Notas sobre 1 Corintios (#119)

Notas sobre 1 Corintios

 

William Rodgers

 

Índice

 

Comentarios del traductor

 

Prólogo

 

Introducción a 1 Corintios

1 La epístola en general

Su importancia y alcance

Las epístolas a las siete iglesias

Conexiones con otras asambleas

Doctrinas importantes en la carta

La epístola a la iglesia local

2 La ciudad y su pueblo

El primer párrafo, 1.1 a 9

El contraste con Hechos 2.42

3 Dónde y cuándo se escribió la carta

El informe de la familia de Cloé

La carta escrita a Pablo

A la iglesia de Dios

 

1 Corintios 1 a 4

4 Palabras y expresiones clave

Llamados

El nombre

Toda palabra y ciencia

¿No sabéis?

5 Envanecidos

La división como resultado

Partid al niño, dividáis la tierra

Los dones no aseguran la unidad

6 Cuatro grupos en 1.12

Yo soy de Pablo; libertad

Yo soy de Apolos; elocuencia

Yo soy de Cefas; servidumbre

Yo soy de Cristo; exclusivismo

7 La sabiduría de palabras

La salvación del inconverso

La enseñanza del creyente

1 Corintios 3

Comparación con 2 Timoteo 2 y con Malaquías

 

1 Corintio 5 y 6

8 El fornicario y los tribunales

Las introducciones abruptas

Jueces capítulo 19

Otras comparaciones con Israel

 

1 Corintios 6 a 10

9 Las cosas que no convienen

¿Conviene?

¿Es provechoso?

La importancia del contexto

Nuestra responsabilidad ante Dios

10 El efecto sobre los demás

El resultado en nosotros mismos

El ejemplo del matrimonio

Sin congoja, 7.32

Israel en el desierto

11 Causas de la derrota de Israel

La comida

La adoración

La separación

El sendero

El castigo

 

1 Corintios 11 a 14

12 Las cosas buenas pero abusadas

El provecho

La elegancia excesiva

La cabeza cubierta

13 La cena

Desórdenes

¿Qué es la cena?

14 Los dones

La Trinidad en relación con los dones

Los dones en Romanos 12

Los dones en Efesios 4

Los dones en 1 Corintios 12

El cuerpo como figura de la iglesia

La humildad en el uso de los dones

Cada uno tiene un don

El uso del don propio

15 El ejemplo del cuerpo

Dios prueba en usar los dones

La divinidad de los dones

La lista en 12.8 a 10

Los dones menores

16 Los dones y el camino más excelente

Procurad los dones

El amor como el gran remedio

Cuando venga lo perfecto

17 El abuso de los dones

Reunirse en la iglesia

Las lenguas extrañas

Las profecías

Los indoctos, 14.23,24

 

1 Corintios 15

18 La resurrección

La enseñanza falsa

La estructura del capítulo

Algunos se equivocaron

19 El hecho de la resurrección

¿Cómo resucitarán?

¿Con qué cuerpo?

El lema del creyente, 15.58

 

1 Corintios 16

20 Capítulo 16

La colecta en 1 y 2 Corintios

La familia de Estéfanas

La salutación final

Anatema

Maranata

 

Comentarios del traductor

 

Espero que la lectura de este librito sea para otros el mismo placer y ayuda espiritual que ha sido para mí la tarea de verterlo al castellano. Conviene mencionar que he agregado las notas y citas que figuran al final de algunos capítulos, creyendo que las mismas ayudarán al que desea estudiar el tema a fondo sin dejar el libro para buscar el trozo bajo consideración. También vale notar que en el propio texto se ha tomado la libertad de hacer referencia a la versión Reina-Valera (y otras) y al idioma español, cuando el autor en el original habla más bien de versiones en inglés y de las idiosincrasias de dicha lengua. Sea notorio mi agradecimiento a mis hermanos venezolanos en la común fe que han revisado y mejorado la traducción.

 

D R A
Valencia Venezuela 1976

 

Prólogo

 

Estas notas sobre 1 Corintios fueron escritas para la revista norteamericana Words in Season y publicadas en ésa durante 1937 y 1938. Aparecen ahora en forma de libro, atendiendo la solicitud de muchos que expresaron el deseo de tenerlas todas juntas.

Sin duda ellas dejan entrever su origen debido a una cierta falta de enlace y por algunas repeticiones. No obstante, el lector que no espera de ellas más de lo que son – es decir, “notas” – encontrará sugerencias útiles que le ayudarán en su estudio particular de esta parte importante de la Palabra de Dios.

 

William Rodgers

Omagh, Irlanda del Norte

 

Capítulo 1

 

Aunque es necesario que tengamos un buen conocimiento de toda la Palabra de Dios si uno quiere estar “enteramente preparado para toda buena obra”, 2 Timoteo 3.17, hay ciertas porciones de ella que tienen mayor reclamo de nuestra atención. Esto puede ser porque hayan sido dirigidas más directamente a nosotros, o porque traten de asuntos que tienen que ver con nuestro testimonio particular o en conjunto. Entre las tales porciones 1 Corintios tiene un lugar prominente por muchas razones.

No obstante, hay algunos que quieren despreciar su valor porque la epístola no cuadra con las ideas que tienen. Dicen, entre otras cosas, que “el tiempo para revelar claramente la verdad de la Iglesia no había llegado” cuando la carta fue escrita. Bien podríamos preguntar si tal tiempo llegó en todos los días apostólicos, o si teníamos que esperarlo hasta la aparición de estos nuevos luminarios para descubrir y enseñarnos la verdad en el siglo 20. Veamos algunas razones para considerar esta carta a los corintios como de profunda importancia para nosotros.

Hablamos a veces de “las epístolas a las siete iglesias” y por esta frase casi siempre entendemos las cartas de los capítulos 2 y 3 del Apocalipsis, dirigidas a ciertas asambleas del Asia. Conviene recordar, sin embargo, que hay otra serie de “epístolas a las siete iglesias”. Son aquellas cartas del apóstol Pablo a las iglesias en Roma, Corinto, Galacia, Éfeso, Filipos, Colosas y Tesalónica.

Se dice de aquellas cartas a las iglesias del Asia que en una u otra de ellas se encuentra el germen de todos los males que han azotado al pueblo de Dios tras los siglos desde que las cartas fueron escritas hasta el día de hoy. Con igual razón se puede decir que en las cartas de Pablo a las varias iglesias se encuentra toda doctrina que se relaciona en alguna forma con el desarrollo y el progreso de la Iglesia de Dios, además de toda la dirección necesaria tocante a su orden y testimonio. Por tanto, todas y cada una de ellas son importantes para nosotros.

Pero hay algo en las palabras usadas para dirigir 1 Corintios a sus lectores que le da una prominencia adicional. Mientras todas las demás cartas en el grupo están dirigidas a una cierta ciudad o distrito, es solamente en 1 Corintios donde se añade una cláusula que incluye “a todo creyente en todo lugar”. No puede haber duda de que éste es el sentido de 1.2 que dice “a la iglesia de Dios que está en Corinto … con todos los que en cualquier lugar invocan el nombre de nuestro Señor Jesucristo”.

Además, el hecho de conectar los santos en Corinto con los de otros lugares recibe cierto énfasis y alguna explicación de una serie de alusiones a la doctrina y las prácticas de ciertas iglesias en otras partes, las cuales se notan en varias porciones de esta epístola pero no en otras cartas. Por ejemplo:

Þ En 4.17 Pablo dice: “os he enviado a Timoteo … el cual os recordará mi proceder en Cristo, de la manera que enseño en todas partes”.

Þ En 11.16 él escribe: “si alguno quiere ser contencioso, nosotros no tenemos tal costumbre, ni las iglesias de Dios”.

Þ En 7.17, después de haber dado ciertas instrucciones, añade, “esto ordeno en todas las iglesias”.

Þ En 14.33 les dice que “Dios no es el autor de confusión, sino de paz. Como en todas las iglesias de los santos”.

De estas citas podemos aprender al menos dos lecciones. Una es que el Señor desea que todas las asambleas de su pueblo caminen por el mismo sendero bien marcado y no que cada una tenga el suyo propio. El sendero es, por supuesto, aquel que está trazado en estas y otras epístolas. No es algún arreglo humano hecho para producir una falsa y superficial uniformidad, ni alguna enseñanza difícil de entender y basada meramente en dudosas interpretaciones de los ejemplos levíticos.

La segunda lección es que a ninguna asamblea o grupo de asambleas le ha sido dada autoridad sobre las otras, aunque Dios sí quiere que todas ellas se muevan en armonía. Si se hubiera dado tal autoridad, estas citas en 1 Corintios tendrían la forma de un mandamiento en nombre de aquellas iglesias, en vez de ser, como son, apenas un llamado a los corintios a no andar o conducirse de una forma distinta a las demás.

 

Otra evidencia del valor que 1 Corintios tiene para todos nosotros es que en ella conseguimos lo que se puede llamar el pasaje principal sobre cada una de las verdades que más necesitamos para conocer la voluntad del Señor en nuestros tiempos. Se dice que al estudiar las Escrituras siempre hay dos citas de interés especial en cuanto a cualquier doctrina: la que introduce el tema y la que lo trata a fondo. En cuanto a la importancia de la segunda, al menos, no puede haber duda. Por ejemplo, cuando pensamos en la condición del pecador por naturaleza, nuestras mentes van de una vez a Romanos 3; si es en cuanto a la deidad de Cristo, a Juan 1; y así sucesivamente.

Pero si queremos saber qué dice la Palabra de Dios en cuanto a las divisiones y el sectarismo, o del tribunal de Cristo, o el matrimonio, o cómo el siervo de Dios recibe su sostén, o la cena del Señor, o los dones, o el amor cristiano, o la resurrección de los santos, tendríamos que buscar cada caso en 1 Corintios para encontrar el pasaje que trata el asunto a fondo. Para cada uno de estos temas hay muchas referencias en otras partes, pero es en 1 Corintios donde se esperaría encontrar más.

Sin embargo, la razón principal por la cual esta epístola tiene una importancia especial ya ha sido mencionada. 1 Corintios es la epístola de la iglesia local, así como en Efesios tenemos la epístola de la iglesia universal. Este es su tema fundamental y todo lo demás se introduce con esto en mente o desde este punto de vista. Otras epístolas, como hemos visto ya, también están dirigidas a una u otra iglesia local, pero en la mayoría de ellas se hace poca referencia al orden en la asamblea misma. Una que sí lo trata con cierto detalle es 1 Timoteo, pero ésta no fue escrita a una iglesia sino a un particular. Y 1 Timoteo, aunque figura entre los últimos de los escritos de Pablo, no cambia, ni siquiera añade, a lo que ya se había expuesto en 1 Corintios. Esos principios quedan en pie completos y vigentes.

Que tales principios deben figurar prominentemente hoy día en el ministerio oral y escrito, nadie va a negarlo si ha notado el descuido y la ignorancia que poco a poco está prevaleciendo en aquellos mismos círculos donde, hace una generación, esas mismas verdades eran bien conocidas y apreciadas. Los que en esos tiempos y otros antes de ellos aprendieron los principios divinos en cuanto a la comunión en la iglesia y procuraron llevarlos a cabo, muchas veces tuvieron que pagar caro por sus convicciones y por lo tanto apreciaron tales principios más aun. Hoy, en cambio, se están llenando muchas asambleas viejas con hijos de los que ya son miembros. Muchas veces estos jóvenes son bautizados y recibidos en la comunión como cosa de costumbre después de su conversión; y ellos con frecuencia tienen poco o ningún ejercicio en cuanto a tales asuntos.

La consecuencia es que se encuentra en nuestras reuniones un buen número que no sabe distinguir entre su diestra y su siniestra. Es muy necesario, por lo tanto, que aquellos que sí saben y aprecian lo que Dios nos ha enseñado hagan hincapié en lo posible para instruir a estos jóvenes.

O sea: las verdades expuestas en 1 Corintios deben recibir un lugar prominente en el ministerio porque las condiciones actuales lo exigen.

 

 

Capítulo 2

 

Hemos visto que esta epístola es el libro de divina instrucción sobre la asamblea local. En ella no se expone la verdad al estilo de esos compendios doctrinales que los hombres a veces preparan; ellos, aun cuando su doctrina sea sana, son por regla general tan secos como el polvo.

Como toda la Palabra de Dios, éste es vivo y nuevo. En vez de un mero listado de reglamentos firmes y severos para la vida y las reuniones de la iglesia, encontramos en este libro la aplicación de principios divinos a varios asuntos difíciles y a fracasos que realmente existían en la asamblea corintia cuando se escribió la epístola. Al estudiar estas aplicaciones podemos comprender en alguna forma que no se puede igualar lo que constituye el orden santo, la disciplina santa y la doctrina santa.

Es algo notable que pudieran existir en la iglesia en Corinto los males que la epístola menciona, ya que esta iglesia tenía apenas dos o tres años de fundada. El crecimiento de estas impiedades se debía en parte, sin duda, al carácter del lugar y de la gente. En aquellos días Corinto era una ciudad de importancia, siendo la capital de la provincia de Acaya y la residencia del procónsul romano, Hechos 18.12. Ubicada en el istmo estrecho que une la península peloponesíaca al norte de Grecia, ella naturalmente llegó a ser un gran centro comercial en la ruta entre Roma y el Este. Teniendo dos puertos, Cencrea por el mar Ageo y Lequeo por el mar Jónico, se podría decir que el Este y el Oeste se encontraron en Corinto. Por lo tanto, como era de esperar, los vicios del Este y el Oeste se dieron allá. Por otro lado, sus habitantes eran orgullosos de su “sabiduría”, evidenciada en sus círculos de filosofía y retórica.

En la epístola de Pablo a Tito, capítulo 1, versículos 12 y 13, encontramos la sugerencia de que los creyentes de Creta estaban en el peligro de ser enredados por los mismos males que caracterizaban a sus propios paisanos. De que tal vez era veraz, no se puede conseguir mejor prueba que las epístolas a los corintios, porque allí vemos tomando cuerpo entre los santos las mismas prácticas malas que eran evidentes en su ciudad y en su raza. Es, sin embargo, para nuestro provecho; como consecuencia de este decaimiento rápido y variado (que en otras partes bien pudiera haber tardado al menos una generación), tenemos dos cartas inspiradas, en las cuales el apóstol lo trata, dando así una instrucción que hace falta hoy día también.

 

Al leer del espíritu partidario, las querellas, la mundanalidad, la inmoralidad, la doctrina falsa y la falta de reverencia que había entre ellos, bien podríamos extrañarnos frente al hecho de que el apóstol les llame “iglesia de Dios”. Pero es precisamente esto lo que hace, y ninguna palabra dice en toda la carta para negarles reconocimiento o comunión en su asamblea, como algunos en nuestros tiempos hubieran hecho en circunstancias semejantes.

En cambio, él les alaba tanto en su primer párrafo que al leer sólo los primeros nueve versículos de la epístola, quedaríamos quizás con la impresión que ésta era un iglesia ejemplar. En el 1.2 habla de ellos como “santificados en Cristo Jesús” y “llamados a ser santos”; en el 1.9 les describe como “llamados a la comunión de su Hijo”. En los versículos interpuestos da gracias a Dios por la abundancia de los dones que poseen, y dice que el testimonio de Cristo fue confirmado en ellos y sería confirmado hasta el fin, cuando serán hallados “irreprensibles” en el día de Cristo.

Desprendemos de esto que debemos ver todo el bien posible en el pueblo de Dios, aunque tengamos que condenar ciertas cosas que hacen. Muchos de nosotros cometemos el error de no ver virtud alguna en uno que ha hecho algo que no aprobamos, y desde entonces nada es demasiado serio para atribuirlo a él y ninguna acusación demasiado severa para serle dicha.

 

Sabemos que la carta de Pablo causó profundas impresiones en los corintios, pero ciertamente no hubiera tenido tal resultado si él les hubiera tratado en el espíritu con que algunos suelen tratar sus hermanos errados en el día de hoy. En 2 Corintios leemos de tristeza y arrepentimiento por parte de los corintios pero también leemos de cómo el apóstol les había escrito con muchas lágrimas y gran tristeza de corazón. Si nuestras reprensiones fueran dadas así tendrían mejores resultados de los que suelen tener.

Hay un contraste interesante pero triste entre la condición de cosas en Corinto en aquel entonces y lo que se dice en cuanto a los primeros días de la Iglesia en Hechos 2.42. En Hechos dice que “perseveraban en la doctrina de los apóstoles, en la comunión unos con otros, en el partimiento del pan y en las oraciones”. No sabemos por cuánto tiempo perseveraban en estas cuatro cosas, pero sí sabemos que los corintios, cuando Pablo escribió a ellos, habían empezado a manifestar su fracaso en cada una de ellas.

En cuanto a la constancia en la doctrina, o enseñanza, es evidente que ellos habían comenzado a seguir sus propios maestros, 4.6,15, y tanto anhelaban enseñar ellos mismos que en sus reuniones el uno no permitía al otro terminar y aun las mujeres que estaban entre ellos querían enseñar también, 14.30 a 34. Por cierto, algunos se habían alejado tanto de la doctrina apostólica que ya estaban negando la resurrección, 15.12. Quienes, como hemos visto, habían sido llamados a la comunión con el Hijo de Dios, se encuentran formando partidos (capítulo 1) y altercando entre sí hasta el extremo de llevar sus contiendas a los tribunales paganos (capítulo 6). Por otro lado, ellos permitieron para sí mismos la comunión con los inconversos y aun lo que el apóstol llama “comunión con los demonios”, 10.20 a 27. Poco nos sorprende ver que más adelante él tenía que escribirles en  cuanto al yugo desigual, 2 Corintios 6.14 a 18.

Tocando ya el partimiento del pan, sólo tenemos que leer la última parte del capítulo 11 para ver cómo sus reuniones para esta fin fueron deshonradas  por la conducta de algunas personas de las cuales el apóstol dice que se reunían “no para lo mejor, sino para lo peor”, 11.17, y que no era para comer la cena del Señor, 11.20.

Finalmente, más adelante el mismo capítulo 14 da a entender que en cuanto a las oraciones, la cuarta cosa mencionada en Hechos 2.42, habían fallido también, esta vez debido a la conducta de ciertas mujeres en estas ocasiones.

Hagamos caso, pues, de la advertencia que hay en todo este fracaso que vino no obstante el don y la capacidad que había. Busquemos gracia para perseverar en plena obediencia a las verdades que Dios nos ha enseñado.

 

 

Capítulo 3

 

Vamos a considerar ahora las circunstancias que nos dieron esta epístola tan importante. En la mayoría de las cartas de Pablo encontramos algo que revela dónde y por qué fueron escritas, pero ninguna otra lo expresa tan claramente como 1 Corintios. Según 16.5 a 9 él estaba en Éfeso cuando la redactó, al final de su gran misión de tres años en esa ciudad, cuando realizó quizás la obra más potente que este apóstol vio en su vida.

Vemos en estos versículos también la estación del año cuando escribió; evidentemente fue un poco antes de Pentecostés, considerando que se celebraba la Pascua. Esta sugerencia es de interés en vista de las referencias hechas en el capítulo 5 a los dos antitipos; la pascua y los panes sin levadura. [1]

Fue en estos días cuando Pablo recibió noticias acerca de los corintios, las cuales debieron haberle causado dolor y afectado también sus trabajos en el evangelio. Sabemos que un poco después, cuando él estaba predicando en el pueblo y distrito de Troas, sus labores fueron paradas por completo debido a su preocupación por estos mismos corintios, 2 Corintios 2.12,13. Esto nos demuestra cómo una asamblea en mal estado puede impedir el evangelio en el propio vecindario y también en lugares lejanos.

El 1.11 nos dice que la familia de Cloé le llevó estas nuevas. En la misma oportunidad o poco después llegaron tres conocidos ayudadores, Estéfanas, Fortunato y Acaico, 16.17. Probablemente fue por manos de estos últimos que él recibió una carta de los corintios mismos. La carta contenía preguntas sobre ciertos problemas.

 

Nuestra epístola es el resultado de estas dos cosas: el informe sobre ellos que él había oído y las preguntas que ellos mismos le hicieron. En la mayor parte de la epístola, si no en toda, es relativamente fácil discernir si él está tratando lo que le fue dicho o contestando las preguntas que le fueron formuladas. Sin embargo, tal vez responde las preguntas con base en la información recibida.

Según 1.11, el informe decía que había división entre ellos, y el apóstol trata esto primeramente. Luego en 5.1 dice: “es (de verdad) reportado que hay fornicación entre vosotros” y sigue tratando el asunto. Pero además de estos dos pasajes que hacen mención específica del informe, es evidente que había oído mucho más. Él sabía que ellos estaban introduciendo en los tribunales litigios del uno contra el otro, capítulo 6. Él sabía que estaban aceptando invitaciones a fiestas con los inconversos, capítulo 10. Tenía conocimiento de su comportamiento en la cena del Señor, capítulo 11. Y, sabía que ellos estaban tocando y tolerando una doctrina falsa con respecto a la resurrección, capítulo 15.

Las preguntas formuladas en la carta a Pablo no reciben mención hasta el 7.1 y por lo tanto no podemos esperar respuesta a ninguna de ellas en la primera parte de la epístola. Ellos le preguntaron acerca del cristiano y el matrimonio, acerca de comer carne que había sido usada en fiestas idólatras, acerca del uso y el valor de los dones espirituales y acerca del manejo de la colecta para los santos en Judea. Los cuatro pasajes que tratan estos temas, 7.1, 8.1, 12.1 y 16.1, empiezan todas con la misma frase en el griego y en tres ocasiones es traducida al español con “en cuanto a”.

Viéndolas juntas, sus preguntas cubren mucho terreno. Se puede decir que la primera es una pregunta sobre la vida en el hogar, la segunda sobre la vida pública entre los paganos, la tercera sobre la vida en la asamblea y la cuarta sobre nuestra devoción al Señor, manifestada en la manera de dar. Reuniendo las circunstancias ya mencionadas, tenemos una epístola muy diversificada en sus detalles, pero todos ellos conectados en cierto grado con la asamblea. De esta epístola, pues, podemos granjear algo para guiarnos en toda dificultad o problema que puede presentarse en la esfera de la asamblea.

 

Antes de tratar algunos de estos temas por separado, vamos a dirigir nuestra atención nuevamente al primer párrafo de la epístola. Observamos en nuestro capítulo anterior la solicitud con que él habla a los corintios en aquellos nueve versículos, pero veremos que no era apenas una miel dulce lo que estaba dándoles. Los nueve versículos contienen muchas verdades de importancia, abarcando por un lado su conversión y por otro su recepción por Cristo en su venida. Estas verdades están presentadas de una manera tal que en esta introducción podemos encontrar alusiones a casi todos los temas tratados más adelante en la epístola. [2]

Tomemos por ejemplo la salutación en 1.2: “la iglesia de Dios que está en Corinto, a los santificados en Cristo Jesús, llamados a ser santos”. ¿No es cierto que una comprensión de lo que esto significa hubiera guardado a los corintios de todos los males y errores en los cuales cayeron? Podemos añadir que una consideración de estas mismas palabras significativas guardaría al pueblo de Dios en su testimonio colectivo en el día de hoy también.

Las dos epístolas a los corintios son las únicas en las cuales Pablo se dirige a los santos como a “la iglesia de Dios”. En las cartas a los tesalonicenses tenemos la frase “a la iglesia de los tesalonicenses en Dios Padre y en el Señor Jesucristo”, en Gálatas es sencillamente “a las iglesias de Galacia” y en las demás la palabra “iglesia” no está en la salutación inicial. Haciendo una comparación con las epístolas a los tesalonicenses, podemos sugerir que en ellas él quiere animar aquellos nuevos creyentes en sus grandes tribulaciones, usando una frase que expresa su alto privilegio y seguridad; en cambio, él desea impresionar a los corintios de una vez con la responsabilidad solemne que es suya como miembros de la iglesia de Dios.

Por cierto, esta cuestión de la responsabilidad parece estar por detrás de la expresión “iglesia de Dios” dondequiera que se la encuentre. Por lo regular tiene referencia, como aquí, a la responsabilidad de los que componen la iglesia, pero a veces ella indica la solemne responsabilidad de los que molestan lo que pertenece a Dios. (Véanse 10.32 y 15.9). Debido a esto, el término es muy apropiado para la asamblea local, ya que es en relación con ella que nos corresponden la mayoría de nuestros deberes. [3] 

Sin embargo, si vamos a considerar la frase como apenas una ficha que distingue entre la iglesia universal y la iglesia local, vamos a perder el mensaje encerrado en las palabras “de Dios”. En algunas de las escrituras donde ellas ocurren, el aspecto local no se destaca, si es que está presente. Nos parece lamentable que algunos hayan intentado usar apenas una frase o una palabra para distinguir entre la asamblea local y la iglesia universal cuando todo el Nuevo Testamento hace una diferencia más clara.

En la gran mayoría de las referencias a las dos, la frase no está usada. Además, el uso del término “cuerpo de Cristo” en 12.27, donde claramente se trata del ejercicio de los dones en la iglesia local, y el uso de “iglesia de Dios” en 15.9, donde por cierto a Saulo no le importaba de cuál asamblea eran sus víctimas, deben servir de advertencia para que no vayamos más allá de lo que estos versículos realmente dicen.

 

[1] No es buena vuestra jactancia. ¿No sabéis que un poco de levadura leuda toda la masa?  Limpiaos, pues, de la vieja levadura, para que seáis nueva masa, sin levadura como sois; porque nuestra pascua, que es Cristo, ya fue sacrificada por nosotros. Así que celebremos la fiesta, no con la vieja levadura, ni con la levadura de malicia y de maldad, sino con panes sin levadura, de sinceridad y de verdad, 5.6 a 8

 

[2] Pablo, llamado a ser apóstol de Jesucristo por la voluntad de Dios, y el hermano Sóstenes, a la iglesia de Dios que está en Corinto, a los santificados en Cristo Jesús, llamados a ser santos con todos los que en cualquier lugar invocan el nombre de nuestro Señor Jesucristo, Señor de ellos y nuestro: Gracia y paz a vosotros, de Dios nuestro Padre y del Señor Jesucristo. Gracias doy a mi Dios siempre por vosotros, por la gracia de Dios que os fue dada en Cristo Jesús; porque en todas las cosas fuisteis enriquecidos en él, en toda palabra y en toda ciencia; así como el testimonio acerca de Cristo ha sido confirmado en vosotros, de tal manera que nada os falta en ningún don, esperando la manifestación de nuestro Señor Jesucristo; el cual también os confirmará hasta el fin, para que seáis irreprensibles en el día de nuestro Señor Jesucristo. Fiel es Dios, por el cual fuisteis llamados a la comunión con su Hijo Jesucristo nuestro Señor, 1.1 a 9.

 

[3] No seáis tropiezo ni a judíos, ni a gentiles, ni a la iglesia de Dios, 10.32. No soy digno de ser llamado apóstol, porque perseguí a la iglesia de Dios, 15.9.

Capítulo 4

 

En el capítulo anterior dijimos que en el primer párrafo de la carta, 1.1 a 9, hay referencias y alusiones a la mayoría de los temas tratados en la epístola. Como ejemplo sugerimos que la frase “iglesia de Dios” se usa en 1.2 para hacer hincapié desde el principio en la responsabilidad que pesa sobre los miembros de tal grupo. Podemos ver esto corroborado en el hecho siguiente: que de las ocho veces que esta frase es empleada en el singular en las Escrituras, la mitad de las citas se encuentran en 1 Corintios; 1.2, 10.32, 11,22, 15.9.

Otra es “llamados”, la cual se usa nuevamente en 1.9, “llamados a la comunión de su Hijo”, y en 1.24. Después, viene “mirad, hermanos, vuestra vocación (o llamamiento), que no sois muchos sabios”, y encontramos que el gran resultado de su llamamiento es que ellos se glorían, no en sí mismos ni en sus semejantes (como en 1.12), sino sólo en el Señor. Más adelante, esta misma palabra “llamado” se encuentra siete veces entre 7.18 y 7.24.

Otra palabra en 1.2 que está llena de sugerencias es “nombre”, empleada para indicar nuestra relación con el Señor. Según el versículo, es una señal que identifica el verdadero pueblo de Dios, dondequiera que se encuentre. Ellos “invocan el nombre de nuestro Señor Jesucristo. Señor de ellos y nuestro”. El significado de esto podemos comprenderlo mejor por otras referencias al “nombre” en la epístola. En 6.11 se indica con “el nombre” el gran cambio efectuado cuando estos santos fueron salvos; “habéis sido lavados … santificados … justificados en el nombre del Señor Jesús”.

En 1.10 se encuentra la primera rogativa del apóstol a los corintios (que se libren de las divisiones) y se la hace “por el nombre del Señor Jesucristo”. Y el 5.4 enseña que la disciplina de la asamblea debe ser efectuada “en el nombre de nuestro Señor Jesucristo”.

Por cierto, es muy interesante todo este tema de lo que encierra la relación del pueblo del Señor con su nombre. Citas al respecto se encuentran no sólo en 1 Corintios sino en toda la Palabra de Dios desde Génesis 4.26 en adelante.

Antes de dejar el versículo queremos notar el significado de su cláusula final: “Señor de ellos y nuestro”. Nos hace recordar lo que él va a decir en 1.12 tocante a sus divisiones, y especialmente de aquel partido que proclamaba “yo de Cristo” como si fuera que Cristo perteneciera tan sólo a ellos. No, dice Pablo, Él es Señor para todo cuanto invoca su nombre de verdad.

 

Al pasar a los otros versículos de este párrafo introductorio, vemos que ellos también contienen eslabones con lo que sigue en el cuerpo de la epístola. Hay una mención en 1.5 a 7, por ejemplo, de los dones poseídos por los corintios, y esto trae a la mente la sección que trata el asunto en los capítulos 12 a 14. “En todas estas cosas fuisteis enriquecidos en él en toda palaba y en toda ciencia de tal manera que nada os falta en ningún don, esperando la manifestación de nuestro Señor Jesucristo”.

Observe cuáles son las dos clases de dones mencionadas: “palabra” y “ciencia”. Encontramos ambos nuevamente en 13.1,2, “si yo hablase lenguas humanas y angélicas”, y “si entendiese … toda ciencia”. “Esperando la manifestación” insinúa la misma verdad que se enseña en 13.8 a 12, a saber que los dones en su forma actual serán reemplazados en su venida por algo mayor.

Hay otra conexión evidente en el versículo 8 donde dice “que seáis irreprensibles en el día de nuestro Señor Jesucristo”. Esto se conecta con los capítulos 3 y 4 donde se habla del tribunal de Cristo, Allí, en 3.13, la expresión “el día” se encuentra también haciendo contraste con “el día humano” en 4.3. [4]

Aun otro eslabón es el uso en el versículo 9 de la palabra “comunión” porque hace contraste con las “divisiones” y las “contiendas” mencionadas inmediatamente después en los versículos 10 y 11.

Expresando este asunto de otra manera, se puede deducir de los contrastes ya mencionados que los corintios fracasaron en casi todos los puntos mencionados en los primeros versículos de la carta. Esos creyentes no se habían comportado de acuerdo con sus responsabilidades como “una iglesia de Dios”, o como “santificados en Cristo Jesús”, o como “llamados”, o como asociados con el “nombre”, o como participantes en “la comunión de su Hijo”.

No obstante el hecho de que no faltaban en ningún don, ellos al tenerlos habían perdido el blanco. Su orgullo en usar “toda palabra” había traído los abusos tratados en el capítulo 14. Por el otro lado su “ciencia” no bastó para guardarlos de las enseñanzas falsas tocantes a la resurrección, de las cuales habla en el capítulo 15.

 

Por cierto, este asunto de su sabiduría (su “ciencia”) está tratado en la epístola casi más que cualquier otro tema. Casi en cada capítulo se hace referencia a las limitaciones de su conocimiento y a los abusos y peligros que existían con relación al entendimiento de los corintios. Estas lecciones dadas a ellos nunca fueron más necesarias que en el día de hoy. Es obvio que los corintios se gloriaron mucho en su supuesta sabiduría y por esto el apóstol vuelve repetidas veces a atacarles. A veces él habla en una manera general de lo limitado de su entendimiento y otras veces duda de su conocimiento sobre un tema en particular.

En la ignorancia no hay virtud, pero también es cierto que el conocimiento tiene sus peligros. Uno de estos peligros, por ejemplo, está presentado en 8.1,2, donde el apóstol trata la cuestión de la carne ofrecida a los ídolos y dice, “sabemos que todos tienen conocimiento”. La forma como él se expresa da a entender que está citando o refiriéndose a algo que ellos le habían dicho en la carta que enviaron, y esta idea está apoyada por la corrección que añade seguidamente: “el conocimiento envanece, pero el amor edifica”.

El peligro que nos presenta aquí es el orgullo propio y el remedio es el cuidado en ver que nuestro amor crezca en la misma medida de nuestro conocimiento. Es típico del amor que no tan sólo “edifica”, 8.3, sino que a la vez “no es jactancioso”, 13.4. Para subrayar el punto, él agrega en 8.2,3: “Si alguno se imagina que sabe algo, aún no sabe nada como debe saberlo. Pero si alguno ama a Dios, es conocido por él”.

Otro peligro, mencionado más adelante en el mismo capítulo, es que esta jactancia de conocimiento puede ser una fuente de comportamiento malo para otros. “Si alguno te ve a ti, que tienes conocimiento, sentado a la mesa en lugar de ídolos, la conciencia de aquel que es débil, ¿no será estimulada a comer de lo sacrificado a los ídolos?” 8.10.

Pablo habla de lo inadecuado del conocimiento en general en el capítulo 13 cuando dice: “Aunque tuviese todo conocimiento … y no tengo amor, nada soy”. Así también cuando más adelante él añade: “La ciencia acabará. En parte conocemos … mas cuando venga lo perfecto, entonces lo que es en parte acabará”.

Sin embargo, con mayor frecuencia hace ver a los corintios los límites de su propio conocimiento, cuando trata especialmente las cosas que importan más. Por ejemplo, en 15.34 dice: “Algunos no conocen a Dios, para vergüenza vuestra lo digo”. Y más: tanto en el capítulo 10 como en el 12 él introduce su tema con las palabras, “no quiero que ignoréis”. Su referencia en el primer caso es a las lecciones espirituales que se aprenden en el Antiguo Testamento y en el otro caso a las que se aprenden en el Nuevo.

Un ejemplo más notable aun es la repetición de la expresión, “¿No sabéis?” para hacer hincapié en ciertas verdades importantes y prácticas, las cuales ellos y los demás santos deberían haber conocido. No menos de diez veces él pone esta pregunta en 1 Corintios, aunque casi no se la encuentra en otras partes del Nuevo Testamento. (Una de las diez veces se la traduce en español como, “¿Ignoráis?”)

Debe haber sido algo vergonzoso para los corintios ser preguntados acerca de cosas de las cuales el más sencillo niño en Cristo no debe ignorar, porque estaban poseídos de la sabiduría natural que hacía famosos a los griegos, y también habían recibido de Dios el don del conocimiento. Y, aunque sea igualmente embarazoso para nosotros, debemos hacer frente a las diez preguntas también, recordando a la vez que la verdadera respuesta a cada una se encuentra en nuestra conducta. Aunque contestásemos ligeramente a cada pregunta, “Sí, yo sé eso”, debemos estar seguros si nuestra vida indica que lo sabemos.

La importancia de las preguntas merece un comentario sobre cada una, pero por lo pronto no haremos más que anotarlas, deseando que el lector busque cada una en su propia Biblia.

 

Son:

1 ¿No sabéis que los injustos no heredarán el reino de Dios?               6.9

2 ¿No sabéis que vuestros cuerpos son miembros de Cristo?                6.15

3 ¿No sabéis que el que se une con una ramera es un cuerpo con ella?         6.16

4 ¿Ignoráis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo?              6.19

5 ¿No sabéis que sois templo de Dios
y que el Espíritu de Dios mora en vosotros?                                     3.16

6 ¿No sabéis que un poco de levadura leuda toda la masa?                  5.6

7 ¿No sabéis que los que trabajan en las cosas sagradas
comen del templo?                                                                          9.13

8 ¿No sabéis que los santos han de juzgar al mundo?                          6.2
9 ¿No sabéis que hemos de juzgar a los ángeles?
¿Cuánto más las cosas de esta vida?                                                         6.3

10 ¿No sabéis que los que corren en el estadio, todos a la verdad corren,
pero uno solo lleva el premio?                                                          9.24

 

[4]  Algunas versiones en castellano emplean día en 4.3,4; v.g, la de Pablo Besson: “A mí muy poco me importa ser juzgado de vosotros, o de humano día, ni aun me juzgo a mí mismo”, y la Hispana Americana, que reza en el margen: “A mí me importa muy poco el ser juzgado de vosotros o de día humano, ni aun yo mismo me juzgo”.

 

Capítulo 5

 

Como ya se ha mostrado, encontramos en el primer párrafo de la carta la mayoría de aquellas palabras que por su mucha repetición caracterizan la primera epístola a los corintios. Hay una palabra, sin embargo, que no aparece allí pero tal vez es tan típica como cualquier otra expresión. Es envanecido, que tenemos cinco veces en 1 Corintios además de una vez en que es traducida como saciado. En todos los demás libros del Nuevo Testamento esta palabra se encuentra tan sólo en Colosenses 2.18 donde en español figura como hinchado.

Ya hemos tenido ocasión de citar 1 Corintios 8.1, “el conocimiento envanece”. En Efesios 4.6, 18 y 19 les encontramos “envanecidos”, expli-cando la actitud que tenían entre sí y especialmente su actitud hacia Pablo. Finalmente, en 5.2 ellos estaban “envanecidos”, pero toleraban a un fornicario en su compañía. [5]

Esta condición de envanecimiento, o alabanza hacia sí mismos, estaba detrás de todos sus fracasos como asamblea, porque habrá abundancia de problemas cuando el pueblo de Dios está en tal condición. Desgracia-damente, no tenemos que hacer memoria de aquellos días lejanos para encontrar evidencia de esta verdad. La vemos en las tristes experiencias de algunas asambleas y no muy poco en nuestras propias vidas también.

Un hombre muy sabio dijo una vez: “Ciertamente la sabiduría concebirá contienda”, Proverbios 13.10. Así fue en Corinto, porque su contentamiento propio causó tanto las “contiendas” de 1.10 a 13 como los pleitos de 6.1 a 8. Se ve esto claramente en 4.6 donde leemos que estaban envanecidos el uno hacia el otro; como resultado, había entrado el peligro – aun en esos tiempos – de formar pequeñas sectas. Estas noticias formaron parte del informe que recibió el apóstol sobre ellos y es la parte que trata primero.

El hecho de que lo trate primero es un indicio de la importancia que esto merecía. Había otros asuntos más resaltantes, como el caso del fornicario en el capítulo 5 y los borrachos en la cena del Señor en el capítulo 11. Estos hechos, sin embargo, fueron relativamente fáciles de tratar y pocos versículos bastaron para decir lo que el apóstol quería exponer sobre ellos. En cambio, él se refiere una y otra vez al problema de las divisiones, tanto que este problema caracteriza todo el libro.

Þ En 1.13 se trata el asunto como una afrenta a Cristo y el evangelio: “¿Acaso está dividido Cristo? ¿Fue crucificado Pablo por vosotros? ¿O fuisteis bautizados en el nombre de Pablo?”

Þ En 3.3 se lo presenta como conducta de niños y de la carne, impidiendo el crecimiento de la asamblea: “Habiendo entre vosotros celos, contienda y disensiones, ¿no sois carnales y andáis como hombres?”

Þ En 4.6 Pablo quita de sí y de Apolos toda complicidad en las divisiones y toda responsabilidad para con las mismas: “Esto, hermanos, lo he presentado como ejemplo en mí y en Apolos por amor de vosotros, para que en nosotros aprendáis a no pensar más de lo que está escrito, no sea que por causa de uno, os envanezcáis unos contra otros”.

Þ En 11.18 se ve la cosa levantando su cabeza fea en la misma cena del Señor: “pues en primer lugar, cuando os reunís como iglesia, oigo que hay entre vosotros divisiones, y en parte lo creo”.

Þ Y en 12.25 el cisma está presentado como incomparable con sus deberes como miembros del cuerpo de Cristo: “… para que no haya desavenencia en el cuerpo, sino que los miembros todos se preocupen los unos por los otros”.

Todos estos pasajes contienen mucho para nuestra consideración hoy día. Es tan cierto ahora como en aquel entonces que los partidos y las sectas, con las contiendas y divisiones que traen consigo, deshonran a Cristo, hacen daño al evangelio, impiden la asamblea, y echan a perder aquella reunión más importante cuando los santos se congregan para cumplir el mandato del Señor de “hacer esto en memoria de mí”.

No obstante todo esto y los tristes estragos hechos por las divisiones y contiendas del pueblo de Dios, de los cuales la Iglesia de Dios  es testigo, hay todavía aquellos que tratan el asunto como liviana. Ellos parecen estar dispuestos a derrumbar una asamblea por poca razón, aparte de un esfuerzo de salvaguardar su propia dignidad o imponer su propia voluntad.

 

Por supuesto, en tales casos siempre oímos mucho de su afán de “defender la verdad”, como excusa para todo. Bueno, es correcto defender la verdad, y hay ocasiones cuando es muy necesario hacerlo, aun si uno tiene que cortar los más queridos lazos de amistad y comunión. Pero en esto puede haber una trampa puesta por Satanás para engañarnos. Él a veces nos hace imaginar que estamos guardando la verdad y promoviendo la gloria de Dios cuando en realidad estamos apenas pensando en nuestro propio bien.

Recuerdo que en una conferencia, hace años ya, escuché con mucho interés un discurso cuyo texto fue poco común. El predicador habló sobre las palabras, “Partid por en medio al niño vivo”, 1 Reyes 3.25, las cuales Salomón pronunció cuando tuvo que juzgar entre dos mujeres en cuanto a cuál de ellas era la verdadera madre de la criatura. El hermano hizo la sugerencia que al decir esto Salomón estaba apenas siguiendo el ejemplo de su padre David, quien probó la fidelidad de Mefi-boset con la misma idea, diciendo: “Tú y Siba os dividáis la tierra”, 2 Samuel 19.29. En esa ocasión la lealtad de Mefi-boset quedó manifiesta mientras la de Siba no, cuando el primero dijo: “Dejad que él las tome todas, pues mi Señor el rey ha venido en paz”. Así el corazón de la verdadera madre quedó revelado cuando contestó a Salomón: “Dad a ésta el niño vivo, y no lo matéis”.

Es así aun ahora cuando se clama: “¡Dividamos!” Los fieles quedarán manifiestos por su actitud. Parece que éste es el sentido de lo que se nos presenta en 1 Corintios 11.19 cuando dice que: “Preciso es que entre vosotros hayan disensiones, para que se hagan manifiestos entre vosotros los que son aprobados”.

 

Muy llamativo es el hecho de que la abundancia de dones poseídos por los corintios no bastó para impedir la disensión entre ellos. Al contrario, parece probable que fue entre hombres principales, dotados de dones, que el problema empezó. Cuando Pablo dice en 4.6, lo he presentado como ejemplo en mí y en Apolos por amor de vosotros para que en nosotros aprendáis a no pensar más de lo que está escrito”, parece evidente que él quería decir que aun si ellos se habían aprovechado de los nombres de Apolos y Pablo, los mismos líderes corintios eran los que estaban a la raíz del problema. Y por lo regular es así todavía.

Pero, los dos pasajes sobresalientes en cuanto a los dones espirituales, tanto 1 Corintios 12 como Efesios 4, hacen hincapié en que los dones son para promover la unidad. Véase 1 Corintios 12.25, “para que no haya desavenencia en el cuerpo”, y Efesios 4.11 a 13, él mismo constituyó a unos … a fin de perfeccionar a los santos … hasta que lleguemos a la unidad de la fe”. De modo que los mismos instrumentos destinados a promover la unidad son, por maniobras de Satanás, usados más bien para estorbar este fin.

No queremos dejar el tema, sin embargo, sin comentar que la mejor manera para hacernos reconocer el verdadero pecado que hay en las divisiones es, después de todo, ver los estragos que producen. Debemos estudiar quieta y reverentemente la oración de nuestro Señor en Juan 17 notando que una y otra vez él pide que su pueblo sea uno para que el mundo crea que el Padre le envió. Seguramente, nadie que tenga en su ser amor para su amado Señor estará dispuesto a hacer algo en contra de su voluntad, expresada en aquella oración.

 

[5]   Pero esto, hermanos, lo he presentado como ejemplo en mí y en Apolos por amor de vosotros, para que en nosotros aprendáis a no pensar más de lo que está escrito, no sea que por causa de uno, os envanezcáis unos contra otros, 4.6.  Algunos están envanecidos, como si yo nunca hubiese de ir a vosotros. Pero iré pronto a vosotros, si el Señor quiere, y conoceré, no las palabras, sino el poder de los que andan envanecidos, 4.18,19   Y vosotros estáis envanecidos. ¿No debierais más bien haberos lamentado, para que fuese quitado de en medio de vosotros el que cometió tal acción? 5.2

Capítulo 6

 

Ya hemos estudiado el lugar preeminente dado en toda la epístola a las divisiones que había entre los corintios, a las cuales fuimos introducidos en 1.10 a 13. Vamos a considerar este mismo pasaje desde otro ángulo. Cuando el apóstol escribe, “Cada uno de vosotros dice, yo soy de Pablo, yo soy de Apolos, y yo soy de Cefas y yo de Cristo”, quiere insinuar que los grupos que los corintios habían formado realmente procuraban asociarse con uno u otro de estos grandes nombres para identificar sus propias ideas y sus obras dañinas.

Por supuesto, como ya se mencionó en 4.6, Pablo aclara que ni él ni Apolos estaban asociados con lo que ellos hacían, porque dice: “Esto … lo he presentado como ejemplo en mí y en Apolos por amor de vosotros, para que en nosotros aprendáis a no pensar más de lo que está escrito”. No obstante, esto no anula lo dicho claramente en 1.12, y sólo muestra que, aunque él citaba los nombres que ellos estaban usando, sabía perfectamente bien que los verdaderos fomentadores de la división eran ciertos corintios cuyos nombres no han sido revelados.

Ahora, si está establecido que los diversos partidos estaban procurando tomar tales nombres para sí, se puede preguntar cuáles eran las bases que ellos pensaban tener en cada caso. En otras palabras, ¿qué clase de opiniones o prácticas comunes en Corinto probablemente serían asociados con el nombre de Pablo? ¿Cuáles con el nombre de Apolos? ¿Cuáles con Cefas? ¿Y Cristo? Si podemos determinar esto tendremos en nuestras manos una llave que abre mucho, no sólo en la primera carta sino también en la segunda.

 

¿Qué, pues, se podría esperar encon-trar en un partido cuyos miembros decían: “Yo soy de Pablo”? Para poder contestar mejor, vamos a hacernos otra pregunta: ¿De qué manera se desta-caron su predicación y conducta entre las de otros grandes de aquellos días? A estas se pueden dar varias respuestas, pero creo que lo que más se destacó en la opinión de los contemporáneos de Pablo sería la claridad con que él apreció y ministró la libertad que el creyente gozo de la ley de Moisés. No es que los demás apóstoles estaban en desacuerdo con él en este asunto, porque sabemos por Hechos 15 que tal no era el caso. Pero ningún otro se expresó sobre el tema con tanta fuerza como Pablo. Decía: “Habéis muerto a la ley mediante el cuerpo de Cristo” y “Estamos libres de la ley por haber muerto para aquella en que estábamos sujetos”, Romanos 7.4 a 6.

Bien podemos imaginar un santo inteligente decir, al oír a Pablo: “Me gusta la manera tan clara como él expone nuestra libertad de la ley. ¡Ninguno de los demás predicadores la explica con tanta claridad!” Hablar así sería muy natural y en ninguna manera digno de crítica; pero si había aquellos en Corinto que buscaban una excusa para una vida descuidada, bien podrían ellos interponer: “Sí, a mí también me gusta cómo Pablo enseña; él hace resaltar mi libertad como creyente. Yo soy de Pablo en esto”.

Encontramos hacia el centro de la epístola una larga sección que trata de este tipo de persona. La exposición ocupa varios capítulos y habla de varios temas, pero un solo punto de vista está presente en todo. Es este: por encima de la legitimidad de cualquier conducta, hay que examinar si la acción convine o es provechosa. La sección empieza en 6.12 con las palabras: “Todas las cosas me son lícitas, mas yo no me dejaré dominar de ninguna”. Y, poco antes de que esta parte termine en 11.1 se repite la misma declaración, palabra por palabra, en 10.23.

En toda la sección podemos apreciar cuán descuidadas eran las opiniones de algunos en Corinto en cuanto a qué era la libertad cristiana. No obstante, si estos mismos hubiesen sido contradichos en cuanto a sus prácticas, a lo mejor habrían protestado que estaban tan sólo gozando de la libertad que Pablo les había enseñado. “Estamos libres de la ley”, habrían dicho, “y hacemos lo que queramos, iremos adonde queramos y comeremos que queramos”.

 

En vista de que deseamos tratar esta sección más a fondo en otro capítulo, la dejaremos por el momento y pasaremos ahora al segundo de los grupos de 1.12. Éstos querían jactarse de ser seguidores de Apolos, un hombre de quien sabemos poco excepto lo que está dicho en Hechos 18.24 a 28. Allí aprendemos que era lo que llaman un hombre bien completo: conocía las Escrituras (v. 24), tenía celo, valor y diligencia (vv 25,26) y había aprendido pero a la vez estaba dispuesto a ser enseñado, aun por unos relativamente desconocidos como Aquila y Priscila (v. 26).

Junto con estas cualidades (que, por supuesto, caracterizaban a Pablo tanto como a Apolos) encontramos que Apolos tenía otra; era hombre elocuente. En esto, quizás él tenía un lugar especial entre los predicadores de su tiempo, porque la frase no está usada en cuanto a ningún otro. Sabemos que las opiniones expresadas acerca de Pablo sobre esta característica no eran favorables; 2 Corintios 10.10.

Entonces, al llegar a conocer algunos en Corinto que ponían demasiado valor sobre las facultades humanas, bien sea en el ministerio al pueblo de Dios o en la predicación del evangelio al inconverso, no nos sorprendería que nos dijesen: “Nosotros somos de Apolos”. Que había tales es muy claro al leer los primeros capítulos de 1 Corintios. Veamos por ejemplo la última parte del capítulo 1 y los capítulos 2 a 4. En estos el apóstol advierte a los tales que la sabiduría de palabra no puede reemplazar la predicación de Cristo crucificado, efectuada en el poder del Espíritu. Él enseña que la capacidad humana, del ojo, del oído y del corazón no es la manera divina de aprender las cosas profundas de Dios, 2.9,10.

 

En cuanto al tercer grupo en 1.12 no tenemos que decir mucho. Ellos decían que eran de Cefas, o Pedro. Es generalmente reconocido que son aquellos que en algunas otras partes se llaman de la circuncisión. Ellos estaban completamente opuestos al “partido de Pablo” porque querían guardar a los santos bajo la servidumbre de la ley. Al principio su doctrina era “si no os circuncidáis, no podéis ser salvos”, pero después de la confrontación de Hechos 15 tenían que modificar su línea. Ya estaban enseñando a sus oyentes, como los gálatas, que la fe en Cristo bastaba para empezar pero la perfección se lograba sólo al guardar la ley, Gálatas 3.2,3.

En lugares tales como Corinto, donde esto probablemente no les ganaría muchos seguidores, ellos intentaban usar otro ataque; menospreciaban a Pablo en lo posible, negando su apostolado, etc. Es esta clase de ataque que encontramos en los primeros versículos del capítulo 9 y otra vez en los capítulos 10 a 12 de 2 Corintios.

 

El último de los cuatro partidos del 1.12 es el “yo de Cristo”. Su lema suena como el mejor, pero indiscutiblemente es en realidad el peor de todos. Es evidente que ellos se decían ser de Cristo en alguna manera exclusiva que no aceptaba a los demás. Probablemente daban a entender que no iban a recibir enseñanza de un mero apóstol. Como ya hemos indicado, parece haber una reprimenda para ellos en 1.2: Señor de ellos y nuestro”.

No hay mucho más en 1 Corintios que se puede atribuir directamente a ellos, excepto quizás “si alguno quiere ser contencioso” en 11.16 y “¿Acaso ha salido de vosotros la palabra de Dios, o sólo a vosotros ha llegado?”, 14.36, porque estas citas sugieren una falta de sujeción a la autoridad apostólica.

Sin embargo, en 2 Corintios 10 el apóstol habla de una manera muy severa a “algunos que nos tienen como si anduviésemos según la carne”, y él sigue diciendo en 10.7: “Si alguno está persuadido en sí mismo que es de Cristo, esto también piense de por sí mismo, que como él es de Cristo así también nosotros somos de Cristo”. Aquí él identifica los malhechores rebeldes quienes hablan con aquellos en la primera carta que dijeron, “Yo soy de Cristo”, y al hacerlo nos deja ver cuán dañinos eran los credos de ese partido.

 

De modo que hemos visto en la asamblea corintia la existencia de al menos cuatro influencias malas para desviar a los santos, o quizás se podría decir que eran cuatro partidos abiertamente divididos el uno del otro. Todos cuatro tienen sus equivalentes hoy también. Lamentablemente tenemos entre nosotros:

Þ aquellos para quienes la libertad en Cristo es licencia para vivir descuidadamente

Þ aquellos para quienes la elocuencia, la sabiduría y los talentos humanos son todo lo que vale

Þ aquellos que nos mantendrían atados a reglamentos, aun en parte reglamentos de hombres

Þ aquellos cuya independencia es tan extensa que ellos no quieren oír el consejo o instrucción de nadie.

Y, dispuestos usar cualquiera de estos conceptos para lograr sus fines propios, ellos aspiran a responsabilidades y prominencia, cueste lo que costare al pueblo de Dios, aun sus dificultades y divisiones.

 

Capítulo 7

 

Cuando estudiamos las características que encontramos en cada uno de los grupos que proclamaba “Yo soy de …” en 1.12 hicimos la sugerencia que la pretensión “Yo soy de Apolos” sería la de aquellos que tenían en demasiada estima la instrucción humana y la elocuencia. El apóstol trata con los tales seguidamente y lo que dice ocupa casi completamente los primeros cuatro capítulos de la epístola.

La importancia dada en la carta a este asunto puede darnos a entender que era una debilidad general entre los santos en Corinto; sin duda insinúa también que él lo consideraba un error grave. Era una característica común entre los griegos, quienes en aquella época estaban más adelantados que cualquier otra nación en lo que tocaba la “sabiduría”, tanto en palabras como en ideas; y también entre los santos, dotados en manera especial de “toda palabra y ciencia”.

En estos primeros cuatro capítulos Pablo les señala su equivocación al esperar resultados espirituales producidos por estos medios. Les explica que esta “excelencia de palabras o de sabiduría”

Þ no salva a las almas, capítulos 1 y 2

Þ no instruye a los santos en las cosas de Dios, capítulo 2

Þ no contribuye a la edificación de la asamblea, capítulo 3

Þ no es una manera aceptable para cumplir con nuestra mayordomía, capítulo 4

Así la lección consiste en cuatro secciones y cada una de ellas es tan necesaria en nuestros tiempos como en cualquier otro.

 

Primero, veamos brevemente lo que él dice en cuanto a cómo el pecador se salva. En 1.17 afirma que su propia predicación no era “con sabiduría de palabras” y en 2.24 que no fue “con palabras persuasivas de humana sabiduría”. En cada afirmación señala una razón por no haber usado semejante método; en 1.17 es porque se habría hecho vana la cruz de Cristo, y en 2.4 es que hubiera producido unos convertidos cuya fe estaría fundada en la sabiduría de hombres en vez del poder de Dios.

En otras palabras, el doble resultado de confiar en la astucia y elocuencia humana en la predicación del evangelio es que (i) se roba la cruz de su gloria, y (ii) se consiguen seguidores quienes no han experimentado un nuevo nacimiento. Es triste pero cierto que éste es el carácter de la supuesta evangelización en nuestros días y que los convertidos, hechos por hombres, están introducidos en las asambleas. Esto resulta un problema para los santos verdaderos y la perdición eterna de los falsos. Si hubiera más de la “debilidad y mucho temor y temblor” de Pablo en este sentido, sería mejor para todos.

 

El segundo punto que el apóstol destaca es que la sabiduría humana tampoco es eficaz en la enseñanza de los santos. El conocimiento de las cosas terrenales se obtiene por medio de lo que el ojo puede ver y el oído puede oír, y por lo que la mente puede discernir correctamente entre todo esto. Así la diferencia entre el hombre sabio y el necio es que el primero emplea sus facultades mejor que el segundo. Como las Escrituras dicen: “El sabio tiene sus ojos en su cabeza, mas el necio anda en tinieblas”, Eclesiastés 2.14. Sí, dice Pablo, pero no se gana así el entendimiento espiritual. “Cosas que el ojo no vio, ni el oído oyó, ni han subido en el corazón del hombre, son las que Dios ha preparado para los que le aman”, 2.9,10.

El modo de expresión empleado aquí trae a la mente el lenguaje del libro de Job, donde Elifaz parlotea sobre “yo he visto” en 5.3, 4.8, 15.17. Bildad se ocupa en lo que él ha aprendido de los antiguos, 8.8 a 13, y Zofar basa sus razonamientos en las ideas de su propia mente, 20.2,3. Cuando todos tres ya han fracasado en su intento de instruir a Job, Eliú les explica correctamente el porqué, diciendo: “Los días hablarán y la muchedumbre de años declarará sabiduría. Ciertamente espíritu hay en el hombre y el soplo del Omnipotente le hace que entiende”, 32.7,8. Es de interés observar que Pablo aparentemente tiene este libro de Job en mente, ya que lo cita en 1 Corintios 3.19 cuando dice: “El prende a los sabios en su sabiduría”.

Aun las mismas palabras empleadas para comunicar la verdad a los demás deberían ser dadas por el Espíritu, según dice 2.13, pero esto no es todo. Puede ser que el que enseña posee buen conocimiento espiritual, y que está confiando en el Espíritu para guiarle, pero si el oyente es un “natural” (2.24, un inconverso) o un “carnal” (3.1 a 3, un salvo que no está en buena condición espiritual), el mensaje le dará poco o nada. Esta falta de discernimiento es muy evidente hoy y es la razón porque se busca el ministerio a la mente mientras se aprecia poco el ministerio espiritual.

 

El tercer punto que Pablo expone sigue bien al segundo. Es que el ministerio no espiritual, por inteligente que sea, no edificará la asamblea de Dios. Él trata esto en el capítulo 3, en un pasaje que por regla general se estudia desconectado de los demás, como para exposiciones sobre el tribunal de Cristo. Ciertamente no se puede dudar de que sea apropiado para este tema y dijimos en el capítulo anterior que es el pasaje principal al respecto.

Pero ningún pasaje de la Palabra de Dios pierde valor cuando el lector tiene en mente al leerlo cuál sea su contexto. Haciendo esto nos guardamos de aplicar el pasaje a asuntos con los cuales no tiene relación alguna, pero a la vez no nos impedimos en dar a sus principios la explicación más amplia que se puede. Es más, el contexto iluminará el pasaje mismo y revelará bellezas que de otro modo no veremos.

Así es que al descubrir que en 1 Corintios 3 se introduce el tema del tribunal de Cristo como relacionado con los maestros y las enseñanzas en una asamblea local, no seremos impedidos en aplicar a todo aspecto de nuestro servicio para el Señor los principios que allí se exponen. Es decir, se puede aplicar estos principios a cada aspecto de nuestras vidas como hombres y mujeres salvos. Al fin y al cabo, ¿qué parte de nuestro ser se podría considerar como libre del deber de servir al Señor?

Por otro lado, vemos enlaces con otras partes de las Escrituras que tratan temas parecidos. Por ejemplo, notemos que en 1 Corintios y en 2 Timoteo se presenta:

1 Corintios

Þ un fundamento puesto, 3.11

Þ edificadores buenos y malos, 3.5,12

Þ las obras de una clase de edificadores son como el oro, la plata y las piedras preciosas, pero las de otra como madera, heno y hojarasca, 3.12

Þ algunos destruyen en vez de edificar, 3.17

2 Timoteo

Þ el fundamento de Dios firme, 2.19

Þ edificadores buenos, 2.2,15, y malos, 2.16,17

Þ un contraste entre los utensilios, empleando metáforas como el oro,       la plata y la madera, 2.20

Þ el trastorno de todo lo que se puede trastornar, 2.20

Se ve mucho de parecido entre los dos capítulos, aunque el segundo trata, por supuesto, una escena posterior y más descompuesta que el primero.

 

Otra escritura que se presenta para comparación con 1 Corintios 3 la encontramos en Malaquías, donde también leemos de buenos maestros y buena enseñanza al principio, 2.6,7, pero más adelante son malos, 2.8 a 12. Siguiendo esto, tenemos el día venidero de prueba a fuego, 3.2, en el cual durarán el oro y la plata genuinos, 3.3. Las palabras en 3.6, “yo no cambio … por esto … no habéis sido consumidos”, presentan un pensamiento parecido a 1 Corintios 3.5, “salvo, aunque así como por fuego”.

La experiencia en Malaquías 1.7 a 14, donde Dios juzga los que deshonraron su templo, se conecta con 1 Corintios 3.16,17; por cierto, el uso de la expresión “la mesa de Jehová” nos hace recordar que el resultado de la falta de espiritualidad en los tiempos de Malaquías era del mismo carácter que la de la iglesia en Corinto. En ambos había:

Þ la mesa del Señor profanada, Malaquías 1.12,
1 Corintios 10.21, 11.20 a 22

Þ los hermanos oprimidos, Malaquías 3.5, 1 Corintios 6.8

Þ el enlace matrimonial violado, Malaquías 2.14, 3.5,
1 Corintios 5.1, 6.15 a 18

Þ una asociación con los paganos, Malaquías 2.11,
1 Corintios 10.27, 2 Corintios 6.14

 

De esta lección de cuatro secciones que el apóstol les da sobre la confianza en la elocuencia y la sabiduría para lograr resultados en la obra de Cristo, el punto final está presentado en el capítulo 4. La enseñanza es que el predicador es un mayordomo de Dios y por lo tanto es responsable a su Maestro y no a los hombres. Por esto, él no debe emplear el conocimiento de este mundo para ganar la aprobación de santo o pecador. Su afán debería ser más bien la fidelidad que merecerá en el día venidero la aprobación de su Señor, quien “aclarará lo oculto de las tinieblas y manifestará las intenciones de los corazones, y entonces cada uno recibirá su alabanza de Dios”, 4.5.

Capítulo 8

 

Hemos visto brevemente los primeros cuatro capítulos de la epístola con el fin de señalar que al escribirlos Pablo tenía en mente aquellos que acostumbraban dar un valor excesivo a los talentos humanos. Entre los tales había sin duda algunos corintios que decían: “Yo soy de Apolos”. Entonces, hemos dirigido su atención a ciertos enlaces entre los capítulos mismos y otras porciones de las Escrituras.

Proponemos examinar ahora de una manera similar otra sección grande de la carta apostólica. A ella nos hemos referido ya; va desde 6.12 hasta 11.1. Lo que trata y la manera cómo lo hace dan a entender que el autor está pensando en aquellos que habían sobrepasado de una u otra manera los límites de la libertad cristiana.

Ya hemos notado que entre las tales personas probablemente se encontrarían las que profesaban ser seguidores de Pablo mismo. Por lo tanto, es algo notable que en el versículo final de la sección, después de aludir a cuáles eran sus propias prácticas, él concluye con las palabras: “Sed imitadores de mí, así como yo de Cristo”, 11.1. Sin embargo, ya había hablado en este sentido al final de la sección que hemos considerado. Es decir, en 4.14,15 les recuerda que él es su padre en la fe y en 4.16 agrega: “Os ruego que me imitéis”. El v.17 aclara lo que quiere decir por esto. No es una mera afiliación al “partido paulino” sino una imitación de su “proceder en Cristo”. [6]

 

Quizás no debemos escudriñar la porción que tenemos en mente sin primero hacer caso de la que está entre ella y la otra que ya estudiamos. Veamos entonces 5.1 a 6.11. Habiendo tratado lo que podemos llamar el aparte No. 1 del reporte “informado … por los de Cloé”, ahora el apóstol introduce el aparte No. 2, que es la cuestión del fornicario en esa congregación. Luego, el tercero, las demandas del uno contra el otro delante de los tribunales paganos.

Un punto sobresaliente es la introducción tan abrupta a los respectivos temas, tanto en el 5.1 como en el 6.1. Esto se nota especialmente en el primer caso, donde él arranca con: “De cierto se oye que hay entre vosotros fornicación y tal fornicación cual ni aun se nombra entre los gentiles … y vosotros estáis envanecidos”.

Por supuesto, las palabras al fin de la cita sirven de enlace con lo que va antes; nos acordamos de las tres veces cuando él señala en el capítulo 4 que ellos estaban envanecidos, 4.6,18,19. La vuelta a este punto en 5.2 nos da a pensar que él introduce la acusación de 5.1 tan de repente para acuchillar el globo de su orgullo propio en la esperanza de romperlo repentinamente. “Hay”, dice, “esta cosa tan terrible entre ustedes y no obstante se quedan insolentes cuando deberían estar lamentando”.

La expresión, “¿osa alguno?” en 6.1 lleva la misma idea. Por cierto, la conexión de ambos con el capítulo 4 es quizás más directa todavía. Aquí tenemos unos corintios que se habían manifestado incapaces hasta ahora para juzgar un caso terrible de inmoralidad en su propio círculo e incapaces también para juzgar las pequeñas contiendas entre ellos mismos, llevando las tales a los tribunales de los inconversos. Con todo y esto, vemos en el 4.3 que ellos se consideraban en condiciones de juzgar al apóstol mismo. ¿Puede el orgullo propio llegar a peor extremo?

La repugnancia indicada en la exclamación abrupta con la cual abre el capítulo 5 sirve para recordarnos de una exclamación algo parecida de parte de los israelitas. Nos referimos a Jueces 19.30 cuando el pueblo supo de la atrocidad realizada en Gabaa contra el levita y su concubina. Dijeron: “Jamás se ha hecho ni visto tal cosa … hasta hoy”. Quizás fue cierto que no había tal cosa antes entre ellos, pero lo que se hizo públicamente en esa ocasión fue el fruto de un enfrentamiento general por parte de la nación. Antes de que las tribus arreglasen el asunto, Dios tuvo que juzgarlo.

Aun entre el horror de la sorpresa expresada en Jueces 19.30 y los pasos tomados de inmediato “como un solo hombre”, 20.1,8,11, para hacer frente a la cosa, hubo derrota en el campo de batalla. En Corinto la condición decaída de la asamblea en general fue sin duda una causa de esta desgracia pública y a la vez una causa de su incapacidad de juzgarla cuando les cayó encima.

La comparación que hemos hecho con un relato en Jueces es apenas una de las que se podría hacer entre la historia de Israel recién llegado a la tierra por un lado y por otro lado la historia de la Iglesia primitiva en general y la de Corinto en particular.

Þ El relato de Acán y su codicia, con sus resultados tan terribles para él, tiene su contraparte en el relato de Ananías y Safira y su horrible suerte.

Þ La historia de los gabaonitas y las maquinaciones que usaron para lograr entremezclarse con el pueblo de Dios nos hace recordar las palabras de Judas 4: “algunos hombres han entrado encubiertamente”.

Þ La pugnacidad de algunas de las tribus acerca de sus herencias y sus posiciones, Josué 17, Jueces 8, quizás puede ser comparada con 1 Corin-tios 6.

Þ La amistad con otras naciones y la imitación de sus obras, Salmo 106.34,35, en vez de seguir por la senda divina de la separación, son parecidas a la tendencia de los corintios, quienes querían ir a las fiestas al ser invitados, 10.27. El resultado fue que les era necesaria la advertencia de 2 Corintios 6.14 de no unirse en yugo desigual con los incrédulos.

 

Habiendo alargado estos comentarios, dejaremos para otros capítulos lo que tenemos en mente sobre la sección importante de la epístola que empieza con 6.12. Veremos que, como sus primeras palabras sugieren, la sección podría ser encabezada: “Las cosas que no convienen”.

 

[6]  No escribo esto para avergonzaros, sino para amonestaros como a hijos míos amados. Porque aunque tengáis diez mil ayos en Cristo, no tendréis muchos padres; pues en Cristo Jesús yo os engendré por medio del evangelio. Por tanto, os ruego que me imitéis. Por esto mismo os he enviado a Timoteo, que es mi hijo amado y fiel en el Señor, el cual os recordará mi proceder en Cristo, de la manera que enseño en todas partes y en todas las iglesias, 1 Corintios 4.14 a 17.

 

Capítulo 9

 

Hemos dicho que la sección en el centro de 1 Corintios, desde 6.12 hasta 11.1, puede ser titulada, “Las cosas que no convienen”. Su primer versículo dice: “Todas las cosas son lícitas, mas no todas convienen”, y esto se repite hacia el final en 10.23. Como ya se mencionó, la sección trata varios asuntos y siempre desde el punto de vista de que nuestra conducta debe ser regulada, no con preguntar, “¿Es lícita?” sino también, “¿Es provechosa?”

En los dos capítulos anteriores, el apóstol trata sobre cosas que por su propia naturaleza son de un todo incorrectas. En el capítulo 11, que sigue, él vuelve a cosas también muy malas. En esta sección habla de cuestiones que en sí no son necesariamente buenas o malas, pero que en ciertas circunstancias pueden ser ilícitas debido a su efecto sobre nosotros u otros.

El tema es importante y debería ser puesto delante de nosotros a menudo, ya que sobre estas cuestiones algunos creyentes tienen opiniones que no son ni sanas ni claras. Ellos entienden que por un lado hay cosas que debemos hacer porque son correctas y por otro lado cosas no debemos hacer porque son malas o Dios las prohíbe.

Estos hermanos creen, sin embargo, que entre los dos grupos hay otro mucho más amplio que se compone de cosas ni correctas ni incorrectas en sí y por lo tanto uno puede hacer lo que le plazca. Este pensamiento no encuentra ningún apoyo en esta parte de 1 Corintios, ya que no podemos hacer, decir o pensar nada sin ponerlo a la doble prueba:

¿conviene?

¿es provechoso?

En esta sección de la epístola el apóstol no sólo destaca un número de asuntos, grandes y pequeños, a los cuales se puede aplicar la prueba de su utilidad. Él da también varias sugerencias en cuanto a factores que uno puede considerar para su ayuda en llegar a una decisión correcta.

 

Antes de examinarlas, veremos más de cerca los dos versículos tan parecidos que ya mencionamos: 6.12 y 10.23. [7] Ellos expresan los principios fundamentales de toda la sección. Cuatro veces – dos en cada uno de los versículos – él dice que todo le es lícito. Quizás está repitiendo un dicho corriente entre los corintios o quizás tomó la frase de la carta que le escribieron. Por cierto, puede ser que ellos estaban repitiendo algo que él les había dicho en alguna ocasión anterior; separándolas de su contexto, tales palabras pueden dar a entender algo muy diferente a lo que él había propuesto.

Cuando nosotros sacamos un pasaje de su contexto, podemos causar que un hombre, o las Escrituras mismas, digan algo muy torcido. De esto no hay mejor ejemplo que las dos veces en esta misma epístola que Pablo dice: “Todo es vuestro”, 3.21,22. El contexto (o sea, lo que va antes y/o después) indica claramente que quería decir que Dios arregla todo para el bien y la bendición de ellos. Sacando la frase de su contexto uno podría usarla en una forma tan incorrecta como la de “todo es lícito” que ya hemos estudiado. Un ladrón, por ejemplo, podría robar la cartera de su prójimo y luego justificarse, diciendo: “¿pero, no dice Pablo en las Escrituras que todo es vuestro? Estoy apenas apropiándome de los mío”.

En los dos versículos que estamos estudiando, 6.12, 10.23, el apóstol pone los debidos límites al dicho que no todo es lícito. Primero, él añade que no todo conviene. Luego, cuando vuelve a decir en cada versículo que todo es lícito, pone el ejemplo de algo que quizás no conviene o no es provechoso.  En 6.12 agrega, “no me dejaré dominar de ninguna”, y en 10.23 agrega, “no todo edifica”. (El contexto muestra que no todo edifica a los demás). Así, la cuestión de la utilidad o el provecho se divide en dos partes. Según el primer versículo una cosa puede carecer de justificación debido a su efecto sobre mí mismo. Según el otro versículo puede que no convenga a causa de su efecto sobre otros – no sólo mis hermanos sino los inconversos también, como se indica al final del capítulo 10 de la carta.

Hay, sin embargo, el tercer aspecto que es más importante aun. Es aquello que nos proponemos hacer, ¿cómo concuerda con nuestra responsabilidad? El escritor, como ya hemos dicho, hace varias sugerencias en estos capítulos sobre cómo y por qué ciertas cosas pueden carecer de justificación pero todas ellas caen en una u otra a de estas tres clases: el efecto sobre nosotros mismos, el efecto sobre otros y nuestra responsabilidad delante de Dios. Tomemos el último primero. ¿Cómo introduce el apóstol nuestra relación con Dios como factor decisivo en cuanto a si ciertas cosas convienen o no? Lo hace recordándonos dos veces, 6.20, 7,23 [8] que hemos sido “comprados por precio”. En el primero agrega, “glorificad, pues, a Dios en nuestro cuerpo” y en el segundo “no os hagáis esclavos de los hombres”.

El Señor nos ha comprado y somos suyos. Nuestra fuerza es suya. Nuestro dinero es suyo. Nuestro tiempo es suyo. Por lo tanto, cualquier hecho que implica el empleo de la fuerza, del dinero o del tiempo sólo para fines propios no conviene y no debe ser realizado. Es decir:

Þ Si del vigor de mi cuerpo y la capacidad de mi mente son del Señor, no voy a dejarme ser esclavizado a propósito por los hombres: “… no me dejaré dominar de ninguno”.

Þ Si mi dinero es del Señor voy a sentir la responsabilidad de las necesidades de su obra y obreros. “Si nosotros sembramos entre vosotros lo espiritual, ¿es gran cosa si segáremos de vosotros lo material? ¿Si otros participan de este derecho sobre vosotros, cuanto más nosotros? Pero no hemos usado de este derecho, sino que lo soportamos todo, por no poner ningún obstáculo al evangelio de Cristo. ¿No sabéis que los que trabajan en las cosas sagradas comen del templo, y que los que sirven al altar, del altar participan? Así también ordenó el Señor a los que anuncian el evangelio, que vivan del evangelio”, 9.11 a 14.

Þ Si Él es dueño de mi tiempo, voy a tomar a pecho la advertencia que, “Esto digo hermanos, que el tiempo es corto”, y lo no voy a malgastar en tonterías y la gratificación propia. “Resta, pues … que los que lloran, como que si no llorasen; y los que se alegran, como si no se alegrasen; y los que compran, como si no poseyesen; y los que disfrutan de este mundo, como si no lo disfrutasen; porque la apariencia de este mundo se pasa”, 7.20 a 31.

Nuestro servicio verdadero para el Señor está envuelto en el mandato del 6.20, citado arriba: “Glorificad, pues, a Dios en vuestro cuerpo”, y es interesante notar que se introduce el mismo pensamiento nuevamente en 10.31: “Hacedlo todo para la gloria de Dios”. Según 1.31 la salvación fue hecha nuestra de manera tal que toda la gloria sea al Señor; así, de estos y otros pasajes aprendemos que nuestro comportamiento posterior debe ser tal que resulte en gloria para Él también.

Estas palabras de 10.31 hacen énfasis sobre lo que hemos dicho en cuanto a nuestra responsabilidad en cosas que en sí no son ni buenas ni malas. El comer y el beber son, por supuesto, de este carácter, pero es en cuanto a ellos que se da la regla. Además, la frase “o hacéis otra cosa” nos recuerda que todo lo que hacemos está a su alcance. Es claro pues que una comprensión correcta de qué abarca nuestra relación con Dios nos guardará de hacer muchas cosas que en un sentido son lícitas pero en verdad  no convienen para aquellos que han resuelto servirle de corazón.

 

[7]  Todas las cosas me son lícitas, mas no todas convienen; todas las cosas me son lícitas, mas yo no me dejaré dominar de ninguna, 6.12. Todo me es lícito, pero no todo conviene, 10.23

 

[8]  Habéis sido comprados por precio; glorificad, pues, a Dios en vuestro cuerpo y en vuestro espíritu, los cuales son de Dios, 6.20. Por precio fuisteis comprados; no os hagáis esclavos de hombres, 7.23

 

Capítulo 10

 

Vamos a considerar ahora el segundo aspecto del asunto de las cosas que son legítimas pero que no convienen. Se dan varios ejemplos en estos capítulos; a saber:

Þ  Nuestra responsabilidad hacia nuestros familiares; capítulo 7

Þ  Nuestra responsabilidad hacia los hermanos débiles; capítulo 8

Þ  Nuestra responsabilidad hacia los que dan todo su tiempo a la obra del evangelio; capítulo 9

Þ  Nuestra responsabilidad hacia los inconversos en general; capítulo 10

Sin embargo, mucho de lo que se dice es aplicable en todos los casos y en general se puede resumirlo en dos mandatos: el uno negativo y el otro positivo. Son:

Þ  No haga nada que puede hacer tropezar a otros.

Þ  Haga todo lo que está en su poder para el bien espiritual de los que están alrededor.

 

El segundo de estos es lo que el apóstol tiene en mente en las palabras finales de 10.23, uno de los versículos clave de la sección. Al lado de “no todo conviene” él agrega “no todo edifica”. Luego, para dejar bien claro lo que quiere decir por esto, añade: “ninguno busque su propio bien sino el de otro”. Esta exhortación merece amplia aplicación, porque da a entender cuál es la responsabilidad que pesa sobre cada uno de nosotros. No son apenas los predicadores, o los que poseen algún don muy especial, sino todos los que nombran el nombre del Señor Jesucristo, quienes deben buscar el bien espiritual de sus parientes, del pueblo de Dios, de los inconversos y de todos cuantos lleguen a conocer. Ningún hijo de Dios debe osar emplear las palabras de Caín: “¿Soy yo acaso guarda de mi hermano?” Génesis 4.9

La diligencia de Pablo mismo en este sentido se ve por su manera de hablar en 10.33: “Yo en todas las cosas agrado a todos, no procurando mi propio beneficio, sino el de muchos, para que sean salvos”. Y es en cuanto a esto que dice en el versículo que sigue, 11.1: “Sed imitadores de mí, así como yo de Cristo”. Es decir, en vez de parlotear “Yo soy de Pablo”, y a la vez reclamar derecho para hacer lo que les venga en ganas, síganme en verdad en esto, como yo sigo a mi Señor y Maestro.

En los capítulos 8 y 9 él ya había puesto de manifiesto de una manera todavía más llamativa su propia práctica y ejemplo. Dijo en 8.13: “Si la comida le es a mi hermano ocasión de caer, no comeré carne jamás, para no poner tropiezo a mi hermano”. Y también dijo en 9.12 que no quería “poner ningún obstáculo al evangelio de Cristo” en reclamar derechos que por cierto eran suyos: tomar esposa, esperar ayuda monetaria, etc.

Pero al hablar de poner tropiezos y obstáculos, recordemos el otro lado, el negativo, de nuestra responsabilidad a los santos y a nuestros prójimos. Nos referimos al deber de no impedirles o hacerles caer en forma alguna. Muy solemnes son las palabras de 8.9,12: “Mirad que esta libertad vuestra no venga a ser tropezadero para los débiles  … De esta manera, pues, pecando contra los hermanos e hiriendo su débil conciencia contra Cristo pecáis”. Al igual que el mandamiento que ya hemos considerado, éste tampoco tiene límite en su aplicación, excepto todo el círculo de la humanidad, ya que 10.32 dice: “No seáis tropiezo ni a judíos, ni a gentiles, ni a la iglesia de Dios”.

Vale mencionar que a esta exhortación de 10.32 sigue un pasaje en el cual el apóstol habla de un creyente que fue invitado por un amigo o vecino inconverso a asistir a una fiesta y él estaba dispuesto a hacerlo, 10.27. Aunque se hace mención de una manera casual de esta disposición de participar en la fiesta, quizás ella es la raíz de muchos de estos problemas. ¿Debe un santo de Dios “querer ir” sí, siendo honesto consigo mismo, él sabe que no podrá guardar su separación a Dios y su testimonio? ¿Debe él “querer ir” si va a encontrarse en dificultades y tentaciones que pudiera haber evitado si hubiese “querido no ir”, o si en cambio hubiera “querido ir” a la reunión de oración?

 

Nos queda todavía estudiar el tercer aspecto del tema. Son las distintas referencias a cómo estas cosas legítimas pueden afectarnos a nosotros personalmente. Aquí la decisión sobre si algo es o no es “provechoso” se consigue preguntando: “¿Esto ayudará mi progreso espiritual o será un estorbo?” Por lo regular uno verá que si no es el uno sí es el otro.

Lo que el apóstol dice primero en este sentido está en 6.12, el versículo que a nuestro criterio empieza la sección. Dice: “Todas las cosas me son lícitas, mas no me dejaré dominar de ninguna”. Aquí se hacen equívocos los vocablos en el idioma original, pero es difícil expresarlo en el nuestro, Quizás la mejor traducción es aquella que dice: “Aunque todas las cosas están en mi poder, ellas no me van a poner bajo su poder”. [9]

Esta prueba nos hará proceder con cautela delante de muchas cosas. Tome por ejemplo el primer asunto de peso tratado en la sección; es la cuestión del matrimonio. Nos dice claramente que el que se casa no peca. Pero, ¿no es cierto que muchos jóvenes de ambos sexos que daban buena esperanza han dejado de ser de utilidad en el servicio del Señor una vez casados, y aun casados con creyentes? Poco a poco dejaron sus actividades antiguas en el evangelio o en otras formas de servicio y ahora están dominados tanto por esta nueva relación que son inútiles en “las cosas del Señor”, 7.32. Esto no debe ser. No tiene que ser, ya que hay muchos casos de jóvenes cuya utilidad y valor como santos y obreros no sólo no menguó sino más bien se aumentó notablemente cuando se casaron “en el Señor” con compañeros que son en verdad “ayudas idóneas”.

Por supuesto, este principio de negar sujeción a todo es aplicable a muchas otras actividades mayores y menores. Entra en juego en cualquier caso de gratificación propia.

Otro punto, ligado a éste, es el que Pablo destaca en 7.32 cuando escribe: “Quisiera, pues, que estuvieses sin congoja”. Esta “congoja” o ansiedad es apenas una de las maneras por las cuales el pueblo de Dios se permite ser vencido a veces por las circunstancias. Ellos se ponen inquietos y preocupados, y un santo turbado no es un testimonio para Dios. En los versículos que siguen después de 7.32 esta condición tenía como causa las preocupaciones de la vida conyugal. Puede ser, como los versículos anteriores sugieren, debido a circunstancias de gozo o tristeza, o a causa de las presiones del negocio. En todo caso resulta siendo un estorbo en nuestra utilidad para Dios.

El último párrafo del capítulo 9 nos presenta otra enseñanza sobre el mismo tema. Allí se explica que cualquier cosa, por lo “legítima” que sea, no conviene si nos retarda o nos impide en la carrera cristiana, quizás al extremo de hacernos perder el premio. El que carga pesas no logra una buena velocidad, y más importante todavía, es casi imposible lograr la “perseverancia en bien hacer”, Romanos 2.7.

Observe como esta mención de la carrera al final capítulo 9 parece ser una preparación para la comparación con el fracaso de Israel en el desierto, hecha en el capítulo 10. El desierto fue para los israelitas una prueba de resistencia y todos excepto Josué y Caleb cayeron a un lado. Resultó así no obstante el hecho de que Dios les había dado a todos un comienzo igual.

La comparación es apropiada ya que hay en toda ella mucho de parecido entre sus fracasos y los de los corintios. En ambos casos había la cuestión de su comer y beber, en ambos el acercamiento a la idolatría y fornicación y la aceptación de las invitaciones paganas (véase Números 25.2). Aun el hecho de tentar al Señor, 1 Corintios 10.9, tiene su experiencia corres-pondiente en “¿provocaremos a celos al Señor?”, 10.22, lo cual es casi una cita de las palabras de Moisés a Israel en Deuteronomio 32.16: “Le despertaron a celos con los dioses ajenas; lo provocaron a ira con abominaciones”.

Por último llegamos al paralelo más notable de todos. Los cadáveres de los israelitas pecaminosos quedaron postrados en el desierto, 10.5, y lo mismo estaba sucediendo con los corintios, como leemos en 11.30: “Hay muchos enfermos y debilitados entre vosotros y muchos duermen”. Tenemos en esto una lección solemne para aquellos que juegan con las cosas legítimas pero no provechosas. No vamos a pasar por alto esta lección.

 

[9]  La cita es de la traducción al inglés hecha por Conybeare y Howson.

 

Capítulo 11

 

Estos primeros versículos de 1 Corintios 10 nos pintan un cuadro extremadamente triste del viaje de Egipto a Canaán. Quizás lo más triste del caso es su uso como una ilustración de lo que se encuentra entre aquellos que dicen ser pueblo de Dios en los tiempos del Nuevo Testamento.

La ruta caminada por los israelitas durante cuarenta años fue marcada, como ya dijimos, por una línea de sepulcros. En ellos fueron dejados los cuerpos de unos seiscientos mil hombres de guerra que salieron de Egipto en la flor de su fuerza. Ellos no llegaron a reposar en esos sepulcros debido a que Dios los abandonó, sino porque ellos mismos “dejaron de alcanzar la gracia de Dios”, Hebreos 12.15.

Todos estuvieron bajo la nube que significó la presencia, dirección y protección de Dios. Todos pasaron el mar a salvo aunque sus enemigos fueron abrumados. Todos en Moisés fueron bautizados en aquella nube y en aquel mar, siendo así separados del Egipto de su antiguo modo de vivir. Todos comieron el mismo alimento y todos bebieron la misma bebida, provistos por Dios para su fuerza en el camino. No obstante, quedaron solamente dos de los seiscientos mil que emprendieron el viaje.

El pasaje muestra muy claro el porqué de todo esto, y las causas son presentadas como advertencia para nosotros a fin de que no hagamos lo que ellos hicieron. Los versículos 1 a 4 apuntan cinco bendiciones en las cuales todos participaron y luego el capítulo presenta cinco causas de su derrota; parece que han sido traspuestos a propósito.

Las bendiciones son:

todos estuvieron bajo la nube

todos pasaron por el mar

todos en Moisés fueron bautizados en la nube y en el mar

todos comieron el mismo alimento espiritual

todos bebieron la misma bebida espiritual, porque bebían de la roca    espiritual que les seguía, y la roca era Cristo

Y luego (siguiendo en 1 Corintios 10) las causas de su derrota:

1 En 10.6 dice que ellos codiciaron cosas malas. Sin duda, esto se refiere a Números 11, donde se quejaron del maná y anhelaban el pescado, los pepinos, los melones, los puerros, las cebollas y los ajos de Egipto. Así, estaban insatisfechos con la comida de Dios.

2  En 10.7 eran idólatras y se hicieron un dios delante del cual podían “jugar”, un contraste con el Dios que les apareció en el Monte en fuego consumidor, en cuya presencia temblaron y “rogaron que no se les hablase más”, Hebreos 12.19. Evidentemente no estaban contentos con la adoración de Dios.

3  En 10.8 ellos “fornicaron”, refiriéndose por supuesto al relato de Números 25. Balaam había intentado en vano maldecir a Israel y había aprendido de paso, por las palabas que Dios puso en su boca, que fue el deseo de Dios que su pueblo habitase solo. Él procuró cambiar todo esto por medio de un enlace entre los israelitas y las hijas de Madián y Moab. El gran número que cayó en la trampa indica que ellos no estaban de acuerdo con la separación de Dios.

4  En 10.9 ellos tentaron al Señor. Sería difícil asignar esto a un acontecimiento en particular si no fuera por lo que sigue en el versículo, “y perecieron por las serpientes”. Esto sucedió cuando “se desanimó el pueblo por el camino”, Números 21.4. En otras palabras, aconteció cuando no les gustó el sendero de Dios para ellos.

5  Por último, en 10.10 “ellos murmuraron y perecieron por el destructor”, que probablemente es lo relatado en Números 16.41. Se quejaron que Moisés y Aarón habían “dado muerte al pueblo de Jehová”, y como resultado 14.700 de ellos fueron muertos por la plaga en unos pocos minutos. El problema en este caso fue que no estaban satisfechos con el castigo de Dios.

 

Ahora, ¿no cree usted que la historia de la Iglesia de Dios se parece a la de Israel en estos puntos? ¿No hemos visto, aun en nuestros propios tiempos, aconte-cimientos parecidos  con resul-tados igualmente tristes? La vía también se cubre como si fuera de los cadáveres de aquellos que empezaron bien y siguieron por un tiempo, pero se quedaron “pos-trados” al menos en lo que se refiere a su testimonio para Dios.

Mientras el pueblo de Dios se conformó con la comida de Dios, “la leche espiritual no adulterada”, crecía por ella y su testimonio para Dios fue manifiesto. Pero cuando algunos empezaron a anhelar los platos de Egipto un cambio empezó a manifestarse; al fin se perdió lo que les distinguía de los mundanos porque su paladar fue el mismo. Tengamos en cuenta, sin embargo, que muchos a quienes les gustaron los puerros y las cebollas pertenecieron a la gente extranjera que se mezcló con ellos (Números 11.4), quienes nunca habían tenido gusto por las cosas de Dios.

Ahora bien, es de esperar que los que están insatisfechos con la alimentación divina también van a estar insatisfechos con una adoración que les acerca a Uno de quien tanto en el Antiguo Testamento como en el Nuevo dicen: “Nuestro Dios es fuego consumidor”, Deuteronomio 4.24, Hebreos 12.29. Un dios con quien se puede jugar es el dios que complace el mundo.

Desgraciadamente, parece que algunos quienes dicen ser del Señor piensan así también, porque de otro modo, ¿de dónde viene la falta de reverencia, el descuido y la voluntad propia en las reuniones de adoración? Al becerro fundido de los israelitas no le importó cuáles eran los juegos de sus adoradores, y la borrachera en la cena y los demás hechos de los corintios dejan ver que ellos también pensaban hacer lo que querían. Que no escaparon al debido juicio, se ve leyendo 1 Corintios 11.30.

Podemos conectar con este descuido en la adoración un descuido en la separación. En el caso de los corintios lo vemos manifestándose en la parte final del capítulo 10. Los inconversos les invitaban a sus festividades y ellos querían ir, 10.27, con resultados feos para su testimonio. En aquel entonces y en nuestros tiempos “la amistad del mundo es enemistad contra Dios”, Santiago 4.4, y si tales círculos nos buscan, mejor para nosotros cuando doblemos nuestras rodillas delante del Señor para descubrir por qué los que no quieren la amistad con el Señor sí quieren la nuestra.

Otra causa común del desastre es, como fue en Israel, una inquietud con el sendero que Dios ha trazado, queriendo más bien probar uno escogido por nosotros mismos. Puede que el nuestro sea más fácil o nos proporcione más dinero, pero el que deja el camino de Dios sufre los resultados tarde o temprano. Abraham lo dejó y fue a Egipto cuando hubiera sufrido pruebas al quedarse donde Dios le había puesto. Al volver, él trajo consigo una herencia de contienda de la cual su prole sufre hasta el día presente. Lot lo dejó para mejorar su posición, con el resultado que casi fue consumido en las llamas de Sodoma y jamás volvió a lograr el testimonio que perdió allí.

Finalmente, los creyentes a veces están insatisfechos con el castigo, o la disciplina,  de Dios. Un espíritu de rebeldía les posee y se ponen intolerantes de cualquier freno. Es un espíritu que una vez entrado puede extenderse hasta que asambleas enteras se echan a perder a causa de ello, deshonrando así el nombre del Señor.

 

Capítulo 12

 

Hemos visto cómo la epístola trata algunas coas que en sí eran incorrectas y que en ninguna circunstancia podrían ser correctas. También hemos visto cómo la sección larga que se extiende desde 6.12 hasta 11.1 habla de cosas que podemos llamar neutrales. Ellas en sí no son ni correctas ni incorrectas, pero son convenientes o infructuosas según las circunstancias y los resultados que producen.

Llegamos ahora a una sección que sigue inmediatamente a la que hemos estudiado; va desde 11.2 hasta el final del capítulo 14. Podemos decir que en ella se habla de cosas correctas en sí mismas, pero que se pueden abusar. Y fueron abusadas en la asamblea corintia.

La sección también es distinta a la anterior en esto: la anterior toca mayormente la vida en el hogar y el testimonio público de los miembros individuales de la iglesia, mientras ésta habla en su mayor parte de lo que sucedía cuando esos miembros estaban reunidos para celebrar las reuniones. Esto se ilustra por el hecho de que en esta sección se encuentra siete veces la palabra griega traducida generalmente reunirse, y estas siete ocasiones son las únicas cuando se la usa en el Nuevo Testamento referida a las reuniones de la asamblea. [10]

Por el otro lado, hay un interesante punto de similitud entre esta sección y la anterior. En ambas el apóstol pone las cosas a prueba de su provecho o utilidad. Hemos hablado de cómo menciona dos veces que las cosas legítimas no son de hecho convenientes o provechosas. En 7.35 también él emplea la misma palabra en la frase: “Esto lo digo para vuestro provecho”. Además, hay la misma idea en 10.33: “… no procurando mi propio beneficio sino el de muchos”.

Así, en la sección que estamos estudiando ahora, la palabra se presenta nuevamente en 12.7, donde leemos: “A cada uno le es dada la manifestación del Espíritu para provecho”. Un vocablo parecido se encuentra en 13.3 donde dice que los grandes dones y mucha energía no aprovechan nada sin el amor. Vea también 14.6 donde está la pregunta sobre el provecho que habrá si uno viene hablando en lenguas extrañas.

La pregunta es importante y útil y bien podríamos dirigirla a nosotros mismos en muchos sentidos. Si es cuestión de gratificarnos de alguna manera, justificándolo con decir que no es dañino, preguntemos primero: ¿Qué provecho hay en esto para mí o para otro? Si en cambio es asunto de nuestro ministerio entre los santos o los inconversos, pongámonos a prueba una y otra vez. ¿De qué provecho para los que me oyen será este mensaje mío? ¿Es tal que yo puedo esperar que el Señor lo use en la conversión de unos o el fortalecimiento de otros? O, ¿servirá tan sólo para ilustrar que soy inteligente y hábil? O peor, ¿servirá para promover la contienda y el desacuerdo? Unos cuantos discursos saldrían más cortos y no pocos serían eliminados por completo si fueran puestos bajo una prueba honesta de ¿Qué aprovechará?

Vemos fácilmente al leer el capítulo 14 de esta epístola cuán necios eran estos corintios en su afán de manifestar públicamente sus dones. Poco nos sorprende que el apóstol les haya censurado por comportarse como niños, 14.20. Pero después de todo, ¿somos mejores que ellos? ¿No hay en muchos de nosotros, quienes nos imaginamos en condiciones de participar en el ministerio de la palabra, el mismo afán de decir nuestra palabrita, o sea, echar nuestro sermoncito? Si logramos hacerlo, la reunión es de hecho buena. Si no conseguimos la oportunidad de tomar nuestra partecita, ¡consideramos que la reunión fue un fracaso!

 

Este abuso de las cosas buenas, que forma el tema de esta sección de nuestra epístola, está presentada en tres formas:

Þ  Primero, se refiere a la excesiva elegancia en el atavío de las mujeres

Þ  Luego, a la falta de reverencia en la reunión del partimiento del pan

Þ  Por último, el abuso de los dones en las reuniones

Los primeros dos se tratan en el capítulo 11 y el tercero en el 14. Casi se puede decir que el tercero ocupa los capítulos 12 a1 14, ya que la enseñanza sobre los dones espirituales en el 12 y el amor en el 13 aparentemente son para introducir el tema.

 

Se habrá notado que hemos conectado la reprensión contenida en la primera parte del capítulo 11 con el comportamiento público de las mujeres. Si lee el pasaje con cuidado, seguramente verá que no tiene que ver directamente con las oraciones privadas de las hermanas. En todo el pasaje está entendido que hay varones presentes y se exige cubrir la cabeza, no directamente como señal de reverencia a Dios sino como evidencia de respeto al varón como su representante.

Si fuera de otro modo, ¿no se exigiría al varón cubrir la cabeza, como fue el caso con los sacerdotes de Israel en la antigüedad? (Éxodo 26.36 a 38) Hay que notar también que el 11.16 no dice, “si alguna quiere ser contenciosa”, sino si alguno (algún varón). ¿Por qué va a pensar el apóstol que los varones serán contenciosos sobre lo que las mujeres deben hacer en privado? Y ¿por qué invocaría en el mismo versículo las costumbres de las iglesias de Dios con respecto a tal cosa?

Si se objeta que en 14.34 las mujeres están prohibidas de un todo hablar en las reuniones de la asamblea, cubiertas o no, respondemos que esto es cierto. Pero no nos parece fuera de lo razonable que Pablo trate primero, en 11.5,6, este caso sobresaliente de una falta de modestia en las hermanas (que a lo mejor fue una imitación de las profetisas y sacerdotisas de los templos paganos de aquella época), y que luego haga frente en su debido contexto al asunto de que ellas estaban hablando en público. Compare cómo en 8.8 a 11 se descarta el comer carne en un templo pagano sólo porque sería un tropiezo al débil, pero luego en 10.20 a 22 se lo condena por completo por ser en sí una “comunión con los demonios”.

 

[10]  Pero al anunciaros esto que sigue, no os alabo; porque no os congregáis para lo mejor, sino para lo peor. Pues en primer lugar, cuando os reunís como iglesia, oigo que hay entre vosotros divisiones; y en parte lo creo. Porque es preciso que entre vosotros haya disensiones, para que se hagan manifiestos entre vosotros los que son aprobados. Cuando, pues, os reunís vosotros, esto no es comer la cena del Señor, 11.17 a 20. Así que, hermanos míos, cuando os reunís a comer, esperaos unos a otros. Si alguno tuviere hambre, coma en su casa, para que no os reunáis para juicio, 11.33,34. Si, pues, toda la iglesia se reúne en un solo lugar, y todos hablan lenguas … Cuando os reunís cada uno de vosotros tiene salmo, 14.23,36

 

Capítulo 13

 

Se ha indicado que en los capítulos 11 a 14 el apóstol escribe sobre tres maneras distintas en las cuales la irreverencia había comenzado a tomar cuerpo en las reuniones de la asamblea de Corinto. Hemos hablado de la primera de las tres, cuando él censura a las hermanas por quitar su sombrero o velo en la reunión.

Es en la parte final del capítulo 11 que se trata la más grave falta de reverencia. Ella tiene que ver con la cena del Señor y aparentemente la irreverencia fue casi universal entre los que participan en la reunión. Es difícil concebir cómo los santos de Dios cambarían la Cena en una orgía de banquetes con sus propios amigos, ignorando a la vez los hermanos pobres y emborrachándose al torno de la mesa. Pero tal fue el informe que Pablo recibió en cuanto a ellos  y fue esto lo que trajo su censura más severa:

“Qué, ¿No tenéis casas en que comáis y bebáis? ¿O menospreciáis la iglesia de Dios? … culpado del cuerpo y de la sangre del Señor … juicio come y bebe para sí … Por lo cual hay muchos enfermos y debilitados entre vosotros …”

Cuando se estableció la adoración a Dios en el tabernáculo se castigó de manera sobresaliente la irreverencia de Nadab y Abiú, hijos de Aarón. Primero, salió fuego de la presencia del Señor para consumir el holocausto como señal de la aprobación divina. Luego, dentro de pocos momentos, el mismo fuego salió nuevamente, ahora para consumir en manifestación de la ira divina, Levítico 9.24, 10.2. Así, en Corinto el juicio de Dios se manifestó en enfermedades y muerte entre los irreverentes.

Más notable es que después del relato de la muerte de Nadab y Abiú sigue la advertencia de que el sacerdote no debe emborracharse para que no muera, 10.9. Casi se da a entender que el error cometido se debía a una causa de esta índole.

 

Se presentan en 1 Corintios 11 dos ideas distintas en cuanto a lo que significa nuestra participación en la Cena:

Þ  En los vv 24 y 25 se lo hace en memoria del Señor

Þ  En el v. 26 es para anunciar la muerte del Señor hasta que Él venga [11]

La palabra traducida aquí como anunciáis se emplea diecisiete veces en el Nuevo Testamento y en todas salvo una se refiere a la predicación del evangelio. De manera que, podemos entender que el partimiento del pan no es sólo una meditación para nosotros mismos; a los que nos ven estamos diciéndoles, no por palabras sino por hechos, el valor de la obra del Calvario.

Cuando Israel celebraba la fiesta de la Pascua, los hijos al verlo preguntaban: “¿Qué es este rito?” Éxodo 12.26. Esta pregunta daba a los padres una oportunidad para presentar a las mentes juveniles el gran rescate que Dios había efectuado por medio de la sangre rociada. A veces en nuestros tiempos los hijos y otras personas también preguntan y tienen ejercicio de corazón delante del Señor cuando ven nuestras fiestas llevadas a cabo en el temor de Dios. Si ven una falta de reverencia u otra manifestación de la carne, claro está que el efecto sobre ellos será el opuesto. Sólo el Señor sabe cuánto daño ha sido hecho entre los hijos de creyentes precisamente por este medio.

En el capítulo 10 hay dos ideas más, asociadas con el rito. Las que vimos ahora en el 11 deben revelar nuestra conducta en la Cena misma, mientras éstas que vamos a ver ahora se introducen con referencia nuestro comportamiento en general.

Primero, en 10.16,17, donde leemos: “La copa … ¿no es la comunión de la sangre de Cristo? El pan … ¿no es la comunión del cuerpo de Cristo? Siendo un solo pan, nosotros, con ser muchos, somos un cuerpo; pues todos participamos de aquel mismo pan”. El pensamiento de fondo a estas preguntas y de lo dicho después es que la comunión con el cuerpo y la sangre de Cristo, representada en la ordenanza, presupone una comunión y unidad entre el mismo pueblo de Dios.

Vemos entonces que cualquier cosa que hace daño a la unidad del pueblo de Dios lo hace también al significado de nuestra participación del pan y del vino. Por cierto, parece que es lo mismo que se enseña en el capítulo 11 también, ya que 11.17,18 introducen los abusos en la Cena con referencia a las divisiones existentes entre esa gente, e inmediatamente después como se señala su conducta apenaba a los hermanos pobres.

Luego en 10.21 hay la otra idea. Dice: “No podéis beber la copa del Señor y la copa de los demonios; no podéis participar de la mesa del Señor y de la mesa de los demonios”. Evidentemente nuestra participación del pan y el vino necesita una separación de todo lo inmundo. Los corintios en frecuentar las fiestas idólatras y en asociarse con los incrédulos, 10.27, estaban negando esta separación, y así provocando a celos al Señor, 10.22.

 

¿Qué resultado tan profundo podría producirse en nuestras vidas al asociar en nuestras mentes estos cuatro pensamientos con nuestra participación de la Cena? Por un lado, seríamos guardados de las mismas trampas en las cuales cayeron los corintios:

Þ  la insubordinación

Þ  la irreverencia

Þ  la contienda

Þ  la mundanalidad

Por el otro lado:

Þ  El hecho de hacer memoria de nuestro Señor nos guardará fieles a Él siempre.

Þ  La proclamación de su muerte hasta que Él venga promoverá en nosotros un interés mayor en la salvación de nuestros familiares y de los demás.

Þ  La comunión de su cuerpo y de su sangre hará viva y práctica nuestra comunión diaria con los suyos.

Þ  La discordancia evidente en ser partícipes de la mesa del Señor y la de los demonios efectuará en nosotros una separación inmediata y completa de todo lo que no es de Dios.

Cuando cumplimos así, la Cena será lo que sin duda el Señor propuso: un punto céntrico al torno del cual giran todas las actividades de nuestra vida cristiana y nuestro servicio, hasta que Él venga.

 

[11]  Que el Señor Jesús, la noche que fue entregado, tomó pan; y habiendo dado gracias, lo partió, y dijo: Tomad, comed; esto es mi cuerpo que por vosotros es partido; haced esto en memoria de mí. Asimismo tomó también la copa, después de haber cenado, diciendo: Esta copa es el nuevo pacto en mi sangre; haced esto todas las veces que la bebiereis, en memoria de mí. Así, pues, todas las veces que comiereis este pan, y bebiereis esta copa, la muerte del Señor anunciáis hasta que él venga, 11.23 a 26

 

Capítulo 14

 

Pasamos ahora a la tercera forma en que se manifestaba la irreverencia en las reuniones de los corintios. Se trata del abuso de los dones espirituales que poseyeron.

Es en el capítulo 14 de la epístola que se discurre sobre el error en sí. Sin embargo, el tema empieza realmente en el 12 donde se habla de una manera general sobre el asunto de los dones espirituales, y continúa en el 13 donde se enseña la importancia del amor.

Se puede expresar la conexión entre los tres capítulos así:

Þ  En el 12 se distribuyen los dones en el poder del Espíritu.

Þ  En el 13 se realiza su ministerio en el amor de Cristo.

Þ  En el 14 se los lleva a cabo según la voluntad de Dios.

El mismo orden tripartito está presente, como muchos han dicho, en 2 Timoteo 1.6,7. [12] Allí Timoteo debe usar su don en el espíritu de poder (compárese con el capítulo 12) y del amor (compárese con el capítulo 13) y de dominio propio (compárese con el capítulo 14).

Ciertamente, Pablo utiliza una presentación parecida cuando introduce el tema. En 12.4 a 6 leemos:

Þ  Hay diversidad de dones, pero el Espíritu es el mismo.

Þ  Hay diversidad de ministerios, pero el Señor es el mismo.

Þ  Hay diversidad de operaciones, pero Dios es el mismo.

 

Estas tres divisiones pueden ser empleadas para distinguir no tan sólo entre los tres capítulos que estamos estudiando, pero con todavía más razón para diferenciar entre los tres grandes pasajes sobre los dones que figuran en las cartas de Pablo. Como es sabido, Pablo escribe en Romanos 12, en Efesios 4 y aquí en 1 Corintios 12 sobre los dones dados a la Iglesia. Se nota que los tres son parecidos en mucho, pero hay diferencias interesantes, causadas por los distintos puntos de vista al tratar el tema.

En Romanos 12 se consideran los dones en conexión con la tan grande salvación tratada a fondo en los capítulos anteriores de la epístola. Se habla de los dones como habiendo sido dados por Dios Padre. [13]

En Efesios 4, en cambio, los dones espirituales están vistos como llevándonos al futuro cumplimiento glorioso de los propósitos del Señor para nosotros. Se dice que fueron dados por el Cristo resucitado y glorioso. [14]

En 1 Corintios 12 no se empieza en el pasado (lo que Dios ha hecho a nuestro favor) ni en el futuro (lo que Él va a hacer aún), aunque en 12.2 sí hay una referencia a nuestro pasado, y hacia el fin del capítulo 13 se ven los dones en referencia a nuestro futuro. Sin embargo, se ven los dones en relación con los abusos de esos mismos tiempos presentes en Corinto. De acuerdo con esto, se presentan los dones como dados por el Espíritu. [15]

A la luz de estas referencias, podemos decir en el lenguaje de 2 Timoteo 1.6,7 que:

Þ  En 1 Corintios 12 hay diversidad de dones, pero el mismo Espíritu

Þ  En Efesios 4 hay diversidad de ministerios, pero el mismo Señor

Þ  En Romanos 12 hay diversidad de operaciones, pero el mismo Dios quien hace todo

Creo que en cada caso el contexto indicará que existe esta distinción.

 

Los puntos más sobresalientes donde los tres pasajes se asemejan son:

1  Cada uno ilustra la enseñanza del cuerpo como una figura de la Iglesia. [16]

Esto es lo que hubiéramos esperado, porque de las tres grandes figuras de la Iglesia en el Nuevo Testamento, la del cuerpo es la más indicada para ilustrar los dones.

Ni la figura de la esposa ni la del edificio sirven tan eficazmente en este sentido. No obstante, éstas sí figuran en las epístolas a los corintios, usadas para representar la iglesia local, y es hasta cierto punto en relación con los dones que las encontramos. Así cuando dice que en 3.9 que “vosotros sois edificio de Dios”, pensamos en varios hombres dotados de dones, trabajando en la construcción, algunos con resultados buenos y otros con malos. Y aun en 2 Corintios 11.2, donde escribe a la asamblea local, “os he desposado … para presentaros como una virgen pura a Cristo”, él está tratando la cuestión de maestros quienes enseñaron mal.

Sin embargo, volviendo a 1 Corintios 12, cuando dice en v. 27 que “vosotros sois el cuerpo de Cristo”, puede desarrollar ampliamente su ejemplo en todo el capítulo.

2  Cada pasaje hace hincapié en la necesidad de la humildad en el uso de los dones.

En Romanos 12.3 Pablo escribe: “Digo … a cada cual entre vosotros, que no tenga más alto concepto de sí que el que debe tener”. En Efesios 4.2 él empieza con, “toda humildad y mansedumbre”. Y aquí el 13 es un capítulo entero dedicado al amor que no es jactancioso ni se envanece.

3  Cada pasaje expone claramente que todo creyente ha recibido algún don.

En Romanos 12.3 leemos, “Dios repartió a cada uno”; en Efesios 4.7, “a cada uno de nosotros fue dada … la medida del don de Cristo”; y en 1 Corintios 12.7, “a cada uno le es dada la manifestación del Espíritu para provecho”. Urge que esto sea entendido y creído, ya que muchos procuran decir que su flojera en las cosas del Señor se debe a una falta de don.

 

La manera como Pablo introduce su tema en 1 Corintios 12 es algo llamativo en vista de lo que se dice de estos creyentes en otras partes de la epístola. En 1.7 él escribió, “no os falta en ningún don”·, y en 14.12, “anheláis dones espirituales”. Vemos así que ellos no sólo tenían dones sino que también estaban ejercitados en cuanto a su empleo.

No obstante, las primeras palabras que el apóstol les dirige aquí dan a entender que había entre ellos mucha ignorancia en el asunto, y por lo tanto él les enseña. Claro está, pues, que los santos pueden poseer una abundancia de dones y mucho celo también, pero a la vez ser ignorantes de las cosas más necesarias para su uso.

Quizás uno se pregunta por qué el apóstol presumía una falta de entendimiento por parte de los corintios. Creo que fue a causa de los abusos en cuanto al ministerio, mencionados en el capítulo 14. La manera como nos comportamos es la prueba suprema de lo que sabemos. El conocimiento que no produce un buen proceder no es un verdadero conocimiento. Juzgando por este principio, vemos que los corintios sufrían de una ignorancia abundante. A la luz del mismo, nosotros, el pueblo de Dios hoy en día, podemos jactarnos muy poco, dado que en todos los ramos espirituales profesamos saber mucho más de lo que practicamos.

Tomemos por ejemplo este mismo asunto de los dones. En la mayoría de las llamadas iglesias cristianas es la costumbre proceder como si fuera posible que una sola persona podría hacer uso de todos los dones, y que los demás deben remunerarle por hacerlo. Al colocar esto al lado de lo expuesto por las Escrituras se prueba que es ignorancia en extremo; por lo tanto muchos de nosotros estamos agradecidos por haber sido rescatados de tal cosa.

 

Pero en la reacción ante una cosa tan absurda, ¿no han ido algunos al extremo opuesto, dando a entender por su comportamiento que cualquier santo puede ejercitar cualquier don según le plazca, ya lo posee o no? Todos tienen el derecho de predicar en la reunión de evangelización, y cualquiera puede pararse para ministrar en una conferencia, piensan ellos.

Ahora, si las Escrituras contienen aun la más mínima enseñanza sobre los dones, esta actitud es tan absurda como la primera. Los hermanos que piensan así necesitan el, “Hermanos, no quiero que ignoréis”. Esta manera de pensar ha echado a perder muchas reuniones de evangelización y unas cuantas conferencias para los creyentes.

Pero, no queremos que haya una falta de entendimiento sobre esto. Por encima de cualquier asunto de dones, todo el pueblo de Dios es responsable de hacer todo lo que está a su alcance en cuanto a la proclamación del evangelio y el bien del creyente. Esto se puede hacer, sin embargo, sin salir fuera del puesto que corresponde a cada uno; sólo el Señor tiene conocimiento de todo lo que se ha logrado por medio de aquellos que jamás han levantado sus voces en reuniones públicas.

Si usted tiene don, aun en menor escala, para la predicación pública del evangelio, o para la instrucción de los santos, su don le dará una tarea entre los hermanos. No tendrá que empujarse para lograr un puesto de mayor prominencia; tarde o temprano, ellos le buscarán y le apreciarán.

Además, su don crecerá con el uso si es un don verdadero, y no falso como en Proverbios 25.14. [17] Como Pablo dijo a Timoteo, su progreso será manifiesto a todos. Si no es así, algo anda mal.

Pero, ¿no es cierto que hay aquellos tienen muchos años predicando sin progreso alguno? Ellos tienen su docena de sermones, más o menos, y los usan repetidas veces con las mismas ilustraciones cada vez, y quizás con la misma palabrería también. Quizás esos comentarios suyos fueron recibidos con cierto interés y risa la primera vez, pero ya son viejos y secos.

 

[12]  Por lo cual te aconsejo que avives el fuego del don de Dios que está en ti por la imposición de mis manos. Porque no nos ha dado Dios espíritu de cobardía, sino de poder, de amor y de dominio propio, 2 Timoteo 1.6,7

 

[13]  Digo, pues, por la gracia que me es dada, a cada cual que está entre vosotros, que no tenga más alto concepto de sí que el que debe tener, sino que piense de sí con cordura, conforme a la medida de fe que Dios repartió a cada uno, Romanos 12.3

 

[14]  Pero a cada uno de nosotros fue dada la gracia conforme a la medida del don de Cristo. Por lo cual dice: Subiendo a lo alto, llevó cautiva la cautividad. Y dio dones a los hombres, Efesios 4.7,8

 

[15]  Por lo tanto, os hago saber que nadie que hable por el Espíritu de Dios llama anatema a Jesús; y nadie puede llamar a Jesús Señor, sino por el Espíritu Santo. Ahora bien, hay diversidad de ministros, pero el Señor es el mismo. Y hay diversidad de operaciones, pero Dios que hace todas las cosas en todos, es el mismo. Pero a cada uno le es dada la manifestación del Espíritu para provecho, 1 Corintios 12.3 a 7

 

[16]  El cuerpo como figura de la Iglesia: De la manera que en un cuerpo tenemos muchos miembros … así nosotros, siendo muchos, somos un cuerpo en Cristo, Romanos 12.4,5.  Un cuerpo, Efesios 4.4   … para la edificación del cuerpo de Cristo, 4.12. Cristo, de quien todo el cuerpo recibe crecimiento, 4.16.  Porque así como el cuerpo es uno, y tiene muchos miembros, pero todos los miembros del cuerpo, siendo muchos, son un solo cuerpo, así también Cristo. Porque por un solo Espíritu fuimos bautizados en un cuerpo, sean judíos o griegos, sean esclavos o libres; y a todos se nos dio a beber de un mismo Espíritu. Además, el cuerpo no es un solo miembro, sino muchos, 1 Corintios 12.12 a 14

 

[17]  Como nubes y vientos sin lluvia. Así es el hombre que se jacta de falsa liberalidad, Proverbios 25.14

Capítulo 15

 

Los distintos errores en el empleo de los dones, a los cuales hemos llamado la atención, están ilustrados de una manera clara por las referencias que Pablo hace a nuestros cuerpos. Vea 1 Corintios 12. Cada miembro del cuerpo tiene su propia función, o podemos decir su don; otro miembro no puede hacerlo con la misma eficacia, y en muchos casos no puede hacerlo de ninguna manera. Si por cualquier causa un miembro deja de funcionar, todo el cuerpo sufre como consecuencia.

Si a esto le fuera dado su debida consideración, nos guardaría de las ideas tan erradas que mencionamos. Esas equivocaciones promueven a los hermanos, y a veces a las hermanas también, a tomar para sí el uso de dones que no poseen. Por otro lado nos guardaría también del espíritu perezoso manifestado por los muchos que dicen, “Yo no soy dotado de ningún don”, y creen que por esto han justificado su falta de actividad espiritual.

Todos, como Pablo nos hace ver, no son ni profetas ni maestros, pero todos, siendo miembros del cuerpo, tienen su puesto y función. Si yo reconozco que hay una tarea para mí, y que hay algo que debo hacer y otro no puede hacerlo adecuadamente, es obvio que voy a tener hondo ejercicio de alma en cuanto a mi responsabilidad delante del Señor.

Si lo descuido, los demás miembros perderán, pero yo mismo voy a sufrir más. Cualquier órgano del cuerpo humano que nunca está puesto en uso se pone atrofiado e inútil. ¿Sería demasiado el decir que muchos del pueblo del Señor se han puesto en una condición parecida, sólo por falta de ejercicio espiritual?

Sabemos que hay hombres sabios que nos persuadirían que ciertos órganos en nuestros cuerpos no tienen ningún uso actualmente. Nosotros que nos arrodillamos delante del relato presentado en Génesis sobre cómo Dios creó el hombre no vamos a ser convencidos fácilmente de tal cosa. Lo cierto es que Pablo no lo creyó cuando dijo en 12.22 que “los miembros del cuerpo que parecen más débiles son los más necesarios”. Esto debe ser un mensaje de consolación para algunos, y a la vez un llamado a actuar.

En la parábola de los talentos fue el hombre quien recibió la menor parte que dejó de utilizar lo que le fue dado, y por lo regular es así todavía. En el capítulo que estamos estudiando es el don menor que, con envidia hacia el mayor, deja de funcionar. El pie dice en 12.15 “porque no soy mano, no soy del cuerpo”, y se olvida de que sin él la mano no puede llegar al lugar donde puede o debe hacer su trabajo. La oreja dice en 12.16 “porque no soy ojo, no soy del cuerpo”, pasando por alto el hecho que tiene el poder de reunir, para el servicio del cuerpo, lo que una multitud de ojos han visto en todo el mundo.

Por el otro lado existe el peligro de que los mayores, si podemos hablar así, desprecien los menores y estorben su desarrollo. El ojo, 12.21, en su orgullo dice a la mano, “no te necesito”, y la cabeza dice a los pies, “no tengo necesidad de ti”. Es precisamente aquí donde el amor del capítulo 13 entra en juego para poner fin al desacuerdo; el amor por un lado no tiene envidia y por el otro no es jactancioso, 13.4.

 

Al principio del capítulo 12 hay dos pruebas de los dones y su empleo; ambas son importantes:

Þ  La primera, en 12.3 [18], sugiere que todo don bien usado honrará al Señor Jesús.

Þ  La segunda, en 12.7, nos hace recordar que estos dones son para el provecho de los santos.

Ya hemos comentado sobre la segunda. La primera es igualmente importante y casi tan fácil en su aplicación.

Por cierto es la primera nota que el apóstol hace sonar al introducir su tema. Se nos presenta esta verdad de una manera sencilla pero de grandísimo alcance, usando una frase que forma el fundamento de todo el testimonio cristiano: “Jesús es Señor”. No se necesita ningún gran don para decir esto; es la confesión de todos los que son salvos. Lo opuesto, que el Señor sea anatema, representa la actitud del mundo hacia Él.

No obstante el hecho de que esto está expresado en la forma más extrema posible, hay aquí una prueba que bien se puede aplicar a todo uso de los dones, pero especialmente aquel que llamamos comúnmente “el ministerio”. ¿Glorifica a Cristo? ¿Me hace ver que Él es Señor? Caso tal, no puede haber en ello mucho mal. Si no es así, ninguna manifestación de habilidad humana o elocuencia puede corregir lo malo que es.

Estas dos pruebas – la glorificación de Cristo y el provecho de otros – constituyen linderos, y más allá de ellos no estamos permitidos. Dentro de estos linderos hay lugar amplio para la diversidad; en los dones mismos, 12.4, en su ministerio, 12.5, y en su operación, 12.6. Nos interesa notar que estos tres versículos que muestran lo ancho de la diversidad caen precisamente entre dos más, 12.2,7, donde encontramos las pruebas que limitan la misma diversidad.

 

En lo que queda del capítulo lo que más se destaca es la variedad entre los  dones. No se indica meramente que esto es permitido, sino que se insiste en su necesidad. El razonamiento del apóstol es que si todos fuesen un solo miembro no habría cuerpo. “Sí”, dice él, “todo el cuerpo fuese ojo, “¿dónde estaría el oído?” 12.17,20. Ni tampoco les permite escapar por decir que quizás el don aquí es el de ver y el de otra asamblea es el de oír. “Vosotros sois el cuerpo de Cristo y miembros cada uno en particular”, 12.27.

Algunos enseñan que la expresión “el cuerpo” está usada solamente al referirse a la iglesia universal, pero tenemos aquí por lo menos una excepción a tal regla. Este versículo da a entender que Dios diseña cada grupo local de su pueblo para que sea en lo posible una miniatura del conjunto universal.

Sin duda esta enseñanza hacía falta en Corinto. La necesitamos ahora también porque somos tardos en ver el valor en los dones diferentes a los que conocemos. Sabemos decir, “No te necesito”, y más, si, como es el caso a veces, detrás de la diversidad de dones hay diferencia de opinión.

Quizás esta sea la sugerencia indicada por el hecho de que en el griego se usan dos palabras distintas para decir lo que está traducido otro en 12.8 a 10, donde hay una lista de nueve dones:

Þ  Eteros significa en el griego “uno de cada tipo o estilo”

Þ  Allos significa apenas “otro del mismo tipo o estilo”

El primer vocablo se usa solamente dos veces en la lista; está entre el segundo y el tercero, y entre el séptimo y el octavo. El otro, allos, está usado en los demás cosos.

Esto da por resultado tres grupos de dones en la lista. Es decir, en 12.8 a 10 hay dos dones, luego cinco, y luego dos más, y en cada grupo los dones son parecidos entre sí pero muy distintos a los de otros grupos. El primer grupo de dones tiene que ver con el conocimiento, el último con el lenguaje, y el de en medio se relaciona con lo más especular y maravilloso. Debe haber un propósito en esto; parece que a diferentes clases de personas se dan diferentes clases de dones. [19]

Sin embargo, no podemos dejar de ver que la diversidad, de la cual el capítulo está lleno, está diseñada para fomentar una unidad verdadera y vital. Hay muchos miembros, dice, pero son un solo cuerpo. El 12.24,25 reza: “Dios ordenó el cuerpo … para que no haya desavenencia”. En Efesios 4.13 se hace aun más claro que la meta en el empleo de los dones es “hasta que lleguemos a la unidad de la fe, y del conocimiento del Hijo de Dios, a un varón perfecto, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo”.

 

Se enseña aquí en 1 Corintios 12 otra lección y a primera vista parece muy extraña. Es ésta: los dones menores son los que menos pueden ser prescindidas. El apóstol lo expresa así: “Los miembros del cuerpo que parecen más débiles son los más necesarios”, 12.22. Esto es cierto aun en la naturaleza. Podemos continuar sin un ojo y vivir sin una mano, pero moriríamos sin el uso de ciertos órganos pequeños y tapados de la vista.

Igualmente, en la iglesia podemos existir en una u otra forma sin los grandes maestros o los poderosos evangelistas. Son los hermanos y las hermanas menos conocidos fuera de su propio ambiente (y quizás tampoco muy conocidos aun por sus prójimos) que forman las “coyunturas y ligamentos” que nos unen según Colosenses 2.19. Ellos trabajan quitamente pero guardan los santos de Dios juntos y dan impulso a la obra.

De estos no podemos prescindir. Honrémoslos.

 

[18]  Os hago saber que  nadie que hable por el Espíritu de Dios llama anatema a Jesús; y nadie puede llamar a Jesús Señor, sino por el Espíritu Santo, 12.3.  A cada uno le es dada la manifestación del Espíritu para provecho, 12.7

[19]  1 Corintios 12.8 a 10 dice:  Porque a éste es dada por el Espíritu palabra de sabiduría; a otro, palabra de ciencia según el mismo Espíritu; a otro, fe por el mismo Espíritu; y a otro, dones de sanidades por el mismo Espíritu. A otro, el hacer milagros; a otro, profecía; a otro, discernimiento de espíritus; a otros, diversos géneros de lenguas, y a otro, interpretación de lenguas.

El autor sugiere la siguiente división en la lista de dones:

Þ  palabra de sabiduría, palabra de ciencia

Þ  la fe, sanidades, milagros, profecía y discernimiento de espíritus

Þ  géneros (clases) de lenguas, interpretación de lenguas

Capítulo 16

 

Hemos considerado como Pablo advierte en 12.15,16 que los hermanos que  consideran inferiores los dones que tienen no deben tener celos hacia los que han recibido dones mayores. No obstante, la moneda tiene otra cara también. La exhortación final del capítulo es: “Procurad los dones mejores”.

Es evidente que hay una envidia correcta además de la envidia mala. La envidia mala toma la forma de celos hacia los demás, mientras la buena se manifiesta en intentar mejorarnos a nosotros mismos. Tomemos por ejemplo la exigencia de Pablo a Timoteo: “No descuides el don que hay en ti … para que tu aprovechamiento sea manifiesto en todo”, 1 Timoteo 4.14,15.

Esta exhortación en 12.31 nos enseña que el don no es una cosa permanente y fija; no es  que una persona reciba al principio cierta cantidad, y esta ni aumenta ni mengua después. El mandamiento de procurar los dones mejores da a entender que los tales pueden ser conseguidos. Esto se hace destacar por la repetición de casi las mismas palabras en 14.1, donde dice, “procurad los dones espirituales”, agregando “pero sobre todo que profeticéis”.

Luego, sigue un pasaje cuyo propósito es enseñar que la profecía es un don mayor o mejor que el hablar en lenguas extrañas. Nótese que al final del capítulo, en 14.39, dice otra vez que debían anhelar un don: “procurad profetizar, y no impidáis el hablar en lenguas”. Es muy evidente que se puede desarrollar y aumentar los dones por medio de la oración y el ejercicio.

 

Hemos hablado del capítulo 13 como un paréntesis, pero esto en ninguna manera disminuye su importancia o significado. El 13 da el aceite que lubrica la maquinaria del 12. Además, es el remedio para los males que acotaban la asamblea en Corinto. Ya hemos dicho que la frase “el amor no tiene envidia”, 13.4, está puesta en contraste con la envidia de 12.15,16, y que “el amor no es jactancioso”, 13.4, forma un contraste con el orgullo de 12.21. Se puede agregar a estos contrastes algunos más:

Þ  El amor que “no se envanece”, 13.4, no hubiera dejado lugar para el espíritu partidario de 1.12, etc.

Þ  El amor que “no se goza de la injusticia”, 13.4, hubiera protegido el litigio entre hermanos en el capítulo 6.

Þ  El amor que “no busca lo suyo”, 13.5, no hubiera pisado la conciencia de otros creyentes como en el capítulo 8.

Þ  El amor que “no es indecoroso”, 13.5, hubiera puesto fin a la osadía de ciertas mujeres y a la borrachera del capítulo 11.

Además, este mismo amor variado, si lo tuviésemos, resolvería la mayor parte de nuestros problemas hoy día. El corazón sincero que siente amor hacia el Señor y su pueblo encuentra siempre un camino cuando las pugnas procuran impedir.

Ciertamente, es interesante observar que la expresión que empleamos ya, “un camino”, es el mismo con que se introduce el tema del amor. Al “procurar los dones mejores” en 12.31 se agrega “yo os muestro un camino más excelente”. Note que no es una cosa más excelente, sino un camino. En el capítulo 13 Pablo pone de manifiesto de una manera explícita que el amor es el mayor de los dones, tanto en su importancia como en su permanencia. Su propósito principal, sin embargo, es de señalar que el amor es la vía más excelente para descubrir cuál sea el mejor don; es también la mejor vía para logarlo una vez descubierto; es además la mejor vía por la cual se debe ejercitar el don cuando uno lo haya logrado.

Si tengo amor, juzgaré que el don mayor es aquel que más ayuda y provecho dará al pueblo de Dios. Por ejemplo, estaré de una vez de acuerdo con 14.5, “Mayor es el que profetiza que el que habla en lenguas”, porque mi propósito no será la glorificación propia sino que “la iglesia reciba edificación”. Y aun más: voy a considerarlo mejor decir “cinco palabras” que penetrarán el corazón y la conciencia de los santos, que tener capacidad para preparar un discurso ostentoso de “diez mil palabras” que no entrarán.

Adicionalmente, voy a estar consciente del hecho que la falta de este amor hará inútil cualquier don que yo posea. Teniendo el amor verdadero, diré con el apóstol que aun si y hablase con la elocuencia de hombres y ángeles, sin ese amor soy metal que resuena. Diré que sin ello soy nada aunque esté poseído de los dones de la profecía, el conocimiento y la fe. Y, yo podría manifestar un celo único en repartir mis bienes, y hasta perder la vida misma, pero sin el amor de nada me serviría.

Es decir, no sería yo de provecho ni a los santos, 13.1, ni en el ojo de Dios, 13.2, ni a mí mismo, 13.3. Después de todo, los hechos anotados en 13.1 a 3 son de una naturaleza que bien podría prestarse a la ostentación y la pompa, salvo que estén bajo el control del amor que les da su valor verdadero.

 

Hacia el final del capítulo 13 tenemos un contraste entre el amor imperecedero y los dones pasajeros. [20] El amor y sus hermanas en gracia – la fe y la esperanza – permanecerán siempre, 13.13, pero los dones serán reemplazados “cuando venga lo perfecto”, cuando vemos “cara a cara” en vez de por espejo, 13.12, y cuando conozcamos como somos conocidos.

Personalmente, no tengo duda alguna que estas expresiones nos llevan más allá de la venida del Señor. Reconozco, sin embargo, que algunos no lo ven así; ellos aplican todas o algunas de las expresiones a un tiempo que llegó poco después de cuando la carta fue escrita, es decir, cuando se terminó de escribir el Nuevo Testamento.

Pero, si uno lee los versículos cuidadosamente verá que sólo un fin está delante del autor, aunque lo expresa de tres maneras diferentes. Por lo tanto todas tres significan la misma cosa. Si concede esto, sólo se puede decir que uno tendrá que quedarse con su propia opinión si puede persuadirse a sí mismo que nosotros hoy día, aun con las Escrituras completas en nuestras manos, vemos “cara a cara” y conocemos como somos conocidos, mientras nuestro hermano Pablo veía sólo en un espejo y oscuramente.

Pongamos el pasaje al lado del trozo paralelo que está en Efesios 4. Se hace de una vez evidente que la misma meta está en vista en ambos capítulos. El fin que en 1 Corintios se describe como “cuando venga lo perfecto”, viendo “cara a cara”, y conociendo “como somos conocidos”, es exactamente el mismo que en Efesios 4.13 se trata como logrando “la unidad de la fe y la medida de la estatura de la plenitud de Cristo”. Creo que la mayoría de nosotros estamos de acuerdo en que éste no es el estado de las cosas hoy.

 

[20]  En parte conocemos, y en parte profetizamos; mas cuando venga lo perfecto, entonces lo que es en parte se acabará. Cuando yo era niño, hablaba como niño, pensaba como niño, juzgaba como niño; mas cuando ya fui hombre, dejé lo que era de niño. Ahora vemos por espejo, oscuramente; mas entonces veremos cara a cara. Ahora conozco en parte; pero entonces conoceré como fui conocido. Y ahora permanecen la fe, la esperanza y el amor, estos tres; pero el mayor de ellos es el amor,        13.9 a 13

 

Capítulo 17

 

Nos ocupamos hasta cierto punto con el capítulo 14 cuando lo estudiábamos en conexión con los dos capítulos que lo proceden. Ahora, si podemos guardar en mente estos lazos ya mencionados, nos ayudarán al estudiar el 14. Como hemos visto, el 12, el 13 y el 14 forman una sola sección discreta de la epístola.

Parece claro, considerando cómo empieza el capítulo 12, que el asunto de los dones fue uno de los temas mencionados en la carta que los corintios enviaron a Pablo, 7.1, pero del capítulo 14 se desprende que los informes en cuanto a su conducta, 1.11, incluyeron una referencia a la manera como ellos estaban abusando algunos de estos dones en sus reuniones.

El capítulo sugiere al menos tres manifestaciones de este mal. Todas tres surgieron por el uso de los dones para una mera ostentación en vez de edificación. A saber:

Þ  Se daba un lugar indebido al hablar en lenguas extrañas, como el más visto de los dones que poseyeron. Es esto lo que ocupa la mayor parte del capítulo.

Þ  No estaban dispuestos a esperar el uno al otro, dando por resultado que varios ejercitaban sus dones a una vez y así había confusión, 14.30 a 33.

Þ  Ciertas mujeres buscaban la preeminencia, reclamando el mismo derecho que los varones en el ministerio público, 14.34 a 36.

Muchas son las preguntas que han surgido al torno de los asuntos tratados aquí y muy variadas las opiniones expresadas sobre ellas. En vez de aumentar el número de éstas, intentaremos guardarnos dentro del título de nuestra obra, es decir, restringirnos a dar unas “notas”. Busquemos a continuación las pistas encontradas en el capítulo mismo y en otros, para que tengamos ayuda en entender bien.

 

Un indicio del sentido correcto es aquel que mencionamos al hablar del capítulo 11: siete veces entre el 11 y el 14 se emplea el vocablo griego que significa “reunirse”. Es sólo en ellos, dijimos, que se lo usa con referencia a las reuniones de la asamblea. El eslabón que une a los dos capítulos a raíz de la repetición de esta palabra es tan notable que nos debe retardar en intentar hacer diferencia en cada caso, aunque el capítulo 11 trata la reunión memorial y el 14 trata el ministerio.

Otra expresión que da una señal parecida es la frase “en iglesia” (sin el artículo la en el griego, anque sí se usa en la Reina-Valera). Éste se encuentra en 14.19, 28 y 35 y en una sola parte más: en 11.18. Evidentemente quiere decir “en la iglesia cuando reunida ella para la reunión”, y se puede ponerla en contraste con la otra frase, “en la iglesia” (con el artículo) encontrada en 6,4, 12, 28, etc.

Nuestro capítulo dice mucho en cuanto a los dones de profetizar y de hablar en lenguas extrañas. Nótese que el segundo, el de lenguas, parece haber sido considerado por los corintios como el mayor de los dones que ellos poseían. En cambio, el de profecía era el que, a criterio de Pablo, ocupaba el lugar inmediato al apostolado, como puede verse en 12.28 y en Efesios 4.11. [21]

Por lo tanto, fueron bien ordenados para servir de ilustración en la lección que él quería enseñarles aquí. La lección es que nuestro objetivo en el uso de los dones debe ser el provecho de los santos y no la exhibición de sí mismo. El que ha aprendido esta verdad sabe que tiene aplicación mucho más amplia que solamente a estos dos dones. Esto queda evidente en 14.26, donde el apóstol dice, después de haber hecho mención del ejercicio de los varios dones: “Hágase todo para edificación”.

 

Hemos señalado que las exortaciones

Þ  Procurad los dones espirituales, 14.1

Þ  Pida en oración poder interpretarla, 14.13

Þ  Procurad profetizar, 14.39

Þ  Procurad los dones mejores, 12.31

dan a entender que los tales dones pueden ser conseguidos mediante la oración y el ejercicio en este sentido. Si no, estas exhortaciones carecerían de fundamento. Además, habría razón en lo que se oye decir a veces en el sentido de que se los recibirirán sólo por la imposición de manos. Que se daban los dones a veces de esta manera sabemos por Hechos 19.6, y también sabemos por 2 Timoteo 1.6 que el evangelista Timoteo recibió don de la misma manera. Pero, pocos van a sostener que únicamente por la imposición de manos apostólicas se recibe el don de evangelista.

Puede que digan que ceder en este punto es regalar algo a aquellos que sostienen en la actualidad la ridícula imitación del hablar en lenguas y de la profecía. Pero, en realidad no se ayuda la verdad al procurar apoyarla con dichos que no pueden ser aprobados claramente por las Escrituras, los cuales reciben el visto bueno sólo porque no hay posibilidad de com-probarlos.

Otro ejemplo del mismo tipo de opinión que se expresa a veces que el don de lenguas resultó en facultad para predicar el evangelio en idiomas antes deconocidos. No tenemos en la Palabra de Dios ni afirmación ni ejemplo de tal cosa. Es más: esta idea no concuerda con lo expresado en 14.13 – a saber, que es posible que uno posea el don pero carezca de poder para interpretar lo que dice.

Que las “lenguas” eran idiomas realmente usados por extranjeros es claro a la luz de la exclamación por parte de los visitantes de otros países en Hechos 2.8 a 11. Dijeron: “Les oímos nosotros hablar cada uno en nuestra lengua”.  Sin embargo, este mismo pasaje también explica que las palabras que ellos oyeron no eran mensajes evangélicos dirigidos a ellos mismos, sino una proclamación hecha a medida sobre “las maravillas de Dios” que el Espíritu dio a conocer. Nada se dice que indique que los que hablaban entendían lo que decían, aunque los extranjeros sí. Similarmente, en
1 Corintios se habla del ejercicio del don de lenguas como una oración, 14.14, como una canción, 14,15, y como una expresión de gracias, 14.16, pero no como la predicación del evangelio. [22]

Por el otro lado, casi no se puede nombrar una ciudad que contara con más extranjeros que los que tenía Corinto. Quizás ésta sea una razón por la cual el Señor aparentemente concedió este don tanto más en Corinto que en las demás partes. No fue un medio para la predicación directa del evangelio, sino una “señal”, 14.22, como fue el caso también en Pentecostés. [23]

 

En cuanto a la profecía, no sería fácil dar a esta palabra una definición suficientemente amplia para incluir todas las circunstancias en las cuales se la usa en la Palabra de Dios. En nuestro lenguaje moderno ella está tan vinculada con los pronósticos que nos es difícil pensar del término en un sentido que no se relacione con el futuro. No obstante, mucho de la profecía de la Biblia no es de este carácter.

Por un extremo se la emplea al referirse a todos las escrituras verbalmente inspiradas que se encuentran en la Palabra de Dios. En el otro se lo aplica aun a la música y las acciones de gracias de los levitas en el servicio del templo. Véase 1 Crónicas 25.1 a 3 y fíjese en la expresión llamativa que se “profetizaba bajo las órdenes del rey”. ¿Podemos decir que de una manera parecida los profetas en Corinto deberían haber profetizado también “bajo órdenes” del apóstol, según se las dan en este capítulo 14, especialmente en sus versículos finales?

Por lo menos es claro que lo llamado aquí la profecía no puede ser colocado en el mismo nivel que las escrituras de los profetas del Antiguo Testamento, ya que Pablo se considera en condiciones de limitar su cantidad, y sugiere en 14.29 que los demás deberían juzgar su calidad. Si estos hombres estuviesen hablando las mismas palabras que Dios les daba en el momento, ¿osaría el apóstol limitarles así? Pero, por otro lado, el uso de las palabras “revelación” y “revelado”, 14.6,30, nos asegura que en algún sentido ellos expresaban mensajes recibidos de Dios. [24]

Probablemente el paralelo más parecido a estas en las profecías del Antiguo Testamento sería aquello que leemos de los setenta ancianos en Números 11.25 a 29. En este caso también se exigió que algunos fuesen impedidos. La contestación de Moisés, “Ojalá que todo el pueblo de Jehová fuese profeta”, es muy parecida a las palabras de Pablo en 14.5; “Quisiera que todos vosotros … profetizaseis”.

 

Una cosa más. Se nos presenta un punto interesante al mencionar ciertas personas llamadas “indoctas” en 14.23,24. Nos parece claro que estas no eran miembros de la asamblea, considerando que dice en v. 23, “Si … toda la iglesia se reúne … y entran indoctos …” Sin embargo, se hace una distinción cuidadosa entre estos y los que no son salvos, diciendo “indoctos o incrédulos” y “algún incrédulo o indocto”. [25]

¿Quiénes pueden ser, entonces, si no son aquellos que habían profesado fe en Cristo pero no incorporados todavía en la comunión de la asamblea? Si algunos dicen que no hay en el Nuevo Testamento tal cosa como la recepción, o incorporación, a la iglesia local (o sea, que todos los salvos son de hecho miembros de la congregación), tendremos que dejar para los tales la tarea de encontrar una explicación de “los indoctos”, siempre que sea una explicación cónsona con lo que el capítulo dice.

Mientras tanto, es de notar que tanto el indocto como el incrédulo pueden reconocer que “verdaderamente Dios está entre vosotros”, 14.25, pero se presenta sólo el indocto convertido, y no el incrédulo, diciendo Amen a las acciones de gracias, 14.16.

 

[21]  Y a unos puso Dios en la iglesia, primeramente apóstoles, luego profetas, lo tercero maestros, luego los que hacen milagros, después los que sanan, los que ayudan, los que administran, los que tienen don de lenguas, 1 Corintios 12.28.  El mismo constituyó a unos apóstoles; a otros, profetas; a otros, evangelistas; a otros, pastores y maestros, Efesios 4.11.

 

[22]  Porque si yo oro en lengua desconocida, mi espíritu ora, pero mi entendimiento queda sin fruto. ¿Qué pues? Oraré con el espíritu, pero oraré también con el entendimiento. Porque si bendices sólo con el espíritu, el que ocupa lugar de simple oyente, ¿cómo dirá el Amén a tu acción de gracias? pues no sabe lo que has dicho, 14.14 a 16

 

[23]  Así que, las lenguas son por señal, no a los creyentes, sino a los incrédulos; pero la profecía, no a los incrédulos, sino a los creyentes, 14.22

 

[24]  Ahora, pues, hermanos, si yo voy a vosotros hablando en lenguas, ¿qué os aprovechará, si no os hablare con revelación, o con ciencia, con profecía, o con doctrina? 14.6  Y si algo le fuere revelado a otro que estuviere sentado, calle el primero, 14.30

 

[25]  Si, pues, toda la iglesia se reúne en un solo logar, y todos hablan en lenguas, y entran indoctos o incrédulos, ¿no dirán que estáis locos? Pero si todos profetizan, y entra algún incrédulo o indocto, por todos es convencido, por todos es juzgado, 14.23,24

 

Capítulo 18

 

En 1 Corintios 15 encontramos la última de las deficiencias de la asamblea que se citan en la epístola. Una enseñanza falsa sobre la resurrección había tomado cuerpo entre los corintios. Aunque es el último de los males tratados, no era en ninguna manera uno de los menores; según Hebreos 6.2, la doctrina de la resurrección es una de las que forman el fundamento de la divina verdad revelada. Esto está indicado también en nuestro capítulo, donde se prueba que la resurrección está tan vinculada con el mensaje del evangelio que negarla equivale negar el evangelio mismo, y por lo tanto robar a Cristo de su gloria como el Salvador resucitado.

El mismo resultado se produce a menudo por los demás errores graves de doctrina, y aun por muchos errores que a primera vista no se ven como de consecuencia. Los tales deshonran a Cristo y quizás al evangelio su poder. Este hecho pone en las manos del creyente más sencillo, cual sea su falta de erudición y lógica, un medio por lo cual él puede discernir el error. Puede preguntarse: ¿Glorifca a Cristo esta enseñanza? ¿Concuerda con el testimonio bíblico que Cristo murió por nuestros pecados, fue sepultado y resucitó al tercer día? Si puede responder que sí en ambos casos, no tiene que tener mucho temor. Si no, la tal doctrina es del diablo, auque llegue bien adornada de versículos bíblicos empleados fuera de su contexto.

 

En cuanto al tema de la resurrección de los santos, 1 Corintios 15 es el pasaje que lo trata a fondo y lo ve desde el más amplio punto de vista. No obstante, como ya comentamos, fue escrito con el fin de corregir el error que se esparcía en la asamblea corinta.

Aprendemos de 14.12 que había aquellos que decían que no hay resurrección. Su fracaso ha resultado en nuestra ganancia, como en toda la epístola. Es decir, tenemos por resultado este capítulo tan hermoso que reune un razonamiento claro, la buena enseñanza, unos ejemplos y varias ilustraciones buenas.

Su lugar, casi al final de la epístola, lo favorece en parte. Antes de terminar su carta, el apóstol aptamente quita los pensamientos de estos creyentes mundanos de las cosas presentes y los dirige hacia las futuras; les lleva desde las cosas terresteres hacia las celestes.

Si ellos hubiesen esperado las tales cosas celestiales, hubieran, como Pedro lo expresa, procurado con diligencia ser hallados por Él en paz, 2 Pedro 3.14. En lugar de esto, estaban formando partidos e intro-duciendo acusaciones en los tribunales. Si hubiesen aguardado la esperanza bienaventurada, habrían renunciado a la impiedad y los deseos mundanos, Tito 2.12,13, en vez de asistir a las fiestas de sus vecinos inconversos. Si ellos hubiesen estado esperando a Aquel que transformará el cuerpo de la humillación nuestra, Filipenses 3.21, esto les habrá guardado de las muchas impiedades en las cuales cayeron, y especialmente no habrían intentado reinar como gobernantes antes del tiempo, como estaban haciendo según el 4.8.

En cierta manera, este capítulo 15 es lo ideal de lo que quisiéramos que fuesen, en lo posible, todas las divisiones entre los capítulos en la Biblia. Su tema empieza en el primer versículo y termina en el último. Por tanto, no hay el peligro que existe en algunas otras escrituras de perder el hilo a causa de una indebida separación entre los llamados capítulos.

El tema del capítulo 15 se divide en dos secciones principales. Son vv 1 a 34 y vv 35 a 57; el v. 58 se agrega como una exhortación práctica basada en ambas secciones. En la primera parte el apóstol habla de aquellos que negaban el hecho de la resurrección y en la segunda de aquellos que dudan de la manera en que sería realizada. La clave de la primera parte se encuentra en el v. 12; “¿Cómo dicen algunos entre vosotros que no hay resurrección de muertos?” La clave de la segunda sección la encontramos en el v. 35: “Dirá alguno, ¿cómo resucitarán los muertos? ¿Con qué cuerpo vendrán?”

 

La pequeña palabra alguno(s) que está presente en ambos versículos se emplea a menudo en las epístolas de Pablo para introducir un punto triste. Aun en aquellos primeros días de la historia de la Iglesia “algunos” se habían desviado de una manera y “algunos” de otra. En las cartas a Timoteo, escritas casi al final de la vida del apóstol, encontramos el término usado en este sentido varias veces, como es de esperare, pero se usa aquí en 1 Corintios también. Veamos además aquel pasaje solemne en 10.6 a 10, donde se lo utiliza cuatro veces con referencia a Israel en el desierto, como advertencia a nosotros.

Aquí no podemos tratar exhaustivamente el uso de la palabra, pero sí nos interesa notar que en varios pasajes se habla de “algunos” referidos a errores sobre la resurrección. En Hechos 17.32, cuando Pablo hizo mención del asunto en el Areópago, leemos que “cuando oyeron de la resurrección de los muertos, unos (algunos) se burlaron”. Esto, por supuesto, es la más vil actitud posible. Es probable que eran mayormente los epicúreos presentes quienes se portaron así; las doctrinas suyas se pueden resumir en las palabras de Isaías 22.13 que Pablo cita en 1 Corintios 15.32: “Comamos y bebamos, porque mañana moriremos”.

Al lado de éstos podemos colocar a ciertos que decían ser santos. Son los “algunos” de 15.12 que dicen que “no hay resurrección de muertos”. Esta actitud difiere poco de la de los atenienses.

Llegamos ahora a 2 Timoteo 2.17,18 donde la fe de algunos fue trastornada al recibir la enseñanza de Himeneo y Fileto, quienes dijeron que la resurrección ya se efectuó. Estos hombres no consiguieron fama suficiente mientras hablaban de una manera correcta, e intentaron lograrla por medio de un ministerio tan falso como nuevo. Los tales tampoco carecen de éxito hoy día.

Por último, vemos el alguno de 15.35. Él no negaba la resurrección, pero sembraba las dudas del escepticismo sobre cómo podría verificarse.

Las palabras de nuestro Señor Jesucristo a los saduceos en Marcos 12.24 bien podrían ser dirigidas a los saduceos postreros de los pasajes citados arriba: “¿No erráis por esto, porque ignoráis las Escrituras, y el poder de Dios?” El conocimiento de las Escrituras hubiera guardado del error en cuanto al hecho de la resurrección, y el conocimiento del poder de Dios hubiera callado todo aquel que ponía reparos sobre el cómo.

 

Capítulo 19

 

Hemos visto como el autor presenta en dos partes la materia de la resurrección, que es el tema del capítulo 15 de la epístola.

Þ  La primera parte trata el hecho de la resurrección, 15.1 a 34

Þ  La otra explica cómo será, 15.35 a 37

Por cuanto el propósito de la primera es defender el hecho, el apóstol procede así:

En los primeros versículos él lleva a los corintios hacia atrás al mensaje del evangelio que les fue predicado en el principio. Estaba fundado tanto en la autoridad divina como en la experiencia personal, 15.3. Era también un mensaje que ellos ya habían aceptado y en él basaban su condición como pueblo de Dios; fue sólo éste el mensaje por el cual ellos podrían profesar ser salvos de la ira venidera, 15.1,2. Él les manifiesta que este mensaje implica la resurrección, porque su tema era que Cristo murió por nuestros pecados conforme a las Escrituras, que fue sepultado, y que al tercer día fue resucitado conforme a las Escrituras, 15.3.4.

Este evangelio era en aquel entonces y es ahora el que Dios utiliza para la conversión de pecadores. Sin embargo, muchos, y aun aquellos que deben saber mejor, no lo encierran en sus prédicas tanto como deberían. Pablo dice en su última carta a Timoteo: “Acuérdate de Jesucristo … resucitado de los muertos conforme a mi evangelio”. Guardemos siempre en mente que nuestro mensaje no es en cuanto a un Salvador muerto sino de uno que vive y aun ha dicho: “Yo soy el que vivo y estuve muerto; mas he aquí que vivo por los siglos de los siglos”.

Habiendo manifestado que la resurrección de Cristo constituía una parte del mensaje del evangelio, Pablo procede a recordarles en 15.5 a 11 de los muchos testigos que ella tiene. Él anota seis de las manifestaciones más importantes de nuestro Señor a su pueblo después de resucitado:

Þ  Dos de éstas fueron a todos los apóstoles.

Þ  Una fue a más de quinientos discípulos; posiblemente esta fue la ocasión de la reunión concordada de antemano (y por lo tanto “oficial”) en el monte de Galilea, Mateo 28.

Þ  Las otras tres fueron encuentros con hombres principales entre los santos: con Pedro, con Jacobo (probablemente aquel llamado “hermano del Señor”) y con Pablo mismo.

Él continúa con un recordatorio, 15.12 a 19, que la negación de la resurrección en general es una negación de la de Cristo en particular, y que esta incredulidad quita el fundamento de todo lo que nosotros profesamos tener como santos.

Luego, en vv 20 a 28 se hace hincapié en otro punto: nuestra relación con Adán envuelve la muerte; así, nuestra relación con Cristo debe traer consigo la vida y la resurrección.

Finalmente, en vv 29 a 34 él muestra que el comportamiento y la manera de vivir de sí mismo y de los santos en general carecerían de sentido y provecho si no hubiese una resurrección y un futro glorioso. Caso tal, más vale como sabiduría aquel dicho ridículo “Comamos y bebamos, que mañana moriremos”.

 

Pasamos ahora a la segunda sección de nuestro capítulo. En dos preguntas se cristalizan las dudas expresadas por algunos sobre la manera cómo la resurrección podría ser llevada a cabo. Están en 15.35:

Þ  ¿Cómo resucitarán los muertos?

Þ  ¿Con qué cuerpo vendrán?

Primeramente el apóstol emplea una analogía para mostrar que las tales preguntas no son razonables. Es ridículo, dice, que uno pregunte cómo van a resucitarse los muertos cuando la tal persona está acostumbrada a sembrar semilla en la tierra para que muera, pero a la vez espera que la semilla brote luego para dar su fruto. Igualmente es necio preguntar con qué cuerpo vendrán los resucitados cuando diariamente vemos delante de nuestros ojos la variedad maravillosa de la creación. Bien sabemos que en la creación viviente terrestre hay diferencias entre las partes, como el hombre, las bestias, las aves y los peces; cada cual tiene una naturaleza acorde con su ambiente. Bien sabemos que hay diferencia entre la parte terrestre de esta creación y la celeste. Sabemos además que en la parte celeste hay diferencias entre los varios miembros.

Al lado de estos contrastes él pone el contraste entre el cuerpo “natural” que poseemos ahora y el cuerpo “espiritual” que tendremos en la resurrección. El pasaje, 15.42 a 49, es sublime, y veces innumerables ha sido leído frente al sepulcro del difunto.

Después de este razonamiento por analogía, el escritor contesta más directamente las preguntas escépticas del v. 35. Lo hace dándoles a conocer lo que el Señor le había revelado a él mismo tocante a la venida del Señor y sus resultados. En 15.52 contesta su “¿cómo resucitarán?” en las palabras: “en un momento, en un abrir y cerrar de ojos, a la final trompeta”. Y en el 53 él contesta a “¿con qué cuerpo?”, diciendo: “esto corruptible se vista de incorrupción y esto mortal se vista de inmortalidad”.

 

Finalmente, con el corazón desbordado al contemplar la esperanza tan gloriosa, el apóstol suelta una de sus típicas alabanzas de gratitud: “Gracias sean dadas a Dios que nos da la victoria por medio de nuestro Señor Jesucristo”, 15.57.

Por cierto, es una perspectiva gloriosa. Si ella llenara los corazones nuestros como llenaba el de Pablo, nos impulsaría y nos refrenaría en toda nuestra conducta y nuestro servicio. La gloria velada y lejana de la ciudad “que tiene fundamento, cuyo arquitecto y constructor es Dios” tenía poder para llenar los ojos y los corazones de los santos del Antiguo Testamento citados en Hebreos 11.8 a 16. Ellos no deseaban volver al país de donde partieron. ¡Cuánto más debemos ser motivados nosotros por el esplendor de la revelación del Nuevo Testamento acerca de la venida del Señor, la cual resplandece en este capítulo y en muchos otros!

¿Es así?

Profesamos guardar la sana doctrina de su regreso para los santos, de la resurrección de los que han muerto en Cristo, y del tribunal donde todo servicio fiel recibirá su galardón. Pero ¿qué fruto de esto se ve en nuestras vidas? ¿La tal doctrina concuerda con nuestro afán de imitar o sobrepasar a los mundanos en tantas de sus costumbres y con nuestra gran falta de energía para las cosas divinas?

 

 

 

 

Escuche la exhortación con que se termina el capítulo:

“Así que, hermanos amados,

estad firmes

y constantes,

creciendo en la obra del Señor siempre,

sabiendo que vuestro trabajo en el Señor no es en vano”.

Aquí tenemos un modo de vivir que está directamente opuesto a aquel que encontramos en la parte central del capítulo, que es el modo obvio para los que no creen en la resurrección: “Comamos y bebamos, porque mañana moriremos”. Pero el nuestro es: “Seamos firmes y constantes, porque mañana veremos que no fue en vano”.

Debemos averiguar cuál de estos es el tenor de nuestras vidas. Podemos decir en verdad con Pablo en 2 Corintios 4.17,18: “Esta leve tribulación momentánea produce en nosotros una cada vez más excelente y eterno peso de gloria; no mirando nosotros las cosas que se ven, sino las que no se ven, pues las cosas que no se ven son eternas”. Veamos otra vez, aun más de cerca, a esta exhortación en 15.58. Encontraremos que cada palabra tiene su importancia particular. Por ejemplo:

Þ  “Estad firmes”. Tiene que ver con algo dentro de nosotros. Es la misma palabra que se usa en 7.37 en la expresión, “el que está firme en su corazón”. Aquí quiere decir: no suelte su apretón de la verdad que Dios le ha enseñado; agárrela bien y déjela sostenerle.

Þ  “Constantes” insinúa un peligro de afuera, como en Colosenses 1.23 donde se usa una palabra de la misma raíz, “sin moveros de la esperanza del evangelio”. Quiere decir: no permita que otros le muevan de lo que usted ha aprendido, aun sin parecer tener mucha razón.

Þ  “Creciendo en la obra del Señor siempre”. Esto será una manifestación externa y práctica de nuestra firmeza y constancia, excepto, por supuesto, que nuestra firmeza sea apenas obstinación y nuestra constancia sólo terquedad.

La sana doctrina y la sana práctica van mano en mano aquí, como en toda la Escritura; en cambio hemos visto que más arriba en el capítulo la mala doctrina y sus resultados producen una vida descuidada.

Un punto adicional. No vamos a imaginar que estamos “creciendo siempre” si en realidad estamos apenas guardando nuestra posición. La frase encierra progreso, siendo la misma traducida como “abundéis” en 1 Tesalonicenses 4.10. Ciertamente es muy apropiado que al acercarnos a la meta estemos “abundando más y más” en devoción al Señor.

 

 

 

 

Capítulo 20

 

Algunos asuntos del capítulo final de 1 Corintios merecen nuestra atención antes de que nos despidamos a esta gran epístola.

Al leer el capítulo lo que os llama la atención primero es la introducción. [26] Inmediatamente después del cuadro de nuestro futuro glorioso presentado en el capítulo 15 y la exhortación de abundar siempre en la obra del Señor, la introducción nos da instrucción sobre la colecta para los pobres de Jerusalén. Parece que el apóstol quiere recordarles que las donaciones ofrendadas de acuerdo con las entradas que uno tenga constituyen una manera de crecer en la obra del Señor. Aunque él mismo no aceptaba donativos de ellos, [27] sí deseaba señalarles una oportunidad para manifestar su bondad.

Este tema, como bien sabemos, está completado y tratado a fondo en los capítulos 8 y 9 de la segunda epístola. Reuniendo lo que se dice aquí y en esos capítulos, aprendemos que de nuestro dinero debemos ofrecer:

1 Corintios     2 Corintios

espiritualmente                                  8.5

voluntariamente                                 8.12

alegremente                                                 9.7

bondadosamente                                 9.6

proporcionalmente                    16.2

honestamente                                     8.21

regularmente                  16.2

 

Siguen en el capítulo unas referencias a la gran obra que él estaba haciendo en Éfeso, las dificultades y sus propuestos viajes. Conviene estudiar cada uno en conjunto con 2 Corintios 1 y 2, donde leemos de ciertos acontecimientos que habían sucedido cuando él volvió a escribir a Corinto.

En 16.15 a 18 se habla de la familia de Estéfanas. [28] En el primer capítulo el apóstol mencionó el bautismo de algunos de esta familia. Por 16.17 entendemos que Estéfanas estaba con Pablo cuando la Epístola fue escita. Quizás los otros dos citados en el versículo, Fortunato y Acaico, eran miembros de su familia.

El apóstol guardaba a éstos en alta estima, y exhorta a los santos sujetarse a hombres principales como éstos que se habían probado ser espirituales. Estos pocos versículos y 1.16 nos dicen todo lo que sabemos de estos hombres. Nos dicen que ellos:

Þ  fueron los primeros convertidos en Corinto: “las primicias de Acaya”, 16.15

Þ  se bautizaron en alguna ocasión oportuna, 1.16

Þ  se dedicaron al servicio del pueblo del Señor, 16.15

Þ  gozaban de plena comunión con los demás obreros; “los que ayudan”, 16.16

Þ  se esforzaban en la verdad; “cooperan y trabajan”, Versión Moderna, 16.16

Þ  estaban dispuestos a suplir cualquier necesidad, 16.17

Þ  eran una fuente de refrigerio y gozo a Pablo y otros, 16.18

No es necesario hacer comentario sobre estos puntos. Una familia de esta talla sería bienvenida en cualquier asamblea. El siervo del Señor que tenga el carácter espiritual de Estéfanas y los suyos no tendría por qué quejarse de ser subestimado por sus consiervos.

 

Nos queda un tema más antes de terminar. La mayoría de las cartas de Pablo fueron dictadas a un ayudante quien las puso por escrito. Sabemos a ciencia cierta que solamente la carta a los gálatas no fue escrita así, Gálatas 6.11, aunque quizás había otras. Su costumbre era agregar en letra propia una salutación al final, y esta salutación se destaca más en algunos casos que en otros. Las tres que más nos llaman la atención se encuentran en 1 Corintios, Colosenses y 2 Tesalonicenses, donde dice, “Yo Pablo os escribo esta salutación de mi propia mano”, o cosa parecida.

Entre estas tres, la de 1 Corintios 16.21,22 es preeminente. Su mensaje es: “El que no amare al Señor Jesucristo sea anatema. El Señor viene”.  En el Antiguo Testamento se pronunciaban maldiciones por diversas razones. Por ejemplo, en Deuteronomio 27 hay nada menos de doce. No es así, en cambio, en el Nuevo Testamento; hay apenas dos maldiciones nuevas en el Nuevo, y ambas son solemnes e importantes.

Þ  En Gálatas 1.8,9 el primer mensaje que Pablo de la a los gálatas, después de una salutación, es una maldición. Dos veces él pronuncia una maldición (“sea anatema”) sobre cualquier que anuncie un evangelio que no glorifica a Cristo.

Þ  En 16.22 su mensaje final y particular es un anatema o maldición sobre aquel que no amare a este mismo Salvador bendito.

El tema es apropiado para la conclusión de la carta. En nuestro comentario sobre el capitulo 13 dijimos que se pudiera haber evitado cada uno de los muchos males que había entre los corintios mediante la posesión del amor a Cristo y el amor a los hermanos que éste produce.

No queremos sugerir que ellos carecían del amor de un todo, porque una característica fundamental de toda persona realmente renacida de arriba es que “le amamos a él porque él nos amó primero”. Solamente los supuestos creyentes falsificados por el diablo no tienen amor alguno por el Señor. Los que sólo dicen ser salvos quizás parecen ser iguales a los creyentes en las cosas externas, pero no tienen en sus corazones ni una chispa de amor por Cristo.

 

“El Señor viene” no es un mero adorno con que terminar la carta. En la versión antigua de la Reina-Valera la expresión fue dejada sin traducir: “Maranata”. “Anatema” figura en su forma original griega tanto en 16.22 como en 12.13 y Gálatas 1.8,9. “Maranata”, en cambio, proviene del arameo, el idioma vernáculo de los judíos desde su cautiverio. Parece que a propósito Pablo expresó su salutación parte en el griego y parte en el estilo hebreo como si fuera para incluir todos aquellos de quienes él había dicho en 1.24 que “para los llamados, así judíos como griegos, Cristo (es) poder de Dios y sabiduría de Dios”.

Maranta. El Señor viene. El anatema nos hizo pensar en lo que el apóstol escribió acerca del amor, pero el maranata nos recuerda lo dicho en el capítulo 15 sobre la venida del Señor. El amor a Cristo es señal de los suyos y les constriñe a andar en sendas que le agradan, así la esperanza de su regreso, ardiendo viva en nuestros corazones, nos constriñe a ocupar nuestro tiempo en su servicio, “creciendo en la obra del Señor siempre”.

A medida que los días pasan, cada uno de nosotros quiere aprender y conocer en nuestras vidas más y más del poder constructivo de estos dos efectos, o sea, el amor de nuestro Señor Jesucristo y el amor a su venida, para que seamos preservados de traer reproche sobre el testimonio como hicieron los corintios en aquellos tiempos.

 

[26]  En cuanto a la ofrenda por los santos, haced vosotros también de la manera que ordené en las iglesias de Galacia. Cada primer día de la semana, cada uno de vosotros ponga aparte algo, según haya prosperado, guardándolo, para que cuando yo llegue no se recojan entonces ofrenda, 16.1,2

 

[27]  Así también ordenó el Señor a los que anuncian el evangelio, que vivan del evangelio. Pero yo de nada de esto me he aprovechado, ni tampoco he escrito esto para que se haga así conmigo; porque prefiero morir, antes que nadie desvanezca esta mi gloria, 1 Corintios 9.14,15.  Cuando estaba entre vosotros y tuve necesidad, a ninguno fui carga, pues lo que me faltaba, lo suplieron los hermanos que vinieron de Macedonia, y en todo me guardaré y me guardaré de seros gravoso, 2 Corintios 11.9.

 

[28]  Hermanos, ya sabéis que la familia de Estéfanas es las primicias de Acaya, y que ellos se han dedicado al servicio de los santos. Os ruego que os sujetéis a personas como ellos, y a todos los que ayudan y trabajan. Me regocijo con la venida de Estéfanas, de Fortunato y de Acaico, pues ellos han suplido vuestra ausencia. Porque confortaron mi espíritu y el vuestro; reconoced, pues, a tales personas, 16.15 a 18.

 

 

 

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