Arrebatados | Fases en la venida del Señor (#842)

Arrebatados

Fases en la venida del Señor

Arrebatados

 

La venida del Señor al aire por los creyentes

 

  1. H. Chater, Gran Bretaña
    El primer capítulo del libro The coming and reign
    of the Lord Jesus Christ
    . Publicado en 1880

 

La esperanza

Todo cristiano vive en la esperanza de estar un día con Cristo su Salvador, de ver al Bendito que murió por él y de morar con Él para siempre en el cielo. Pero los pensamientos de miles están llenos de confusión en cuanto a la manera cómo se realizará esto. Deseo mostrar sencillamente de la Palabra de Dios que la esperanza del creyente es la venida del Señor, qué debe ser actitud y la conducta de los que le esperan y cómo se realizará esta esperanza.

Dejando los detalles a un lado por el momento, creo que grosso modo hay tres ideas: hay los que creen que Él ha venido espiritualmente, los que creen que viene por ellos al morir y los que esperan su regreso en persona.

Al conversar con el primer grupo, uno se da cuenta de que tratan las Escrituras espiritualmente, dicen que Él ya vino a sus corazones. Ciertamente ningún cristiano va a negar que Cristo mora en él, porque “si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de él”. [1] Pero el Espíritu morando en el creyente no efectúa ningún cambio físico en cuanto a su cuerpo, mientras que hay abundante evidencia bíblica de que en el momento de la venida del Señor la mortalidad será absorbida en vida. [2]

La segunda clase supone que el Señor viene cuando uno muera, y ellos aplican  versículos bíblicos de esta manera. Ahora, de nuevo, ningún creyente va a negar que al morir – es decir, al dormir, porque así es el lenguaje para la muerte de un hijo de Dios [3] – él va estar con Cristo. La Palabra suya es clara: “quisiéramos estar ausentes del cuerpo, y presentes al Señor” [4]; “partir y estar con Cristo, lo cual es muchísimo mejor” [5]. Pero aquí también el registro de los eventos por suceder en su venda muestra claramente que estos versículos no tienen que ver con esa venida. Sabemos que, al caer en sueño el creyente, el espíritu y el alma se separan del cuerpo, y este último va al sepulcro y la corrupción [6]; pero, en cambio, se nos enseña que “esperamos al Salvador, al Señor Jesucristo; el cual transformará el cuerpo de la humillación nuestra, para que sea semejante al cuerpo de la gloria suya”. [7]

Y, de nuevo, el apóstol dice: “Sabemos que si nuestra morada terrestre, este tabernáculo, se deshiciere, tenemos de Dios un edificio, una casa no hecha de manos, eterna, en los cielos. Y por esto también gemimos, deseando ser revestidos de aquella nuestra habitación celestial; pues así seremos hallados vestidos, y no desnudos. Porque asimismo los que estamos en este tabernáculo gemimos con angustia; porque no quisiéramos ser desnudados, sino revestidos, para que lo mortal sea absorbido por la vida”. [8]

Basta lo dicho para mostrar la falacia de estas dos interpretaciones de la Biblia en cuanto a la esperanza del creyente.

Qué es un cristiano

Vamos a abrir un paréntesis para asegurarnos de qué es un cristiano.

Es uno que se ha doblado ante el testimonio de Dios en cuanto a su condición de culpable y perdido [9], pero por gracia ha sido conducido a creer en el Señor Jesucristo, el unigénito Hijo de Dios [10], quien vino al mundo para salvar a los tales. Es uno que al creer ha recibido el perdón de los pecados y está justificado en todo, disfrutando ya de la paz con Dios cual poseedor del don inefable de la vida eterna. [11] No es uno que espera ser salvo, porque Dios nos describe en nuestro estado natural como sin Cristo, sin esperanza y sin Dios en el mundo, [12] mientras que de los que están en Cristo leemos “en esperanza fuimos salvos”; a saber, en la esperanza de la gloria de Dios [13]. Por cuanto ha sido limpiado en la sangre preciosa de Cristo, sus pecados han sido quitados, la pena de su pecado (la muerte) ha sido purgada por su Sustituto. Su juicio cayó sobre Cristo y ahora, unido a Este quien está a la diestra de Dios, es de un espíritu con el Señor [14] y está en la gozosa espera del momento cuando va a ver a su Salvador cara a cara.

Mientras tanto, hasta que se realice aquella gloriosa esperanza, el cristiano anda aquí en el mundo como peregrino y extranjero [15] en la conciencia plena del amor de Dios con quien ha sido reconciliado. Le conoce y le llama Padre [16] por ser su hijo y por disfrutar de su cuidado.

Él sabe también, por cuanto Dios le ha dicho en su Palabra, que es un ciudadano del cielo [7], que no es de este mundo, así como Cristo tampoco lo es [17]. Es llamado a seguir a Aquel, negándose a sí y tomando su propia cruz [18]. Descubre que está aquí abajo en un mundo que ha rechazado y crucificado a su Señor, y por esto no puede compartir con él, sino testificar en contra de este mundo [19]. Esto saca a relucir la enemistad en el corazón humano; cual el maestro, así el siervo, y por ende él tiene que sufrir por su nombre. [20]

Qué de gracia, entonces, de parte de su Señor dejar con Él la dulce promesa de su regreso y de darle, en su propia ausencia, aquel otro Consolador para que no esté sin consuelo ni como huérfano en un escenario triste. [21]

El mundo todavía tiene que responder por el rechazamiento y homicidio de Cristo; ciertamente el día de la venganza de nuestro Dios va a alcanzar al mundo. Pero el cristiano, por fe en el rechazado, está librado de aquello y puede mirar arriba confiadamente a su Salvador y Señor a la derecha de Dios, sabiendo que Aquel que levantó a Cristo de los muertos también vivificará su cuerpo mortal por cuenta del Espíritu que mora en él. [22]

Si mira atrás, ve a un mundo condenado del cual ha escapado; si mira en derredor, ve por todos lados los efectos temibles del pecado; si mira hacia adelante aquí, nada percibe sino un vasto yermo, seco y sediento, donde fácilmente puede perder el rumbo si se desvía de la senda de la fe [23]; si mira adentro, ve ese miserable yo y las obras de la carne, ya que la carne está en él todavía, aun cuando él está en el Espíritu [24]. Pero si da la espalda al mundo y el pecado, la carne y el yo, y mira por sencilla fe a la gloria, ve allí a Aquel que es tan precioso a su corazón, el mayor entre diez mil, el más hermoso de los hijos de los hombres [25]. Este cristiano anhela el momento del cual habló su Señor: “Si me fuere … vendré otra vez, y os tomaré a mí mismo, para que donde yo estoy, vosotros también estéis”. [26] Él conocerá a su Señor, dejando atrás para siempre todo rastro de mortalidad y pecado, para no salir nunca [27], sino pasar una eternidad en su dichosa presencia.

¿El lector es uno de aquellos que conocen el amor de Cristo y cuyo corazón a su vez late de amor por Él? ¿Este ser glorioso es el tesoro de su alma? ¿Ha creído en Él? En fin, ¿es cristiano? Solamente estos pueden apreciar estas cosas con gozo. Si no lo es, despiértese a tiempo. Acuda al Salvador asumiendo el lugar del culpable pecador. Él no le rechazará. [28] Venga, venga ahora, y encontrará en Él todo lo que su alma necesita. Regocíjese en la esperanza de la gloria. [29]

Por y con

Ocupémonos ahora de la esperanza que Dios le ha dado al cristiano para sostenerle en las dificultades que le confrontan aquí.

La esperanza es doble. Se nos enseña a esperar el regreso personal de nuestro Señor Jesucristo en el aire por sus santos, y también su manifestación en poder y gran gloria con sus santos. Son dos acontecimientos y el Espíritu de Dios distingue cuidadosamente entre ellos. Mucha gente los mezclan y estimulan a otros a buscar cosas que van a suceder en la tierra en vez de esperar al Señor del cielo. Esto rebaja el tono del andar y el carácter del cristiano. “Como son más altos los cielos que la tierra, así son mis caminos más altos que vuestros caminos”. [30]

Si vamos al Antiguo Testamento, encontramos un testimonio repetido a los sufrimientos y el rechazo del Mesías y su regreso en poder para juzgar sus enemigos, asumir su trono y establecer su reino sobre toda la tierra. [31] Es en ese entonces que se manifestará en poder y gloria, y por cierto nosotros también seremos manifestados con Él. [32] Pero nada vamos a encontrar en aquel Testamento acerca de su venida por su pueblo, tema que se trata mucho en el Nuevo Testamento. El Señor mismo hizo mención específica de este en el conocido pasaje al comienzo de Juan 14: “En la casa de mi Padre muchas moradas hay; si así no fuera, yo os lo hubiera dicho; voy, pues, a preparar lugar para vosotros. Y si me fuere y os prepare lugar, vendré otra vez, y os tomaré a mí mismo, para que donde yo estoy, vosotros también estéis”.

Él estaba por dejar esta escena, yendo primero a la cruz y luego a la gloria, los suyos quedando atrás en este mundo pecaminoso. Les anima y estimula al contarles de la casa de su Padre y las moradas en ellas. ¡Pensamiento preciosos!

No dice que les va a recibir al cielo, sino a sí mismo. No es el lugar sino la persona – su propia, bendita Persona – que pone delante de los corazones de sus discípulos. Las Escrituras realmente no hablan de que el cristiano va al cielo, sino de que va a estar con Cristo, exceptuando si quiere aquella vez que el Señor le dijo al ladrón moribundo: “Hoy estarás conmigo en el paraíso”. [33] Cierto, es el cielo, ¿pero qué es el cielo sin Cristo? Él no nos ocupa de un lugar, sino de sí mismo.

La promesa

El lector protestará que el pasaje citado no ofrece detalles acerca de cómo el Señor va a realizar su promesa; no dice nada acerca de cómo o cuándo va a recibir a los discípulos, sino afirma la bendita realidad de que volverá y los recibirá a sí. Tenemos que acudir a los escritos de Pablo para los detalles, pero hemos visto la promesa. Él que ascendió a lo alto va a venir. El escéptico puede burlarse y el incrédulo puede negar, pero “antes bien sea Dios veraz, y todo hombre mentiroso”. [34] Dijo: “Vendré otra vez”, y vendrá.

Encontramos al Señor hablando de nuevo a los discípulos [35] y diciéndoles cuál debería ser su actitud y conducta a la luz de su regreso. Leemos: “Mirad, velad y orad; porque no sabéis cuándo será el tiempo. Es como el hombre que yéndose lejos, dejó su casa, y dio autoridad a sus siervos, y a cada uno su obra, y al portero mandó que velase. Velad, pues, porque no sabéis cuándo vendrá el señor de la casa; si al anochecer, o a la medianoche, o al canto del gallo, o a la mañana; para que cuando venga de repente, no os halle durmiendo. Y lo que a vosotros digo, a todos lo digo: Velad”.

[En esta y las ilustraciones que siguen se trata del regreso en poder y gloria, pero las exhortaciones aplican  por igual a la postura del creyente hoy día ante la promesa de la venida en sí].

Observamos tres consideraciones aquí en cuanto a la responsabilidad de los siervos en la ausencia del Señor. Son la autoridad suya, la obra de cada cual y la vigilia.

Él no quiere que temamos al prójimo ni le miremos a él para autoridad a servir, sino que salgamos al servicio en el nombre del Señor, capacitados y autorizados por Él no más. Tampoco quiere que estemos ociosos, ni con-flictivos en nuestro servicio, ya que tiene una obra para cada cual. Tampoco quiere que estemos dormidos en  el puesto de trabajo, sino muy pendientes de nuestra responsabilidad, vigilando mientras esperamos a nuestro Señor.

Las vigilias casi han pasado ahora; el anochecer, o la Edad Media, se fue, el canto del gallo se ha oído y la mañana ya está. Por muchos años se ha proclamado que el Hombre de la casa está llegando, y miles que se habían olvidado de la exhortación del Señor han sido despertados y ahora están en espera de su llegada.

El Señor predijo esto de una manera llamativa en Mateo 25, donde comparó el reino del cielo a diez vírgenes en las circunstancias de una boda oriental. Allí nos presenta a los que asumen el lugar del pueblo del Señor en su ausencia, los cristianos profesantes que salen a recibir a Cristo, el Esposo celestial. Cinco doncellas son llamadas prudentes y cinco insensatas. Todas tenían lámparas pero solamente las prudentes tenían aceite en las suyas; la posesión del aceite fue lo que distinguía entre los dos grupos. Así es en la cristiandad; hay los que son sabios para la salvación por fe en Cristo Jesús y cuentan con el Espíritu de Dios, presentado a menudo en las Escrituras en la figura del aceite, y hay los que tienen la lámpara de la profesión pero no tienen a Cristo.

Todo detalle de este cuadro llamativo puede ser cotejado fácilmente con lo que ha sucedido, o está sucediendo, entre los que profesan su nombre: “tardándose el esposo, cabecearon todas y se durmieron. Y a la medianoche se oyó un clamor: ¡Aquí viene el esposo; salid a recibirle!”, vv 5,6. Tristemente, no sólo el profesante, sino el poseedor también, las prudentes al igual que las insensatas, dejaron de vigilar. Se perdió de vista la venida del Señor, la llegada del Esposo,
y todos cabecearon. Pero, gloria a su nombre, se proclamó: “¡Viene el Esposo!” y por todos lados ha habido una inquietud de espíritu, un despertar al hecho que el Señor viene. Miles han oído la proclama, y con aceite en sus lámparas esperan su regreso; pero miles más, sin aceite, corren allá para acá a comprar donde no lo pueden obtener. Pronto, muy pronto, el Esposo vendrá en persona, el Señor mismo, y, ¡oh! glorioso será el momento. “Las que estaban preparados entraron con él a las bodas; y se cerró la puerta”.

Veamos otro trozo [36]: “Estén ceñidos vuestros lomos, y vuestras lámparas encendidas; y vosotros sed semejantes a hombres que aguardan a que su señor regrese de las bodas, para que cuando llegue y llame, le abran en seguida. Bienaventurados aquellos siervos a los cuales su señor, cuando venga, halle velando; de cierto os digo que se ceñirá, y hará que se sienten a la mesa, y vendrá a servirles”.

Prosiguió [37]: “¿Quién es el mayordomo fiel y prudente al cual su señor pondrá sobre su casa, para que a tiempo les dé su ración? Bienaventurado aquel siervo al cual, cuando su señor venga, le halle haciendo así. En verdad os digo que le pondrá sobre todos sus bienes”.

En contraste con esto – la exhortación a sus siervos durante su ausencia y las promesas para los obedientes – tenemos en seguida una advertencia a todos los que asumen la posición de ser siervos suyos pero cuyos corazones están lejos de Él [38]: “Si aquel siervo dijere en su corazón: Mi señor tarda en venir; y comenzare a golpear a los criados y a las criadas, y a comer y beber y embriagarse, vendrá el señor de aquel siervo en día que éste no espera, y a la hora que no sabe, y le castigará duramente, y le pondrá con los infieles. Aquel siervo que conociendo la voluntad de su señor, no se preparó, ni hizo conforme a su voluntad, recibirá muchos azotes”.

Se habla de todavía otra clase, no incluida entre los siervos: “el que sin conocerla hizo cosas dignas de azotes, será azotado poco”.

Cuán solemne es oir de los cristianos profesantes, como se ye a menudo, que “el Señor no vendrá todavía, no en nuestro día”. “Mi señor tarda en venir”, dice el siervo que profesa reconocer su autoridad pero hace caso omiso de su regreso y vive para sí, sin corazón para Cristo. El juicio con los incrédulos debe ser la terrible porción de los tales. Otro conoce la voluntad de su señor pero hace la suya propia, sin prepararse para el regreso de su señor. ¡Cuántos de estos hay por todos lados! Muchos azotes serán los suyos.

Otros al torno de este globo desconocen la voluntad del Maestro pero viven en sus pecados; pocos serán sus azotes, aclara el Señor. Nunca han tenido los privilegios de uno que conocía esa voluntad, y por lo tanto el juez les sentenciará a menor castigo.

Pero todos nosotros daremos a Dios cuenta de sí. [41] Todos los impíos serán castigados eternamente [39], pero hay diferentes grados de juicio. [40]

La venida en sí

Vayamos ahora a las Epístolas de Pablo, porque solamente en ellas vamos a encontrar la revelación que Dios nos ha dado de lo que sucederá en el momento glorioso de la venida del Señor al aire por los suyos.

Leemos del efecto de la predicación del evangelio en los idólatras de Tesalónica [42]: “Os convertisteis de los ídolos a Dios, para servir al Dios vivo y verdadero y esperar de los cielos a su Hijo, al cual resucitó de los muertos, a Jesús, quien nos libra de la ira venidera”. Se convirtieron para servir y esperar; no esperar la muerte, cosa que la Escritura nunca presenta al creyente, sino el regreso del Hijo de Dios del cielo.

Luego el apóstol les pregunta [43]: “¿Cuál es nuestra esperanza, o gozo, o corona de que me gloríe? ¿No lo sois vosotros, delante de nuestro Señor Jesucristo, en su venida?” Ahora, ellos habían sido enseñados a esperarle, pero todavía no habían sido instruidos cómo haría Él. Mientras simplemente esperaban así el regreso de su Señor, sin comprensión de cómo esto iba a suceder, a sorpresa de ellos algunos de su número durmieron en el Señor. El apóstol, entonces, les escribe [44]: “Tampoco queremos, hermanos, que ignoréis acerca de los que duermen, para que no os entristezcáis como los otros que no tienen esperanza. Porque si creemos que Jesús murió y resucitó, así también traerá Dios con Jesús a los que durmieron en él”.

Habiendo sido enseñados a esperar al Hijo de Dios del cielo, se entristecieron por aquellos que dormían ya, como que si estos habían perdido su esperanza. Pablo les anima, diciendo que si creemos que Jesús murió y resucitó, sin duda Dios traerá con Él a los que durmieron. Si Cristo ha resucitado, Él era los primeros frutos de los que duermen [45], y ciertamente Dios resucitará a éstos también, trayéndolos con su Hijo cuando éste venga a reinar en la ocasión de su gloriosa manifestación; ya hemos comentado que su manifestación en poder y gloria es parte de la esperanza del creyente.

Los tesalonicenses habían estado ignorantes de esto, pero ahora no. Pero tengamos muy claro – porque es un punto importante para quien va a comprender la venida del Señor – que hasta este punto ellos ignoraban todavía cómo iban a llegar a la gloria. Esperaban a Cristo pero no sabían cómo iba a venir. Los versículos que siguen [46] les alumbraron: “Nosotros que vivimos, que habremos quedado hasta la venida del Señor, no precederemos a los que durmieron. Porque el Señor mismo con voz de mando, con voz de arcángel, y con trompeta de Dios, descenderá del cielo; y los muertos en Cristo resucitarán primero. Luego nosotros los que vivimos, los que hayamos quedado, seremos arrebatados juntamente con ellos en las nubes para recibir al Señor en el aire,
y así estaremos siempre con el Señor”.

Otras escrituras hablan de que el creyente será cambiado [47] y que la mortalidad será absorbida por la inmortalidad [48], pero solamente 1 Tesalonicenses 4 nos da detalles de lo que va a suceder cuando Él viene por su pueblo. Se presenta la información como un paréntesis, y es una revelación directa de lo que tendrá lugar en el momento glorioso que no debe ser confundido con la posterior mani-festación del Señor con todos sus santos.

¡Bendita, consoladora esperanza! Vendrá el Señor mismo, el de todo poder en cielo y tierra. El Jesús rechazado, el que fue crucificado en (o a causa de) debilidad [49], pero ha conquistado todo opositor, vencido la tumba y se ha sentado a la diestra de Dios cual Señor y Cristo, viene pronto para reclamar los trofeos de su triunfo en el Clavario, llevando a sus redimidos a su hogar en la gloria.

Veamos. El apóstol se incluye a sí entre “nosotros los que vivimos”, haciendo ver que él también abrigaba la esperanza. (Parece que unos años más tarde le fue revelado que iba a pasar por la muerte, ya que escribe [50]: “yo ya estoy para ser sacrificado, y el tiempo de mi partida está cercano”). El Señor mismo – notamos cuán personal es – descenderá con grito de mando para reunir a los suyos. Todo santo, vivo o muerto, lo escuchará. Los muertos en Cristo subirán primeros.
El cementerio y el poderoso océano cederán para entregar los suyos; el Señor sabe dónde está cada uno.

El necio pregunta: “¿Cómo resucitarán los muertos?” [51] y el cristiano responde: “Para Dios todo es posible”. [52] Ninguno será dejado atrás, ni un cordero del rebaño de Dios; ni uno de la vasta hueste de los redimidos – en ese gran momento todos van a oir la bien conocida voz de Jesús. “El que ha de venir vendrá” [53] “Todas las promesas de Dios son en él Sí, y en él Amén, por medio de nosotros, para la gloria de Dios”. [54]

No vamos a subir en un torbellino al estilo de Elías, con carroza de fuego
y caballos, sino recogidos por el poder invisible de Dios. Enoc andaba con Dios, y no fue hallado porque lo traspuso Dios. Antes de esto, tenía el testimonio de haberle agradado. [55] Así será con el cristiano cuando el Señor venga, y puede ser hoy. Nosotros que vivimos no pasaremos por la muerte, sino seremos trasladados para reunirnos en las nubes con aquellos que sí han muerto. Cuando Cristo se manifieste, le veremos tal como Él es. [56] Es posible que caigamos en sueño antes, pero no es ésta nuestra perspectiva, no es ésta nuestra esperanza. ¡Nos consolamos con que el Señor viene!

¡Cuán maravillosamente se juntan las Escrituras! ¿Acaso el Señor no tenía en mente este evento glorioso al conversar con Marta, aun cuando no había llegado el momento para exponerlo ampliamente? Dijo [57]: “Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá. Y todo aquel que vive y cree en mí, no morirá eternamente”. No dijo: “el que cree y vive”, sino el que vive
y cree, no morirá, nunca pasará por la muerte. El que es la vida cambiará al creyente vivo.

Todos irán

Algunos han pensado que serán dejados atrás, para entrar en la gran tribulación, aquellos que no están anticipando la venida de Cristo. Pero Dios acredita a todos los cristianos como en espera de la venida, aunque posiblemente con una triste falta de inteligencia en cuanto a la realización de la misma. Cuando manda a decir: “nosotros que vivimos, que hemos quedado, seremos arrebatados”, cuando dice: “seremos cambiados”, su palabra es una respuesta adecuada a estos pensamientos antibíblicos.

Los 144 000 sellados de las tribus de Israel, y la gran multitud de gentiles de Apocalipsis 12, son una compañía posterior que será preservada de Dios, después del traslado de los santos celestiales, para beneficios milenarios sobre la tierra.

También hemos oído con una frecuencia indebida: “Pues, una cosa cierta es que todos vamos a morir”, aun cuando la Palabra de Dios afirma con certeza que no es el caso. Tanto Enoc como Elías fueron quitados de esta tierra sin morir, y lo mismo sucederá con la bestia y el falso profeta [58]. Y, como hemos visto, cuando nuestro Señor venga, los creyentes vivos serán cambiados. A veces se emplea la Biblia erróneamente con decir que “está establecido a todos los hombres que mueran una sola vez”, pero ella no lo dice, sino “está establecido a los hombres que mueran una sola vez”. [59] La muerte ha entrado como la paga del pecado; es la suerte del hombre, pero han habido excepciones, y Cristo habiendo muerto y resucitado, los creyentes en Él son una creación nueva; están sobre una base enteramente nueva, y habrá otra excepción para todos los santos que viven en el momento de su venida. La muerte no tiene reclamo sobre ellos, ya que han muerto con Cristo.

“Así como en Adán todos mueren, también en Cristo todos serán vivificados”. [60] Este es otra pasaje que a primera vista puede presentar una dificultad, pero cuadra perfectamente con lo que hemos visto cuando uno comprende lo que realmente dice. Todos los que se queden en su antigua condición en Adán, hombres naturales, morirán por seguro; pero los cristianos están en Cristo, quien ha resucitado de los muertos, y ellos no están vistos por Dios aquí donde se contrastan dos cabezas. Todos ellos serán vivificados. Leemos todo lo opuesto [61]: “No todos dormiremos; pero todos seremos transformados en un momento, en un abrir y cerrar de ojos”.

El Señor ocupará el más mínimo lapso de tiempo para realizar esta gran hazaña: un momento, un abrir y cerrar de ojos. Será a la final trompeta, no la última que jamás sonará, sino la última en una serie, una figura militar bien conocida en aquel entonces. Se escribe en Apocalipsis de otras trompetas que sonarán después de esta. Este corruptible se vestirá de incorrupción, y esto mortal se vestirá de inmortalidad [62]. El sepulcro no retendrá un solo santo de Dios; el que vive para siempre jamás tiene las llaves del hades y la muerte [63] y ejercerá su omnipotencia. Todos los suyos en tierra y mar se levantarán para unirse con Él, quien será las primicias, “luego los de Cristo en su venida”. [64]

Otros pasajes enseñan la misma verdad preciosa de que Cristo viene por los suyos. Por ejemplo [65]: “Nuestra ciudadanía está en los cielos, de donde también esperamos al Salvador, al Señor Jesucristo; el cual transformará el cuerpo de la humillación nuestra, para que sea semejante al cuerpo de la gloria suya, por el poder con el cual puede también sujetar a sí mismo todas las cosas”.

La porción del creyente no es la tierra, sino arriba, de donde espera al Señor Jesús como Salvador. Habiendo recibido la salvación de su alma [66], él espera la adopción, la redención de su cuerpo [67]. Espera que venga el Señor Jesús como Salvador para efectuar la salvación de su cuerpo, o sea, cambiar este cuerpo de humillación para ser semejante al cuerpo glorioso del Señor mismo. Nótese, no un cuerpo nuevo, sino este mismo que estamos ocupando, pero cambiado.

Los cuerpos de los creyentes ya son miembros de Cristo y aun templo del Espíritu Santo [68]. El que levantó a Cristo de los muertos va a vivificar nuestros cuerpos mortales por medio del Espíritu Santo que mora en nosotros [69]. Y, nótese de nuevo, no se trata de vivificar un cuerpo corruptible, como aquellos de los difuntos en la venida de Cristo, sino de los que viven y están presentes en la venida, poseedores del Espíritu.

Se menciona esta verdad de la venida en el contexto de la cena del Señor. Escribe el apóstol [70]: “Todas las veces que comiereis este pan, y bebiereis esta copa, la muerte del Señor anunciáis hasta que él venga”.

Las señales

Probablemente surge en la mente de algunos una pregunta: “¿Pero no debemos buscar señales y eventos en la tierra como evidencia de que se acerca la venida de Cristo? ¿No es cierto que muchos versículos enseñan que muchas cosas van a suceder antes de que venga?”

Este error surge de la confusión que ya hemos mencionado acerca de dos eventos diferentes. Sin duda mucho tiene que tener lugar antes de que Cristo, el Hijo del Hombre, venga en poder y gloria para juzgar y reinar, pero no hay necesidad de que nada suceda antes de que descienda al aire por su pueblo. (Ya que hemos usado ese título ‘Hijo del Hombre’, conviene mencionar que dondequiera que parezca en relación con la venida, invariablemente se refiere a su venida a juzgar y reinar). Es posible que mucho antes de la manifestación gloriosa, en cualquier momento, aun mientras uno lea estas palabras, Cristo puede venir y llevar consigo a todos los suyos. Hecho esto, pero antes de aquella manifestación con sus santos en gloria, habrá un intervalo de terribles juicios, la hora de la tribulación. [71]

Dice el Señor a la iglesia en Filadelfia [72]: “Yo también te guardaré de la hora de la prueba que ha de venir sobre el mundo entero, para probar a los que moran sobre la tierra. He aquí, yo vengo pronto; retén lo que tienes, para que ninguno tome tu corona”. Tenemos aquí una declaración específica de que el pueblo de Dios estará a salvo de aquel tiempo de prueba – no en ella, sino sin pasar por ella. La manera en que se salvará está en la segunda parte de la cita: “Vengo pronto”, empleando “pronto” por primera vez. ¿Qué lenguaje más enfático se podría usar para mostrar que Él está a punto de venir, y que debemos esperar que llegue de un momento a otro?

El cristiano, que no es de este mundo, será salvo de él, siendo trasladado antes del juicio al estilo de Enoc antes del diluvio [73]. Noé, en cambio, pasó a través del diluvio en el arca y salió de ella a tierra otra vez. Él es una figura de otro tipo de santos, a quienes ya nos hemos referido brevemente, quienes pasan a través de los juicios terrenales y entran en bendición terrenal cuando Cristo viene cual Rey a reinar. Estos no deben ser confundidos con los cristianos, quienes esperan al Señor del cielo. Son israelitas preservados y gentiles bendecidos bajo un nuevo régimen que perdurará por poco tiempo entre el arrebatamiento y la venida en poder y gloria.

Entonces, encontramos en Apocalipsis 7 israelitas y gentiles distintos, lo cual hace ver que no son los santos del tiempo presente, porque los cristianos componen la Iglesia de Dios, y en la Iglesia no hay ni judío ni gentil [74]. Dondequiera que se encuentre a éstos distintos en bendición, se sabe que no se trata de la Iglesia.

Veamos ahora otra diferenciación llamativa en relación con la venida de Cristo. Al final del Antiguo Testamento [75] el profeta dice: “A vosotros los que temáis mi nombre, nacerá el Sol de justicia, y en sus alas traerá salvación”, etc., cuando rayos de luz y bendición saldrán a todos los rincones de la tierra y Él traerá todas las glorias de su reino milenario y justicia eterna. Esto se realizará en su manifestación en gloria, el día de Cristo. En cambio, al final del Apocalipsis, la profecía para la Iglesia, encontramos que dice: “Yo soy … la estrella resplandeciente de la mañana. Y el Espíritu y la Esposa dicen: Ven”. La Iglesia, la Esposa, durante la noche oscura de este mundo, debe estar de vigilia, esperando que Él venga antes de rayar el alba. ¡Bendita esperanza!

La tribulación

Ofrecemos ahora testimonio adicional al hecho de que nosotros los santos celestiales seremos quitados antes de venir la tribulación. En Apocalipsis 2 y 3 se presentan siete mensajes a los ángeles de sendas iglesias en Asia, las cuales no solamente versan sobre la condición de ellas en aquel entonces, sino también presentan una serie de características que serán típicas de la Iglesia presente en la tierra hasta el final de su tiempo aquí. En cada discurso hay las palabras: “El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias”.

Esta es la última mención de la Iglesia en la tierra. Apocalipsis 4 abre con una escena enteramente diferente: “una puerta abierta en el cielo”, y un trono, el trono de Dios, rodeado de veinticuatro sillas o tronos que están ocupados por sendos ancianos vestidos de blanco y portando coronas de oro. ¿A quiénes podrían representar estos, si no a los santos celestiales? Se distinguen de los ángeles del capítulo 11; sus coronas y ropas proclaman su carácter real y sacerdotal en alabanza [76] a: “Jesucristo el testigo fiel, el primogénito de los muertos, y el soberano de los reyes de la tierra. Al que nos amó, y nos lavó de nuestros pecados con su sangre, y nos hizo reyes y sacerdotes para Dios, su Padre; a él sea gloria e imperio por los siglos de los siglos. Amén”.

Es más: el término “ancianos” denota sabiduría, y “nosotros tenemos la mente de Cristo” [77]. Su postura, sentados en la presencia de Aquel que ocupa el trono, puede ser solamente la de santos, quienes tienen perfecto reposo y confianza santa delante de Él. Se nos proyectan [78], aun estando aquí en el cuerpo, como sentados en lugares celestiales con Cristo Jesús, mientras que a lo largo de las Escrituras los ángeles, con una o dos excepciones, se encuentran parados. Son siervos, pero somos hijos.

Y también, el lenguaje empleado por los ancianos, tanto al celebrar la gloria de Dios en creación como al cantar el cántico nuevo de redención, muestra claramente que son los redimidos de Dios. Tan maravillosa y bendita es la relación nuestra que es nuestro privilegio cantar: “Eres digno …”, etc., mientras que los ángeles proclaman: “Digno es el Cordero”.

Ahora, fijémonos, los ancianos son veinticuatro, una compañía perfecta, sentada, vestida y coronada, que adora en gloria antes de que el Cordero rompa uno de los sellos del pergamino de siete sellos  de los consejos, juicios y misterios de Dios, Cordero este que se ve en medio del trono y quien toma el pergamino de la mano derecha de Aquel que está sentado en el trono. Ciertamente habrá sido resucitado o cambiado todo santo de Dios que ha vivido sobre la tierra hasta ese momento glorioso, antes de que caiga sobre los impíos uno de los juicios del pergamino.

Otro pasaje que ayuda para comprender esta verdad es aquel que reza [79]: “con respecto a la venida de nuestro Señor Jesucristo, y nuestra reunión con él, os rogamos, hermanos, que no os dejéis mover fácilmente de vuestro modo de pensar, ni os conturbéis, ni por espíritu, ni por palabra, ni por carta como si fuera nuestra, en el sentido de que el día del Señor está cerca …”

Se nota aquí la clara distinción entre la venida de nuestro Señor al aire y el día del Señor, o sea, su manifestación en juicio una vez que se haya presentado el hombre de pecado, el anticristo. El apóstol emplea la venida personal de Cristo por su pueblo como una razón por qué los tesalonicenses no deben estar perturbados al fijarse en este acontecimiento. Les advierte que hay engañadores, quienes querrán confundirles de diversas maneras – inclusive por una carta anónima supuestamente escrita por el apóstol y sus compañeros – dándoles a entender que el día del Señor ya estaba en curso y sus esperanzas habían sido defraudadas. En lenguaje claro les habla de su traslado al encontrar al Señor; luego la apostasía y la revelación del hijo de perdición; y finalmente su caída y juicio previo al comienzo del glorioso día del Señor.

 

 

[1]        Romanos 8.9

[2]        1 Corintios 15.50 al 53,
2 Corintios 5.4

[3]        1 Corintios 15.51

[4]        2 Corintios 5.8

[5]        Filipenses 1.23

[6]        1 Corintios 15.42 al 47

[7]        Filipenses 3.20,21

[8]        2 Corintios 5.1 al 4

[9]        Romanos 3.19 al 23

[10]      Romanos 3.26

[11]      Juan 3.36

[12]      Efesios 2.12

[13]      Romanos 8.24

[14]      1 Corintios 6.17

[15]      1 Pedro 2.11

[16]      Romanos 7.15

[17]      Juan 7.17

[18]      Lucas 9.23

[19]      Efesios 5.11

[20] 1 Pedro 2.21

[21]      Juan 14.16 al 18

[22]      Romanos 8.11

[23]      2 Pedro 3.17

[24]      Romanos 8.8,9,
Gálatas 5. 16 al 18

[25]      Salmo 45.2

[26]      Juan 14.4

[27]      Apocalipsis 3.12

[28]      Juan 6.37

[29]      Romanos 5.1 al 11

[30]      Isaías 55.8,9

[31]      Isaías 53 y 11

[32]      Colosenses 3.4

[33]      Lucas 23.43

[34]      Romanos 3.4

[35]      Marcos 13.33 al 37

[36]      Lucas 12.35 al 37

[37]      vv 42 al 44

[38]      vv 45 al 47

[39]      Apocalipsis 21.8,
14.10,11, Mateo 25.46

[40]      Mateo 10.15, 11.22 al 24,
23.14

[41]      Romanos 14.12

[42]      2 Tesalonicenses 1.9

[43]      2 Tesalonicenses 2.19

[44]      1 Tesalonicenses 4.13,14

[45]      1 Corintios 15.20

[46]      vv 15 al 17

[47] v. 51

[48]      2 Corintios 5.4

[49]      2 Corintios 13.4

[50]      2 Timoteo 4.6

[51]      1 Corintios 15.35,36

[52]      Mateo 19.26

[53]      Hebreos 10.37

[54] 2 Corintios 1.20

[55]      Hebreos 11.5

[56]      1 Juan 3.2

[57]      Juan 11.25,26

[58]      Apocalipsis 19.20

[59]      Hebreos 9.27

[60]      1 Corintios 15.22

[61]      v. 51

[62] vv 51,56

[63]      Apocalipsis 1.18

[64]      1 Corintios 15.23

[65]      Filipenses 3.20,21

[66]      1 Pedro 1.19

[67]      Romanos 7.23

[68]      1 Corintios 6.15,19

[69]      Romanos 8.11

[70]      1 Corintios 11.26

[71]      Mateo 24.21,22

[72]      Apocalipsis 3.10,11

[73]      Génesis 5.22 al 24

[74]      1 Corintios 12.13, Colosenses 3.11

[75]      Malaquías 4.2

[76]      Apocalipsis 1.5,6

[77]      1 Corintios 2.16

[78]      Efesios 2.6

[79]      2 Tesalonicenses 2.1 et seq

 

 

 

 

 

 

 

 

Yo espero la mañana
de aquel día sin igual,
en que la alegría emana,
y su gozo es eternal.

Yo espero la victoria,
de la muerte al fin triunfar,
recibir la eterna gloria
y mis sienes coronar.

Yo espero entrar al cielo,
donde reina eterno amor.
Peregrino soy, y anhelo
las moradas del Señor.

Pronto espero unir mi canto
al triunfante y celestial,
y poder cambiar mi llanto
por un canto angelical.

 

 

Fases  en  la  venida  del  Señor

 

William MacDonald, traducido a solicitud de
www.plymouthbrethren.org

Él vino y vendrá

Para entender y disfrutar de las Escrituras, es necesario diferenciar entre la primera y la segunda venida de Cristo. Su primera venida se refiere, por supuesto, a su nacimiento como bebé en un pesebre en Belén. La segunda venida señala la ocasión por venir cuando Él volverá. La primera tiene que ver con los sufrimientos de Cristo y la segunda con la gloria que vendrá tras ella, 1 Pedro 1.11.

Hablaremos primeramente de la segunda venida de una manera general, ocupándonos sólo del hecho de que vendrá.

Fusión en el Antiguo Testamento

Los profetas del Antiguo Testamento previeron la venida del Mesías, pero estaban confundidos por lo que vieron. El Espíritu de Dios les reveló que el Cristo vendría tanto en humillación como en gloria. Él iba a sufrir, sangrar y morir, pero también iba a triunfar sobre todos sus adversarios. Ellos no podrían reconciliar esto. No se dieron cuenta de que estaban tratando con dos advenimientos distintos del Mesías, con más de 1900 años entre ellos.

A menudo se fusionan las dos venidas en la Biblia sin indicar un período intermedio. Si podemos aprender a detectar esta transiciones abruptas, nos será de mucha ayuda y provecho. Aquí hay unos ejemplos.

  • Los primeros veintiún versículos de Salmo 22 se refieren claramente al primer advenimiento; ellos describen los sufrimientos del Salvador en la cruz. Pero hay un claro cambio entre los versículos 21 y 22. Los últimos diez versículos señalan el triunfo y la gloria del segundo advenimiento.
  • También en Isaías 9.6,7 encontramos dos venidas: La venida a Belén está presentada en, “Un niño nos es nacido, hijo nos es dado”. El resto de la cita trata del tiempo cuando volverá a reinar en poder y gran gloria, “el principado sobre su hombro; y se llamará su nombre Admirable, Consejero, Dios Fuerte, Padre Eterno, Príncipe de Paz. Lo dilatado de su imperio y la paz no tendrán límite, sobre el trono de David y sobre su reino, disponiéndolo y confirmándolo en juicio y en justicia desde ahora y para siempre”.
  • También se distinguen dos venidas en Isaías 49.7. El primer advenimiento es aparente en las palabras, “el Santo suyo, al menospreciado de alma, al abominado de las naciones, al siervo de los tiranos”. Pero el resto del versículo apunta sin duda a su segunda venida, “Verán reyes, y se levantarán príncipes,
    y adorarán por Jehová; porque fiel es el Santo de Israel, el cual te escogió”.
  • Fijémonos ahora en Isaías 52. Versículo 14: “Como se asombraron de ti muchos, de tal manera fue desfigurado de los hombres su parecer, y su hermosura más que la de los hijos de los hombres”. Versículo 15: “Así asombrará él a muchas naciones; los reyes cerrarán ante él la boca, porque verán lo que nunca les fue contado, y entenderán lo que jamás habían oído”. Obviamente el versículo 14 describe al Salvador en la cruz; aquellos que observaron la crucifixión se asombraron ante la intensidad de sus padecimientos. Él fue tan desfigurado que no se discernía que era hombre. Pero hay un tremendo contraste en el versículo 15. Cuando el Salvador vuelva, los hombres se asombrarán ante el resplandor de su venida. Las naciones se asustarán al ver al humilde galileo volviendo como Rey de Reyes y Señor de Señores.
  • Uno de los ejemplos más conocidos donde un pasaje fusiona los dos advenimientos es Isaías 61.1,2. “El Espíritu de Jehová el Señor está sobre mí, porque me ungió Jehová; me ha enviado a predicar buenas nuevas a los abatidos, a vendar a los quebrantados de corazón, a publicar libertad a los cautivos, y a los presos apertura de la cárcel; a proclamar el año de la buena voluntad de Jehová, y el día de venganza del Dios nuestro; a consolar a todos los enlutados”. Cuando Jesús estaba en la sinagoga de Nazaret, citó de estos versículos, Lucas 4.18,19. Pero obsérvese que terminó la cita con las palabras “proclamar el año de la buena voluntad de Jehová”, sin proseguir a, “el día de venganza del Dios nuestro”.
  • Tenemos una ilustración similar de los dos advenimientos en Salmo 34.15,16. “Los ojos de Jehová están sobre los justos, y atentos sus oídos al clamor de ellos. La ira de Jehová contra los que hacen mal, para cortar de la tierra la memoria de ellos”. Cuando Pedro cita estos versículos, no incluye, “para cortar de la tierra la memoria de ellos”. Todo el resto de la cita aplica a la edad en que estamos viviendo, pero este trozo al final mira adelante al segundo advenimiento de Cristo.
  • El profeta Miqueas predijo que el Mesías iba a nacer en Belén, Miqueas 5.2: “Tú, Belén Efrata, pequeña para estar entre las familias de Judá, de ti me saldrá el que será Señor en Israel; y sus salidas son desde el principio, desde los días de la eternidad”. Pero de repente pasó a la segunda venida de Cristo, cuando “apacentará con poder de Jehová, con grandeza del nombre de Jehová su Dios; y morarán seguros, porque ahora será engrandecido hasta los fines de la tierra”, 5.4.
  • En Zacarías 9.9 tenemos una predicción obvia de la entrada triunfal de Cristo en Jerusalén. “Alégrate mucho, hija de Sion; da voces de júbilo, hija de Jerusalén; he aquí tu rey vendrá a ti, justo y salvador, humilde, y cabalgando sobre un asno, sobre un pollino hijo de asna”. Pero el próximo versículo nos lleva adelante a la segunda venida, cuando Cristo reinará de mar a mar. “Y de Efraín destruiré los carros, y los caballos de Jerusalén, y los arcos de guerra serán quebrados; y hablará paz a las naciones, y su señorío será de mar a mar, y desde el río hasta los fines de la tierra”.

Fusión en el Nuevo Testamento

  • Tomemos Lucas 1.31 al 33 como ejemplo. “Concebirás en tu vientre, y darás a luz un hijo, y llamarás su nombre Jesús. Este será grande, y será llamado Hijo del Altísimo; y el Señor Dios le dará el trono de David su padre; y reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin”. El primero versículo obviamente se cumplió cuando Jesús nació; véase Mateo 1.25. Pero los dos restantes pasan por encima de la edad de la Iglesia al tiempo cuando Cristo regresará para sentarse sobre el trono de David y para gobernar la tierra.
  • Y, hay una referencia velada en Lucas 20.18. “Todo el que cayere sobre aquella piedra, será quebrantado; mas sobre quien ella cayere, le desmenuzará”. En la primera parte del versículo, la piedra (Cristo) está sobre la tierra. Durante su encarnación hombres cayeron sobre Él y fueron quebrantados. En la segunda mitad del versículo, la piedra está cayendo desde arriba. Cuando Cristo vuelva Él esparcirá a los desobedientes como polvo.
  • Un caso final y más obvio de la combinación de las dos venidas se encuentra en Hebreos 9.26 al 28. “De otra manera le hubiera sido necesario padecer muchas veces desde el principio del mundo; pero ahora, en la consumación de los siglos, se presentó una vez para siempre por el sacrificio de sí mismo para quitar de en medio el pecado. Y de la manera que está establecido para los hombres que mueran una sola vez, y después de esto el juicio, así también Cristo fue ofrecido una sola vez para llevar los pecados de muchos; y aparecerá por segunda vez, sin relación con el pecado, para salvar a los que le esperan”. Él se presentó una vez para quitar el pecado por el sacrificio de sí mismo; esto fue en su primer advenimiento. Al volver, se presentará por segunda vez sin relación con el pecado.

Cuatro etapas de la segunda venida

La primera venida es historia ahora, ya que sucedió hace casi dos mil años.
La segunda venida es tema de la profecía; está en el futuro todavía. No es un evento aislado. Más bien, se extiende sobre un período de tiempo y consta de cuatro etapas o fases. Ahora queremos verlas por separado.

En el idioma original del Nuevo Testamento la palabra corriente para “venida” significa una presencia o un acercamiento. Da a entender una llegada y una presencia posterior. Se usaba comúnmente en relación con la llegada de un rey
y la visita que seguía.

Aun en el español se usa la palabra “venida” de esta manera. Por ejemplo,
la llegada de Cristo a Galilea trajo la sanidad a multitudes. Aquí no queremos decir simplemente el día que llegó a Galilea, sino todo el período que estuvo en el área.

Así cuando pensamos en la segunda venida de Cristo debemos tener en mente un lapso de tiempo a diferencia de un evento aislado. Este período de tiempo consta de cuatro etapas; a saber:

un comienzo

un curso, o continuación

una manifestación, o revelación,    un clímax

El comienzo de la venida de Cristo

El comienzo de la venida de Cristo es el arrebatamiento, llamado también el rapto. Es cuando viene por sus santos. Él vendrá al aire, los muertos en Cristo serán resucitados y cambiados, y todos iremos a la casa del Padre. Esto puede tener lugar en cualquier momento. ● Así como en Adán todos mueren, también en Cristo todos serán vivificados. Pero cada uno en su debido orden: Cristo, las primicias; luego los que son de Cristo, en su venida, 1 Corintios 15.22.

  • Tampoco queremos, hermanos, que ignoréis acerca de los que duermen, para que no os entristezcáis como los otros que no tienen esperanza. Porque si creemos que Jesús murió y resucitó, así también traerá Dios con Jesús a los que durmieron en él. Por lo cual os decimos esto en palabra del Señor: que nosotros que vivimos, que habremos quedado hasta la venida del Señor, no precederemos a los que durmieron. Porque el Señor mismo con voz de mando, con voz de arcángel, y con trompeta de Dios, descenderá del cielo; y los muertos en Cristo resucitarán primero. Luego nosotros los que vivimos, los que hayamos quedado, seremos arrebatados juntamente con ellos en las nubes para recibir al Señor en el aire, y así estaremos siempre con el Señor. Por tanto, alentaos los unos a los otros con estas palabras, 1 Tesalonicenses 4.13 al 18.
  • Con respecto a la venida de nuestro Señor Jesucristo, y nuestra reunión con él,
    2 Tesalonicenses 2.1.
  • Tened paciencia hasta la venida del Señor. Mirad cómo el labrador espera el precioso fruto de la tierra, aguardando con paciencia hasta que reciba la lluvia temprana y la tardía. Tened también vosotros paciencia, y afirmad vuestros corazones; porque la venida del Señor se acerca, Santiago 5.7,8
  • Hijitos, permaneced en él, para que cuando se manifieste, tengamos confianza, para que en su venida no nos alejemos de él avergonzados, 1 Juan 2.28.

Otros pasajes que versan sobre el arrebatamiento [¿?] son —

Juan 14.1 al 4                                     Hebreos 9.28

1 Corintios 15.51 al 54                     1 Juan 3.2

Filipenses 3.20,21                              Apocalipsis 22.7,20

1 Tesalonicenses 1.10

La continuación de la venida de Cristo

La segunda etapa es el curso o la continuación de su venida. Incluye el tribunal de Cristo, cuando se otorgarán galardones a los creyentes por su servicio fiel.

  • ¿Cuál es nuestra esperanza, o gozo, o corona de que me gloríe? ¿No lo sois vosotros, delante de nuestro Señor Jesucristo, en su venida? 1 Tesalonicenses 2.19
  • El mismo Dios de paz os santifique por completo; y todo vuestro ser, espíritu, alma y cuerpo, sea guardado irreprensible para la venida de nuestro Señor Jesucristo, 1 Tesalonicenses 5.23

 

 

Véanse también:

Romanos 14.10 al 12                        2 Corintios 5.10

1 Corintios 3.11 al 15                       2 Timoteo 4.7,8

Probablemente otro evento que se debe incluir en la continuación de la venida de Cristo es la cena de las bodas del Cordero. Por su ubicación en el libro de Apocalipsis sabemos que tendrá lugar antes del glorioso reinado de Cristo. La incluimos aquí aun cuando la palabra “venida” no se emplea en relación con ella.

  • Oí como la voz de una gran multitud, como el estruendo de muchas aguas, y como la voz de grandes truenos, que decía: ¡Aleluya, porque el Señor nuestro Dios Todopoderoso reina! Gocémonos y alegrémonos y démosle gloria; porque han llegado las bodas del Cordero, y su esposa se ha preparado. Y a ella se le ha concedido que se vista de lino fino, limpio y resplandeciente; porque el lino fino es las acciones justas de los santos.  Y el ángel me dijo: Escribe: Bienaventurados los que son llamados a la cena de las bodas del Cordero. Y me dijo: Estas son palabras verdaderas de Dios, Apocalipsis 19.6 al 9

Mientras se están realizando estos eventos en el cielo, la tierra va a estar experimentando una época de tribulación. Se trata de un período de aproximadamente siete años durante el cual Dios vaciará sobre la tierra juicios de una intensidad creciente.

Daniel 9.27                                        Apocalipsis capítulos 6 al 19

Mateo 24.4 al 28

La segunda mitad del período se conoce como la gran tribulación. Ella se caracterizará por angustia y desastres de una severidad nunca vista; Mateo 24.15 al 31.

La manifestación de la venida de Cristo

La tercera fase es la manifestación de la venida de Cristo, es decir, su regreso a la tierra en poder y gran gloria para reinar como Rey de Reyes y Señor de Señores. El arrebatamiento no será visto por el mundo; se realizará en un instante. Pero todo ojo verá a Cristo cuando viene a reinar, y por esto se habla de la manifestación de su venida, y también se llama corrientemente la revelación. .

  • Estando él sentado en el monte de los Olivos, los discípulos se le acercaron aparte, diciendo: Dinos, ¿cuándo serán estas cosas, y qué señal habrá de tu venida, y del fin del siglo? Mateo 24.3.
  • Como el relámpago que sale del oriente y se muestra hasta el occidente, así será también la venida del Hijo del Hombre, Mateo 24.27
  • No entendieron hasta que vino el diluvio y se los llevó a todos, así será también la venida del Hijo del Hombre, Mateo 24.39
  • Que sean afirmados vuestros corazones, irreprensibles en santidad delante de Dios nuestro Padre, en la venida de nuestro Señor Jesucristo con todos sus santos, 1 Tesalonicenses 3.13
  • Se manifestará aquel inicuo, a quien el Señor matará con el espíritu de su boca, y destruirá con el resplandor de su venida, 2 Tesalonicenses 2.8
  • No os hemos dado a conocer el poder y la venida de nuestro Señor Jesucristo siguiendo fábulas artificiosas, sino como habiendo visto con nuestros propios ojos su majestad, 2 Pedro 1.16 (Pedro está hablando aquí de la manifestación de Cristo en su venida como fue proyectada anticipadamente en el Monte de Transfiguración).

Otras referencias a esta tercera fase de la venida de Cristo son:

Zacarías 14.4                                     2 Tesalonicenses 1.7 al 9

Malaquías 4.1 al 3                             Judas 14

Hechos 1.11                                                   Apocalipsis 1.7

Apocalipsis 19.11 al 16

El clímax de la venida de Cristo

La fase final es la destrucción de los cielos y la tierra por fuego. Esto sucederá después del reinado de mil años de Cristo sobre la tierra.

  • ¿Dónde está la promesa de su advenimiento? Porque desde el día en que los padres durmieron, todas las cosas permanecen así como desde el principio de la creación … los cielos y la tierra que existen ahora, están reservados por la misma palabra, guardados para el fuego en el día del juicio y de la perdición de los hombres impíos … El día del Señor vendrá como ladrón en la noche; en el cual los cielos pasarán con grande estruendo, y los elementos ardiendo serán deshechos, y la tierra y las obras que en ella hay serán quemadas. Puesto que todas estas cosas han de ser deshechas, ¡cómo no debéis vosotros andar en santa y piadosa manera de vivir, esperando y apresurándoos para la venida del día de Dios, en el cual los cielos, encendiéndose, serán deshechos, y los elementos, siendo quemados, se fundirán! Pero nosotros esperamos, según sus promesas, cielos nuevos y tierra nueva, en los cuales mora la justicia, 2 Pedro 3.4, 7 al 13

En este capítulo leemos de burladores que se presentarán en los postreros días y negarán la probabilidad del regreso de Cristo. ¿A cuál aspecto se refieren?

¿Se refieren al arrebatamiento? No; probablemente no saben nada de ese rapto. ¿Se refieren a su venida a reinar? Es evidente que no. Todo el contexto indica que están ridiculizando el castigo final de todos los malhechores de parte del Señor. Ellos se burlan de un juicio definitivo de parte de Dios sobre la tierra, o lo que llaman “el fin del mundo”. Su argumento es que no tienen por qué preocuparse, ya que Dios no ha intervenido en la historia y no lo hará en el futuro. Por esto se sienten libres a seguir en sus palabras y hechos impíos.

Pedro responde a su burla con señalar al tiempo futuro cuando, terminado ya el reino milenario de Cristo, los cielos y la tierra como los conocemos serán destruidos de un todo. Es el clímax de la venida de Cristo y tendrá lugar después del milenio en la inauguración del estado eterno.

Ayuda para distinguir

Ofrecemos ahora una ayuda para distinguir entre las fases:

 

 

         El arrebatamiento                                                               La revelación

1. Cristo viene al aire, 1 Tesalonicenses 4.16,17 1.  Él viene a la tierra, Zacarías 14.4
2. Él viene por sus santos, 1 Tesaloni-censes 4.16,17 2.Él viene con sus santos, 1 Te-salonicenses 3.13, Judas 14
3. El arrebatamiento es un misterio; a saber, una verdad desconocida en el Antiguo Testamento, 1 Corintios 15.51 3. La revelación no es un misterio; es el tema de muchas profecías en el Antiguo Testa-mento, Salmo 72, Isaías 11, Zacarías 14
4. En ninguna parte dice que la venida de Cristo por sus santos será precedida por señales en los cielos 4. La venida de Cristo con sus santos será anunciada por señales en los cielos, Mateo 24.29,30
5. El arrebatamiento está identificado con el día de Cristo, 1 Corintios 1.8, 2 Corintios 1.14, Filipenses 1.6,10 5. La revelación se identifica con el día del Señor, 2 Tesalonicenses 2.1 al 12
6. El arrebatamiento está presentado como una ocasión de bendición, 1 Te-salonicenses 4.18 6. El énfasis principal de la revelación es uno de juicio, 2 Tesalonicenses 2.8 al 12
7. El arrebatamiento se realiza en un momento,
en un abrir y cerrar de ojos, 1 Corintios 15.52. Esto insinúa fuertemente que no será visto por el mundo
7. La revelación será visible en escala mundial, Mateo 24.27, Apocalipsis 1.7
8. Aparentemente el arrebatamiento tiene que ver principalmente con la Iglesia, Juan 14.1 al 4, 1 Corintios 15.51 al 58, 1 Tesalonicenses 4.13 al 18 8. La revelación involucra principalmente a Israel, y en segundo lugar las naciones gentiles también, Mateo 24.1 al 25.46
9. Cristo viene como la estrella resplandeciente de la mañana, Apocalipsis 22.16 9. Cristo viene como el sol de justicia, y en sus alas trae salvación, Malaquías 4.2

Pero, dirá alguno, ¿Cómo se sabe que la primera y la tercera etapas  – el arrebatamiento y la revelación – son eventos diferentes? La respuesta es que las Escrituras distinguen entre ellas de las maneras indicadas.

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