Mateo 5 a 7 (#854)

La vida radiante

Mateo 5 al 7

 

Arnold Pickering, Stockport, Inglaterra

Publicado por los mayordomos de Echoes of Service bajo el título The radiant life

             Su instrucción                      5.1 al 3                   

             Su esencia                              5.3 al 12                                

             Su contorno                          5.13 al 16              

             Su intimidad                           5.17 al 20

         Su expresión                      5.21 al 48

Su expresión                      6.1 al 34

Su experiencia                   7.1 al 29

 

Instrucción sobre la vida radiante

 

Maestro                      Vinieron a él sus discípulos. 5.1

Al recordarles a sus seguidores que ellos le llamaban Maestro y Señor, el Salvador aprobó y sancionó ambas formas de hablar. “Vosotros me llamáis Maestro, y Señor; y decís bien, porque lo soy”, Juan 13.13. Cada uno de estos títulos da a entender una relación recíproca. Si era su Señor, ellos eran sus servidores. Si Maestro, ellos discípulos. Fue en su calidad de Maestro que le rodeaban, sentados en aquel cerro y apartados de la muchedumbre que de otra manera les hubiera acompañado.

Ellos estaban aprendiendo de Él, quien tenía muchas cosas que decirles, como tiene para nosotros también. Si con humildad profesamos alguna semejanza a la relación que gozaban con el Maestro, podemos estar seguros de que sus palabras son para nosotros también.

 

Método                       Abriendo su boca les enseñaba. 5.2

Abrir su boca para enseñar no fue la única manera en que el Maestro impartía verdad espiritual a sus discípulos. Su vida, además de sus labios, proclamaba siempre las lecciones que tenía para ellos. Moisés había anunciado con sus labios, “No matarás”, pero sus manos ya habían cometido homicidio. En cuanto al Maestro, no había nada de incongruencia entre lo que decía y hacía. Su vida ilustraba sus enseñanzas; sus lecciones exponían su vida.

 

El contenido de sus enseñanzas

 

Llegando a Jesús y reconociéndole como un rabino, Nicodemo esperaba sin duda que pudiera aumentar sus conocimientos al charlar con un maestro que venía de Dios. Es significante que el Maestro se haya dirigido a él en el sentido que “Nicodemo, lo que tú necesitas no es enseñanza sino vida nueva”.

La naturaleza y esencia de esta vida nueva será el tema del discurso a estos discípulos. Es una vida feliz y radiante. Cada bienaventuranza expone una calidad específica de la vida radiante. Es más: cada una habla de una recompensa, un premio a ser conocido y disfrutado, no más allá del sepulcro sino aquí y ahora.

 

La esencia de la vida radiante

 

Pobreza de espíritu    Bienaventurados los pobres en espíritu,
porque de ellos es el reino de los cielos. 5.3

Cuánto difiere esta pobreza espiritual de la pobreza material que viene inevitablemente sobre uno cuando las circunstancias de la vida conspiran en su contra. Esta pobreza se asume voluntariamente y se entiende mejor al compararla con la soberbia de espíritu, que es su antítesis. Antes de quebrantamiento es la soberbia, y antes de la caída la altivez de espíritu, Proverbios 16.18. ¿No fue un espíritu altivo que precedió la Caída, y hasta la provocó? Ese solo acto de desobediencia por el cual el pecado entró en el mundo, ¿no fue en esencia la oposición de la voluntad humana a la voluntad divina? La criatura pensaba dar órdenes al Creador.

El espíritu del cual habla el Maestro es afable apacible, y es de gran estima delante de Dios, 1 Pedro 3.4. Es la actitud de corazón que dice al Salvador: Por encima de la voluntad y los afectos míos, impón el gran poder tuyo, y reina allí.

El galardón es vida en el reino de los cielos. Donde se reconoce el derecho de Cristo a reinar, ahí está ese reino. El reino de los cielos, o el reino de Dios, Mateo 19.23,24, no se entiende correctamente en términos de tiempo o territorio. Reinando, entronado en la gloria o en el reino en miniatura en nuestros corazones y vidas, habrá abundancia de bendición donde esté Él.

 

Lloro                           Bienaventurados los que lloran, porque ellos recibirán consolación. 5.4

La paradoja es más aparente que real. Llorar no quiere decir estar abrumado de tristeza; tiene el sentido también de estar colmado de necesidad. Los necesitados, como también los entristecidos, necesitan consuelo. Cuando Abraham le dijo al que había sido rico que Lázaro era consolado, Lucas 16.25, no estaba dando a entender que estaba disfrutando de la simpatía de los demás. Estaba diciendo más bien que ese mendigo de antaño era consolado en el sentido que todas sus necesidades habían sido satisfechas abun-dantemente.

Feliz el cristiano que está perpetuamente consciente de su necesidad. Su galardón será la experiencia de conocer la obra benéfica del otro Consolador, quien se goza en administrar la suficiencia de Cristo a nuestra necesidad recurrente. Se encuentran frente a frente la necesidad nuestra y la gran plenitud divina, y tenemos todo en el Señor.

 

Mansedumbre             Bienaventurados los mansos,
porque ellos recibirán la tierra por heredad. 5.5

Se dice que en los buenos tiempos de antes, cuando los caballos eran realmente caballos, había la tendencia de que se desarrollara un punto tierno en el muslo del cuello. Era que llevaban la cabeza tan en alto, orgulloso de su oficio, que la collera rozaba allí. Aprended de mí, dice el Salvador, que soy manso y humilde de corazón. Yo me doblo gustosamente a la voluntad santa de mi Padre, y así el yugo que llevo no me pesa. Me calza bien y no siento la carga.

¿No será que el yugo del cual Él hablaba, y que nos invita a llevar, sea aquél de la pasión consumidora de hacer la voluntad de su Padre? Esa voluntad roza e irrita solamente en la medida en que la rechazamos o nos rebelamos contra ella. Aquellos que gustosamente abrazan como suya la plenitud de la voluntad de Dios para su vida, encuentran que es buena, agradable y perfecta.

Además, esa disposición interior de mansedumbre se manifestará en ternura de conducta exterior. Ellos no heredarán el mundo sino la tierra. Todo aquello que tipifica la tierra en el Antiguo Testamento será su posesión para disfrute aun aquí.

 

Hambre y sed             Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia,
porque ellos serán saciados. 5.6

El Maestro emplea estos deseos naturales y persistentes para ilustrar el afán del corazón redimido por una manera de vivir santa y piadosa. Es significativo que no somos llamados a buscar la felicidad. La felicidad es como un pájaro delicado que elude la mano extendida de quien quiere tomarlo.

Se nos anima buscar a Dios, asegurados de que es galardonador de los que le buscan, Hebreos 11.6. David probó esto al exclamar, “Dios, Dios mío, eres tú; de madrugada te buscaré; mi alma tiene sed de ti”, Salmo 63.1. Es el corazón anheloso que clama que su meta es Dios mismo. No el gozo, la felicidad, la paz ni aun la bendición, sino su propio, solo Dios.

El trato de Dios con sus hijos tiene una multitud de formas, pero el galardón presente para los que le buscan es un llamado y un desborde. Ninguno de nosotros puede contener mucho de Cristo, pero todos podemos rebosar sin límite. “El que cree en mí, de su interior correrán ríos de agua viva”, Juan 7.38,39. Es esta avenida que resulta en bendición para los demás. Mientras no esté satisfecha nuestra necesidad propia de la justicia divina, poco o nada tendremos para compartir con otros.

 

Misericordia               Bienaventurados los misericordiosos,
porque ellos alcanzarán misericordia. 5.7

Nunca habrá una ocasión cuando necesitaremos algo menos que misericordia de parte de nuestro Padre. Ante la presencia de aquel que es santo, santo, santo, el mayor de los suyos mirará al Señor Jesús y confesará humilde y gratamente: “Fui recibido a misericordia”, 1 Timoteo 1.16. Será misericordia siempre y mérito nunca.

Dios se deleita en misericordia, Miqueas 7.18. Si nos deleitamos en manifestar esta cualidad en nuestro trato con los demás, manifestaremos en este proceder el carácter divino. Nos incumbe ver con mayor sentido crítico nuestro propio fracaso y estar más propensos a perdonar las fallas de otros. A quien lo hace, Dios le premia con su santa misericordia.

 

Pureza de corazón      Bienaventurados los de limpio                                                                                                                                               corazón, porque ellos verán a Dios. 5.8

Marcos 7.21 al 23 consiste en un catálogo asombroso de lo que es el corazón del hombre por naturaleza y práctica. Malos pensamientos … insensatez. La santidad de vida es imposible sin la pureza de corazón, ya que de éste mana la vida, Proverbios 4.23.

Nuestra salvación es una salvación tan grande y nuestro Salvador un Salvador tan completo, que nos puede salvar de cualquier manera que necesitemos. Cuando por fe tomamos para nosotros todo lo que puede ser y puede hacer en uno, Él nos purificará el corazón. ¿Y el galardón? Veremos a Dios; no sólo en esa visión beatífica en la Gloria, sino aquí y ahora. El corazón limpiado acelera nuestra percepción espiritual de manera que veamos día por día la obra de Dios en las circunstancias rutinarias de la vida. Otros pueden decir de una bendición específica que es buena suerte, pero nosotros sabemos mejor y podemos decir con Pedro: Es el Señor.

 

Pacificación                Bienaventurados los pacificadores,
porque ellos serán llamados hijos de Dios. 5.9

Aun cuando sea imposible para nosotros clasificar los pecados y decir que uno es más atroz que otro, sabemos por Proverbios 6.19 que una de las cosas que abomina el alma de Jehová es la siembra de discordia entre hermanos. No es mucho lo que deleita tanto al diablo como el hecho de que un hijo de Dios siembre conflicto, división y desacuerdo, bien sea en un hogar, una iglesia o una obra evangélica.

Gracias a Dios por aquellos hermanos cuya influencia es siempre a favor de sanar, hacer la paz y fomentar la concordancia de voluntades. ¿Y el galardón? Dice el Salvador que ellos serán llamados hijos de Dios. No se trata de hijos sólo por parentesco sino por tener el carácter del Padre, el Dios de paz.

 

Persecución                 Bienaventurados los que padecen persecución
por causa de la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos. 5.10

La persecución puede tener diversas procedencias y existir por diversos motivos. El pacificador conciliatorio del versículo 9 no tiene la garantía de que los demás le respondan con la misma gracia. Por lo contrario, su actitud bien puede provocar persecución. Aun cuando uno viva sin persecución física por el evangelio, el tal no debe olvidarse de que todavía hay hermanos en Cristo en otras partes que sufren en el cuerpo por sólo nombrar al Señor. Puede ser que más de cerca haya creyentes que padecen de burla, ostracismo y discriminación por ser leales a su Maestro.

 

Calumnia                    Bienaventurados sois cuando por mi causa os vituperen y os persigan,
y digan toda clase de mal contra vosotros, mintiendo. 5.11

Este Maestro asegura a sus discípulos que ellos pueden estar tan felices como aquellos que han dejado atrás la persecución, con tal que cumplan dos condiciones. En el versículo 10 la idea es los que han padecido persecución. Primero, lo que se dice acerca de ellos debe ser falso. Segundo, lo que se les hace debe ser inmerecido; no la consecuencia de su propia necedad sino producto de su identificación con Cristo y lealtad a Él.

 

Ejemplo                      Gozaos y alegraos, porque vuestro galardón es grande en los cielos;                                                                         porque así persiguieron a los profetas que fueron antes de vosotros.                                                                                              5.12

En tiempos de persecución siempre hay la tendencia de imaginar que, sea de una manera u otra, la persecución nuestra es única. El hecho es que los profetas fueron perseguidos de exactamente la misma manera en tiempos pasados. Su gracia suficiente siempre nos capacitará para soportar la persecución ahora con gozo y con un regocijo galardonador. Además, grande será nuestro galardón en los cielos.

* * *

Es así, entonces, que el Maestro presenta la esencia de la vida radiante. El cínico dice que es idílico pero imposible. Tal vez esté dispuesto a decir que uno podría vivir así en un monasterio o convento, pero su descomedimiento no le permite reconocer que uno podrá vivir así en el quehacer y rutina de cada día entre nuestros prójimos. Es por esto que el Salvador muestra en la sección siguiente que la vida nueva se experimenta en el ambiente viejo.

 

El ambiente de la vida radiante

 

Metáforas                   Vosotros sois la sal de la tierra; pero si la sal se desvaneciere, ¿con qué                                                                   será salada? No sirve más para nada, sino para ser echada fuera y                                                                                                hollada por !os hombres. 5.13

El prospecto de un colegio internado llevaba como título en la portada, Entrando en una vida nueva. No. Un alumno nuevo en esa residencia viviría sencillamente la vida vieja en un contorno nuevo. Para el discípulo, lo opuesto es cierto. Se le exige vivir la vida nueva en el ambiente viejo.

El Señor Jesucristo emplea dos metáforas para explicar la relación que nos corresponde con el mundo. La sal y la luz son parecidas pero diferentes. Se asemejan en que son más eficaces en contraste con lo que las rodea. Son diferentes en que la sal puede influir sólo al entrar en contacto con otro objeto, pero la luz puede ejercer su influencia desde lejos.

Primero, entonces, debemos ser sal. Se nos manda a impedir la corrupción; nunca debería ser fácil para otra persona decir o mostrar en la presencia nuestra lo que es inmundo. Nos toca aportar un picante a la vida. Creamos sed. Si por pecado o descuido renunciamos nuestras cualidades, no lograremos hacer impacto alguno para Cristo.

Es más; no podemos funcionar como sal si nos aislamos del mundo de los hombres y mujeres que no han renacido. Cuán necesario es, en nuestro modo de pensar y actuar, distinguir claramente entre la separación del mundo y el aislamiento del mundo. Un testimonio eficaz para Cristo requiere que el cristiano se involucre en el mundo, pero  nunca debe permitirse estar enredado en el mundo. Las personas mundanas desprecian al creyente mundano.

 

Metáforas todavía      Vosotros sois la luz de mundo; una ciudad                                                                                                                         asentada sobre un monte           no se puede esconder. 5.14

La luz revela e ilumina. La luz del glorioso evangelio deja expuesto el pecado del ser humano. En la misericordia de Dios, también puede iluminar la mente y el corazón de manera que uno sea salvo por gracia al creer. Así, Hebreos 10.32 habla de los días pasados en los cuales, “después de haber sido iluminados …” Es llamativo notar que se requiere mucho más energía eléctrica para iluminar un bombillo común y corriente que para hacer sonar el timbre de la casa; esto nos hace recordar que el creyente requiere más fuerza espiritual para brillar por Cristo que para hablar de Él.

 

Exposición                  Ni se enciende una luz y se pone debajo de un almud, sino sobre el                                                                           candelero, y alumbra a todos los que están en casa. 5.15

Las luces de una ciudad en un cerro están a la vista de todos y ni un mundo de oscuridad puede apagar el brillo de una pequeña vela o de una lámpara primitiva. Es por esto que todos en una casa, o en un caserío, pueden ser iluminados por la vida de una sola persona.

 

Brillo                                      Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras                                                          buenas obras, y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos. 5 16

El resplandor de nuestras buenas obras glorifica a nuestro Padre celestial y provoca la averiguación de parte de otros. Es por nuestra manera de vivir que ganamos el derecho de ser oídos. El hecho de que estemos preparados para dar una razón de la esperanza que tenemos, presupone que la calidad de nuestra conducta va a impulsar a otro a preguntar por qué somos así.

 

* * *

 

En la sección siguiente el Maestro contesta por anticipado una pregunta que sus discípulos casi aseguradamente le hubieran formulado si no hubiese tratado el tema. La pregunta no escrita es: ¿Cómo podemos reconciliar lo que dices de esta vida nueva con la ley vieja que tenemos?

 

La intimidad de la vida radiante

 

Normas                       No penséis que he venido para abrogar la ley o los profetas;
no he venido para abrogar, sino para cumplir. 5.17

La palabra abrogar puede tener el sentido de relajar la norma o estándar, como en Habacuc 1.4, donde dice, “… la ley es debilitada y el juicio no sale según la verdad”. Una norma rebajada pronto se convierte en una norma perdida. Dios nunca rebaja sus principios para acomodar el fracaso nuestro. La ley de Moisés fracasó porque contaba con material tan pobre con que trabajar.

Sin embargo, bien se ha dicho que si la ley me manda a correr y trabajar, sin darme ni manos ni pies con que hacerlo, el evangelio no sólo me trae mejores noticias, exigiéndome volar, sino que me da alas con que hacerlo.

O sea, Dios nos habilita para vivir con arreglo a sus exigencias divinas. Las demandas justas de la ley pueden ser cumplidas en nosotros si andamos no según la carne sino conforme al Espíritu. Es un andar en novedad de vida: el Espíritu que mora adentro nos comunica la vida de la resurrección del Señor Jesús.

Cuán importante fue la lección que los discípulos tenían que aprender, ¡y cuán deficientes somos nosotros como alumnos! Ellos tenían que aprender que el Salvador insiste en una realización de la ley. Hizo hincapié en que su interés era el de adornar la ley, y no de rebajar la norma de vida que la ley requería. Por esa razón tenían que reconocer que Dios se interesa no sólo en las acciones externas sino también en la actitud interna, o del corazón. No sólo la conducta, sino el motivo que da lugar a la conducta. Ninguno de nosotros puede conocer el motivo de otro, y hay veces cuando es un ejercicio difícil conocer el nuestro propio.

 

Moral y ceremonia    De cierto os digo que hasta pasen el cielo y la tierra, ni una jota ni una                                                                       tilde pasará de la ley, hasta que todo se haya cumplido. 5.18

La ley moral de Dios es la proyección de su propio carácter y es tan eterna como el trono de Dios. Pero debemos distinguir cuidadosamente entre esa ley moral y la ley ceremonial. Por cuanto la ley ceremonial ha sido cumplida en Cristo, debemos dejar que fenezca. La vida espiritual no consiste en ritos ni en la observación de días y meses y tiempos y años, Gálatas 4.10. La verdadera circuncisión es del corazón, en el espíritu y no en letra, Romanos 2.29.

 

Condición en el reino Cualquiera que haga que [uno de estos mandamientos] y los enseñe,
éste  será llamado grande en el reino de los cielos. 5.19

Hay aquí una afirmación solemne que nuestra posición relativa en el reino será en función de la importancia que asignamos al espíritu de la ley moral en nuestra propia conducta y nuestra instrucción de otras.

 

Justicia                       Os digo que si vuestra justicia no fuere mayor que la de los escribas y                                                                        fariseos, no entraréis en el reino de los cielos. 5.20

En una evaluación severísima de su obediencia (“justicia”), el Maestro comparó los escribas y fariseos a un sepulcro con una lápida blanca como adorno para tapar la corrupción y hediondez, Mateo 23.27.

Pueden ser engañados aquellos que miran tan sólo lo que está delante de sus ojos, pero el Señor mira el corazón, 1 Samuel 16.7. Ojalá que cuando, en un día todavía futuro, se hace patente lo que somos de verdad, haya algo bueno por recibir. Lo cierto es que cada uno recibirá según lo que haya hecho mientras estaba en el cuerpo, sea bueno o sea malo, 2 Corintios 5.10.

 

***

 

Se desarrolla en la próxima sección la relación entre lo que es interno y escondido y lo que es externo y aparente. Dirigiendo atención a cinco áreas de santidad, el Maestro demuestra que las acciones erradas son expresión de actitudes erradas, dando a entender que las actitudes acertadas de la vida radiante se expresan en conducta santa.

 

La expresión de la vida radiante

 

Santidad de vida         Fue dicho a los antiguos: No matarás; y cualquiera que matare será                                                                           culpable de juicio. 5.21

El sexto mandamiento prohíbe más que el homicidio. En una sociedad permisiva, donde se acepta el aborto por cualquier motivo y se aboga por la eutanasia, hace falta afirmar constantemente la santidad de la vida.

 

Enojo                          Cualquiera que se enoje contra su hermano, será culpable de juicio;
y cualquiera que diga: Necio, a su hermano,
será culpable ante el concilio … 5.22

El Dios quien condena el hecho de matar es el que condena la actitud enojosa. Llamar a un hombre un rebelde o necio a lo mejor no parece cosa culposa, pero se incurre en el juicio de Dios la actitud de enojo que emplea una lengua fuera de control para expresarse a este estilo.

Conviene notar que algunas traducciones agregan, “sin causa”. Mejor es el que tarda en airarse que el fuerte, y el que se enseñorea de su espíritu, que el que toma una ciudad, Proverbios 16.32. Aun la indignación santa no carece de peligro. ¡Nunca debemos acostarnos de noche en esta condición! Efesios 4.26.

 

Altar y ofrenda           Si traes tu ofrenda al altar, y allí te acuerdas
de que tu hermano tiene algo contra ti …5.23

Dios debe ser adorado en espíritu y en verdad; es decir, en realidad. Es del todo imposible tener una relación adecuada con Dios nuestro Padre si no la tenemos con nuestro hermano, quien es hijo suyo también.

 

Aceptación                 … deja allí tu ofrenda delante del altar, y anda,                                                                                                                   reconcíliate primero  con tu hermano, y entonces
ven y presenta tu ofrenda. 5.24

La confesión, el pedir perdón y la restitución bien pueden ser parte de la reconciliación, pero cuán libre está el corazón perdonado a ofrecer su sacrificio.

 

Adversario                  Ponte de acuerdo con tu adversario pronto,
entre tanto que estás con él en el camino… 5 25

Es menos probable que un adversario tolere un abuso que un hermano ofendido. Bien puede el adversario buscar arreglo en el tribunal de última instancia. Tenga en cuenta esta posibilidad, dice el Maestro, y no demore en arreglar la disputa.

 

Anulación                   No saldrás de allí, hasta que pagues el último cuadrante. 5.26

La restitución ahora puede anticipar y evitar una pena impuesta por tribunales humanos. De la misma manera podemos anticipar el juicio del tribunal de Cristo. Los abusos que se arreglan justamente aquí y ahora no serán tema de juicio en la ocasión venidera.

 

Santidad                      Oísteis que fue dicho:
del matrimonio
          No cometerás adulterio. 5.27

Habiendo hablado de fricción entre hombre y hombre, ahora el Maestro procede a tratar la relación más sagrada entre hombre y mujer. El séptimo mandamiento no admite violación.

 

Deseo                          Pero yo os digo que cualquiera que mira a una mujer para codiciarla,
ya adulteró con ella en su corazón. 5.28

No realizar el acto de adulterio no basta. La norma divina trata de la actitud de corazón. Aun sin un fracaso externo y obvio, es tristemente factible que uno cuelgue sobre las paredes de su imaginación cuadros como aquellos que adornaron la cámara de imágenes que Ezequiel fue dirigido a contemplar: “… toda forma de reptiles y bestias abominables …”, Ezequiel 8.10.

 

Resolución                  Por tanto, si tu ojo derecho te es ocasión de caer, sácalo, y échalo de ti;                                                                     pues mejor te es que se pierda uno de tus miembros, y no que todo tu                                                                                            cuerpo sea echado al infierno. 5.29

Bueno es que el hombre haga pacto con sus ojos; Job 31.1. Ojalá que David hubiese hecho un convenio así antes de pasear por el terrado do su residencia. Con todo el propósito de una voluntad renovada, y con toda la gracia suficiente que está a su alcance para que se aproveche de ella, un cristiano debe disciplinar resueltamente sus deseos y miradas, acaso caiga en pecado para la deshonra de Dios.

 

Disciplina                   Si tu mano derecha te es ocasión de caer, córtalo, y échala de ti;
pues mejor te es que se pierda uno de tus miembros,
y no que todo tu cuerpo sea echado al infierno. 5.30

Primero el deseo de los ojos y luego el acto de tomar con la mano; esta fue la manera en que el pecado entró en el mundo.

En su encantador libro Thinking Black (“Pensando Negro”) el señor Dan Crawford —misionero al África a partir de los 1880— incluye la fotografía de un pobre africano con sus dos brazos crudamente amputados, cruzados sobre el pecho. La lección es por demás elocuente; la leyenda dice tan sólo: “No son las manos que roban, sino el corazón”.

 

Disolución                  También fue dicho: Cualquiera que repudie a su mujer,
dele carta de divorcio. 5.31

La ley permitía en Deuteronomio 24.1 que un marido disuelva su matrimonio en ciertas circunstancias, pero sólo con los debidos resguardos que permitían a la esposa casarse de nuevo. El Maestro indicó claramente en Mateo 19.8 que esta permisión era una concesión al fracaso humano y cosa lejos de la voluntad divina.

Esta voluntad es más bien el principio de un esposo / una esposa, y de por vida. Las partes en un matrimonio cristiano toman la una a la otra, no hasta que una de ellas se manifieste infiel, sino hasta que la muerte las separe.

 

Divorcio                     Pero yo os digo que el que repudia a su mujer, a no ser por causa de                                                                         fornicación, hace que ella adultere; y el que se casa con la repudiada,                                                                                           comete adulterio. 5.32

Una consideración adecuada de la tercera cláusula de este versículo, “a no ser por…”, requiere un tratado extenso en vez del párrafo breve que estas meditaciones permiten. Algunos entienden que la palabra fornicación abarca toda falta de castidad, pero Marcos 7.21 deja en claro que el Señor diferenciaba entre este pecado y el adulterio.

Hay por lo menos tres inter-prestaciones:

  • que en este contexto se entiende la fornicación como una práctica en vez de un solo acto;
  • que se trata de un matrimonio contraído fuera de las relaciones permi-tidas;
  • que describe la falta de castidad prenupcial de parte de una de las dos personas, y que ésta hace que en los ojos de Dios la unión matrimonial posterior sea nula.

 

 

Solemnidad                 Además habéis oído que fue dicho a los antiguos:
de promesa                       No perjurarás, sino cumplirás al Señor tus juramentos. 5.33

Continuando en su trato de las relaciones interpersonales, el Maestro dirige la atención ahora a una tercera área la santidad. Es de temer que ya han pasado los días cuando la palabra de uno era su garantía. Parece que las promesas se cumplen y los solemnes acuerdos se honran solamente si uno considera ventajoso hacerlo. Poco sorprende, pues, que los hombres intenten acreditar una promesa, de otra manera carente de sentido, con un juramento, dando a entender que están dispuestos a aceptar alguna calamidad específica si dejan de cumplir con su deber.

 

Prohibición                 Pero yo os digo: No juréis en ninguna manera; ni por el cielo,
porque es el trono de Dios… 5.34

El cielo es el trono de Dios, y aprovecharse de éste sería jurar por Dios mismo. “No juréis en ninguna manera”, es el mandamiento sin ambigüedad que el Maestro da a sus discípulos.

 

 

 

Promesas                    … ni por la tierra, porque es el estrado de sus pies; ni por Jerusalén,
porque es la ciudad del gran Rey. 5.35

Tampoco es el hombre menos culpable si jura por la tierra, o por Jerusalén; el uno es el estrado de los pies divinos y el otro la ciudad suya. Jurar por lo que es de Dios es jurar por Dios mismo.

 

Empeño                       Ni por tu cabeza jurarás, porque no puedes hacer blanco
o negro un solo cabello. 5 36

Sin involucrar el nombre de Dios, o las posesiones suyas, un hombre puede empeñar neciamente por su cabeza propia, demandando lo que es suyo cuando en realidad no es capaz de cambiar ni siquiera el color de un solo pelo.

 

Receta                                                 Pero sea vuestro hablar: Sí, sí; no, no; porque lo que es más de esto,
de mal procede. 5.37

La prescripción del Señor requiere que los discípulos suyos sean hombres de una honestidad e integridad tal que los demás aceptarán sin pregunta sin afirmaciones positivas y negativas.

 

Inviolabilidad de persona y propiedad

 

En esta cuarta área de inviolabilidad el Maestro se dirige a la acción iniciada por los discípulos y la reacción de los discípulos ante la conducta de otros.

 

Venganza                    Oísteis que fue dicho: Ojo por ojo, y diente por diente. 5.38

El Señor Jesús no apela al Antiguo Testamento —”Ojo por ojo, diente por diente, mano por mano, pie por pie”, Éxodo 21.24— como para estimular o sancionar la venganza. Al contrario, enfatiza los límites específicos que la ley imponía sobre cualquier reacción al daño físico infligido por otro. La naturaleza y el grado de la venganza judicial jamás deben exceder la naturaleza y grado de la herida sufrida.

 

 

Resistencia                 Yo os digo: No resistáis al que es malo; antes, a cualquiera
que te hiere en la mejilla derecha, vuélvele también la otra. 5.39

La resistencia es la reacción instintiva y natural al mal recibido. El aguante pasivo del abuso es una de las señales de un discípulo que sigue de cerca las pisadas de su Maestro. Él, cuando le maldecían, no respondía con maldición. Cuando padecía, no amenazaba, relata 1 Pedro 2.23.

Resignación                Al que quiera ponerte a pleito y quitarte la túnica,
déjale también la capa. 5.40

El espíritu manso que está dispuesto a aceptar el abuso físico injustificado, no encontrará imposible aceptar exigencias irrazonables sobre sus bienes.

 

Reacción                     A cualquiera que te obligue a llevar carga por una milla, ve con él dos. 5.41

Bien puede ser que aquí el Maestro esté usando el correo persa como ilustración de una lección. Un persa podía exigir a cualquier persona llevar una carta o paquete por una milla, y al término de la distancia el “cartero” tenía el derecho de reclutar a otro, hasta que finalmente la encomienda llegara a su destino. Los romanos adoptaron este sistema para el transporte de su carga, por ejemplo, en el caso de Simón de Carene en Mateo 27.32, a quien “obligaron” a que llevase la cruz del Salvador.

Llevar la carga por una milla era una imposición inevitable, pero llevarla voluntariamente por otra milla dejaría a otros sumamente sorprendidos. En el primer lapso el portador estaba sujeto al mando de otros, pero en la segunda él mismo provocaría el respeto, y quizás hasta la aprobación, de los demás. De la misma manera, bien puede recibir sólo un gesto de rechazamiento el discípulo que intenta testificar sólo para cumplir un deber. Pero cuando emprende más de lo mínimo que le corresponde en cualquier esfera de la vida, bien puede ser oído con paciencia o aun por convicción.

 

Respuesta                    Al que te pida, dale; y el que quiera tomar de ti prestado,
no se lo rehúses. 5.42

La generosidad no surge espontáneamente en el corazón no regenerado. Opuesto a esto, el discípulo debe tener en cuenta las necesidades de los demás en vez de pensar en lo que uno merece. Lo que uno necesita no va a ser de hecho lo que busca. Dar dinero a un ebrio bien podría estimular la degeneración. “Lo que tengo te doy”, Hechos 2.6, fue la respuesta que Pedro dio al hombre que le mendigaba dinero. “A Jehová presta el que da al pobre”, Proverbios 19.17, y el divino Comodatario siempre devuelve cien tantos.

 

Santidad de la necesidad humana

 

Los versículos finales de este capítulo exponen en síntesis la instrucción que Cristo expresó en la parábola del buen samaritano, Lucas 10.30 al 37. Aquí, en la quinta y última área de la santidad, estamos ante el reto de aquellos cuya necesidad está delante de nuestros ojos. Ser buen prójimo es la respuesta.

 

Discriminación          Oísteis que fue dicho: Amarás a tu                                                                                  prójimo,                 y aborrecerás a tu enemigo. 5.43

El amar y el aborrecer se usan a veces en las Escrituras para indicar una preferencia entre dos personas, cualidades o cosas. El verdadero discípulo del Señor Jesús pondrá en segundo lugar la satisfacción de su necesidad propia ante la de otra persona, aun cuando esté opuesta.

 

Ministración               Yo os digo: Amad a vuestros enemigos,                                                                                                                             bendecid a los que os maldicen,                                                                                                                                                               haced bien a los que os aborrecen, y                                                                                                                                      orad por los que os ultrajan y os persiguen. 5.44

El amor no consiste tan sólo en emoción y sentimiento. El amor encierra un propósito elevado y un intento benévolo. Cuando el amor de Dios está derramado en nuestros corazones, promueve el bienestar de aquellos que nos oprimen. La maldición provocará la bendición; el odio estimulará la bondad; la persecución traerá la oración.

 

Imitación                          … para que seáis hijos de vuestro Padre que está en los cielos,
que hace salir su sol sobre malos y buenos,
y que hacer llover sobre justos e injustos. 5.45

De esta manera nosotros, cual hijos, manifestaremos sobre la tierra el carácter de nuestro Padre en los cielos. Su amor se extiende a todas sus criaturas, justos e injustos a la vez. Los tiempos de refrigerio no son la porción de tan sólo aquellos que aman al Señor.

 

Limitación                  Si amáis a los que os aman, ¿qué recompensa tendréis?
¿No hacen también lo mismo los publicanos? 5.46

El amor que solamente recíproca carece de galardón. El mundo ama a los que pertenecen a él. “Si fuerais del mundo, el mundo amaría lo suyo”, Juan 15.19. Cuán diferente es el amor de nuestro Dios y Salvador: amor manifestado a los que están sin amor, para que amantes sean.

 

Salutación                   Si saludáis a vuestros hermanos solamente, ¿qué hacéis de más?
¿No hacen lo así también los gentiles? 5.47

El discípulo no debe ser conocido como uno que hace menos que los demás, sino como uno que hace más. ¿Por qué se nos conocen en tantos casos por lo que es negativo en nosotros? No son las cosas que no decimos, ni las que dejamos de hacer, ni los lugares a donde abstenemos de frecuentar, que son las verdaderas señales de un creyente espiritual. Las palabras, hechos y ocupaciones de un discípulo del Salvador tienen sentido y significado cuando son positivos en vez de negativos.

 

Perfección                   Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre
que está en los cielos es perfecto. 5.48

La perfección exigida aquí no es absoluta, ya que aquélla es de la Deidad no más. Ninguno de nosotros es perfecto, pero alcanzamos algo del propósito eterno por el cual Jesucristo nos alcanzó, si, por su gracia y la capacidad que Él da, la virtud nuestra es tan imparcial como la virtud divina.

 

***

 

La división entre los capítulos es artificial y no significa una interrupción en el discurso del Maestro. Él continúa en su objetivo de enseñar a sus discípulos acerca de áreas donde la vida radiante se expresa. Habiendo hablado de relaciones externas en las esferas de familia, sociedad y negocios, el Maestro cambia de énfasis ahora y trata la vida interior en relación con Dios.

 

Advertencia                Guardaos de hacer vuestra justicia delante de los hombres,
para ser visto de ellos, de otra manera no tendréis recompensa
de vuestro Padre que está en los cielos. 6.1

Ni aquí ni en otra parte el Señor condena las buenas obras. Al contrario, nunca se contempla al discípulo haciendo algo que no sea bueno. Hemos sido creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas, Efesios 2.10. Bien entendida, la advertencia es en contra del hacer obras buenas con motivo malo.

Cual siervo de Jehová, el Señor creció delante de Él, desarrollando la hermosura y fragancia de su carácter, desechado entre los hombres pero quieta y humildemente creciendo en gracia delante de Dios, como una mata que manifiesta su belleza al abrir sus hojas. Lamentablemente, como nuestro versículo reconoce, es posible que uno crezca consciente y deliberadamente delante de los hombres. Buscar y ganar la aprobación de nuestros semejantes es renunciar y perder la aprobación y galardón de nuestro Padre en los cielos.

 

 

Dando                                     Cuando, pues, des limosnas, no hagas tocar trompeta delante                                                                             de ti, como hacen los hipócritas en las sinagogas y en las                                                                                                           calles, para ser alabados por los hombres; de cierto os digo                                                                                                          que ya tienen su recompensa. 6.2

El tocar trompeta tiene su equivalente moderno en la donación pública. Los hombres pueden hablar con aprobación de lo que parece su generosidad, pero nuestro Padre no pronuncia palabra alguna de reconocimiento.

 

Repartiendo                Cuando tú des limosnas, no sepa tu izquierda lo que hace tu derecha. 6.3

Un corazón bondadoso y una mano dispuesta a dar son infinitamente superiores a dos manos caídas y un corazón cerrado. Cada uno debe dar según propuso en su corazón; no con tristeza ni por necesidad. Dios ama al dador alegre, 2 Corintios 9.7.

 

Viendo                        … para que sea tu limosna en secreto; y tu Padre que ve
en lo secreto te recompensará en público. 6.4

El propósito divino no es que toda nuestra vida espiritual esté a la vista de otras personas. Es correcto tener secretos que sólo Dios comparte y contempla. En el contexto de los primeros dieciocho versículos de este capítulo, el contraste no está entre un galardón visible y uno secreto, sino entre el galardón que viene de los hombres y el que viene de Dios. Podemos recibir el uno o el otro, pero no ambos.

 

Orando                        Cuando ores, no seas como los hipócritas; porque ellos aman el orar en                                                                    pie en las sinagogas y en las esquinas de las calles, para ser vistos de                                                                          los hombres; de cierto os digo que ya tienen su recompensa. 6.5

Este versículo nos da instrucción en vez de exhortación. El Señor da por entendido que su pueblo va a orar, y aquí explica cómo realizar y cómo no realizar este ejercicio santo. La palabra hipócrita no siempre ha llevado el oprobio que tiene hoy en día. Originalmente encerraba la idea del actor en un escenario, y nada sorprende que haya llegado a ser sinónimo del pretexto y la disimulación. En la oración, como en la adoración, el primer requisito es la realidad; “en espíritu y en verdad”, o en realidad, Juan 4.24. Ponerse en escena en materia religiosa es la peor forma de hipocresía.

Nada tiene de raro que el Señor haya condenado a los que fingen hablar a Dios cuando en realidad sus palabras van dirigidas en primera instancia a un auditorio humano. En la sinagoga, o en la calle, ellos llaman la atención a sí con realizar un ejercicio religioso de una manera calculada a hacer impacto sobre otros. Logran lo que persiguen, pero su único premio es el que sus semejantes les den.

 

Retirando                    Mas tú, cuando ores, entra en tu aposento, y cerrada la puerta,
ora a tu Padre que está en secreto; y tu Padre que ve
en lo secreto te recompensará en público. 6.6

La soledad, en vez de la publicidad, es lo que el Salvador ordena. Uno no tiene que sentirse comprometido por haber sido descubierto en oración, con tal que no haya puesto ese escenario precisamente para ser descubierto. La puerta no está cerrada para que otro no vea, sino para que no veamos a los demás. Dios sabrá, aun con la puerta cerrada, y nos premiará con aceptar nuestra adoración y contestar nuestra oración.

No siempre es posible acudir a ese lugar apartado de cita cuando estamos agobiados de deberes y quehaceres. Nuestro Padre celestial provee en gracia la alternativa de permitir que nos apartemos secretamente en una comunión de corazón que no depende de palabras habladas.

 

En la luz de su presencia quiere mi alma siempre estar.
¡Cuán tristezas ni me vence la aflicción;
Pues, si ruge el enemigo preciosas las lecciones las que aprendo de él allá!
No me turban las, busco abrigo en la oración.

¿Conocer también quisieras el secreto del Señor?
Ve debajo de sus alas y tendrás tu galardón.
Y al salir de su presencia con amor y gran solaz,
Llevarás la imagen santa del Maestro en su faz.

 

Repitiendo                  Orando, no uséis vanas repeticiones, como los gentiles,
que piensan que por su palabrería serán oídos. 6.7

El Salvador, quien en la agonía del Getsemaní “oró, diciendo las mismas palabras”, Marcos 14.39, no desaprueba la repetición de parte de un corazón oprimido. Su protesta es en contra de una repetición mecánica de frases que emana de la idea errada de que Dios se impresiona por una multitud de palabras.

Una sola Aleluya expresa bien nuestra alabanza. Tan sólo Ayúdame, Señor, puede bastar para expresar nuestra petición urgente. Es por Cristo que Él acepta la primera y contesta la segunda.

 

Solicitando                 No os hagáis, pues, semejantes a ellos; porque vuestro Padre sabe
de qué cosas tenéis necesidad, antes que vosotros le pidáis. 6.8

Para un creyente nuevo este versículo puede presentar un problema. ¿Por qué quiere Dios que pidamos si ya sabe qué necesitamos? Salmo 2.8 ofrece una respuesta adecuada: “Pídeme, y te daré por herencia las naciones, y como posesión tuya los confines de la tierra”. Antes que la tierra fuese fundada, era el propósito eterno de Dios que Jesús reinase hasta los confines de la tierra, pero con todo el Padre dice al Hijo, “Pídeme, y te daré”. Si es así en las relaciones inescrutables de la Deidad, ¿no es comprensible que al Padre le complazca escucharnos pedir lo que su amoroso designio ya propuso concedernos?

 

Orando                        Vosotros, pues, oraréis así: Padre nuestro
que estás en los cielos, santificado sea tu nombre. 6.9

Si empleamos sus peticiones de una manera muy personal, evitamos la posibilidad de que lleguen a ser una vana repetición los versículos siguientes, en los cuales el Salvador enseñó a sus discípulos a orar. Dirigiéndonos a Dios como “Padre nuestro”, es menos probable que pidamos egoístamente. Teniendo presente que es santo, santo, santo, nos guardará de pedir como no conviene.

Al reconocer que Él está en los cielos, no debemos pensar que está lejos e inaccesible, sino convencidos de que dispone de recursos inagotables y puede suplir todas nuestras necesidades “conforme a sus riquezas en gloria en Cristo Jesús”, Filipenses 4.19. Conviene comentar que esta promesa fue dada a las primeras personas que se interesaron en suplir las necesidades del apóstol Pablo. Si nos interesamos por las necesidades de otros, podemos pedir confiadamente al Padre celestial que supla las nuestras.

 

 

 

Cediendo                     Venga tu reino. Hágase tu voluntad, como en el cielo,
así también en la tierra. 6.10

En esta petición invitamos amorosa y confiadamente a nuestro Padre a ensanchar aquellas áreas en nuestro corazón y vida donde Él y el Señor Jesús son permitidos a reinar. “Venga tu reino dentro de mí. Permite que yo haga tu voluntad aquí en la tierra con la misma feliz y pronta disposición que la hacen en los cielos”.

 

Sosteniendo                 El pan nuestro de cada día, dánoslo hoy. 6.11

Cada día es una vida en miniatura. Es con dificultad que aprendemos la lección fundamental de la vida espiritual, que el plan para nuestras vidas es que vivamos sólo un día a la vez. A diferencia del padre del hijo pródigo, Dios nunca nos da de una vez la totalidad de nuestra porción espiritual. Si lo hiciera, posiblemente haríamos valer nuestra independencia de Él, vagando en una tierra lejana donde hay siempre más corazones pródigos que pies pródigos,

De los que Dios de Egipto está escrito que “en sus corazones se volvieron”, Hechos 7.39. Nuestro amante Padre celestial se compromete a darnos todo lo necesario para sostener nuestra vida espiritual, pero en su tierna sabiduría nos concede “diariamente… su comida de parte del rey, de continuo, todos los días de [nuestra] vida”, 2 Reyes 25.30. Es así que Él une a sí nuestros corazones que son prestos a vagar.

 

Perdonando                 Perdónanos nuestras deudas, como también nosotros
perdonamos a nuestros deudores. 6.12

Al reconocer sólo que hemos hecho lo que no hemos debido, no confesamos plenamente nuestra falta. El pecado es negativo como también positivo, e incluye lo que no hemos hecho si hemos debido hacerlo. Los pecados de omisión —o sea, el incumplimiento con el deber— están descritos en este versículo como la contratación de una deuda, o el hecho de cancelarla, a Dios y al hombre. Prestos somos a quejarnos de aquellos que no cumplen con lo que pensamos sea su deber para con nosotros. El perdonarlos por esa omisión produce un estado de corazón que nos habilita para pedir humildemente a nuestro Padre celestial a perdonar nuestro incumplimiento para con Él.

 

Probando                    No nos metas en tentación, mas líbranos del mal;
porque tuyo es el reino, y el poder, y la gloria,
por todos los siglos. Amén. 6.13

Ninguno de nosotros puede pretender estar inmune de la prueba, sea que Dios la haya planeado o permitido. Pero 1 Corintios 10.13 nos asegura que no nos impondrá ninguna prueba que otros no hayan experimentado. Además, no es la voluntad de Dios que huyamos de las pruebas. Él quiere que estemos firmes, probando la fuerza y suficiencia que el Salvador ha puesto a nuestro alcance.

 

Perdonando                 Si perdonáis a los hombres sus ofensas, os perdonará también a                                                                                vosotros vuestro Padre celestial; más si no perdonáis a los hombres sus                                                                       ofensas, tampoco vuestro Padre os perdonará vuestras ofensas.                                                                                             6.14, 15

¿Puede ser cierto, después de todo, que el perdón divino es condicional? ¿Cómo podemos reconciliar estos versículos con la gracia sin límite y la misericordia que Dios extiende al pecador, especialmente cuando acude a Él para el perdón inicial y su aceptación por los méritos de Cristo y la cruz?

Las palabras del Salvador no describen a un Dios justo en su trato con el pecador, sino explican la actitud de un amante Padre celestial en la instrucción y disciplina de su hijo. Su perdón espera el nuestro. La manera en que Él nos trate se determina muchas veces por la manera en que tratamos a otras personas.

 

Ayunando                   Cuando ayunáis, no seáis austeros, como los hipócritas;
porque ellos demudan sus rostros para mostrar a los hombres
que ayunan; de cierto os digo que ya tienen su recompensa.
Pero tú, cuando ayunas, unge tu cabeza y lava tu rostro. 6.16, 17

En el ministerio público y la conversación privada parece haber un pacto de silencio sobre el tema del ayuno. Dios manifiesta claramente —en Isaías 58.3 al 7, por ejemplo— que el verdadero ayuno involucra mucho más que la abstención de alimentos. Con todo, no se debe hacer caso omiso de su otro sentido. Bien podríamos seguir el ejemplo de los discípulos primitivos al encontrarnos en una situación crítica cuando deseamos ardientemente conocer la voluntad del Señor. La predicación del evangelio y el ministerio de la Palabra al pueblo del Señor son ejemplos.

Carecen de todo significado espiritual el rostro triste como aviso que estamos en ayunas y la cabeza ungida. El hombre mira lo que está delante de sus ojos, pero Jehová mira el corazón. Una conducta uniforme al estilo de la de Cristo es de gran valor ante sus ojos.

 

Pareciendo                  … para no mostrar a los hombres que ayunas, sino a tu Padre
que está en secreto; y tu Padre que ve en lo secreto te recompensará
en público. 6.18

Con las palabras “que ayunas”, el Salvador da a entender que hacemos esto, y agrega que esta abnegación propia debe ser un secreto conocido sólo a Él y nosotros. El galardón en la forma de la oración contestada, que es el ungimiento de arriba, se pierde si de alguna manera divulgamos el asunto.

 

Acumulando               No os hagáis tesoros en la tierra, donde la polilla                                                                                                              el orín corrompen, y donde ladrones minan y                                                                                                                        hurtan; sino haceos tesoros en el cielo,
donde ni la polilla ni el orín corrompen, y donde                                                                                                                ladrones no minan ni hurtan. 6.19, 20

La acumulación de bienes, especialmente para el disfrute propio, es una de las cuestiones sobre las cuales cada creyente debe estar enteramente persuadido en su propia mente. Una atención indebida a nuestra conveniencia y placer es evidencia clara de una actitud distorsionada hacia “los tesoros en la tierra”. Las Escrituras autorizan el ahorro de parte de los padres en bien de sus hijos; 2 Corintios 12.14.

Los bonos y billetes del Estado no son comidos por la polilla, y las monedas de oro no se corrompen por el orín, pero la inflación y los fracasos bancarios sí pueden quitarlos valor. El Banco de los Cielos es la única inversión segura, y a la vez paga interés elevado y libre de todo gravamen. “Ganad amigos por medio de las riquezas injustas”, dice Lucas 16.9, “para que cuando éstas falten, os reciban en las moradas eternas”. Posiblemente el versículo se refiere, por ejemplo, a que personas alcanzadas por el evangelio como consecuencia de nuestro uso sabio de nuestros bienes, nos darán la bienvenida en los cielos.

 

 

 

Amando                      Donde está vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón. 6.21

Una cosa es cierta: Nuestro afecto siempre irá en pos de nuestro tesoro. Feliz el hijo de Dios que vive la norma de Colosenses 3.2: “Poned la mira en las cosas de arriba, no en las de la tierra”.

 

 

Viendo                                    La lámpara del cuerpo es el ojo; así que, si tu ojo es bueno, todo tu                                                                    cuerpo       estará lleno de luz: pero si tu ojo es maligno, todo tu cuerpo                                                                                    estará llena de tinieblas. Así que, si la luz que hay en ti es tinieblas,                                                                                             ¿cuántas no serán las mismas tinieblas? 6.22, 23

Aquí el Señor enfatiza la importancia de una clara visión espiritual, empleando la analogía de la vista física. El ojo “sencillo” es aquel que es sano y el “malo” es el imperfecto, y no el impío. El contraste está entre la vista buena, que ilumina nuestra senda, y la vista falla, o aun la ceguera, que nos hace caminar en oscuridad. La indulgencia propia —el acumular para sí— oscurece la percepción espiritual. La disciplina propia enfoca bien la vista.

Algunos interpretan la frase “la luz que hay en ti” como una referencia a la conciencia. Dios nos ha dotado de dos facultades con que nos guía: la conciencia y el juicio. Él empleará la conciencia para guiar al creyente humilde por medio del juicio divino, pero sólo dentro del marco de lo que es correcto o incorrecto. Nuestro primer deber no es el de obedecer a nuestra conciencia sino de instruirla en la Palabra de Dios. Es sólo la conciencia orientada de esta manera que puede redargüirnos conforme al patrón de la voluntad divina. La conciencia no nos prohíbe, pero si está en armonía con la revelación de Dios, nos quitará el gozo que buscamos en hacer algo contrario a esa voluntad.

 

Sirviendo                           Ninguno puede servir a dos señores; porque o aborrecerá al uno y                                                                             amará el otro, o estimará al uno y menospreciará al otro. No podéis                                                                                                servir a Dios y a las riquezas. 6.24

Cada uno de nosotros está confrontado con la necesidad de decidir quién o qué permitiremos dominar nuestra vida: El dinero y las cosas materiales, que prometen libertad pero producen servidumbre, o el Uno que se hizo pobre por amor a nosotros y cuyo yugo ofrece la única libertad legítima.

 

Confiando                   No os afanéis por vuestra vida, qué habéis de comer o qué habéis de                                                                        beber; ni por vuestro cuerpo, qué habéis de vestir.  ¿No es la vida más                                                                          que el alimento, y el cuerpo más que el vestido? 6.25

1 Pedro 5.7 reza en la Reina-Valera, “… él tiene cuidado de vosotros;” y en otra traducción, “… a él sí le importa lo de ustedes”. Siendo esto tan felizmente cierto, ese Uno a quien reconocemos como Maestro nos apela a no afanarnos por las cosas de esta vida. Se cuenta de una señora anciana que fue abatida por una larga secuencia de reveses y tribulaciones, pero al final dijo: “La gran parte de todo eso nunca sucedió”.

El diablo se goza de manera especial en atacarnos en el ámbito de la imaginación. Isaías 26 debe ser el lenguaje nuestro:

Fuerte ciudad tenemos; salvación puso Dios por muros y antemuro…
Tú guardarás en completa paz a aquel cuyo pensamiento en ti persevera;
porque en ti ha confiado.
Confiad en Jehová perpetuamente, porque en Jehová el Señor
está la fortaleza de los siglos.

 

Descansando               Mirad las aves del cielo, que no siembran, ni siegan,
ni recogen en graneros; y vuestro Padre celestial las alimenta.
¿No valéis vosotros mucho más que ellas?  6.26

Las aves en su vuelo no recargan el presente en un intento a proveer para el futuro, pero nuestro Padre celestial los alimenta. ¿No podemos nosotros confiar en Él para proveer lo necesario?

 

Creciendo                   ¿Quién de vosotros podrá, por mucho que se afane,
añadir a su estatura un codo? 6.27

No es por la ansiedad de uno mismo que su estatura aumenta uno que otro centímetro, ni que su madurez se extiende más años. Esto es cierto también en el ámbito espiritual. La vida alimentada por nuestro Padre se expresará en desarrollo sin un esfuerzo producido por nuestra preocupación.

 

Trabajando                 Y por el vestido, ¿por qué os afanéis? Considerad los lirios
del campo, cómo crecen: no trabajan ni hilan… 6.28

Es de suponer que aquellos lirios del campo estaban en su condición natural y no arreglados por la cuidadosa atención humana. Ni el trabajo manual del campo, tarea del varón, ni el hilar en la casa, tarea de la mujer explicaba su hermosura tan evidente.

 

Cubriendo                   … pero os digo que ni aun Salomón con toda su gloria se vistió
así como uno de ellos. 6.29.

Arreglada en una hermosura dispuesta por el Padre, la gloria de una humilde matica en el campo sobrepasaba la de toda una impresionante vestidura de un monarca terrenal.

 

Señalando                   Si la hierba del campo que hoy es, y mañana se echa en el horno,
Dios la viste así, ¿no hará mucho más a vosotros,
hombres de poca fe? 6.30

No obstante los gemidos y dolores de parto en la naturaleza terrenal, vemos en ella que el Dios que ama es el Dios que se interesa y nos proveerá.

 

Agite                                       No os afanéis, pues, diciendo: ¿Qué comeremos, o qué beberemos,
o qué vestiremos? 6.31

El hijo de Dios no tiene autorización alguna a preocuparse por su vida natural, sea en cuanto al sustento o el atavío de su cuerpo. No es que el cuerpo debe ser desatendido, sino que su atención corresponde al Padre celestial.

 

Confianza                   Los gentiles buscan todas estas cosas; pero vuestro Padre celestial
sabe que tenéis necesidad de todas estas cosas. 6.32

Además, nuestro Padre distingue sabiamente entre lo que queremos y lo que nece-sitamos, y está siempre listo y dispuesto a dar buenas dádivas a quien las pide.

 

Ambición                    Buscad primeramente el reino de Dios y su justicia,
y todas estas cosas os serán añadidas. 623

“El reino de Dios no es comida ni bebida, sino justicia, paz y gozo en el Espíritu Santo”, Romanos 14.17. El buscar primeramente el reino de Dios es anhelar la santidad suya, llenando nuestra mentes —de otra manera perturbadas— de la paz, y nuestros corazones del gozo que no es de este mundo. De esta manera nos serán otorgadas las cosas materiales sin que hayan sido objeto de nuestro interés primario.

 

Confianza                   Así que, no es afanéis por el día de                                                                                                                                      mañana, porque el día de mañana traerá  su afán.
Basta a cada día su propio mal. 6.34

El día de Dios puede comenzar con la noche —Génesis 1.13— pero siempre termina con una mañana. En Salmo 30.5 leemos que “por la noche durará el lloro, y a la mañana vendrá la alegría”. Después de una noche de frustración y desespero, los cansados discípulos descu-brieron a Jesús al amanecer el día, Juan 21.4. Que participemos nosotros en su experiencia, recibiendo el ministerio del Señor en nuestros corazones que de otro modo estarían agobiados.

 

La experiencia de la vida radiante

 

Pasando de instrucción sobre la manera en que la vida radiante debe expresarse, el Maestro demuestra ahora cómo esta misma calidad de vida se manifestará en la experiencia del quehacer diario y la tarea común y corriente. El hijo de Dios está enfrentado constantemente por la necesidad de escoger, no siempre entre lo bueno y lo malo sino a veces entre lo bueno y lo mejor. El Maestro presenta ahora ocho situaciones y circunstancias, todas distintas pero típicas, indicando cuál sería la reacción de una mente espiritual.

 

Juicio                          No juzguéis, para que no seáis juzgados. Porque con el juicio
con que juzgáis, seréis juzgados, y con la medida con que medís,
os será medido. 7.1,2

La elección mencionada en el párrafo final de la meditación anterior requería el ejercicio de juicio, pero no una actitud de censura o condenación, que es crítica fría. Como resguardo contra esto, el Maestro, al introducir su instrucción eminentemente práctica, hace recordar a sus discípulos que Dios los juzgará con la medida que ellos aplican a los demás.

 

Escrutinando              ¿Y por qué miras la paja que está en el ojo de tu hermano,
y no echas de ver la viga que está en tu propio ojo? 7.3

La exageración intencional de esta figura, por no decir su humor, impactaría fuerte-mente sobre los oyentes. Cuán pervertidamente aumentamos las faltas en nuestros semejantes con miras a quitar la atención de los fracasos nuestros a semejanza de vigas en comparación con el ojo.

 

Sanando                      ¿O cómo dirás a tu hermano: Déjame sacar la paja de tu ojo,
y he aquí la viga en el ojo tuyo? ¡Hipócrita! saca primero la viga
de tu propio ojo, y entonces verás bien para sacar la paja
del ojo de tu hermano. 7.4,5

El discípulo que aspira al ejercicio de la oftalmología requiere una clara visión espiritual. “… vosotros que sois espirituales restauradle con espíritu de mansedumbre, consi-derándote a ti mismo …”, Gálatas 6.1.

 

***

Ahora el Maestro habla de situaciones recurrentes que exigen la elección entre dos modos de conducta opuestos entre sí.

 

Cediendo                     No deis lo santo a los perros, ni echéis vuestras perlas
delante de los cerdos, no sea que las pisotean,
y se vuelvan y os despedacen. 7.6

A menudo se entienden estas palabras como una prohibición de favorecer con privilegios espirituales a personas inconversas, ya que serían incapaces de percibir su valor verdadero. Pero, ¿no será que “lo santo” se refiere más bien al propio discípulo? Él ha sido comprado al costo infinito del Calvario. Es sagrado en la estima de Dios.

Un hombre, o una mujer, puede tomar su vida, comprada a precio de sangre, con toda su potencial espiritual, y cederla a su Salvador con un propósito cada vez más intenso, o puede cederla en escala ascendiente a lo carnal, lo inmundo y lo vil. Al ser salvos nos sometemos a Dios, pero ese acto inicial debe convertirse en una actitud. Vez tras vez el creyente tendrá que escoger entre estas posibilidades.

 

Alimentándose           Pedid, y se os dará; buscad; y hallaréis; llamad, y se os abrirá.
Porque todo aquel que pide, recibe; y el que busca, halla;
y al que llama, se le abrirá. 7.7,8

¿Qué hombre hay de vosotros, que si su hijo le pide pan, le dará una piedra? ¿O si le pide un pescado, le dará una serpiente? Pues si vosotros, siendo malos, sabéis dar buenas dádivas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre que está en los cielos dará buenas cosas a los que le pidan? 7.9 al 11

La elección aquí está entre dos dietas para la vida radiante: las piedras del mundo o los panes de los cielos. El mundo ofrece al discípulo algunas piedras muy atractivas que a primera vista se parecen panes, pero siempre dejan un vacío doloroso. Nada que se origina en este mundo puede sostener y fortalecer la vida espiritual. Nos corresponde buscar de nuestro Padre celestial el alimento conveniente día tras día; Él nos estimula a solicitarle el pan nuestro de cada día.

Al referirse a los discípulos como padres “malos”, posiblemente el Señor tiene en mente su imperfección en vez de su fracaso moral. (En el 6.23 había dicho: “… si tu ojo es maligno …”) Aun los padres imperfectos no se quedarían indiferentes ante el hambre de sus hijos; ¿cuánto más proveerá por todas las necesidades de sus hijos el Padre perfecto —completo— de quien se deriva toda paternidad?

 

Ejemplo                      Todas las cosas que queráis que los hombres hagan con vosotros,
así también haced vosotros con ellos; porque esto es la ley
y los profetas. 7.12

¿Cómo sabrá el discípulo cuál de las posibles actitudes debe asumir ante su prójimo en una situación para la cual la Palabra de Dios no establece orientación específica? Él debe, dice el Maestro, trasponer las posiciones en su propia mente y decir en efecto: “Suponiendo que yo estuviere donde está él, y él donde yo, ¿cómo esperaría yo que se condujera?” Una respuesta honesta a esta pregunta hipotética proveerá la solución a este problema de relaciones interpersonales.

 

 

 

Viajando                     Entrad por la puerta estrecha; porque ancha es la puerta, y espacioso
el  camino que lleva a la perdición, y muchos son los que entran por                                                                           ella; porque estrecha es la puerta, y angosto el camino que lleva a la                                                                                             vida, y pocos son los que la hallan. 7.13,14

Para el discípulo, también, hay la vía espaciosa y la angosta. Las entradas no están marcadas pero no es difícil distinguirlas. Si hay un proceder atractivo a la carne, llamativo a la mayoría, fácil, que presenta la vida cristiana como un lecho de flores, es casi seguro que sea el camino espacioso. Pero si hay otro que exige sacrificio, consume tiempo, energía y recursos —un andar disciplinado y no muy acompañado— ése bien puede ser el camino angosto de la vida radiante para el discípulo del Maestro.

Por ese camino anduvo Él, ¿y acaso el siervo sea más que su Señor? No debemos ser engañados por cualquier enseñanza en el sentido que el Tribunal de Cristo será como una gran noche de premios de una escuela dominical. Sólo aquellos que han hecho bien pueden esperar oir: “Bien, buen siervo y fiel”.

 

Escuchando                      Guardaos de los falsos profetas, que vienen a vosotros en vestidos
de ovejas, pero por dentro son lobos rapaces. Por sus frutos
los conoceréis. ¿Acaso se  recogen uvas de los espinos,
o higos de los abrojos? 7.15,16

Así, todo buen árbol da buenos frutos, pero el árbol malo da frutos malos. No puede el                                                    buen árbol dar malos frutos, ni el árbol malo dar frutos buenos. Todo árbol que no da                                                           buen fruto, es cortado y echado en el fuego. Así que, por sus frutos los conoceréis.
7.17 al  20

El profeta no es primeramente un hombre que predice el futuro. Es el hombre que Dios ha escogido para dar un mensaje de parte suya para su pueblo en una situación específica.

En algunos casos un hombre, dotado de capacidad natural en vez de espiritual, establece un culto de personalidad y atrae seguidores que aceptan ciegamente, sin análisis, todo lo que dice. Declara el Maestro: “Ustedes deben tener cuidado; hay profetas falsos, cuyo mensaje no procede de mí, y ellos les desviarán”.

Escuchémoslos, pero no seamos como esponjas para absorber todo cuanto oigamos. Seamos más bien como los de Berea que escudriñaron cada día las Escrituras para ver si estas cosas eran así; Hechos 17.11.

 

Afirmando                  No todo el que me dice, Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos,
sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos. 7.21

Muchos me dirán en aquel día: Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre,
y en tu nombre echamos fuera demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros?
Y  entonces les declararé: Nunca os conocí: apartaos de mí, hacedores de maldad.                                                          7.22,23

No es sólo que debemos escuchar las palabras del “profeta”, cumpliendo así la instrucción dada a los tesalonicenses: “Examinadlo todo; retened lo bueno”. A la vez debemos considerar a la persona. La señal de un hombre espiritual no es que posea dones espectaculares —ni naturales ni espirituales— sino la marca de Cristo que lleva. Es por sus frutos y no por sus habilidades que reconocemos y conocemos a los que andan conforme al Espíritu.

El profeta autonombrado no entrará en el reino de los cielos, ya que dijimos al comienzo de estas meditaciones que éste es la esfera en la cual que prevalece la voluntad de nuestro Padre que está en los cielos. Así que, en un día por venir, el Señor tendrá que decir a algunos, aun cuando ellos habrán hecho supuestas hazañas aquí: “Nunca les he reconocido”.

 

Construyendo             Cualquiera, pues, que me oye estas palabras, y las hace, le compararé                                                                     a un hombre prudente, que edificó su casa sobre la roca. Descendió                                                                                              lluvia, y vinieron ríos, y soplaron vientos, y golpearon contra aquella                                                                                    casa; y no cayó, porque estaba fundada sobre la roca. 7.24,25

Pero cualquiera que me oye estas palabras y no las hace, le compararé a un hombre                                                      insensato, que edificó su casa sobre la arena; y descendió lluvia, y vinieron ríos, y                                                                soplaron vientos, y dieron con ímpetu contra aquella casa; y cayó, y fue grande su                                                   ruina. 7.26,27

Finalmente Él dirige nuestra atención a dos maneras diferentes de construir, refiriéndose no tanto a la estructura visible sino a la importancia vital de un cimiento apropiado. No se trata de contar solamente del cimiento de un nuevo nacimiento, ya que “nadie puede poner otro fundamento que el que está puesto, el cual es Jesucristo”, 1 Corintios 3.11.

El Maestro se refiere más bien al fundamento de un carácter espiritual que resistirá las tempestades y adversidades que inevitablemente darán con ímpetu contra el hijo de Dios. Este carácter es producto de una vida cimentada en una obediencia implícita y presta a todo lo que el Salvador revela como voluntad suya. No una vida de sólo oir sus mandamientos, sino de hacer conforme le escuchemos. Es en ésta que se encuentran la fuerza, paz y gozo. Para un discípulo de éstos, el yugo es fácil y la carga ligera.

 

Obedeciendo               Cuando terminó Jesús estas palabras, la gente se admiraba de su                                                                              doctrina;  porque les enseñaba como quien tiene autoridad, y no como                                                                          los escribas.  7.28,29

Aquellos que escuchaban de primero se quedaron atónitos ante su enseñanza. ¿Será que percibían un timbre de verdad y una nota de autoridad? A diferencia de los escribas, Él no reclamaba para sus dichos la autoridad y aprobación de otros líderes religiosos; sus palabras se comprobaban por sí mismas y penetraban por fuerza propia.

Para nosotros también la Palabra de Dios no es tan sólo el tribunal de última instancia, sino nuestro único tribunal y recurso. Que vayamos reconociendo más y más su autoridad sobre nuestras vidas, siendo habilitadas a caminar diariamente con el Señor a la luz de su Palabra.

 

Ha sido para el autor un ejercicio fructífero y un reto estimulante la meditación pausada en estas palabras del Salvador. Lo hizo a lo largo de años, en circunstancias diversas, pero con una convicción creciente que el Sermón es para que seamos estimulados, edificados y advertidos.

 

 

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