Manoa, su esposa (#334)

LA ESPOSA DE MANOA

Rhoda de Cumming

La historia está en Jueces 13.

 

Por séptima vez en el libro de Jueces está escrito el triste comentario: “Los hijos de Israel hicieron lo malo …” y esta vez Dios permitió a los filisteos subyugarlos por cuarenta años. La idolatría del pueblo y la opresión de este enemigo entristecían a los fieles, y en la humilde familia del señor Manoa hubo otro problema – la esterilidad de su esposa.

 

No sabemos el nombre de aquella señora pero tal vez ella tenía más ejercicio delante de Dios de lo que tenía Manoa, porque un día el Ángel de Jehová apareció a ella con un mensaje maravilloso. Recordamos la revelación del Ángel de Jehová a  la esclava egipcia, Agar, en el desierto, también su visita con Abraham y Sara, y creemos que estos fueron apariciones del Señor Jesucristo mismo antes de su encarnación.

 

“Tú eres  estéril, pero vas a tener un hijo”, anunció el Ángel de Jehová (Cristo). “El niño será nazareo desde su nacimiento y el comenzará a salvar a Israel de la mano de los filisteos”. Hubo unos requisitos para el hijo y también para la madre durante su embarazo. La devoción del hijo debía mostrarse en la madre, y ellos tenían que abstenerse de tomar vino, no comer cosa impura, ni cortarse el pelo.

 

La esposa de Manoa deseaba que él también tuviera un encuentro con aquel ser que ellos llamaban “el varón de Dios”. Manoa oró, pidiendo otra visita porque quería recibir instrucciones en cuanto a la crianza del niño. El Señor apareció otra vez a la mujer y ella buscó rápidamente a su esposo, pero más instrucciones no fueron dadas.

 

Manoa ofreció preparar una comida para el Visitante pensando que Él era un mero hombre. El Ángel (Cristo) rehusó comerlo, pero le dijo que podría ofrecer una ofrenda a Dios.  Cuando Manoa le preguntó su nombre Él respondió: “¿Por qué preguntas por mi nombre, que es Admirable?” – uno de los nombres dados al Señor Jesucristo en Isaías 9:6: “hijo nos es dado … y se llamará su nombre Admirable”. Manoa ofreció el cabrito y la ofrenda a Dios. Luego el Visitante ascendió al cielo en la llama del altar, así mostrando que lo sucedido fue una aparición del Señor Jesucristo mismo. Manoa  y su esposa se postraron en adoración  porque habían visto al Señor.

 

Manoa estaba convencido que ellos iban a morir porque habían visto a Dios. Pero su esposa le habló palabras de sabiduría y consuelo diciendo: “Si Dios hubiera querido matarnos no habría aceptado nuestro sacrificio, ni habría anunciado el nacimiento de nuestro hijo”. Ella poseía la perspicacia  de entender que Dios en su gracia los iba librar. Habiendo visto al Señor ellos iban a vivir como nunca antes.

 

En ella vemos una esposa que quería compartir con su esposo lo que Dios reveló a ella, una mujer de fe, escogida por Dios para ser madre de uno de los últimos jueces de Israel, Sansón.

 

Manoa y su esposa reflexionaban sobre lo que les fue revelado por Dios, y  mostraron la debida reverencia. Nosotras, como creyentes en Cristo,  guiadas por el Espíritu Santo y el conocimiento de las Sagradas Escrituras, cuánto más tenemos de lo que fue mostrado a ellos.

 

La experiencia de Manoa y su esposa es una prefiguración del anuncio de la mayor expresión de la gracia de Dios, cuando el ángel Gabriel fue enviado por Dios a María y dijo,  “No temas. Concebirás y darás a luz un hijo, y llamarás su nombre Jesús” (Lucas 1:30,31).

 

 

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