El engaño (#9924)

9924

El engaño

 

«Si os dijeren: Preguntad a los encantadores y a los adivinos, que susurran hablando, responded: ¿No consultará el pueblo a su Dios? ¿Consultará a los muertos por los vivos?» (Isaías 8:19). Cuando se eclipsa la fe, el hombre se aparta de Dios. Entonces brilla la incredulidad, sobreabunda el engaño y Satanás pone en juego toda clase de artimañas.

Astrólogos, adivinos, encantadores, espiritistas, nigrománticos son elementos a quienes consulta el hombre para que le revelen su futuro. ¿A qué se debe? ¿Qué hay en el hombre formado en este modernismo que le empuja a escrutar e intentar leer en astros o indagar de los brujos su propio destino? Ya lo dijimos: su fe se ha eclipsado y se ha apartado de Dios.

Que una persona diga que cree en Dios y no obedece a su Palabra, o diga que no cree en el diablo y escuche la voz de los agoreros, espiritistas y adivinos, es cosa que no se entiende. Satanás se vale de la verdad a medias, para conservar a sus adoradores en el error y alejarlos de Dios.

Otros invocan en su ayuda a los muertos, acuden a los mediums o invocando a las ánimas del purgatorio. Pero la Biblia sentencia: «Los que viven saben que han de morir; pero los muertos nada saben, ni tienen más paga; porque su memoria es puesta en el olvido». (Eclesiastés 9:5‑6).

Hay personas que piden a viejas agoreras echar las cartas o leer en la ceniza de un cigarrillo su suerte o les digan si su cónyuge le es infiel. Hay quienes cuelgan una herradura o una penca sábila detrás de la puerta. Eso, dicen, tiene la virtud de traer buena suerte. Se ve, además, estampas de algunos santos como la de Ignacio de Loyola a quien le atribuyen la virtud de impedirle al diablo que entre en el hogar. Todo esto conduce el apartarse de Dios y desconocer su Palabra. Cuando la fe desaparece, prolifera el engaño.

¿Por qué el hombre no se dirige a Dios? Sencillamente porque no cree en el Señor. «Es necesario que el que se acerca a Dios crea que le haya” (Hebreos 11:6). El hombre no escucha a Dios, pero sí escucha las mentiras de los engañadores, labrándose así su condenación eterna. Saúl, por ejemplo, no tuvo en cuenta a Dios y fue a consultar a la adivina de Endor (1 Samuel 28:7‑8). Por esto lo mató Dios. «Así murió Saúl … porque consultó a una adivina, y no consultó a Jehová»
(1 Crónicas 10:13‑14).

«Clama a mi, y yo te responderé, y te enseñaré cosas grandes y ocultas que tú no conoces» (Jeremías 33:3), dice el Señor. Amado, Dios le enseñará el signifi­cado de la vida; le revelará cosas que no se imaginaba, y su futuro será seguro si pone su fe en Él y Él no más. No confíe en las trampas del Engañador, sino en el que es el camino, la verdad y la vida (Juan 14: 6).

Creyendo en Él como su único Salva­dor, en su obra expiatoria en el Calvario a favor de usted, y recibiéndole en su corazón como Señor de su vida, hallará la paz indecible que Cristo prometió cuando dijo: «La paz os dejo, mi paz os doy; yo no os la doy como el mun­do la da. No se turbe vuestro corazón, ni ten­ga miedo» (Juan 14:27).

 

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