Leyendo día a día en 1 Pedro | Leyendo día a día en 2 Pedro (#778)

 

Leyendo  día  a  día  en  1  Pedro

A. E. Phillips, West Moors, Inglaterra
Day by day through the New Testament
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Introducción

Pedro escribe en calidad de anciano con el corazón de un verdadero pastor, conduciendo la grey para su bien. Pero habla como un apóstol escogido y autorizado que era testigo de, y por, los sufrimientos y la gloria de Cristo, 5.1: «Ruego a los ancianos que están entre vosotros, yo anciano también con ellos, y testigo de los padecimientos de Cristo, que soy también participante de la gloria que será revelada». El Señor le había escogido para abrir la puerta de la fe a los judíos y posteriormente a los gentiles. Hechos 2 y 10.

Escribió a santos que sufrían por la verdad y la causa de Cristo. Hay cuatro referencias a los sufrimientos:

  • os alegráis, aunque ahora por un poco de tiempo, si es necesario,
    tengáis que ser afligidos en diversas pruebas, 1.6,7
  • si alguna cosa padecéis por causa de la justicia, bienaventurados sois, 3.13 al 17
  • no os sorprendáis del fuego de prueba que os ha sobrevenido,
    como si alguna cosa extraña os aconteciese, 4.12 al 19
  • los mismos padecimientos se van cumpliendo en vuestros hermanos en todo el mundo, 5.9

Se les presentan los sufrimientos y la victoria del Señor como estímulo y confianza en el triunfo a la postre. Al leer esta epístola en nuestro tiempo nos acordamos de los presos, como si estuviéramos presos juntamente con ellos; y de los maltratados, como que también nosotros mismos estamos en el cuerpo, Hebreos 13.3.

La Epístola está llena de Cristo. Pedro habla del Hijo del Padre, quien es nuestro Señor, 1.3. Afirma su deidad en el 3.15, «Dios el Señor». Él fue predestinado para la obra de la cruz, 1.20. Su modo de vivir nos dejó ejemplo, 2.21. Su muerte expiatoria como Cordero de Dios y su exaltación se afirman:

  • fuisteis rescatados … con la sangre preciosa de Cristo, como de un cordero
    sin mancha y sin contaminación, 1.18,19
  • llevó él mismo nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero, 2.24
  • Cristo padeció una sola vez por los pecados, el justo por los injustos, 18
  • Cristo ha padecido por nosotros en la carne, 4.1
  • sois participantes de los padecimientos de Cristo,
    para que también en la revelación de su gloria 4.13

El 5.12 expresa el tema general de la Epístola y destaca la posición del creyente: «la verdadera gracia de Dios, en la cual estáis». La base de la consolación y el fortalecimiento en la adversidad figura como expresión de lo que Dios nos ha hecho en misericordia:

  • el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que según su grande misericordia nos hizo renacer para una esperanza viva … la gracia destinada a vosotros … esperad por completo en la gracia que se os traerá cuando Jesucristo sea manifestado, 1.3,10,13
  • coherederas de la gracia de la vida, 3.7
  • el Dios de toda gracia … nos llamó a su gloria eterna en Jesucristo, 5.10

Nuestro llamamiento debería producir carácter, y por ende:

  • ceñid los lomos … sed sobrios, 1.13
  • desead …la leche … para que por ella crezcáis, 2.2
  • para que anunciéis las virtudes de aquel que os llamó, 2.9

Las verdades objetivas de la gracia deberían encontrar eco en las experiencias subjetivas. Conocer nuestra posición debe incentivarnos a averiguar nuestra condición: «Espero en el Señor Jesús … que yo también esté de buen ánimo al saber de vuestro estado», Filipenses 2.19.

1.1 al 12
Cuatro bendiciones

El creyente:

  1. Es el objeto de consejos eternos y por esto elegido según el preconocimiento de Dios, v. 2. El amor incidió en aquella elección: «nos escogió en él antes de la fundación del mundo … en amor habiéndonos predestinado», Efesios 1.4,5. «Eres pueblo santo para Jehová tu Dios; Jehová tu Dios te ha escogido para serle un pueblo especial … por cuanto Jehová os amó», Deu-teronomio 7.6,8.
  2. Ha sido santificado, o puesto aparte, por el poder del Espíritu para obedecer el evangelio. Dios nos escogió desde el principio para salvación, mediante la santificación por el Espíritu y la fe en la verdad, 2 Tesalonicenses 2.23. Estamos personalmente bajo la aplicación de la sangre derramada de Cristo; Jesús es el mediador del nuevo pacto, Hebreos 12.24.
  3. Ha recibido una herencia que es incorruptible por cuanto el polvo de la muerte no puede tocarla. No fue comprada por oro ni plata corruptibles. Por no ser su renacimiento la semilla corruptible que hay en el mundo, él ha escapado la concupiscencia, 2 Pedro 1.4, de manera que debe vestirse del adorno incorruptible de un espíritu manso y quieto mientras espera el día cuando lo corruptible será consumado por la incorrupción. «… es necesario que esto corruptible se vista de incorrupción, y esto mortal se vista de inmortalidad», 1 Corintios 15.53.

Adicionalmente su herencia no ha sido contaminada por obra del enemigo, a diferencia de Salmo 79.1: «Oh Dios, vinieron las naciones a tu heredad; han profanado tu santo templo; redujeron a Jerusalén a escombros». Tampoco es perecedera; es eterna en su hermosura, reservada en el cielo para aquellos que a su vez están guardados para recibirla, vv 4, 5.

  1. Tiene la esperanza cierta de ver al Señor ahora ausente, quien perfeccionará así su salvación, vv 5 al 9. Los profetas de la antigüedad querían averiguar cuándo y en qué circunstancias los sufrimientos y la gloria de Cristo iban a asegurar esta salvación, v. 10, y los ángeles también se interesaban sobremanera, v. 12.

Aun cuando el creyente se regocija grandemente, puede haber temporadas de diversas pruebas de su fe. La fe es más preciosa que el oro y probarla en el fuego de la aflicción hará ver lo que es en verdad: que «sea hallada en alabanza …», v. 7. En estas pruebas la aflicción es real y no es mala, pero el resultado será para la alabanza y gloria de Dios.  Es para «un poco de tiempo», pero el peso de gloria será eterno, al decir de 2 Corintios 4.17.

Notamos que a los creyentes del Nuevo Testamento se les incorporan personalmente en la relevancia del Antiguo Testamento; «para nosotros» reza el v. 12, se administraban aquellas verdades. Pasajes similares son Hechos 7.38, Moisés «recibió palabras de vida para darnos»; en Romanos 4.24, la experiencia de Abraham fue contada «con respecto a nosotros»; Hebreos 10.15 dice que el Espíritu «nos atestigua» acerca de las ofrendas sacerdotales.

1.13 al 25
Hijos obedientes

Apropiadamente, fue en lugar desértico que la voz proclamó: «Arrepentíos», porque declaró que toda carne es como hierba y la gloria humana como la flor que se marchita. El Espíritu sopla sobre ella y la seca, v. 24. «Su flor se cae, y perece su hermosa apariencia», Santiago 1.11. La fe acepta la realidad de la condición arruinada del hombre.

La obediencia comienza en la vida del creyente al hacerle hijo de obediencia, caracterizado por la obediencia en todo, v. 14 «… enseñándoles todas las cosas», fue la orden de Mateo 28.20. Pero esto exige ceñir los lomos del entendimiento con propósito firme para actuar, así como el viajero hacía al salir y el sacerdote hacía antes de su servicio en el santuario, v. 13, 2.5.

Librado así del estupor y el agite de las influencias que desequilibran la vida, él espera en la gracia y la gloria que el Señor desplegará en su regreso, v. 13. Con todo, hay el peligro de permitir que la antigua manera de vivir adrede nos encajone en un patrón enteramente diferente de aquel que el evangelio espera del creyente. «No os conforméis a los deseos que antes teníais estando en vuestra ignorancia», v. 14, aunque «erais esclavos del pecado, habéis obedecido de corazón a aquella forma de doctrina a la cual fuisteis entregados», Romanos 6.17. Fue el Santo quien les llamó y les separó, y fue Él quien decretó un «estatuto perpetuo» para distinguir entre lo limpio y lo inmundo en el antiguo servicio a Jehová.

Aunque es el Padre a quien invocamos, se nos exige un temor reverencial que nos guardará de una actuación impía (v. 17); nos guiará («¿Quién es el hombre que teme a Jehová? El le enseñará el camino que ha de escoger», Salmo 25.12); nos llevará a una dulce comunión con Él («Dios temible en la gran congregación de los santos, y formidable sobre todos cuantos están alrededor de él», Salmo 89.7); y permitirá que fluya la bendición suya («Conozco que temes a Dios, por cuanto no me rehusaste tu hijo, tu único», Génesis 22.12).

Fuimos rescatados de nuestra vana manera de vivir, y la obediencia a los imperativos de la santidad resultará del reconocimiento de haber sido librados por esa sangre preciosa de Cristo, como de un cordero sin defecto e inmaculado. Esta redención no fue un remedio de último momento, sino consecuencia del eterno consejo de Dios según el cual Cristo fue designado desde antes de la fundación del mundo. Así nuestra fe y esperanza está puesta en el Dios que ha propuesto y realizado tan magna obra.

2.1 al 10
Él es precioso

Por cuanto la Palabra ha efectuado el nuevo nacimiento y aquella Palabra permanece para siempre, 1.23 al 25, sigue naturalmente que debemos alimentarnos de ella. «El, de su voluntad, nos hizo nacer por la palabra de verdad … recibid con mansedumbre la palabra implantada, la cual puede salvar vuestras almas», Santiago 1.18, 21. Gustamos la gracia de Dios en la conversión y ahora nos corresponde cultivar el debido apetito espiritual por la verdad. Así como los recién nacidos quieren leche, debemos desear la pura leche espiritual de la Palabra. No es que debemos ser bebés espirituales, sino desear el sustento y la vida como ellos.

Pero para apetecer la Palabra, hemos debido poner aparte de manera decisiva todo engaño, hipocresía, envidia y maledicencia. Nos hemos acercado a Cristo (Obsérvese que Levítico 21 habla repetidas veces a partir del v. 17 del acercamiento del sacerdote en Israel) y hemos encontrado en Él la piedra principal del ángulo como fundamento. Él es precioso para el creyente, como constan los vv 2, 4, 6 y 7, y jamás nos avergonzará. Pero para los que le rechazan, es piedra de tropiezo, vv 7, 8. «Este Jesús es la piedra reprobada por vosotros los edificadores, la cual ha venido a ser cabeza del ángulo», Hechos 4.11; véase también Mateo 21.42.

Además de ser las piedras vivas edificadas sobre Él, somos el sacerdocio que ofrece sacrificios espirituales, nuestros cuerpos inclusive. Afirma Romanos 12.1, 2 que es nuestro «culto» razonable. Los macedonios «a sí mismos se dieron primeramente al Señor», 2 Corintios 8.5. «Tu pueblo se te ofrecerá voluntariamente en el día de tu poder», Salmo 110.3. Ofrecemos también nuestra gratitud y nuestros bienes. «Ofrezcamos siempre a Dios, por medio de él, sacrificio de alabanza, es decir, fruto de labios que confiesan su nombre. Y de hacer bien y de la ayuda mutua no os olvidéis; porque de tales sacrificios se agrada Dios», Hebreos 13.15, 16. También, nuestra oración: «Suba mi oración delante de ti como el incienso, el don de mis manos como la ofrenda de la tarde», Salmo 141.2. Que atemos estos sacrificios firmemente al altar de la devoción y que proclamemos de esta manera las excelencias de nuestro Señor, v. 9. «Jehová es Dios, y nos ha dado luz; atad víctimas con cuerdas a los cuernos del altar», Salmo 118.27.

El sacerdocio es la porción común y bendita de todos los creyentes, de manera que son un reino sacerdotal según lo expresa Apocalipsis 1.6. En contraste, los diversos dones en las iglesias se reparten según la gracia dada a cada cual, Romanos 12.6.

Adicionalmente, somos ahora un pueblo, cuando antes éramos pecadores dispersos, v. 10. El v. 9 nos llama el «pueblo de posesión exclusiva», Versión Moderna. «Lo tuyo mío», dijo el Señor al Padre, Juan 17.10. «Si diereis oído a mi voz, y guardareis mi pacto», fue la condición puesta para Israel, «vosotros seréis mi especial tesoro sobre todos los pueblos; porque mía es toda la tierra. Y vosotros me seréis un reino de sacerdotes, y gente santa», Éxodo 19.5, 6. «Los que temen a Jehová, y para los que piensan en su nombre … serán para mí especial tesoro, ha dicho Jehová de los ejércitos, en el día en que yo actúe», Malaquías 3.17.

Para hacernos suyos, Cristo se dio a sí mismo, «para redimirnos de toda iniquidad y purificar para sí un pueblo propio», Tito 2.14, de manera que somos comprados a precio, 1 Corintios 6.19, 20. Es más: para hacernos suyos, nos llamó por nombre («No temas, porque yo te redimí; te puse nombre, mío eres tú», Isaías 43.1) y puso su hermosura sobre nosotros, Ezequiel 16.8, 14.

2.11 al 25
Extranjeros y peregrinos

Por cuanto está asociado con su Señor, el creyente encuentra que es un extranjero en el mundo; el mundo no le conoce como tampoco conocía a su Señor, v. 11. «Mirad cuál amor nos ha dado el Padre, para que seamos llamados hijos de Dios; por esto el mundo no nos conoce, porque no le conoció a él», 1 Juan 3.1.

Abram el hebreo (que quiere decir uno que está de paso, o viene del otro lado) confesaba libremente a los demás que anhelaba una ciudad celestial y que era peregrino. Por esto Dios no se avergüenza ser llamado el Dios de Abraham, Hebreos 11.16. Jacob comenzó su peregrinación con su cayado y terminó apoyándose sobre el mismo, Génesis 32.10, Hebreos 11.21. En tiempos antiguos Dios habló a Israel diciendo que «vosotros forasteros y extranjeros sois para conmigo», Levítico 25.23. Gustosamente David confesó: «Forastero soy yo para ti, y advenedizo, como mis padres», Salmo 39.12. Sacado del mundo por el poder atrayente de su Señor, el creyente ha sido enviado al mundo como testigo peregrino por vida y por labio. De esto habló Cristo al Padre en Juan 17, 6, 14 y 18.

Pero el siervo encontrará oposición y distorsión así como encontró su Señor, vv 12, 15, y en esto Él es el ejemplo a seguir. Maldito y ame-nazado, estaba sin malicia y no amenazaba, encomendando su causa al Juez justo en espera de ser vindicado, vv 21 al 23. Es la conducta honesta del creyente, «haciendo lo bueno», que anula estas acusaciones y honra a Dios.

Ellos no se someten al gobierno de turno por temor, sino por causa del Señor, v. 13, dado que Él ha ordenado al tal para el castigo de los malhechores, Romanos 13.1. Con todo, las demandas de Dios tienen precedencia: «Juzgad si es justo delante de Dios obedecer a vosotros antes que a Dios», Hechos 4.18, 19. El temor de Dios puede regular todas las relaciones interpersonales, vv 13 al 17, aun para conciliar a un amo y un esclavo, como en el caso de Filemón y Onésimo.

Los padecimientos de Cristo son ejemplares, pero más de todo son expiatorios. «Llevó él mismo nuestros pecados» para llevarnos a Dios. Por nuestra parte, nos consideramos muertos al pecado para vivir a la justicia, v. 24. Él «por todos murió, para que los que viven, ya no vivan para sí, sino para aquel que murió y resucitó por ellos», 2 Corintios 5.15.

3.1 al 12
Arreglos divinos

La anarquía y la insubordinación aumentan en estos postreros tiempos y están por producir el Anárquico quien será el arquetipo de la actitud constante del hombre que quiere alzarse en contra del orden divino; 2 Tesalonicenses 2. No obstante, la sumisión al orden divino es lo que corresponde a los creyentes que profesan reconocer a Aquel que es soberano en sus disposiciones. Son beneficiosas para la sociedad la sumisión a toda ordenanza humana para honrar al Señor, como también la sumisión del trabajador a su patrón.

En la esfera del hogar hay las relaciones ordenadas por Dios, y el reconocimiento práctico de las mismas arroja bendiciones que anhelan aun muchos inconversos. «Las casadas estén sujetas a sus propios maridos, como al Señor … Hijos, obedeced en el Señor a vuestros padres, porque esto es justo …», Efesios 5.22, 6.1.al 9. Se asustaría el pagano de aquel entonces ante el pensamiento revolucionario de «dando honor a la mujer», v. 7, porque en los pensamientos de ellos ella era apenas «un objeto», y aun los judíos tenían esa mentalidad.

El evangelio, al ser recibido, no sólo imparta bendiciones eternas sino también da el valor debido a las relaciones humanas. Si bien «en Cristo» no hay ni varón ni mujer, cada cual tiene su responsabilidad correspondiente. Someterse a esto no insinúa alguna inferioridad, porque Cristo el Siervo y Varón reconoce a Dios como Cabeza, una verdad que no infringe en su co-igualdad. «Cristo es la cabeza de todo varón, y el varón es la cabeza de la mujer, y Dios la cabeza de Cristo», 1 Corintios 11.3. «Cristo, el cual es Dios sobre todas las cosas», Romanos 9.5. «No hay judío ni griego; no hay esclavo ni libre; no hay varón ni mujer; porque todos vosotros sois uno en Cristo Jesús», Gálatas 3.28.

La esposa creyente estaba en una situación difícil si su esposo era antagónico al evangelio, pero con todo el v. 7 hace ver que ella podía ser de beneficio espiritual para él, sin una palabra de testimonio oral. ¿Y qué testimonio le ganaría? El de una conducta casta correspondiente a su temor reverencial de Dios, y el adorno de un espíritu manso y pacífico.

Se hermoseaban en esta mansedumbre las mujeres santas de la antigüedad. Las modas han cambiado a lo largo de los siglos, pero el adorno que siempre está de moda es la de las hijas de Sara, vv 5, 6. El esposo creyente, como todo creyente, ha sido traído al conocimiento de Dios, y por ende debe vivir acorde con eso, de manera que él y su esposa disfruten conjuntamente de su herencia espiritual. ¡Qué testimonio a su Señor!

3.13 al 22
La respuesta de una buena conciencia

Aquí de nuevo tenemos una referencia al sufrimiento por causa de la conciencia y por el Nombre santo que aquellos cristianos confesaban. Normalmente los celosos, o entusiastas, por buenas obras no esperarían ser molestados, pero en tiempos como aquellos a la vista en este capítulo ellos sí sufrirían por hacer lo bueno. El mundo es voluble, y un mundo perseguidor es cruelmente voluble. «Este Jesús es la piedra reprobada por vosotros los edificadores … Juzgad si es justo delante de Dios obedecer a vosotros antes que a Dios», Hechos 14.11,19.

Los que así sufren deben considerarse altamente privilegiados. «Bienaventurados los que padecen persecución por causa de la justicia …,» Mateo 5.10 al 12. Los apóstoles «salieron de la presencia del concilio, gozosos de haber sido tenidos por dignos de padecer afrenta por causa del Nombre», Hechos 5.41. Se les exhorta a no temer el terror de sus perseguidores, ni siquiera conturbarse, v. 14, sabiendo que «la voluntad de Dios así lo quiere», v. 17.

Los acusadores se avergonzarán al reconocer que Cristo es supremo en los corazones de sus víctimas y que ellos están siempre dispuestos a dar razón por su esperanza, apoyados por una buena conciencia. «Procuro tener siempre una conciencia sin ofensa ante Dios y ante los hombres», declaró Pablo a Félix.

Pero en cualquier momento cualquier persona puede pedir una explicación de esta esperanza. Bienaventurado aquel creyente que esté siempre en condiciones de explicarla lógicamente con toda mansedumbre y con el debido respeto. Son ejemplos Hechos 25.16 (Pablo ante Agripa y Berenice) y 2 Timoteo 4.16 (Pablo ante Nerón). «… unos anuncian a Cristo por amor, sabiendo que estoy puesto para la defensa del evangelio», Filipenses 1.16, 17.

«Todos  los que quieren vivir piadosamente en Cristo Jesús padecerán persecución», 2 Timoteo 3.12, porque están asociados con su Señor quien todavía está malentendido y rechazado por el mundo. Con todo, esto resultó en su vindicación y coronación. Él se ha ido al cielo y los poderes del bien y del mal («ángeles, autoridades y potestades», v. 22) están sujetos a él. Está «sobre todo principado y autoridad y poder y señorío, y sobre todo nombre que se nombra, no sólo en este siglo, sino también en el venidero», Efesios 1.20. «Fue declarado Hijo de Dios con poder, según el Espíritu de santidad, por la resurrección de entre los muertos», Romanos 1.3, 4. Necesariamente la gloria seguirá sus sufrimientos; el 1.11 habla de los sufrimientos de Cristo, y las glorias que vendrán tras ellos.

Uno ha escrito que «una buena conciencia desea nada menos que ser acepta ante Dios», y el v. 21 afirma que es con base en la resurrección de Cristo. El bautismo lo proclama: «Somos sepultados juntamente con él para muerte por el bautismo, a fin de que como Cristo resucitó de los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en vida nueva», Romanos 6.4. El significado perdurable de nuestro bautismo nos defiende contra las demandas del pecado.

4.1 al 9
El tiempo que nos queda

Siendo nosotros creyentes, nuestras vidas están demarcadas claramente entre «el tiempo pasado» y «el tiempo que resta». El factor crucial fue el nuevo nacimiento, «habiendo huido de la corrupción que hay en el mundo», 2 Pedro 1.4, cuando la aspersión de la sangre de Jesucristo nos separó al Señor. En la antigüedad Dios dijo: «pondré redención entre mi pueblo» y Egipto – a saber, separación, Versión Moderna – Éxodo 8.23.

En nuestros días de inconversos, no nos faltaba diligencia para vivir el propósito expreso de la vida pagana que era la expresión de lo que el v. 2 llama las múltiples concupiscencias de los hombres. En contraste, el resto de nuestro tiempo es para ser vivido según la voluntad exclusiva de Dios. En vez de una confusión contradictoria, hay ahora la integración de nuestro corazón y voluntad, porque el corazón ha encontrado su verdadero objetivo. «Todo vuestro ser, espíritu, alma y cuerpo, sea guardado irreprensible para la venida de nuestro Señor Jesucristo»,
1 Tesalonicenses 5.23.

«Puesto que Cristo ha padecido por nosotros en la carne», nos corresponde armarnos para la guerra espiritual, considerándonos muertos al pecado y vivos para Cristo. Nos basamos en un hecho – con Cristo estamos juntamente crucificados, Gálatas 2.20. El que ha muerto ha cesado del pecado, porque «nuestro viejo hombre fue crucificado juntamente con él, para que el cuerpo del pecado sea destruido, a fin de que no sirvamos más al pecado … el que ha muerto, ha sido justificado del pecado», Romanos 6.6,7.

Los antiguos compañeros – los ellos del v. 4 – hablaban mal de sus amigos convertidos. Les consideraban extraños, porque les juzgaban según sus propias normas. ¡Pero no había nada de extraño en la manera en que Dios realizó un cambio radical en sus vidas! Veamos la suerte eterna de aquellos creyentes que ya habían vivido su tiempo aquí entre ellos –  ahora vivos en espíritu según Dios, v. 6. El evangelio les había sido predicado cuando estaban en el cuerpo y ahora viven según Dios en su estado espiritual.

El inconverso debe saber que el Juez de todo está listo para juzgar. El creyente debe dejar que la eternidad incida en su vida presente para que sea claro en su sus conceptos (sobrios) y esté bajo disciplina propia para poder orar aceptablemente, vv 5, 7.

En cuanto a los concreyentes, el amor debe prevalecer, ferviente y sostenido adrede. El nuevo nacimiento tenía esto a la vista «para el amor fraternal no fingido», 1.22. «Acerca del amor fraternal no tenéis necesidad de que os escriba, porque vosotros mismos habéis aprendido de Dios que os améis unos a otros», 1 Tesalonicenses 4.9. Teníamos este mandamiento desde el comienzo de nuestra vida nueva, «el mandamiento antiguo que habéis tenido desde el principio … El que ama a su hermano, permanece en la luz», 1 Juan 2.7.

4.10 al 19
Dios glorificado en todo

Los dones, carísmas, son multiformes y variados, y todo creyente ha recibido uno al menos. «… a cada uno de nosotros fue dada la gracia conforme a la medida del don de Cristo», Efesios 4.7. Debemos pensar en nosotros mismos «con cordura, conforme a la medida de fe que Dios repartió a cada uno», Romanos 12.3. «Todas estas cosas las hace uno y el mismo Espíritu, repartiendo a cada uno en particular como él quiere», 1 Corintios 12.11.

Figuran veinte o más dones en estos tres capítulos y aquí en 1 Pedro, pero las listas no son exhaustivas. El cuerpo humano tiene muchos miembros, cada uno con su propia función, y así son los diversos dones de Cristo. El cuerpo sería grotesco si fuera tan solo un ojo, o solo una oreja. 1 Corintios 12.17, 29, 30, por ejemplo, nos recuerdan que la variedad produce la unidad funcional. (Obsérvese que en ese pasaje el sacerdocio no figura entre la variedad, porque es un don común a todo creyente).

El Dador es el Señor victorioso y ausente, y los dones son para ser empleados fielmente en nuestra mayordomía en su ausencia – como buenos administradores, dice el v. 10. «Subiendo a lo alto, llevó cautiva la cautividad, y dio dones a los hombres», Efesios 4.8. Hay la parábola de Lucas 19.13: «Un hombre noble se fue a un país lejano, para recibir un reino y volver. Y llamando a diez siervos suyos, les dio diez minas, y les dijo: Negociad entre tanto que vengo», y la de Mateo 25.14 es parecida. La fidelidad es el primer requisito: «Ahora bien, se requiere de los administradores, que cada uno sea hallado fiel», 1 Corintios 4.2.

El Señor, el Espíritu y el Padre reparten cada uno según su voluntad, como uno ve al leer Efesios 4.7, 8, 1 Corintios 12.11 y 12.18, 28, respectivamente. Lo que el Señor dispone es definitivo, pero le es permitido a uno desear los mejores dones para el bien de otros y la gloria de Dios, 1 Corintios 12.31. Por ejemplo, «si alguno anhela obispado, buena obra desea,»
1 Timoteo 3.1. Para la construcción del tabernáculo, «Moisés llamó a Bezaleel y a Aholiab y a todo varón sabio de corazón, en cuyo corazón había puesto Jehová sabiduría, todo hombre a quien su corazón le movió a venir a la obra para trabajar en ella», Éxodo 36.2.

El carácter cristiano es para todos, pero las carísmas cristianas son variadas.

Los vv 10, 11 enseñan que el don recibido es para ser ejercido en beneficio de otros y la gloria de Dios, y no para el agrado propio. El v. 11 menciona dos clases de ministerio: el oral y el de obras. La palabra hablada debe ser un mensaje de Dios de oráculos santos, entregado reverentemente y con autoridad. Recalcó Esteban: «Moisés … en el desierto con el ángel que le hablaba en el monte Sinaí … recibió palabras de vida que darnos», Hechos 7.38. Y, por su parte, el servicio por obras es «conforme al poder que Dios da», dando evidencia de que Él habilita y que no es por iniciativa carnal.

Encontramos el sufrir por Cristo de nuevo en los vv 12 al 16. ¡Es motivo de gozo saber que uno está privilegiado al estar asociado con los sufrimientos de Cristo y la gloria a revelarse!

capítulo 5
La grey alimentada

Es muy precioso y alentador el ministerio tierno del Señor a Pedro, tanto para restaurar como para reincorporarle. Él había orado por Pedro, no que no fracasara como consecuencia de su confianza propia, sino que no le faltara fe.

La raíz del asunto, su fe, fue preservada, Lucas 22.31 al 34, pero Pedro tenía que «volver» y ser comisionado de nuevo de una manera por demás llamativa, Juan 21.15 al 22. Él afirmó tres veces, «Señor tú sabes que te amo», y tres veces el Señor respondió, «Pastorea / apacienta». Cuando Pedro escribió esta Epístola, tenía treinta años haciendo esto mismo, de manera que bien podía describirse como un anciano que cuidada las ovejas, v. 1.

En primer lugar los ancianos deben cuidar su propia conducta, y luego apacentar la grey. «Mirad por vosotros, y por todo el rebaño en que el Espíritu Santo os ha puesto por obispos, para apacentar la iglesia del Señor, la cual él ganó por su propia sangre», Hechos 20.28. Así como los pastores cumplidos, ellos van delante, liderizando por su ejemplo – «el que preside, con solicitud», es la norma de Romanos 12.8. Son «los que trabajan entre vosotros, y os presiden en el Señor, y os amonestan»,  1 Tesalonicenses 5.12. Obsérvese: entre, como leemos también en
el v. 2.

¿Pedro tenía en mente las palabras del Señor en el aposento alto? «Estoy entre vosotros como el que sirve». De nuevo, revestíos en el v. 5 tiene la idea de ceñirse de un toalla y es un eco de cuando el Señor hizo precisamente esto en Juan 13.4. «Ceñíos de humildad para servir los unos a los otros», exhorta Pedro.

Los pastores fieles guardan la eternidad en sus pensamientos, sabiendo que el Príncipe de los pastores se presentará para coronar con gloria imperecedera. Como Buen Pastor, sufrió la cruz y como Gran Pastor carga el cayado, pero como Príncipe entre los pastores Él tendrá corona y repartirá coronas. Juan 10.11, Hebreos 13.20, 1 Pedro 5.4.

Los lectores estaban sufriendo, pero el Dios de toda gracia les daba gracia al humillarse ellos bajo su administración, asegurados de que no obstante el león rugiente, oportunamente lo hará Aquel que les había llamado a su gloria eterna, vv 6, 10. Su ansiedad (por sí mismos, por sus seres queridos, etc.) debía ser echada resueltamente sobre Él, y no meramente dejada a un lado, sabiendo que tenía cuidado de ellos, v. 7. No debían ser como Marta, afanados y turbados con muchas cosas.

La restauración de Pedro fue ciertamente de gracia abundante, pero el caso de Marcos, v. 13, también es un estímulo para todos. (Hechos 15.38) ¿Él ya había redactado su Evangelio, o estaba por hacerlo? Generalmente se reconoce una influencia de Pedro en aquel relato.

Leyendo  día  a  día  en  2  Pedro

H. Barnes, Brombrough, Inglaterra

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Introducción a 2 Pedro y Judas

Pedro tiene dos mensajes principales en su segunda Epístola, ambos sobre lo que el Señor podía hacer: (i) «librar de tentación a los piadosos»; (ii) «reservar a los injustos para ser castigados», 2.9. También fue movido a hablar en modo profético de eventos por suceder en el futuro; a saber, la entrada de falsos profetas, el éxito inicial de su seducción y su juicio repentino a la postre, 2.1 al 7.

Al advertir acerca de estos hombres y sus ataques, Pedro les da a sus lectores defensas amplias contra ellos. Así como sus homólogos en el Antiguo Testamento, y no obstante el cumplimiento que era de esperarse de cosas que profesaban, cualquier generación dispuesta a prestar atención a las advertencias podría escaparse de ellos en su tiempo. Pedro delinea tres principales vías de escape:

Añadir a lo que Dios ha provisto, 1.10

Leer lo que Dios ha escrito, 1.19

Anticipar lo que Dios va a hacer, 3.11 al 14

No había situaciones espirituales de las cuales el creyente estaba dejado en ignorancia, ni las hay ahora. Las Escrituras son la respuesta completa a nuestras dificultades hoy día. «Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra», 2 Timoteo 3.16, 17.

Es lamentable que Judas haya tenido que advertir, un tiempo después, que ya estaban en marcha eventos que Pedro había profetizaba (como Pablo ya había hecho antes de él; 2 Timoteo 3). Nótese:

2 Pedro 2.1:  Hubo también falsos profetas entre el pueblo, como habrá entre vosotros falsos maestros, que introducirán encubiertamente herejías destructoras, y aun negarán al Señor que los rescató.

Judas 4:  Algunos hombres han entrado encubiertamente … hombres impíos, que convierten en libertinaje la gracia de nuestro Dios, y niegan a Dios el único soberano, y a nuestro Señor Jesucristo.

Judas cuenta como hechos consumados varios detalles que Pedro señaló como peligros a la puerta. La gravísima acusación contra los lectores de Judas es que ya lo sabían, porque él sólo trae a la memoria lo que «una vez habéis sabido», vv 5, 17. Reconociendo la amenaza que ya existía, Judas llama a todo creyente a ser un defensor de «la fe una vez dada a los santos», v. 3.

Ninguna de las dos Epístolas pretende ser lectura agradable, sino despertar. Judas había propuesto escribir palabras consoladoras acerca de la salvación suya y de sus lectores, pero las circunstancias no le permitían hacerlo. Es que ciertos hombres habían entrado encubiertamente entre el pueblo del Señor y ya estaban dejando ver lo qué eran, negando cualquier forma de autoridad espiritual pero a la vez dispuestos a mostrar respeto a cualquiera que simpatizara con su causa.

1.1 al 11
Añadir a lo que Dios ha provisto

El ministerio de Pedro en el capítulo 1 es el de traer a la memoria, y en especial aquello que Dios les había dado a los santos:

Cada uno había obtenido una fe igualmente preciosa, v. 1

Su poder divino había concedido todas las cosas que se relacionan con,
o son necesarias para, la vida y la piedad, v. 3

Él había dado promesas preciosas y muy grandes
a aquellos que se habían escapado de la corrupción, v. 4

Así había tratado Dios con su pasado, provisto para el presente y prometido en cuanto al porvenir. Pedro, entonces, les hace recordar su responsabilidad, la de dar a la luz de lo que había sido dado. Debían poner diligencia – o sea, tener disposición a actuar – para esforzarse. Esta diligencia debía ser dirigida a tareas específicas, todas ellas en el sentido de añadir.

No tenían que añadir fe, porque Dios se la había dado, pero debían añadir a (o en) su fe. Tampoco dependían de sus propios recursos o energías para el material a ser agregado, porque su poder divino ya les había concedido todo lo necesario para la vida y la piedad. Sin embargo, así como un constructor que cuenta con todos los materiales entregados al sitio de la obra, ¡el creyente debe aplicarse a construir la casa! Debe hacerlo con los componentes que Dios ha dado y en el poder suyo. «Si Jehová no edificare la casa, en vano trabajan los que la edifican», Salmo 127.1. «Nadie puede poner otro fundamento que el que está puesto, el cual es Jesucristo»,
1 Corintios 3.11 al 16.

Poder, ciencia, templanza, paciencia, piedad, fraternidad, amor (Versión Moderna) son las siete gracias que deberían caracterizar a la promesa cierta que no estaremos ocioso ni estériles, pero faltar en ellas significa desastre: ceguera, miopía y amnesia espirituales, v. 9.

«Por lo cual … hacer firme vuestra vocación y elección», v. 10, a saber, asegúrense para sí mismos y otros, pero ante Dios no hace falta; Él sabe a quiénes elige. Haciendo estas cosas – añadiendo con diligencia – uno no cae. Pedro era uno que se había tropezado, Mateo 26.31 al 35, y había aprendido por el golpe. Él quiere que aprendamos de una manera menos dolorosa. Para aquellos que son fieles en este asunto, ¡hay una bienvenida a casa! «… una amplia y generosa entrada en el reino eterno».

1.12 al 21
Una luz en lugar oscuro

Si la añadidura les asegura a los lectores de su preparación espiritual para la batalla por delante, entonces la lectura agudiza su inteligencia espiritual. Las Escrituras, y especialmente las profecías, exigen atención, v. 19, primeramente porque brillan en lugar oscuro y por ende son indispensables en tiempos oscuros. «Lámpara es a mis pies tu palabra, y lumbrera a mi camino», Salmo 119.105. Además, su origen está en la obra del Espíritu Santo en los escritores, y no son interpretaciones privadas de los mensajes de Dios a los hombres. Por esto son armas eficaces en la lucha contra la doctrina falsa. «Tomad el yelmo de la salvación, y la espada del Espíritu, que es la palabra de Dios», Efesios 6.17.

Los falsos maestros iban a abusar los escritos de Pablo, torciendo y triturando los pasajes difíciles, para que, como alguna pobre víctima sobre el potro, dijeran lo que ellos querían oir. Es marca del falso maestro; él no puede contradecir la enseñanza clara de las Escrituras y por esto tiene que torcer los pasajes difíciles en un intento de hacerles soportar sus argumentos. Las Escrituras advierten de antemano y por lo tanto deben fortalecer a tiempo. «Sabiéndolo de antemano, guardaos, no sea que arrastrados por el error de los inicuos, caigáis de vuestra firmeza», 3.17.

Para Pedro no bastaba que hayan oído lo que les decía, y él proponía seguir con sus advertencias, poniéndolas por escrito para estar disponibles después de su muerte que se acercaba. Le agradaba enseñar estas cosas, porque no eran fábulas ingeniosas, v. 16. Él había sido testigo de la majestad del Señor, evidenciada en el encomio divino que el Señor Jesús recibió: » Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia», Mateo 17.5. Pedro conocía las circunstancias de ese momento glorioso, y no quería que nadie se olvidara de su veracidad.

Hombres hábiles iban a atacar los lectores, pero, a diferencia de Pedro, los creyentes no podrían referirse a experiencias propias, sino a profecías escritas que hasta ese entonces no habían sido refutadas. Por cierto, en la medida en que se habían cumplido hasta ese entonces, eran de un todo acertadas, dando aun mayor confianza a los lectores. Serían su guía, arma y consolación hasta ver la batalla ganada, el día amanecido y las tinieblas desaparecidas para siempre. Como Judas iba a mostrar más tarde, el Antiguo Testamento todavía encierra verdad vital para el creyente, aun hoy día.

2.1 al 10
Habrá falsos maestros entre ustedes

Cuando Dios habla la verdad, Satanás le sigue con una mentira. Ejemplo tenemos en Génesis 3.4: «Entonces la serpiente dijo a la mujer: No moriréis». Él es el gran autor de lo falso; tiene profetas falsos, Mateo 24.11; Cristos falsos, Mateo 24.24; apóstoles falsos, 2 Corintios 11.13; hermanos falsos, 2 Corintios 11.26, Gálatas 2.4; y también maestros falsos, como Pedro advierte aquí.

Pero obsérvese cuán sutil es, porque ahora es la época del maestro, cuando ha finalizado la obra de los apóstoles y profetas de Efesios 2.20, de manera que ahora Satanás procura engañar por medio de falsos maestros en vez de falsos profetas o apóstoles.

Estos maestros comenzarían por infiltrarse y luego introducir sus herejías secretamente. «algunos hombres han entrado encubiertamente …», dirá Judas. «… falsos hermanos introducidos a escondidas, que entraban para espiar nuestra libertad que tenemos en Cristo Jesús», Gálatas 2.4. La palabra herejías tenía el sentido de una elección, y llegó a significar la preferencia por una opinión contraria a la que normalmente predominaba. Pero los santos hombres de Dios hablaban según el Espíritu Santo les movía, no introduciendo opiniones personales, 1.20, 21.

La doctrina principal propagada por los falsos maestros era la de negar el señorío de Cristo. La palabra usada para Señor en el v. 1 no es la que comúnmente se empleaba, sino una que significa «maestro absoluto» y era usada por los griegos sólo en el contexto de la divinidad. Referirse al Señor que los rescató no quiere decir que de hecho estos hombres eran creyentes, ya que todo el mundo es rescatado, pero solamente los creyentes son redimidos. Es un punto cardinal y negar el mismo traerá la destrucción.

Eran expertos en inventar enseñanza, acomodándola para cuadrar con lo que sus oyentes querían oir, y ciertamente serían exitosos en su seducción y ganarían muchos partidarios. La enseñanza acertada de Dios no es atractiva a la carne, pero siempre alegra al hombre nuevo.

En todas las dificultades había una verdad a que aferrarse, a saber: «sabe el Señor librar de tentación a los piadosos, y reservar a los injustos para ser castigados en el día del juicio», v. 9. Esto es evidente en la historia sagrada y sus tres ejemplos en los vv 4 al 9. Noé y Lot podían testificar a la liberación del v. 9 y los ángeles rumbo al infierno, como también Sodoma, a la seguridad de un castigo. Estos maestros falsos están en una fila larga de los que sirven solo a la carne, obedecen a su voluntad propia y son atrevidos, haciendo caso omiso de la autoridad espiritual.

2.11 a 22
Desviación del camino recto

Estos falsos maestros entran corriendo donde los ángeles temen pisar; ignoran el ejemplo de esas criaturas poderosas y al hacerlo se hacen subhumanos, comportándose como los animales cuya vida entera se resume como nacidos como presa para destrucción, v. 12. Se conducen como criaturas irracionales y blasfeman en materias que desconocen,  lo que 1 Pedro 2.15 llama «la ignorancia de hombres insensatos».

Aun cuando están empeñados en destruir las cosas de Dios, Dios les destruiré a ellos. Su servicio para cometer perversidades no será la popularidad y el beneficio económico que esperaban, sino que ellos mismos serán defraudados.

Para el creyente el tiempo presente es una oportunidad para actividad en las cosas de Dios, pero para estos hombres es para entregarse a placeres. Aunque banquetean con los santos, no pueden dejar el pecado; pero, «quien ha padecido en la carne, terminó con el pecado», 1 Pedro 4.1. Estos señores no eran sólo un peligro para sí mismos, sino que seducían las almas inestables. Es obra del «Dios de toda gracia» establecernos espiritualmente, 1 Pedro 5.10, y lo hace por medio de «la verdad presente», 1.12. La verdad pura y simple de la Escritura es la fuente de nuestra estabilidad, mientras que el espiritualmente inconstante sólo puede torcer los pasajes que el 3.16 llama «difíciles de entender», pero está allí siempre la advertencia de que el amado puede perder esta estabilidad (pero no su salvación) si se deja arrastrar por el error de los inicuos, 3.17.

Pronto se hacen evidentes los motivos de los maestros falsos; ellos amaban la ganancia y por un tiempo la tenían («No hagas tocar trompeta delante de ti, como hacen los hipócritas … de cierto os digo que ya tienen su recompensa», Mateo 6.2). Algunos seguían en busca de satisfacción, pero eran sólo fuentes sin agua. Su atractivo estaba envuelto en palabras infladas, v. 18, despertando la esperanza de gran libertad para vivir como uno quiera, y apuntando particularmente al recién convertido y a los que estaban apenas conociendo la verdad debidamente. Nos acordamos de las palabras del Señor a Pedro: «Apacienta mis corderos», Juan 21.15.

Los maestros falsos conocían el camino recto pero la dejaban adrede, v. 15. Su contacto inicial con el pueblo de Dios había resultado en algún cambio en sus vidas, pero ahora habían rechazado completamente la influencia sana de los santos y estaban en una condición peor que nunca. Habían dado la espalda al mandamiento que les fue dado, v. 21.

capítulo 3
Vendrá el Día del Señor

Pedro ha tratado casi todas las cosas desagradables que tenía en mente, y ahora puede enfocarse sobre los santos, a quienes cuatro veces en este capítulo llama los «amados». Traer a la memoria la Palabra de Dios siempre ejercita la mente sincera.

Entre las palabras infladas de los falsos maestros estaba la pregunta: «¿Dónde está la promesa de su advenimiento? Porque desde el día en que los padres durmieron, todas las cosas permanecen así como desde el principio de la creación». Ellos, como todos los demás, contaban con los escritos del Antiguo Testamento, pero a propósito se hacían ignorantes de sus verdades. En especial ignoraban los relatos de la creación y el diluvio, porque estos eventos prueban que Dios puede intervenir y desplegar su poder.

El creyente, en cambio, no debe ignorar la realidad de que el tiempo en sí no es una limitación para el Señor. El tiempo de Dios siempre llega, y con él un despliegue de su poder y carácter santo, pero mientras tanto Él es paciente, no queriendo que ninguno perezca, sino deseando que todos se arrepientan.

El Día del Señor es aquel período de tiempo en el cual Él volverá a intervenir abiertamente en los asuntos de este mundo. Es cierto que está obrando hoy día, pero de una manera que los hombres pueden desatender. Sin embargo, viene tiempo cuando ellos serán obligados a reconocer que Dios es, y que es santo y poderoso. Aquel día vendrá como un susto para los inconversos.

El creyente, por su parte, debe estar en espera de estas cosas, cuando menos, v. 14. Mejor, debe apresurar el advenimiento del Día del Señor, v. 12. Esperar estos acontecimientos futuros debe tener su efecto presente, y Pedro exclama: «¡cómo debéis andar en santa y piadosa manera de vivir!» El como aquí, explica el señor Vine, quería decir originalmente «de qué país» pero llegó a tener el sentido de «de qué clase». La idea es clara; si estamos apresurando un tiempo cuando morará la justicia, entonces nos corresponde vivir ahora como si hubiera llegado.

Pablo les había hablado de estas mismas cosas, así que habían oído la verdad de boca de dos testigos, y ha debido ser suficiente para ponerles en alerta ante los falsos maestros. «Tened memoria de las palabras que antes fueron dichas por los apóstoles de nuestro Señor Jesucristo; los que os decían: En el postrer tiempo habrá burladores, que andarán según sus malvados deseos», Judas 17, 18.

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