creen haber encontrado en él las palabras que buscan: “… recayeron … crucificando de nuevo para sí mismos al Hijo de Dios y exponiéndole a vituperio”. Esto, dicen, demuestra que uno quien de veras ha creído en Cristo puede estar en peligro de caer y perderse eternamente.

A primera vista, el pasaje parece ofrecer prueba de ello, ya que las palabras expresan claramente una cierta duda. Al leer en los versículos anteriores, que las personas bajo consideración han sido iluminadas, han gustado del don celestial, y hasta hechas partícipes del Espíritu Santo, parece que se trata realmente de lo que creen los exponentes de la inseguridad de la salvación. Sin embargo, si leemos toda la oración gramatical, de la cual es parte la cláusula “y recayeron”, descubrimos que para los tales no queda esperanza por cuanto es imposible que sean renovados nuevamente. Se enreda aquí quien cree que el creyente puede perder su salvación por desobediencia, etc., y luego recuperarla si endereza su camino, ya que el pasaje establece que las personas tratadas no pueden volver al arrepentimiento.

A veces pienso que Satanás nos roba la solemnidad de este pasaje al hacerlo un punto de tanta disputa entre diferentes escuelas de pensamiento. Aquellos que creen que la salvación no es de un todo segura (es decir, que uno puede llegar a perderse aunque haya creído de todo corazón) procuran que el pasaje se ajuste a su punto de vista. En realidad, no cabe. Nosotros que rechazamos semejante doctrina tenemos cierta inclinación a debilitar las expresiones en estos versículos en la esperanza de que no resalten tanto. La verdad es que estas expresiones fueron escogidas por su fuerza, no para mostrar que esta gente tenía poco, sino para señalar que poseía mucho, y que se adelantó grandemente en la profesión cristiana antes de apostatarse.

En cuanto a esto, debemos tener presente a quiénes se refiere el apóstol. No eran meros habladores en quienes nadie tenía confianza. Eran más bien algunos de los hebreos a quienes se envió la Epístola; personas que continuaron tanto tiempo que se dice en el capítulo 5 que deberían haber sido maestros ya. No sólo habían profesado fe; ellos eran bautizados, pertenecían a la asamblea o iglesia local, habían participado muchas veces del pan, y cantaban los himnos de alabanza y dedicación al servicio del Señor.

Si deseamos el ejemplo de una persona que alcanzó estas alturas y luego cayó a tal profundidad, tal vez el más sobresaliente sea Judas. Por lo menos en apariencia, él fue al mismo extremo que los demás discípulos, y a ellos les engañó de tal manera que los once no sabían a quién se refería el Señor cuando en la última pascua Él habló de un traidor. Un ejemplo del Antiguo Testamento se menciona en la misma carta a los hebreos, y es Esaú. Dice el 12.17 que para él no hubo oportunidad de arrepentimiento aunque la procuró con lágrimas.

¡Qué advertencia es todo esto para aquellos hoy día que dan la espalda a Cristo, habiendo profesado su nombre y tal vez habiendo tenido por años la reputación de ser salvos! El camino trazado por Israel en el desierto fue marcado por una línea de sepulcros, y así es en un sentido espiritual con los que tienen tiempo en los caminos del Señor.

He señalado sólo uno de los enredos que esperan a los que enseñan la inseguridad del creyente. Hay otros. Por ejemplo, en el 6.9 el escritor dice: “Estamos persuadidos de cosas mejores y que pertenecen a la salvación”. Si él no hiciera mención de esas cosas que pertenecen a la salvación, pudiéramos pensar que quería decir simplemente: “Estoy persuadido de que ustedes van a proseguir y al fin no van a perder lo que tienen”. Pero es claro que éste no es el sentido.

¿Qué es, entonces, el significado de la mención de las cosas que corresponden a la salvación? ¿No será que estas palabras dan a entender que uno, al recibir la salvación de veras, recibe con ella lo que impide que la pierda en el sentido descrito en el versículo anterior?  Creo que en los versículos que preceden en este capítulo tenemos las cosas preparatorias a la salvación, las cuales no bastan como sustituto. Aquí en el versículo 9 se sugiere en cambio que hay cosas que corresponden a ella, o la acompañan. Estas cosas aseguran eternamente la posición de la persona renacida.

Aquí tenemos apenas el comienzo y no el fin de las dificultades de nuestros amigos que alegan que este capítulo enseña que uno puede perder su salvación. Difícilmente se encuentra una prueba más fuerte de la seguridad del creyente que aquella que está al final del capítulo. Los primeros versículos de Hebreos 6 nos explican lo mucho que uno puede poseer pero con todo perder su alma; los postreros versículos, en cambio, explican lo poco que se requiere del pecador para que sea tan seguro como Cristo mismo.

Dice el trozo, 6.17 al 20, que el perdido sólo tiene que confiar en la esperanza (“los que hemos acudido para asirnos de la esperanza puesta delante de nosotros”) y que así todo estará bien para la eternidad. Quien lo hace tiene a su favor:

  • la inmutabilidad del consejo de Dios (o sea, que Él está dispuesto a cumplir su promesa)
  • el juramento de Dios
  • la imposibilidad de que Dios mienta.

Todo esto, dice en 6.16 al 18, es un fortísimo consuelo. A la vez, el creyente tiene según los versículos 19 y 20:

  • un refugio y un ancla
  • un precursor (uno que va adelante) y sumo sacerdote.

 

11 El pacto y los sacrificios

El capítulo 8; 10.11 al 18;
Sacerdote, sacrificio y pacto;
El capítulo 9 y el lugar santísimo

El capítulo 8 trata del pacto nuevo. Los versículos 1 y 2 resumen el tema y presentan a Cristo como el centro de todo. En 8:2 está la primera referencia en Hebreos al tabernáculo. Más adelante se hace abundante mención de él; a veces el tabernáculo terrenal está en vista, y a veces su antitipo celestial. En ninguna parte de la Epístola se hace referencia al templo; el autor explica más bien los tipos y sombras de aquella estructura portátil en la manera como ellos se asocian con la experiencia de Israel en el desierto.

Se nos recuerda en el 8.3 que el Señor cual sacerdote debe disponer de algún sacrificio que ofrecer. Los versículos 4 y 5 muestran que su sacerdocio no está asociado con el santuario terrenal, y el 6 que detrás de todo esto debe haber un pacto nuevo. De aquí al final del capítulo se trata esta cuestión del pacto o el testamento nuevo. Se citan ciertas cláusulas de este pacto según figuran en Jeremías 31.

Se trata el tema en tres secciones: la Ley, nuestro conocimiento de Dios, y nuestros pecados.

La Ley está escrita ahora en el corazón y mente de cada uno del pueblo de Dios. Dice la porción en 8.10: “Este es el pacto que haré con la casa de Israel después de aquellos días, dice el Señor: Pondré mis leyes en la mente de ellos y sobre su corazón las escribiré; y seré a ellos por Dios y ellos me serán a mí por pueblo …” El conocimiento de Dios se recibía antes por la enseñanza de los sacerdotes pero ahora está inherente en todo el pueblo suyo. “Todos me conocerán, desde el menor hasta el mayor de ellos,» 8:11. En cuanto a nuestros pecados, el 8.12 explica que los sacrificios bajo el pacto antiguo ya no hacen falta, “porque seré propicio a sus injusticias (o, “perdonaré sus maldades”) y nunca más me acordaré de sus pecados y de sus iniquidades”.

Se ve entonces que el 8.10 trata de nuestra relación con Dios, 8.11 de la enseñanza del Espíritu Santo, y 8.12 de la obra perfecta del Hijo, por la cual se quitó nuestra culpa.

El capítulo 7 trata del sacerdocio y el 8 con el pacto. El capítulo 9 y la primera parte del 10 se ocupan mayormente de los sacrificios. Luego en 10.11 al 18 tenemos un resumen, como habíamos encontrado otro al comienzo del capítulo 8. (El resumen de 8.1,2 dice que “el punto principal de lo que hemos venido diciendo es que tenemos tal sumo sacerdote, el cual se sentó a la diestra del trono de la Majestad en los cielos, ministro del santuario, y de aquel verdadero tabernáculo que levantó el Señor, y no el hombre”).

Este resumen en 10.11 al 18 hace mención de los tres temas de sacerdote, sacrificio, y pacto. A saber:

  • Cristo habiendo ofrecido una vez
  • un solo sacrificio por el pecado …
  • Este es el pacto que haré …

Todo esto conduce a la cúspide de la Epístola, a saber:

  • la exhortación en 10.19 al 25: Acerquémonos con corazón sincero …, Mantengamos firme, sin fluctuar, la profesión de nuestra esperanza …, Considerémonos unos a otros …; y:
  • la advertencia en 10.25 al 31: Una horrenda expectación de juicio …; El Señor juzgará a su pueblo …

Al tratar la cuestión de los sacrificios en el capítulo 9, el escritor describe primeramente el tabernáculo y hace hincapié en que éste consistía en dos salones. Lo que dice en cuanto a la segunda parte hace pensar en el día anual de la expiación, cuando sólo aquel lugar se destacó en importancia. (“Tras el segundo velo estaba la parte del tabernáculo llamada el lugar santísimo …”, 9.3). La exposición de este tema conduce a la verdad de que Cristo “por su propia sangre entró en el lugar santísimo, habiendo obtenido eterna redención”, 9.12. Y por tanto se ve la perfección de lo que Él logró: “Cuánto más la sangre … limpiará vuestras conciencias … “, 9.14.

Con esto en mente el escritor vuelve a lo que había escrito en el capítulo 8 sobre el pacto. Él hace recordar a sus lectores que el primer pacto fue dedicado con sangre, 9.18 al 20, y que “casi todo es purificado, según la ley, con sangre, y sin derramamiento de sangre no se hace remisión”, 9.22. Luego señala que por medio del sacrificio de Cristo las mismas cosas celestiales fueron ‘purificadas’ con mejores sacrificios. El tabernáculo y todos los vasos del ministerio eran apenas figuras de estas cosas celestiales. Tal es el valor infinito de la sangre preciosa de nuestro Señor.

En los versículos finales del capítulo 9 somos enseñados que nuestro gran sumo sacerdote, quien ha entrado en el lugar santísimo, está ocupado actualmente en la presencia de Dios por nosotros, 9.24. Además, al estilo de la figura del sumo sacerdote en el día de la expiación, Él aparecerá por segunda vez “para salvar a los que le esperan”, 9.28. ¡Bendita la esperanza de quien es hijo de Dios!

 

12 La libertad para acercarse

10.19 al 25;  Acercar, mantener, considerar;
10.38,39, retroceder;
Habacuc, el justo por la fe vivirá

La última de las secciones grandes comienza en el 10.19, “Así que, hermanos, teniendo libertad pare entrar …” Comienza con una aplicación doble de lo que se venía desarrollando en la Epístola. Primeramente, hay una hermosa invitación a que gocemos de nuestras bendiciones espirituales: acerquémonos a Dios y exhortemos a los hermanos, 10.22,25. Luego, hay una solemne advertencia a quienes rechazan estas bendiciones: una horrenda expectación de juicio en manos del Dios vivo, 10.27,31.

La primera exhortación de la sección introduce el tema de la fe:

  • Acerquémonos con corazón sincero en plena certidumbre de fe, 10.22.

Si pedimos gracia para cumplir debidamente con esta exhortación, no tendremos dificultad con las otras dos exhortaciones que siguen de inmediato:

  • Mantengamos firme la profesión de nuestra esperanza, 10.23.
  • Considerémonos unos a otros para estimularnos al amor, 10.24.

En resumen, las tres exhortaciones son: acercarse con fe; mantenerse en esperanza; considerar a otros en amor.

El “acerquémonos” de 10.22 no tiene que ser limitado a un solo estilo de acercamiento a Dios, como por ejemplo la oración o la adoración. El acercamiento a Dios es esencial a todo nuestro carácter como creyentes o santos. La palabra griega así traducida se encuentra siete veces en la Epístola. Es frecuente también en los Evangelios y en los Hebreos, pero en el resto del Nuevo Testamento la encontramos solamente en 1 Timoteo 6.3 (‘se conforma’) y 1 Pedro 2.4.

Veamos cómo se usa ‘acercarse’ en Hebreos y en qué contextos:

  • la salvación: … puede salvar perpetuamente a los que se acercan a Dios, 7.25
  • los creyentes: … es necesario que el que se acerque a Dios crea que le hay, 11.6; No os habéis acercado al monte que se podía palpar, 12.18; os habéis acercado al monte de Sion … a Dios … a Jesús, 12.22.
  • la oración: … acerquémonos confiadamente al trono de la gracia, 4.16
  • la adoración: la ley … nunca puede hacer perfectos a los que se acercan, 10.1; (pero) acerquémonos con corazón sincero, 10.22

En contraste con este acercamiento está la expresión ‘retroceder’ en 10.38,39; “Si retrocediere, no agradará a mi alma. Pero nosotros no somos de los que retroceden para perdición”.

La fe se menciona no sólo en la primera exhortación de esta sección —en 10.22— sino repetidas veces hasta el final de la Epístola. Por cierto, ella es una de las palabras clave de Hebreos. El problema de los israelitas en el desierto fue que no tenían fe, y en este hecho se basan ciertas exhortaciones en los capítulos 3 y 4 de Hebreos. La incredulidad es lo opuesto a la fe y de ella se habla en 3.12,19. En aquel mismo capítulo se habla de toda una generación de hombres que carecían de fe, y en contraste con ellos está en el capítulo 11 toda una galería de hombres que sí la tenían.

Después de lo que hemos visto en el capítulo 10 de la Epístola, el autor lleva sus lectores atrás al comienzo de su carrera cristiana en 10.32 al 34: “Traed a la memoria los días pasados, en los cuales … sostuvisteis gran combate de padecimientos … y el despojo de vuestros bienes sufristeis con gozo, sabiendo que tenéis en vosotros una mejor y perdurable herencia en los cielos”. En aquellos días su fe, esperanza, y amor eran fuertes. Este recordatorio está seguido por una exhortación a mostrar la misma confianza hasta el fin, ya que tiene grande galardón, 10.35.36.

Y ahora encontramos una vez más una cita, o mejor dicho una semicita, del Antiguo Testamento. Esta vez viene de Habacuc, la cual es una profecía demasiado desconocida entre nosotros. Habacuc, como los hebreos que recibieron la Epístola, estaba rodeado por circunstancias opuestas a la fe. Su propio pueblo estaba lleno de maldad y por tanto Dios tenía que castigarles. El instrumento escogido para este castigo era el pueblo caldeo, quienes estaban en todavía peores condiciones.

En estas circunstancias el profeta buscó a Dios a ver qué diría Él. El mensaje recibido fue: “Aunque la visión tardará aún por un tiempo, mas se apresura hacia el fin, y no mentirá; aunque tardare, espéralo, porque sin duda vendrá, no tardará. He aquí que aquel cuya alma no es recta, se enorgullece; mas el justo por su fe vivirá”, Habacuc 2.3,4. El escritor de la Epístola a los Hebreos tomó su cita de la versión griega del Antiguo Testamento, como hizo en algunas otras partes también, en vez de traducir directamente del hebreo en que el pasaje original fue escrito.

Sabemos por 3.17,18 cómo Habacuc salió de su prueba: “Aunque la higuera no florezca … con todo, yo me alegraré en Jehová, y me gozaré en el Dios de mi salvación”. El autor de la Epístola esperaba que él y la mayoría de sus lectores saldrían exitosamente también de la suya, ya que dice en 10.39 que “nosotros no somos de los que retroceden para perdición sino de los que tienen fe para preservación del alma”. Los que tienen fe nunca van hacia atrás. Ellos poseen no sólo lo que les dio el comienzo de la vida cristiana sino también lo que les conducirá hasta el final. De ellos se puede decir lo del 11.13: “Conforme a la fe murieron todos éstos”. Toda la variedad de personas y circunstancias tratadas en el capítulo 11 está presentada para probar esta afirmación.

 

13 La fe perfeccionada

El capítulo 12;  las secciones del capítulo 13

Dejando todos éstos, el autor mira a Cristo al comienzo del capítulo 13 y le presenta como el Líder y Perfeccionador de la fe. Es nuestro gran ejemplo. Podemos recordar también que, al imitar a aquellos que nos han precedido en la senda de la fe, nosotros tenemos a varios que figuran en su número:

  • los nobles creyentes del Antiguo Testamento que se tratan en el capítulo 11;
  • nuestro bendito Señor, a quien se presenta en el capítulo 12;
  • los pastores del Nuevo Testamento a quienes se hace referencia en 13.7: “Acordaos de vuestros pastores que os hablaron la palabra de Dios … e imitad su fe”.

En 12.3 el autor se dirige al tema de los estorbos y las dificultades. Él había hecho mención de ellos al final del capítulo 10 y ahora los considera desde otro ángulo. En aquel capítulo él había recomendado paciencia por cuanto las pruebas terminarían pronto. Aquí, sin embargo, se ven como parte de la preparación que el Padre da para nuestro desarrollo. Si no fuéramos castigados, no seríamos hijos, 12.8. Además, como parte de nuestra instrucción, ellas producen el fruto de justicia y santidad.

Deseamos considerar el capítulo 13 en su relación con lo que va antes en la Epístola. De los muchos puntos tratados en este capítulo final, la mayoría guardan alguna relación con las grandes verdades de los capítulos anteriores y presentan lecciones prácticas basadas en la enseñanza dada previamente. Por supuesto, ellas no son las únicas lecciones prácticas en la Epístola, y en este sentido Hebreos difiere marcadamente de Romanos, Gálatas, Efesios y Colosenses, donde hay una separación más evidente entre las partes doctrinales y la aplicación. Aquí encontramos un poco de enseñanza y un poco de exhortación y así sucesivamente. La enseñanza generalmente comienza con ‘dejemos’ o ‘vayamos’ o una palabra así.

Es así que en el capítulo 12 encontramos doctrina en los versículos 18 al 27 y una exhortación basada en ella en los versículos 28 y 29: “Así que, recibiendo nosotros un reino inconmovible, tengamos gratitud, y mediante ella sirvamos a Dios agradándole con temor y reverencia; porque nuestro Dios es fuego consumidor”. En cierto grado el capítulo 13 está basado en aquella exhortación. Si servimos a Dios de esta manera, haremos las diferentes cosas que el capítulo nos anima hacer. Por otro lado, sin una conciencia de nuestra responsabilidad hacia un Dios santo, no manifestaremos celo en la obediencia de ninguna de las exigencias del último capítulo.

El capítulo se divide en tres párrafos principales:

  • 1 al 6 trata del individuo
  • 7 al 17 trata de las reuniones colectivas
  • 18 al 25 es la conclusión de la Epístola

 

 

14 El amor fraternal

13.1 al 6;  La hospitalidad y la simpatía;  Lot;
Cristo participó de carne y sangre;
Deseos sucios y codicia;
El matrimonio y las viandas;
No te desampararé;
Jacob, Josué y Salomón;  Salmo 118

El capítulo comienza con una exhortación general en cuanto al amor hermanable, y los versículos 2 y 3 siguen con la mención de dos manifestaciones específicas de ésta: la hospitalidad y la simpatía. En seguida se advierten de dos pasiones que intentan contra el amor hermanable: la concupiscencia en 13.4 y la codicia en 13.5,6.

Es conveniente prestar atención a la forma de la exhortación principal. No es que adquieran el amor , sino que “permanezca el amor fraternal”. Esto implica que ya lo tenían. De la misma manera, ‘no os olvidéis’ y ‘acordaos’ dan a entender que ya tenían hospitalidad y simpatía. De que fue así sabemos por el capítulo 6 donde se hace mención de que estos creyentes habían dado prueba de su realidad al ministrar con amor a las necesidades del pueblo del Señor, mientras que otros que habían continuado por un tiempo resultaron ser apóstatas. Él enfatiza que su amor continuaba todavía, diciendo que “habéis servido a los santos y sirviéndoles aún”, 6.10. Esto debe ser algo en el orden de la hospitalidad que les recomienda aquí en el capítulo 13. También en 10.32 al 35 el autor les recuerda de cuando recién iluminados ellos padecieron y a la vez llegaron “a ser compañeros de los que estaban en una situación semejante”.

Se ve, entonces, que en este caso también la misma cosa que él exhorta en el 13 estaba ya en evidencia entre aquellos hebreos. Tanto en el capítulo 6 como en el 10 se les anima a continuar hasta el fin en estas virtudes cristianas, de manera que los primeros versículos del 13 son un recordatorio de puntos previamente tratados. Hay el comienzo en 10.32, “después de haber sido iluminados”, y la continuación en 6.10, “sirviéndoles aún”, y el tiempo que resta en el 13, “permanezca”.

En relación con 13.2, me gusta pensar que el Señor encontró aquí un puestico para un hombre que difícilmente hubiera encontrado cabida en la lista de los nobles de la fe en el capítulo 11. Me refiero a Lot, quien aparentemente está en vista en la referencia a los que “sin saberlo, hospedaron ángeles”. Tal como se emplean la bondad y simpatía en los capítulos 6 y 10 como una evidencia de la realidad, más que otras pruebas posibles, así también la prueba de que Lot tenía en sí la raíz del asunto se manifiesta por su actitud hacia los desconocidos que le visitaron aquella tarde en Sodoma; Génesis 19. (Nótese Job 19.28, “la raíz del asunto se halla en mí”).

El 13.3 sugiere dos eslabones entre nosotros y los que están pasando por pruebas. El eslabón espiritual es “como si estuvieres … juntamente con ellos”. Es decir, ellos también son miembros de Cristo. El eslabón natural está en “vosotros mismos estáis en el cuerpo” o mejor dicho “en cuerpo”.  Es decir, expuestos a la posibilidad de encontrarnos en las mismas circunstancias.

Ahora, favor de comparar estos dos eslabones con los dos que hay entre nosotros y Cristo en el capítulo 2 de la carta: Él participó de carne y sangre, y fue perfeccionado por sufrimientos. Este paralelo sirve para ilustrar más lo que veníamos diciendo: que las exhortaciones del capítulo 13 se basan en lo tratado en capítulos anteriores de la Epístola.

En cuanto a 13.4 al 6, vimos ya que se mencionan dos peligros que pueden perjudicar nuestro amor fraternal. Estos dos males —los deseos sucios y la codicia— figuran en varias advertencias dadas en otras epístolas.

  • Fornicación y toda inmundicia, o avaricia, ni aun se nombre entre vosotros, como conviene a santos … Sabéis esto, que ningún fornicario, o inmundo, o avaro, que es idólatra, tiene herencia en el reino de Cristo y de Dios, Efesios 5.3,5
  • Haced morir, pues, lo terrenal en vosotros: fornicación, impureza, pasiones desordenadas, malos deseos y avaricia, que es idolatría, Colosenses 3.5
  • Os he escrito … que no os juntéis con los fornicarios; no absolutamente con los fornicarios de este mundo, o con los avaros …, 1 Corintios 5.9,10
  • ¿No sabéis que los injustos no heredarán el reino de Dios? No erréis; ni los fornicarios, ni los idólatras, ni los adúlteros … ni los avaros … heredarán el reino de Dios, 1 Corintios 6.9,10

La mención del matrimonio en 13.4 y de las viandas en 13.9 es de notar porque éstos también se presentan lado a lado en otras escrituras. Se había enseñado entre los creyentes algunas opiniones erradas en cuanto a la santidad atribuible a la abstinencia del matrimonio y a la comida o ‘las viandas’. En 1 Corintios 7 Pablo trata la cuestión de abstenerse del matrimonio y en el capítulo 8 (también en 9.4,5) de abstenerse de cierta comida, pero él aclara que no lo hacía bajo obligación sino que se abstenía para ayudarse en su testimonio en pro del evangelio. Cuando algunos llegaron a exponer que esta negación propia era signo de una supe santidad, fue necesario resistir la tal enseñanza. Lo hace en 1 Timoteo 4.3 al decir que los que prohibían casarse y mandaban abstenerse de alimentos que Dios creó, iban a causar que algunos se apartasen de la fe.

Si la mención del matrimonio y las viandas nos ha causado pensar en
1 Timoteo 4, la referencia al amor del dinero en 13.5,6 nos lleva a 1 Timoteo 6. Tanto en Timoteo como en Hebreos 13 se recomienda el contentamiento o conformidad con lo que tenemos. Los dos pasajes son tan parecidos que se puede pensar que 13.5,6 fue escrito con 1 Timoteo 6.6 al 10 en mente.

Ahora, al final del 13.5 leemos que “él dijo, No te desampararé, ni te dejaré”. No es una cita textual de ningún pasaje del Antiguo Testamento. Las palabras han sido tomadas de entre una promesa formulada en tres ocasiones diferentes:

  • A Jacob en Génesis 28.15: Yo estoy contigo y te guardaré por dondequiera que fueres, y volveré a traerte a esta tierra; porque no te dejaré hasta que haya hecho lo que te he dicho.
  • A Josué en Josué 1.5: Nadie te podrá hacer frente en todos los días de tu vida; como estuve con Moisés, estaré contigo; no te dejaré, ni te desampararé; esfuérzate y sé valiente.
  • A Salomón en 1 Crónicas 28.20: Anímate y esfuérzate, y manos a la obra; no temas, ni desmayes, porque Jehová Dios, mi Dios, estará contigo; él no te dejará ni te desamparará hasta que acabes toda la obra para el servicio de la casa de Jehová.

Cada uno de estos hombres fue relativamente joven en el momento de recibir la promesa, y cada uno tenía por delante un camino difícil y desconocido. En cada caso se había perdido o estaba por perderse un mentor de mayor edad y experiencia: Jacob perdió la compañía de Isaac, Josué la de Moisés, y Salomón la de David. Los hebreos que recibieron la Epístola estaban sufriendo pérdida en este sentido; el 13.7 lo hace saber al referirse a los pastores que les habían aconsejado pero cuya trayectoria ya estaba en el pasado. Muchos habían tenido que dejar el hogar paterno, como Jacob hizo, y en un sentido espiritual estaban desvinculados de Moisés, como lo fue Josué en otro sentido.

La respuesta a esta promesa está en 13.6: “El Señor es mi ayudador; no temeré lo que pueda hacer el hombre”. Es una cita de Salmo 118.6. Otras afirmaciones en el mismo salmo serían de especial ayuda también a estos hebreos que estaban sintiendo la separación y persecución. Por ejemplo:

  • Desde la angustia invoqué a Jah …
  • Me castigó gravemente Jah, mas no me entregó a la muerte.
  • La piedra que desecharon los edificadores ha venido a ser cabeza del ángulo.

 

 

 

 

15 Los líderes y el Líder

Los pastores y sus responsabilidades;
Doctrinas diversas y extrañas;  Jesucristo el mismo

El segundo párrafo del capítulo 13 comienza con el versículo 7, como dijimos ya. Comienza con una referencia a los líderes buenos que estos hebreos habían perdido a causa de la muerte, y termina en 13.17 con una referencia a los líderes que estaban aún con ellos y a quienes deberían obedecer. Al colocar los dos versículos lado a lado, uno ve con cierta plenitud cuáles eran las responsabilidades de estos pastores:

  • Hablaron la Palabra de Dios a los creyentes.
  • Tenían una conducta digna de la consideración del pueblo de Dios.
  • Tenían una fe digna de imitarse.
  • Velaban por el bien espiritual de los creyentes.
  • Se afligían cuando las cosas no marchaban bien entre el pueblo del Señor.
  • Tendrán que dar cuenta al Señor.

Por el otro lado se nos dan también algunas responsabilidades de los creyentes frente a estos pastores. Ellos tenían que:

  • Obedecerles
  • Ser sumisos a ellos
  • Imitarles
  • Recordarlos después de su partida.

El no hacer estas cosas traería no sólo aflicción a los pastores sino también pérdida a los santos.

Sin embargo, otros deseaban ser líderes cuando no lo eran, y contra ellos el autor hace una advertencia en el 13.9. Estos deseaban enseñar ‘doctrinas diversas y extrañas’ en contraste con los fieles que habían hablado la Palabra de Dios. El uso de ‘diversas’ sugiere una amplitud o diversidad en sus enseñanzas; ellas difieran la una de la otra y sin duda se contradecían a veces. Eran doctrinas ‘extrañas’ en el sentido que no se ajustaban a la verdad que los santos habían conocido. Por lo tanto, estas doctrinas diversas chocaban con “Jesucristo el mismo”, 13.8, y con “la Palabra de Dios”, 13.7.

El versículo 8 dice: “Jesucristo es el mismo ayer, y hoy, y por los siglos”. Es interesante notar su posición en el capítulo y su relación con el contexto. Los pastores del versículo 7 se habían ido; Jesucristo no. Conforme a la promesa de 13.5, Él se queda. Es el mismo pero las doctrinas que algunos querían enseñar son diversas y extrañas.

Además, el 13.8 apoya la afirmación hecha al comienzo de la Epístola: “Ellos perecerán, mas tú permaneces; y todos ellos se envejecerán como una vestidura, y como un vestido los envolverás, y serán mudados; pero tú eres el mismo, y tus años no acabarán”, 1.11,12.

 

 

16 Vamos a él

13.9 al 17;  La sangre adentro, la carne afuera;
El campamento;  ¿Quién está por Jehová?
Sacrificios que nos quedan;  13.18 al 25;
Lenguaje típico del Apóstol Pablo;  Agradable

Al hacer mención de las viandas en el 13.9, el escritor piensa en los procedimientos bajo la ley levítica, un tema que él había tratado en los capítulos 8 a 10. Los versículos 10 a 12 se basan en estas mismas verdades. Ellos muestran que aun en lo dispuesto para ciertos sacrificios del Antiguo Testamento había la sugerencia de algo grande que quedaba más allá del propio sacrificio, lo cual era la superioridad del sacrificio de Cristo que estaba por venir. Para aquellos sacrificios la sangre fue introducida adentro, como dice 13.11, especialmente en el gran día anual de la expiación cuando se la introducía en el lugar santísimo. En esto se basa 9.12, diciendo que con su propia sangre Cristo entró en el lugar santísimo.

Sin embargo, de aquellos sacrificios los sacerdotes no comían la carne, sino que ésta fue quemada fuera del campamento, tal como Cristo padeció fuera de la puerta, 13.12. Compárense Levítico 6.30, 16.27. Debemos observar que la expresión “para santificar al pueblo” relaciona el sacrificio del Señor con las ofrendas levíticas para Israel. Esta expresión ‘el pueblo’ se encuentra trece veces en Hebreos y es muy típica del Antiguo Testamento.

Este concepto de la sangre introducida velo adentro, pero la carne quemada puerta afuera, está bien expresado en el conocido himno: “Por su cuerpo lacerado, vamos a él, penetrando velo adentro, vamos a él … Por su amor manifestado … quien sufrió ‘real afuera’ (o fuera de la puerta) …”

El 13.10 habla de los que sirven al tabernáculo y no de los que sirven a Dios en el tabernáculo. Dice que ellos no tienen derecho de comer del altar nuestro, el cual, por supuesto, es Cristo. (Compárese con el lenguaje de Gálatas 5.2: “de nada os aprovechará Cristo”). Los tales nunca han aprendido cuán pecaminosos son, ni aprecian la obra expiatoria del Señor a favor suyo. Lo que pensaron de él quedó a la vista cuando le crucificaron, y para hacerlo ellos buscaron un sitio fuera de la puerta de su ciudad religiosa. Por lo tanto no puede haber avenencia. No pueden coexistir Cristo y el judaísmo; tiene que ser el uno o el otro.

Nosotros tenemos que estar dentro del campamento del mundo religioso, o fuera del mismo y con Cristo. Considere el llamado de Moisés en Éxodo 32.26: “¿Quién está por Jehová? Júntense conmigo”. En 33.7, “Moisés tomó el tabernáculo, y lo levantó lejos, fuera del campamento”. Nuestro lugar está fuera del campamento, donde llevaremos el reproche de un Cristo rechazado. Al obedecer este llamado, no vamos a sentirnos decepcionados por la pérdida de una ciudad celestial, ya que no la tenemos aquí; dice 13.14 que buscamos la por venir. Esta es la ciudad de 11.10 y 16, la cual los patriarcas buscaron, y la de 12.22, la ciudad del Dios vivo que poseemos ya por fe.

Nosotros no necesitamos ‘más sacrificios por el pecado’ pero todavía podemos ofrecer sacrificios, a saber la ofrenda de paz en acción de gracias, el fruto de labios como la llama el 13.15. El Señor ve como sacrificios estas buenas obras, la simpatía y comunión, a las cuales se nos exhortan en los versículos 1 al 3. Estas le complacen a él, aunque el 10.8 dice que no le agradaron los sacrificios del Antiguo Testamento. Sería un gran estímulo para los creyentes hebreos saber esto cuando sus antiguos compañeros judíos se burlaban de ellos por no tener ciudad, ni altar, ni sacrificio.

El párrafo final está formado por 13.18 al 25 y es más parecido a las escrituras de Pablo que cualquier otra parte de la Epístola. Por ejemplo, “Orad por nosotros” en 13.18 es típico de otras epístolas. En el mismo versículo dice que “confiamos en que tenemos buena conciencia …” y hay lenguaje parecido en Hechos 23.1 y 24.16. La oración del escritor a favor de los hebreos en 13.20,21, “El Dios de paz … os haga aptos …” nos recuerda de
1 Tesalonicenses 5.23, “El mismo Dios de paz os santifique …” y de 2 Corintios 13.14, “La gracia del Señor Jesucristo … sean con todos vosotros”. Él piensa en “el gran pastor de las ovejas”, quien no se va como se fueron los pastores del versículo 7, y quien cuida a las ovejas con mayor esmero que los pastores del versículo 17.

También se hace mención de la resurrección de Cristo; es la única vez que se habla de ella en Hebreos. La oración se dirige al ‘Dios de paz’, un término empleado cinco veces más en el Nuevo Testamento, y siempre al final de una Epístola. El ‘pacto’ en 13.20 se encuentra 17 veces en Hebreos y sólo nueve veces en el resto del Testamento. La ‘sangre del pacto’ está en 9.20, 10.29, y 13.20.

La palabra ‘agradable’ en el versículo 21 es interesante y es típica de nuestra Epístola. Se usa con referencia a:

  • nuestra senda de fe: Enoc tuvo testimonio de haber agradado a Dios, y sin fe es imposible agradar a Dios, 11.5,6
  • nuestro servicio con reverencia: sirvamos a Dios, agradándole con temor y reverencia, 12.28
  • nuestras buenas obras y ayuda a otros: … de tales sacrificios se agrada Dios, 13.16
  • la voluntad de Dios que Él desarrolla en nosotros: haciendo Él en vosotros lo que es agradable delante de él por Jesucristo, 13.21.

Ahora, esta última mención de la voluntad de Dios se concuerda con 10.36: “Os es necesaria la paciencia, para que habiendo hecho la voluntad de Dios, obtengáis la promesa”. Cristo hizo la voluntad de Dios:

  • He aquí vengo, oh Dios, para hacer tu voluntad, 10.7,9
  • En esa voluntad somos santificados mediante … Jesucristo, 10.10

Que sea nuestra ambición hacer aquella voluntad también.

“La gracia sea con todos vosotros. Amén”.

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