Jeroboam (#485)

Jeroboam

N. R. Thomson

 

 

Es triste ver un hermano prometedor cuya capacidad le conduce a la soberbia, y después al naufragio espiritual. Tal fue la experiencia de Jeroboam.

“Y este varón Jeroboam era valiente y esforzado; y viendo Salomón al joven que era hombre activo, le encomendó todo el cargo de la casa de José … y dijo Dios … Yo, pues te tomaré a ti, y tú reinarás … y si prestares oído a todas las cosas que te mandare, y anduvieres en mis caminos, e hicieres lo recto delante de mis ojos, guardando mis estatutos y mis mandamientos, … yo estaré contigo”
(1 Reyes 11:27,37,38).

 

Pero Jeroboam no siguió bien. Por supuesto, había causas que le hubieran servido de excusas por sus acciones. Salomón no le trató bien después, y él tuvo que huir a Egipto. Muerto Salomón, regresó. En vez de esperar el cumplimiento de la promesa de Dios, él sublevó al pueblo y provocó una rebelión en oposición a Judá. Expuso las faltas del reinado de Salomón y atacó el carácter dictador de Roboam. Es claro que existían estas faltas, pero los errores de otros jamás justifican una acción carnal de parte de aquel que profesa corregirlos. Los errores tienen que ser corregidos bíblicamente; de otro modo conducirán a peores errores.

El primer error que resultó del egoísmo de Jeroboam fue el desprecio de la Casa de Dios en Jerusalén. Para mantener su propia causa, Jeroboam se apoyó en dos razones: la conveniencia y el ejemplo de otros.

El estableció dos santuarios, uno en Bet-el en el sur, y otro en Dan en el norte. Luego dijo al pueblo que era más conveniente ir a las reuniones cercanas en vez de pasar aquellos santuarios e ir más lejos a Jerusalén (1 Reyes 12:26-29). Le faltaba la convicción de ver lo que mandaba Dios.

 

La obediencia a los estatutos divinos cuesta, pero más vale sacrificar algo para ir más lejos y asistir al lugar donde Dios ha puesto su Nombre, donde se honran sus mandamientos y se guardan sus palabras. La asistencia de conveniencia no agrada a Dios.

Hizo dos becerros de oro. En el templo había dos querubines de oro que demostraban la santidad d Dios. Él es invisible y no había ninguna imagen de él en el lugar santísimo. Jeroboam sustituyó los dos querubines por dos becerros de oro como símbolos del poder del Dios invisible. En hacer esto, él tenía el apoyo del ejemplo de otros. En el desierto, Aarón también había cedido a la presión del pueblo desobediente, e hizo un becerro de oro. Este mal ejemplo bastaba para apoyar a Jeroboam en decir al pueblo: “He aquí tus dioses, oh Israel, los cuales te hicieron subir de la tierra de Egipto”. Esta es una cita del pasaje en Éxodo 32:4, pero él no citó el resto, cómo Dios condenó a Aarón. Para citarla, Jeroboam buscó consejo (v. 28) pero no el consejo de Dios.

 

Hoy día hay los que oyen mal consejo de los que dicen que los cambios modernos son realmente lo mismo como las formas apostólicas. Dicen que no hay mal en usar pedazos de pan o galletas en la Cena del Señor en vez de un solo pan; dicen que no hay diferencia entre bautizar por inmersión y por rociamiento. Ellos citan el caso de grandes evangelistas que han hecho tales cosas, como lo hizo Aarón. Luego tuercen las Escrituras, citando algunos versículos para apoyar su error, como lo hizo Jeroboam. Pero no nos importa si Lutero u Fulano de Tal han hecho tal cosa. Si no está escrito en la Biblia, si no se conforma al mandamiento de Dios en el Nuevo Testamento, entonces es error.

 

Todo error pequeño conduce a errores peores. “Y esto fue causa de pecado: porque el pueblo iba a adorar delante de uno hasta Dan” (verso 30). Dan era el primer centro de un sacerdocio no autorizado por Dios y de imágenes en Israel (Jueces 18:29-31). Resultó que Jeroboam introdujo tales errores según la práctica de siglos pasados en Dan. Hizo sacerdotes de entre el pueblo, que no eran de los hijos de Leví. Entonces sustituyó una fiesta solemne en el mes octavo, a los quince días del mes, conforme a la fiesta solemne que se celebraba en Judá en el mes que él había inventado en su propio corazón (1 Reyes 12:31-33). Dios había escogido el séptimo mes para el tercer grupo de fiestas en Jerusalén, pero esto no le importaba a Jeroboam.

Tampoco les importa a muchos creyentes celebrar la Cena del Señor fuera del orden establecido por Dios. Ellos escogen el primer domingo del mes o del trimestre, y ordenan que no se celebre sin la presencia de un ministro autorizado por los hombres, como si fuera un sumo sacerdote. La Biblia establece el sacerdocio cristiano como herencia de todo creyente (1 Pedro 2:5,9, Hebreos 10:19-22). Las iglesias apostólicas celebraban la Cena del Señor sin la presencia de oficiales especiales (Hechos 2:42, 20:7, 1 Corintios 11:2,23-26). Las palabras, “todas las veces … en memoria de mí”, se refieren a las reuniones del primer día de la semana, según está escrito en Hechos 20:7, 1 Corintios 16:1,2.

Era la práctica de la asamblea de Troas celebrar la Cena cada domingo. Pablo y ocho viajeros más se demoraron siete días para acompañar a la iglesia en su reunión de la Cena, cuando Pablo les dio su último mensaje.

 

No sigamos, pues, el mal ejemplo de Jeroboam. Cuando un varón de Dios le corrigió, él procuró echarle mano, pero Dios le castigó fuertemente (1 Reyes
13:1-5). Luego otro profeta le testificó el juicio de Dios, diciendo: “Tú no has sido como David mi siervo, que guardó mis mandamientos … sino que hiciste lo malo sobre todos los que han sido antes de ti … y a mí me echaste tras tus espaldas”. ¡Que hagamos nosotros lo que agrada al Señor, y no lo que bien a nosotros parezca!

 

 

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