Autoridad, automonía y responsabilidad (#880)

A. J. Higgins
Truth & Tidings
May 2017

Cuando una asamblea encomienda un hombre a la gracia de Dios para la obra a la cual él ha sido llamado, ¿esto acaba con su responsabilidad? Cuando el obrero encomendado deja su empleo seglar para ocuparse en la obra a tiempo completo, ¿está libre ahora de toda responsabilidad ante aquella asamblea? Los obreros, tanto en Norteamérica como en el extranjero, ¿son agentes libres? ¿No rinden cuentas a nadie por sus hechos, enseñanzas y conducta?

¿Qué de las relaciones entre asambleas, y entre la asamblea y los obreros? ¿La Palabra de Dios orienta en todas estas esferas?


Las relaciones de la asamblea

 

Uno de los principios básicos que enseña la Escritura es la autonomía de una iglesia local. No hay un tribunal de apelación superior a la asamblea misma, según la enseñanza de Mateo 18.16,17. Una asamblea no manda a otra, ni la obliga. No hay base escrituraria para que una “discipline” a otra. Valoramos la comunión entre asambleas y debemos hacer todo lo humanamente posible para mantener aquellos vínculos, pero reconocemos la responsabilidad que cada una tiene ante el Señor exaltado. La autonomía de la asamblea no quiere decir que la asamblea sea infalible, ni tampoco que no se pueda abusar del concepto de autonomía a veces.

Debemos tener presente que la autonomía no reside en el presbiterio, sino en la Palabra de Dios que los presbíteros aplican. Ellos no pueden tomar decisiones que violan la Escritura flagrantemente, y luego justificarse apelando a la autonomía. Es el Señor que anda en medio de los candeleros quien rectifica el testimonio; no es un obrero ni una asamblea vecina, Apocalipsis 1.12,13.

La comunión entre asambleas es preciosa pero frágil. En un mundo perfecto de hombres y mujeres perfectos nunca se presentarían problemas y rupturas entre hermanos. Pero la naturaleza humana, con su orgullo, confianza, agresividad y autoprotección, nos caracteriza a cada uno de nosotros, resultando en que una asamblea con un liderazgo «fuerte» podría representar una amenaza para una asamblea vecina cuando surge una diferencia de criterio. Los hermanos deben estar al tanto de la posibilidad de que en este caso no predomine la Palabra de Dios sino las voces fuertes y estridentes.

Los ancianos de las asambleas en la zona, y también los siervos del Señor, deben respetar la autonomía de una iglesia local. Si piensan que una de ellas ha escogido un rumbo que se desvía de las Escrituras, pueden señalárselo gentilmente a los ancianos de la misma. Pero no deben intimidar ni amenazar de ninguna manera; no deben sucumbir a la tentación de publicar y polarizar. La responsabilidad de la decisión recae sobre el liderazgo de aquella asamblea. Ninguna asamblea en Apocalipsis 2 o 3 fue autorizada para que corrigiera el problema de su vecina; cada una de ellas respondía directamente al Señor. La decisión tomada por aquella asamblea posiblemente definirá los movimientos de algunos y la medida de comunión con ella, pero sus líderes rinden cuentas al Señor.

Los obreros no controlan a las asambleas. En los campos misioneros donde una obra en ciernes requiere el apoyo y la guía de un obrero maduro, puede ser necesario que un siervo del Señor la oriente por un período de tiempo, pero su meta debe ser que la asamblea funcione sin él. Sabiamente, nuestros hermanos que laboran en un área nueva no inician un testimonio hasta ver el potencial de un liderazgo autóctono entre los creyentes. En áreas donde asambleas han sido plantadas y testimonios establecidos por un período de tiempo, la plena responsabilidad ante el Señor reposa sobre los hombros de sus líderes. Puede que pidan consejo de tiempo en tiempo a obreros a tiempo completo o a líderes de otras asambleas, pero el consejo debe ser visto por lo que es – consejo, no control.

Aquellos que han sido puestos por el Señor en la labor de liderazgo deben asumir la responsabilidad aun si a veces la encuentren pesada. Deben guiar en la asamblea donde Dios los ha puesto. Esto quiere decir mucho más que firmar cartas de recomendación, asignar tareas a determinados creyentes y apartar a uno que otro de la membresía. El amor cristiano exige que yo siempre me conduzca ante otros con miras a los mejores intereses de ellos, y no para promover mi propia popularidad. Se trata del rebaño que el Señor ganó con su propia sangre, Hechos 20.28.

 

La responsabilidad para con los obreros

 

Toda asamblea que encomienda a un obrero asume una responsabilidad para con él o ella. El siervo que ha sido enviado por la iglesia es en efecto una extensión de ella. Como tal, esa iglesia local tiene una obligación financiera hacia el obrero y debe haber en ella un ejercicio individual y colectivo en este sentido. El liderazgo de la asamblea también tiene la responsabilidad de pastorear a aquel individuo. Todos necesitan cuidado pastoral, ¡aun los pastores!

Si está en un país extranjero, el obrero puede esperar visitas periódicas de algunos de los ancianos para hablar de la obra y su carácter. Estas visitas pueden ser un gran estímulo y animación para el misionero. Si el obrero reside en Norteamérica, los líderes de la congregación todavía tienen la responsabilidad de pastorear y monitorear el carácter de la obra que ocupa al hermano. El libro de los Hechos de los Apóstoles no contempla a un obrero tipo «llanero solitario», ni a predicadores sin un vínculo con, y sin el apoyo de, las asambleas locales.

Aunque no sea una tarea fácil ni agradable, si la conducta de un siervo a tiempo completo está fomentando división, o si sus acciones contradicen el carácter que debería caracterizarlo, los líderes deben tomar cartas en el asunto y hablar con él de la misma manera que harían con otros creyentes en la asamblea. Si un siervo del Señor viene a formar parte de su asamblea, entonces ustedes son responsables de guiarlo de tal manera que su servicio sea usado por el Señor y que él esté desarrollándose debidamente en su vida espiritual.

Por razones financieras y logísticas, muchos ancianos no pueden visitar a un misionero en su campo de servicio. ¿No sería prudente entrevistarlo cuando regrese y conversar sobre la naturaleza de la obra y cualquier problema que se haya presentado? En el caso de que hayan surgido problemas doctrinales o personales, es un gran recurso para el obrero poder decir que sus movimientos y asociaciones están en conformidad con las instrucciones que recibió de la asamblea que lo encomendó.

La entrevista serviría también para darles a aquella asamblea y a sus líderes información más precisa de las necesidades para poner en oración. Ciertamente, las necesidades financieras son importantes, pero no son la totalidad de las responsabilidades de los ancianos para con el obrero.

La responsabilidad para con los obreros nacionales

Los obreros aquí en Norteamérica enfrentan otro conjunto de circunstancias. Esto puede tornarse complicado cuando un siervo que ha sido encomendado por una asamblea reside ahora en otra área y está en comunión allí. En un sentido cada asamblea tiene una responsabilidad tanto financiera como espiritual hacia aquel hermano. La que lo encomendó debe estar en contacto periódicamente, y si la ocasión lo permite, revisar el carácter y las necesidades de la obra para permitirles orar inteligentemente, además de informar a la congregación de aquellas necesidades.

También, la asamblea donde el individuo se congrega ahora debe estar muy interesada en el progreso de la obra y en cualquier dificultad que surja. En el caso inusual de requerir alguna forma de corrección, ambas asambleas deben estar de común acuerdo y actuar en conjunto. El bienestar espiritual del siervo del Señor es siempre la consideración más importante cuando se da corrección o consejo. Algunos tienen la idea de que ciertos hombres deben ser “puestos en su lugar”, o que “hay que bajarle los humos”, pero esto nunca debe ser el motivo de los que tratan con un obrero. Él es una de las ovejas de la grey que Dios ha encomendado a su cuidado, Hechos 20.28, 1 Pedro 5.2,3. Además, es un siervo de Dios. Esto no lo exime de cuidado pastoral, pero enfatiza que el motivo de ellos debe ser fomentar su utilidad en la obra. El sentir personal no debe entrar en el trato hacia un hijo de Dios. Nunca debe degenerarse en una batalla por “control” o “superioridad”.

 

La responsabilidad de los obreros

 

Cada obrero tiene una responsabilidad recíproca. Él responde a la asamblea que lo encomendó. Actuar independientemente de ella, haciendo caso omiso de su consejo y cuidado pastoral, es actuar en un espíritu de voluntad propia.

Los movimientos de los hombres en el libro de los Hechos refuerzan esta rendición de cuentas, así como Pablo y Bernabé “refirieron cuán grandes cosas había hecho Dios con ellos”, Hechos 14.27. De manera parecida en 15.1 a 4 ellos encontraron que el origen de la enseñanza errónea era la asamblea que supuestamente había encomendado a los maestros. De nuevo, el apóstol termina su segundo viaje misionero con un informe a la asamblea local, 18.22. Él se veía a sí mismo como uno que trabajaba en comunión con la asamblea que lo había encomendado, 13.1 a 5, y que respondía a ella.

Aun un pastor en una iglesia de Dios está sujeto a los demás pastores. Ningún individuo está por encima de la autoridad de la Palabra de Dios en manos de aquellos que cuidan a la asamblea, sea él un pastor o un obrero a tiempo completo. Por supuesto, de ser necesario un consejo o una reprensión, los motivos deben ser examinados en la presencia de Dios. Este cuidado o consejo debe ser dado con gracia. Con todo, debe ser ofrecido.

Los líderes podrían errar. En el caso de un liderazgo mal informado, ¿cómo responde un creyente o un obrero? ¿Cómo reaccionó el Señor Jesucristo al ser juzgado mal? Se sometió al mal trato y “encomendó la causa al que juzga justamente”, 1 Pedro 2.23. No se justificó, ni evadió el juicio de los hombres, sino que se sometió a su abuso. Él está esperando aún el día cuando Dios lo vindique definitivamente ante todos. Pero no “perdió” por dejar todo con Dios.

Valoremos la sabiduría divina al establecer asambleas locales autónomas. Notemos su sabiduría al requerir que cada creyente rinda cuentas, cualquiera que sea su esfera de servicio, y procuremos alinear nuestras actividades con la Palabra de Dios en comunión con nuestros hermanos.

 

La relación de los obreros con otros obreros

 

Sería ideal si, juntamente con una carta de recomendación, fuera posible extraer toda competitividad, orgullo y sentido de inseguridad. Pero la realidad, como todos sabemos, es una característica de la vida. A todos nos faltan unos pocos metros para llegar al cielo y al cambio definitivo. Aquellos que laboran en la obra de Dios tienen como responsabilidad primordial su relación con el Señor. Deben estar conscientes de que “la sequía del corre-corre” puede encontrar cabida en la vida de todos los que se esfuerzan en el servicio para Dios.

Ellos son responsables también ante la asamblea que los encomendó, como hemos resumido arriba. Pero a la vez procuran mantener una comunión genuina y sincera con aquellos con quienes trabajan. Aun cuando la uniformidad no sea su meta, la unidad en la obra del Señor es vital. El respeto y cuidado mutuo debería marcar a todos los que laboran juntos, así como debería ser la marca de todo creyente.

Los que trabajan en estrecha colaboración pronto aprenden a valorarse el uno al otro por las fortalezas y el valor que aportan a la obra. Esto aplica tanto a los ancianos que laboran en armonía por el bien de la asamblea, como a los siervos que persiguen la salvación de almas y el fortalecimiento del testimonio.

Si existe un respeto y una consideración mutuos, quiere decir que unos obreros no controlan a otros, ni por crítica ni por interacción anticristiana. Si un siervo mayor piensa que uno menor requiere orientación, le corresponde ofrecérsela con gracia y al estilo de Cristo. Si opina que el hermano está errado doctrinalmente, es su responsabilidad no ser “contencioso, sino amable”, 2 Timoteo 2.24, en su acercamiento privado al hermano.  Hecho esto, le incumbe avisarle a la asamblea que lo encomendó, y dejar el asunto así. Aquella asamblea es responsable y debe tomar cartas en el asunto. No se gana nada con inundar las bandejas de entrada de creyentes por doquier, comunicando el problema a todo el mundo de costa a costa.

Mientras más sensible y vituperioso el lenguaje, mayor será la polarización. Ni el obrero ni la obra de Dios se recuperan del daño causado. De ninguna manera se cumple la ley del amor. Debemos seguir la verdad en amor, Efesios 4.15 – no un amor sentimental, sino una actitud que siempre persigue lo mejor de la mejor manera posible.

Sería de beneficio a la obra y traería honra al Señor Jesucristo si, en vez de hacer algo que lleve a divisiones, fuéramos obedientes al mandato de Romanos 14.19: “Sigamos lo que contribuye a la paz y a la mutua edificación”. Debe ser nuestra meta, seamos creyentes en la asamblea, ancianos, o siervos del Señor entre las congregaciones.

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