El estado intermedio | El estado de los creyentes difuntos (#767)

El estado intermedio

El estado de los creyentes difuntos

 

El  estado  intermedio

William Hoste; reproducido en Assembly Annals, 1941

 

No le ha placido a Dios revelar mucho en su Palabra en cuanto a las condiciones de la existencia en el estado intermedio. Pero lo que se sabe es muy claro y ampliamente suficiente para establecer por lo menos nueve afirmaciones. Entre la muerte y la resurrección, el estado de los que han partido es:—

 

  1. Una condición sin cuerpo
    Se describe como desnudados, o ausentes del cuerpo,
    2 Corintios 5.4,8.
  2. Una condición de verdadera existencia
    Aunque muertos en cuanto al mundo y sus actividades, aquellos que
    se han ido no están muertos a Dios, “pues para él todos viven”, Lucas 20.38.
  3. Una condición de consciencia
    No es de sueño ni insensibilidad. “Ahora éste es consolado aquí,
    y tú atormentado”, Lucas 16.25.
  4. Una condición de reconocimiento y memoria.
    “Acuérdate que recibiste tus bienes en tu vida, y Lázaro también males;
    pero ahora éste es consolado aquí, y tú atormentado”, Lucas 16.25.
  5. Una condición que comienza de inmediato
    cuando uno pasa por la muerte física.
    “Hoy estarás conmigo en el paraíso”, Lucas 23.43. “Murió también el rico
    … y en el Hades alzó sus ojos”, 16.23,24.
  6. Una condición en que el creyente está con Cristo
    “Quisiéramos estar ausentes del cuerpo, y presentes al Señor”,
    2 Corintios 5.8.
  7. Una condición de bendición para el creyente
    “… deseo de partir y estar con Cristo, lo cual es muchísimo mejor”,
    Filipenses 1.23.
    Y, una condición de padecimiento para el incrédulo. “… estoy atormentado
    en esta llama”, Lucas 16.24.
  8. Una condición de espera
    El creyente está en espera de la gloria de la resurrección. “Traerá Dios con Jesús a los que durmieron en él”, 1 Tesalonicenses 4.14.
    El incrédulo está en espera del juicio. “El que no se halló inscrito en
    el libro de la vida fue lanzado al lago de fuego”, Apocalipsis 20.15.
  9. Una condición irrevocable
    Esta condición no es definitiva en su grado, pero en su carácter sí. “Una gran sima está puesta entre nosotros y vosotros, de manera que los que quieren pasar de aquí a vosotros, no pueden, ni de allá pasar acá”, Lucas 16.26.

 

El  estado  de  los  creyentes  difuntos

el finado W. J.  Matthews, Belfast

Believer´s Magazine, abril 1931

 

El autor, de reconocido mérito como maestro en su tiempo,
no compartía el criterio que los creyentes que están con Cristo ahora están en un estado incorpóreo.

2 Corintios 5. 1 al 8

Las Escrituras exponen poco acerca del estado actual de los creyentes que se han ido, más allá que decir que están con Cristo, lo cual es muchísimo mejor, Filipenses 1.23, pero hacemos bien en repasar para nuestra consolación lo que sí dicen.

Le tocó al apóstol Pablo padecer mucho por su testimonio en el evangelio, como percibimos por el resumen de sus aflicciones que presenta 2 Corintios 4. 7 al 15. Estaba perplejo, perseguido y derribado, llevando en el cuerpo siempre la muerte de Jesús, pero con todo perseveraba; “no desmayando”, dice. Naturalmente, estos sufrimientos afecta-ron su cuerpo, pero dice en el v. 16 que el hombre interior se renovaba de día en día mientras el exterior se gastaba.

Parece que lo que le sostenía era la perspectiva de la gloria futura, no obstante lo que enfrentó “por todas las ciudades”, Hechos 20.23. Lo consideraba una aflicción liviana en contraste con el eterno peso de gloria por delante, reconociendo la posibilidad de la muerte a su tiempo. Pero le animaba el hecho de que la muerte sería tan sólo la disolución de la casa terrenal de este tabernáculo; o sea, que se separarían el hombre interior y el exterior, y que de inmediato el hombre interior entraría en la casa no hecha de manos, el edificio que Dios ha preparado para nosotros. El lector observará que la tienda temporal, “el tabernáculo”, en la cual moraba el hombre interior se deshace y de una vez entra en la casa permanente y eterna que ya está lista. No hay un intervalo, ni de un momento, sino que uno está “ausente del cuerpo y presente al Señor”, 2 Corintios 5.8.

“Tenemos”, dice en el 5.1, hablando en tiempo presente, este edificio ya preparado para nosotros, para entrar en él tan pronto que el hombre interior esté suelto de la tienda que ocupa actualmente. Pero no es esto lo que el apóstol anticipaba como su esperanza definitiva, sino el ser “revestido” de “aquella nuestra habitación celestial”, de suerte que lo mortal (nuestros cuerpos) sea absorbido  por la vida, v. 4. Sin duda esto establece que es el cuerpo resucitado que será absorbido por la vida.

Esto es lo que el apóstol esperaba cuando estaba en su tienda terrenal aquí; a saber, que su cuerpo iba a ser deshecho y él iba a entrar en una casa lista ya. No se trata de un revestimiento de la habitación celestial definitiva por venir. Si bien anhelamos ser revestidos en la resurrección, hay la entrada inmediata en la casa preparada; estaremos vestidos, no desnudos.

Este hombre interior, repetimos, entra en la casa tan pronto que deje la tienda; es imposible que se encuentre desnudo. “Ausentes” y “presentes” es el lenguaje del v. 8. Esto parece determinar el sentido de la desnudez, el hombre interior dejado sin ropa, o desnudado en el lenguaje de los vv 3 y 4.

¿Por qué, entonces, mencionar la supuesta posibilidad de estar desnudo, si hemos expresado el criterio que semejante condición no va a existir? Aparentemente el apóstol la menciona para responder a una objeción de parte de los corintios. Lo  hace presentando una situación hipotética: “pues si seremos”, etc. Pero él ya ha mostrado que no será.

Los santos de dos tiempos

¿Qué es, pues, el estado presente de los santos que se han ido?

En primer lugar, se nos informa que Abraham, Isaac y Jacob han sido unidos a su pueblo, Génesis 25.8, 35.29, 49.33. Nada más leemos en este sentido hasta llegar a Lucas 16.19 al 31, donde encontramos a Abraham, Lázaro y el rico. Aquí se habla de los ojos, el dedo, la lengua, el seno y el ir y venir, v.30, y también de mentes capaces de comprender, el habla, ser consolado, etc.

Esto enseña claramente que los que se han ido tienen alguna forma de existencia material; no son meramente espíritus en algún estado etéreo. Todavía no han sido perfeccionados, ni pueden ser introducidos a la presencia de Dios, porque Jesús no había resucitado aún de entre los muertos y Él debe ser las primicias de la resurrección.

Además, sus pecados no habían sido quitados, sino simplemente cubiertos hasta que viniera Cristo para hacer la expiación. “…  a quien Dios puso como propiciación por medio de la fe en su sangre, para manifestar su justicia, a causa de haber pasado por alto, en su paciencia, los pecados pasados, con la mira de manifestar en este tiempo su justicia”, Romanos 3.25. “… él también participó de lo mismo, para … librar a todos los que por el temor de la muerte estaban durante toda la vida sujetos a servidumbre. Porque ciertamente no socorrió a los ángeles, sino que socorrió a la descendencia de Abraham”, Hebreos 2.15,16.

Jesús es el mediador del nuevo pacto que por medio de la muerte por la redención de los transgresores valida la promesa de una herencia eterna hecha a aquellos que estaban bajo el pacto anterior. Esta propiciación se realizó en Hebreos 2.17: Él “debía ser en todo semejante a sus hermanos, para venir a ser misericordioso y fiel sumo sacerdote en lo que a Dios se refiere, para expiar los pecados del pueblo”. Ellos están redimidos de sus transgresiones: “la sangre de los toros y de los machos cabríos, y las cenizas de la becerra rociadas a los inmundos, santifican para la purificación de la carne”, 9.13. Sus espíritus son perfeccionados: “os habéis acercado …  los espíritus de los justos hechos perfectos”, 12.23. Y ellos están en espera – como lo estamos nosotros del Nuevo Testamento – del capítulo final de su perfeccionamiento, cuando juntos seremos revestidos con nuestros cuerpos en el cielo; “no recibieron lo prometido; proveyendo Dios alguna cosa mejor para nosotros, para que no fuesen ellos perfeccionados aparte de nosotros”,  11.40.

Ahora, estos cuerpos corpóreos [sic] en que ellos vivían son cualidades tangibles y, como hemos visto, hubo desarrollos posteriores, después de la resurrección de Cristo, que les prepararon para el perfeccionamiento de sus espíritus, y actualmente ellos están en espera de su perfeccionamiento definitivo con nosotros.

Se deduce entonces que los santos que están con Cristo ahora, resucitado Él, están en la misma situación feliz, por cuanto seremos perfeccionados juntos. “…  para que no fuesen ellos perfeccionados aparte de nosotros”, Hebreos 11.40. Por esto entendemos que ellos también cuentan con cuerpos corpóreos [sic] desde que fueron a estar con Cristo. Pablo nos asegura que es una condición muy superior a cualquiera aquí.

Varios textos

Al dejar este mundo, los creyentes de la dispensación en curso reciben todo de una vez lo que los santos del Antiguo Testamento recibieron por pasos. Diversos pasajes de las Escrituras engloban a ambos grupos en lo que se refiere a beneficios:

  • Cristo Jesús, a quien Dios puso como propiciación por medio de la fe en su sangre … con la mira de manifestar en este tiempo su justicia, a fin de que él sea el justo,
    y el que justifica al que es de la fe de Jesús, Romanos 3.25,26
  • … librar a todos los que por el temor de la muerte estaban durante toda la vida sujetos a servidumbre. Porque ciertamente no socorrió a los ángeles, sino que socorrió a la descendencia de Abraham, Hebreos 2.15 al 18
  • Es mediador de un nuevo pacto … ni aun el primer pacto fue instituido sin sangre,
    Hebreos 9.15 al 24
  • Pondré mis leyes en sus corazones, y en sus mentes las escribiré, añade:
    Y nunca más me acordaré de sus pecados y transgresiones, Hebreos 10.16, 17
  • Todos éstos … no recibieron lo prometido; proveyendo Dios alguna cosa mejor
    para nosotros, para que no fuesen ellos perfeccionados aparte de nosotros, Hebreos 11.40
  • Os habéis acercado … a la congregación de los primogénitos que están inscritos en los cielos, … a los espíritus de los justos hechos perfectos, Hebreos 12.23, 24

 

 

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